Pablo, el revolucionario

 

Entrevista a Romano Penna, docente de Nuevo Testamento en la Lateranense

 

ROMA, lunes 1 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Desde el 29 de junio de 2008 se celebra el Año Paulino con manifestaciones, conferencias, congresos y celebraciones litúrgicas que se suceden en todas las Iglesias del mundo para recordar los dos mil años del nacimiento del apóstol Pablo, el mayor misionero de todos los tiempos.

 

En Roma, hemos encontrado a monseñor Romano Penna, considerado uno de los máximos expertos de la vida y de las obras de Pablo de Tarso. Ha dedicado su vida de investigador y profesor universitario al apóstol de las gentes, publicando varios libros que se distinguen por su rigor científico y exposición apasionada, presentada con un lenguaje cautivador y moderno.

Son fundamentales sus exégesis de las diversas Cartas del apóstol, en especial los tres consistentes volúmenes sobre la Carta a los Romanos y su bellísimo ensayo "El ADN del cristianismo".

 

Con motivo de sus setenta años, los más renombrados biblistas del mundo han colaborado en la redacción de un volumen de quinientas páginas titulado "Nuevo Testamento: teologías en diálogo cultural. Escritos en honor de Romano Penna en su 70 cumpleaños".

 

--Comencemos con una pregunta ligada a este bimilenario. ¿Se conoce el año exacto del nacimiento de San Pablo?

 

--Penna: No. El Año Paulino que celebramos se funda en una hipótesis tradicional, según la cual Pablo habría nacido en torno al 8 después de Cristo. Pero son sólo hipótesis. Por lo demás, no se conoce con precisión ni siquiera el nacimiento de Cristo. En mi opinión, Pablo era coetáneo de Jesús.

 

--¿Dónde nació?

 

--Penna: En Tarso, capital de la Cilicia, de padres judíos de observancia farisea. Los Hechos de los Apóstoles lo consideran ciudadano romano, y él dice que lo era por nacimiento. Por esto, junto al nombre judío de Saulo, tenía también el nombre romano de Pablo.

 

--¿Pertenecía a una familia rica?

 

--Penna: En una carta suya, dice que ganaba la vida fabricando tiendas. En general, en aquel tiempo, los hijos aprendían el oficio del padre y se supone que el padre de Pablo desempeñaba ese trabajo. Era un oficio normal, del pueblo, que permitía vivir y mantener a la familia, nada más.

 

--¿Qué tipo de educación recibió en su familia?

 

--Penna: Los padres de Pablo eran judíos de la diáspora, es decir judíos que, obligados por las persecuciones y por otras razones, emigraron lejos de su tierra pero se mantenían fieles a sus tradiciones. Pablo estaba circuncidado, fue educado e instruido en la observancia de la ley mosaica. Pero siendo Tarso una ciudad cosmopolita, cuando salía de casa, el muchacho respiraba una atmósfera helénica y abierta a diversas culturas. En su familia, hablaba hebreo y arameo, pero fuera de casa griego. Creció por tanto con una mentalidad abierta. Al menos hasta los 12 ó 13 años.

 

--¿Y después?

 

--Penna: A esa edad se trasladó a Jerusalén para dedicarse totalmente al estudio de la Torá, bajo la guía del rabino Gamaliel el viejo, conocidísimo maestro. Desde entonces, su interés intelectual se dirigió sólo y exclusivamente a la Ley judía y a la cultura israelita.

 

--En los escritos de Pablo, o de sus contemporáneos, ¿se encuentran alusiones y datos útiles para hacernos comprender cómo era su aspecto físico?

 

--Penna: Tenemos una descripción física de Pablo, a menudo citada. Dice que era bajo, gordo, con las piernas arqueadas, con las cejas juntas, y que sin embargo se parecía a un ángel. Pero es tardía, de fines del siglo II. La iconografía tradicional lo presenta con barba, calvo, pero esto depende de un modelo que se impuso a partir del siglo III y que caracterizaba la figura de un pensador. En la segunda Carta a los Corintios, Pablo dice "que no sabe hablar" y alguien dedujo que fuera tartamudo. En la Carta a los Gálatas, dice "vosotros estabáis dispuestos a darme los ojos", y alguien pensó que tuviera problemas de la vista. Considero que son frases que hay que entender sólo en sentido metafórico. Sabemos que, en su vida, afrontó innumerables dificultades: vigilias, ayunos, frío, tres naufragios, miles de kilómetros recorridos a pie, lapidado, cinco veces flagelado por los judíos, tres veces azotado por los romanos, encarcelado por largos periodos: y de todo esto se deduce que tenía un físico excepcional, una voluntad de hierro y una capacidad de adaptación extraordinaria.

 

--¿Es posible deducir su temperamento a partir de sus cartas?

 

--Penna: El hecho de que, antes del acontecimiento de Damasco, ejerciera una encarnizada presión persecutoria hacia la comunidad cristiana, habla bien de su temperamento fogoso.

Se dio cuenta de que la figura del Cristo podía poner en crisis algunos datos constitutivos del judaísmo y, por tanto, perseguía con fuerza y dureza a los cristianos. Se le podría comparar con un talibán de aquél tiempo. Pero luego, después de Damasco, se produjo el gran cambio.

Siguió teniendo un carácter fuerte, que podía expresarse con tonos muy rudos, duros, pero al mismo tiempo a menudo muy afectuosos, dulces, amables, casi femeninos. Él mismo se compara a un padre y también a una madre. Su psicología es compleja, con muchas facetas, muy rica.

 

En la Carta a los Romanos, dice claramente que hay que acoger a todos, estar de acuerdo con todos, aceptar incluso a quienes piensan de manera distinta: Hay un sentido de acogida, de reciprocidad, que es verdaderamente evangélico.

 

--¿Qué hizo tras la conversión en el camino de Damasco?

 

--Penna: se pasó tres años en el desierto meditando, luego fue a Jerusalén a conocer a los apóstoles y a la comunidad cristiana, luego a Antioquía, donde finalmente recibió el encargo oficial de ir a difundir el Evangelio. Antioquía de Siria, fue una ciudad muy importante para la historia del cristianismo porque en aquella ciudad, por primera vez, fue anunciado el Evangelio a los paganos. Jesús nunca predicó a los paganos sino sólo a los judíos. Y ni siquiera los apóstoles lo hicieron al principio. Allí, en Antioquía, se dio el giro. Y de allí Pablo partió para su primer viaje apostólico.

 

Entrevista a Romano Penna, docente de Nuevo Testamento en la Lateranense

 ROMA, martes, 2 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Pablo es un revolucionario pues trajo el mensaje de la igualdad de todos los hombres y mujeres ante Dios, explica uno de los mayores expertos sobre la figura del apóstol de las gentes, de quien se celebran los dos mil años de su nacimiento.

En esta segunda parte de la entrevista, monseñor Romano Penna, profesor de Nuevo Testamento en la Lateranense, presenta los puntos centrales de la enseñanza de Pablo.

--He leído que, durante aquel primer viaje, discutió, si no me equivoco, con los demás apóstoles...

--Penna: Hubo divergencias. Pablo tenía una personalidad muy fuerte. Y Jesús le había confiado una misión especial, la de llevar el Evangelio a los paganos. Era un proyecto impensable para los judíos de la época. Y también para los apóstoles. Consideraban que Jesús vino para el pueblo de Israel. Mientras que Pablo quería predicar a los paganos.

Además, Pablo se encontraba en una posición delicada. Los cristianos lo miraban con desconfianza, recordando el encarnizamiento con el que habían sido perseguidos por él, y los judíos lo consideraban un traidor que había abandonado la religión de sus padres. Le costó mucho que los primeros cristianos aceptaran sus ideas.

Sobre todo, su convicción de que Cristo había venido no para los judíos sino para todos. Y que los paganos, para ser seguidores de Cristo no debían someterse a todas las disposiciones de la ley mosaica.

También entre los apóstoles no todos compartían sus ideas. Y él se enfadaba y los llamaba "falsos hermanos". Tuvo choques incluso con san Pedro que, en un primer momento, se adhirió a las ideas de Pablo pero luego se dio la vuelta, y Pablo se lo reprochó públicamente.

De todos modos, siguió creyendo en las intuiciones que tuvo durante el misterioso encuentro con Cristo en el camino de Damasco. Sentía muy fuerte en su interior la urgencia de evangelizar a los paganos. Tras el primer viaje, emprendió otros dos, fundando muchas Iglesias. Al final, todos los apóstoles se adhirieron a sus intuiciones, convenciéndose de que Jesús había venido para la salvación de todos los hombres y no sólo para la salvación de los judíos.

--¿Cuáles son los puntos fundamentales de la enseñanza de san Pablo?

--Penna: Dicho en términos esenciales, en el corazón de Pablo y del paulismo está la libertad de la ley. Pablo enseña que lo que cuenta en mi relación con Dios, en primer término, no es la moral sino la gracia del mismo Dios, en Jesucristo. Me convierto en justo ante Dios no por lo que hago "yo" sino por lo que Dios ha hecho por mí en Jesucristo. Y la fe es la aceptación de este don de gracia que se me ofrece.

Esta enseñanza paulina se contrapone a la concepción, según la cual, soy "yo" quien construye mi justicia, mi santidad ante Dios. La construyo con mi moral, mi comportamiento, mi ética y la observancia de los mandamientos. Esta es una concepción bastante difundida, que pone en primer lugar la moral. Pero, tomada a la letra, no es la postura adecuada.

Hay una frase de Lutero que podemos compartir y explica bien el concepto: "No es que nosotros haciendo las cosas justas nos hacemos justos. Pero si somos justos haciendo las cosas justas". El dato moral, operativo, de la acción, por tanto, es secundario respecto a la dimensión del "ser", que es precedente y fundamental.

"Ser en Cristo" y recibir la benevolencia de Dios a través de Jesucristo prescinde de mi moralidad. La cual, precisamente porque yo "vivo" "el ser en Cristo", estará ciertamente en sintonía con esta maravillosa realidad. Es éste el punto constitutivo. Es éste el dato luminoso de Pablo. Dicho en términos esenciales, en el corazón de Pablo y del paulismo está la libertad ante la ley. Pablo enseña que lo que cuenta en mi relación con Dios, en primer término no es la moral sino la gracia de Dios mismo, en Jesucristo.

El segundo elemento importante del pensamiento de Pablo se refiere a "la identidad cristiana", que se define no sólo con categorías "jurídicas" como justicia, precisamente justificación, sino también con categorías "místicas" o "participativas". El cristiano es alguien que no sólo está ante Cristo con un acto de fe sino que "participa" en Jesucristo mismo y vive "en" Cristo.

Entre el cristiano y Jesús, se da una verdadera participación interpersonal. El cristiano "vive" en Cristo y Cristo vive en el cristiano.

Y este modo de ser da origen al tercer punto fundamental de la enseñanza de san Pablo, la "dimensión comunitaria", lo que Pablo mismo llama la iglesia. Para él, el término "iglesia" no tiene sentido abstracto sino se refiere siempre a una comunidad concreta, que se encuentra en cierto lugar. Está la iglesia de Corinto, la de Tesalónica, la iglesia de Filipo, etc. Nosotros hoy damos un sentido "católico", universal, al término "iglesia". Pero este concepto se formó después de Pablo.

Él, con el término iglesia, entendía las diversas comunidades una a una. Y atribuía a este término una "comunión recíproca" extraordinaria. El lugar de encuentro de los cristianos era la casa, la casa privada, donde se reunían para la cena y para la lectura y la explicación de los textos sagrados. Por tanto, la comunidad eclesial tenía un ámbito doméstico. Y, en el contexto de este modo de vivir, es donde se desarrolla la definición de la iglesia paulina como "cuerpo de Cristo". Este extraordinario concepto es sólo de Pablo. Se discute luego qué quiere decir la frase "la Iglesia es cuerpo de Cristo".

Se preguntan si quiere decir que es un cuerpo en el sentido sensorial, que pertenece a Cristo. O si es Cristo mismo en su cuerpo, en una forma de cuerpo, en una dimensión no social sino individual, mística. Pienso que es sobre todo este segundo concepto el adecuado. Y siempre en este ámbito comunitario la iglesia para Pablo era totalmente "igualitaria". Enseñaba que en Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón ni mujer. Dentro de esta comunidad había incluso funciones ministeriales auténticas pero no eran sacerdotales en el sentido jerárquico posterior. Había presidentes, personas encargadas de guiar, organizar la asamblea y nada más.

Por Renzo Allegri, traducido del italiano por Nieves San Martín