Los frutos de la escucha

 La Palabra, como la simiente, es como un niño que precisa de todos los cuidados para que arraigue en la vida y crezca.
 Para escuchar la Palabra necesitamos:          

Saber acogerla

-   Encontrar un ritmo de lectura.

-   Leer despacio.

-   Dar un tono apropiado al texto que leemos.

-   Comprender lo que se nos dice.

Saber leer la Palabra

Recordando la Parábola de la semilla (Mt 13,1-9).
Preparación de los pasos previos:

­  De la superficialidad a la hondura:

- del ruido al silencio.

- salir de la ausencia para entrar en la presencia

­   De la pasividad a la creatividad:

- de lo mortecino a la vida

­   Del individualismo a la comunión

- del yo a la relación con el Otro y los otros

¿Cómo preparar el terreno? 

 ­   Una experiencia humana a la base: Escuchar es mucho más que oír. Oímos demasiadas veces, "como quien oye llover", sin pizca de atención. La escucha supone disponibilidad. Quien decide escuchar tiene que hacer espacio y silencio en su interior; abrir no sólo los oídos, sino la mente y el espíritu; ponerse en actitud de diálogo; en deseo de compartir alegrías, penas, dudas, seguridades; supone, por fin, voluntad de compromiso. "El primer sentimiento simple que quiero compartir con vosotros es lo que disfruto cuando realmente puedo escuchar a alguien. Me pone en contacto con el, enriquece mi vida" (Hno Roger).

 ­   La Palabra es sobretodo revelación y presencia de Dios en la historia. La Palabra de Dios es la vida: Dios, al crear la vida, ya está comunicándose con nosotros, diciéndonos su Palabra: ¡Vive!."Lo que sucede es que el pecado nos vuelve ciegos y sordos frente a esa Palabra incapacitándonos para encontrarlo presente en la realidad" (San Agustín).

­   La Palabra de Dios es su Hijo. En Él nos muestra su intimidad, sus planes de salvación. "Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo" (Hb 1,1-2).

­   Orientados hacia la escucha: cada palabra de Dios dicha y creída por el hombre pone en marcha la oración: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1Sm 3,5). Nada desea tanto Dios sino que le escuchemos. A lo largo y a lo ancho de la Escritura resuena este estribillo: "Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, uno es el Señor" (Dt 6,4). Quien escucha de  verdad. responde después filialmente.

-   Poner la vida a la escucha de la Palabra:

- Escuchar la Palabra es construir sobre roca (Mt 7,24).
- Escuchar la Palabra exige ponerla en práctica (St 1,21-22).
- Si la Palabra permanece en nosotros, lo que pidamos lo recibiremos del Padre (Jn 15,7).
- Somos fruto de la Palabra (1 Pe 1,22-23).

Escuchar, todo un arte

El Espíritu nos enseña a orar. Pone en nuestras manos y bocas la Palabra de Dios. Dios es Amor, y el amor es comunicación, diálogo, palabra cercana y entrañable que nos ha dicho en Jesús.

Sabemos que Dios nos habla en la Escritura y en la liturgia, en el periódico y en el hermano, en el tráfico de la ciudad y en el secreto del propio corazón.

Por eso tenemos que colaborar con el Espíritu aprendiendo, con nuestro esfuerzo, su lenguaje.

¿COMO ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS?