Fuente:
Catholic.net
Autor: Gustavo
Daniel D`Apice
a) Murmurar, es hablar mal de una persona ausente, pero de cosas que, el que
habla y el que escucha, conocen, aunque no tienen por qué comentarlo
?ponzoñosamente?.
b) Difamar, es quitar la fama al otro, diciendo de él, en su ausencia, cosas
malas que el o los que escuchan no conocen, y que no hay por qué decirlas,
aunque sean ciertas.
c) Calumniar es lo peor. Es decir, ?con mentira?, cosas malas de alguien que
no está presente, para perjudicarlo.
1. Es feo murmurar, y esto se da mucho en los ?serpentarios? de distintas
asociaciones, clubes, o grupos de personas, desde la familia hasta en
reuniones ocasionales y, aún, pseudo-religiosas. Y se puede evitar: Poniendo
de manifiesto lo positivo del ausente, desviando la conversación cuando se
dirige a lo negativo de la persona que no está, poniendo de manifiesto sus
cualidades y no sus vicios, aunque sean conocidos por todos. Esta ?tentación?
es muy común, y se hace difícil sustraerse de ella, porque se habla de ?cosas
que son?, pero no para poner en común y así vituperar a aquel de quien se está
hablando.
Después de hacerlo, si uno se da cuenta y se arrepiente, porque siempre queda
un sabor amargo, conviene proponerse hablar de lo bueno del otro y no de lo
malo, salvo que esto ayude al bien común y al mismo del que se habla, para
corregirlo o encauzarlo.
2. La difamación es peor. Es la que se dice casi despacito y como al oído, al
que no lo sabía: ?¿Viste che?que tal persona tal cosa, que Juanita esto o
Robertito aquello???, cuando el interlocutor desconocía el hecho. Y ahí se
entera: ?¡Mirá vos, no lo sabía, pero era de esperar?!?.
¿Qué hacer cuándo uno se da cuenta? La cosa también es cierta, pero no hay por
qué ventilarla por ahí, más cuando no produce frutos de bondad y/o de bien
para el ?alcahueteado? o para la comunidad. La posible solución, para el
?botón?, es callarse la boca en adelante, y si necesita hablarlo, a manera de
?catarsis? o purificación, conviene hacerlo no en son de crítica ni
difamación, sino como pidiendo ayuda para sí, a un amigo/a íntimo/a o a un
guía espiritual. O diciéndoselo al propio interesado, si es posible, para que
se corrija de ello, en vez de andar diciéndoselo a los demás. Para el que
escucha, ser fuerte y no ?prestar el oído? para esas cosas, que lo debilitan
en la integridad de su persona.
3. La cumbre de seguir el susurro del diablo es la calumnia. Aquí todo es
mentira.
Y si el calumniador se arrepiente de lo que hace, debe restituir la fama a aquel al que se la quitó, en público ante quien lo dijo, pidiendo perdón y disculpas por su propasación.
Y el que escucha, de darse cuenta, debe solicitar reparación a aquel que calumnió, diciéndoselo, o diciéndole que no le cree, que no piensa que sea así, y guardándose de acercar el oído cuando se está hablando mal de otro aunque, sin llegar a ser calumnia, sea difamación o murmuración. La negatividad y veneno que se nos inocula, es luego difícil de extirpar.
La guerra no se vive sólo en medio oriente, en Irak, o la propicia nadie más que Estados Unidos. La guerra la propiciamos cuando comenzamos a condenarnos y eliminarnos en lo pequeño, cuando comenzamos a murmurar, difamar y/o calumniar. Busquemos, por lo tanto, la paz en eso que parece pequeño pero, que de seguirse, nos daría la paz en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la provincia, en la Nación, en el continente, en el planeta.