OBEDIENCIA/Santa Teresa de Jesús

DEL DICCIONARIO DE SANTA TERESA DE JESUS DE JESUS MARTI BALLESTER. EDIBESA.

 

O

OBEDIENCIA

1                 ¡Oh, virtud de la obediencia, que todo lo puedes! (V 18, 7; CN 8).

2                 Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me mandaba otra, el Señor volvía a hablarme diciéndome que obedeciera al confesor; después Su Majestad le cambiaba el corazón para que me mandara la voluntad del Señor (V 26, 5).

3                 Me acordaba de las injurias que le habían hecho los judíos y le suplicaba que me perdonara, pues yo lo hacía para obedecer a quien le representaba, y que no me echara a mí la culpa pues me lo mandaban los ministros que él tenía puestos en la Iglesia. Me decía que estuviera tranquila, que hacía bien en obedecer, mas que él manifestaría la verdad (V 29, 6).

4                 Que no temiera que se fallara en esto jamás que aunque la obediencia no se prometía a mi gusto, su Hijo estaría con nosotras. La Reina de los ángeles me dijo acerca de la obediencia que a mí me repugnaba no darla a los superiores de la Orden , que ya el Señor me había dicho que no era conveniente dársela a ellos (V 33, 14-16).

5                 Yo obedecí al Rector, y con lo que se me había dicho en la oración, iba sin miedo (V 34, 3).

6                 Digo que quien tenga voto de obediencia y falte contra él en vez de llevar todo el cuidado necesario para ver cómo lo cumplirá con la mayor perfección, no se para qué está en el monasterio; yo le aseguro que mientras falte en esto nunca llegará a ser contemplativa, ni siquiera buena activa; y esto lo tengo por muy cierto (C 18, 8).

7                 Aunque no sea persona que tenga voto de obediencia si quiere o pretende llegar a contemplación, debe someter su voluntad con toda determinación a un confesor competente. Porque es cosa muy sabida que aprovechará más así en un año, que en muchos años que viva sin esta determinación (C 18, 8).

8                 Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan difíciles como escribir ahora sobre la oración...Mas como se que la fuerza de la obediencia suele facilitar cosas que parecen imposibles, la voluntad se decide a escribir de buena gana, aunque la naturaleza parece que se aflige mucho. Si tampoco me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el dolor de cabeza por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere no se saque ningún provecho (M prl 1-2).

9                 Yo no lo se, preguntadle a quien me lo manda escribir, que yo no estoy obligada a disputar con los superiores, ni sería correcto, sino a obedecer III M 2, 11).

10             Lo que les haría mucho provecho a los que por la bondad del Señor están en ese estado, es estudiar mucho en la prontitud de la obediencia (III M 2, 12).

11             Y aunque no sean religiosos sería muy importante tener a quien acudir para no hacer en nada su voluntad (que es lo que más nos perjudica) y no buscar a otro de su talante que vaya con tanto tiento en todo, sino buscar a uno que esté muy desengañado del mundo, que es muy provechoso tratar con quien ya conoce el mundo para conocernos (III M 2, 12).

12             Mas ¡cuántos debe de haber a quienes llama el Señor al apostolado, como a Judas..., y después por su culpa se pierden! De lo cual deduciremos que para ir mereciendo más y más y para no perdernos como éstos, lo único que nos puede dar seguridad es la obediencia y no desviarnos de la ley de Dios (V M 3, 2).

13             Guardo obediencia a quien me confiesa, aunque imperfectamente; pero cuando veo que quiere una cosa o me la manda, no la dejaría de hacer, y si no la hiciera pensaría que andaba muy engañada (Cc 1ª, 15).

14             Estando pensando una vez en la gran penitencia que hacía doña Catalina de Cardona y cómo yo hubiera podido hacer más, según mis deseos, si no hubiera sido por obedecer a los confesores, que si sería mejor no obedecerles en adelante, me dijo: "eso no, hija; buen camino llevas y seguro. ¿Ves todala penitencia que hace?; en más tengo tu obediencia (Cc 20ª).

15             Procuraba todo lo que podía no ofender a Dios y obedecer siempre (Cc 53ª, 19).

16             Por experiencia he visto, aparte de lo que en muchos lugares he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia. En esto entiendo está el ir adelantando en la virtud y el ir ganando la de la humildad; en esto está la seguridad de la duda de errar el camino del cielo. Aquí se halla la quietud que tan preciada es en las almas que desean contentar a Dios. Porque si de veras se han resignado en esta santa obediencia y han rendido el entendimiento a ella, no queriendo tener otro parecer más que el de su confesor o el de su superior, el demonio cesa de acometer con sus contínuas inquietudes; y también nuestros bulliciosos movimientos amigos de hacer su voluntad cesan, acordándose de que determinadamente pusieron su voluntad en la de Dios, tomando por medio someterse a quien toman en su lugar. Habiéndome Su Majestad dado luz para conocer el gran tesoro que está encerrado en esta preciosa virtud, he procurado tenerla, auque muchas veces protesta la poca virtud que veo en mí, porque para algunas cosas que me mandan entiendo que no llega (F prl 15).

17             Muchas veces me parecía que no se podía soportar el trabajo conforme a mi instinto natural, me dijo el Señor: "Hija, la obediencia da fuerzas" (F prl 2).

18             De la virtud de la obediencia (de la que soy muy devota, aunque no sabía tenerla hasta que estas siervas de Dios me enseñaron), pudiera decir muchas cosas que allí vi. Una recuerdo ahora y es que, estando un día en refectorio, nos dieron raciones de cohombro, a mí me tocó una muy delgada y podrida por dentro. Llamé con disimulo a una hermana de las de mejor entendimiento y talento  que allí había, para probar su obediencia, y le dije que sembrara aquel cohombro en un huertecillo que teníamos. Ella me preguntó si lo había de poner alto o tendido; yo le dije que tendido. Ella fue y lo puso, sin pensar que era imposible que no secara, sino que al hacerlo por obediencia se le cegó la razón natural, y creyó que era muy acertado (F 1, 3).

19             Y en lo que toca a la obediencia, no querrá que quien bien lo quisiere, vaya por otro camino que él, "obediente hasta la muerte" (F 5, 3).

20             Yo creo que como el demonio ve que no hay camino que más pronto lleve a la suma perfección que la obediencia, pone tanto disgusto y dificultades debajo de color de bien, para guardarla; y esto se observe bien y verán claro que digo verdad (F 5, 10).

21             ¡Oh, Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones, y cómo de un alma que está ya determinada a amaros y abandonada en vuestras manos no queréis otra cosa sino que obedezca y se informe bien de lo que es más servicio vuestros y eso desee! No ha menester ella buscar los caminos ni escogerlos, que ya su voluntad es vuestra (F 5, 6).

22             Pues créanme que para adquirir este tesoro no hay mejor camino que cavar y trabajar para sacarlo de esta mina de la obediencia; que mientras más cavemos hallaremos más, y mientras más nos sometamos a los hombres no teniendo otra voluntad que la de los superiores, más señores seremos de ella para conformarla con la de Dios. Esta es la unión que yo deseo y querría en todas, que no unos embebecimientos muy regalados que hay, a los que tienen puesto el nombre de unión. Mas si después de esa suspensión queda poca obediencia y poca sumisión de la voluntad, unida con su amor propio me parece a mí que estará, que no con la voluntad de Dios (F 5, 13).

23             Aquí se ve bien que somos esclavos suyos, vendidos por su amor con nuestra voluntad a la virtud de la obediencia, pues por ella dejamos de alguna manera de gozar al mismo Dios. Y no es nada si consideramos que él vino del seno del Padre por obediencia a hacerse esclavo nuestro (F 5, 17).

24             Quisiera más verla obedecer a una persona que no tanta comunión (F 6, 18).

25             Si es por contentar a Dios, ya saben que se contenta más con la obediencia que con el sacrificio (F 6, 22).

26             En este monasterio se ejercitaban mucho en mortificación y en obediencia; de manera que algún tiempo que estuve en él, a veces se había de mirar lo que decía la priora, que aunque fuese con descuido, ellas lo ponían enseguida por obra (F 16, 3)