La opción por Cristo.
Fuente: Catholic.net
Autor: Cristina Cendoya
1. Cristo sabía que predicando la verdad muchos iban a abandonarlo
Cristo es siempre fiel a Dios y al hombre. ¡Qué fácil hubiera sido para Él
suavizar su mensaje! En vez de decir “Si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,54), pudo haber
dicho: “Cada vez que veáis pan y vino, recordaréis que yo deseo que vayáis al
Cielo”. Pudo haber rebajado su mensaje, al estilo protestante, y lo hubieran
aceptado y no lo hubieran abandonado. Pero Cristo tenía la conciencia de que
tenía que ser el tipo de Mesías que le pedía ser su Padre. El Catecismo da
testimonio de esto en el n.540:
La tentación de Jesús (en el desierto) manifiesta la manera en que tiene que
ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la
que le propone Satanás y la que los hombres le quieren atribuir.
Cristo es un verdadero profeta, fiel a la Palabra de Dios y fiel al hombre. ¡Hay
tantos falsos profetas en el mundo! Traicionan la Palabra de Dios y también al
hombre pues el hombre tiene el derecho de conocer la verdad y especialmente la
verdad religiosa.
Podemos decir, sin querer exagerar, que el evangelio que no duele no es
evangelio. Un evangelio que permite al hombre deshacerse de su mujer cuando
encuentra a una más bonita y más joven, un evangelio que deja a la pareja
regular los nacimientos usando los métodos que quieren, un evangelio que deja a
los novios tener relaciones prematrimoniales “porque lo hacen con amor”, un
evangelio que dice que se puede ser buen católico sin ir a la Iglesia... no es
el verdadero evangelio.
Cristo predicó la verdad porque era una consecuencia de su amor a Dios y al
hombre.
Yo quisiera que meditaran con el Evangelio en la mano la fidelidad de Jesucristo
a la misión que el Padre le encomendara y que la tomaran como punto de
referencia de la suya e intentaran calcarla. Él, Jesucristo, es fiel porque en
su corazón lleva y le consume un grande amor a su Padre, al Reino, a las almas.
Su fidelidad es así un resultado que tiene su causa en este amor. Imposible ser
fieles si no se ama.
2. Jesucristo respeta la libertad de cada hombre
Cuando Cristo predicó sobre la Eucaristía muchos discípulos le abandonaron:
“Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con
Él”.
Dirigiéndose a sus Apóstoles dijo: “Uno de vosotros es un diablo" (Jn 6,70). A
continuación dice el Evangelista: “Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote,
porque éste le iba a entregar, uno de los Doce” (Jn 6,71).
Si bien es un gran misterio la traición de Judas, también lo es el hecho de que
Cristo le dejó seguir adelante, respetando su libertad. Dios es sumamente
respetuoso con el hombre. No quiere forzarnos a amarle: no quiere la sumisión de
un esclavo sino la entrega amorosa de un hijo. Nuestra opción por Cristo es
definitiva, pero siempre existe la posibilidad, mientras vivimos en este “valle
de lágrimas”, de traicionarlo. Por eso, debemos pedir todos los días la gracia
de la perseverancia final en nuestro amor por Dios.
El amor a Dios es una gracia y esta gracia me interesa, me interesa hoy y para
mañana, y me interesa para todos los días de mi vida. Nada quiero ni nada me
consuela, nada tengo y nada apetezco, la única ilusión clavada inalterable es mi
Cristo y mi Señor, y si yo pierdo esto, lo único que tengo...
3. La fe es una opción por Cristo
Dijo San Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn
6,68). Aquí la fe aparece en toda su austeridad, en toda su desnudez. Significa
optar por Cristo con todos sus consecuencias.
Después de haber visto la imagen maravillosa de Cristo en las últimas
meditaciones, seguramente nos ha contagiado con el fulgor de su personalidad. En
Él hemos visto brillar todas las virtudes: la obediencia, la caridad, la
humildad, la mansedumbre, la paciencia...
Quisiera contagiarles de esta misma pasión (de amor a Cristo), quisiera que la
fuerza de su amor a Cristo fuera mucho más fuerte, más arrolladora, más
impetuosa que su egoísmo y sensualidad. El amor es una fuerza unitiva; es el
poder que abre nuestro corazón para que Dios penetre y se posesione de él.
4. Debemos fortalecer nuestra opción por Cristo
La fuerza que más divide a los hombres es el odio y la que más los une es el
amor. De allí una conclusión lógica: si queremos reforzar nuestra opción por
Cristo, debemos amarlo más.
En una reunión de chicos y chicas, preguntaron a un chico: “¿Tú amas a esta
chica?” Él respondió:
“¿a cuál?” Es evidente que no podemos amar lo que no conocemos. Es lo que pasa
también en nuestra religión católica: titubeamos en nuestra opción por Cristo
porque no lo amamos suficientemente, y no lo amamos porque no lo conocemos todo
lo que podríamos.
Cada vez me convenzo más de que si no se le ama (a Cristo), es porque no se le
conoce. A cada paso mi corazón se desgarra de dolor y el alma se queda fría al
ver la iniquidad y el pecado en que están metidos todos los mortales. También
los cristianos, o por lo menos, muchos de ellos. ¡Jesucristo no es conocido! Su
doctrina en muchos casos es letra muerta.
Unas preguntas
1. ¿Procuramos conocer más a Cristo en los evangelios, en la Eucaristía y al
contemplar el crucifijo?
2. ¿Podemos decir que nuestro conoci-miento y amor a Cristo están estanca-dos?
3. ¿Conocemos la doctrina de Cristo?