Poseer a Cristo para dar a Cristo
Fuente: Catholic.net
Somos
cristianos de nombre, de reserva, de retaguardia; cristianos que no
siguen a Cristo
Dar a Cristo. Este es el ideal de todo el que quiera llevar con altura el
nombre de Cristiano y no quiera desfigurarlo arrastrándolo por el polvo
de su egoismo y sensualidad.
Pero para dar a Cristo es necesario poseer a Cristo. Y Cristo no entrará
en nuestra vida si antes no nos convence, no tanto por la razón cuanto
por la fe hecha vida.
¡Qué insulsa debe ser la vida del hombre que no posee a Cristo! Un poco
de tiempo inflado de egoísmo, un oficio pasajero., tratar de llenar el
vacío de la existencia con paladas de diversión y de sexo, cuando no son
de sufrimientos sin sentido, y dejar a otro en nuestro sitio que continúe
la cadena indefinida; ¡a ver si tiene más suerte y logra alcanzar lo que
nosotros no alcanzamos!
¡Pobres hombres! Van a tientas, saltando de una ilusión a otra, hasta que
todas se acaban. Ahí van todos en bola: uno gritando "comunismo", otro,
"fascismo"; uno viene drogado, otro satisfecho, otro esceptico; uno baja
riendo y al lado otro llorando... ¡qué ancho es el camino que lleva a la
nada y cuántos bajan por él!
¿Y los que tenemos a Cristo? ¡Qué pocos hay, que abandonando toda su
seguridad culpable, bajen el camino y se mezclen con todos ofreciendo
manos amigas!
Sí, sabemos teóricamente que Cristo es la solución; que todos los hombres
podrían bajar alegres sabiendo a donde van; que todos podrían bajar con
Dios. Pero no se lo damos. Cristo no nos ha convencido. Somos cristianos
de nombre, de reserva, de retaguardia; cristianos que no siguen a Cristo,
sal que ha perdido su sabor.
Por eso Cristo tiene la esperanza puesta en vosotros que sois la sal de
la tierra. Convencéos de Cristo. No lo reduzcáis, como tantos otros, a
una ilusión pasajera que llenó los años de juventud de vuestra vida
"mientras venían otras cosas"... otras cosas que los dejaron sin Cristo y
sin ellos mismos; creyendose maduros cuando habían destrozado la
conciencia y, sin freno, "liberados", hacían lo que les venía en gana;
creyéndose maduros cuando se habían mezclado con los que bajaban a la
fosa, sin rumbo, sin saber por qué, sin saber a dónde.
Convenceos de Cristo; conocedlo cada día más; reflejadlo en vuestra vida
diaria; en vuestra casa, entre vuestros amigos. Que otros jóvenes al
veros se sientan atraídos hacia Cristo y anhelen ser como vosotros.