No eres tan perfecto como crees, ni tan malo como te imaginas. Eres muchísimo mejor de lo que te imaginas. Y más débil y pecador de lo que crees. Estás llamado a ser una persona realista, equilibrada. Por eso, es preciso que asumas los dos aspectos de tu existencia personal: la luz y la oscuridad, la grandeza y la pequeñez, la santidad y el pecado.

Lo mejor que puedes hacer en tu vida es aceptarte tal como eres: lleno de cualidades (muchas, grandes y muy valiosas), y de debilidades y pecado.

No exageres ninguno de los dos aspectos. No aumentes uno de ellos, negando el otro. No eres ni ángel ni bestia. Ni oro puro, pero tampoco basura.

Esfuérzate en ser siempre justo en tu auto-apreciación. Sé equilibrado a la hora de analizarte.

Reconoce, con sencillez y gratitud, que Dios te ha colmado de cualidades y valores, y -por ser humano- tienes defectos y pecados.

Gozarás de buena salud cuando asumas -con sinceridad y naturalidad- estas dos caras de tu existencia: las cualidades que Dios te ha regalado, y los pecados que tú cometes.

Te alegrarás tanto al agradecer a Dios por todo lo grande, bueno y bello que te ha hecho, como al confesar tus propios pecados.

Eres un destello de Dios en un puñadito de barro.

Por ser obra de Dios, eres bueno; por ser de barro, eres frágil y débil.

Saliste del corazón de Dios, agradécelo. Cuando caigas, cuando cometas algún pecado, no te rebeles. Suplica y pide que te alargue su mano misericordiosa, ya que nadie mejor que él para saber que eres de barro.

Necesitas empezar por aceptarte como eres, para que puedas llegar a ser lo que todavía no eres. Aceptándote tal como eres, demuestras que eres persona inteligente.

Dios quiere que vivas en la verdad. Ni más arriba, ni más abajo. Tu puesto, tu pedestal está en punto justo: aceptarte.

No te hinches por todo lo bueno que eres. Puedes explotar. No te deprimas por todo lo débil que eres. Puedes dañar seriamente tu salud.

Aceptándote tal como eres, puedes llegar a ser lo que Dios quiere que seas.

Nunca te aburras de tí mismo. Si Dios -con ser Dios- no se aburre jamás de tí, ¿porqué vas a empeñarte tu en aburrirte de tí mismo?

No trates de compararte con nadie. Tú eres tú. Tú eres todo un universo de cualidades y posibilidades, que debes conocer, valorar y desarrollar.

Convéncete de que tú eres y tienes más que suficiente para ocuparte de tí mismo. Eres, también, un abanico -sorprendente y desconcertante- de debilidades, fallas y pecados, que has de aceptar y superar, poco a poco, con la ayuda de Dios, que siempre actúa a tu favor.

Ten paciencia infinita contigo mismo, recordando -continuamente- que Dios la tiene contigo.

Dios te tiene paciencia, para que tú la puedas tener contigo.

Te demuestra, sin cesar, grande y amorosa paciencia, porque sabe muy bien con qué material estás hecho; te conoce en profundidad y te ama de verdad.

Dios te recuerda la razón por la que tienes que aceptar con paciencia: o porque te amas o porque te quiere amar.

No te impacientes ni pierdas la calma, si no eres, todavía, tan bueno como quisieras.

Todo lo importante y decisivo de la vida, tarda en hacerse. No pretendas quemar etapas, anhelando volar cuando todavía no has aprendido a andar.

Confía en Dios, en tí mismo. Haz lo que puedas y pide a Dios lo que no puedas.

Así como te gozas de tus cualidades y virtudes, así también -con idéntica alegría- aceptarás tus fallas, limitaciones y equivocaciones. Solo así podrás crecer, llegar a conseguir tu propia estatura.

Empéñate en superarte, en alcanzar tu propia plenitud. Propóntelo, día tras día, con tesón y humildad. Poco a poco, sin forzar nada ni impacientarte, lo irás logrando. Dios no tiene prisa, ¿porqué tenerla tú?


Del libro: VIVE, AMA, SE TU MISMO.
Padre José Luis Alfonso, oar.
Vicario de la Parroquia San Onofre
(Maracaibo, Venezuela)