¿Quién es tu
Maestro?
Ponencia del Card.
Rodriguez Maradiaga en el Congreso Americano Misionero
Fuente:
http://www.cam3ecuador.org
DISCIPULADO: COMUNIDAD DISCÍPULA DE JESÚS
Queridas Hermanas y Hermanos: Nuestro CAM 3 es finalmente una realidad que hemos
deseado, preparado ampliamente especialmente con la oración y que ahora vivimos
con intensidad.
Mi saludo cariñoso y agradecido a todos, especialmente a la Iglesia del Ecuador
que nos recibe con tanto amor.
Y entramos al tema asignado: Como nos ha dicho la Conferencia de Aparecida,
estamos llamados a ser discípulos y misioneros.
1. INTRODUCCIÓN
Si en este momento nos preguntamos ¿De quién somos discípulos? Espontáneamente
brota la respuesta: ¡De Cristo por supuesto! Pero no debemos apresurarnos tanto.
El Evangelio nos presenta la actitud típica del discípulo en María, la hermana
de Marta, sentada a los pies de Jesús y escuchando su Palabra. Entonces nos
preguntamos: ¿De quién son discípulos nuestros bautizados? ¿Cuánto tiempo tienen
nuestros bautizados para escuchar al Maestro, al Señor Jesús y alimentarse con
la Palabra de Dios? Si acaso participan en la Eucaristía dominical y el equipo
de sonido del Templo funciona bien y los lectores proclaman correctamente, tal
vez ¿diez minutos? Si el sacerdote pronuncia una buena homilía ¿veinte minutos?
Pero para muy pocos eso es todo.
Para la gran mayoría casi nada.
Muchos son más discípulos de la televisión, de la prensa, de las ideologías, de
la política, de los “Chicago Boys” en economía o de la moda en la globalización
y sobre todo del deporte y de todo lo que ofrece la televisión y el internet.
Y por eso se nos repite el gran desafío: ¿Cómo podemos cumplir el mandato del
Señor: “Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos…”? La pregunta en este día
es: como misioneros de una Iglesia Particular ¿somos auténticos discípulos del
Señor Jesús?
2. EL CAMINO DEL DISCIPULADO:
Permítanme comenzar con un recorrido por el Evangelio y así identificar algunos
rasgos que nos ayuden a ser mejores discípulos El Señor Jesús vive, como
testigo, un proceso de discipulado tanto en referencia al Padre como en
referencia a la humanidad: Escucha y Aprende del Padre; y, también Anuncia a la
humanidad quién es el Padre. Escucha a la humanidad y aprende de ella Y anuncia
a la humanidad a través de la encarnación.
Jesús siendo Dios respeta lo humano en lo cotidiano, le da importancia:
permaneció 30 años compartiendo la vida de todos los días en su pueblo.
Estas actitudes tanto hacia el Padre como hacia la humanidad van marcando
susdiferentes opciones.
Su vida pública, comienza con un ENCUENTRO (el encuentro de Jesús con sus
primeros discípulos).
Vemos como en su primer encuentro llama a pescadores a ser sus discípulos…los
llama y los invita para luego enviarlos a la humanidad.
Y esto se sigue repitiendo a lo largo de la historia, ya que el discipulado
lleva siempre a la misión.
Lo más bello de todos esos encuentros y formación de sus discípulos es como se
va entablando una profunda intimidad y amistad. “Ya no los llamo siervos sino
AMIGOS”. JESUS llama – invita para que estén con EL.
Los discípulos están en comunión con Jesús y con los demás discípulos y así
forman la comunidad de discípulos de Jesús. Además el discípulo va formándose en
la comunidad.
3. Trasfondo de la palabra discípulo
La palabra discípulo –“maqhth"- significa originalmente en griego estudioso,
persona que aprende en un sentido general. Entre los sofistas es el término
técnico para referirse al alumno institucional de un gran maestro. Pronto pasa a
significar también el seguidor, el devoto de alguna personalidad intelectual o
religiosa.
Al final de la época helenística se va robusteciendo este sentido de “seguidor”,
devoto, partidario, y ya hacia el siglo III después de 3 Cristo se convierte en
un término técnico y desaparece del todo su significado original de alumno o
estudiante.
En el contexto del Evangelio prevalece el sentido primario de seguidor o adepto.
Los discípulos son ante todo seguidores de Jesús más que alumnos.
Entre los profetas encontramos también el concepto de escuela en la que existe
una relación maestro-discípulos. Son los “hijos de los profetas” reunidos en
torno a Eliseo. Este mismo tipo de relación se da también entre los escribas que
se reúnen en cofradías profesionales.
Las tradiciones sapienciales más que en “escuelas” de pensamiento se van
transmitiendo más bien en el interior del clan familiar.
San Mateo es el evangelista que más ha subrayado la labor docente de Jesús. En
su evangelio prevalecen los discursos catequéticos, especialmente los cinco
grandes sermones que estructuran todo el vangelio. En su vocabulario Mateo
distingue claramente entre la proclamación kerigmática, o anuncio del Reino que
viene, y la enseñanza de Jesús acerca de la Ley y de la justicia del Reino. Para
la proclamación utiliza el verbo kerussein, y para la enseñanza utiliza el verbo
didaskein.
Mientras que San Marcos usa el verbo didaskein para referirse a cualquier tipo
de enseñanza de Jesús sobre las parábolas, o sobre el sufrimiento del Siervo,
San Mateo reserva este verbo sólo para los casos en que Jesús es designado Rabbí,
es decir Maestro de la Ley, y lo evita en las parábolas de Jesús sobre el Reino,
o en sus catequesis sobre el camino del Siervo. Por tanto, aunque el término
maqhth" tenga el significado de adepto o partidario, sin embargo en San Mateo no
ha desaparecido del todo el matiz del discípulo como persona que aprende en la
escuela de un gran maestro, en este caso del único que merece ser llamado
maestro.
Cuando hablamos de Discipulado, es evidente que el tema es amplio.
Vamos a tratar de dibujar algunas pinceladas que retraten el rostro del
discípulo de Cristo.
4. DIMENSION TRINITARIA.
Necesariamente hay que enmarcar este tema dentro de la Teología de la Trinidad.
El misterio de la Santísima Trinidad, que nos distingue de cualquier otra
religión, nos hace conocer que Dios no es soledad, sino que es un Dios en Tres
Personas. Esta revelación de un Dios que es Amor la conocemos precisamente por
lo que se llama en Teología, las Misiones de la Trinidad:
Los movimientos, las relaciones, la comunicación dentro de Dios Trino, es lo que
llamamos las Procesiones de la Trinidad. Las procesiones son internas y se
realizan fuera del tiempo y el espacio, en la eternidad.
Las misiones son algo temporal, y son las que nos permiten conocer como es Dios.
Por la forma en que Dios actúa sabemos cómo es Dios.
Del Actuar, llegamos al Ser. Y ya que Dios actuó siendo misionero (las
misiones), sabemos que Dios es amor y es Trinidad.
Por medio de este amor demostrado en el tiempo y el espacio, nos asomamos al
misterio insondable de Su eternidad.
Y a cada una de las personas de la Trinidad le atribuimos asuntos esenciales
para comprender su actuación en nuestra existencia:
- Dios Padre que nos sostiene en el ser
- Dios Hijo que nos invita a seguirle
- Y el Espíritu Santo, que es Amor, nos atrae e impulsa.
De esta manera es que conocemos que cada persona de la Trinidad actúa en el
tiempo (misiones) gracias a lo que viven dentro de ella (procesiones).
Veamos ahora el seguimiento, unido a la persona del Hijo. Así empezamos a
profundizar el tema del discipulado.
La palabra discípulo -en griego maqhthe – como ya dijimos, significa aquel que
se vincula con una persona no tanto a nivel teórico, o por lo que el maestro le
transmite a nivel de ideas, sino afectiva y vitalmente, a tal punto que asume su
estilo de vida.
Durante mucho tiempo, por motivo de mis estudios, tuve que leer sobre Freud,
incluso dar clases sobre él, pero no por eso me considero discípulo suyo. He
podido conocer mucho de sus ideas, de sus planteamientos, pero eso no me ha
hecho discípulo, eso no me ha hecho freudiano.
San Pablo utiliza una verbo muy descriptivo para expresar esto mismo:
Revestirse.
Para nosotros esta figura no nos dice mucho. Pero en algunos pueblos nativos
sabemos que el vestido designa la tribu: el vestido los identifica, dice quienes
son, dice el lugar a que pertenecen. Esa es la idea de San Pablo.
Lo mismo sucedía en aquellas sociedades, que sin Radio, ni Televisión, ni Cine,
poseían el Teatro. Y cuando un actor se revestía con los atuendos del personaje
que representaba, se convertía en ese personaje. Tomaba todo de él: sus
actitudes, sentimientos, modales, etc.
San Pablo también habla del buen olor de Cristo. Vemos entonces que el
discipulado implica Revestirse de Cristo, oler a Cristo. Por eso aún se oye
–aunque cada vez menos-aquello de “morir en olor de santidad”.
5. QUE SIGNIFICA SER DISCÍPULO
A continuación deseo compartir con ustedes algunos puntos concretossobre lo que
significa el discipulado:
5.1. El primer punto es difícil, pero es una realidad innegable de la que
debemos partir: Nadie nace discípulo de Jesús.
Para ser discípulo es necesaria la conversión (Metanoia, en griego), el cambio
de mentalidad.
Es doloroso decirlo, pero para muchas personas no es normal ser bueno, no es
normal pensar cómo piensa Jesús, actuar como actúa Jesús. Lo normal, lo
espontáneo parece que es otra cosa...
Ser discípulo, entonces, exige un renacer (Jn. 3, 16). Y si nacer y hacer nacer
cuesta (esto pueden confirmarlo las damas que son madres), el renacer también.
“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en
el Evangelio.” (Mc. 1, 15) “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único,
para que todo el que crea en El no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,
16) Es difícil porque uno llega a acostumbrarse a todo, incluso –y sobre todo-
llegamos a acostumbrarnos a nosotros mismos, a nuestros defectos, a nuestro
pecado. Y buscamos cualquier cosa que nos justifique tal y como somos, que no
nos incomode, que no cambie nuestro panorama.
Estamos acostumbrados a buscar soluciones fáciles... la eutanasia, el divorcio,
el aborto, el matrimonio gay... Todas estas opciones intentan solucionar
nuestras insatisfacciones, pero solamente las disfrazan y las aumentan. Por eso
la conversión es difícil.
Porque lo único que realmente colma y da entido a nuestra existencia, y
soluciona nuestras insatisfacciones, es darnos cuenta que no estamos aquí para
este mundo, sino para la eternidad, para buscar la eternidad.
5.2. Con esta búsqueda de la eternidad através de la conversión (metanoia),
vamos adquiriendo una mentalidad radicalmente nueva de todas las cosas. Tan
radical, que su fundador, Jesucristo, fue considerado un loco.
Por eso el cristiano, si es auténtico, será siempre un exiliado... un signo de
contradicción.
Es un pasar de mi mundo, al mundo de Dios; de mi horizonte, al horizonte de
Dios… ese es el cambio de mentalidad que origina el discipulado. De luchar por
los primeros lugares, a luchar por los últimos… “El que quiera ser el primero…
que sea el ultimo”.
De modo que lo que nos hace dichosos, sea la pobreza, el ser perseguido. De modo
que te convenzas de que la mejor venganza es el perdón... (cf. Mt. 10, 18 ss)
5.3. Esta visión radicalmente nueva se obtiene a partir del encuentro con
Cristo.
(Jn 8, 12). Es asunto de encontrarse con Él, de entrar en su mundo, de saberse
iluminado por Su luz y así aprender a razonar de otro modo.
Ser discípulo es, entonces, adquirir un modo de razonar que difiere “del mundo”,
que no busca la gloria humana, que asume la realidad divina aún a pesar de la
cruz: Recordemos el pasaje en que Jesús anuncia: “Iré a Jerusalén para ser
crucificado”. Pedro le dice que no vaya... Y el Señor le increpa con una palabra
muy fuerte: “Apártate de mi Satanás...” (Lo llama Satanás...).
Ser discípulo es sentirse contento por ser juzgado en virtud del seguimiento de
Cristo. Es entregarse completamente a esta locura del amor. Porque cuando se
ama, se hacen locuras, si no, nunca amaste... “Yo soy la luz del mundo. El que
me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn8, 12).
Esta luz que ofrece Cristo a sus discípulos, no es una luz natural.
“Naturalmente” no escoges el celibato, el martirio, la pobreza etc. Es una luz
SOBRENATURAL, y solo la podemos entender y asumir desde ahí, desde la
perspectiva de lo sobrenatural.
Y es una realidad eterna. Esta conversión, esta relación de amor, si es
verdadera, es para siempre. Si lo dejas, es que nunca te encontraste con Él.
5.4. Este encuentro permite lograr un Misterioso parentesco con Cristo mismo y
con los hermanos, a tal punto que Cristo se vuelve padre, madre, hermana,
hermano, etc., como leemos en Lc. 8, 19 ss.
“Su madre y sus parientes querían verlo, pero no podían acercársele por el
gentío que había”. Alguien dio a Jesús este recado: “Tu madre y tus hermanos
están afuera y quieren verte.” Pero Jesús respondió: “Mi madre y mis hermanos
son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. (Lc. 8, 19)
“A todos los que lo recibieron les concedió ser hijos de Dios: estos son los que
creen en su Nombre” (Jn. 1, 12).
Este parentesco es mayor a cualquier otro, porque Dios une más que la sangre (Jn
1, 12). Y la persona que es totalmente de Dios, es también totalmente mi
hermano, mi hermana, mi madre. Esto lo ha expresado de una manera maravillosa
–incluso a algunos les puede parecer atrevida- san Juan de la Cruz en su oración
/ poema del alma enamorada:
“Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son
míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las
cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo
para mí.”
E insisto en que todo esto: la conversión el encuentro con Cristo, este
parentesco, no es natural... es absolutamente sobrenatural.
5.5. Ser discípulo implica –consecuencia inevitable- perseverar. Y se trata de
perseverar con Él en sus tribulaciones (cf. Lc. 22, 28 )
“Ustedes han permanecido conmigo compartiendo mis pruebas” (Lc.22, 28)
El discípulo debe estar preparado para la prueba, para enfrentar al enemigo.
Pero no estoy pensando tanto en enemigos afuera, sino me refiero al enemigo que
yo soy para mí mismo.
Y el peligro es que uno se acostumbra a todo, hasta a uno mismo… me acostumbro a
mí mismo, a esta persona que no ha terminado de ser discípulo de Cristo, a este
yo egoísta, que busca el primer puesto,que quiere estar siempre al frente. Este
es el enemigo contra el que lucha el discípulo.
5.6. El discípulo es enviado como cordero entre lobos. El cristiano es
contraste, es profecía, es choque (claro, debido a la conversión). El discípulo
es capaz de decir no, de optar en contra del pecado.
Es capaz de comprender, asumir y amar esta opción del bien que se enfrenta al
mal sin medir el tamaño o la potencia para enfrentarlo. El discípulo opta por el
bien a pesar de la inmensidad aparente o real del mal.
5.7. El discípulo asume cada día más la lógica “de las pequeñas cifras”. Es
decir, la lógica de Jesús.
- La lógica de la semilla de mostaza… que es la más pequeña de todas.
- La lógica del grano de trigo echado por el sembrador…
- La lógica del pequeño rebaño, como ha llamado a sus discípulos.
- La lógica de la levadura… que no se ve pero que fermenta toda la masa.
- La lógica de la sal… una pizca que cambia el sabor a toda la comida.
Esta lógica que hace que el pastor abandone noventa y nueve ovejas para buscar
una que se le ha perdido…
Es la misma lógica retratada en una anécdota de Bernanos (autor de “Diario de un
cura rural”). En algún momento, siendo ya famoso,
firmaba autógrafos ante una multitud. Y había una niña que pedía su atención,
pero el autor la ignoró.
Arrepentido de su actitud, pide al día siguiente que le busquen a esa niña.
Finalmente la encontraron y se la llevaron. Consciente de esta lógica de las
pequeñas cifras, de las pequeñas cosas, Bernanos le dijo: “Todo el mundo te dice
“hazte grande”, yo te digo “quédate pequeña”. Porque el mundo es de los poetas y
de los pequeños”.
5.8. Finalmente, y quizá lo más duro: Los discípulos son los que están
dispuestos a dar la vida por el maestro. (Cf. Jn 15, 13)
“No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13)
En el pasaje final del Evangelio de San Juan, cuando el Señor pregunta a Pedro:
“¿Me amas más que estos?”, se nos ilustra muy bien hasta dónde ha de llevarnos
el discipulado.
Porque como Pedro, si amamos al Señor verdaderamente, si le seguimos como Él
mismo nos propone (Jn. 21,20), también tenemos que saber que “vendrá el momento
en que abrirás los brazos y otro te ceñirá y te llevará donde no quieras”. (Jn
21, 19). La propuesta es clara: “sígueme si me amas, y prepárate a dar la
vida...”.
Ser discípulo implica llegar a pedir la gracia de entregar la vida por el
maestro.
6. LA CONFIGURACION CON CRISTO
La historia de la Iglesia, de la teología y la tradición espiritual nos han
hablado frecuentemente del seguimiento de Cristo, de la imitación de Cristo. No
creo que ninguno de nosotros estemos en contra de estos conceptos tan ricos de
la historia de la fe.
Sin embargo, hoy, quiero hacerles otra propuesta, no menos histórica, pero
siempre novedosa: la Configuración del discípulo, del misionero,con Cristo.
Ya nos decía el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe Salvi, que el encuentro
con el Dios que nos ha mostrado su rostro en Cristo, y que ha abierto su
Corazón, es para nosotros no sólo « informativo », sino también « performativo
», es decir, que puede transformar nuestra vida hasta hacernos sentir redimidos
por la esperanza que dicho encuentro expresa.
Es un mensaje que plasma de modo nuevo la vida misma, no solamente «información»de
tipo intelectual.
La unción del Espíritu Santo, con la que hemos sido ungidos para evangelizar a
los pobres, es participación de la plenitud de Cristo. Por eso, los que hemos
sido llamados a seguir al Señor y a colaborar con El en la obra que el Padre le
encomendó, tenemos que contemplar asiduamente a Cristo e imitarlo, penetrados de
su Espíritu, hasta que ya no seamos nosotros mismos los que vivamos, sino que
sea Cristo quien realmente viva en nosotros.
Sólo de este modo seremos válidos instrumentos del Señor para anunciar el Reino
de los cielos.
La caridad apostólica es la virtud más necesaria para el discípulo. De tal modo
que, si carece de ella, será como una campana que suena o un címbalo que retiñe.
Jesucristo, ungido por un ardiente amor al Padre y a los hombres, se entregó a
los trabajos, a la pasión e incluso a la muerte. Del mismo modo, los Apóstoles,
testigos de la alegría de la Resurrección de Cristo, impulsados por el fuego del
Espíritu Santo, recorrieron el mundo entero.
Movidos por el celo apostólico y por el gozo del Espíritu, esforcémonos también
nosotros, con todos nuestros medios y recursos, por conseguir que Dios sea
conocido, amado y servido por todos.
Amemos a toda la humanidad, deseándole y procurándole la bienaventuranza del
Reino ya iniciada en la tierra.
Para tener los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo, que se anonadó a Sí
mismo, tomando la forma de siervo, procuren los discípulos la humildad que, por
disponernos a la gracia de Dios, es el fundamento de la perfección cristiana y,
por lo tanto, una virtud muy necesaria para los ministros del Evangelio. De
todos los dones que cada uno crea poseer, dé únicamente a Dios toda la gloria,
procurando hacerlos fructificar copiosamente.
Recuerde cada uno sus pecados y defectos y reconozca íntimamente la propia
dependencia de Dios. Exprese este conocimiento en el modo
de actuar y en sus relaciones con los demás. Confiese sus errores y defectos,
pida perdón a los hermanos y hermanas y présteles los servicios de una caridad
operosa, de modo que esté en medio de la Iglesia como quien sirve.
Esforcémonos por imitar la mansedumbre propuesta por el Señor, que es señal de
vocación apostólica. Es ciertamente necesario que la caridad de Cristo nos
apremie, de modo que amemos a la Iglesia con
el mismo amor con que Dios la ama y con fortaleza de espíritu muramos cada día
por ella; sin embargo, a fin de ganar a los más
posibles para Cristo, debemos estar siempre animados por su mansedumbre en el
ejercicio de nuestro ministerio.
Asociados a la obra de la Redención, procuremos configurarnos con Cristo, que
dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo tome su cruz y
sígame».
Los auténticos discípulos, guarden con diligente cuidado sus sentidos,
glorificando y llevando a Dios en su cuerpo. En la comida y bebida y en el uso
de aquellas cosas que favorecen el deleite, elijan las formas de templanza más
conformes a las circunstancias de tiempo y de lugar y que mejor corresponden a
personas apostólicas. De este modo, en su frugalidad quedará manifiesto que el
cuerpo es de Cristo, por cuya virtud Dios nos resucitará.
Recordando las palabras del Señor: “Quien pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará”, debemos alegrarnos en toda adversidad, en el hambre, en
la sed, en la desnudez, en los trabajos, en las calumnias, en las persecuciones
y en toda tribulación, hasta que podamos decir con San Pablo: “Lejos de mí
gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está
crucificado para mí y yo para el mundo”.
El mismo Señor, que se identificó plenamente con los que sufren, nos invita a
reconocerle como paciente en ellos y a prestarles una ayuda eficaz, dando
incluso nuestra vida por nuestros hermanos. Solidarios de los que padecen
enfermedad, dolor, injusticia y opresión, soportémoslo todo por ellos, para que
también ellos consigan la salvación.
Ya que Jesucristo padeció por nosotros, dejándonos su ejemplo, cuando estemos
enfermos soportemos la enfermedad y los dolores con humildad y sumisión al
divino beneplácito, sabiendo que con nuestra dolencia completamos lo que falta a
la pasión de Cristo.
Llevemos, pues, con gran paciencia la enfermedad y todas las deficiencias
provenientes de la pobreza, predicando a todos con el testimonio de la vida.
Nuestra vocación especial en el Pueblo de Dios es el ministerio de la Palabra,
con el que comunicamos a los hombres el misterio íntegro de Cristo. En efecto,
hemos sido enviados a anunciar la vida, muerte y resurrección del Señor, hasta
que vuelva, a fin de que todos los hombres se salven por la fe en El. Es un
signo de esperanza el que Su Santidad Benedicto XVI nos haya convocado para un
Sínodo sobre la Palabra de Dios, y que el Documento de Aparecida nos recomiende
la Lectio Divina como un medio seguro para aprender a ser discípulos.
Compartiendo las esperanzas y los gozos, las tristezas y las angustias de los
hombres, principalmente de los pobres, pretendemos ofrecer una estrecha
colaboración a todos los que buscan la transformación del mundo según el
designio de Dios.
Debemos anunciar la Buena Nueva del Reino en fidelidad y fortaleza,sobre todo
porque son muchos los que a él se oponen, por ambición de poder, por afán de
riquezas o por ansia de placeres.
La Iglesia cumple su misión suscitando y consolidando comunidades de discípulos,
sea convirtiendo a los hombres a Dios por la fe, sea renovando su vida en Cristo
y llevándola hasta la perfección.
Para cumplir esta misión, los discípulos deberemos emplear todos los medios que
nos sean posibles; pero, ante todo, fomentar en sí mismos: El sentido de
intuición para captar lo más urgente, oportuno y eficaz, atendidas las
circunstancias de tiempos, lugares y personas, sin anclarse en métodos o
nstrumentos de apostolado inadecuados;
. el sentido de disponibilidad, de modo que estén dispuestos a renunciar a todo
lo que hasta ahora han tenido, con el fin de realizar la misión de propagar la
fe, tanto dentro como fuera de las fronteras de la patria, dóciles al Espíritu y
obedientes a la misión;
. el sentido de catolicidad para ir a todas las partes del mundo y con espíritu
abierto estimar grandemente las costumbres de los pueblos y sus valores
culturales y religiosos.
La acción misionera debe dirigirse, ante todo, a aquellos que más necesitados
están de evangelización o a quienes ya son agentes de la misma evangelización o
pueden serlo. De buen grado asociamos en el Señor a nuestras obras apostólicas a
todos y cada uno de los que, impulsados por espíritu misionero, desean colaborar
con nosotros.
Los discípulos deben entregarse plenamente a la obra del Evangelio, dejando
incluso la propia familia: recordemos, en efecto, que tenemos un Padre en el
cielo a quien más que a nadie debemos agradar.
Los discípulos, respondiendo a las exigencias de su vocación y movidos por la
caridad que, por mediación del Espíritu Santo, derrama el Padre en nuestros
corazones, hemos de vivir cada día más por Cristo, por la salvación de los
hermanos, a semejanza del Salvador que “nos amó y se entrego a Sí mismo por
nosotros” (Ef 5, 2).
“Caminemos siempre en el amor” nos dice allí mismo el Apóstol; porque sólo
viviendo la vida de Cristo e imitando su caridad, respondemos al mandamiento
suyo por antonomasia: “ámense los unos a los otros, como Yo les he amado” (Jn
15, 12).
Como en la Iglesia naciente cuando “perseveraban todos unánimes en la oración
con María la Madre de Jesús” (Act 1, 14) fue nota relevante la caridad, porque
todos los llamados tenían “un solo corazón y una sola alma” (Act 4, 32), así
entre los discípulos debe reinar una caridad afectiva y efectiva sin eclipses,
porque son mayores las exigencias de delicadeza, de mansedumbre y servicio
mutuo, reclamadas por nuestro bautismo. En la caridad conocerán todos que somos
discípulos de Cristo (Jo. 13, 35) y erdaderos Hijos de María; y por la caridad
responderemos plenamente a nuestra vocación, porque quien ama al prójimo, cumple
toda la ley (Rom 13, 8 y 10).
Pero el discípulo no sabe de barreras y límites en el amor: ama a sus hermanos
de la pequeña comunidad y ama a toda la Iglesia. Más aún, con sentido
verdaderamente eclesial y ecuménico, nuestra caridad es siempre abierta y da
testimonio de la vida de perfección, gracias al trato amistoso y a la
cooperación franca con todos, con la Iglesia y, especialmente, con la Jerarquía
de la Iglesia. Jesucristo cumplió su misión impulsado por el amor al Padre
inmolándose a Sí mismo en sacrificio (Jo 14, 13) y el discípulo sólo es fiel a
su vocación cuando siente toda la fuerza del “caritas Christi urget nos” (el
amor de Cristo nos apremia), que movía a San Pablo.
La caridad empuja al discípulo a procurar la gloria de Dios, le enardece en
ansias de salvar a todos los hombres por todos los medios; le capacita y da
unción a sus palabras y le hace incansable en el trabajo.
Por la caridad que es vínculo de perfección (Col 3, 14) el discípulo da
testimonio de haber pasado de la muerte (o vida natural) a la vida verdadera de
la gracia de Cristo.
El mejor modo de imitar la vida intra trinitaria a semejanza de la cual hemos
sido hechos, es realizando la unidad que deseaba Jesucristo:
“Como Tú, Padre, estás en mí y yo en Ti, que todos ellos sean uno con nosotros
para que el mundo crea que Tú e enviaste” (Jn 17, 21).
Por muchos títulos, la caridad y unión entre nosotros será medio eficaz de
apostolado.
Los que hemos creído y experimentado el amor que Dios nos tiene (I Jn 4, 16)
sabemos que nos amó hasta enviarnos a su Hijo que sería expiación por nuestros
pecados; y eso nos obliga a amarnos mutuamente, porque sólo así permanece Dios
en nosotros, y es perfecto nuestro amor a Él (I Jn 4, 10-12).
Pero hay más todavía: la caridad con que amamos a la Iglesia, que es virtud
teologal, porque amamos a Dios en el prójimo o al prójimo por Dios, nos hace
descubrir cuanto de ser y perfección nos ha comunicado el mismo Dios, aún en el
orden natural.
Por eso, un entendimiento reflexivo y un ánimo sensible que nos hagan reconocer
y apreciar mutuamente los valores personales, será buen fundamento que disponga
el más fácil ejercicio de la caridad y amistad cristiana.
La centralidad de Cristo en la vida del discípulo es la raíz de la identidad
misionera, crea y renueva constantemente la comunión fraterna y sostiene el
compromiso en la transformación del mundo por medio del servicio misionero.
Este testimonio, como toda la actividad apostólica del discípulo, brota de una
configuración exterior e interior con Cristo Evangelizador y de una íntima
comunión y amistad con Él.
Como el Señor Jesús mostró siempre en su exterior la plenitud interna de la
gracia con que el Padre le había colmado, así nosotros por la afabilidad,
alegría espiritual y modestia, hemos de poner de manifiesto la presencia de Dios
en el mundo.
Los discípulos han sido llamados para vivir en alabanza de Dios, para predicar
el Evangelio del Hijo y para animarse mutuamente en el camino del Señor El
discípulo deberá llevar por doquier en su cuerpo la muerte de Jesús, padeciendo
juntamente con Aquel con quien nos gloriamos.
Esto es necesario para aquellos que son enviados a anunciar el misterio de la
cruz de Cristo y de la gloria del Señor.
7. Para hacer nuestro el modo de vida de Jesús.
También nosotros, los discípulos aquí presentes en Ecuador, elegidos por Jesús y
ungidos por el Espíritu Santo, nos sentimos llamados a dar continuidad «hoy» a
esta admirable tradición misionera y profética de la Iglesia Sólo cuando hay
coherencia entre el anuncio y la vida, la profecía se hace persuasiva. Nuestra
vida personal y eclesial es, entonces, nuestro primer acto profético.
Sólo vivimos auténticamente cuando vivimos «en Cristo Jesús». Por eso, hemos de
contemplarlo asiduamente e imitarlo, penetrados de su Espíritu, hasta que ya no
seamos nosotros mismos los que vivamos, sino que sea Él quien realmente viva en
nosotros. Que sea deseo de los discípulos no anteponer nada al amor personal por
Cristo y por los pobres en los que Él vive.
El cambio de época y el pluralismo cultural que se aprecia en el mundo actual
nos estimulan a preguntarnos por el modo más idóneo de vivir nuestra
configuración con Cristo.
No siempre es fácil encontrar las respuestas adecuadas, pero estamos convencidos
de que el discipulado presenta elementos de fuerte contraste y provocación en
nuestras sociedades.
Ello hace de la vivencia gozosa y compartida de nuestra vocación misionera un
elemento fundamental de nuestra profecía. Es posible cultivar y mantener nuestro
estilo de vida dentro de un desarrollo armónico de nuestra personalidad:
- Si fortalecemos mucho más nuestra fe y confianza en Dios, que cuida de
nosotros; en Jesús que es nuestro Maestro y Salvador; en el Espíritu, que es el
fuego purificador y creador; en María nuestra madre e intercesora; en nuestra
Iglesia y en nosotros mismos.
- Si confiamos nuestra interioridad a otra persona, que nos acompañe y aconseje.
- Si el celo apostólico arde en nosotros y entregamos de corazón nuestra vida a
los hermanos y hermanas, necesitados de nuestro servicio.
- Si en determinadas circunstancias más graves, recurrimos a las terapias más
adecuadas para nuestra recuperación integral.
La Iglesia nos exhorta a cumplir nuestro servicio profético y nos pide cultivar
en profundidad la experiencia de Dios; discernir, a la luz del Espíritu, los
desafíos de nuestro tiempo y traducirlos con valentía y audacia a opciones y
proyectos coherentes tanto con el carisma original como con las exigencias de la
situación histórica concreta.
Necesitamos, pues, una sólida espiritualidad de la acción, viendo a Dios en
todas las cosas y todas las cosas en Dios.
El carácter profético de nuestro discipulado ha de beber en las fuentes de una
sólida y profunda espiritualidad. Queremos que nuestra Iglesia sea siempre más
una escuela de auténtica espiritualidad misionera desde la inspiración de los
santos, particularmente, de aquellos que han recorrido nuestras calles en
América latina.
La profecía de la vida ordinaria, frecuente entre nosotros, es la que hace
posible la gran profecía de los momentos extraordinarios. Se muestra en la
oración, como expresión de amistad con Dios; en la búsqueda incesante de su
voluntad; en las relaciones en las que prevalece la ternura, la alegría de
vivir, la compasión, la fe en el prójimo, el servicio a los hermanos.
- Queremos anunciar el Reino de Dios y con él a Jesús, mediador del Reino, hijo
amado del Abbá y hermano nuestro.
- La predicación del Dios de la Vida y del Amor será anuncio de consolación y
esperanza, especialmente para nuestro pueblo herido. Nuestro servicio de la
Palabra será profético siempre que vaya avalado por acciones que intenten curar
los males que aquejan a nuestros hermanos y hermanas.
- Nuestras palabras y acciones denunciarán el orden económico injusto que pone
el lucro por encima de la persona y causa tanta pobreza, deshumanización y
muerte; será asimismo denuncia de todo aquello que pueda lesionar los derechos
humanos, la paz y la justicia, o destruir la naturaleza.
8. Para colaborar en la evangelización del pueblo
- Nos conmueve, como discípulos, contemplar a tantas personas y pueblos que no
conocen la plena manifestación del amor de Dios realizada en Jesús.
- El impulso misionero ad gentes nos ha de llevar a desplazarnos hacia la
multitud creciente de aquellos que no conocen a Cristo.
- Nos preocupa, como evangelizadores, la situación de tantos hombres y mujeres
que, por diversas causas, se han alejado de la fe cristiana o, por el ambiente
de secularización, se han hecho extraños a la fe o al sentido religioso.
Nuestra palabra y predicación serán anuncio de Jesucristo, luz del mundo y
tenderán a suscitar la experiencia de fe y a personalizar los valores del
Evangelio.
El hecho de que no pocas personas quieran silenciar a Dios, nos invita a
purificar nuestra manera de evangelizar y a seguir proponiendo a Dios, predicado
por Jesucristo, como el mayor bien del ser humano.
Sigue siendo un gran reto para nosotros el crecimiento de la pobreza que afecta
a la mayoría de la población mundial y que es consecuencia de la expansión de
estructuras y sistemas socioeconómicos y políticos injustos.
9. CONCLUSIÓN
La llamada a ser discípulo Uno de los rasgos más característicos del discipulado
en el Evangelio es el modo como se produce.
Mientras que en el mundo rabínico eran los discípulos quienes escogían a su
maestro, Jesús va a romper drásticamente con la cultura de su época al
establecer como norma de discipulado, que no son los discípulos quienes le
escogen a él sino él quien les escoge a ellos (Jn 15,16).
Lo mismo que en el resto de los Evangelios, también en San Mateo se deja ver
claramente esta iniciativa de Jesús en todos los relatos vocacionales. Podemos
verlo en la llamada a los pescadores (Mt 4,18-22), o en la del propio Mateo (Mt.9.9-13).
Jesús ve y llama por propia iniciativa.
Falta, sin embargo, en San Mateo el pasaje de la elección de los Doce, donde tan
claramente explicitaba Marcos que Jesús “llamó a los que él quiso” (Mc 3,13), y
Lucas decía que “escogió” a Doce (Lc 6,12).
En el texto de San Mateo no se nos narra la institución del grupo de los Doce.
Sólo se nos dice que Jesús llamó a los Doce para confiarles la misión de ir de
dos en dos, pero el texto carece de la tonalidad vocacional que hay en la
versión de Marcos o de Lucas.
Para reforzar esta tesis de que la iniciativa debe tenerla siempre Jesús, Mateo
presenta el caso de alguien que se ofrece voluntariamente a seguir a Jesús, y
que sin embargo es rechazado, porque la iniciativa vocacional sólo puede venir
de Jesús (Mt 8,19).
Sería el equivalente del relato de Marcos sobre el endemoniado de Gerasa que
también se ofreció voluntario para seguir a Jesús sin que éste le admitiera en
su compañía (Mc 5,18-19; Lc 8,38-39). Mateo en su relato sobre los dos
endemoniados ha omitido este detalle.
La respuesta de las personas llamadas es pronta y generosa, mostrando con ello
la autoridad y el poder de atracción de Jesús.
Como señalaba Bultmann el pasaje es más acerca de Jesús que llama que acerca de
los discípulos que siguen.
El seguimiento lleva consigo un abandono de la situación previa.
En los relatos vocacionales se nombran las cosas que son dejadas atrás: redes,
barcas, padres, todo… Son las cosas que sirven de criterio del éxito o fracaso
en la vida, las que le atribuyen a uno su estatus social, las que proporcionan
seguridad. Equivale a un suicidio el abandonar las herramientas de trabajo, la
familia que era uno de los pilares de la estructura social. Pero en este
abandono se muestra la radicalidad del seguimiento, y la autoridad de Jesús que
llama.
El estilo profético de vida del discípulo recibe de María, madre de la Iglesia,
una característica peculiar. Ella nos enseña que, sin corazón, sin ternura, sin
amor, no hay profecía creíble. María profirió la Palabra, porque antes la
concibió en su corazón; proclamó un Magnificat profético, porque antes creyó;
estuvo junto a la Cruz y en Pentecostés porque fue la tierra buena que acogió la
Palabra con un corazón alegre, la hizo fructificar el ciento por uno y pidió a
los demás que lo hicieran.
Sea Ella quien haga fructificar este CAM 3 y lo proyecte en la Gran Misión
Continental que estamos por comenzar.
Muchas gracias.
Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B
Arzobispo de Tegucigalpa. Honduras.