Nicetas, obispo de Remesiana

Catecumenado de adultos

 

|LIntrod             Introducción

 

En cierto sentido, Nicetas, obispo de Remesiana <1>, puede considerarse un autor privilegiado. Otros muchos autores del período patrístico no recibieron en la antigüedad cristiana el mismo trato de favor que Nicetas. Por una razón u otra, aquéllos, para pasar a la posteridad, ampararon sus escritos a la sombra de un autor ya consagrado. Este comportamiento parece el cumplimiento de la palabra evangélica: «A quien tiene, se le dará, y a quien no tiene, se le quitará incluso lo que parece tener» <2>. No ocurre lo mismo con Nicetas. Aun siendo un autor de segunda fila, en cuanto a su aportación teológica, su nombre y sus obras se mencionan en diversos documentos de la época, si bien es verdad que no satisfacen todos los deseos de curiosidad del investigador moderno.

 

|C1 Vida

 

|p1 Para elaborar cronológicamente la biografía de Nicetas, las fuentes <3> documentales antiguas nos ofrecen algunos datos como para reconstruir a grandes rasgos su vida. Así dos cartas del Papa Inocencio I (402-417). La primera <4>, de hacia el 409, menciona su nombre refiriéndose a él como a hermano suyo en el episcopado; y la segunda <5>, con fecha del 414, dirigida a los obispos de Macedonia, menciona a Nicetas entre los destinatarios. Ambas cartas tratan de la readmisión en el seno de la Iglesia católica de los sacerdotes que habían sido ordenados por el obispo hereje y cismático Bonoso de Sardes <6>. Lo importante de estas cartas, en cuanto a establecer la cronología de nuestro autor, es que en la primera de ellas se alude a unas ordenaciones llevadas a cabo por Bonoso, antes de consumar el cisma y en las que, al parecer, habría estado presente Nicetas. Esta referencia  sitúa el episcopado de Nicetas con anterioridad, al menos, al 392. Dado que con posterioridad a la segunda carta de Inocencio I ya no se vuelve a hablar de Nicetas como de una persona todavía con vida, su muerte hay que datarla con posterioridad al 414. Los patrólogos suelen datarla hacia el 420. Si ya conocemos con una cierta aproximación la fecha de su muerte, podemos calcular también, aunque con menor certeza, la fecha de su nacimiento.

 

Algunos autores han pretendido ver a nuestro Nicetas en un cierto Nichae que aparece entre los destinatarios de una carta de Germinio de Sirmio <7> en la que éste intenta justificar la ortodoxia de su fe <8>. Pero esta carta es de hacia el 366-367 y suponer que para esas fechas Nicetas era ya obispo parece excesivo <9>. En realidad, desconocemos tanto el año de su elevación al episcopado, como también el año de su nacimiento.

 

La fuente de información más importante sobre la biografía de Nicetas son los escritos de su amigo, Paulino de Nola (353-431).

 

 

En la Epístola 29, 14 que Paulino dirigió a su amigo Sulpicio Severo, dice lo siguiente:

 

«No pude permitir, hermano <10>, que ésta <11> dejara de conocerte, así que para que conociera más plenamente la gracia de Dios que hay en ti, te descubrí a ella más con tus propias palabras que con las mías. En efecto, yo mismo le leí a la persona tan interesantísima en tales historias la obra sobre nuestro Martín <12>. Del mismo modo, pero en realidad no tanto por hablar de ti cuanto por hacer alarde de mí mismo, le hablé de ti al venerable y doctísimo obispo Nicetas que había venido de la Dacia y con razón es admirado por los romanos <13>, y a otros santos de Dios. Es que es para mí un honor ser querido y amado por quien su vida da testimonio, en consonancia con sus palabras, de ser un servidor de la verdad» <14>.

 

Esta carta supone la presencia de Nicetas en Nola, a quien Paulino le leyó la Vida de Martín de Tours, escrita por Sulpicio Severo. La datación probable <15> de esta carta es el año 400, fecha en la que hay que colocar la primera de las visitas que Nicetas realizó a su amigo Paulino de Nola. Era la fiesta natalicia de San Félix (14 de enero) <16>. Para estas fechas Nicetas es ya un venerable obispo. Sin duda, que la expresión tiene que ver algo con la edad, ya por ser ésta avanzada, ya por tratarse de una serie considerable de años en que viniera ejerciendo el ministerio episcopal. Uno y otro sentido no nos clarifican mucho sobre la fijación de fechas en la biografía de Nicetas. Por otra parte, que Paulino le llame doctísimo encuentra una confirmación en la producción literaria conservada de Nicetas. El epíteto no desmerece en nada, incluso cuando hemos afirmado al comienzo de estas páginas que Nicetas es un autor de segunda fila <17> a nivel de producción teológica. De hecho, Nicetas debió tener una buena formación teológica, como lo muestra el hecho de haber sabido utilizar diversas fuentes teológicas griegas <18> en la elaboración de sus escritos. Del Romanis merito admirandus adveneras hay que deducir que Nicetas estuvo ciertamente en Roma, un poco antes de su visita a Nola. Burn <19> sugiere la idea de que la finalidad de la visita de Nicetas a Italia fue informar sobre los movimientos de los godos y sobre las cuestiones disciplinares a la Iglesia en la región de la Dacia <20>

 

Más información sobre Nicetas encontramos en los dos poemas que le dedicó Paulino. Son el Carmen XVII y el XXVII. El lector comprende que tratándose de poemas no se pueden interpretar todas las cosas en sentido literal, sino con cierta reserva, haciendo concesiones a las licencias poéticas y a las exageraciones piadosas <21>. De todas formas, hay que admitir una cierta base objetiva e histórica. Un poema, aun cuando sea laudatorio, no tiene por qué ser una malévola deformación de la realidad. Y por lo que se refiere a la sinceridad de los sentimientos y afectos que unen a Paulino y a Nicetas, no tiene por qué caber la menor sospecha <22>.

 

Con ocasión del primer viaje <23> de Nicetas, Paulino le dedicó el Carmen XVII que es un poema de acompañamiento, la mayor parte del mismo describe (v.21-200) las diversas etapas del viaje de regreso de Nicetas a su tierra: Apulia, Calabria, el mar, Macedonia, Tomes, Scupi, etc. En la segunda parte del poema <24>, Paulino nos describe elogiosamente la actividad apostólica de Nicetas. según esta descripción, Nicetas de Remesiana es un apóstol y un misionero. Paulino lo presenta como apóstol de los beses <25>. Y también de los escitas, getes y dacios <26>.

 

Según Paulino, Nicetas es también un cantor, un poeta, por lo que probablemente, de hecho, escribió algunos himnos. En el Carmen XVII, 113-120 nos lo describe durante el viaje de retorno a la Dacia, cruzando el Adriático, no sólo enseñando himnos a los marineros, sino que nos muestra al mismo Nicetas como otro David y eterno citarista, cantando himnos y salmos al Señor <27> y los monstruos marinos escuchando aterrados el Amén y los delfines escoltando la nave en que viaja Nicetas.

 

El Carmen XXVII nos informa de la fecha en que Nicetas visitó por segunda <28> vez a Paulino de Nola: «Al fin viniste, me has devuelto al cuarto año <29>». Si tenemos en cuenta la manera de contar de los romanos, no han pasado cuatro años de la primera visita, sino sólo tres y algunos meses. Estamos, por tanto, en el 403. Era el día de la fiesta del mártir San Félix <30>, el santo preferido de Paulino. Tampoco esta vez conocemos los motivos del retorno de Nicetas a Italia. Que por segunda vez visitara a Paulino, bien puede explicarse por la profunda y sincera amistad que unía a ambos <31>.

 

<1> Remesiana, hoy Bêla Palanka, a unos 40 kms. al este de Nish (la antigua Naissus) en Yugoslavia. Remesiana (o Romatiana) pertenecía al patriarcado de Roma. A Nicetas de Remesiana le confundieron algunos estudiosos con Nicetas de Aquileya (+ 485) y con Nicetas de Tréveris (+ 566).

 

<2> Mc 4,25.

 

<3> Las fuentes antiguas que nos trasmiten alguna información sobre Nicetas de Remesiana son: GENADIO, De viris illustribus 22: ed. E.C. RICHARDSON, TU 14, 1, Leipzig 1896, p. 70: PAULINO DE NOLA, Epist. 29,14: CSEL, 29,261; Carmen XVII y XXVII: CSEL 30; CASIODORO, De inst. divin. litterarum 16: PL 70, 1132; INOCENCIO I, Epist. 16: PL 20,520B; Epist. 17: PL 20,527A. El texto de estos testimonios se puede encontrar en A.E. BURN, Niceta of Remesiana, pp. 137-156.

 

<4> Epist. 16: PL 20, 520B.

 

<5> Epist. 17: PL 20, 527A.

 

<6> Bonoso había sido condenado el 392. Los puntos fundamentales de su herejía consisten en negar la virginidad de María ante partum y post partum y probablemente también la divinidad de Cristo. Acerca de los que habían sido ordenados por el obispo hereje antes del cisma, se determina que podían ser readmitidos en la Iglesia católica conservando la dignidad del sacerdocio.

 

<7> Cf. referencias en M. MESLIN, Les Ariens d'Occident 335-430, París 1967, pp. 63 y 296ss.

 

<8> Cf. HILARIO DE POITIERS, Collecta antiariana Parisina, frag. XV: CSEL 65, pp. 160-164.

 

<9> Se le podría calcular entonces un episcopado de unos 55 años de duración y si a esto se añade que debía tener al menos unos 35 años para acceder al episcopado, habría que colocar su nacimiento hacia el 330. Todo ello parece excesivo.

 

<10> Sulpicio Severo.

 

<11> Melania, la anciana, que a su vuelta de Oriente visita a Paulino.

 

<12> Martín de Tours.

 

<13> Venerabili episcopo atque doctissimo Nicetae, qui ex Dacia Romanis merito admirandus aduenerat.

 

<14> PAULINO DE NOLA, Epist 29,14: CSEL 29,261.

 

<15> Cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie de lóeuve de saint Paulin de Nole, Les Belles Letres, Paris 1948, p. 8.

 

<16> Cf. PAULINO, Carmen XXVII, 187-192: CSEL 30-270.

 

<17> Se ha avanzado la hipótesis de que el misterioso Ambrosiaster no es otro que nuestro Nicetas, cf. K. GAMBER, "Fragen zu Person und Werk des Bischofs Niceta von Remesiana", Römische Quartalschrift 62 (1967) 22-231 y tampoco se puede olvidar que es uno de los autores a los que se suele atribuir el Te Deum, cf. E. KALER, Studiem zun Te Deum und zur Geschichte des 24, Psalms in der alten Kirche, Göttingen 1958 cap.4: "Ist Nicetas von Remesiana der Verfasser oder Recordaktor des Te Deum?" pp.117-130 que se pronuncia, y a mi parecer con razón, negativamente.

 

<18> Cf. por ejemplo, los nombres de Basilio y Cirilo de Jerusalén en el Indice.

 

<19> Niceta of Remesiana, p. XLIX-L.

 

<20> ¿Acaso lo planteado por Bonoso y su cisma?

 

<21> Cf. C. RIGGI, Niceta di Remesiana, Catechesi preparatorie al Battesimo, Roma 1985, p. 7.

 

<22> Cf. P. FABRE, S. Paulin de N. et l'amitié chrètienne, Paris 1949, pp. 221-231.

 

<23> Cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie, pp. 38 y 115-116.

 

<24> Cf. PAULINO, Carmen XVII, 201-276: CSEL 30,90-91.

 

<25> "Et sua Bessi nive duriores / nunc oves facti duce te gregantur / pacis in aulam" (Carmen XVII, 206-208: CSEL 30,91).

 

<26> PAULINO, Carmen XVII, 205-249: CSEL 30,91-92.

 

<27> "Lingua Nicetae modulata Christum" (PAULINO, Carmen XVII, 113: CSEL 30,86).

 

 

<28> Rursus, iterum (Carmen XXVII, 190-193: CSEL 30,270). El poema es del año 403, cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie, p. 38.

 

<29> "Venisti tandem, quarto mihi redditus anno" (PAULINO, Carmen XXVII, 333: CSEL 30,277).

 

<30> "Felicis in ipso natali" (Carmen XXVII, 190-191): CESL 30,270).

 

<31> Cf. P. FABRE, S. Paulin de Nole et l'amitié chrétienne, Paris 1949, pp. 221-231.

 

|C2 Obras

 

Genadio de Marsella, continuador del De viris illustribus de Jerónimo, nos trasmite información sobre 93 biografías. En general, parece que Genadio conoce directamente las fuentes que cita e incluso que tiene sentido crítico <32>.

 

«Nicetas, obispo de la ciudad de Remesiana, escribió en un estilo sencillo y claro seis opúsculos de instrucción para los candidatos al bautismo. El primero de ellos trata de cómo deban comportarse los candidatos que desean alcanzar la gracia del bautismo. El segundo versa sobre los errores de los paganos y en él cuenta que casi en su misma época los paganos habían elevado a la categoría de dioses a Melodio, un padre de familia, por su generosidad y al labrador Gadario por su fuerza. El libro tercero trata de la fe en la única Majestad. El cuarto va dirigido contra los astrólogos. El quinto trata del Símbolo de la fe y el sexto del Sacrificio del Cordero Pascual. Además escribió un opúsculo dirigido a una virgen caída, que es incentivo de corrección para todos los que caen» <33>.

 

No todos los opúsculos reseñados por Genadio se han conservado. Y quizá haya que pensar que su reseña tampoco es completa, pues la homilía o tratadito sobre Los nombres de Cristo no parece pertenecer a ninguno de los seis opúsculos, aunque algunos autores pretenden colocarlo en el segundo de los enumerados por Genadio.

 

Del primer libro, sobre cómo debían comportarse los candidatos al bautismo, se han conservado los fragmentos I, II y IV.

 

Del segundo libro se han conservado sólo los fragmentos IV y V.

 

Del libro tercero se conservan el De Ratione Fidei y el De Spiritus Sancti Potentia.

 

El libro cuarto se ha perdido.

 

Del libro quinto se conservan el De Symbolo y el fragmento VII.

 

El libro sexto se ha perdido. No parece que el Sacrificio del Cordero Pascual, según la reseña de Genadio, se identifique con el De Ratione Paschae que publica A. E. Burn entre las opera dubia de Nicetas. Por ello, la hemos omitido en esta edición.

 

Finalmente, el opúsculo sobre la caída de una virgen pudiera corresponder a un texto atribuido en diversos manuscritos a Ambrosio de Milán, a Jerónimo y a nuestro Nicetas. El editor Burn lo publica también entre las opera dubia de Nicetas. Por esa misma razón y porque se saldría del marco de un Catecumenado de Adultos hemos preferido omitir su traducción en este volumen.

 

|p1 Los nombres de Cristo (De diversis Appellationibus Domino Nostri Iesu Christi)

 

Esta breve homilía rezuma la fe y la piedad contemplativa de Nicetas. Se podría definir como una meditación sobre Cristo, tomando como punto de partida los múltiples nombres que se le aplican en la Escritura. El hombre se identifica con la persona que lo lleva o, al menos, refleja un aspecto de la misma. La plenitud de Cristo no podría quedar expresada con un solo nombre. Ninguno de ellos podría agotar de modo adecuado su misterio personal. Pero cada uno nos daría un aspecto del único Cristo. Nicetas parece sentir la necesidad imperiosa de expresar su fe en Cristo aplicándole casi de forma masiva muchos nombres. Así en las primeras líneas de esta homilía. Luego explica brevemente  cada uno de los nombres, generalmente en forma muy concisa. La similitud de sus explicaciones con las que dan otros Santos Padres queda subrayada en las abundantes notas con que hemos ilustrado el texto de Nicetas. En la segunda parte de la homilía aplica cada uno de los nombres a las diversas necesidades o situaciones en que pueden hallarse los cristianos. Se trata, por tanto, de una invitación dirigida a los creyentes para que acudan y encuentren en Cristo la respuesta a todas las necesidades del corazón humano.

 

|p2 Instrucciones sobre la Fe (De Ratione Fidei)

 

El testimonio de Casiodoro, que a continuación leeremos, se refiere, sin duda, tanto a esta obra como a la siguiente sobre el Espíritu, pues ambas pertenecen al Libro III de las Instrucciones a los Competentes según el testimonio de Genadio de Marsella.

 

«Nos queda por recordar a aquéllos que con sus libros dijeron algo digno de veneración sobre la Trinidad Santa. Así pues, para confirmación de nuestra fe y para defendernos de los engaños de los herejes, hay que leer los doce libros que sobre la Santa Trinidad escribió San Hilario con un lenguaje profundo y muy claro. También los que sobre la misma materia San Ambrosio dedicó al príncipe Graciano muy claros y compuestos con un elegante estilo. Por último, debéis saborear con curiosa atención los quince libros de San Agustín, que con admirable profundidad escribió sobre la Trinidad Santa. Pero si alguien desea informarse sumariamente acerca del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no quiere fatigarse con una lectura prolija, que lea el libro que el obispo Nicetas escribió sobre la fe y lleno de la claridad de la celestial doctrina será conducido con tan útil resumen a la contemplación divina. Dicho libro está unido a los volúmenes que San Ambrosio dedicó al príncipe Graciano. ¡Oh inestimable poder, por el que se abrieron los cielos del Creador, resplandeció la Santa Trinidad manifestada a los corazones de los fieles y desapareció refutado por el verdadero Señor el paganismo que había usurpado un honor ajeno!» <34>.

 

Casiodoro recomienda el libro de Nicetas sobre la fe por su claridad y brevedad. Es un gran elogio. Pero todavía me parece más importante, y es un dato que no se suele subrayar, que el nombre de Nicetas aparezca en materia trinitaria al lado de los grandes clásicos occidentales sobre el tema: Hilario, Ambrosio y Agustín. Es toda una recomendación.

 

La Instrucción sobre la Fe versa, según el testimonio de Genadio, sobre la única majestad, es decir, sobre las tres personas divinas. En realidad, tras caracterizar brevemente las herejías de Sabelio y de Fotino, Nicetas se detiene en presentar la herejía de Arrio que niega la divinidad del Hijo y la respuesta católica del Concilio de Nicea proclamando al Hijo de la misma sustancia del Padre y Dios en el mismo sentido en que lo es el Padre. En la interpretación de los textos bíblicos que nos hablan de la economía del Verbo Encarnado, Nicetas subraya, en línea con la tradición patrística anterior, que los Textos que nos hablan de hambre, sed, lágrimas, muerte, etc. expresan la realidad humana del Señor, su verdadera encarnación; y los que hablan de poder, milagros, etc. expresan indubitablemente, - así la resurrección de Lázaro -, su verdadera divinidad. Y aquellos textos que expresan una relación de inferioridad o dependencia del Hijo encarnado en relación al Padre lo manifiestan tal precisamente como encarnado. Quizá la clave teológica para la lectura de este opúsculo puede encontrarse en las alusiones de Nicetas a la adoración y a la alabanza que deben presidir las relaciones del hombre con Dios y que pasan todas ellas a través de Cristo. «Créeme: el honor del Hijo es honra del Padre. Cuanto más atribuyas al Hijo, tanto más engrandecerás la gloria del Padre. El Padre Bueno no tiene envidia de la gloria del Hijo, porque toda la gloria del Hijo revierte en el Padre. Este es el sentido católico, ésta la devoción de los fieles, éste es el deseo de los santos».

 

|p3 El Espíritu Santo (De Spiritus Sancti Potentia)

 

El opúsculo sobre el Espíritu se presenta desde sus primerísimas líneas como la continuación de otro escrito y a juzgar por la materia no cabe duda de que es la continuación del de la Instrucción sobre la Fe. En efecto, allí se trataba de la fe en el Hijo en su relación con el Padre, tanto en el seno de la Trinidad como en la economía de la encarnación. Pocas cosas se nos decían sobre el Espíritu. Ahora ocupa directamente el objeto de atención. ambos opúsculos versan sobre la fe en la majestad divina, según expresión de Genadio de Marsella <35>, y forman juntos un bello y acertado resumen sobre la doctrina de la Trinidad, como lo llamó Casiodoro.

 

Con apariencia de apología frente a la herejía pneumatómaca en sus diversas ramificaciones, recogiendo las cuestiones más espinosas de las mismas, como el tema del origen del Espíritu, su naturaleza, su personalidad, el tratado es una exposición serena de la fe en la divinidad del Espíritu y del culto de adoración que hay que rendirle junto con el que se ofrece al Padre y al Hijo y que queda implicado simultáneamente en el que se rinde a las otras dos divinas personas. La base de la exposición de Nicetas es la Escritura. Así el tratado es prácticamente un mosaico de citas bíblicas, bien seleccionadas, y que constituyen la prueba o demostración de la urdimbre de todo el tratado. Después de tratar con relativa amplitud el tema del origen del Espíritu la respuesta de Nicetas se resuelve en afirmar, sin dar más explicaciones, que el Espíritu procede del Padre. Pero esta solución de tan difícil problema no es sino la conciencia de la dificultad del mismo, porque el autor prefiere atenerse estrictamente a las palabras mismas del Señor y a la tradición, que no errar en cuestión de fe por excesivas e intrincadas reflexiones. No sin dejar de subrayar que a un cristiano le basta con confesar la generación del Verbo y la procedencia del Espíritu. El estudio del texto de Jn 1,3, aducido por los adversarios de la divinidad del Espíritu, le lleva a la conclusión de que el Espíritu no es criatura ni siervo, sino Señor que libera a las criaturas, pues es su Creador. El nos hace partícipes de su divinidad. El mejor camino para conocer la naturaleza del Espíritu es describir sus obras. El mismo Nicetas resume en el párrafo 18 con toda precisión los pasos que ha seguido en su exposición: «Así pues haré un resumen de lo dicho: si el Espíritu Santo procede del Padre; si libera; si santifica; si, como dice el Apóstol, es Señor; si crea con el Padre y con el Hijo; si vivifica; si tiene presciencia como el Padre y el Hijo; si revela; si está en todas partes; si llena el orbe de la tierra; si habita en los elegidos; si acusa al mundo; si juzga; si es bueno y recto; si se le aplica el "esto dice el Espíritu Santo"; si creó a los profetas, si envió a los apóstoles; si es consolador; si purifica y justifica; si aniquila a los que le tientan; si aquél que blasfema contra El no tiene perdón ni en este mundo ni en el futuro, lo cual es ciertamente propio de Dios; si estas cosas son así, más aún, puesto que son verdaderas, ¿para qué se me pide que diga qué es el Espíritu Santo, si mediante la grandeza de sus obras se manifiesta lo que El es en persona? Ciertamente no es extraño a la majestad del Padre y del Hijo, el que tampoco es extraño al poder de sus obras. En vano le niega el nombre de la divinidad a aquél cuya potestad no puede negarse; en vano se me prohíbe que adore con el Padre y el Hijo a aquél a quien me veo obligado por la misma verdad a confesarlo con el Padre y el Hijo. Si, El junto con el Padre y el Hijo, me confiere el perdón de los pecados, me dona la santificación y la vida perpetua, seré demasiado ingrato, si no le rindo gloria con el Padre y el Hijo. Y si no ha de ser venerado junto con el Padre y el Hijo, tampoco se le ha de confesar en el bautismo. Pero si hay que confesarlo de todos modos, según la palabra del Señor y la tradición de los apóstoles, que la fe no sea semiplena. ¿Quién me podrá apartar de rendirle culto? En efecto, también suplicaré, como es debido, a aquél en quien se me manda creer».

 

|p4 El símbolo de la Fe (De Symbolo)

 

Nicetas es uno de los doctores que han explicado de símbolo de la Fe. Ya en la Edad Media se le reconoce una gran autoridad en la explicación del Credo. Así un texto del obispo Arno de Salzburg (+ 821) sitúa a Nicetas entre los grandes doctores que han explicado el Credo:

 

 

«Después hay que tratar brevemente de cómo hay que entender el mismo símbolo, tal como lo expusieron los doctores de la Santa Iglesia de Dios, a saber, San Atanasio, Hilario, Nicetas, Jerónimo, Ambrosio, Agustín, Genadio, Fulgencio, Isidoro y los demás, o como nos lo enseñaron nuestros venerables maestros y antecesores» <36>.

 

En realidad, Nicetas es el primer autor, hasta ahora conocido, que escribió un comentario al Símbolo.

 

De la lectura del opúsculo podría reconstruirse <37> de este modo el Credo utilizado en la Iglesia de Nicetas y recitado por los catecúmenos después de hacer las renuncias e inmediatamente antes de recibir el bautismo:

 

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra

y en su Hijo Jesucristo nuestro Señor,

nacido del Espíritu Santo y de María la Virgen,

que padeció bajo Poncio Pilato, [fue crucificado y murió],

al tercer día resucitó vivo de entre los muertos,

subió a los cielos,

está sentado a la derecha del Padre,

de allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Y en el Espíritu Santo,

en la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne y la vida eterna.

 

El autor parece distinguir dos partes en el Credo. Una primera abarca los artículos referentes a las Personas divinas y una segunda parte que versa sobre los últimos artículos del Credo. Así los capítulos 8-9 se presentarían como una conclusión de la primera parte. Y el comienzo del capítulo 10 introduciría la explicación de los últimos artículos del Credo.

 

De la explicación de Nicetas, desearíamos destacar sólo algunos puntos. En primer lugar, la comprensión trinitaria del Credo. Su lectura del primer artículo no es primero la fe en Dios y luego en el Padre, sino que simultáneamente aplica ambos términos a la primera persona de la Trinidad y explica la paternidad de Dios en sentido intratrinitario, como Padre del Hijo. La explicación del segundo artículo sobre el Hijo presenta un bello resumen de la economía de la encarnación. Como destacamos en su lugar correspondiente, Nicetas sigue muy de cerca y literalmente a Cirilo de Jerusalén.

 

Hay que destacar la visión que nos ofrece Nicetas sobre la Iglesia como congregación de todos los santos que han existido y que existirán desde la creación del mundo hasta el final de la historia. Todavía más. Nicetas amplía de manera consciente y refleja esta visión incluyendo en su comprensión de la Iglesia, como congregación de los santos, incluso a los seres angélicos. También deseamos mencionar aquí la expresión comunión de los santos que Nicetas incluye en el Credo y que explica en el sentido de personas justas y santas, tal como indicamos en el comentario al pasaje correspondiente.

 

 

Si el Credo comienza con un acto de fe, todo lo que se cree, la fe y el buen comportamiento creyente está transido de la esperanza de poder alcanzar la resurrección de nuestra carne - Nicetas insiste en la corporeidad de la resurrección - y la vida eterna.

 

|p5 Las vigilias nocturnas de los siervos de Dios (De Vigilis Servorum Dei)

 

Este breve sermón es una defensa de la praxis de las vigilias nocturnas que se realizaban en la Iglesia de Nicetas. Las vigilias tienen lugar las noches del sábado y del domingo. Pasar la noche en vela en oración, himnos y lecturas bíblicas es de gran utilidad para la vida espiritual de los cristianos. Hay que considerarlas como una gracia. Expresan deseo de santificación y son una purificación de los días laborables. Es un medio de mortificarse, especialmente cuando uno es joven. Pero la práctica no era admitida por todos y muchos se oponían a ella. Isidoro de Sevilla, por ejemplo, nos habla de unos herejes, denominados nyctigas o dormilones, que rechazaban estas prácticas espirituales. Jerónimo, por su parte, escribiendo a Vigilancio, que era uno de los que se oponían a la praxis de las velas nocturnas, lo llama «dormitancio» jugando irónicamente con su nombre. Nicetas no los llama herejes, sino que más bien intenta otra explicación a esta toma de posición contra las vigilias: simplemente los califica de perezosos o dormilones, o bien los comprende por cuanto debe tratarse de ancianos o de enfermos.

 

Nicetas expone con claridad la antigüedad y origen de las vigilias. Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento le ofrecen abundantes datos para confirmar este punto. Las citas son muchas. Pero es, sobre todo, el ejemplo del mismo Cristo, que pasa las noches en oración, y de los apóstoles, la prueba más fehaciente de esta práctica eclesial. Por otra parte, enumera un elenco de los beneficios que aportan las vigilias nocturnas. «El que ha gustado, comprende y tiene experiencia de qué peso tan grande del corazón se despoja uno al velar, qué gran estupor de la mente se arroja fuera de sí, qué gran luz ilumina el alma del que vela y ora, qué gracia y qué visita alegra a todos los miembros del cuerpo. Cuando se vela se excluye todo temor, nace la confianza, se mortifica la carne, los vicios se deshacen, la castidad se fortalece, la necedad se retira y llega a la prudencia, la mente se agudiza y el error disminuye, y se hiere con la espada del Espíritu al diablo». El mejor camino para conocer la utilidad que aportan las vigilias nocturnas es experimentarlas, participar en ellas.

 

|p6 Sobre el canto cristiano (De Utilitate Hymnorum seu De Psalmodiae Bono)

 

Al final de opúsculo sobre las Vigilias promete Nicetas tratar del Canto cristiano <38>. El comienzo de esta homilía se presenta como el cumplimiento de aquella promesa. El esquema que va a desarrollar corre paralelo al utilizado en las Vigilias. Alude, en primer lugar, a aquéllos que, basándose en algunos textos de San Pablo que se refieren a la oración del corazón, se oponen al canto de los salmos y de los himnos en la asamblea cristiana por considerarlo superfluo e incluso indecoroso. Nicetas, reconociendo la bondad de la salmodia interior, alaba también la glorificación de Dios en voz alta. En realidad, las palabras del Apóstol sobre la oración del corazón no excluyen el uso de la voz, sino que, por el contrario, son una exhortación a que lo que se pronuncia en voz alta vaya acompañado de la unción del corazón.

 

El origen del canto cristiano se encuentra en los ejemplos que nos proporcionan diversos personajes bíblicos. Así Moisés, inventor de los mismos, Débora y, de modo particular, David, el príncipe de los cantores y tesoro de poemas, de cuyos salmos Nicetas  hace un encendido elogio, pues son los mismos salmos que ahora canta la Iglesia. El Nuevo Testamento confirma el Antiguo. El canto de los himnos a Dios no ha caducado. Se encuentra confirmado y aumentado. Zacarías, Isabel, los ángeles, los niños en el templo, y, sobre todo, el ejemplo del mismo Cristo en vísperas de su pasión. Y los apóstoles no sólo lo han practicado sino que nos han exhortado a ello.

 

Cuando el cristiano canta himnos al Señor se une a todos los que en la historia de la salvación han realizado este ministerio espiritual. Nicetas insiste en la actitud interior que debe acompañar el canto de los himnos. La mente y el corazón deben ir al unísono con lo que pronuncian o cantan los labios. Pero también desciende a otros detalles que son prescripciones para que el canto de la asamblea se realice en armonía de todos los que cantan.

 

Los dos breves opúsculos sobre las vigilias nocturnas y El canto cristiano forman una unidad. Nicetas de Remesiana es no sólo un testigo de esta antigua práctica eclesial, sino también un eslabón más que vincula a nuestra Iglesia de hoy con nuestro pasado cristiano. Canto, oración en silencio, lecturas bíblicas, meditación y nuevos cantos podían constituir el esquema básico de aquellas vigilias que son los orígenes antecesores de lo que aún se practica en muchas de nuestras iglesias.

 

<32> Cf. C. RIGGI, "La figura di Niceta di Remesiana secondo la biografia Gennadiana, Autustinianum 24, 1984, pp. 189-200.

 

<33> GENADIO, De viris illustribus 22: ed. E.C. RICHARDSON, TU 14,1 Leipzig 1896, p. 70.

 

<34> CASIODORO, De Institutione Divinarum Litterarum I 16,3: PL 70, 1132 B-D.

 

<35> La expresión divina majestad aparece en el párrafo 22 de este mismo tratado sobre el Espíritu.

 

<36> Ordo de catechizandis rudibus vel quid sint singula quae geruntur in sacramento baptismatis, Monacensis Cod. lat. 6325, saec. IX: A.E. BURN, Niceta of Remesiana, pp. 155-156.

 

<37> Cf. J.N.D. KELLY, Primitivos Credos Cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 1980, p. 212 (atiéndase a que en la traducción de esta obra se lee Rímini en lugar de Remesiana).

 

<38> Sobre este tema existe en castellano la excelente obra de F.J. BASURCO, El canto cristiano en la tradición primitiva, Marova, Madrid 1966.

 

|LCATECUMENADO

 

|CLOS NOMBRES DE CRISTO

(De diversis Appellationibus)

 

|p1 «En las Sagradas Escrituras se encuentran muchos nombres y muchos títulos <1> que se aplican al Señor Jesús, nuestro Salvador <2>. Se dice Verbo, Sabiduría, Luz, Potencia, Diestra, Brazo, Angel. Se llama Hombre Cordero, Oveja, Sacerdote, Camino, Verdad, Vida. Se dice Vid, Justicia, Redención, Pan, Piedra, Médico, Fuente de Agua Viva, Paz, Juez, Puerta, Todo eso se le llama <3>, de modo que siendo uno y el mismo <4> el Hijo de Dios, Dios nuestro, se pueda conocer en qué sentido se habla de su poder y de su economía divina <5>.

 

Ya has escuchado los títulos <6>. Escucha ahora su significado. Se llama Verbo <7>, porque ha sido engendrado <8> sin pasión alguna por Dios Padre, o porque su generación ha tenido lugar sin disminución de la sustancia paterna. En efecto, tampoco el hombre parece que sufra disminución alguna al pronunciar su palabra <9>. O bien se llama Verbo, porque por su medio habló Dios Padre a los ángeles y a los hombres <10>. Se dice Sabiduría <11>, porque por medio de el se ordenó todo sabiamente al principio. Se llama Luz <12>, porque El iluminó la primeras <13> tinieblas del mundo y con su venida <14> hizo desaparecer la noche de los corazones de los hombres. Se llama Potencia <15>, porque ninguna criatura lo puede vencer. Se dice Diestra <16> y Brazo <17>, porque por su medio fueron creadas todas las cosas <18> y El las abarca <19> todas. Se llama Angel del Gran Consejo <20>, porque El es personalmente nuncio de la voluntad paterna. Se llama Hijo del Hombre <21>, porque por nosotros los hombres <22> se dignó nacer como hombre <23>. Se dice Cordero <24> por su inocencia singular. Se llama Oveja <25>, para que quede patente su pasión. Se dice Sacerdote <26>, bien porque ofreció a Dios Padre en favor nuestro su cuerpo como oblación y sacrificio <27>, bien porque se digna ofrecerse cada día <28> por nosotros. Se dice Camino <29>, porque por medio de El llegamos a la salvación. Verdad <30>, porque rechaza la mentira. Se llama Vida <31>, porque destruye la muerte <32>. Se llama Vid <33>, porque al extender los ramos de sus brazos <34> en la cruz proporcionó al mundo el magno fruto de la dulzura. Se dice Justicia <35>, porque por medio de la fe en su nombre justifica a los pecadores. Se dice Redención <36>, porque con el precio de su sangre nos redimió <37> a los que antes estábamos perdidos. Se llama Pan <38>, porque por medio de su Evangelio sació el hambre de ciencia. Se llama Piedra <39>, porque la serpiente no dejó en El rastro <40> alguno <41> y a nosotros se nos dio como defensa. Se llama Médico <42>, porque con su visita curó nuestras enfermedades y heridas. Se dice Fuente de Agua Viva <43>, porque por el baño de la regeneración <44> purifica y vivifica a los pecadores. Se dice Paz porque reunió en la unidad a los que estaban dispersos y nos reconcilió con Dios Padre <45>. Se llama Resurrección <46>, porque El resucitará de los sepulcros todos los cuerpos <476>. Se llama Juez <48>, porque El es el que ha de juzgar a los vivos y a los muertos <49>. Se llama Puerta <50>, porque por su medio se abre a los fieles la entrada en el Reino de los Cielos.

 

Por lo tanto, ya que el Señor de todos recibe nombres y títulos tan grandes, ten confianza, cristiano, y con toda tu fuerza pon tu esperanza en El. Para que conozcas al Padre, El es para ti Verbo. Si quieres saber con rectitud, pregúntale, porque El es Sabiduría. Si tus sentidos son víctima de las tinieblas, busca a Cristo, porque El es Luz. ¿Estás enfermo? Tienes un refugio, porque El es Médico y Potencia. ¿Quieres saber por medio de quién fue creado el mundo y quien contiene todas las cosas? Créelo a El, ya que es proclamado Brazo y Diestra. ¿Tienes algún miedo? En todo te asistirá como Angel. Si te resultara difícil acercarte con la mirada a la majestad tan grande del Unigénito, no desesperes, porque se ha hecho Hombre para que la humanidad tuviera fácil acceso a El. Si fueres inocente, se te unirá a ti como Cordero. Si te entristece cualquier persecución de los paganos, ten confianza, porque El es como Oveja inmolada <51> y te recibirá como Sacerdote para ofrecerte al Padre <52>. Si desconoces el camino de la salvación, busca a Cristo, porque El es el Camino <53> de las almas. Si quieres conocer la verdad, escúchale, porque El es la Verdad. No temas en absoluto a la muerte, porque Cristo es la Vida de los creyentes. ¿Te atrae el halago del mundo? Acércate más a la cruz de Cristo, para que te recrees con la dulzura de la Vida que estuvo colgada en la cruz. ¿Eres un pecador desesperado? Debes tener hambre de la Justicia y sed del Redentor, todo lo cual es Cristo: en efecto, sacia porque es Pan. Si vacilas en algo, apoya tu paso en El, porque El es Piedra y como muro te proporcionará protección. ¿Estás enfermo y débil? Pídele remedio, pues es Médico. ¿Estás sometido al ardor de los pecados, sobre todo tú que eres catecúmeno? Corre a la Fuente de la Vida, para que se apague tu ardor y tu alma consiga la eternidad. Si te atormenta la ira y te acosa el espíritu de la discordia, acércate a Cristo, porque El es la Paz, para que te reconcilies con el Padre y ames a todo hombre como piensas que tú debes ser amado <54>. Si tienes miedo a la vejez y te horroriza la muerte de esta vida, acuérdate de que El es la Resurrección y puede hacer que resucite lo que cayó. Si te seduce el placer del pecado y te excita el vicio de la carne, piensa ahora que El es Juez justo y severo examinador y preparador del fuego eterno y nunca encontrarás deleite en pecar. Finalmente, hermano, si se apoderara de ti alguna desesperación acerca de la remuneración de la justicia o de la esperanza de la gloria celeste, piensa con corazón creyente que El es la Puerta, porque una vez que por su medio hayas resucitado de entre los muertos entrarás  en el interior de los cielos y conseguirás la compañía de los ángeles y oirás aquella deseable voz: "Alégrate, siervo bueno y fiel, ya que fuiste fiel en lo pequeño, entra en el gozo de tu Señor. Toma posesión del Reino que está preparado desde la creación del mundo" <55>. Amén».

 

<1> El nombre que designa la persona, el ser concreto, como unidad indivisible, sin considerar un aspecto particular. El título expresa una cualidad de la persona, es decir, un aspecto particular, accidental o esencial de la misma. A veces el título puede sustituir al nombre. En ese caso, ya no se mira al aspecto particular, sino al individuo concreto, e incluso lo que era originariamente un título se puede convertir con el uso en un nombre. Un título puede usarse en el sentido que originalmente tenía, pero un autor puede enriquecerlo con sus reflexiones particulares. El medio ambiente social puede también influir en el significado de un título: lo puede banalizar o lo puede enriquecer incorporando a él nuevos sentidos. Sobre el tema de los nombres de Cristo en los Santos Padres, cf. C. GRANADO, Los mil nombres de Jesús, Ed. Narcea, Madrid 1988, pp. 15-20 y pp. 85-90 para el texto de Nicetas de Remesiana. Agradezco a NARCEA S.A. de Ediciones la autorización para reproducir el texto de Nicetas. Las notas se han ampliado notablemente para esta edición.

 

<2> Cf. Mt 1,21. En el símbolo de la Fe (De Symbolo) 3 comenta NICETAS: "Jesús, traduciéndolo del hebreo, significa Salvador, y Cristo es nombre de dignidad regia, como Salvador y Rey".

 

<3> Los nombres y títulos de Cristo que encontraremos en esta homilía son todos bíblicos. Después de una primera enumeración, no exhaustiva, el Autor explica teológicamente cada uno de los nombres. En la segunda parte de la homilía se da la proyección espiritual que cada uno de los nombres puede tener en la situación concreta del creyente. Las referencias bíblicas las iremos dando a medida que Nicetas vaya explicando los títulos o apelativos de Cristo.

 

<4> Con la fórmula uno y el mismo se afirma la identidad de la única persona que existe en Cristo. De El se predican todos los nombres.

 

<5> La potencia o el poder virtus hace referencia a la divinidad de Cristo. La economía dispensatio al estado del Verbo Encarnado y a su obra salvadora. En pocas líneas tenemos, pues, afirmada la única persona de Cristo y sus dos naturalezas, divina y humana.

 

<6> Al parecer, Nicetas se ha olvidado de la distinción que acaba de establecer entre nomen y apellatio.

 

<7> Cf. Jn 1,1.

 

<8> La generación del Verbo está exenta de pasión alguna, es una generación espiritual. Con todo, es verdadera generación. Entendiendo la generación al modo animal o humano, objetaban los arrianos que, si en Dios se diera una generación, ésta daría lugar a una disminución de la sustancia o naturaleza divina, con lo que Dios estaría sometido a un proceso de cambio degradante y dejaría de ser Dios. Los arrianos no admitían otro modo de proceder de Dios más que por creación. Admitiendo incluso el término generación, lo interpretaban en el sentido de creación, con lo que el Verbo es para los arrianos una criatura. El símbolo niceno, al introducir la cláusula engendrado, no hecho, definía la generación del Verbo en el sentido estricto y excluía la interpretación arriana. Cf. Instrucción sobre la Fe (De Ratione Fidei) 3-4.

 

<9> Esta analogía de la emisión de la palabra humana para explicar la generación del Verbo comenzó a usarse tempranamente en la teología del siglo II.

 

 

<10> Esta segunda interpretación de Verbo como revelador será la que aplicará Nicetas en la segunda parte de su homilía. Ya San Justino, en el siglo II, habla del Verbo-Logos como de aquél que trae a los hombres los discursos, homilías, del Padre (Diálogo con el judío Trifón 128,1; BAC 116,526).

 

<11> Cf. 1 Co 1,24; Pr 8,22ss; Col 1,15; Ap 3,14. Salida de la boca de Dios (cf. Si 24,5) y de las entrañas del Padre (cf. Sal 45[44],2), es Sabiduría creadora que proyecta toda la creación.

 

<12> Cf. Jn 1,4.5.9; 3,19; 8,12; 12,36.

 

<13> Alusión al relato de la creación de Gn 1,3-5.

 

<14> Referencia a la encarnación.

 

<15> Cf. 1 Co 1,24. Contraponiendo virtus, como divinidad de Cristo, y criatura, Nicetas rechaza el arrianismo.

 

<16> Cf. Sal 45(44),4; 89(88),14. "Se llama Diestra, porque por su medio se han llevado divinamente a término todas las obras divinas" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 6: CP 3,96).

 

<17> Cr. Is 53,1; Jn 12,38.

 

<18> Cr. Jn 1,3; Col 1,16.

 

<19> Todo está sometido a Cristo. No hay nada que escape a su influjo. "Se llama Brazo, porque El lo abarca todo" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 8: CP 3,96). Cf. también ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,23: BAC 433,634.

 

<20> Cf. Is 9,6. Cristo es el Mensajero de Dios. Transmite y revela a los hombres la palabra y la voluntad de Dios. En el Antiguo Testamento por medio de las Teofanías, en el Nuevo como Encarnado. "Se llama Angel, por el anuncio de la voluntad del Padre y de la suya propia. De ahí que se lea en el Profeta: Angel del Gran Consejo (cf. Is 9,6), a pesar de que es Dios y Señor de los ángeles" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,34: BAC 433,634).

 

<21> Cf. Mt 8,20; 9,6; 10,23; 11,9; 12,8.32.40; 13,37; 16,13.27.28; 17,9.12.22; 19,28; 20,28; 24,27.30.44; 26,64; y paralelos.

 

<22> Cita del símbolo niceno. Cf. El símbolo de la Fe (De Symbolo) 4.

 

<23> "Se llama Hombre, porque por nosotros los hombres se dignó nacer según la carne" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 6: CP 3,98).

 

<24> "Se llama Cordero, para que queden manifiestas la inocencia y la pasión de Cristo" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 6: CP 3,98). "Cristo es Cordero por su inocencia" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,42; BAC 433,636).

 

<25> Cf. Is 53,7. "Se llama Oveja, no una irracional, sino la que por su preciosa sangre limpia al mundo de los pecados; la que es conducida ante el esquilador y sabe cuándo hay que callar. Aquella misma Oveja se llama también Pastor, el cual dice: `Yo soy el Buen Pastor' (Jn 10,11). Es Oveja por su naturaleza humana, Pastor por la filantropía de la divinidad: (CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis X,5: PG 33,665B). "Oveja, porque eres la víctima" (GREGORIO NACIANCENO, Discurso 37,4: SC 318,280). "Oveja por su paciencia" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,42: BAC 433,636).

 

<26> Cf. Hb 4,14; 8,1; 9,11. Jesucristo es el Sumo Sacerdote, porque ofrece el sacrificio pleno y perfecto y El mismo es la víctima. "Sumo Sacerdote, porque ofreces tu cuerpo" (GREGORIO NACIANCENO, Discurso 37,4: SC 318,280). "Sacerdote, porque se ofreció como hostia por nosotros"(ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII, 2,36; BAC 433,636).

 

<27> Cf. Hb 10,5-10; Ef 5,2.

 

<28> Tenemos aquí un testimonio de la celebración diaria de la Misa.

 

<29> Cf. Jn 14,6. Cristo es el camino para la salvación por medio de su sacerdocio. "Camino, en efecto, bueno el que lleva al Padre Bueno al hombre bueno y fiel (cf. Mt 25,21). Ciertamente este Camino resulta angosto para que puedan caminar por él los del vulgo y los amigos de la carne" (ORIGENES, Comentario al Evangelio de San Juan VI 19,105: SC 157,208). Cristo es el Camino que nos conduce al Padre. Es Principio de los Caminos del Padre, en cuanto que creó todas las cosas y reveló cómo llegar hasta El. Es el camino que el Padre recorre para acercarse a los hombres y el Camino que los hombres han de recorrer para llegar hasta Dios. En nuestro recorrido del Camino, Jesús se hace nuestro compañero de viaje. Acompañándonos El, no hay peligro de equivocar el sendero. Cuando hayamos recorrido el Camino, Cristo se convertirá en Puerta y nos hará entrar en las profundidades de la divinidad. "El que es el Camino no nos conduce por senderos extraviados e intransitables" (HILARIO DE POTIERS, De Trinitate VII 33: BAC 481,345). Cristo es el Camino que conduce al Padre. No hay otro sendero posible para llegar a Dios. "Cuando el Señor se llama Camino, nos elevamos a una idea más sublime que la del lenguaje corriente. En efecto, por Camino entendemos el progreso continuo y ordenado hacia la perfección en virtud de las obras de justicia y de la iluminación de la gnosis, avanzando siempre hacia adelante y lanzándonos hacia lo que nos queda (cf. Flp 3,13) hasta alcanzar el fin bienaventurado, el conocimiento de Dios, que el Señor concede por sí mismo a los que han creído en El. En verdad, nuestro Señor es buen Camino, infalible y recto, pues conduce al verdadero bien, el Padre. Nadie va, dice, al Padre sino por mí (cf. Jn 14,6). Nuestra ascención a Dios pasa por el Hijo" (BASILIO MAGNO, Tratado sobre el Espíritu Santo 8,18: SC 17,138-139). "Se le lama Camino, no porque se le pise con los pies, sino porque conduce hacia el Padre que está en los cielos" (CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis X,3: PG 33,664A). "Camino, porque andamos por el camino derecho" (GREGORIO NACIANCENO, Discurso 37,4: SC 318,218). "El Camino es Cristo, el Cristo Humilde. La Verdad y la Vida es Cristo, el Excelso y Dios. Si caminas por el Humilde, llegarás al Excelso. Si estamos enfermo no despreciaras al Humilde, permanecerás en el Excelso con una fortísima salud. ¿Cuál es la causa de la humildad de Cristo, sino tu enfermedad?" (AGUSTIN, Sermón 142,2: PL 38,778). El Humilde no es otro que Cristo. También el Camino es humilde. Por eso se pisa. Andar, caminar, deambular humildemente por el camino humilde de Cristo Humilde, es tarea inevitable para el creyente. Esto significa que hay que pasar por la humanidad del Señor. No hay veredas ni caminos secundarios que, dando un rodeo y dejando de lado la humanidad del Señor, puedan conducirnos a su divinidad, hasta el Excelso.

 

<30> Cf. Jn 14,6. "Verdad, porque no engaña, sino que cumple sus promesas"(ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,21: BAC 433,634).

 

<31> Cf. Jn 14,6. "El que es Vida no nos abandona en el error de la muerte" (HILARIO DE POITIERS, De Trinitate VII 33: BAC 481,345). "Es Vida porque de la vida" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 5: CP 3,98). "Si temes a la muerte, El es la Vida" (AMBROSIO, De Virginitate 16,99: PL 16,291C).

 

<32> Cf. 2 Tim 1,10.

 

<33> Cf. Jn 15,1. "Según otro punto de vista es Vid Verdadera, por cuanto los hombres que están injertados en El producen frutos abundantísimos, y en cuanto cultivados por el Padre, que es el viñador (cf. Jn 15,1), reciben la savia de la Vid Verdadera por la participación en una única raíz"(ORIGENES, Homilías sobre Jeremías I (III),4: SC 238,326). "El es la Vid Verdadera y su Padre el viñador y nosotros los sarmientos en ella injertados" (AFRAATES, Demonstratio XIV,39: SC 359,670). "Vid porque fuimos redimidos con su sangre" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,38: BAC 433,636).

 

<34> Cf. Is 65,2; Rm 10,21.

 

<35> Cf. 1 Co 1,30; Rm 1,17.

 

<36> Cf. 1 Co 1,30.

 

<37> Cf. Ef 1,7; 1 Co 6,20; 1 P 1,19; Ap 5,9.

 

<38> Cf. Jn 6,35.51. Comenta el mismo NICETAS, Instrucción sobre la Fe ( De Ratione Fidei) 6: "Así pues, cuando se dice que el Señor tuvo hambre, entiende la asunción de un cuerpo verdadero. Por el contrario, en lo de que con cinco panes y dos peces dio de comer a cinco mil hombres, reconoce su verdadera divinidad. Ciertamente cuando dice: `Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo' (Jn 6,51), no entra en nuestra cabeza que se pueda creer que el Pan tenga hambre".

 

<39> Cf. Mt 21,42; Hch 4,11; 1 P 2,7: "Piedra, porque es firmeza para los creyente"(ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,38: BAC 433,636).

 

<40> Cf. Pr 30,19.

 

<41> Para la inteligencia de este texto hay que tener en cuenta que la serpiente es el demonio que no ha podido dejar en Cristo rastro alguno, es decir, ni señal de pecado, porque Cristo no cometió pecado alguno (cf. 1 P 2,22). Así Cristo es para nosotros Piedra con la que podemos defendernos y ahuyentar al enemigo.

 

<42> Cf. Mt 9,12; Sal 103 (102),3. "El es Médico de las almas y de los cuerpos y Terapeuta de los espíritus. Terapeuta de los ojos del cuerpo e Iluminador de las mentes. Médico de los cojos visibles y Conductor de los pecadores hacia la penitencia. Dice al paralítico: `No peques más, toma tu camilla y anda' (Jn 5,14.8). Y porque a causa del pecado del alma tenía paralizado el cuerpo, le curó primero el alma, para después proporcionarle la medicina también al cuerpo. Así pues, si alguien por sus pecados tiene el alma enferma, sepa que tiene al Médico. Y si tiene poca fe, dígale: `Ayuda a mi incredulidad' (Mc 9,23). Y si uno está envuelto en enfermedades corporales, que no desconfíe, sino que se acerque, porque también cura esas cosas, y conocerá que Jesús es el Cristo" (CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis X 13: PG 33,677C-680A). "La enfermedad te asediaba estrecha e irremediablemente y esto hizo que llegara hasta ti un Médico tan grande. Porque si estuvieres enfermo de manera que pudieras ir tú hasta el Médico, se podría considerar poco grave esa enfermedad, pero como tú no pudiste ir hasta El, El vino hacia ti. Y vino enseñando humildad, con la que podamos volver. El alma cayó en la enfermedad, porque la soberbia nos impedía volver a la vida, pues ella había sido la causa de que se apartara de la vida el corazón humano engreído frente a Dios y desdeñoso, mientras tenía la salud, de los preceptos que la dan" (AGUSTIN, Sermón 142,2: PL 38,778). Si el hombre está enfermo y de gravedad, Cristo debe curarlo. Por eso es Médico. El conoce nuestra enfermedad, la diagnostica y además administra la medicina apropiada. Esta no es otra que la humildad. El Verbo Encarnado es la humildad en persona. Y para que el enfermo no rechace la medicina, el mismo Médico la ha probado y gustado antes. No nos dé miedo. Cristo lo es todo, Médico y medicina.

 

<41> Cf. Jr 2,13; Nm 20,6; Jn 4,14. "El que era Fuente que apaga la sed, tuvo sed y pidió agua para beber <cf. Jn 4,7)" (AFRAATES, Demostratio VI 9: SC 349,389). "El es la Fuente de la Vida y nosotros que estábamos sedientos bebemos de El" (AFRAATES, Demostratio XIV 39: SC 359,669). "Recibe el nombre de Fuente de Agua Viva, porque los corazones de los sabios quedan regados con la gracia del agua celestial que procede de El" (GREGORIO DE ELVIRA, De Fide 6: CP 3,98). "Fuente, por ser origen de las cosas (cf. Jn 1,3) o porque sacia a los sedientos (cf. Jn 7,37-39)" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,28: BAC 433,634).

 

<44> Cf. Tit 3,5.

 

<45> Cf. 2 Co 5,18-20; Rm 5,10.

 

<46> Cf. Jn 11,25.

 

<47> Cuerpo y carne son sinónimos. La fe en la resurrección de la carne-cuerpo se basa en la encarnación. "Para esto tomó Cristo carne humana, para dar a nuestra sustancia mortal la comunión de la vida perpetua" (El símbolo de la Fe [De Symbolo] 10). Si esto no se cree, en vano se cree en Dios y somos los más miserables de los hombres (cf. 1 Co 15,19).

 

 

<48> Cf. 2 Tim 4,8. "El es el Juez de muertos y vivos y que sentado en su trono juzgará a los pueblos (cf. Mt 25,31-46). El es el que dará el reino en herencia o enviará al infierno. No hace acepción de personas ni acepta sobornos" (AFRAATES, Demonstratio XIV 39: SC 359,671). "El juzga dando la retribución conveniente a las obras. Por eso es Juez Justo. En efecto, el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo (cf. Jn 5,22)" (BASILIO MAGNO, Tratado sobre el Espíritu Santo 8,19: SC 17,139).

 

<49> Cf. 2 Tm 4,8; 1 P 4,5.

 

<50> Cf. Jn 10,7. "El es la Puerta del Reino (cf. Jn 10,9) que está abierta delante de todos los que quieren entrar" (AFRAATES, Demonstratio XIV 39: SC 359). " Se llama Puerta porque por El entramos a la presencia de Dios" (ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías VII 2,38: BAC 433,636).

 

<51> Cf. Is 53,7; Hch 8,32.

 

<52> Cf. Hb 10,10-12.

 

<53> Cristo es el iter animarum. Se trata de un sinónimo de via que es uno de los nombres de Cristo (cf. Jn 14,6).

 

<54> Cf. Mt 5,43.

 

<55> Cf. Mt 25,23-24.

 

|CINSTRUCCION SOBRE LA FE

(De Ratione Fidei)

 

|p1 A los hombres que han renacido mediante la fe y han sido santificados según el precepto del Evangelio <1> en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y que mediante esta confesión esperan en reino celeste, les dijo el Apóstol que no hay nada más útil que el que se ocupen en las buenas obras. Así, en efecto, escribe a Tito: "Quiero confirmarte en esto, en que los que creen en Dios se ocupen en las buenas obras. Esto es - dijo - bueno y útil para los hombres. Por otra parte, evita las cuestiones necias y las genealogías, las contiendas y disputas sobre la ley, pues son inútiles y vanas" <2>. Al escribir esto, San Pablo veía ya entonces de antemano que habría hombres que mediante la curiosidad y las cuestiones inútiles descuidarían la práctica de las buenas obras y perderían la paz, que Dios había dejado a su Iglesia. En efecto, hay hombres que mientras se esfuerzan en gustar cosas sublimes no se abajan a entender las cosas humildes, olvidados de la palabra del Apóstol: "No quieras saber cosas elevadas sino ten temor" <3>, de modo que presumiendo de lo no permitido, perdieron también lo lícito. Estos son los que no pudiendo entender ni abarcar con su inteligencia la creación del cielo y de la tierra, pretenden abarcar y medir al mismo Dios, su creador y hacedor y al que deben sólo y simplemente adorar por la magnitud de sus obras y la inmensidad de cosas tan grandes, lo ponen en cuestión y disputan acerca de la cualidad y cantidad de su misterio, diciendo: "¿Cómo de grande es el Padre? ¿De qué clase es el Hijo? ¿De qué modo es el Espíritu Santo?" ¡Hombre, todavía no te conoces a ti mismo y te atreves a medir las cosas divinas!

 

|p2 No me voy a detener en el patripasiano Sabelio, el cual con necia presunción se atrevió a decir que el mismo que es Hijo es Padre, y que el mismo es también Espíritu Santo; y que la Trinidad es sólo de nombre, pero no también de verdad; y que no subsiste en cuanto a las personas, sino sólo en cuanto al nombre. Y así lo confunde todo, al imaginarse que el mismo Padre ha tomado un cuerpo y ha padecido.

 

Paso por alto a Fotino, el cual oyendo la encarnación del Hijo Unigénito de Dios, su humildad y también aquella su pasión salvadora para nosotros, lo tuvo sólo por un hombre y negó al Dios que debió reconocer por sus mismas obras, olvidando la palabra del Apóstol que dice: "Porque Cristo existiendo en la forma de Dios, tomó la forma de esclavo" <4>, para darnos a los que somos siervos del pecado la verdaderísima libertad. Y en la Carta a los Corintios: "Conocéis - dice - la gracia de nuestro Señor Jesucristo, porque siendo rico se hizo pobre por vosotros, para que os hicierais ricos mediante su pobreza" <5>.

 

Así pues, paso por alto tanto a Sabelio como a Fotino, porque de casi todas las Iglesias recibieron digna sentencia <6> de su error.

 

|p3 Me pedisteis <7> que dijera algunas cosas de esta herejía que ahora <8> calumnia a la fe católica, precisamente de esta herejía a la que Arrio <9> ha dado origen como fundador. Este, pues, no se contentó con las palabras del Evangelio <10>, con la predicación de los apóstoles, que ciertamente mencionan al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo <11>; ni se dignó, como se debe, creer que el Padre tiene un Hijo y el Hijo tiene verdaderamente un Padre. Pero el infeliz va más allá y quiere investigar cómo y de qué manera pudo Dios engendrar, y sin comprender el modo, que tampoco se puede comprender <12>, cayó en el error de negar al Padre y al Hijo. Al Padre lo niega, pues dice que no pudo engendrar de sí mismo un Hijo propio y verdadero <13>. Y al Hijo lo niega <14>, al decir que más que ser engendrado ha sido hecho de otra procedencia y de lo que no existe <15>; y (dice) que es una criatura que por su amor <16> mereció recibir el nombre de Hijo, pero que no es verdaderamente Hijo que haya sido engendrado del Padre. Y por eso escribió <17> que era de otra sustancia, para que no se crea en absoluto que es verdadero Hijo del Padre. Contra esta perversidad y nueva doctrina suya se tuvo el Concilio de Nicea donde, colacionadas y recorridas todas las Escrituras quedó aclarada y puesta por escrito la verdad. Pues al Hijo, del que Arrio había dicho que era de otra procedencia y no del Padre ni de la sustancia del Padre, a saber, de aquello mismo que es Dios, nuestros santos Padres <18> lo confesaron solemnemente "nacido del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido no hecho, de una única sustancia con el Padre", de modo que no se crea que hay alguna diversidad en el Hijo. En realidad, si es verdadero Hijo de Dios y ha sido verdaderamente engendrado de Dios Padre, no se ha de creer que sea de otra sustancia, sino de la de aquél del cual es Hijo, de manera que como el Padre es Dios, del mismo modo el Hijo es Dios y como el Padre es luz, así el Hijo es luz.

 

 

|p4 Pero a algunos ofende esta misma profesión de fe, por la que se cree que el Hijo es de su misma sustancia, y mediante calumnias se retuerce la santa profesión de fe, pues interpretan la frase de una única sustancia de este modo: como si dijéramos que el Padre está dividido y que el Hijo es una parte del Padre, y que Dios Padre se habría disminuido en el Hijo o que el Hijo participaría de la unidad de la sustancia paterna mediante flujo y derivación. ¡Lejos no sólo del pensamiento, sino también de oídos cristianos, que tal cosa venga a nuestra mente! Por nuestra parte creemos que el Padre, perfecto en su eternidad y permaneciendo también en su impasibilidad, ha engendrado al Hijo sin sentir pasión alguna ni disminución de su naturaleza o de su majestad, sino que siendo El mismo perfecto ha engendrado de sí mismo antes de todos los siglos al Hijo verdadero, perfecto y omnipotente, mediante el cual "todo fue hecho y sin el cual no se hizo nada" <19>, para que se crea que es verdadero Padre de su Hijo Unigénito y que es Hijo verdadero del Padre, no confundido sino distinguido <20>. Sin embargo, teniendo el Hijo en sí todo lo que es del Padre, como El mismo dice en el Evangelio: "Todo lo que tiene mi Padre es mío" <21>. ¿Qué significa todo? Sin duda la virtud, el poder, la bondad, la incorrupción, la gloria y la eternidad, como las tiene el Padre. Por lo demás, si estas cosas no están en el Hijo, me atrevería a decir que parecería que el Padre se ha degenerado en el Hijo. Y si esto es así, a saber, que se considere al Hijo como degenerado, ¿cómo tiene el mismo honor, si el mismo Señor dice "para que todos glorifiquen al Hijo, como glorifican al Padre" <22>? Esto lo exige el Señor y lo ponen por obra los fieles, sin escandalizarse de la humildad del Hijo Salvador ni de las palabras que en cuanto hombre habló, como tampoco de la pasión que se dignó padecer por la salvación del mundo, sino que por estas mismas cosas sienten que deben a Cristo más agradecimiento y más honor, de modo que si en el Evangelio no hubiera el precepto de que todos honren al Hijo como honran al Padre <23>, los más fieles harían incluso más que esto, porque aquél que se dignó humillarse debía ser exaltado, según está escrito: "El que se humilla, será engrandecido" <24>.

 

|p5 Pero si el Padre dice: "Este es mi Hijo, escuchadle" <25>, y el Hijo dice: "Para que todos glorifiquen al Hijo como glorifican al Padre" <26>, ¿qué clase de ceguera mental no será, dejando de darle culto, idearle ofensas? ¿cuál no será el olvido de nuestra esperanza considerar débil, inferior y despreciable a Cristo que nos confirió fuerza, grandeza y gloria según la voluntad de su Padre? Créeme: el honor del Hijo es honra del Padre. Cuanto más atribuyas al Hijo, tanto más engrandecerás la gloria del Padre. El Padre Bueno no tiene envidia de la gloria del Hijo, porque toda la gloria del Hijo revierte en el Padre. Este es el sentido católico, ésta la devoción de los fieles, éste es el deseo de los santos. Según estas cosas entienden todos los dichos y hechos del Señor entendiéndolos lo expresan. Y a esta devoción no les impide en absoluto aquellos textos que parecen expresar un deseo del Señor, como por ejemplo: "El Padre es mayor que yo" <27> y "No he venido a hacer mi voluntad" <28> y otros muchos textos de esta clase: Todos ellos no debilitan al Hijo ni lo minusvaloran, sino que lo distinguen del Padre. Como también se han escrito estos otros para que no se niegue su verdadera divinidad: "Yo he salido de Dios Padre" <30> y "Yo estoy en el Padre y el Padre en mí" <31>. "Yo y el Padre somos una sola cosa" <32> y "El que me ve a mí, ve también al Padre" <33> y "Como el Padre resucita y da vida a los muertos, así también el Hijo da vida a los que quiere" <34>.

 

|p6 Pero al alma fiel <35> no le escandalizan ni aquellos textos en los que se narra que el Señor tuvo hambre <36>, durmió <37> y lloró <38>, o aquello de estar  triste hasta la muerte <39>, la cruz, la pasión, la sepultura, puesto que esas cosas han sido escritas y hechas para lo siguiente, para ofrecer ejemplos de paciencia y para dar a conocer su verdadera encarnación. Así pues, cuando se dice que el Señor tuvo hambre, entiende la asunción de un cuerpo verdadero. Por el contrario, en lo de que con cinco panes y dos peces dio de comer a cinco mil hombres <40>, reconoce su verdadera divinidad. Ciertamente cuando dice: "Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo" <41>, no entra en nuestra cabeza que se pueda creer que el Pan tenga hambre. Así también hay que interpretar lo del sueño. Porque como por el sueño se conoce la verdad del cuerpo, así por aquello de que enseguida da órdenes a los vientos y a las olas <42> se demuestra su verdadera divinidad. Que derrama lágrimas por Lázaro, se elimina la sospecha de ser un fantasma, pues las lágrimas son humores de un cuerpo verdadero. Y cuando dice aquello de "Triste está mi alma hasta la muerte" <44>, a partir de esta misma resurrección de Lázaro puede entenderse en qué sentido haya de tomarse: pues la divinidad no temía a la muerte sino que mediante la tristeza de ánimo expresaba un afecto humano. Igualmente se interpreta la cruz, la pasión y la sepultura, con una u otra palabra del Señor se disipa que se atribuya impotencia o debilidad. Cuando dice a los judíos: "Destruid este templo" se refería ciertamente a su cuerpo, "y yo en tres días lo levantaré" <45>. Y de nuevo dice: "Tengo potestad para entregar mi alma y tengo potestad para tomarla de nuevo" <46>. Si levanta el templo de su cuerpo, si la potestad se refiere a entregar su alma por la pasión y a volverla a tomar por la resurrección, se acaba la opinión de debilidad en Cristo, donde se declara la sublimidad de una potestad tan grande.

 

|p7 Por tanto, todo hay que entenderlo piadosamente, todo hay que examinarlo con honradez. En el Señor hay que confesar ambas cosas: la forma en la cual siempre existió y la forma de siervo <47>, que fue asumida por los siervos. Hay que creer la pasión según la carne y la impasibilidad según la divinidad, para que no seamos juzgados impíos o ingratos. Pues el que niega que el Hijo de Dios es impasible, en cuanto a aquello que es, y dice que es desemejante a Dios Padre, este tal es un impío. Y el que se niega a confesar su pasión según la carne, es un ingrato. Por tanto, gloriémonos en la cruz de Cristo, como solía gloriarse Pablo: "Lejos de mí el gloriarme a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" <48>. Confesemos la unidad y no se nos apartará: "Si hemos muerto, - como dice el Apóstol -, viviremos con El; si lo negamos, también El nos negará" <49>. Si no creemos lo que El dice: "Yo y el Padre somos una sola cosa" <50>. "El permanece fiel y no puede negarse a sí mismo" <51>, porque está en la gloria de Dios Padre <52>, porque vive con el Padre, porque reina con el Padre con un único y mismo imperio. Así como al hablar de todo impúdico, inmundo y avaro dice el Apóstol: "No será heredero - dice - en el reino de Cristo y de Dios" <53>, llamó único al reino de Cristo y de Dios, porque una sola es la voluntad del Padre y del Hijo, una sola cooperación, una sola también la gracia y el gobierno es el mismo, como enseña el mismo maestro de los gentiles cuando escribe: "Gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo" <54>. Y en otro pasaje: "Que el mismo Dios y Padre nuestro y el Señor Jesús dirija nuestros pasos hacia vosotros" <55>. No dice dirijan para no introducir diversidad de voluntad o potestad entre Padre e Hijo; sino dijo dirija para mostrar más bien la unidad. Así pues con esta fe y con estas mismas palabras oremos también nosotros para que la única gracia, la única paz y también el único gobierno del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo nos defienda y dirija siempre.

 

No pude negarme a escribir estas pocas cosas a modo de breve comentario, pues me pedisteis que os escribiera. Confío que, aunque lo escrito sea breve, a las almas fieles les podrá proporcionar la plena alegría de Dios.

 

<1> Cf. Mt 28,19.

 

<2> Tt 3,8-9.

 

<3> Rm 11,20.

 

<4> Flp 2,6.

 

<5> 2 Co 8,9.

 

<6> La breve presentación de la herejías de Sabelio (principios del s. III) y de Fotino, obispo de Sirmio (+ 376), enumera los rasgos fundamentales de ambas herejías. Hacia el año 220 Sabelio era el máximo exponente de los teólogos monarquianos radicales de Roma. Este movimiento salvaguarda el monoteísmo, la unidad de la divina monarquía, pero no consigue explicar la subsistencia del Hijo. La de Sabelio es directamente una herejía trinitaria. Preocupado por defender la unicidad de Dios, destruye la Trinidad de las personas divinas, conservando de hecho sólo los nombres de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta herejía se conoce en la historia del pensamiento cristiano, desde Hipólito de Roma y Tertuliano de Cartago, con el nombre de patripasianismo o patripasianos, - recogido aquí también por Nicetas -, porque el Padre se habría encarnado y padecido. El papa Calixto (217-222) excomulgó a Sabelio. El sabelianismo fue condenado repetidamente en los siglos III-IV. La herejía de Fotino es fundamentalmente una herejía cristológica, pues considera a Cristo como sólo hombre, negando su divinidad. Al mismo tiempo que cristológica, la herejía de Fotino es también trinitaria, pues niega la preexistencia de Cristo y la personalidad divina y distinta del Verbo. En este punto Fotino sigue la doctrina de su maestro, Marcelo de Ancira (+ 374), el cual, por otra parte, fue acusado de sabelianismo. Por la vertiente trinitaria de la herejía de Fotino su nombre aparece frecuentemente unido al de Sabelio. Fotino fue condenado (345: Ekthesis Makrostikhos, canon 6; Concilio de Sirmio del 351, anatematismos 4-18). La enumeración de Sabelio, Fotino y Arrio (del que Nicetas se ocupará a continuación) se encuentra también en ese mismo orden en AMBROSIO, De Fide I 1,6; CSEL 78,7.

 

<7> Cf. al final de esta obra donde nuevamente se alude a la petición que los fieles o bien algún particular había dirigido a Nicetas.

 

<8> En realidad, la herejía de Arrio ya quedaba un tanto lejana en el tiempo. El ahora no es un dato que pueda servir para fechar muy tempranamente la obra, pues por otra parte el autor nos acaba de informar de que las herejías de Sabelio y de Fotino ya han sido condenadas.

 

<9> Los orígenes de Arrio son oscuros. No podemos precisar la fecha ni el lugar de su nacimiento. Los patrólogos suelen datar su nacimiento hacia el 256. Es de origen libio. Muere el 336 en Constantinopla, en vísperas de ser readmitido a la comunión eclesial. A principios del siglo IV se encuentra ya en Alejandría. Pedro I de Alejandría (300-311) le ordenó diácono. Arrio critica a su obispo por las severas medidas adoptadas contra los melecianos y fue excomulgado. El 25 de noviembre del 311 Pedro I moría decapitado durante la persecución de Maximino Daia, precisamente en el barrio de Baukalis, donde más tarde sería presbítero Arrio. Bajo Aquilas - muerto el 13 de junio del 313, después de cinco o seis meses de episcopado -, Arrio es admitido nuevamente a la comunión eclesial y ordenado presbítero. Se le encargó explicar las Escrituras. Bajo Alejandro I de Alejandría (313-328) comienza la polémica arriana y tendrá lugar el Concilio de Nicea (325).

 

<10> Arrio parte de la Escritura y su principio es que no hay más que un sólo Dios. El arrianismo procede del monoteísmo judío: "Escucha, Israel, el Señor tu Dios es único" (Dt 6,4). Unico en el sentido de solitario. El monoteísmo excluirá a la Trinidad. La economía que predica la Iglesia le parece a Arrio estar en contradicción con la Escritura. El monoteísmo es el artículo fundamental del credo arriano. Para Arrio, Dios, es decir, el Padre, es agénnêtos en el sentido no tanto de inengendrado cuanto en el de increado (como equivalente de agénêtos); y  es también ánarkhos no tanto en el sentido de sin principio cuanto en el de sin comienzo. El Hijo es, pues, una criatura que había comenzado a existir por la voluntad de su autor. Arrio rechaza la posibilidad de una generación eterna en el seno de Dios, no admitiendo otro modo de comunicación con él que la acción creadora. Y esto por tres razones: * La generación eterna supondría una división de la sustancia divina y, por tanto, un cambio: pero Dios es simple, inmutable, indivisible, incorporal. * Si el Hijo existe al mismo tiempo que el Padre, es decir, desde toda la eternidad, habría dos principios sin comienzo, con la contradicción de ser el Hijo inengendrado-simul-engendrado (agennêtogenés). * El Hijo, al nacer, emanaría del Padre como los eones de los gnósticos. Por tanto, una generación en Dios destruiría a Dios. Nacimiento implica comienzo. El hijo ha comenzado a existir cuando fue creado de la nada por voluntad del Padre. El postulado de Arrio es, por tanto, que fuera del Dios solitario, inengendrado y sin principio, no hay más que criaturas.

 

<11> Por el contrario, la Trinidad de Arrio no es el Dios único en tres personas iguales y consustanciales. Es una tríada en la que el segundo término no posee la naturaleza del primero, el único Dios verdadero, y el tercero es completamente desemejante del segundo y le está subordinado.

 

<12> La teología patrística desde sus comienzos, ya con Justino, Ireneo, Hipólito, Tertuliano y Orígenes, hace un esfuerzo gigantesco por presentar de modo racional y coherente la generación del Verbo-Hijo en el seno de Dios.

 

<13> "El Dios no siempre fue Padre; sino que alguna vez Dios estaba solo sin ser Padre y más tarde se hizo Padre" (ARRIO EN ATANASIO, Apología contra arrianos I 5: PG 26,21A).

 

<14> Las afirmaciones fundamentales de Arrio sobre el Verbo son las siguientes: 1) El Hijo no es eterno: "Hubo un tiempo en que no existía". "Antes de ser engendrado no existía". Arrio entiende el término engendrado en el sentido de creado o determinado o fundado, o tener un comienzo cronológico. El Hijo es engendrado antes de los siglos eternos, fuera del tiempo y antes de todas las cosas. Pero esto no significa eterno. No pueden existir dos principios inengendrados agénêtos. 2) El Hijo ha sido creado de la nada por Dios y esto voluntariamente: El Verbo es un elemento del mundo creado. Ha salido de la nada. No por necesidad de la naturaleza divina, sino por la voluntad del Padre como los otros seres. Dios lo creó como instrumento en la creación del mundo, como demiurgo intermediario entre su soledad y el universo de las criaturas. 3) El Hijo no es Dios verdadero, igual y consustancial con el Padre: El único Dios verdadero es la mónada inengendrada. Si llaman a Cristo Dios, en realidad le rehúsan que posea la esencia divina. Es decir, no es consustancial al Padre. Es Dios sólo por participación gratuita de Dios. El Logos es diferente y desemejante a todo a la esencia del Padre y a sus propiedades. Es un ser creado. El Padre es diferente al Hijo en cuanto a la esencia. Los Padres de Nicea se verán obligados a introducir el término homooúsios, no contentándose con las fórmulas bíblicas que proclaman la divinidad del Hijo, dada la interpretación que de ellas hacían los arrianos. 4) El Verbo es imperfecto y cambiante: En este punto Arrio se contradice. El Hijo es Dios Unigénito, inmutable (Carta a Eusebio de Nicomedia) y el Padre lo ha hecho subsistir por su propia voluntad, inmutable e invariable, criatura de Dios perfecta, pero no como una de las criaturas (Profesión de fe dirigida a Alejandro). Sólo Dios es inmortal, inmutable e invariable (Profesión de fe dirigida a Alejandro). Pero en la Thalia Arrio revela su verdadero pensamiento: por naturaleza el Verbo, como todos nosotros es cambiante. Cristo es bueno por su propia voluntad, libremente. No sólo cambiante. El Verbo es imperfecto por los límites de su ciencia. El Verbo no puede ver ni conocer perfectamente al Padre, sino sólo parcialmente. El Hijo no puede escrutar al Padre en sí  mismo.

 

<15> "No siempre existió el Hijo; porque habiendo sido hechas todas las cosas de la nada, y siendo todas las cosas criaturas y obras, también el Verbo de Dios fue hecho de la nada, y alguna vez no existía; ni existía antes de ser hecho, sino que también El tuvo principio al ser creado. Porque Dios estaba solo y no existían aún el Verbo y la Sabiduría. Más tarde, cuando quiso crearnos, entonces hizo a uno y lo llamó Verbo y Sabiduría e Hijo, para crearnos a nosotros por su medio" (ARRIO en ATANASIO, Contra arianos I 5: PG 26,21A). "Nos persiguen porque decimos que el Hijo tiene comienzo, pero que Dios es sin comienzo. Por esto nos persiguen; y, asimismo, porque decimos que es de la nada (ex ouk óntôn estin). Y esto lo decimos porque El no es ni parte de Dios ni de otra materia subyacente (ex hypokeiménou tinós). Por esto nos persiguen" (ARRIO, Carta a Eusebio de Nicomedia, en EPIFANIO, Haer., 69,6: PG 42,156-157).

 

<16> "Por Naturaleza el Verbo está sujeto a mudanzas, como todos, pero siendo dueño de sí, es bueno mientras lo quiere. Si lo quiere, puede cambiar como nosotros, ya que es mudable por naturaleza. Por eso, previendo Dios que él había de ser bueno, le ha preferido dándole esa gloria que, como hombre y por su virtud, ha tenido posteriormente; de suerte que por sus obras previstas por Dios hizo que existiera El luego" (ARRIO en ATANASIO, Contra arianos I 6: PG 26,21C).

 

<17> Carta-Profesión de fe en Arrio a Alejandro de Alejandría: documento capital, porque formula su doctrina con términos precisos, con argumentos y rechaza la doctrina de Alejandro. Es de hacia el 329. "La fe que hemos recibido de nuestros mayores y de ti, bienaventurado papa, es la siguiente: Conocemos un Dios, el único ingénito (agénnêtos), único eterno, único sin principio, único verdadero, único posesor de la inmortalidad, único sabio, único bueno, único señor, juez de todos, moderador y gobernador, inmutable e inalterable, justo y bueno, el mismo Dios de la Ley y los Profetas y del Nuevo Testamento; el cual ha engendrado al Hijo Unigénito antes de los tiempos eternos, por medio del cual ha hecho los siglos y todas las cosas; engendrado no en apariencia sino en verdad, subsistente por su propia voluntad, inmutable e inalterable, criatura perfecta de Dios, pero no como una de las criaturas; engendro, pero no como uno de los engendros, ni como enseña Valentín, un engendro emisión del Padre, ni como el Maniqueo que interpreta el engendro como parte consustancial del Padre, ni como Sabelio que divide la unidad llamando al Hijo Padre, ni, a la manera de Hieracas, antorcha de antorcha, ni como lámpara que se duplica, ni que habiendo existido al principio más tarde fue engendrado o fue hecho Hijo. Tú mismo, bienaventurado papa, en medio de la Iglesia y de la asamblea has refutado muchas veces a los que daban esas explicaciones. Sino que, como decimos, ha sido creado antes de los tiempos y antes de los siglos por voluntad del Padre, y ha recibido del Padre la vida, y el ser y los honores que le corresponden. En efecto no porque le haya dado la herencia de todo, el Padre se ha privado de lo que le compete; el ser sin principios en sí mismo; porque El es la fuente de todo. Así que tres son las hipóstasis, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Dios, siendo causa de todo, es absolutamente el único principio sin principio. El Hijo engendrado fuera del tiempo por el Padre, creado y producido antes de los siglos, no existía antes de ser engendrado, sino que, engendrado fuera del tiempo antes que nada, es el único que subsiste bajo el Padre. Porque no es eterno ni coeterno, ni coincide con el Padre en carecer de principio; ni tiene el ser junto con el Padre, como dicen algunos del uno y del otro, afirmando dos principios inengendrados. Sino que, como unidad y principio de todo, el Dios es ante todo. Por eso es también antes que el Hijo, como lo aprendimos de ti al predicarlo en medio de la Iglesia. Por eso, dado que debe al Dios el ser y los honores y la vida y todo le ha sido dado por El, según eso el Dios es el principio de El. El le es superior como Dios suyo y tiene el ser antes que El. Y si el `de El' y el `del seno' y el `he salido del Padre y voy' (Jn 16,28) han sido interpretados por algunos como significativos de una parte consubstancial y como una emisión, entonces el Padre sería compuesto y divisible y mudable y cuerpo, según ellos, y en cuanto está de su parte el Dios incorporal vendría a padecer en un cuerpo. Te deseamos salud en el Señor, bienaventurado papa" (ATANASIO, De synodis, 16: PG 26,708-712; EPIFANIO, Panadion 69,7: PG 42, pp. 213-216).

 

<18> Se trata de los obispos que asistieron al Concilio de Nicea. El Concilio se inauguró solemnemente el 20 de mayo del 325. Los participantes se distinguían unos por su ciencia y elocuencia y otros por su santidad y heroísmo. "Además de éstos se habían reunido también, de diversas provincias, un gran número de obispos: unos estaban dotados de los talentos de la inteligencia y de la palabra, notables por sus conocimientos de las Escrituras y de otras disciplinas, o bien se distinguían por la excelencia de sus vidas; otros tenían fama bajo esos dos aspectos. Los obispos sobrepasaban el número de unos 320. También había, como es natural, un gran número de sacerdotes y diáconos que les acompañaban. También estaban presentes con ellos hombres expertos en el arte de la dialéctica" (SOZOMENOS, Hist. Ecl. I 17,2-3: SC 306, p.194). La tradición del número de participantes varía de un autor a otro. Según EUSEBIO de CESAREA, éstos fueron 250 (Vita Constantini III 8: PG 20, 1016C); según EUSTACIO de ANTIOQUIA, fueron 270 (cf. TEODORETO, Hist. Ecl. I 7: PG 82,921A); según el mismo Cosntantino, fueron 300 (cf. ATANASIO, Hist. Arianorum ad monachos 66: PG 25,772B: Apología contra Arianos 23: PG 25,285D); según HILARIO de POITIERS, fueron 318 (Contra Constantium 27: SC 334,220). Este último número supone una idealización que identifica a los participantes en el Concilio de Nicea con los 318 siervos de Abrahán (cf. Gn 14,14).

 

<19> Jn 1,3.

 

<20> Con la expresión no confundido se rechaza al sabelianismo. Al afirmar distinguido se hace referencia a la persona, pero teniendo todo lo que al Padre le constituye en Dios, excepto la personalidad propia del Padre.

 

<21> Jn 16,15. Cf. AMBROSIO, De Fide II 4,38: CSEL 78,69.

 

<22> Jn 5,23.

 

<23> Cf. Jn 5,23.

 

<24> Lc 14,11.

 

<25> Lc 9,35.

 

<26> Jn 5,23. Cf. AMBROSIO, De Fide II 74.

 

<27> Jn 14,28.

 

<28> Jn 6,38.

 

<29> Jn 5,19.

 

<30> Jn 16,27-28. Nicetas sintetiza aquí los dos versículos citados para leer en Dios Padre.

 

<31> Jn 10,38.

 

<32> Jn 10,30.

 

<33> Jn 14,9.

 

<34> Jn 5,21.

 

<35> Para todo este párrafo 6 y el principio del siguiente, cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate X (Expositio fidei catholicae): PL 62,289C-290C; M. SIMONETTI, "Sul `De Trinitate' pseudoatanasiano", Nuovo Didaskaleion 1949, pp. 57ss; M. SIMONETTI, "Sul `De Spiritus Sancto Potentia' di Niceta de Remesiana e sulle fonti del `De Spiritu Sancto' di S. Ambrogio", MAIA Rivista di Letterature Classiche 4, 151, 239-248.

 

<36> Cf. Mt 4,2; Lc 4,2.

 

<37> Cf. Mc 4,38; Mt 8,25; Lc 8,24.

 

<38> Cf. Jn 11,35.

 

<39> Cf. Mt 26,38.

 

<40> Cf. Mc 6,30-44; Mt 14,13-21; Lc 9,10-17.

 

<41> Jn 6,51.

 

<42> Cf. Mt 8,23-27; Mc 4,34-41; Lc 8,23-24.

 

<43> Jn 11,43.

 

<44> Mt 26,38.

 

<45> Jn 2,19.

 

<46> Jn 10,18.

 

<47> Cf. Flp 2,6-7.

 

<48> Ga 6,14.

 

<49> 2 Tm 2,12.

 

<50> Jn 10,30.

 

<51> 2 Tm 2,13.

 

<52> Cf. Flp 2,11.

 

 

<53> Ef 5,5.

 

<54> Flp 1,2.

 

<55> 1 Ts 3,11; cf. AMBROSIO, De Fide II 10,87: CSEL 78,88-89.

 

|CEL ESPIRITU SANTO

(De Spiritus Sancti Potentia <1>)

 

|p1 A continuación, según mi capacidad expondré lo que pienso sobre la tercera persona, es decir, sobre el Espíritu Santo, dado que me doy cuenta de que muchos dudan especialmente sobre El. Y aunque sea una temeridad disputar del que en la profesión de fe está asociado <2> al Padre y al Hijo según la tradición del Señor <3> y nuestra profesión de fe en el bautismo, con todo y dado que muchos piensan cosas distintas y que se nos pide una explicación, hemos necesariamente de darla. Y no la hemos de dar sino a partir de las Sagradas Escrituras <4>. Con todo, estoy convencido de que difícilmente se podrán apaciguar unos oídos ocupados de antemano y unos entendimientos cargados con otra manera de pensar. La prevención es, en efecto, perniciosa. Pues es propio de la naturaleza humana que difícil y trabajosamente depongamos una opinión recibida, aunque nos enseñen idóneos maestros, si se nos hubiera susurrado maliciosamente al oído sobre algún hombre bueno, o un mensajero mentiroso se nos hubiera adelantado al conocimiento de la verdad. Y esto es lo que sospecho que ocurrirá ahora a muchos, que, prevenidos con la perversa interpretación de unos doctores, creyeron que el Espíritu Santo es una criatura y lo despreciaron como a un criado o a un siervo. Volvamos, pues, a nuestro propósito.

 

|p2 En la deliberación del Concilio de Nicea se establece de acuerdo con la fórmula del Símbolo: "Creemos también en el Espíritu Santo". Sin duda, que esto era suficiente para los fieles, puesto que entonces no se planteaba ningún problema u objeción sobre el Espíritu Santo. ¡Ojalá que los que después introdujeron la polémica del Espíritu hubieran creído con simplicidad, conforme a la tradición, en el Espíritu Santo junto con el Padre y el Hijo! Piensa, por ejemplo, en los macedonios <5> o en sus compinches en esta curiosidad. En efecto, mientras éstos plantean cuestiones como ¿de qué naturaleza es el Espíritu Santo?, ¿de dónde le viene su existencia?, ¿cómo es su grandeza?, ¿nació o fue hecho? <6> dividieron así de nuevo al pueblo e introdujeron en las Iglesias, según la palabra del Apóstol <7>, una cuestión verdaderamente interminable. ¿No hubiera sido mejor que glorificaran con el Padre y el Hijo a Aquél en el que habían creído una vez <8> que era santo y santo por naturaleza, más que asociarlo con las criaturas? Y todavía introducen otros problemas intentando con tortuosas preguntas despojar <9> de su fe a todos los sencillos. Me parece que nadie pondrá en duda que, si no se es cauto, una pregunta hecha con mala intención precipita en la blasfemia <10>, sin percatarse siquiera, al hombre que es interrogado. De aquí que avise Pablo: "Mirad que nadie os despoje mediante la filosofía y el vano engaño" <11>. En efecto, los rebeldes <12> al Espíritu Santo plantean la cuestión de si el Espíritu Santo es "engendrado o inengengrado". He aquí dos trampas tendidas a izquierda y a derecha: en efecto, a cualquier lado que hayas querido extender el pie de tu respuesta, serás cazado. Si dices: "Ha sido engendrado", te responderá: "Luego ya no tiene Dios un Hijo unigénito, puesto que también hay un segundo engendrado por el Padre". Si dices: "No ha sido engendrado", te responderá: "Luego existirá también un segundo Padre inengendrado y ya no hay un único Dios Padre del cual procedan todas las cosas" <13>. Después de haberte cerrado ambos caminos de respuesta, te conduce casi derechamente al hoyo diciéndote: "Por tanto, si el Espíritu no es engendrado del Padre ni es inengendrado, sólo queda que se le considere criatura".

 

|p3 Ante estas conclusiones, ¿qué opción tomará la fe de la Iglesia?, ¿asentirá a la tortuosa filosofía y contra la opinión de todas las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento creerá que el Espíritu Santo de Dios es una criatura, del cual no habrá podido leer en ningún texto <15> que se le llame la criatura? Sin duda, que hará mucho mejor si, despreciadas las conclusiones y las ataduras humanas de las preguntas, se ampara en la autoridad de su Señor. En efecto, El mismo dice en el Evangelio de dónde se toma su existencia el Espíritu Santo. Aquél que no tiene fin puso un término a la cuestión, pues dice a los apóstoles: "Os enviaré desde el Padre (al Paráclito), al Espíritu de la verdad" <16>. ¿No sabes de dónde toma origen su existencia? Si quieres saberlo, escucha al que te está diciendo: "Este procede del Padre" <17>. Ahora bien, hermanos, ¿qué conviene hacer? ¿Escuchar a Cristo o a los hombres? Cristo no dijo que el Espíritu Santo fuera ni engendrado ni hecho, sino únicamente esto: que procede del Padre <18>. Son sus adversarios <19> los que dicen que ha sido hecho y creado. Pienso que es mejor creer que es como Cristo, el Señor, reveló, que como lo ideó la presunción humana. Ahora bien, si les preguntamos que de dónde pueden probar que el Espíritu Santo ha sido hecho, dado que no tienen prueba cierta y evidente tomada de las Escrituras, toman aquello que se dice en el Evangelio: "Todo ha sido hecho por medio de El y sin El no se hizo nada" <20>. Así pues, dicen: "Si todo ha sido hecho por medio de El, se ha de creer que entre las cosas también el Espíritu Santo ha sido hecho". No es ésta una demostración clara, sino más bien una conclusión excesivamente escrupulosa. ¿Pues qué? ¿Con qué espíritu hablaba Juan, al decir esto? ¿Acaso no son con el Espíritu Santo <21>, entonces ciertamente hablaba el mismo Espíritu. Pero el Espíritu Santo se refería a que habían sido hechas por medio de El todas las cosas <22> que ciertamente han sido establecidas en la multitud y el orden de la criatura, pero no se refería a sí mismo como para que se le considerase también a El como hecho de la nada entre las demás criaturas.

 

|p4 Y es testigo de esto el bienaventurado apóstol Pablo que expresamente enumera las cosas que han sido hechas por medio de Cristo <23>: "En El - dice -, han sido creadas todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles: tronos, dominaciones, principados, potestades. Todo ha sido creado por medio de El y en El" <24>. ¿Es que acaso nombró también al Espíritu Santo entre todas las cosas celestes y terrestres? Sin duda que lo hubiese nombrado en primer lugar, si hubiese sabido que había sido creado o hecho como las demás cosas. Pero si quieres entender con tanto rigor lo que fue dicho: "Todo fue hecho por medio de El" <25> de modo que no exceptúes al Espíritu Santo, te pregunto cuál es tu opinión sobre lo que el profeta David dice al Señor: "Te sirven todas las cosas" <26>. ¿Acaso responderás que el Espíritu Santo sirve entre todas o llamarás siervo al que ciertamente no es siervo, sino Señor <27> que libera a la criatura de la esclavitud? Y que el Espíritu Santo sea Señor, lo prueba Pablo a los tesalonicenses: "El Señor dirija vuestros corazones en el amor de Dios y en la paciencia de Cristo" <28>. Sin duda que llamó Señor al Espíritu, del cual incluso el mismo Salvador había dicho a los apóstoles que "El os dirigirá en toda la verdad" <29>. Y todavía más claramente <30> lo enseña Pablo al decir: "Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" <31>. Y en la Carta a los Romanos: "No habéis recibido - dijo -, un Espíritu de esclavitud para recaer de nuevo en el temor, sino que recibisteis el Espíritu de adopción" <32>. Si es Espíritu de adopción y hace a los hombres hijos de Dios, ¿cómo se le coloca en la condición servil, cuando un siervo no puede legítimamente liberar? "Puesto que sois hijos - dice -, envió Dios al Espíritu de su Hijo que clama en nuestros corazones: Abba, Padre. Y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. Por tanto, ya no es siervo, sino hijo" <33>. Si el Espíritu me hace libre e hijo y partícipe del nombre propio de su divinidad, seré un impío si llamo siervo al que me hizo <34> libre. Pero la libertad del Espíritu se manifiesta también en esto que dijo el Apóstol: "Todo lo lleva a cabo un único y mismo Espíritu, distribuyendo a cada uno según quiere" <35>. Donde se anuncia una distribución voluntaria, no puede considerarse que haya condición de esclavitud. En efecto, la esclavitud hay que entenderla en la criatura, pero en la Trinidad hay dominio y libertad. Por tanto, si lo que se dice en el Salmo de que "todas las cosas le sirven" <36> se refiere a las criaturas y no al Espíritu Santo, este otro texto de "todas las cosas fueron hechas por medio de El" <37> no incluye al Espíritu Santo entre todas las cosas, puesto que no se lee que haya sido hecho a partir de alguna materia o de la nada aquél que procedió del Padre <38>.

 

|p5 Así pues, a los fieles les basta con saber que el Hijo ciertamente ha sido engendrado, pero que el Espíritu es procedente <39> del Padre. Usemos, pues, las mismas palabras que la Sagrada Escritura quiso que usáramos <40>. Quien ame la vida y reconozca al autor de la vida y haya recibido con igual honor de los tres nombres el sacramento del bautismo, que no busque ya un fin allí donde le consta que no hubo un comienzo. Creemos, por tanto, que el Espíritu Santo Paráclito <41> procede del Padre <42>, que no es hijo ni hijo del Hijo, como suelen elucubrar los necios <43>, sino que es el Espíritu de verdad <44>, cuya procesión a nadie es concedido conocer cuál o cuánta sea <45>. En efecto, acerca de la incomprehensibilidad del mismo Espíritu dijo también el Señor en el Evangelio: "El Espíritu sopla donde quiere y escuchas su voz, pero no sabes de dónde viene y adónde va" <46>. Sabemos que este Espíritu existe con personalidad <47> propia y verdadera; que es fuente de santificación <48>, luz de las almas y dador de los dones <49>. Este Espíritu santifica y no es santificado, ilumina y no es iluminado. Y sin este Espíritu ninguna criatura podrá alcanzar la eternidad <50> ni llamarse de verdad santa. Me atrevería a decir que el templo mismo del Señor, a saber, el cuerpo que tomó de la Virgen, fue ciertamente plasmado por el mismo Espíritu, como dijo el ángel Gabriel a María: "El Espíritu Santo vendrá a ti [y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, por tanto] lo que nacerá [de ti] procede del Espíritu Santo" <51>. He aquí que el mismo templo en el que habitó <52> el Señor, el Verbo, fue santificado por el Espíritu. Y aunque el mismo Señor diga de sí mismo: "Al que el Padre santificó y envió a este mundo" <53> y "por ellos yo me santifico" <54>, pues el Hijo de Dios es poderoso para santificar no sólo su cuerpo, sino también todas las cosas, sin embargo, para manifestar al mundo el poder propio del Espíritu Santo, El mismo en el momento del bautismo recibió en su cuerpo al Espíritu Santo bajo forma de paloma <55>, para que verdaderamente según el dicho del Apóstol "habitara en El corporalmente toda la plenitud de la divinidad" <56>. De esta plenitud <57> reciben después los apóstoles "gracia por gracia" <58>, al insuflar el Señor en el rostro de los apóstoles diciendo: "Recibir el Espíritu Santo, si perdonareis los pecados de alguien, le serán perdonados, si los retuviereis, le serán retenidos" <59>. Y puesto que está escrito: "¿Quién podrá perdonar los pecados sino solo Dios?" <60> resulta que los apóstoles aparecen perdonando los pecados con el poder del Espíritu <61> y el Señor dijo en el Evangelio a la mujer: "Te son perdonados tus pecados" <62>. Así pues, ya conocemos la enorme importancia del Espíritu, al mostrarse realizando el mismo cuerpo del Señor; ya sabemos también el poder del Espíritu al perdonarnos los pecados.

 

|p6 Vengamos, pues, a sus otros poderes y obras, para que se pueda conocer la naturaleza y la grandeza del Espíritu. En efecto, del mismo modo que el Padre y el Hijo no se dan a conocer sino mediante sus obras, como dice el mismo Señor "al menos creed a mis obras" <63>, así también el Espíritu Santo no se puede conocer del todo sino por las extraordinarias señales de sus obras <64>. Así pues, nadie se inquiete cuando expliquemos los capítulos de las actividades del Espíritu Santo; que nadie cierre sus oídos cuando se recitan las Escrituras Divinas: más hay que creer a los testimonios divinos que a las cavilaciones terrenas. ¿Qué es, pues, lo que pretendemos? Subrayar sin titubeos la tradición del Señor <65>. Si pues sin el Espíritu Santo no renacemos <66> en el nombre del Padre y del Hijo, tampoco somos santificados sin el Espíritu ni avanzamos hacia la eternidad <67>. Deseamos mostrar que el Espíritu Santo ha actuado y actúa siempre con el Padre y el Hijo no sólo en el bautismo, sino también en todas las otras cosas.

 

|p7 Aunque podría bastar sólo con que apareciera como cooperador en el sacramento del bautismo, ya que a partir de aquí se entiende que las demás cosas no se han creado sin el Espíritu. ¿Cómo podría ser verdad que la renovación y restauración <68> del hombre se lleva a cabo en el Espíritu, si se cree que la plasmación y creación del hombre ha tenido lugar sin el Espíritu? ¿Acaso hay duda de que el sacramento del bautismo es más que los comienzos mismos de la creación? Es claro que en el bautismo se perfecciona la eternidad, mientras que en el comienzo "la muerte reinó desde Adán" <69>. Oigamos, por tanto, a David que profetizó acerca de la creación: "El Verbo del Señor hizo los cielos y el Espíritu de su boca todo su ejército" <70>. En este Verbo hay que entender ciertamente al Hijo, según la proclamación de Juan: "Todo fue hecho por medio de El" <71>. Y el Espíritu de su boca no es otro sino éste al que se le confiesa Santo. Con lo que en un solo versículo tienes al Señor <72> y al Verbo del Señor y al Espíritu Santo que había de completar el misterio de la Trinidad. Y si alguien imprudentemente pretendiera interpretar como un mandato a este Verbo, por cuyo medio fueron creados los cielos, y dijera igualmente que el Espíritu es el aire que se desvanece, necesariamente caería poco a poco en el judaísmo, ya que ni Fotino ni los judíos conceden que algo haya sido creado por medio del Verbo subsistente o por medio del Espíritu.

 

|p8 Pero responderás <73>: "Es verdad que del Verbo se ha revelado que creó, pero, ¿y del Espíritu?" Aquí tienes otro testimonio de aquel antiquísimo y justísimo Job que dice: "El Espíritu divino que me creó" <74>. Y David dice a Dios cantando: "Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra" <75>. Si la creación y la restauración se lleva a cabo por medio del Espíritu, no hay duda de que tampoco el comienzo de la creación tuvo lugar sin el Espíritu. Pero aquellos que resisten a la verdad <76>, dado que el Espíritu aparece como creador, suelen referir ingeniosamente al Hijo el vocablo y la persona del Espíritu, pues también el Hijo es Espíritu, como también el Padre es Espíritu. Tampoco se ha de dar crédito a tan perversa argumentación, por el hecho de que David dijere Verbo del Señor, que es Hijo, y mencionara al Espíritu sin más, que es el Santo: el Verbo ciertamente crea los cielos, pero el Espíritu a todo su ejército, es decir, su ornato. Por tanto, o los que leen estas cosas las creen o si no quieren creer, ¿para qué las leen»? Nadie piense, pues, que esta credulidad <77> hace afrenta a Dios Padre, cuando más bien redunda en su gloria decir que su Verbo, de cual él mismo es Padre, o su Espíritu, del cual es su autor <78>, ha creado todas las cosas, pues el Padre mismo lo crea todo, cuando su Verbo y su Espíritu crean.

 

|p9 Después de tratar de la creación veamos cómo vivifica la Trinidad. De la persona del Padre dice el Apóstol: "Doy testimonio ante Dios que lo vivifica todo" <79>. Pero Cristo da la vida: "Mis ovejas - dice -, oyen mi voz y yo les doy la vida eterna" <80>. Y somos vivificados por medio del Espíritu,  según dice el mismo Señor: "El Espíritu es el que vivifica" <82>. Del mismo modo también dice Pablo en la Carta a los Romanos: "El que resucitó a Cristo de entre los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que inhabita en vosotros" <83>. Por tanto, ha quedado claramente demostrada la única vivificación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo <84>.

 

|p10 En Dios hay presciencia <85> de todas las cosas y es conocedor de las cosas ocultas <86>. Aunque ningún cristiano no lo ignore hemos de demostrarlo a partir del Libro de Daniel. "¡Oh Dios! - dice -, que eres conocedor de las cosas ocultas y que ves las cosas antes de que ocurran" <87>. Esta misma presciencia se da en Cristo, según refiere el evangelista: "Desde el comienzo -dice - sabía Jesús quién le había de entregar <88> o quiénes eran los que no creían" <89>. Que sea conocedor de las cosas ocultas queda manifiesto desde el momento en que decía, interpretando los oscuros pensamientos de los judíos: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? <90>.

 

|p11 Que de igual modo el Espíritu lo conoce <91> todo de antemano, lo manifestó Dios <92> cuando dijo a los apóstoles: "Cuando venga el Espíritu de la verdad os lo enseñará todo y os anunciará lo que ha de venir" <93>. Del que se dice que anuncia lo venidero, pienso que no se dudará que lo sabe todo de antemano, porque El mismo "escruta las profundidades de Dios" <94> y "conoce todo lo que es de Dios" <95>. E incluso revela los misterios de Dios según testimonio de Daniel: "El Dios de los dioses y el Rey de los reyes - dice -, es el que revela los misterios" <96>. En efecto, todos se nos revelan por medio de Cristo, como El mismo dice: "Nadie se lo quisiere revelar" <97>. Pero toda revelación acontece en el Espíritu según testimonio de Pablo: "A nosotros - dice -, nos lo reveló Dios por medio de su Santo Espíritu" <98>. He aquí que es única la revelación de la Trinidad de Dios.

 

|p12 Que está presente <99> en todas partes y que lo llena todo, lo decimos con palabras de Isaías: "Yo - dice -, soy un Dios cercano y no un Dios lejano. Si el hombre estuviera escondido en las profundidades ¿acaso no lo veré yo? ¿No lleno yo el cielo y la tierra" <100>. ¿Y qué es lo dice en el Evangelio Cristo el Salvador sobre su presencia en todas partes? "Donde quiera que haya - dice - dos o tres en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos" <101>. Y de su plenitud nos dice el Apóstol: "El que descendió, es el mismo que ascendió sobre todos los cielos para llenarlo todo" <103>. Y Salomón dice: "El Espíritu de Dios llenó el orbe de la tierra" <104>. Dios habita en sus santos según la promesa que formuló: "Habitaré en ellos y andaré entre ellos" <105>. ¿Y qué dice el Señor en el Evangelio? "Permaneced en mí y yo en vosotros" <106>. Esto lo prueba también Pablo: "¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros?" <107>. Esta habitación se realiza en el Espíritu, como lo recuerda Juan: "Por esto - dice -, sabemos que está en nosotros, porque nos dio de su Espíritu" <108>. De igual modo también Pablo: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" <109>. Y después dice: "Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo" <110>.

 

|p13 Que el Padre acusa, que también el Hijo acusa y que también el Espíritu Santo acusa, se prueba así <111>. En el Salmo 48 se lee: "Dios dice al pecador: ¿Por qué recitas mis justicias?" <112> Y a continuación: "Te acusaré y te lo echaré en cara" <113>. De igual modo, David en su oración dice al Señor: "Señor, no me acuses en tu ira" <114>, porque había de venir para acusar a toda carne. ¿Y qué es lo que en el Evangelio dice el Salvador sobre el Espíritu Santo? "Cuando venga aquel Paráclito - dice -, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio" <115>. David previendo esto clamaba al Señor: "¿A dónde iré lejos de tu Espíritu, a dónde huiré lejos de tu rostro?" <116> Y que este único juicio lo realizará Dios por medio de Cristo, lo manifiesta el apóstol Pablo: "Cuando juzgue - dice - Dios las cosas ocultas de los hombres por medio de Jesucristo Nuestro Señor" <117>. Y el Espíritu juzga al Anticristo, como dice el mismo Apóstol al hablar de la persona del Anticristo: "Al que matará - dice - el Señor Jesús con el Espíritu de su boca" <118>. Si el Anticristo es aniquilado con el Espíritu de la boca del Señor, luego también toda criatura será juzgada por el Espíritu, como lo testimonia Salomón: "Contra ellos estará el Espíritu de poder y como si fuera un vendaval los dividirá" <119>.

 

|p14 Que el Padre es bueno, el Hijo es bueno y el Espíritu Santo es bueno, se prueba así <120>. Acerca del Padre dice el mismo Unigénito en el Evangelio: "Nadie es bueno sino el único Dios" <121>. Y de sí dice: "Yo soy el pastor bueno" <122>. Igualmente David, salmodiando para el Señor, dice acerca del Espíritu: "Tu buen Espíritu me conducirá por camino recto" <123>. Y como se dice del Hijo: "Recta es la Palabra del Señor" <124>, también se dice del Espíritu: "Renueva tu recto Espíritu en mis entrañas" <125>.

 

|p15 ¿Quién puede, pues, silenciar <126> aquella dignidad del Espíritu Santo? Pues los antiguos profetas clamaban: "Esto dice el Señor" <127>. En su venida Cristo aplicó esta expresión a su persona diciendo: "Y yo os digo" <128>. Y los nuevos profetas ¿qué clamaban? Como Agabo que profetiza y dice en los Hechos de los Apóstoles: "Esto dice el Espíritu Santo" <129>. Y el mismo Pablo en la Carta a Timoteo: "El Espíritu dice claramente" <130>. Y Pablo dice que él ha sido llamado por Dios Padre y por Cristo. "Pablo - dice -, apóstol no por los hombres ni por medio de un hombre, sino por medio de Jesucristo y Dios Padre" <131>. Y en los Hechos de los Apóstoles se lee que fue segregado y enviado por el Espíritu Santo. En efecto, así está escrito: "Y dijo el Espíritu Santo: Segregadme a Bernabé y a Pablo para la obra a la que los he llamado" <132>. Y poco después: "Ellos, - dice -, enviados por el Espíritu Santo descendieron a Seleucia" <113>.

 

|p16 Nadie se imagine que el Espíritu Santo sea algo despreciable porque se llame Paráclito <134>. Pues Paráclito significa en latín abogado o consolador, y este nombre lo es común con el Hijo de Dios, como dice Juan: "Os escribo estas cosas - dice -, para que no pequéis. Pero si pecáis, tenemos como Paráclito ante el Padre a Jesucristo, el Justo" <135>. E incluso el mismo Señor al decir a los apóstoles: "El Padre os enviará un segundo abogado" <136>, sin duda que, al llamarlo otro Paráclito, se manifiesta a sí mismo como Paráclito <137>. Pero ni siquiera este nombre de Paráclito es ajeno al Padre, pues es nombre de beneficio, no de naturaleza. Finalmente Pablo escribe así en la Carta a los Corintios: "Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela" <138>, lo cual se dice en griego <139> kaì theòs pásês parakléseôs. Y cuando al Padre se le llama consolador y al Hijo consolador y también al Espíritu Santo (se le llama) consolador, se nos comunica sin embargo, una única consolación de la Trinidad, como también un único perdón de los pecados, al afirmar el Apóstol: "Habéis sido lavados - dice -, y santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" <140>.

 

|p17 Pero quizá estas cosas suaves y buenas no elevan nuestra mente a comprender el poder del Espíritu Santo. Digamos algo de las terribles. Según está escrito en los Hechos de los Apóstoles, Ananías había vendido sus bienes y como falso discípulo se había reservado para sí una parte substraída del dinero y puso el resto como si fuera todo a los pies de los apóstoles <141>. Ofendió al Espíritu Santo del que había pensado ocultarse. ¿Y qué le dijo a continuación San Pedro? "Ananías, ¿por qué Satanás ha llenado tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo?" <142>. Y enseguida dijo: "No has mentido a los hombres, sino a Dios"<143>. Y herido así por el poder de aquél a quien había querido engañar, expiró. ¿Qué quiere San Pedro que se entienda aquí por Espíritu Santo? Queda claro cuando dice: "No has mentido a los hombres sino a Dios" <144>. Por tanto, está claro que el que miente al Espíritu Santo, miente a Dios, y que quien cree en el Espíritu Santo, cree en Dios. De igual modo, la mujer de Ananías que había estado de acuerdo en la mentira, se convirtió también en compañera en la muerte. Algo semejante e incluso más grave anuncia el Señor en el Evangelio, cuando dice: "Todo pecado y blasfemia se les perdonarán a los hombres, pero a quien diga una blasfemia contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este siglo ni en el futuro" <145>. ¡Qué terribles palabras! Dice que tiene un pecado irremisible quien blasfema contra el Espíritu Santo. Compara con esta sentencia lo que está escrito en el Libro de los Reyes: "Si un hombre peca contra otro, orarán por él, pero si alguien peca contra Dios, ¿quién orará por él?" <146>. Si pues, blasfemar contra el Espíritu y pecar contra Dios es un pecado semejante e igualmente inexpiable, ya comienza a estar claro para los inteligentes cuál es la naturaleza del Espíritu Santo.

 

|p18 Podría aducir muchos testimonios tomados de las Sagradas Escrituras que, según el sacramento del bautismo, manifiestan la Trinidad de una única operación y poder. Pero dado que los sabios tienen el entendimiento lleno de estos testimonios, paso muchos por alto. Así pues haré un resumen <147> de lo dicho: si el Espíritu Santo procede del Padre; si libera; si santifica; si, como dice el Apóstol <148>, es Señor; si crea con el Padre y el Hijo; si revela; si está en todas partes; si llena el orbe de la tierra; si habita en los elegidos; si acusa al mundo; si juzga; si es bueno y recto; si se le aplica el "esto dice el Espíritu Santo" <149>; si creó a los profetas <150>; si envió a los apóstoles; si es consolador; si purifica y justifica; si aniquila a los que le tientan; si aquél que blasfema contra El no tiene perdón ni en este mundo ni en el futuro, lo cual es ciertamente propio de Dios; si estas cosas son así, más aún, puesto que son verdaderas ¿para qué se me pide que diga qué es el Espíritu Santo si mediante la grandeza de sus obras se manifiesta lo que El es en persona? Ciertamente no es extraño a la majestad del Padre y del Hijo <151>, el que tampoco es extraño al poder de sus obras. En vano se le niega el nombre de la divinidad <152> a aquél cuya potestad no puede negarse; en vano se me prohíbe que adore <153> con el Padre y el Hijo a aquél a quien me veo obligado por la misma verdad a confesarlo con el Padre y el Hijo. Si El junto con el Padre y el Hijo me confiere el perdón de los pecados, me dona la santificación y la vida perpetua, seré demasiado ingrato, si no le rindo gloria con el Padre y el Hijo. Y si no ha de ser venerado junto con el Padre y el Hijo, tampoco se le ha de confesar en el bautismo. Pero si hay que confesarlo de todos modos, según la palabra del señor y la tradición de los apóstoles, que la fe no sea semiplena <154>. ¿Quién me podrá apartar de rendirle culto? En efecto, también suplicaré, como es debido, a aquél en quien se me manda creer.

 

|p19 Adoraré, por tanto, al Padre, adoraré al Hijo, adoraré al Espíritu Santo con una única y misma adoración. Y si alguien considera duro esto, oiga cómo David exhorta a los fieles al culto <155> de Dios: "Adorad - dice -, el escabel de sus pies" <156>. Si es propio de la piedad adorar el escabel de sus pies ¿cuánto más piadoso es adorar si lo que se adora es su Espíritu? Sin duda, aquel Espíritu al que San Pablo <157> anunció con tan gran sublimidad diciendo: "Os evangelizaron al Espíritu Santo enviado desde los cielos <158>, al que desean contemplar los ángeles" <159>. Si los ángeles desean verlo ¡cuánto más nosotros, que somos hombres mortales, no debemos despreciarlo! No sea que se nos diga como se dijo a los judíos: "Vosotros estáis resistiendo siempre al Espíritu Santo, como también vuestros padres: <160>.

 

|p20 Y si tales y tan grandes testimonios no inclinan nuestro corazón a venerar al Espíritu Santo, he aquí algo más decisivo. En efecto, Pablo instruye así a los profetas de la Iglesia, en los que ciertamente y por medio de los cuales habla el mismo Espíritu Santo: "Si todos - dijo -, profetizan y entra un fiel o un no iniciado, es juzgado por todos, examinado por todos y queda manifiesto lo oculto de su corazón. Y entonces postrándose rostro en tierra adorará a Dios, pronunciando que Dios está verdaderamente en vosotros" <161>. Es cierto que el Espíritu Santo está en los que profetizan. Por tanto, si los infieles caen rostro a tierra adorando al Espíritu Santo, lo adoran con temor y lo confiesan obligados por la grandeza de sus obras, es decir, por la abundancia de la gracia espiritual ¡cuánto más deben los fieles adorar al Espíritu Santo voluntariamente y de corazón!

 

|p21 Sin embargo, se adora al Espíritu Santo no al modo de los gentiles <162> como si estuviera separado <163>; como tampoco se adora separadamente el Hijo, que está a la derecha del Padre <164>; sino que cuando adoramos al Padre, creemos que adoramos al mismo tiempo al Hijo y al Espíritu Santo, ya que también cuando invocamos al Hijo, creemos que estamos invocando al Padre y cuando oramos al Padre, creemos que nos escucha el Hijo, como promete el mismo Señor: "Cualquier cosa que pidierais al Padre en mi nombre, la haré, para que el Padre sea honrado en el Hijo" <165>. Del mismo modo también cuando se adora al Espíritu, ciertamente se adora a aquél del cual es Espíritu.

 

|p22 Nadie ignora que a su Divina Majestad no se le puede añadir ni disminuir nada por medio de las súplicas humanas, sino que cada uno según la intención de su voluntad adquiere para sí la gloria al adorar con fidelidad o confusión al resistir obstinadamente. En efecto, es cierto que la pasión y la soberbia dañan, y que la honorificencia espera el fruto de la devoción. ¿Por qué los fieles no han de honrar íntegramente <166> a la Trinidad, a la que confían pertenecer, en cuyo nombre creen haber renacido y con cuyo nombre se glorían llamarse? Al igual que a los hombres de Dios se les aplica el nombre de Dios Padre, como Elías fue llamado hombre de Dios <167> y Moisés fue llamado hombre de Dios <168> y como Pablo llamó a Timoteo hombre de Dios <169>, del mismo modo los cristianos derivan su nombre de Cristo <170>, como también llaman espirituales por referencia al Espíritu <171>. Así mismo si te llamas cristiano y no eres espiritual, no confíes mucho en tu salvación. Por tanto, y según la confesión del bautismo salvador <172>, sea íntegra la fe en la Trinidad, sea una sola devoción de la piedad, y no pensemos, como los gentiles, en diversidad de poderes ni sospechemos que hay una criatura <173> en la Trinidad. Mas tampoco sucumbamos al escándalo de los judíos que niegan al Hijo de Dios y no adoran al Espíritu, sino más bien adorando y magnificando a la Trinidad perfecta, como formulamos con nuestros labios en los misterios <174> mantengamos así nuestra convicción: "Un solo Santo, es decir el Espíritu, un solo Señor Jesucristo para gloria de Dios Padre. Amén", porque sólo hay un único culto a la Trinidad. Y después, siguiendo la paz y el amor, que abundemos siempre en obras buenas para que, como oyeron los corintios en la segunda Carta, oigamos del Apóstol: "La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo esté con todos vosotros. Amén" <175>.

 

<1> El título con que se conoce este tratado De Spiritus Sancti Potentia procede del Cardenal Mai, el cual explica el término potentia con el significado de persona. Para ello aduce textos de MARIO VICTORINO, Comm. in Epist. ad Galatas II 4,4: PL 8,1178B: Adversus Arium III 17: SC 68, 942 que llama a las personas de la Trinidad, potentias. Sin embargo, sería extraño que en una obra en cuyo título aparece el término potentia, con el sentido de persona, luego se utilizara el mismo término con su sentido obvio de poder, potencia. De mantener uniformemente el significado de persona, el cap. 18 que habla de una única potencia sería herético en sentido sabelianista.

 

<2> Cf. CIRILO de JERUSALEN, Catequesis XVI,4: "El Espíritu Santo es honrado juntamente con el Padre y el Hijo y en el momento del santo bautismo es simultáneamente incluido en la Trinidad Santa. En efecto, el Hijo Unigénito de Dios dijo claramente a los apóstoles: `Id, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo' (Mt 28,29)" [CIRILO de JERUSALEN, El Espíritu Santo (Catequesis XVI-XVII). Introducción del griego y notas de Carmelo Granado, S.J. (Biblioteca de Patrística 11). Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1990,pp. 34-35].

 

<3> Cf. Mt 28,19.

 

<4> Cf. el párrafo 5 y CIRILO de JERUSALEN, Catequesis XVI 1: "Para hablar del Espíritu Santo, no es realmente necesaria la gracia espiritual, no porque vayamos a hacerlo conforme a la dignidad del tema, pues sería imposible, sino para que procedamos sin peligro a exponer las cosas a partir de las Sagradas Escrituras" (pp. 29-30). Cf. también Id., Catequesis XVI 2; XVII 1.

 

<5> Alrededor del 360 surge la cuestión sobre la divinidad del Espíritu entre los homeousianos más ligados a Macedonio, patriarca de Constantinopla. Esta había sido nombrado obispo de Constantinopla considerándose arriano, pero posteriormente fue expulsado por los mismos arrianos, al admitir Macedonio la divinidad del Hijo. Macedonio es ortodoxo (en sentido amplio) en cuanto a la doctrina del Verbo, pues afirma que es semejante en todo al Padre, pero el Espíritu dice que es criatura. En la polémica sobre la divinidad del Espíritu entraron enseguida los arrianos, radicales y moderados.

 

<6> En este mismo párrafo volverá a mencionar esta cuestión. La había formulado ya en el siglo III Orígenes: "Finalmente, [los apóstoles] asociaron el Espíritu Santo en honor y dignidad al Padre y al Hijo. A propósito de esto no está claramente precisado si es engendrado o inengendrado utrum natus aut innatus; si también él tenga que ser considerado hijo de Dios o no: tales cuestiones deben profundizarse, en cuanto sea posible, según la Sagrada Escritura y con un agudo examen. Por otro lado, en la Iglesia se profesa con la máxima claridad que el Espíritu Santo ha inspirado a todos los santos profetas y apóstoles, y que no ha habido un Espíritu en los antiguos y otro distinto en aquéllos que han sido inspirados con la venida de Cristo" (ORIGENES, De Principiis 1 Praef. 4: SC 252,82). Notemos "si es engendrado o inengendrado", que merece el siguiente comentario. Mientras Rufino en su traducción lee natus, Jerónimo en la Epist. 124,2 a Avito escribe refiriéndose a Orígenes: "Afirma que el Espíritu Santo es el tercero en dignidad y honor después del Padre y del Hijo. Del cual diciendo que ignora si es hecho o increado utrum factus sit an infectus, deja expresado en páginas posteriores lo que de él pensaba, al afirmar que nada a excepción de sólo Dios Padre hay increado infectum" (BAC 220,577). Jerónimo está refiriéndole a Avito una lista de errores dogmáticos de Orígenes. La alusión a nuestro pasaje es evidente. Lo interesante es que a través de Jerónimo se descubre el texto original griego. Donde Rufino traduce utrum natus aut innatus, Jerónimo ha leído ultrum factus sit an infectus. La lectura de Rufino supondría gennêtos-angénnêtos derivado de gígnomai. La lectura de Jerónimo es la que corresponde a lo que escribió Orígenes, pero no así la interpretación maliciosa que de él hizo. El texto griego de Orígenes tendría la expresión génetos con una sola "n". Para Orígenes tendría la expresión génetos y génnêtos (una o dos n) son términos equivalentes o intercambiables. Con la crisis arriana se fijará el sentido de los términos. Para expresar creación se dirá génetos de gignomai. Para expresar generación se dirá génnêtos de gennáo. Jerónimo ha traducido génetos por factus según la teminología ya fijada después de Nicea, interpretando que el Hijo, para Orígenes, sería una criatura. Rufino ha traducido génetos por natus interpretando a Orígenes por el conjunto de su teología. Cuando Orígenes plantea en este pasaje si el Espíritu es genêtos no piensa en que sea criatura, pues el mismo De Principiis dice que no ha encontrado ni un solo pasaje bíblico que considere al Espíritu como hecho o creado, ni siquiera en el sentido en que tal expresión se emplea en la Escritura con relación a la Sabiduría.

 

<7> Cf. 1 Tm 1,4.

 

<8> En el bautismo.

 

<9> Alusión al texto de Col 2,8 que enseguida citará.

 

<10> La blasfemia contra el Espíritu Santo.

 

<11> Col 2,8.

 

<12> Cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate X (expositio fidei catholicae): PL 62, 292 CD.

 

<13> 1 Co 8,6.

 

<14> El arrianismo y todos los pneumatómacos.

 

<15> Se refiere a las Escrituras que son la referencia permanente de la teología de Nicetas.

 

<16> Jn 15,26; cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto I 1,25: CSEL 79,26.

 

<17> Jn 15,26.

 

<18> El Símbolo del Concilio de Constantinopla del 381 dice: Tò ek goû patròs ekporeuómenon. Es la fórmula más importante del Símbolo y la más difícil de interpretar. Al encontrarse en el centro de este conjunto de cláusulas les da sentido a todas. Se trata de una cita indirecta de Jn 16,26 pues sustituye la preposición pará del texto joánico por la preposición ek. El verbo ekporeuómenon refleja el ekporeúetai de Juan. Que aquí se diga ek toû patrós puede ser un reflejo de 1 Co 2,12: tò pneûma, tò ek toû Theoû. O que lo pida el mismo ekporeuómenon que tiene como prefijo la preposición ek. Esta preposición tiene un sentido teológico cuando se habla de Dios. Sólo hay dos modos de proceder de Dios: o por creación de la nada, o de la sustancia del Padre. Nicea había utilizado la preposición ek en relación a la procedencia del Hijo. Constantinopla aplica la misma preposición a la procedencia del Espíritu. Pero mientras el Hijo es "engendrado", el Espíritu "procede". Así el Espíritu no es criatura, y en cuanto intermedio entre en inengendrado y el engendrado es Dios (GREGORIO NACIANCENO, Oratio 31,8: SC 250,290). El fundamento y origen del Espíritu no es simplemente la sustancia divina, sino una persona: el Padre, considerado como hontanar de la divinidad. Utilizando el término procede exporeuómenon (si se hubiera utilizado el participio de aoristo se hubiera expresado mejor la procedencia eterna, dejándolo en participio de presente expresa su divinidad por su relación con el Padre), el Símbolo nos pone ante el misterio de la existencia propia del Espíritu. El Espíritu no es un poder que emana de la sustancia divina, sino una persona frente al Padre. ¿Es intencionada la omisión de una referencia al Hijo en la procesión del Espíritu? Probablemente sí, pero con una intención antipneumatómaca, pues uno de los argumentos de los pneumatómacos era concluir dice Jn 1,3 que el Espíritu con el Padre y de Jesús en relación con el Espíritu implica no sólo las relaciones intratrinitarias sino también la misión temporal del Espíritu [B. SCHULTZE, "Die Pneumatologie des Symbols von Konstantinopel als abschliessende de Fortiana Periodica 47, 1981, p. 16]. resumiendo el sentido de la expresión ek toû Patrós: a) No se excluye el papel mediador del Hijo en la procesión del Espíritu; b) Esto no equivale a decir que el Hijo sea aitíon por ser mediador. Aitíon es sólo el Padre; c) ek toû Patrós no supone una ousía separada del Padre o una ousía impersonal; d) No se puede hacer del Hijo una especie de causa secundaria del Espíritu.

 

 

<19> Los pneumatómacos.

 

<20> Jn  1,3 texto clásico en toda la teología penumatómaca. Cf. AMBROSIO, De Spíritu Sancto I 2,27-29.

 

<21> Cf. Mt 10,20.

 

<22> Cf. Jn 1,3.

 

<23> Cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate XII (De Trinitate et Spiritu Sancto): PL 62, 309 AB.

 

<24> Col 1,16.

 

<25> Jn 1,3.

 

<26> Sal 119 (118),91.

 

<27> El Símbolo de Constantinopla llama al Espíritu tò kyrion. Aquí llama la atención el artículo neutro tó acompañando a kyrios masculino, a no ser que se trate de un adjetivo (A de HALLEUX, "La profesión de l'Esprit-Saint dans le symbole de Constantinople", Revue Théologique de Luvain 10, 1979, 5-39). Tò kyrion es lo divino (A.M. RITTER, Das Konzil von Konstantinopel und sein Symbol, Göttingen 1965, p.229), "el de la categoría del Señor" (I. ORTIZ DE URBINA, Nicea y Constantinopla, Vitoria 1969, p.194), "de naturaleza señorial, es decir, divina" (HALLEUX, a.c., p.26). San Basilio habla del señorío como contrapuesto a servidumbre. En la elaboración de la fórmula tò kyrion quizá pudo haber influido el texto de 2 Co 3,17. Este apelativo es claramente antipenumatómaco (RITTER, o.c., p.299). Tò Kyrion, título divino, está asociado al Zôopoión, relativo al mundo nuevo inaugurado por la resurrección.

 

<28> 2 Ts 3,5.

 

<29> Jn 16,13.

 

<30> Nicetas aduce 2 Co 3,17 que suele ser considerado por la exégesis científica uno de los textos e difícil interpretación. De todos modos, la opción de Nicetas es clara: 2 Co 3,17 trata del Espíritu Santo y de El se dice que es Señor.

 

<31> 2 Co 3,17.

 

 

<32> Rm 8,15.

 

<33> Ga 5,6-7. Nicetas cita la lectura del vers. 7 con sus dos miembros invertidos en relación tanto al texto griego como a la Vulgata. Para la comprensión correcta del vers. 7 tal como lo cita nuestro Autor hay que atender a la explicación que a continuación se da en el texto.

 

<34> En el momento del bautismo.

 

<35> 1 Co 12,11.

 

<36> Sal 119 (118),91.

 

<37> Jn 1,3.

 

<38> Cf. Jn 15,26.

 

<39> Nótese que Nicetas afirma repetidas veces que el Espíritu procede del Padre (cf. Jn 15,26) y no añade que también proceda del Hijo. En realidad, se mantiene a un nivel de mera fidelidad al texto bíblico, según él mismo repite en varios pasajes. Véase al final de este mismo número y en los párrafos 5.18 y también el Símbolo de Fe (De Symbolo), 7.

 

<40> "Digamos, pues, sobre el Espíritu Santo sólo lo que está escrito. Si algo no está escrito, no nos ocupemos de ello. El mismo Espíritu Santo dictó las Escrituras y El dijo de sí mismo lo que quiso o lo que podíamos comprender. Digamos, pues, lo que El dijo: porque lo que no dijo, no nos atrevemos a decirlo" (CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis XVI,2: BP 11,30-31).

 

<41> Cf. Jn 14,26; 15,26.

 

<42> Cf. Jn 15,26.

 

<43> Cf. ATANASIO, Epistola ad Serapionem I 15: PG 26,568A.

 

<44> Cf. Jn 16,13; 14,17; 15,26.

 

<45> Cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate X (Expositio fidei caholicae): PL 62,293A.

 

<46> Jn 3,8. Cf. AMBROSIO, De Fide II 47.

 

<47> El texto latino dice in persona esse propria et vera.

 

<48> Cf. el Credo de GREGORIO TAUMATURGO en GREGORIO DE NISA, Vida de Gregorio Taumaturgo: PG 46,912D-913A.

 

<49> Cf. 1 Co 12,11.

 

<50> Cf. El símbolo de la Fe, 7.

 

<51> Lc 1,35; Mt 1,20.

 

<52> La cristología de Nicetas puede recabarse especialmente de su Exposición de la Fe (De ratione fidei) (RF) y de su El símbolo de la Fe (De Symbolo) (DS). Nicetas conoce la herejía trinitaria de Sabelio (RF 2), la cristología de Fotino (RF 2), la doceta (DS 4), pero la que especialmente le ocupa es la arriana (RF 3s). Cristo es al mismo tiempo Dios y hombre (DS 4). Como Dios es consustancial al Padre (RF 4), con el cual tiene unidad de naturaleza, de reinado, de voluntad y de poder (RF 7). Al encarnarse tomó un cuerpo semejante al nuestro (DS 3). Hecho hombre permanece Dios (DS 3). La fe confiesa en Cristo tanto la forma divina en la que siempre existió como la forma de siervo que asumió (RF 7). La finalidad de la encarnación es la salvación de los hombres (DS 4). La encarnación es verdadera y no aparente, de lo contrario sería falsa la salvación (DS 4). Es además virginal (DS 3). El cuerpo humano asumido (RF 6) procede de la Virgen (De Spiritus Sancti potentia 5) (SSP 5). En ese cuerpo habitó el Verbo como en un templo SSP 5). Aunque Nicetas no habla del alma humana de Cristo es claro que la humanidad del Señor es completa. En efecto, Cristo tiene una psicología humana (RF 6). Las pasiones (hambre, sueño, lágrimas, tristeza, cruz, etc.) no son sólo ejemplos de tolerancia, sino señal de la verdad de su encarnación (RF 6). En esas pasiones muestra su humanidad (DS 4,5). En los milagros que realiza revela su divinidad (RF 6; DS 4).

 

 

<53> Jn 10,36.

 

<54> Jn 17,19.

 

<55> Cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22.

 

<56> Col 2,9.

 

<57> Cf. Jn 1,16. Es importante la exégesis de Nicetas sobre la plenitud de Cristo que es el Espíritu Santo.

 

<58> Jn 1,16.

 

<59> Jn 20,22.

 

<60> Lc 5,21.

 

<61> Exactamente el texto dice con Espíritu de poder.

 

<62> Lc 7,48.

 

<63> Jn 10,6.

 

<64> "¿No exaltaremos ni glorificaremos al que es divino por naturaleza (theîon tê phúsei), ilimitado en su grandeza, poderoso en sus obras, bueno en sus beneficios? Yo soy de la opinión de que la gloria (dóxan) no consiste sino en la enumeración de sus títulos admirables. Por consiguiente, o nos ordenan que no nos acordemos de sus beneficios o la exposición de sus títulos es ciertamente la realización de la mayor alabanza (doxologías). En efecto, no podemos glorificar (doxáxein) al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo y a su Hijo único de otro modo que exponiendo con detalle sus (del Espíritu) obras maravillosas" (BASILIO MAGNO, Tratado sobre el Espíritu Santo 23,54: SC 17,214).

 

<65> Cf. Mt 28,19 y  1.

 

<66> En el bautismo.

 

<67> Cf. El símbolo de la fe, 7.

 

<68> Cf. Tt 3,5.

 

<69> Rm 5,14.

 

<70> Sal 33 (32),6.

 

<71> Jn 1,3.

 

<72> Es decir, el Padre.

 

<73> Los párrafos 8-22 los utilizó EUGENIO de CARTAGO en su Profesión de Fe dirigida al Rey Unerico, según transmite VICTOR de VITA, Historia persecutionis Africae provinciae, III: PL 58,219ss.

 

<74> Job 33,4.

 

<75> Sal 104 (103),30. Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto II 5,34:CSEL 79,99.

 

<76> Cf. Hch 7,51.

 

<77> Credulitas: significa fe firme, sólida. En El símbolo de la Fe (De Symbolo) 2 también usa el término credulitas.

 

<78> Cuius ipse est auctor: Hemos preferido traducir auctor por autor. El sentido es que el Padre es el hontanar o la fuente del Espíritu, es decir, que el Espíritu tiene su origen en el Padre. Probablemente Nicetas ha tomado este término de la teología trinitaria de HILARIO de POITIERS, el cual utiliza técnicamente el término auctor para expresar el origen o procedencia del Espíritu, cfr. L. LADARIA, El Espíritu Santo en San Hilario de Poitiers, Madrid 1977, pp. 289-290 y los pasajes de Hilario allí citados.

 

<79> 1 Tm 6,13.

 

<80> Jn 10,27.

 

<81> En el Símbolo de Constantinopla, el término zôpoión significa no sólo vivificante sino también creador de vida en sentido estricto y expresa, por tanto, la divinidad del Espíritu. Hacedor de vida (cf. Jn 6,63); 2 Co 3,6), vivificador. La vida desde el comienzo en el Génesis está en relación con el Espíritu. Y la vida hay que entenderla en sentido pleno, no sólo vida física, sino también vida espiritual. El Espíritu es el que da la verdadera vida, porque El es increado y viene de arriba. La descripción del Espíritu como vivificador es otra manera de decir que es Dios, desde una perspectiva económica, es decir, en términos soteriológicos.

 

<82> Jn 6,64.

 

<83> Rm 8,11.

 

<84> Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto II 4,29-31: CSEL 79,97-98.

 

<85> Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto II,11,123ss: CSEL 79,134-135.

 

<86> Cf. Dn 13,42.

 

<87> Dan 13,42.

 

<88> Jn 13,11.

 

<89> Jn 6,64.

 

<90> Mt 9,4.

 

<91> Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto II,11,114-116: CSEL 79,131.

 

<92> Aquí Dios se aplica a Cristo.

 

 

<93> Jn 16,13.

 

<94> 1 Co 2,11.

 

<95> 1 Co 2,11.

 

<96> Dn 2,47.

 

<97> Lc 10,22.

 

<98> 1 Co 2,10.

 

<99> Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto I 7,85ss.: CSEL 70,50s.

 

<100> Jr 23,23-24. Nicetas ha sufrido aquí un lapsus al atribuir el texto al profeta Isaías.

 

<101> Mt 18,20.

 

<102> Ef 4,10.

 

<103> Ag 1,4-5.

 

<104> Sb 1,7.

 

<105> Lv 26,12.

 

<106> Jn 15,4.

 

<107> 2 Co 13,5.

 

<108> 1 Jn 3,24.

 

<109> 1 Co 3,16.

 

<110> 1 Co 6,20.

 

<111> Cf. AMBROSIO, De Spíritu Sancto III,6,35ss: CSEL 79,164ss.

 

<112> Sal 50 (49),16.

 

<113> Sal 50 (49),21.

 

<114> Sal 6,2.

 

<115> Jn 16,8.

 

<116> Sal 138 (137),7.

 

<117> Rm 2,16.

 

<118> 2 Ts 2,8.

 

<119> Sb 5,23.

 

<120> Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto 1,5,64ss.: CSEL 79,42ss.: De Fide II, 1,15-3,33: CSEL 78,62-68.

 

 

<121> Mt 19,17.

 

<122> Jn 10,11.

 

<123> Sal 143 (142),10.

 

<124> Sal 33 (32),4.

 

<125> Sal 51 (50),12.

 

<126> Para todo este número, cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate XII (De Trinitate et Spiritu Sancto): PL 62,317 A-D. Cf. también ATANASIO, De Incarnatione et contra Arianos 13.17.18: PG 26,1005. 1012-1016.

 

<127> Cf. Ez 22,28; etc.

 

<128> Cf. Mt 5,22.23.43; etc.

 

<129> Hch 21,11.

 

<130> 1 Tm 4,1.

 

<131> Ga 1,1.

 

<132> Hch 13,2.

 

<133> Hch 13,4.

 

<134> Cf. Jn 14,16.26; 15,26; 16,7.

 

<135> 1 Jn 2,1.

 

<136> Jn 14,16. El texto de Nicetas dice alterum advocatum.

 

<137> Cf. Ps. ATANASIO. De Trinitate XII: PL 62,313 CD.

 

<138> 2 Co 1,3.

 

<139> El texto siguiente aparece en griego.

 

<140> 1 Co 6,11.

 

<141> Cf. Hch 5,1-2.

 

<142> Hch 5,3.

 

<143> Hch 5,4.

 

<144> Hch 5,4.

 

<145> Mt 12,32; Mc 3,28. Cf. AMBROSIO, De Spiritu Sancto I 3,54: CSEL 79,37-38.

 

<146> 1 R 2,25.

 

<147> Cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate X (Expositio fidei catholicae): PL 62,293 D-294 B.

 

<148> Cf. 2 Cor 3,17.

 

<149> Hch 21,11.

 

<150> El símbolo de la Fe (De Symbolo) 7.

 

<151> Contra los arrianos.

 

<152> Contra los pneumatómacos.

 

<153> El recurso a la oración de adoración y de glorificación establece no sólo la igualdad del Espíritu con el Padre y con el Hijo, sino que testimonia también y sobre todo su carácter personal, experimentado de manera viva en la liturgia. Con ello se nos indica la igualdad del Espíritu con el Padre y con el Hijo, y además el carácter personal del Espíritu. La dignidad del Espíritu es igual que la del Padre y del hijo, es decir, divina y, por tanto, el Espíritu no puede ser considerado una criatura. En la adoración y glorificación que se tributa al Espíritu queda comprendida simultáneamente la adoración y glorificación del Padre y del Hijo. El tema doxológico, claramente antipenumatómaco (RITTER, o.c., pp. 301s.), tiene una clara procedencia de la teología de San Basilio, en la que la homotimía del Espíritu presupone o equivale a su homoousía. Probablamente el texto bíblico que está en la base es el de Mt 28,19.

 

<154> No basta con confesar la divinidad del Padre y del Hijo. Si se excluye la confesión de fe en la divinidad del Espíritu la fe no es completa y plena.

 

<155> El texto latino dice ad culturam. El término aparece también en El símbolo de la Fe (De Symbolo). En ambos casos se trata del culto religioso.

 

<156> Sal 99 (98),5.

 

<157> San Pedro.

 

<158> Este texto bíblico de Nicetas se aparta no sólo de la Vulgata sino también del texto griego.

 

<159> 1 P 1,12.

 

<160> Hch 7,51.

 

<161> 1 Co 14,24; cf. también Is 45,14; Zc 8,23.

 

<162> Son los arrianos y los pneumatómacos.

 

<163> Es decir, como si fuera un Dios distinto, separado del único Dios verdadero.

 

<164> Cf. 1 P 3,22.

 

<165> Jn 14,13.

 

<166> Es decir, sin excluir al Espíritu.

 

<167> Cf. 2 R 1,9-13.

 

<168> Cf. Jos 14,6; 1 Cr 23,14; 2 Cr 30,16; Esd 3,2; Sal 90 (89),1.

 

<169> Cf. 2 Tm 3,17.

 

<170> Cf. Hch 11,26.

 

<171> Cf. 1 Co 2,15; Ga 6,1. Ps. ATANASIO, De Trinitate XII (De Trinitate et Spiritu Sancto): PL 62,316B.

 

<172> Cf. Ps. ATANASIO, De Trinitate X (Expositio fidei catholicae): PL 62,298 AB.

 

<173> Tanto para los arrianos como para los pneumatómacos el Espíritu es una criatura.

 

<174> Podría tratarse de una referencia al momento de la comunión eucarística, cf. CIRILO de JERUSALEN, Catequesis Mistagógica V 19 (SC 126 bis, 168-169). "Después de esto dice el pontífice: `Las cosas santas para los santos'. Los dones presentados son santos, porque han recibido la venida del Espíritu Santo. También vosotros sois santos, ya que habéis sido juzgados dignos del Espíritu Santo. Así pues, las cosas santas se relacionan con los santos. Entonces decís: `Un solo Santo, un solo Señor, Jesucristo'. En realidad, hay un solo santo, santo por naturaleza. Nosotros, por el contrario, si somos también santos, no es por naturaleza, sino por participación, por el ejercicio de la oración".

 

<175> 2 Co 13,14.

 

|CEL SIMBOLO DE LA FE

(De Symbolo)

 

|p1 Quien cree en Cristo y le sigue como guía hacia la vida eterna, al igual que el pueblo de Israel siguiendo a Moisés entró en la tierra de la promesa, éste confiando en la conducción de Cristo renuncia <1> al enemigo y a sus ángeles, es decir, a toda curiosidad mágica, fomentada por medio de los ángeles de Satanás. Después renuncia a sus obras malas, es decir, a las religiones y a los ídolos, a los oráculos y a la adivinación, a las pompas <2> y teatros, a los robos y engaños, a la fornicación y borracheras, a los bailes y mentiras <3>. Estas y otras cosas, hermanos, son las que os separaban del Señor y os tenían unidos al diablo. Estos son los lazos serpentinos que encadenan las almas de los hombres y las conducen a la cárcel del infierno. Liberándose, por tanto, el hombre de estos males y arrojando a la cara del enemigo estas cadenas que lleva a sus espaldas, dice ya con voz sincera:

 

|p2 Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. La profesión de fe se inicia con un acto de fe <4> tal como lo formuló San Pablo: "Con el corazón - dice -, se crea para (conseguir) la justicia, y con los labios se hace la confesión (que conduce a) la salvación" <5>. Por tanto, crees en Dios Padre Todopoderoso, Dios ingénito, el cual de nadie tomó comienzo ni lo recibió de nadie, Dios invisible, al que ningún ojo de carne basta para verlo <6>, Dios inabarcable, el cual lo abarca todo, Dios inmutable, el cual no se muda con el tiempo ni envejece por la edad, sino que siempre es el mismo, el cual no comenzó a vivir en el tiempo, sino que viviendo siempre no admite sucesor alguno, Dios bueno y justo <7>, Creador del cielo y la tierra. A éste lo confiesas como Dios y al mismo lo confiesas también como Padre <8>. Es necesario que sea Padre del Hijo, pues nadie es Padre sin Hijo. Por tanto, es Padre por el Hijo, teniendo sin duda un Hijo del cual es Padre. Y en esto consiste la piadosa confesión (de fe) en Dios, en que no sólo sepas, como los judíos <9>, que El es Dios, sino en que lo reconozcas también como Padre, "Padre del Verbo viviente, de la virtud y de la sabiduría propia" <10>, el cual antes de todos los siglos, antes de todo comienzo, antes de absolutamente todo tiempo <11> engendró de sí mismo un Hijo, el espíritu al espíritu <12>, Dios a Dios, "en el cual fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, las visibles y las invisibles" <13>, como enseña Pablo y confirma Juan: "Todo - dijo -, fue hecho por medio de El y sin El no se hizo nada" <14>.

 

|p3 Por tanto, creyendo en Dios Padre, enseguida confesarás que crees y en su Hijo Jesucristo. Este es el Hijo de Dios, Jesucristo. Jesús, traduciéndolo del hebreo, significa Salvador, y Cristo es nombre que expresa dignidad regia, de modo que el mismo y único Jesucristo es Salvador y Rey. Jesucristo es uno y el mismo <15>. Por nuestra salvación <16> descendió de los cielos de junto al Padre y tomó un cuerpo semejante al nuestro, nacido del Espíritu Santo y de María Virgen sin concurso alguno de varón. El cuerpo fue engendrado a partir de un cuerpo por virtud del Espíritu Santo. Permaneciendo Dios se hizo hombre para poder servir a los hombres de contemplación, de enseñanza y de salvación, ya que de otro modo los hombres no podrían resistir la divinidad si no es pos la asunción de un cuerpo visible.

 

|p4 Nació, pues, de la Virgen santa e incontaminada para darnos a nosotros el comienzo del santo nacimiento. Nació conforme a lo que había sido dicho por medio del profeta: "He aquí que una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo y le llamarás con el nombre de Emmanuel", que se interpreta "Dios con nosotros" <17>. Cree, pues, que éste, que ha nacido de la Virgen, es Dios con nosotros, Dios nacido del Padre antes de los siglos, hombre nacido de la Virgen por los hombres, encarnado realmente <18> y no en apariencia, como algunos equivocados herejes que, avergonzándose del misterio de Dios, dicen que la encarnación del Señor se ha realizado en apariencia, como si no hubiera sido realmente lo que se veía, sino que habría engañado a la mirada de los hombres, lo cual no se compagina en absoluto con la verdad de Dios. pues si la encarnación es falsa, también será falsa la salvación para los hombres <19>; pero si la salvación es verdadera en Cristo, también lo es en El la encarnación. Ambas cosas existían en El: el hombre visible y Dios invisible. Comiendo como hombre y alimentando a cinco mil hombres con cinco panes <20> como Dios. Como hombre teniendo sed <21> y dando el agua de la vida <22> como Dios. Durmiendo como hombre en la barca, pero dando órdenes a los vientos y al mar como Dios <23>. Como hombre teniendo las manos clavadas en la cruz, pero como Dios dando el paraíso al ladrón que le confesó <24>. Finalmente, en cuanto hombre recibiendo la muerte y enterrado por poco tiempo su cuerpo, pero como Dios resucitando del sepulcro a un muerto de cuatro días <25>. Por tanto, hay que creer que Cristo es ambas cosas: que es Dios y que es hombre, porque así como es reconocido como hombre por las pasiones <26>, así se manifiesta como Dios por sus obras divinas. Tienes, pues, argumentos para rechazar a los maestros del engaño. Si alguien intentara susurrarte al oído que Cristo había sido sólo hombre, dile: Ya he aprendido que aquél que se hizo hombre a causa de nuestros pecados, es Dios por sus milagros y por sus enseñanzas, pues dice el mismo Salvador a los judíos: "Si no queréis creerme a mí, creed al menos a mis obras, y sabed que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" <27>.

 

|p5 A continuación debes creer en la pasión del Señor y confesar que Cristo ha padecido y ha sido crucificado por los judíos, según lo predicho por los profetas <28>. Y procura no avergonzarte de la pasión de tu Señor. Cuando la infidelidad de los judíos o la necedad de los gentiles <29> pretende blasfemar de la magnífica cruz de Cristo, acuérdate siempre de la palabra del Señor: "A quien me confesare ante los hombres, también yo lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos" <30>. Y no tienes por qué avergonzarte, si comprendes bajo qué misterio padeció Cristo: padeció no en la divinidad, sino en la carne. En efecto, Dios es siempre impasible. Ahora bien padeció en la carne, como enseña el Apóstol <31>, de modo que de su herida manase la salvación al género humano, como también lo había predicho el profeta Isaías: "Y El padeció - dijo -, por nuestros pecados y con su herida hemos sanado todos" <32>. Pues Cristo padeció por nuestro pecado, para que se nos diese la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato. Se indica el tiempo en que Poncio Pilato fue gobernador de Siria y Palestina. Sin embargo, esto se indica en previsión de que algunos herejes, engañados por los fraudes del demonio, hablan de varios Cristos. Con todo, a ti se te enseña el tiempo de la pasión para que confieses que no ha padecido otro distinto excepto aquél que verdaderamente padeció bajo Poncio Pilato por la salvación del mundo, a saber, Cristo. pues murió para destruir los derechos de la muerte.

 

|p6 Al tecer día resucitó vivo de entre los muertos, como dice el profeta: "Libre entre los muertos" <34>. En efecto, la muerte no podía retener a Cristo, que tiene toda la potestad sobre la muerte y sobre la vida. Subió a los cielos, de donde había descendido, pues "nadie - dijo -, subió al cielo, sino el que bajó del cielo, el hijo del hombre que está en el cielo" <35>. Está sentado a la derecha del Padre según lo que David en nombre del Padre dijo al Hijo: "Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies" <36>. De allí vendrá a juzgar a los vivos y a los ya muertos. Cree que este mismo Cristo, Dios nuestro, vendrá con los ángeles <37> y las virtudes de los cielos a juzgar a los vivos y a los ya muertos para dar "a cada uno según sus obras" <38>, a saber, para establecer a los  justos en la vida eterna y someter a los impíos al castigo eterno.

 

|p7 Crees y en el Espíritu Santo. Este Espíritu Santo es uno y lo santifica todo. Procede del Padre, y es el único que escruta <39> los misterios y profundidades de Dios y que desde los cielos vino sobre Cristo en forma de paloma <40>. Ciertamente este Espíritu Santo es uno, pero es múltiple en sus poderes y en sus acciones. El "reparte a cada uno los dones de la gracia, como quiere" <41> y El mismo en el momento del bautismo <44> santifica las almas y los cuerpos de los creyentes. Sin su actividad ninguna criatura puede llegar a la eternidad <45> Incluso los ángeles "desean contemplar su gloria" <46>. El santifica con su majestad a los tronos, dominaciones y a todas las virtudes <47>. Si "alguno blasfemare contra este Espíritu Santo, no tiene perdón ni en este siglo ni en el futuro" <48>, como proclamó el mismo Señor.

 

|p8 Afianzad, hermanos, en vuestros corazones <49> esta fe en la Trinidad, haciendo profesión de fe en un solo Dios Padre Todopoderoso y en su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, y en el Espíritu Santo, luz verdadera y santificador de las almas, que es prenda de nuestra herencia <50>, el cual, si le estamos atentos, nos conducirá a toda la verdad <51> y nos hará heredar las cosas celestiales. En efecto, los apóstoles recibieron del Señor esta Regla de Fe <52> para que "bautizasen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo a todas las gentes creyentes" <53>. Que esta fe permanezca en vosotros , "guardad el depósito, carísimos, evitando las novedades profanas de las palabrerías y las objeciones de la falaz ciencia" <54>.

 

|p9 Si los gentiles son partidarios de rendir de nuevo culto a muchos antepasados, tú mantén tu santa profesión de fe, puesto que confesaste que hay un solo Dios Padre. por lo demás, la naturaleza no consiente que un hombre tenga varios padres. Si el judío no aconseja creer que Cristo es el Hijo de Dios, considéralo como enemigo o refútalo si posees gran conocimiento de las Escrituras o en último término si careces de pericia <55>, evítalo. Asimismo si un hereje con el nombre cristiano te enseña que Cristo es una criatura y no intenta persuadirte que el Espíritu Santo es extraño a la gloria del Padre y del Hijo, considéralo como pagano y publicano <56>, pues te lleva a la idolatría al persuadirte que rindas culto a una criatura. Y cuando intenta enredarte con cuestiones complicadas <57>, recurre al muro de tu fe y dile conforme con el Apóstol: "Yo he sido purificado, he sido santificado, he sido justificado en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de mi Dios" <58>. No cambiaré nada en esta confesión de fe en la Trinidad ni haré daño a mi salvación ni detrimento a mi fe.

 

|p10 A continuación de la confesión de fe en la santa Trinidad, confiesas ya que crees en la Santa Iglesia Católica. ¿Qué otra cosa es la Iglesia sino la congregación de todos los santos? En efecto, desde la creación del mundo, los patriarcas, Abrahán, Isaac y Jacob, los profetas, los apóstoles, los mártires y los demás justos que existieron, existen y existirán <59>, forman la única Iglesia, porque santificados por una sola fe y modo de vida, sellados por un único Espíritu, han formado un único cuerpo. Consta y está escrito <60> que la cabeza de este cuerpo es Cristo. Todavía digo más. Incluso los ángeles, las virtudes y las potestades celestes están confederados en esta única Iglesia, diciéndonos el Apóstol que "en Cristo han sido reconciliadas todas las cosas, no sólo las de la tierra, sino también las que hay en el cielo" <61>. Así pues, crees que en esta única Iglesia has de conseguir la comunión de los Santos. Ten por bien sabido que ésta es la Iglesia Católica constituida en todo el orbe de la tierra y cuya comunión debes guardar firmemente. Sin duda, que hay otras pseudo-iglesias, pero no tienes nada en común con ellas, como, por ejemplo, la de los maniqueos, catafrigas <61>, marcionitas o la de los demás herejes o cismáticos, porque estas iglesias dejan ya de ser santas, puesto que engañados por las doctrinas del demonio creen de otra manera y actúan con otro estilo distinto del que mandó Cristo, el Señor, y transmitieron los apóstoles. A continuación crees en el perdón de los pecados. Esta es, en efecto, la razón de ser de la gracia, a saber, que los creyentes y los que confiesan a Dios y a Cristo consiguen mediante el bautismo el perdón de todos sus pecados; por lo que también se llama regeneración, porque el hombre se vuelve más inocente y puro que cuando es engendrado del seno de su madre. A continuación, crees en la Resurrección de tu <64> carne y en la vida eterna. Realmente, si no crees esto, en vano crees en Dios, pues todas las cosas que creemos, las creemos por nuestra resurrección. Por el contrario, "si solamente en esta vida esperamos en Cristo, somos, como expresamente dice el Apóstol, más desgraciados que todos los hombres" <65>, cuando ciertamente para esto tomó Cristo carne humana, para hacer a nuestra sustancia mortal partícipe de la comunión de la vida perpetua.

 

|p11 Sin duda, que hay muchos herejes que distorsionan la fe en la resurrección, defendiendo la salvación de solo el alma, una vez negada la resurrección de la carne. Mas tú, que crees en Cristo, confiesas la resurrección de tu carne, "pues para esto Cristo murió y resucitó, para dominar sobre vivos y muertos" <66>. Y esto no lo crees en vano, puesto que tienes a autores idóneos, por ejemplo, al profeta Isaías que anuncia claramente: "Resucitarán los muertos, se levantarán los que están en los sepulcros y se alegrarán los que están en la tierra" <67>. Tienes también al mismo Señor de los profetas, que promete en el Evangelio: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá" <68>. Y en otro pasaje: "En verdad os digo, llega la hora en que los muertos que están en los sepulcros escucharán la voz del Hijo de Dios y resucitarán. Los que hicieron el bien, para la resurrección de la vida y los que hicieron el mal, para la resurrección del juicio" <69>. También tienes al apóstol Pablo que afirma: "Es necesario que esto corruptible se revista de incorrupción y que esto mortal se revista de inmortalidad:: <70>. Sabed que el hombre consta de doble sustancia, a saber, de cuerpo y de alma <71>. El cuerpo es mortal, pero el alma es inmortal. Cuando el hombre muere en esta vida, no muere el alma, sino que retirándose ella, muere solamente el cuerpo y pudriéndose el cuerpo en la tierra, el alma según sus méritos se guarda <72> o en el lugar de luz <73> o en el lugar de las tinieblas, para que el día de la venida del señor desde el cielo, cuando venga con sus santos ángeles <74>, una vez resucitados todos, las almas retornen a sus cuerpos y se lleve a cabo la justa separación entre buenos y malos. "Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre:: <75>, pero los impíos y malvados irán a la tinieblas del infierno, "donde habrá llanto de los ojos y rechinar de dientes", según está escrito <76>.

 

|p12 Y para que no dudes de la resurrección del cuerpo, escucha siquiera un ejemplo de las realidades del mundo como enseña el Apóstol <77>: He aquí que se siembra en la tierra un grano de trigo, muerto y sin vida, y humedecido con el rocío del cielo, una vez que se ha podrido, entonces es cuando finalmente se vivifica y brota de nuevo. Pienso que el que resucita al grano de trigo por causa del hombre ¿No podrá resucitar al hombre que fue sembrado en la tierra? No sólo puede, sino que también lo quiere. Pues así como el grano se vivifica con la lluvia, así también los cuerpos con el rocío del Espíritu, como dice Isaías al Señor: "El rocío que viene de ti - dice -, es salud para ellos" <78>. Verdaderamente es salud, porque los cuerpos resucitados de los santos ya no pueden sufrir más, no temen ya morir más. En efecto, viven con Cristo en el cielo los que en este mundo vivieron según los preceptos y la justicia de Cristo. Esta es aquella vida eterna y bienaventurada, en la que crees. Este es el fruto de toda la fe y del buen comportamiento. Esta es la esperanza por la cual nacemos, creemos y renacemos. Por ella los profetas, los apóstoles y los mártires padecieron trabajos tan intrincados que recibieron la muerte con gozo. El gentil no tendrá esta vida ni la poseerá el incrédulo judío, pero tampoco el cristiano que está esclavizado a los vicios y pecados, porque está preparada para solos los fieles y para los que viven castamente.

 

|p13 Siendo esto así, carísimos, permaneced en lo que habéis aprendido y se os ha enseñado <79>. Mantened siempre el pacto <80> que hicisteis con Dios, es decir, este símbolo que profesáis ante los ángeles y ante los hombres. Sus palabras ciertamente son breves, pero contienen todos los misterios <81>. En efecto, en forma abreviada <82> se ha recogido de todas las Escrituras, como piedras preciosas engarzadas en una corona, para que, dado que muchos creyentes no saben leer, guardándolas en su corazón, tengan la ciencia saludable que les basta.

 

|p14 Así, carísimos, ya caminéis, estéis sentados o trabajando, ya durmáis o estéis despiertos <83>, meditad esta confesión de fe salvadora en vuestros corazones. Que vuestra mente esté siempre en el cielo, vuestra esperanza en la resurrección, vuestro deseo en la promesa. Que la cruz de Cristo y su gloriosa pasión os preceda confiadamente y cuantas veces el enemigo se insinúe en vuestra mente con el temor, la avaricia, la lujuria o la ira, respondedle amenazadoramente diciendo: "Ya he renunciado <84> y volveré a renunciar a ti, e igualmente a tus obras y a tus ángeles, porque he creído al Dios vivo y a su Hijo, he sido sellado  con su Espíritu y he aprendido a no temer a la muerte". De este modo os defenderá la mano de Dios y el Espíritu Santo de Cristo custodiará vuestras "entradas desde ahora para siempre" <85>. Que cuando meditéis sobre Cristo os digáis mutuamente: Hermanos, "ya estemos despiertos o dormidos, vivamos juntamente con Cristo" <86>, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

<1> Según nos explica el Fragmento II, las renuncias se hacen no sólo de palabra sino con una conciencia firmísima, con la determinación inquebrantable de entregarse definitivamente y para siempre a Cristo.

 

<2> "Después dices: `Y a toda su pompa'. Pompa del diablo es la manía de los teatros, de las carreras de caballos, de la caza y de toda vanidad por el estilo. El santo pide a Dios que le libre de ella con estas palabras: `Aparta mis ojos para que no vean la vanidad' (Sal 119[118],37). No te dejes arrastrar por la manía del teatro, donde hay espectáculos obscenos de mimos, realizados con ordinariez y desvergüenza, como también danzas furiosas de hombres afeminados. No te entregues como algunos a la caza de fieras que se exponen a sí mismos a las fieras para halagar su vientre con buenos manjares y de hecho se convierten ellos mismos en pasto de los vientres de las fieras salvajes, o, mejor dicho, por ese vientre de su dios (cf. Flp 3,19), se ponen en peligro de morir en un precipicio. Huye de las carreras de caballos, espectáculo loco y que ahoga a las almas. Todo eso es, de hecho, pompa del diablo. Y también se puede considerar pompa del diablo todo lo que se ofrece en los templos de los ídolos y en las fiestas, por ejemplo, carnes, panes u otros alimentos de ese estilo, que quedan manchados por las invocaciones de los espíritus inmundos. En efecto, así como el pan y el vino de la Eucaristía, antes de la santa invocación de la adorable Trinidad, eran pan y vino corrientes, pero, hecha la invocación, el pan se convierte en el cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo, de igual modo esos alimentos de la pompa de Satanás, siendo por naturaleza ordinarios, por la invocación de los demonios se hacen impuros" (CIRILO de JERUSALEN, Catequesis Mistagógica I 6-7: SC 126 bis, 92-95). De este texto, del de Nicetas y de otros que pudieran aducirse, se deduce que el concepto del pompa del diablo incluye múltiples concreciones, entre las que cabe destacar la referencia a los teatros y espectáculos que se realizaban con gran despliegue de lujo y esplendor seductores por su conexión con el culto idolátrico. Sobre el tema cf. H. RAHNER, "Pompa diaboli. Ein Beitrag zur Bedeutungsgeschichte des Wortes pompé-pompa in der urchristlichen Taufliturgie", Zeitschrift für Katholische Theologie 55, 1931, pp. 239-273; J.H. WASZINK, "Pompa diaboli", vigiliae Christianae I, 1947, pp. 13-41.

 

<3> Véase el fragmento III que reproduce este mismo pasaje. Cf. AMBROSIO, De Mysteriis 2,5: CSEL 73,90.

 

<4> Credulitas tiene el sentido de fe firme y perfecta. Es propiamente el acto de fe. Con el término credulitas, en el sentido dicho, se explica la primera palabra del Símbolo. Cf. El Espíritu Santo 8, nota 77.

 

<5> Rm 10,10.

 

<6> Cf. 1 Co 2,9.

 

<7> Contra los marcionitas.

 

<8> La estructura del Credo de Nicetas y su explicación es directamente trinitaria. No confiesa primeramente el monoteísmo y luego la Trinidad, sino que interpreta el término Padre del primer artículo del Símbolo en sentido trinitario, como Padre del Hijo.

 

 

<9> "El punto fundamental de la fe judía es éste: creer de tal modo en un solo Dios, que te niegues a añadirle el Hijo y tras el Hijo al Espíritu. ¿Qué otra diferencia sino ésta existe entre nosotros y ellos? ¿Qué se propone el Evangelio, cuál es la razón de ser del nuevo Testamento, al fijar el término de la ley y los profetas en Juan (cf. Mt 11,13), sino mostrar que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, tres según la fe, constituyen un solo Dios? De este modo quiso Dios renovar su alianza, para que se creyera de un modo nuevo en su unidad por medio del Hijo y del Espíritu, de suerte que ya fuera abiertamente conocido con sus propios nombres y personas, el que aun habiendo sido antaño predicado por el Hijo y el Espíritu no era comprendido de esa manera" (TERTULIANO, Adversus Praxean 31,1-2: CCL 2, 1204, 1-11).

 

<10> Cita de la segunda de las antiguas versiones latinas del Símbolo o Exposición de la fe de GREGORIO TAUMATURGO, cf. A.E. BURN, Niceta of Remesiana, p. 40; L. FOIDEVAUX, "Le symbole de saint Gregoire le Thaumaturge", Recherces de Sciencie Religieuse 19, 1929, pp. 193-247.

 

<11> Estas tres expresiones pretenden expresar la eternidad de la generación del Verbo y al parecer están tomadas del llamado Credo Datado (22 de mayo del 359) del Sínodo de Sirmio.

 

<12> El término espíritu significa en este contexto naturaleza divina, Dios.

 

<13> Col 1,16.

 

<14> Jn 1,3. ALCUINO (735-804), en su Confessio Fidei, III 20: PL 100, 1067D-1068B reproduce casi en su integridad todo este segundo párrafo, sin indicar, por otra parte, la procedencia.

 

<15> Los múltiples nombres que definen a Jesucristo no introducen ruptura ni división alguna en la persona divina del Señor.

 

<16> Se inicia un largo y estrecho paralelismo que se prolonga hasta "y como Dios resucitando a un muerto" (nº 4) con el pasaje de CIRILO de JERUSALEN, Catequesis IV,9: PG 33,465B-468A.

 

<17> Mt 1,23; Is 7,14.

 

<18> Contra el docetismo gnóstico.

 

<19> Obsérvese la fuerza de esta formulación. Nicetas sigue la línea de la tradición. "Si su humanización fuera sólo un sueño, también sería un sueño la salvación" (CIRILO de JERUSALEN, Catequesis IV,9: PG 33,468A).

 

<20> Cf. Mt 14,15-21; Mc 6,31-34; Lc 9,10-17.

 

<21> Cf. Jn 4,7; 19,28.

 

<22> Cf. Jn 4,10.

 

 

<23> Cf. Mt 8,24-26; Mc 8,38-40; Lc 8,23-25; GAUDENCIO de BRESCIA, Sermo XIX: PL 20,984 C: "Duerme como un hombre, pero en despertándose da órdenes a los elementos como Dios".

 

<24> Cf. Lc 23,42-43; GAUDENCIO de BRESCIA, Sermo XIX: PL 20, 986 BC.

 

<25> Cf. Jn 10,39ss.

 

<26> Se trata del hambre, la sed, el sueño, etc.

 

<27> Jn 10,38.

 

<28> Cf. Is 53,5.

 

<29> Cf 1 Co 1,23.

 

<30> Mt 10,32.

 

<31> 1 P 4,1.

 

<32> Is 53,5.

 

<33> Llama la atención la inclusión de esta expresión en el texto del Símbolo. Por otra parte, se encuentra en el Símbolo romano que nos transmite HIPOLITO de ROMA, cf. B. CAPELLE, "Le Symbole Romain au second siècle", Revue Bénédictine 39, 1927, pp. 36 y 42.

 

<34> Sal 88 (87),6.

 

<35> Jn 3,13.

 

<36> Sal 110 (109),1-2.

 

<37> Cf. Mt 16,26.

 

<38> Rm 2,6.

 

<39> 1 Co 2,10.

 

<40> Cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22; Jn 1,32.

 

<41> 1 Co 12,11.

 

<42> Cf. El Espíritu Santo 18.

 

<43> Cf. Hch 2,4.

 

<44> "El predicó acerca de Cristo en los profetas. Actuó en los apóstoles. El, hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo" (CIRILO de JERUSALEN, Catequesis XVI 24: BP 11,54).

 

<45> Cf. El Espíritu Santo, 5,6. "Actuando así en nosotros, conduce nuestros cuerpos hacia la eternidad y la resurrección de la inmortalidad, mientras por sí mismo los va acostumbrando a mezclarse con la potencia celeste y asociarse con la divina eternidad del Espíritu Santo. En efecto, en El y por El aprenden nuestros cuerpos a progresar hacia la inmortalidad, en tanto que aprenden a moderarse con templanza conforme a sus mandamientos. Este es el que expresa deseos contra la carne, ya que la carne se resiste contra El (Ga 5,17). Este es el que refrena las consupiscencias insaciables, doma los deseos inmoderados, apaga las embriagueces, reprime las avaricias, evita las bacanales, anuda los vínculos de la caridad, estrecha los afectos, rechaza las sectas, aclara la regla de la verdad, refuta a los herejes, expulsa a los malos y custodia los evangelios" (NOVACIANO, De Trinitate XXIX 169-170: CP 2,178).

 

<46> 1 P 1,12.

 

<47> "De El (del Espíritu) tienen también necesidad los tronos y las dominaciones, los principados y potestades" (CIRILO de JERUSALEN, Catequesis IV 16: PG 33,476A). "Has visto el poder que ejerce en todo el mundo. No te quedes en la tierra, sube hacia arriba. Asciende con tu pensamiento hasta el primer cielo y contempla las innumerables miríadas de ángeles que allí habitan. Y si puedes, asciende con tu pensamiento todavía más arriba y mira a los arcángeles, a los espíritus, a las virtudes, a los principados, a las potestades, a los tronos y a las dominaciones. Perfecto de todos éstos ante Dios, Maestro y Santificador es el Paráclito. De entre los hombres tienen necesidad de El, Elías, Eliseo e Isaías, y de entre los ángeles, Miguel y Gabriel (CIRILO de JERUSALEN, Catequesis XVI 23: BP 11,52-53).

 

<48> Mt 12,31-32.

 

<49> Cf. Fragmento IV. Cf. AGUSTIN, Sermo 212,2: PL 38,1060.

 

<50> Cf. Ef 1,14.

 

<51> Jn 16,13.

 

<52> Como fórmula doctrinal aparece hacia la segunda mitad del siglo siastikós, kanôn, tés. pisteôs, hóros, y en latín: regula fidei, regula veritatis, mensura fidei, regula pietatis. La Regla de Fe no es idéntica al símbolo bautismal, sino que consiste en un sumario genérico de la fe cristiana tal como se enseñaba y predicaba en las Iglesias de los escritores que hablan de ella. El contenido, sustancialmente el mismo, varía según las preferencias de los autores y sus destinatarios. La Regla de Fe es la prueba de la ortodoxia y la salvaguardia contra doctrinas erróneas y heréticas. Cf. D. VAN DEN EYNDE, Les normes de lénseignemen chrétien dans la littérature patristique des trois premiers siècle, Gembloux 1939; B. HAEGGLUND, "Die Bedeutung der `regula fidei' als Grundlage theologischer Aussagen", Studia Theologica Lund 12, 1958, 1,44; J.N.D. KELLY, Primitivos Credos Cristianos, Salamanca 1980; V. GROSSI, "Regula fidei", DPAC II, 2981-2982.

<53> Mt 28,19. Nicetas usa aquí credulas, es decir, con fe interior fuerte, firme.

 

<54> 1 Tm 6,20.

 

<55> En el uso de las Escrituras.

 

<56> Cf. Mt 18,17.

 

<57> Cf. El Espíritu Santo (De Spiritus Sancti Potentia) 2.

 

<58> 1 Co 6,11; cf. El Espíritu Santo (de Spiritus Sancti Potentia) 2.

 

<59> "Te presentamos nuestra oblación por todos los santos que desde los orígenes del mundo te agradaron: los patriarcas, los profetas, los justos, los apóstoles, los mártires, los confesores, los obispos, los presbíteros, los diáconos, los subdiáconos, los lectores, los cantores, las vírgenes, las viudas, los laicos y todos aquellos cuyos nombres te son conocidos" (Constituciones Apostólicas VIII 12,43: SC 336, pp. 202-203).

 

<60> Ef 1,22; 5,23; Col 1,18.

 

<61> Col 1,20.

 

<62> Aunque la expresión communio sanctorum es conocida y utilizada por autores anteriores a Nicetas, sin embargo, nos interesa destacar una serie de puntos que merecen nuestra atención. En primer lugar, se ignora cuándo y porqué se introdujo la fórmula en el Símbolo de Fe. Al menos, la fides Hieronymi, datable hacia el 380 y de procedencia probablemente antioquena, incluye en el Símbolo la expresión Sanctorum communio. No es, por tanto, una invención de Nicetas, cuya muerte hay que datar hacia el 420. Pero sí es Nicetas el primer autor, hasta ahora conocido, que escribe un comentario al Símbolo y explica teológicamente la fórmula de forma detallada y clara en su comentario. ¿De dónde tomó la fórmula? Los especialistas no acaban de determinar si Nicetas la tomó del Oriente o del Sur de las Galias. Ciertamente debía estar ya en uso desde hacía tiempo en su Iglesia. Para comprender la expresión Communio Sanctorum en la interpretación de Nicetas hay que tener en cuenta que el término se encuentra en una explicación de lo que es la Iglesia. Esta es la congregación de todos los santos, del pasado, del presente y del futuro, desde la creación del mundo, e incluso antes, pues también el universo de los ángeles forma parte de la Iglesia. El neófito debe creer en esta Iglesia, congregación de los santos. Y Nicetas añade que el neófito debe mantener fuertemente la communio con la Iglesia, apartándose de toda pseudo-Iglesia de herejes o de cismáticos. Con ellos nada en común. La vinculación o aproximación de los términos congregatio y communio, tal como aparece en el texto no aclara lo siguiente: la Iglesia como congregatio es lo primero. Sólo incorporándose a ella es como se obtiene la communio, el derecho a participar en los bienes comunes de la congregatio. El significado sanctorum, tanto en congregatio sanctorum como en comunio sanctorum, es el de personas justas y santas. Ahora bien, el derecho a participar en los bienes que poseen los santos o en los bienes que han hecho tales a los santos implica, junto a ese derecho, el deber de vivir como ellos siguiendo su misma pauta de conducta, a saber, acomodar la propia existencia teórica y prácticamente, en fe y vida, en sumisión y obediencia a la doctrina del Señor, transmitida desde los apóstoles y viva en la Iglesia Católica. Cf. J. MüHLSTEIGER, "Sanctorum Communio", Zeitschrift für Katholische Theologie 92 (1970) 113-132, especialmente pp. 118-122.

 

 

<63> Son los montanistas, llamados también catafrigas por el nombre de la región, la Frigia, en que tuvo más aceptación este movimiento herético.

 

<64> Nótese la personalización. Pudiera tratarse no de una simple añadidura exhortatoria o consoladora en el contexto de una homilía, sino de que la expresión perteneciera al Credo de Nicetas. De hecho, el Credo de la Iglesia de Aquileya contiene también una variante en este mismo artículo de fe: "Y en el Espíritu Santo, la santa Iglesia, el perdón de los pecados, la resurrección de esta carne".

 

<65> 1 Co 15,19.

 

<66> Rm 14,9.

 

<67> Is 26,19.

 

<68> Jn 11,25.

 

<69> Jn 5,28-29.

 

<70> 1 Co 15,53.

 

<71> El pasaje "Sabed... separación entre buenos y malos" se conserva también como texto independiente y es el Fragmento VII.

 

<72> Cf. 2 P 2,17; Judas 6.

 

<73> Dios es luz y habita en una luz inaccesible cf. 1 Tm 6,16.

 

<74> Cf. Mt 16,27.

 

<75> Mt 13,43.

 

<76> Mt 13,42.

 

<77> Cf. Jn 12,24; 1 Co 15,36ss.

 

<78> Is 26,19.

 

<79> "En cuanto a la doctrina y profesión de la Fe adhiérete y conserva solamente la que ahora te entrega la Iglesia y está defendida por toda la Escritura. Dado que no todos pueden leer las Escrituras, unos por ignorancia, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que el alma no perezca por ignorancia, hemos resumido en pocos versículos todo el dogma de la Fe. Deseo recorároslo con sus mismas palabras y recitarlo con toda atención. No para que lo pongáis por escrito, sino para que lo esculpáis en la memoria y en el corazón, procurando que cuando lo recitéis ningún catecúmeno oiga lo que se os ha enseñado. Que lo consideréis durante todo el tiempo de la vida como viático y fuera de esta fe no aceptéis ninguna otra, ni aunque yo mismo, cambiando de opinión, os dijera lo contrario de lo que ahora os enseñamos, o aunque fuera un ángel enemigo, transfigurado en ángel de luz (cf. 2 Co 11,14), el que pretendiera engañaros. Pues, `aunque nosotros o algún ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto al que ahora habéis recibido, ¡sea anatema!' (Ga 1,8-9). Retened en la memoria la Fe que ahora escucháis de viva voz, pues a su tiempo recibiréis la explicación de cada una de sus afirmaciones basada en las divinas Escrituras. Lo referente a la Fe no se ha compuesto como le pareció a los hombres, sino que cada una de sus afirmaciones se ha entresacado de toda la Escritura y contiene la única doctrina de la Fe. Y del mismo modo que la semilla de mostaza contiene en un grano pequeño muchas ramas, así esta Fe abarca en pocas palabras, todo el conocimiento de la piedad tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Procurad, pues, hermanos, conservar las tradiciones que ahora recibís (cf. 2 Ts 2,15), y grabadlas en la anchura de vuestro corazón. 13. Conservadlas con toda religiosidad, no sea que el enemigo os sorprenda a algunos descuidados, o que algún hereje pervierta lo que a vosotros se os ha enseñado. La Fe es como poner dinero en el banco. (Esto es lo que ahora hemos hecho). Dios, por su parte, os pedirá cuenta de este depósito, como dice el Apóstol: `Os conjuro delante de Dios, que vivifica todas las cosas, y de Jesucristo que delante de Poncio Pilato dio testimonio con tan hermosa confesión, a que conservéis inmaculada la Fe que se os ha trasmitido, hasta el día de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo' (1 Tm 6,13-14). Ahora se os ha entregado el tesoro de la vida, y el Dueño, el día de su manifestación, te reclamará su depósito" (CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis V 12-13: PG 33,520ss).

 

<80> Símbolo significa, pues, para Nicetas, pacto. El mismo significado se encuentra también en PEDRO CRISOLOGO, Sermo 57: PL 52,360C; Sermo 58: PL 52,361B; EUQUERO de LYON, Instructio 2: CSEL 31,160; FULGENCIO de RUSPE, Fragm. 36: PL 65,823A.

 

<81> Citado por ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis II, 23,5: PL 83, 816 D - 817 A.

 

<82> Este párrafo es citado por ILDEFONSO de TOLEDO, Liber de cognitione baptismi 33: PL 96,125D-196A.

 

<83> Cf. 1 Ts 5,10.

 

<84> Sobre el tema de la renuncia a Satanás cf. los Fragmentos III y VII.

 

<85> Sal 121 (120),8.

 

<86> 1 Ts 5,10.

 

|CLAS VIGILIAS NOCTURNAS DE LOS SIERVOS DE DIOS

(De vigiliis servorum Dei)

 

|p1 Considero, hermanos, digno, apropiado y muy oportuno que dediquemos en estos momentos nuestra homilía a las santas vigilias, cuando esta tarea nocturna la están realizando personas celosas. La noche es oscuridad del cuerpo sometiendo al poder del sueño no sólo a los hombres, sino también a todos los seres vivos para que, una vez reparadas con el descanso las fuerzas, puedan soportar despiertos los trabajos diurnos. El buen Dios que así lo previó, también lo determinó de modo que el hombre que había de salir a sus trabajos y ocupaciones hasta el atardecer <1> dispusiera de un tiempo alterno durante el cual descansara de los duros trabajos y del mucho cansancio. Por eso hizo el día para el trabajo y la noche para el descanso y tanto por esto como por todo debemos dar gracias a aquél que nos lo dio. Sin embargo, sabemos que muchos hombres por complacer a sus mayores o por sacar algún provecho especial para sí mismos, dedican una parte de la noche a algún trabajo considerando una ganancia haber podido trabajar robándoselo al descanso. Es verdad que Salomón <2> alaba también a la mujer que durante la noche y a la luz del candil teje la lana y el lino. También añade que por esto a su marido le nace alabanza y gloria grande en las plazas. Y si no se censura, sino que se alaba al que vela por trabajos materiales, a saber, los necesarios para el alimento y el vestido, confieso que me admiro de que hay algunos que consideran superfluas <3> o inútiles o, lo que es peor, inoportunas las sagradas vigilias que son tan fructíferas en orden al trabajo espiritual, y tan fecundas para las oraciones, himnos y lecturas.

 

|p2 Ciertamente no es de admirar que piensen así personas ajenas a nuestra religión. En efecto, ¿cómo podría agradar a los profanos lo religioso? Si les agradara, serían de los nuestros que somos de verdad cristianos. Pero si son de los nuestros aquellos a los que llama la atención la práctica salvadora de las vigilias, para no pensar nada peor de ellos, o son unos perezosos o unos dormilones, o son ancianos o enfermos. Si se trata de perezosos, que se avergüencen, porque contra ellos resuenan las palabras de Salomón: "Perezoso, acércate a la hormiga e imita sus caminos" <4>. Si son unos dormilones, que se despierten, pues la Escritura dice: "Perezoso, ¿hasta cuándo vas a seguir dormido:? ¿Cuándo te vas a despertar del sueño? Duermes un poco, otro poco te sientas, das unas cuantas cabezadas, otro poco te cruzas de brazos. Después te sobrevendrá como un vagabundo la pobreza y presto llegará la miseria como un buen ligero corredor" <5>. Si eres un anciano, ¿quién te obliga a que asistas a las vigilias? <6>. Aunque sin que nadie te obligue, sin embargo, velas a causa de tu edad, Y si no puedes mantenerte en pie y piensas en tu falta de capacidad, no debes arrastrar a los jóvenes y fuertes a tu torpor, pues ellos a causa de las múltiples tentaciones de la juventud deben mortificarse con vigilias más frecuentes. Y si estás enfermo, no reproches a nadie lo que tú no puedes hacer; antes por el contrario, riega <7> como el profeta con lágrimas tu lecho y di: " Unete a los que velan para que te ayuden con sus oraciones de modo que ayudado del Señor puedas cantar sobre el lecho de tu dolor y merezcas alguna vez decir: "Por las mañanas meditaba en ti, Señor, porque fuiste mi auxilio" <9>. Por otra parte, resultaría estúpido y bastante extraño que porque nosotros no podemos correr, descalificáramos a los que corren bien. Y aunque no podamos, debemos felicitar a los que pueden. Y aunque no podamos, debemos felicitar a los que pueden. Pues así como por consentir en la maldad se participa en la pena con aquellos que la ponen por obra, así por consentir en la bondad hay que esperar la participación en la gloria. En efecto, a unos los corona la obra realizada y a otros les alegra la buena voluntad.

 

|p3  Y tampoco debiera parecer pesado o difícil incluso a cuerpos delicados reservar a la semana para el servicio de Dios alguna parte de las dos noches del sábado y del domingo: pues es una especie de purificación de los cinco días o noches, en los que estamos sometidos al peso del cansancio físico o estamos manchados con actos mundanos.

 

Y que no se avergüence  nadie del buen deseo de la santidad, pues los malos no se avergüenzan de perpetrar infamias. Con razón, pues, la Escritura dice en los Proverbios: "Hay una confusión que conduce al pecado" <10>. En efecto, sentirse avergonzado de una obra buena es pecado, como el no sentirse confundido de hacer el mal es la perdición. Si eres santo, ama las vigilias para que al tiempo que velando guardas tu tesoro tú mismo seas conservado en la santidad. Si eres pecador, apresúrate a ser purificado con la vigilia y la oración, en tanto que golpeándote el pecho dices una y otra vez: "Señor, purifícame de mis pecados ocultos, y perdona a tu siervo los pecados ajenos" <11>. En efecto, quien desea ser purificado incluso de los pecados ocultos, es necesario que no le agrade mancharse con estas miserias.

 

|p4 Carísimos, el asunto exige que digamos algo sobre el origen y antigüedad de las vigilias y sobre su misma utilidad, pues cualquier trabajo se afronta mejor, si se pone delante de los ojos su utilidad. La práctica devocional de las vigilias es antigua, un bien familiar a todos los santos <12>. El profeta Isaías dice a Dios: "¡Oh Dios! Mi espíritu vela de noche hacia ti, porque tus preceptos son luz sobre la tierra" <13>. David, santificando con la unción regia y profética, canta de este modo: "Señor Dios de mi salvación, día y noche clamé ante ti" <14>. Y en otro salmo: "De noche me acordé de tu nombre, Señor, y he guardado tu ley" <15>.

 

Pero quizás cantaba estas cosas acosado en su lecho: algunos más perezosos han pensado que bastaría con que en el lecho uno rece algo o en todo caso con que recite un salmo. Sin duda, que eso es un bien, pues es fuente de salvación acordarse de Dios siempre y en todas partes. Pero que es mucho mejor que uno se levante para ponerse en la presencia de Dios, escucha otra palabra del mismo profeta que indica tiempo, lugar y actitud del orante: "Durante la noche levantad vuestras manos hacia el santuario y bendecir al Señor" <16>. Y para que no vayas a pensar que sólo se llama noche a las horas del atardecer, va y dice: "A media noche me levantaba para confesarte por tus justos juicios" <17>. Ahí, pues, tienes indicado el tiempo de levantarse y expresada la solicitud con que confesar a Dios.

 

|p5 Cuando reflexiono sobre la intención de los santos, pienso en lo más grande y difícil y que supera la condición de la naturaleza humana, al oír al mismo profeta que dice en el salmo: "No subiré al lecho de mi descanso, ni daré sueño a mis ojos ni reposo a mis párpados ni descanso a mis días, hasta que encuentre un lugar para el Señor y un tabernáculo para el Dios de Jacob" <18>. ¿Quién no se maravillará de que la devoción del corazón pueda suponer un amor tan grande a Dios como para prohibirse completamente el sueño, sin el que los cuerpos humanos desfallecen, hasta tanto que el rey profeta encuentre un lugar para levantar un templo al Señor? Esta actitud nos debe hacer pensar seriamente en que si queremos ser nosotros mismos el lugar  de Dios y si deseamos ser considerados como tabernáculo y su templo perpetuo, - según afirma Pablo cuando dice: "Vosotros sois el templo del Dios vivo" <19> -, en cuanto esté de nuestra parte y a imitación de los santos amemos las vigilias, para que no se diga de nosotros lo que el salmista: "Durmieron su sueño y no encontraron nada" <20>, antes por el contrario, merecerá felicitaciones quien dice: "El día de mi tribulación busqué al Señor con mis manos durante la noche en su presencia, y no quedé defraudado" <21>, porque "es bueno alabar al Señor y cantar a tu nombre, ¡oh Altísimo!, anunciar por la mañana tu misericordia y por la noche tu verdad" <22>. Aquellos santos cantaron éstas y otras muchas cosas de este estilo y nos las dejaron por escrito, para que nosotros sus sucesores nos sintiéramos movidos con semejantes ejemplos a celebrar incluso por las noches la vigilia de nuestra salvación.

 

|p6 Pero pasemos de lo antiguo a lo nuevo, de los ministros de la Ley a los ministros del Evangelio, para que quede también consignada a partir del Nuevo Testamento la gracia de las vigilias. Se lee en el Evangelio que Ana, la hija de Fanuel, continente <23> viuda, servía al Señor con ayunos y oraciones, y no se apartaba del templo ni de día ni de noche <24>. Aquellos santísimos pastores, mientras hacían la vela nocturna sobre sus rebaños <25>, fueron los primeros que merecieron ver a los ángeles en medio de un resplandor y escuchar a Cristo nacido en la tierra. Ahora bien, la doctrina del Salvador ¿no impulsa toda ella a sus oyentes a velar? <26>. Así cuando dice en la parábola del buen sembrador: "Mientras los hombres dormían, vino el maligno y sembró cizaña sobre el trigo y se marchó" <27>. Si no se hubieran dormido, quizás el maligno no habría podido sembrar la cizaña. Y cuando dice: "Que vuestras cinturas estén ceñidas y haya lámparas encendidas en vuestras manos, y que seáis semejantes a los hombres que esperan a su amo cuando vuelve de su boda. Dichosos aquellos siervos a los que el amo, cuando vuelva, los encuentre velando. Si viene al atardecer o a medianoche o al canto del gallo y los encuentra en vela ¡felices ellos! Sabed también que si el padre de familia supiera a qué hora vendrá el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le robasen su casa. Así pues, vosotros estad también preparados, porque a la hora en que no penséis vendrá el Hijo del Hombre" <28>. No nos enseñó a velar sólo con palabras, sino que nos enseñó también con su ejemplo, pues en el Evangelio se afirma que Jesús pasó la noche en vela no para sí mismo, sino para que los pobres y enfermos siervos supieran qué debían hacer, cuando el Señor, que es rico de todo <30> y no necesitado de nada, permanecía firmísimo toda la noche en oración. Por eso increpa a Pedro durante la pasión diciéndole: "¿No has podido velar conmigo ni una hora?" <31>. Y dirigiéndose a todos: "Vigilad - dijo -, y orad para que no entréis en tentación" <32>.

 

¿A quién, os pregunto, no podrán estas palabras y tales ejemplos despertar del sueño profundo y tan semejante a la muerte?

 

|p7 Instruidos con estas palabras y confirmados con estos ejemplos, velaron incluso los mismos santos apóstoles y establecieron las vigilias. Pedro <33> es despertado de noche en la cárcel por un ángel que le abrió la puerta de hierro y llegó a la casa de María, donde había muchos reunidos, no para roncar sino para orar. El mismo escribe y dice en su Epístola: "Sed sobrios y velad porque vuestro adversario el diablo está dando vueltas como un león rugiendo y buscando a quién devorar" <34>. Se hace mención de Pablo y Silas que estando en la cárcel pública y encontrándose en oración hacia la medianoche cantaban un himno mientras escuchaban los presos, cuando de repente a causa de un terremoto se movieron los cimientos de la cárcel y se abrieron espontáneamente las puertas y se soltaron las cadenas de todos <35>. También el santo apóstol que debía partir de Tróades prolongó su charla hasta media noche. Había muchas lámparas encendidas en la habitación. Por lo que a un joven, llamado Eutiques, le invadió el sueño, mientras Pablo prolongaba su charla, y cayó desde la ventana del tercer piso. Lo levantaron ya muerto: habiéndole devuelto enseguida la vida, continuó hablando hasta el amanecer, y con la ayuda de Dios se marchó <36>. El mismo santo apóstol, exhortando amplia y abundantemente sobre la práctica de las vigilias, escribe a los tesalonicenses y dice: "Así pues, no durmamos como los demás, sino mantengámonos en vela y seamos sobrios. Pues los que duermen, duermen de noche, y los que se embriagan lo hacen de noche. Pero nosotros que somos del día somos sobrios" <37>. Y concluye maravillosamente: "Ya estemos en vela, ya durmamos, vivamos juntamente con El". Y a los corintios: "Velad y mantenéos firmes en la fe, fortalecéos y comportáos como adultos" <38>. Y a los efesios escribe: "Orando en todo tiempo en el Espíritu, permaneciendo en vela con El" <39>. Y poniéndose como ejemplo con el catálogo de sus virtudes, se gloría ante los corintios de haber realizado muchas vigilias <40>.

 

|p8 Baste con estos datos sobre la antigüedad y origen de las vigilias. Según prometimos, nos quedan por decir algunas cosas sobre la utilidad de las mismas, aunque podría percibirse mejor su utilidad más con la práctica que con lo que podría contar la palabra del que os habla. En efecto, según está escrito, "gustando se ve cuán suave es el Señor" <41>. El que ha gustado, comprende y tiene experiencia de qué peso tan grande del corazón se despoja uno al velar, qué gran estupor de la mente se arroja fuera de sí, qué gran luz ilumina al alma del que vela y ora, qué gracia y qué visita alegra a todos los miembros del cuerpo. Cuando se vela se excluye todo temor, nace la confianza, se mortifica la carne, los vicios se deshacen, la castidad se fortalece, la necedad se retira y llega la prudencia, la mente se agudiza y el error disminuye, y se hiere con la espada del Espíritu <42> al diablo.

 

¿Qué hay más grande que esta utilidad? ¿Qué más ventajoso que estas ganancias? ¿Qué cosa más dulce que este deleite? ¿Qué más gratificante que esta felicidad? Es testigo el profeta que, describiendo al principio de sus salmos al hombre bienaventurado, colocó su mayor felicidad en este versículo: "Si medita la ley del Señor día y noche" <43>. Es verdad que la meditación diurna es buena, pero es más agradable y eficaz la nocturna, pues durante el día nos importunan diversas necesidades, y las ocupaciones distraen nuestra mente, las múltiples preocupaciones dispersan la inteligencia; mientras que la noche tranquila, la noche secreta se ofrece oportuna a los orantes, muy apta para los que velan, al situar al hombre entero libre de las ocupaciones carnales y con la mente recogida en la presencia de Dios.

 

De aquí que el diablo, siempre hábil imitador de las cosas divinas, como dio a sus adoradores los ayunos y una vana virginidad, los inútiles bautismos, así también emulando este santo oficio añadió a sus orgías las vigilias nocturnas. Por tanto los nuestros, si con estas enseñanzas no se estimulan a practicar las vigilias sagradas, al menos que viendo la usurpación del adversario reconozcan que no son ajenas a las cosas de Dios, pues el enemigo no las imitaría con la finalidad de engañar, si no supiera que agradan a Dios para bendición de los que las celebran.

 

|p9 Sólo, mis carísimos hermanos, que el que vela con los ojos, vele también con el corazón; que el que ora en espíritu, ora también con la mente <44>, ya que sería bastante inútil velar con los ojos teniendo el alma dormida. Por el contrario, la Escritura en nombre de la Iglesia afirma: "Yo, dice, duermo y mi corazón está en vela" <45>.

 

También hay que procurar que el que vela no tenga el estómago pesado por los excesos de comida o de bebida, no sea que, con los eructos de la indigestión por los excesos de la comida, no sólo nos hagamos desagradables a nosotros mismos, sino que también seamos juzgados indignos de la gracia del Espíritu. Es lo que dice un hombre ilustre entre los pastores: "Como el humo pone en fuga a las abejas, así los eructos de las indigestiones apartan y alejan los carismas del Espíritu Santo" <46>. Por tanto, los que hemos de desempeñar el servicio divino debemos prepararnos antes con la abstinencia, para que descansados podamos velar más fácilmente. Evítense también los malos pensamientos de modo que la oración del que vela no se convierta, como está escrito, en pecado <47>. En efecto, hay también vigilias que proceden del maligno, como está escrito en los Proverbios: "Por lo cual les fue quitado el sueño de sus ojos. Pues no duermen - dice -, si no han hecho el mal" <48>. ¡Lejos, hermanos, lejos de esta asamblea tales vigilias! Antes por el contrario, que los que velan tengan el corazón cerrado al diablo y abierto a Cristo, para que tengamos en el corazón al que cantamos con los labios. Entonces serán agradables nuestras vigilias y nuestra vigilia será salvadora, si nuestro servicio se ofrece con la debida diligencia y con sincera devoción en la presencia de Dios.

 

Baste con lo dicho sobre la dignidad, antigüedad y utilidad de las vigilias. Sobre la religiosidad de los himnos y de los salmos y cuán gratos y aceptables son a Dios habría dicho ahora algo, si no fuera porque una exposición un tanto amplia exigiría otro volumen y si Dios nos lo concede se desarrollará en la siguiente exposición.

 

<1> Sal 104 (103) 23.

 

<2> Cf. Pr 31,13.18.23.

 

<3> "Hay una clase de herejes que consideran las sagradas vigilias superfluas e infructuosas para el trabajo espiritual, y los insensatos aducen la palabra de Dios que hizo la noche para el descanso y el día para el trabajo. Esos herejes se llaman en griego nyctigas, es decir, dormilones" (ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 22,3: PL 83, 759 C - 760 A).

 

<4> Pr 6,6.

 

 

<5> Pr 6,9-11.

 

<6> Respecto a los ancianos, Nicetas dice que nadie les obligue a asistir a las vigilias nocturnas, pero que tampoco se les impida su asistencia. De hecho, los ancianos, por su misma edad, duermen poco o se desvelan frecuentemente.

 

<7> Cf. Sal 6,7.

 

<8> Sal 63 (62), 7.

 

<9> Sal 63 (62), 7.

 

<10> Si 4,25.

 

<11> Sal 19 (18), 13.14.

 

<12> Citado por ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 22, 1: PL 83, 759 A.

 

<13> Is 26,9.

 

<14> Sal 88 (87), 2.

 

<15> Sal 119 (118), 2.

 

<16> Sal 134 (133), 2.

 

<17> Sal 119 (118), 62.

 

<18> Sal 132 (131), 3-5. Cf. ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 21,1: PL 83, 758 C-759 A.

 

<19> 2 Co 6,16; cf. 1 Co 3,16.

 

<20> Sal 76 (75), 6.

 

<21> Sal 77 (76), 3.

 

<22> Sal 91,2-3.

 

<23> Algunos manuscritos leen continuas refiriéndose a las oraciones y ayunos. En realidad, el Evangelio no dice ni continente ni continuas en relación a la anciana Ana.

 

<24> Cf. Lc 2,36-37.

 

<25> Cf. Lc 2,8.

 

<26> Mc 13,37. ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 22,2: PL 83,759 B.

 

<27> Mt 13,25.

 

<28> Lc 12,35-40; Mc 13,35; Mt 24,44.

 

<29> Cf. Lc 6,12. Cf. ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 22,3: PL 83, 759, BC.

 

<30> Cf. Rm 10,12.

 

<31> Mt 26,40.

 

<32> Mt 26,41.

 

<33> Cf. Hch 12,6-7.

 

<34> 1 P 5,8.

 

<35> Hch 16,25-26. Cf. ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 22,3: PL 83, 759 C.

 

<36> Hch 20,7-11.

 

<37> 1 Ts 5,6-10.

 

<38> 1 Co 16,13.

 

<39> Ef 6,18.

 

<40> Cf. 2 Co 11,27.

 

<41> Sal 34 (33),9.

 

<42> Cf. Ef 6,17.

 

<43> Sal 1,2.

 

<44> Cf. 1 Co 14,15.

 

<45> Ct 5,2.

 

<46> BASILIO MAGNO, Homilía I sobre el ayuno 11: PG 31, 184 B.

 

<47> Sal 109 (108), 7.

 

<48> Pr 4,16.

 

|CSOBRE EL CANTO CRISTIANO

(De Utilitate Hymnorum seu De Psalmodias Bono)

 

|p1 Quien cumple lo prometido saldó la deuda. Recuerdo que, al tratar de la belleza y la utilidad de las vigilias, prometí hablar en la siguiente homilía de la alabanza y del oficio de los himnos, lo que cumplirá, si Dios quiere, esta homilía de ahora.

 

Sin duda que no se podría encontrar otro tiempo mejor que éste, cuando los hijos de la luz <1> hacen de la noche día, y en el que la misma noche ofrece silencio y paz, cuando estamos celebrando esto mismo que pretendemos tratar en la homilía. El momento apropiado para arengar al soldado es cuando está a punto de entrar en combate; y los marineros entonan la cantilena <2> cuando surcan el mar inclinados sobre los remos. Y para esta asamblea reunida para el oficio de los himnos éste es el momento más oportuno para hablarles, como anuncié, de esta obra.

 

 

|p2 Sé que hay algunos, no sólo entre los nuestros sino también entre los de las provincias orientales <3>, que consideran el canto de los salmos y de los himnos como algo superfluo y menos acorde con el culto divino, pues piensan que basta con recitar el salmo con el corazón y que resultaría amanerado <4> si lo mismo se expresara en voz alta. Y a esa opinión le aplican el texto del Apóstol que escribe a los efesios: "Llenáos de Espíritu hablando entre vosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando a Dios con agradecimiento en vuestros corazones" <5>. He aquí - dicen -, que el Apóstol determinó que se había de salmodiar con el corazón y no parlotear modulando la voz como en una tragedia, pues a Dios que escruta los corazones <6> le basta con que se cante en el secreto del corazón. Mas yo, dejándome guiar por la verdad, así como no reprendo a los que salmodian con el corazón, - pues siempre es útil meditar con el corazón las cosas de Dios -, sí alabo a los que también glorifican a Dios <7> con el sonido de su voz. Y antes de aducir los testimonios tomados de muchos pasajes de las Escrituras, tomando como punto de partida el texto mismo del Apóstol que muchos objetan a los cantores, refutaré con su prescripción a sus charlatanerías. En efecto, lo que en realidad dice el Apóstol es "llenáos del Espíritu hablando" <8>. Me parece que nos abrió la boca, nos soltó la lengua y nos hizo desplegar los labios, pues sin estos órganos es imposible que el hombre pueda hablar. El que guarda silencio se diferencia del que habla como el calor se distingue del frío. Pero cuando dice: "Hablando con salmos, himnos y cánticos" <9> no habría hecho mención también de los cánticos si hubiera querido que el que salmodia guardara silencio absoluto, pues nadie puede cantar en silencio. Y cuando dijo en vuestros corazones nos avisó de que no se cantara con sola la voz sin la disposición del corazón, tal como expresa en otro pasaje: "cantaré con el Espíritu y cantaré también con la mente" <10>, es decir, con la voz y con la inteligencia.

 

Pero estas cosas son invenciones de los herejes, que, al rechazar los cánticos, lo que debilitan sutilmente es otra cosa, pues oponiéndose a los profetas y en los profetas intentando destruir al Dios Creador, bajo capa de honesto silencio pretenden vaciar de contenido los dichos de los profetas y especialmente los cánticos celestiales de David.

 

|p3 Mas nosotros, carísimos, que estamos instruidos por el magisterio profético, evangélico y apostólico, pongamos ante nuestros ojos los dichos y hechos de aquéllos por los cuales somos todo lo que somos y defendamos apoyándonos en los mismos autores cuánto le agradan a Dios desde siempre los cánticos espirituales. Si nos preguntamos quién fue el primero que descubrió este género de cantos, no encontraremos a otro sino a Moisés, que cuando Egipto fue azotado con las diez plagas <11> y el Faraón se hundió en el mar <12> y el pueblo salió hasta el desierto por los intransitables caminos del mar <13>, entonó a Dios un espléndido cántico diciendo en acción de gracias: "Cantemos al Señor, pues se ha honrado gloriosamente" <14>. Ni se ha de aceptar insensatamente el libro que se titula La Investigación de Abrahán <15>, en el que se cuenta que cantan él, los animales, las fuentes y otros elementos. Tal libro no merece credibilidad alguna pues no se apoya en ninguna autoridad. Así pues, Moisés, el guía de las tribus de Israel, fue el primero en crear los coros y yendo él y su hermana al frente de los diversos grupos de uno y otro sexo enseñó a cantar un cántico triunfal en honor de Dios. A continuación, en el Libro de los Jueces <16> encontramos que una mujer ilustre, Débora, desempeñó este ministerio. Y el mismo Moisés, antes de morir <17>, compuso en el Deuteronomio <18> un cántico terrorífico que dejó escrito como testamento para el pueblo, de modo que las tribus de Israel supiesen qué clase de destrucción les sobrevendría si se apartaban de Dios. ¡Oh desgraciados y dignos de compasión por no haber querido mantenerse lejos de las supersticiones prohibidas, a pesar de tan claro aviso!

 

|p4 A partir de entonces puedes encontrar a muchos, no sólo hombres, sino también mujeres llenas del Espíritu divino, que cantaron los misterios de Dios. Sobre todo a David, que desde su infancia fue especialmente elegido por el Señor para este ministerio, y mereció ser príncipe de los cantores y tesoro de poemas <19>. Siendo aún joven, cantó acompañado del arpa tan suave y tan poderosamente que puso en fuga al espíritu maligno que actuaba en Saúl <20>, - no porque aquella cítara poseyera una virtud tan grande, sino porque era figura de la cruz <21> de Cristo representada místicamente en la madera y en la extensión de sus cuerdas, y porque la misma pasión que se cantaba vencía ya entonces al espíritu del demonio.

 

|p5 ¿Qué no podrás encontrar en sus salmos <22> que no sirva para utilidad, edificación y consuelo del género humano, de cualquier raza, sexo y edad? El niño encuentra en él la leche que lo nutra, el muchacho palabras para la alabanza, el adolescente para corregir su camino <23>, el joven lo que seguir, el anciano lo que rezar. La mujer aprende el pudor, los huérfanos encuentran un padre, las viudas un juez, los pobres un protector <24>, los extranjeros un defensor. Los reyes y los jueces escuchan lo que temer. Un salmo consuela al triste, modera al alegre, calma al airado, alienta al pobre, reprende al rico para que se conozca a sí mismo. Un salmo proporciona a todo el que lo acepta los medicamentos apropiados <25>; tampoco desprecia al pecador sino que le insinúa saludablemente el remedio mediante las lágrimas de penitencia. Evidentemente El Espíritu Santo ha previsto y prevé el modo cómo incluso los corazones más duros y reticentes recibieran poco a poco y casi con deleite las palabras divinas. Dado que la naturaleza humana rehuye y rechaza lo duro, aunque sea saludable, y a duras penas acepta algo si no parece ofrecerle algún atractivo, el Señor por medio de su siervo David confeccionó esta bebida que fuese por el canto dulce al paladar y eficaz por su virtud para curar las heridas de los pecados. El salmo se escucha con agrado mientras se canta. Penetra el alma en tanto que deleita. Se aprende fácilmente de memoria cuanto más frecuentemente se canta <26>. Y lo que la austeridad de la ley no podía arrancar del corazón del hombre, lo obtiene esta bebida mediante la dulzura de la canción <27>. Pues todos los preceptos de la ley, de los profetas y de los mismos evangelios se contienen en estos cantos como medicina de suave dulzura.

 

|p6 Se revela a Dios u se desprecia a los ídolos; se reafirma la fe y se rechaza la infidelidad; se inculca la justicia y se prohibe la iniquidad; se alaba la misericordia y se abomina de la crueldad; se busca la verdad y se condena la mentira; se denuncia el engaño y se recomienda la inocencia; se rechaza la soberbia y se exalta la humildad; se anuncia la paciencia y se promueve la paz, se pide protección contra los enemigos, se promete la venganza, se alimenta la esperanza cierta y lo que es mucho más importante que todo esto, se cantan los misterios de Cristo pues se anuncia su nacimiento <28> y se habla del rechazo del pueblo impío <29> y de la herencia de los gentiles <30>. Se cantan los milagros del Señor, se describe su venerable pasión, se muestra su resurrección gloriosa y no se oculta que está sentado a la derecha <31>. Finalmente se anuncia la fulgurante venida del Señor y se abre el terrible juicio <32> sobre los vivos y los muertos. ¿Qué más? También se revela el envío del Espíritu creador y la renovación de la tierra <33>; después de todo esto será el reino sempiterno de los justos en la gloria del Señor y el perenne suplicio de los impíos <34>.

 

|p7 Estos son los himnos que la Iglesia canta a Dios. Estos son los que esta nuestra asamblea practica también con el sonido de la voz. Estos no afeminan al cantor sino que más bien lo vigorizan, pues no excitan sino que extinguen la lujuria <35>. Ya verás si se puede poner en duda que los himnos agradan a Dios cuando todo lo que se lleva a cabo está orientado a la gloria del Creador. Con razón el mismo profeta cuando invita a todos y a todas las cosas a alabar al Dios que lo gobierna todo dice: "Todo espíritu alabe al Señor" <36>, prometiendo ser él mismo un alabador decía: "Alabaré el nombre de Dios con cánticos, lo glorificaré con la alabanza. Y esto le agradará a Dios más que un novillo con cuernos y pezuñas" <37>. He aquí lo más importante, a saber, el sacrificio espiritual que es mayor que todos los sacrificios de víctimas. Y no sin razón. Mientras que allí se derramaba la sangre de animales irracionales, lo que aquí se inmola es la alabanza racional que brota del alma misma y de una conciencia buena. Justamente dice el Señor: "El sacrificio de alabanza me glorificará y allí está el camino por el que le mostraré la salvación de Dios" <38>. Alaba al Señor con tu vida "ofreciéndole el sacrificio de la alabanza" <39> y mediante él se manifestará en tu alma el camino por el que llegarás a su salvación.

 

|p8 Al Señor le agrada la alabanza que procede de una conciencia pura <40>, como exhorta también el mismo himnógrafo: "Alabad al señor, porque el salmo es bueno, que la alabanza sea agradable a nuestro Dios" <41>. El mismo salmista, teniendo este conocimiento y no ignorando que este ministerio agrada a Dios, afirma: "Siete veces al día he proclamado tus alabanzas" <42>. Y aún promete algo más: "Mi lengua - dice -, recitará tu justicia, todo el día tu alabanza" <43>. Pues sin duda percibía el beneficio que le reportaba tal obra como él mismo recuerda: "Invocaré al Señor alabándolo y seré salvado de mis enemigos" <44>. Armado con tal defensa, con tal escudo, siendo todavía un niño había destruido aquel fortísimo gigante Goliat y había vencido frecuentemente a los extranjeros <45>.

 

|p9 Tardaría mucho, carísimos, si pretendiera exponeros con detalle todo lo que contiene la historia de los salmos, sobre todo cuando el tema exige aducir algunos pasajes del Nuevo Testamento para confirmación del Antiguo, no se vaya a pensar que el ministerio de salmodiar está abolido, al igual que consta que han caducado muchas de las prescripciones de la antigua ley. Las prescripciones carnales han sido suprimidas, como por ejemplo, la circuncisión, el sábado, los sacrificios, la distinción de  alimentos, las trompetas, las cítaras, los címbalos, los tímpanos, todo esto se sustituye hoy por los miembros del hombre que suenan mucho mejor. Ya cesaron y han pasado las abluciones cotidianas, las neomenias, aquella cuidadosa inspección de la lepra, como también otras cosas que en aquel tiempo les habían sido necesarias como a niños <46>. Por lo demás, las prescripciones espirituales, como la fe, la piedad, la oración, el ayuno, la paciencia, la castidad, la alabanza más que disminuir han aumentado.

 

En el Evangelio encontrarás en primer lugar que Zacarías <47>, padre del gran Juan, después de aquel prolongado silencio profetizó en forma de himno. E Isabel <48>, tanto tiempo estéril, no cesó en su alma de glorificar a Dios una vez que le nació el hijo de la promesa. Nacido Cristo en la tierra el ejército de los ángeles cantó su alabanza, dando gloria a Dios en el cielo y anunciando la paz en la tierra a los hombres de buena voluntad <49>. Los niños en el templo aclamaron Hosanna al Hijo de David <50>. No porque los fariseos se indignaran de rabia cerró el Señor la boca de los inocentes sino que más bien se la abrió diciendo: ¿No habéis leído lo que está escrito: De la boca de los niños y lactantes te has preparado la alabanza? <51> Y si éstos callaran gritarían las piedras <52>. Y para no extenderme más, el mismo Señor, que es doctor en sus palabras y maestro en sus obras, para mostrar que el ministerio de los himnos le es gratísimo, una vez dicho el himno salió con sus discípulos en dirección al monte de los Olivos <53>. ¿Quién podrá ya con un tal testimonio dudar del valor religioso de los salmos e himnos, cuando se nos dice que el mismo que es adorado y cantado por los seres celestes <54> cantó el himno con sus discípulos <55>.

 

|p10 Es sabido que después los apóstoles también lo hicieron así, puesto que ni siquiera en la cárcel dejaron de recitar los salmos <56>. También Pablo habla a los profetas de la Iglesia: "Cuando os reunís - dice-, cada uno de vosotros tiene un salmo, tiene una enseñanza, tiene una revelación. Y todo se hace para edificación" <57>. Y en otro pasaje: Cantaré - dice -, con el espíritu, diré un salmo con inteligencia <58>. Y Santiago escribe así en su Carta: "¿Está triste alguno de vosotros? Que ore. ¿Está alegre? Que cante salmos" <59>. Y Juan nos cuenta en el Apocalipsis que por medio de una revelación del Espíritu vio y oyó la voz del ejército celestial como la voz de muchas aguas y de fuertes truenos que decían: ¡Aleluya! <60>. Con lo cual nadie debe dudar de que este ministerio, si se desempeña con fe digna y con devoción, está en relación con los ángeles <61>, de los cuales consta que sin dormirse y sin distracción alaban continuamente al Señor en los cielos y bendicen al Salvador.

 

|p11 Siendo esto así, hermanos, cumplamos con gran fe el ministerio de los himnos, creyendo que conseguiremos de Dios abundante gracia, por habérsenos concedido junto a tan grandes y tales santos, me refiero a los profetas y a los mártires, cantar las maravillas del Dios eterno, al que con David confesamos porque es bueno <62>; con Moisés cantamos con aquellos grandes himnos al poder del Señor <63>; con Ana, que es tipo de la Iglesia, en otro tiempo estéril y ahora fecunda, fortalecemos nuestros corazones en la alabanza de Dios <64>; con Isaías velamos de noche <65>; con Habacuc cantamos salmos <66>; con los santísimos profetas Jonás y Jeremías cantamos orando <67>; con los tres jóvenes como si estuviéramos en el horno bendecimos con todas las criaturas al creador de todas las cosas <68>; con Isabel nuestra alma engrandece al señor <69>.

 

|p12 ¿Qué cosa hay más útil que ésta? ¿Qué cosa más agradable que este deleite? Pues nos deleitamos con los salmos, nos sentimos regados con las oraciones y nos alimentamos con las lecturas que se van intercalando. Y del mismo modo que unos correctos invitados se deleitan con la variedad de los manjares, así nuestras almas se nutren con la lectura variada y la ejecución de los himnos <70>.

 

|p13 Sólo, carísimos, que cantemos con corazón atento y mente despierta, como nos exhorta el salmista diciendo: "Porque Dios es Rey de toda la tierra, cantadle himnos con sabiduría" <71>, de modo que el salmo se recite no sólo con espíritu, es decir, con el sonido de la voz, sino también con la mente, para que pensemos en lo mismo que cantamos, no sea que nuestra mente cautiva con pensamientos extraños - como a veces sucede -, realice un trabajo infructuoso. El tono y la melodía cante en sintonía con la santa religión, sin declamar como en una tragedia, sino manifestando en la misma modulación de la voz la simplicidad cristiana, y sin hacer teatro sino provocando a los oyentes el arrepentimiento de los pecados <72>. Nuestra voz debe ser sin disonancias, en plena armonía, sin que uno prolongue las sílabas y otro las acorte y sin que uno baje la voz y el otro la eleve, sino que cada uno se esfuerce por incluir su voz en la armonía del coro que canta, sin destacarse vanidosamente alargando la voz como si fuera una cítara. Debemos celebrar todo el oficio en la presencia de Dios y no por deseo de agradar a los hombres o a sí mismos. En efecto, tenemos un modelo o ejemplo de esta armonía de la voz en aquellos santísimos tres jóvenes de los que nos dice el Libro de Daniel: "Entonces estos tres como con una sola voz entonaron un himno y en el horno glorificaban a Dios diciendo: Bendito eres, Señor Dios de nuestros padres" <73>, etc. Ya veis que está escrito para enseñanza nuestra que los tres jóvenes al unísono con humildad y santidad alababan igualmente a Dios. Así que también todos nosotros debemos cantar como con una sola voz la misma melodía y con la misma armonía de voz. El que no pueda sintonizarse o armonizarse con los demás es mejor que cante en voz baja más que desentonar a todos con una estruendosa voz, de modo que se cumpla así su oficio ministerial sin molestar a la comunidad que canta <74>. No todos poseen una voz flexible y melódica.

 

San Cipriano exhorta a su Donato a quien sabía dotado para este ministerio: "Pasemos este día - dice -, alegres, y que ni siquiera la hora de la cena quede desprovista de la gracia espiritual: que el sobrio banquete resuene de salmos. Puesto que tienes feliz memoria y melodiosa voz, empieza según sueles hacerlo. Deleitarás mejor a tus amigos si recreas nuestros oídos con cantos espirituales" <75>. Que la dulzura religiosa nos deje arrobados, pues los que cantan bien poseen la gracia de estimular a la piedad el espíritu de los oyentes. Si la voz de nuestros labios estuviera armonizada a los címbalos que resuenan bien <76> nos resultará cosa agradable y nos edificará a los oyentes y toda la alabanza resultará suave a Dios que nos hace habitar concordes en su casa <77>.

 

Cuando se canta un salmo <78>, que todos lo canten; cuando se ora, que todos oren; cuando se hace la lectura, que todos oigan en absoluto silencio <79> y escuchen al lector sin que ningún orante interrumpa con sus gritos. Y si llegas mientras se hace la lectura, que todos oigan en absoluto silencio <79> y escuchen al lector sin que ningún orante interrumpa con sus gritos. Y si llegas mientras se hace la lectura, adora al Señor y hecho el signo de la cruz sobre tu frente presta bien atención.

 

|p14 Hay un tiempo de oración cuanto todos oramos, y lo hay siempre que quieras. Cuando desees orar en privado no vayas a perder la lectura con pretexto de tu oración, porque no siempre puede uno tenerla preparada, mientras que el orar está siempre en tu poder. No pienses que se saca poco provecho de la escucha de la sagrada lectura, pues la misma oración se le hace más rica al que escucha en cuanto que la mente, nutrida con la reciente lectura, recurre a las imágenes de las cosas divinas que antes oyó. De María, la hermana de Marta, que, sentada a los pies de Jesús y olvidada de su hermana, escuchaba con suma atención su palabra, la voz del señor nos confirma que había escogido la mejor parte <80>. Por esto, de hecho, también el diácono <81> como un heraldo y con clara voz anuncia a todos que todos observen la unidad en las oraciones, al arrodillarse, al cantar, al escuchar las lecturas, porque el Señor ama a los hombres que tienen un solo corazón y, como dijimos antes, los hace habitar en su casa <82>. A los que habitan en ella el salmo los llama bienaventurados <83>, porque alabarán al Señor por los siglos de los siglos. Amén.

 

<1> Cf. 1 Ts 5,5.

 

<2> Las canciones de los marineros con ritmo apropiado para el trabajo de ir remando se denominaban en la antigüedad kéleuma. El término pasa también a los Santos Padres que aconsejan la repetición de algún estribillo, un kéleuma, tomado por ejemplo de los Salmos, que se acompase con nuestros trabajos y tareas cotidianas. "Mientras (los monjes) están trabajando con las manos, pueden fácilmente cantar los cánticos divinos y suavizar con este divino kéleuma su trabajo" (AGUSTIN, De opere monachorum 17: PL 40,565). El término aparece también en el poema que Paulino de Nola le dedicó a Nicetas: "Navitae laeti solitum celeuma / concinent versis modulis in hymnos / te piis ducent comites in aequor / vocibus auras" (Carmen XVII versos 109-112: CSEL 10,86).

 

<3> La Epístola 207,2-3 de BASILIO MAGNO, dirigida al clero de Neocesarea, nos informa que las críticas que le dirigían aquéllos sobre la práctica de las vigilias y concretamente sobre el canto de los salmos durante la misma. El texto merece transcribirse: "Quiero que lo sepáis: nos gloriamos de tener conventos de hombres y de mujeres, cuya ciudadanía está en los cielos y que han crucificado su carne con las pasiones y apetitos (cf. Ga 5,24), que no se preocupan por la comida ni por el vestido (cf. Mt 6,25ss; Lc 12,22ss), sino que sin distracción alguna perseveran día y noche en las oraciones asistiendo al Señor. Sus labios no hablan de las obras de los hombres, sino que cantan continuamente himnos a nuestro Dios, trabajando con sus manos a fin de tener qué compartir con los necesitados. Respecto a la acusación sobre las salmodias, con las que nuestros acusadores atemorizan a los más débiles, tengo que decir lo siguiente: las costumbres actualmente vigentes en todas las Iglesias de Dios son acordes y unánimes. Entre nosotros el pueblo se levanta durante la noche y va a la casa de oración y en el dolor, en la aflicción y conteniendo las lágrimas confiesan a Dios y finalmente terminadas las oraciones se levantan y pasan a la salmodia. Entonces, divididos en dos coros, se alternan en el canto de los salmos, al tiempo que se dan con más fuerza a la meditación de las Escrituras y controlan la atención y estabilidad del corazón. Después se encomienda a uno el comenzar el canto y los otros le responden. Y así pasan la noche en la variedad de la salmodia mientras oran. Y al amanecer todos juntos como con una sola voz y un solo corazón elevan hacia el Señor el salmo de la confesión <cf. Sal 50) y cada uno hace suyas las palabras del arrepentimiento. Si por esto os apartáis de nosotros, os apartaréis de los egipcios, os parataréis de las dos Libias, de los tebanos, los palestinos, los árabes, los fenicios, los sirios y los que habitan junto al Eufrates y, en una palabra, de todos aquellos que estiman grandemente las vigilias, las oraciones y las salmodias en común" (Y. COURTONNE, Saint Basile, Lettres, t.II, Paris 1961, pp 185-186).

 

<4> Cf. más adelante nº 7.

 

<5> Ef 5,18-19; cf. Col 3,16.

 

<6> Rm 8,27; Cf. 1 Co 2,10.

 

<7> Obsérvese la actitud equilibrada de Nicetas respecto a la alternancia de los cantos y de las oraciones en silencio.

 

<8> Ef 5,18.

 

<9> Ef 5,19.

 

<10> 1 Co 14,15. Nicetas interpretará aquí el término espíritu en la aceptación del aire que se inspira y espira. De aquí que diga a continuación con la voz.

 

<11> Cf. Ex 7,14-10,29: 12,29-30.

 

<12> Cf. Ex 14,28.

 

<13> Cf. Ex 14,29.

 

<14> Ex 15,1.

 

<15> Durante los primeros siglos cristianos circularon diversos libros apócrifos atribuidos a Abrahán. La crítica no ha identificado aún el libro que aquí menciona Nicetas. En el Testamento de Abrahán 3,1-4 se encuentra el siguiente pasaje que podría tener algún parentesco con el de Nicetas: "Y mientras se alejaban del campo hacia su casa, un ciprés que se erguía en aquel camino se puso a gritar por mandato de Dios, y con voz humana decía: `¡Santo, santo, santo es el Señor que llama hacia sí a quienes le aman!' Abrahán disimuló el misterio, pensando que el Príncipe no había oído la voz del árbol" (Traducción de I. VEGAS MONTANER en A. DIEZ MACHO, Apócrifos del Antiguo Testamento, V, Edic. Cristiandad, Madrid 1987, pp. 477). En otra recensión del mismo Testamento en lugar del ciprés habla un gran árbol con trescientas ramas, similar a un tamarisco. Cf. G. MORIN, "Deux passages inédits du De Psalmodiae Bono de saint Niceta (IVe-Ve siècle)". BURN, Niceta of Remesiana, p. 70 nota 11.

 

<16> Cf. Jc 5,1-31.

 

<17> Cf. Dt 32,48ss; 34,1ss.

 

<18> Cf. Dt 32,1-43.

 

<19> Citado por ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 5,1: PL 83,742 A.

 

<20> Cf. 1 S 16,23.

 

<21> "La cítara tensada en la madera significa el cuerpo de Cristo unido a la pasión" (VICTORINO de PETTAU, Comment. in Apocalipsim 5: CSEL 49,66).

 

<22> Cf. BASILIO, Hom. in Psalmum 1: PG 29; AMBROSIO, Explanatio Psalmi 1: CSEL 64.

 

<23> Cf. Sal 119 (118),9.

 

<24> Cf. Sal 68 (67),5-6.

 

<25> Cf. 2 Tm 3,16; Qo 10,4.

 

<26> El aspecto pedagógico del canto lo subraya también San Basilio: "Sabio invento del Maestro que ideó un arte para a la vez cantar y aprender cosas útiles; pues de esta forma los preceptos quedan impresos con más fuerza en el alma. De hecho, difícilmente permanece lo que se ha aprendido de mala gana; lo que, por el contrario se ha recibido con gusto y suavidad, dura con más firmeza en nuestro espíritu" (Hom. in Psalmum 1,2: PG 29,214).

 

<27> Nótese cómo en estas últimas líneas se indica todo el proceso psicológico del canto de los salmos y los bienes que reporta.

 

<28> Cf. Is 53,8.

 

<29> Cf. Sal 22 (21),7.

 

<30> Cf. Sal 2,8; 111 (110),6.

 

<31> Cf. Sal 110 (109),1.

 

<32> Cf. Sal 50 (49),3-4.

 

<33> Cf. Sal 104 (103),30.

 

<34> Cf. también BASILIO, Hom. in Psalmum 1,2: PG 29,213; AMBROSIO, Explanatio Psalmi 1,7: CSEL 64,6-7.

 

<35> "El salmo es la tranquilidad de las almas, el árbitro de la paz, reprime los pensamientos turbios y desordenados. De la misma forma que contiene el furor y el ímpetu de la ira, así también refrena la lascivia" (BASILIO, Hom. in Psalmum 1,2: PG 29,11).

 

<36> Sal 150,6.

 

<37> Sal 69 (68),31-32.

 

<38> Sal 50 (49),23.

 

<39> Sal 50 (49),14.

 

<40> Cf. 1 Tm 3,9.

 

<41> Sal 147 (146-147),1.

 

<42> Sal 119 (118),164.

 

<43> Sal 35 (34),28.

 

<44> Sal 18 (17),4.

 

<45> Cf. 1 S 16-20.

 

<46> Cf. 1 Co 13,8-12.

 

<47> Cf. Lc 1,67ss.

 

<48> Cf. Lc 1,42-45. ¿Atribuye aquí el Magnificat a Isabel como en el nº 11?

 

<49> Lc 2,14.

 

<50> Mt 21,15; Lc 19,40.

 

<51> Mt 21,16; cf. Sal 8,3.

 

<52> Lc 19,40. Cf. Ha 2,11.

 

<53> Cf. Mt 26,30; Mc 14,26.

 

<54> Cf. Lc 2,14.

 

<55> Cf. Mt 26,30; Mc 14,26. El Gran Hallel (Sal 113-118).

 

<56> Cf. Hch 16,26.

 

<57> 1 Co 14,26.

 

<58> 1 Co 14,15.

 

<59> St 5,13.

 

<60> Ap 19,6.

 

<61> Cf. Ap 19.

 

<62> Sal 106 (105),1; 107 (106),1; 118 (117),1; 136 (135),1.

 

<63> Cf. Ex 15,6; Dt 32.

 

<64> Cf. 1 S 2,1-10.

 

<65> Cf. Is 26,9-20.

 

<66> Cf. Ha 3,1-19.

 

<67> Cf. Jon 2,3-10; Lm 5,1-22.

 

<68> Cf. Dn 3,26-45.

 

<69> Cf. Lc 1,46. Obsérvese que Nicetas atribuye el Magnificat a Isabel. En esto coincide con IRENEO, Adversus Haereses IV 7,1: SC 100/2,456 (según la versión armena y algunos moss. latinos), y con JERONIMO en su traducción latina de ORIGENES, Homilía VII in Lucam: PG 13,1897D. Para una detallada información sobre la controversia de la atribución del Magnificar cf. R. LAUTENTIN, "Traces d'allusions étymologiques en Luc 1-2", Biblica 38,1957, 1-23 especialmente pp. 15-17.19-23.

 

<70> Lectura, canto, oración tienden a suministrar alimento espiritual al alma.

 

<71> Sal 47 (46),8.

 

<72> Nicetas subraya cómo debe ser la melodía del canto cristiano: sencilla en su misma estructura y, al mismo tiempo, con capacidad de suscitar determinados sentimientos espirituales. Por otra parte, el que desempeña el ministerio del canto no debe buscar su lucimiento personal.

 

<73> Dn 3,51-52.

 

<74> Quien tenga mal oído o mala voz no está excluido del ministerio del canto en la asamblea litúrgica. Nicetas no le impone el silencio total, sólo que baje la voz para que no arrastre a los demás.

 

<75> CIPRIANO, Ad Donatum 16: BAC 241,120-121.

 

<76> Cf. Sal 150,5.

 

<77> Sal 68 (67),7.

 

<78> Desde aquí hasta "al escuchar las lecturas" (nº 14) lo reproduce ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis I 10,1-3: PL 83, 745 AB.

 

 

<79> "¡Cuánto hay que trabajar en la iglesia, para que se haga silencio, cuando se hacen las lecturas! Cuando se lee un salmo, él mismo crea una atmósfera de silencio, es como si hablaran y nadie molestara a nadie" (AMBROSIO, Explanatio psalmi I 9: CSEL 64,8).

 

<80> Cf. Lc 10,39-42.

 

<81> Texto citado por ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis II 8,3: PL 83, 789 B.

 

<82> Sal 68 (67),7.

 

<83> Cf. Sal 84 (83),5.

 

|CFRAGMENTOS

 

|p1 Nicetas en el libro primero dirigido a los competentes

 

A los que se preparan (para recibir el bautismo) es necesario examinarlos <1> sobre las enseñanzas fundamentales de la fe que incluso las almas incultas pueden comprender y mantener en su memoria, no adquiridas por propio ingenio sino recogidas de la predicación de las Sagradas Escrituras. Con ellas se instruye a los elegidos <2> para el bautismo, de modo que sepan qué es lo que han dejado, y comprendan mejor qué desean y reconozcan mejor qué van a recibir y qué deben observar. porque es cosa grande lo que comienzan y es sublime lo que desean, ya se trate de que Dios se lo inspiró o que se lo aconsejó y persuadió un hombre. Quien le proporcionó este beneficio no pudo ofrecerle nada mejor. ¿Qué cosa mejor que este consejo, pues el hombre de infiel se hace fiel, de pecador se hace justo, de esclavo libre, de extraño familiar <3>, de enemigo se hace amigo de Dios, finalmente se renueva a imagen de Dios y se inscribe como heredero <4> del reino de los cielos? Esto es lo que proporciona la fe, esto es lo que proporciona el bautismo a todo hombre, libre o esclavo, hombre o mujer <5>, rico o pobre, romano o esclavo. Y para que sepáis que esto es así, escuchad lo que dice el apóstol Pablo, mediante el cual ha hablado Dios: "Despojáos - dice - del hombre viejo con sus acciones y revestíos del nuevo que se renueva en el conocimiento de aquél que le creó" <6>.

 

|p2 Nicetas en el libro primero dirigido a los competentes

 

El catecúmeno es como un huésped y un vecino de los fieles que desde fuera escucha los misterios sin entenderlos, que escucha hablar sobre la gracia, pero no la advierte. Desde este momento comienza a llamársele fiel <7>.

 

|p3 Nicetas en el libro quinto dirigido a los competentes

 

No se accede a hacer la profesión de fe sin haber renunciado antes al diablo. Como el buscador de oro no lo mete en la bolsa sin antes limpiarlo de la tierra y del barro, así hay que renunciar antes a la vanidad del diablo y con las renuncias rechazar los amargos deseos. pero conviene que las renuncias no sean de sólo palabras o con los labios, sino con una fe fortísima y una conciencia en la que no quepan dudas, es decir, de modo que el hombre se entregue con todas las fuerzas de su alma a Cristo, con la confianza de que perteneciendo a Cristo deja de temer al diablo. Después renunciará también a sus obras malignas, a saber, a las religiones y a los ídolos, a los oráculos y a la adivinación, a las pompas y teatros, a los robos y engaños, homicidios y fornicación, a la ira, avaricia, soberbia y orgullo, a las orgías y borracheras, a los bailes y mentiras y a otros males semejantes. ¿Qué decir de los que pretenden vanagloriarse del adorno superfluo de su cuerpo para aparecer encantadores? No hablo ya del exquisito e inútil refinamiento de sus vestidos. Os pregunto, ¿qué significa en los hombres el cabello rizado, el peinado cubriéndole por detrás hasta el cuello y tapándoles totalmente por delante la frente de modo que no queda sitio libre en la frente para la señal de Cristo? De donde piensan obtener honra y belleza, sacan oprobio e ignominia. Lo mismo ocurre con las mujeres que se ciñen la cabeza como si fuera un escudo de modo que les baja la frente como un valle entre dos colinas; Y que le cuelgan de las orejas piedras pesadas engarzadas con oro, se cargan los brazos de oro, las cadenas o las piedras les oprimen el cuello, y en lugar de calzados en los pies destellan unos reflejos rojos como la sangre. ¿Qué ventaja o utilidad se saca de esas cosas, sino sólo una huera ostentación y una mente corrompida por un deseo infantil?

 

|p4 En el libro segundo

 

Ciertamente ningún pecado se comete sin la actuación del demonio. En ello entendemos que consisten todas las obras o pompas del diablo. Liberándose, pues, el hombre de estos males y arrojándole a la cara del enemigo estas cadenas que lleva a sus espaldas, pronuncia ya con voz sincera: creo en Dios Padre omnipotente, etc. todo el que desea alcanzar plenamente la fe y el bautismo debe ser instruido y enseñado acerca de la fe que se contiene en el Símbolo y lo pueda recitar diariamente en privado, antes de acostarse y cuando se despierte, teniéndolo presente en su mente a todas horas <8>. Lo mismo se diga acerca de la oración del Señor y de la señal de la cruz, con la que se podrá defender contra el enemigo.

 

|p5 En el libro segundo dirigido a los competentes

 

El Símbolo es un prontuario de la fe y es la santa profesión de fe que comúnmente todos reciben y aprenden <9>.

 

|p6 Del libro primero

 

¿Para qué se le exorciza, sino para prepararse a recibir la gracia? De hecho, se purifican mediante los exorcismos como a través del fuego, puesto que de fuego son las palabras del Señor <10>, de las que están compuestos los exorcismos.

 

Por tanto, creemos que se llama escrutinio al interrogatorio o examen. Pues es necesario que al que ha escuchado la doctrina y la instrucción se le interrogue una y otra vez cómo lo retiene en la memoria o lo entiende o cómo se empeña en amar lo que ha oído. Así pues, los escrutinios se hacen para indagar una y otra vez con qué firme propósito, después de la renuncia a Satanás, ha fijado profundamente en el corazón las palabras santas de la fidelidad prometida. Instruido así y formado en la fe en Cristo se somete al catecúmeno a los exorcismos, para que exprese su renuncia al diablo y se haga digno de la gracia divina. En efecto, no podrá ser partícipe de la gracia espiritual si antes no expulsa de su corazón las inmundicias del diablo y rechaza los engaños de la idolatría <11>.

 

|p7 Nicetas en el libro dirigido a los competentes

 

El texto de este Fragmento es cita literal de El símbolo de la Fe (De Symbolo) 11: "Sabed que... separación entre buenos y malos" cf. pág 96 del presente volumen.

 

<1> Este examen son los escrutinios, cf. Fragmento VI. Según la interpretación de Nicetas, se trata de un examen sobre los conocimientos de las verdades de la fe y su traducción en la vida.

 

<2> Con el nombre de electi o elegidos se designa a los catecúmenos que, una vez instruidos, solicitan de la Iglesia la recepción del bautismo en la próxima Vigilia Pascual. También se les suele designar con el nombre de competentes, que, según la explicación de San Agustín, son aquellos que solicitan y desean ardientemente algo (en este caso el bautismo) juntamente con otros y al mismo tiempo que ellos (cf. Sermo 216,1: PL 38,1077). Los competentes dan su nombre al ser inscritos entre los que próximamente recibirán el bautismo. En Oriente, se les llama photizómenoi, es decir, iluminados.

 

<3> Cf. Ef 2,19.

 

<4> Cf. Rm 8,17.

 

<5> Cf. Ga 3,27.

 

<6> Col 3,9-10.

 

<7> Este texto aparece citado en ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis II 22,1: PL 83,815C.

 

<8> Cf. Dt 11,18-21.

 

<9> Citado por ISIDORO de SEVILLA, De ecclesiasticis officiis II 22,1: PL 83,815C.

 

<10> Cf. Sal 18 (17),31.

 

<11> A.E. BURN, "Neue Texte zür Geschichte des apostolischen Symbols", Zeitschrift fur Kirchengeschichte 25, 1904, 150-151. K. GAMBER, Niceta von Remesiana Instructio ad Competentes, Früchrisliche Katechesen aus Dacien (Textus Patristici et Liturgie 1), Regensburg 1964, p. 18.