El evangelio de San Juan refiere
cómo al día siguiente al sábado, María Magdalena se dirige al sepulcro de Jesús
y, al ver corrida la piedra que lo cerraba, echó a correr a comunicárselo a
Simón Pedro y al discípulo amado. Al recibir la noticia ambos corren al
sepulcro, adonde más tarde María regresa y tiene un encuentro con Jesús
resucitado (Jn 20,1-18). Esto es todo lo que los evangelios nos dicen sobre la
relación de Pedro con María Magdalena. Desde el punto de vista histórico no se
puede añadir más. El Evangelio de Pedro, un evangelio apócrifo quizá del
siglo II, que relata las últimas escenas de la pasión, la resurrección y las
apariciones de Jesús resucitado, se refiere a ella como “discípula del Señor”.
En la literatura marginal que se origina en círculos gnósticos se encuentran
algunos escritos en los que se dan confrontaciones entre Pedro y María. Como
premisa, conviene recordar que son textos que no tienen carácter histórico y que
acuden a diálogos ficticios entre diversos personajes como medio de transmisión
de doctrinas gnósticas. El Evangelio de María es uno de estos textos en
donde se relata la incomprensión por parte de Pedro de la revelación secreta que
ha recibido María (ver la pregunta “¿Qué dice el Evangelio de María
Magdalena?”). Otro escrito, al parecer más antiguo, es el Evangelio de Tomás.
Aquí, se narra al final que Simón Pedro dijo: “¡Que se aleje Mariham de
nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida”. A lo que Jesús respondió:
“Mira, yo me encargaré de hacerla varón, de manera que también ella se convierta
en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se
haga varón, entrará en el reino del cielo”.
También en Pistis Sophia
Pedro se impacienta y protesta porque María comprende mejor que los demás los
misterios en sentido gnóstico y es felicitada por Jesús: “Señor, no permitas
hablar siempre a esta mujer, porque ocupa nuestro puesto y no nos deja hablar
nunca” (54b). (Aquí, sin embargo, la presencia de Marta puede sugerir que la
María que aparece no es la Magdalena sino la hermana de Marta y Lázaro, aunque
bien podían haberse identificado las dos Marías). En estos textos se observan
rasgos heredados de la mentalidad rabínica, según la cual las mujeres eran
incapaces de apreciar la doctrina religiosa (cf. Jn 4,27), y elementos propios
de la antropología gnóstica, donde lo femenino ocupa un lugar destacado como
vehículo de comunicación de revelaciones esotéricas.
Las relaciones entre Pedro y María Magdalena debieron de ser similares a las que
había entre Pedro y Juan, Pedro y Pablo, Pedro y Salomé, etc. Es decir, las
propias del que estaba al frente de la Iglesia con los otros que habían sido
discípulos del Señor y que, después de su resurrección, daban testimonio del
resucitado y proclamaban el Evangelio. Otras relaciones son fantasía.