Mujer de Evangelio para un mundo nuevo

 

María Dolores Ruiz Pérez

Publicado en la revista del Centro de Estudios teológicos de Sevilla:

 Isidorianum  21-22 (2002) 153-171

INTRODUCCIÓN

 La primera palabra de la Sagrada Escritura que trata del ser humano atribuye al hombre y mujer una vocación común, lo encontramos en el primer relato de la creación:

“Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra. Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios los creó: hombre y mujer los creó. Y  los bendijo Dios, diciéndoles: creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales.” (Gn 1,26-27).

 

El principio bíblico está claro: ambos son seres humanos en el mismo grado, tanto el hombre como la mujer; ambos fueron creados a imagen de Dios. El creador confía el dominio de la tierra al género humano, a todas las personas, tanto hombre como mujeres, que reciben su dignidad y vocación de aquel principio común[1].

El hombre y la mujer están configurados para llevar una vida en reciprocidad en el mundo y en la Iglesia.  El orden de la Redención llama a una colaboración común del hombre y de la mujer en todos los terrenos y, por supuesto en el de la evangelización.

 

Los hombres y mujeres del comienzo de este nuevo milenio nos encontramos con un panorama de un mundo que nos preocupa, amenazados por el terrorismo y los fundamentalismos, sufriendo por el hambre, el analfabetismo y la pobreza y explotación de tantos tipos presentes en tantas zonas del planeta. Pero es nuestro mundo y debemos acoger los desafíos[2] que nos presenta: la explosión demográfica, la destrucción de la biodiversidad y recursos del planeta, los nuevos métodos de control de nacimientos y muertes, posibilidades y riesgos de la ingeniería genética, la globalización de los mercados y la economía, la insuficiencia de los estados nacionales como marco de la vida política, la aparición de una cultura universal, basada en los nuevos sistemas de comunicación.

 

Junto a estos desafíos también encontramos valores emergentes en nuestro tiempo con los que comprometernos:

- La dignidad de la persona (individuo)/derechos humanos (sociedad).

- Emergencia y emancipación de la mujer.

- Empeño por la democracia y la paz.

- Conciencia/compromiso de solidaridad.

- Movimientos sociales de subsidiariedad.

 

Ante un nuevo cambio de época, debemos plantearnos discernir el nuevo horizonte, obedecer al mandato del Maestro de “remar mar adentro” como nos ha indicado Juan Pablo II en la Novo Millenio Ineunte, dejarnos poner en cuestión y ponerle en cuestión a él desde la Palabra que Dios sigue dirigiendo, hoy como ayer,  porque la Iglesia sabe que “su carta de navegación es el evangelio y la fuerza que llena sus velas es la gracia del Espíritu”[3].

 

Vemos en la lista anterior que uno de los valores en alza en nuestro mundo es precisamente la emergencia y emancipación de la mujer y esto no puede dejarnos indiferentes. Si queremos avanzar hacia un futuro mejor como mujeres y hombres  de Evangelio en este tercer milenio, es necesario reactivar los signos mismos que la Palabra nos brinda, no para quedarnos en ellos ancladas en normas, costumbres, criterios, etc, que por ser culturales, hoy ya no pueden reclamar nada por ellos mismos, sino para entrar en sintonía con la Vida verdadera y Vida en abundancia que el mismo Señor se ha empeñado en regalarnos.

 

El Evangelio conecta con todas las épocas y con todas las culturas y, en especial, con las mujeres, por eso en nuestro hoy, en el que la cuestión femenina es un valor emergente y en el que la  riqueza de la fuerte presencia femenina en tantos campos del mundo es una realidad, nos damos cuenta de que podemos incidir en la transformación positiva de este mundo. «Hoy experimentamos la dificultad de gestionar tanta información que, a menudo, puede embotar la mente y obstaculizar el acceso a la verdad. Estamos invitados a abandonar cualquier complejo de orgullo para llegar a ser siempre más inteligentes, capaces de intus/inter-legere.

En este camino entre el ya y el todavía no se sitúa la cuestión de la diferencia sexual con sus desarrollos teóricos y prácticos. Ésta no puede ser resuelta banalizándola por exceso o por defecto, sino acogida como una tarea a elucidar no solo por nuestra generación, sino por generaciones, conjugando memoria y profecía, valorando en modo crítico el patrimonio de las generaciones que nos han precedido y pasando el testigo  con alegría a las nuevas generaciones, animándolas a proseguir por los senderos de la vida»[4].

 

1.      LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN SE DIO CON ELLAS Y NO SIN ELLAS.

 

La presencia femenina fue tan decisiva en la primera hora de la evangelización que quienes miraban a los creyentes desde fuera despreciaban a la Iglesia como una agrupación de pobres gentes, incultos, venidos del medio rural y mujeres. El cristianismo es para Celso cosa de bárbaros incultos y no de griegos sabios, de zapateros y bataneros, de niños y mujerzuelas[5]. Por la boca muere el pez y estos testimonios lo que nos ponen de manifiesto es precisamente la importancia de la mujer en los inicios de la Iglesia primitiva, algo que testimonia el Nuevo Testamento. Baste como ejemplo, aunque sea de forma breve y concisa este sencillo elenco de mujeres,  algunas con nombre y otras anónimas de los albores del primer milenio que encontramos en Hechos de los Apóstoles:

 

María, la madre de Jesús (Hech 1,14): Ella es la obra maestra del Espíritu, de tal forma que para conocer la actuación del Espíritu, para discernir los signos de su fuerza y su esperanza escatológica, debemos fijarnos en María[6].

 

 Las mujeres en el cenáculo: Todos y todas[7] llenos del Espíritu Santo (Hech 2,14.

 

Las mujeres discípulas:

- en pentecostés (Hech 1,14)

- en la comunidad (Hech 6,1; 9,39; 12,12-17; 21,5)

- entre los nuevos convertidos de cada nueva comunidad  (Hech  5,14; 8,12; 16,14s; 17.4.10 (mujeres griegas de distinción) 34 (Dámaris); 21;3-6)

- hacen apostolado (Hech 18,2.18.26;21,9).

 

Las viudas: viudas de judeo-cristianos y de heleno-cristianos (Hech 6,1)

 

Mujeres perseguidas por la fe, junto con los hombres: Hech 8,3;

 

Las mujeres de la Casa del centurión Cornelio (Hech 10,24.44): Cornelio reunió había reunido a parientes, amigos y sobre todos/as los que escuchaban el mensaje desciende el Espíritu  Santo.

 

¿La mujer de Pedro en Hechos? No está nombrada explícitamente, pero sabemos por Pablo[8] que  en la iglesia primitiva los apóstoles podían llevar a sus mujeres con ellos. Cuando en Hechos aparece  Pedro ¿no es inverosímil que en algunos de sus viajes lo acompañara su mujer.

 

Safira, casada con Ananías (Hech 5,1-11). Se resalta el acuerdo de hombre y mujer para actuar. Nos da que pensar en los otros matrimonios buenos que sin duda había porque ya dice el proverbio que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

 

Tabita (Hech 9,36-42): discípula en Joppe o Jaffa, ciudad de la costa mediterránea a 87 Km. de Jerusalén. La única a la que se aplica el término mathetria (discípula) en todo el NT, mientras que la fórmula masculina se emplea 243 veces en los evangelios y 29 en los Hechos, la mayoría de las veces en plural, con lo que, a menudo se considera incluídas a las mujeres. Se presenta como una mujer independiente (¿virgen o viuda?) dedicada a los demás (9,36)

 

María, la dueña de la Casa donde se reunía la primitiva comunidad (Hech 12,12). Hacia el año 135 el emperador Adriano, encontró allí una iglesia de cristianos. Madre de Juan Marcos, pariente de Bernabé (levita de Chipre). ¿Familia sacerdotal?

 

Rode, (Hech 12,13-17) la sirvienta de la Casa de María. Nombre griego. Reconoce a Pedro por la voz cuando es liberado de la cárcel en Jerusalén. Se olvida, en su alegría, de abrir la puerta en su prisa por ir a anunciar su liberación a los miembros de la comunidad.

 

Lidia, una mujer empresaria (Hech 16,12-15), dirige un comercio de púrpura en Tiatira, un negocio de oro. Pagana que adora al Dios verdadero. Junto a ella había otras. Obliga a Pablo a que vaya a su casa y resida en ella. Es una mujer decidida: pide el bautismo y la imitan todos los de su casa. Con ella comienza la comunidad de los Filipenses (Filipo).

 

La esclava explotada por sus amos como pitonisa  en Filipo (Hech 16,16-20) liberada por Pablo.

 

Priscila, casada con Aquila (Hech 18,2.18.26). No es deferencia en los escritos neotestamentarios ponerla antes del marido, sino importancia de la persona. Ella expone el Camino de Dios.

 

Las cuatro hijas de Felipe (uno de los siete diáconos): Vírgenes y Profetisas (Hech 21,9).

 

La Hermana de Pablo (Hech 23,16): el hijo (debía ser muy joven) interviene para salvar a su tío.

 

Damaris (Hech 17,34), convertida por Pablo, abrió sin duda la historia cristiana en Atenas, a pesar de que la mayoría de los oyentes del areópago se habían negado a escucharle (17,32).

 

Esta pequeña muestra presente en  Hechos nos hace ver que la historia de la evangelización tiene como agentes a hombres y mujeres concretos de su momento, alentándonos, al mismo tiempo,  no sólo a copiar para el nuestro, sino a ser capaces de crear posibilidades nuevas que se deben abrir en cada ocasión para que el Reino avance.

 

 

3.      LO QUE CUENTA ES LA NUEVA CREACIÓN

    

Es necesario observar lo real con mirada lúcida y abrir un espacio simbólico de lectura y de interpretación de lo real, a partir de lo que Dios mismo nos pide y ser fieles al “Sí” a Él y al “Sí” a una/o misma/o, sabiendo extenderse más allá de sí con el fin de dar a luz en el mundo lo mejor que cada persona llevamos dentro.

En esto María, la madre de Jesús, es la Maestra y así nos la presenta Lucas: una joven mujer hebrea, fiel a sí misma, creyente abierta al Dios de Israel que irrumpe en su propia vida y fiel a Él que le cambia el rumbo de su programación natural para introducirla por caminos insospechados.

Ella proclama que  “Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación” (Lc 1, 49-50). Sobre la roca de la fidelidad que es Dios mismo camina el creyente “aunque se desplomen los montes (las torres) y....” su corazón no tiembla.

Pasada la primera turbación ante lo inesperado, habiendo escuchado el “No temas” y dialogado con el ángel del Señor,  María no tiembla, sino que se proclama “la sierva del Señor”, situándose en la línea de la tradición bíblica de los siervos del Señor.

La apertura y la fidelidad son condiciones para que el Evangelio, Jesucristo mismo sean dados a Luz en el mundo. En otras épocas de la historia se han fijado muchas normas y se ha querido encorsetar a las persona, y en especial a las mujeres, en estructuras y leyes que reclamaban perennidad. Los tiempos nuevos que vivimos nos hacen decir con Pablo “lo que cuenta es la nueva creación” (Gál 6,15).

 

La humanidad nueva es la redimida por Jesucristo y la mejor representante de ésta es María. Mirándola a Ella tenemos dicho de una forma ya realizada lo que  la caracteriza:

 

1. Ser sanada desde su raíz. María es la primera redimida, la primera llena de gracia. Desde sus orígenes la Iglesia la ha mirado como la toda-santa[9]. La sanidad y la santidad son apuestas por rehacer a las personas más allá de sus límites y fragilidades. No nos referimos sólo al plano físico, sino al de la Gracia. «Gracia significa luz, vida, abertura de la vida espiritual y personal del hombre hacia los dominios infinitos de Dios. La gracia significa libertad, fuerza, arras de la vida eterna, el actuar del espíritu personal de Dios en lo profundo del hombre, la filiación adoptiva y la herencia de la eternidad»[10]. María es la primera redimida, la primera llena de Gracia.

Si el pecado introduce la lógica de la dominación, la Redención nos devuelve a la de la santidad y el servicio, que se convierte en  mandato del Maestro a los suyos porque   viviendo en Gracia se comprende que todo es Gracia y la vida se vive dándose gratuitamente al servicio de los demás.

 

2. Acoger la llamada de Dios y dialogar con Él. El diálogo de María en la anunciación expresa el talante de esta joven mujer que discierne los caminos que el Señor le señala y se adhiere a ellos con una disponibilidad activa. [11]

Una joven mujer es la representante de toda la humanidad que dice “Sí” a los planes de Dios antes que a los suyos y, además, con alegría. Se fía de Dios; su fe es paragonable a la de Abraham, el padre de los creyentes.  Con Ella comienza algo nuevo «la humanidad comienza su retorno a Dios y como en la gloria de la “Toda Hermosa” descubre la meta de su camino.»[12]

El diálogo, búsqueda compartida de lo verdadero y justo y camino de resolución de los conflictos que van surgiendo, es uno de los valores de la humanidad nueva. Cuando se busca cooperativamente la justicia, lo recto, los agentes de un diálogo tal se saben conscientes de que la palabra pronunciada compromete hasta la raíz a quien se expresa.

 

3. Moverse en el mundo comunicando. María se pone en camino aprisa, busca ir al encuentro de los otros con los que comparte su canto sobre la acción de Dios en su vida y en la historia «es indiscutible que Lucas puso el cántico en labios de María porque junto con los datos originales prepascuales de que podía disponer, veía expresados allí sentimientos que correspondían totalmente a la visión que tenía de ella, basada en el núcleo histórico de la proximidad de vida y de fe de la Virgen a su Hijo»[13]

Transmitir con entusiasmo lo que creemos y vivimos es una tarea en la que María misma nos da su ejemplo y aportación. Tuvo que ser una actitud constante en su vida y de la que seguramente el mismo Jesús desde pequeño bebió en su educación y crecimiento.

La era de la comunicación y la cantidad de medios que tenemos a nuestro alcance no eximen al creyente de la transmisión vital, antes bien, teniendo más recursos técnicos, éstos deben ser una ayuda y no un entorpecimiento para el verdadero intercambio.

 

4. Ensanchar la libertad. Los lazos del Espíritu amplían el círculo reducido de las relaciones familiares consanguíneas y María fue la primera y principal discípula de su Hijo[14]. «Educando al Hijo, María cumplió un verdadero y peculiar peregrinaje de fe, desde el nacimiento a la resurrección y pentecostés. Cuando reprende a Jesús por perderse en el templo, parece no haber comprendido aún a fondo la realidad profunda de su Hijo. La respuesta del hijo le obliga a “meditar” más a fondo su relación con él (Lc 2, 19.51)»[15]. María avanza en la peregrinación de su fe manteniendo fielmente su unión con Cristo.[16]

Desde la relación con su Hijo y con los demás fue construyendo su identidad en libertad y autenticidad en todas las etapas de su vida porque no fue ni una madre de alquiler en el inicio de la encarnación, ni un parásito de su Hijo después, sino que creada y redimida para la libertad realizó, un movimiento durante toda su vida de “devolución” del don de Dios. Bien podemos aplicar a María las nociones del pensamiento cristiano «que ha visto en el círculo del exitus y reditus dos movimientos diferenciados; el libre acto creador de Dios, que quiere positivamente que, por oposición a él, exista lo creado como algo bueno, del que pueda llegarle una respuesta de libertad y de amor. (..) porque la vuelta, que es la meta del movimiento, sólo puede realizarse como libertad que se devuelve y, con ello, se encuentra plenamente a sí misma»[17]

 

5. Traducir el amor a gestos inéditos. Ese “obras son amores y no buenas razones” es de los refranes más sabios de nuestro pueblo. María en Caná se nos muestra como una mujer activa en la construcción efectiva de ambientes en los que no falte la alegría, sobre todo cuando la necesidad urge. «María sugiere así un modo más útil e inmediato de hablar de Dios hoy y de testimoniar su amor: la analogía de la misericordia. Sólo los gestos concretos de misericordia pueden urgir al hombre contemporáneo a alzar sus ojos hacia Dios y a ver a Dios»[18]. La persona que asume su existencia con total libertad y originalidad, se constituye ante Dios como individuo y se hace aliada de Dios en el tiempo para colaborar con Él en hacer presente el poder de su misericordia, que sigue haciéndonos posible vivir y disfrutar de la vida.

 

6. Asumir responsabilidades públicas. María al pie de la cruz asume delante de todos que es la madre del Crucificado y asume la nueva ampliación de su maternidad que el Hijo le propone. Es muy significativo que tanto en la tradición joánica como en la lucana María está en el momento cumbre en que es dada a luz la Iglesia: al pie de la cruz para Juan; en pentecostés para Lucas. 

La asunción libre de su primera maternidad nos la ha transmitido el Evangelio a través del texto lucano de la anunciación y, aunque aparentemente ante la nueva no hay palabras puestas en su boca, uo diría que hay más que palabras: la imagen. Una imagen vale más que mil palabras. Pues bien, no una imagen, sino dos que en realidad son la misma porque las dos tienen que ver con el nacimiento de la Iglesia: en Juan al pie de la cruz con las otras mujeres y el discípulo amado; en Lucas, en el comienzo de la manifestación pública de la Iglesia. Debería darnos que pensar en la participación de María en la reconciliación y comunión de los discípulos dispersos tras los momentos trágicos en los que desaparecieron, dejando al Maestro solo.

La resurrección opera un nuevo comienzo en el que, como en el primero, Dios contó con Ella y de nuevo obtuvo su sí en libertad porque el Evangelio de Juan  y Hechos nos dejan la imagen final de esta mujer, seguramente ya anciana y gastada, pero perfecta discípula, como la mujer en el seno de la Iglesia, no como elemento decorativo, sino con los discípulos y discípulas que ahora tienen la responsabilidad de continuar la misma misión del Maestro en el mundo.

Hoy hablamos mucho de libertad y la entendemos más como independencia y autonomía que como participación. Pues bien, la primera idea de libertad que se gesta en la política y la filosofía occidental tiene mucho que ver con la idea de participación.  Los hombres libres de Atenas eran los que podían acudir a la asamblea de la ciudad, a deliberar y tomar decisiones conjuntamente. «Libertad significaba participación en los asuntos públicos, derecho a tomar parte en las decisiones comunes, después de haber deliberado conjuntamente sobre las posibles opciones. No parece que una idea de libertad semejante esté en alza en nuestro momento, pero no por ello debemos de dejar atrás este aspecto de la persona verdaderamente libre que debería llegar a asumir responsabilidades públicas»[19].

La Iglesia tuvo a María (y a más mujeres) en la asamblea de Pentecostés, la tiene hoy como la representante de la Humanidad  en la asamblea de los santos y santas del cielo. Ella asumió y asume esta responsabilidad desde el inicio de la Iglesia hasta hoy.

 

4.  Mujer/es de evangelio signos de una humanidad nueva

 

A la luz de lo que vemos realizado en María,  podemos hacer el ejercicio  de acercarnos a los textos de los cuatro evangelios y advertir cómo las claves anteriores, signos de una nueva humanidad, se dan también  en las mujeres que entraron en contacto con el Maestro de Galilea.

 

4.1. Sanadas se dedican a servir.

 

Si el pecado introduce la lógica de la dominación, la Redención nos devuelve a la del servicio, que se convierte en  mandato del Maestro a los suyos. Una humanidad sanada, redimida conduce a forjar un mundo según el plan de Dios: «¿qué aspecto tendría, pues, el mundo si el hombre, en su relación con Dios, hubiera vivido sin recortes la vocación original a la santidad y a la justicia?(...) Tal vez pueda sonar a fantasioso, pero,  de suyo, no hace falta mucha fantasía para imaginar que un mundo y una sociedad sin pecado se habría desarrollado de modo bastante más eficiente. Muchas formas de sufrimiento jamás habrían entrado en escena. Se conocería mejor las fuerzas de la naturaleza y habrían sido utilizadas para favorecer la potencialidad de la vida»[20].

La primera mujer que aparece en Marcos es la suegra de Pedro, no sabemos su nombre, sólo es nombrada por su relación con este apóstol. Jesús la sana cogiéndola de la mano, increpando, cual demonio,  a la fiebre que la tenía postrada en cama. La Palabra del Señor es sanadora y esta mujer agarrada a la mano del Señor se levanta de su postración y “en seguida  se puso a servirles” (Mc 1,31).

La suegra de Pedro se pierde en el anonimato como otras muchas que, habiendo sido curadas, se pusieron ellas misma y sus bienes al servicio de la causa de Jesús (Lc 8,1-3).

 

4.2. Acoger la llamada de Dios y dialogar con él.

 

Esto implica descentrarse del propio ego hasta que el yo se nutre de una mirada transparente capaz de verlo todo. Y ese “todo en todos” (Col 1,11b) es el Resucitado que nos habita.

Marta de Betania es una de las mujeres del Evangelio a la que hay que acercarse más allá del tradicional cliché de contraposición vida activa-vida contemplativa. La imagen de ella que se ha focalizado como mujer agobiada por el quehacer a raíz del conocido pasaje de Marta y María (Lc 10, 38-42) no le hace justicia, olvidando el acento de que es ella la que “le recibió en su casa”, la que da muestras de tener una relación de mucha confianza con el Maestro: se acerca a Él, dialoga con Él de tu a tu, entra en el plano de Jesús con una audacia propia de la amistad y el cariño.

Jesús le contesta desde el mismo plano de confianza y la dirige “de las muchas cosas” a “sólo una cosa es necesaria”, al unum neccesarium. El pasaje no es una controversia entre hermanas, sino una ocasión para que todos lleguemos al unum neccesarium, más allá de nuestros tipos de caracteres. Decía Hegel: «La auténtica unificación, el verdadero y auténtico amor, sólo tiene lugar entre seres vivos que son iguales en poder y que por tanto, viven uno para otro de la manera más completa»[21].

El último evangelista, Juan, nos ha dejado otra referencia de esta mujer de Evangelio. En Juan, Marta hace la misma confesión de fe que Pedro en los sinópticos: “tu eres el Cristo, el Hijo de Dios, que tenía que venir al mundo” (Jn 11,27). No es un detalle a pasar por alto, sino a tener presente porque la Palabra leída en su conjunto de hombres y mujeres que han seguido al único Señor muestra que, tantos unos como otras, podemos hacer las mismas cosas de manera distinta, con sensibilidad y estilos propios.

 

4.3. Moverse en el mundo comunicando.

 

La segunda mujer que aparece en el evangelio según san Juan es la samaritana (Jn 4,6-42) mujer desenvuelta, sociable. Su descubrimiento de Jesús como el Mesías le hace salir corriendo, dejando el cántaro, a la búsqueda de sus vecinos. El hacer femenino eficaz vincula con el presente el deseo del más que le mueve, sabiendo valorar del presente los límites y los impedimentos que comporta, pero también las posibilidades que tiene en reserva y, sobre todo, lo positivo que nuestra existencia social libre está aportando. La samaritana es la comunicadora del mensaje que nadie todavía había hecho en aquella  zona: “fue a la ciudad, y dijo a los hombres: venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho ¿no será éste el Cristo?” (Jn 4,29); puso de su parte para impedir lo negativo del diálogo entre judíos y samaritanos porque ella misma ha experimentado que gracias a Él caen todas las barreras y ya no ha judío ni gentil, varón o mujer porque todos somos uno en Cristo Jesús (cf. Gál 3,28). Podemos comunicarnos unos con otros desde la unidad radical que nos da el ser seres humanos redimidos en Cristo.   

El nivel más profundo de la comunicación es más que una comprensión mutua y unas relaciones amistosas; es el nivel del espíritu, donde el intercambio y el compartir consisten en un testimonio mutuo de lo que cada uno cree y en una exploración común de las convicciones respectivas.

 

4.4. Ensanchar la libertad.

 

Desembarazar la mente y el corazón es de lo más difícil, porque deja una sensación de vacío con el peligro de la impaciencia de rellenar este vacío con soluciones inmediatas, pero que no nos pertenecen.

Permanecer libres, “para ser libres nos liberó Cristo”(Gál 5,1) y no rellenar este vacío con soluciones inmediatas es posible si encontramos la fuerza para mantenernos cerca de este vacío, sin caer en la pérdida de sentido y sin colmar el vacío con compensaciones ilusorias o con fugas del presente. La fuerza nos viene de la relación nueva con los otros y del enraizamiento en un proyecto común.

A Jesús se atrevieron a seguirle muchas mujeres, algunas de buena posición económica[22] por los datos que nos dice Lucas. Para estas mujeres ponerse de parte de Jesús no tuvo que ser fácil, sin embargo lo hicieron. No encontramos en los evangelios satisfacción de nuestras curiosidades, pero sí indicios de que esto no tuvo que ser fácil ni cómodo.

Es muy significativo, quizás más de lo que estamos acostumbrados a valorar, el encontrar en los evangelios datos del discipulado femenino. Piénsese que en otros campos cuando se investiga la huella de la mujer no ha quedado ni rastro[23]. Jesús permite que las mujeres sean sus discípulas y esto ya es mucho en su cultura. Estas discípulas galileas le siguen y sirven durante su actividad apostólica y no lo abandonaran tampoco en las más trágicas horas de su vida mortal. La mujeres en el Gólgota  como testigos de la muerte y en el sepulcro como testigos de la resurrección son un dato de capital importancia si se piensa en el contexto social de la época.  Las mujeres no podían ser llamadas a testificar puesto que sus palabras no eran tenidas en cuenta. El dato del evangelio sobre esto cobra mayor relieve de historicidad teniendo en cuenta la época, puesto que a ningún autor se le hubiera ocurrido poner esta información si no hubiera ocurrido en realidad así. Por su condición femenina eran anuladas las mujeres en la cultura judía para desempeñar este papel de testigos. Está claro que con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús comienza un tiempo nuevo de ruptura des moldes y barreras del que aún no hemos sacado todas sus consecuencias.

 

4.5. Traducir el amor a gestos inéditos.

 

Una traducción siempre expuesta, sin embargo, al riesgo de traición de ese deseo. Permitir en las experiencias cotidianas aprovechar las ocasiones significativas de experimentación de sí en el amor, de búsqueda de sentido en el amor con que se realiza lo que se realiza libre de sí y del mundo en el presente, más que como patrimonio a capitalizar.

La unción de Jesús por una mujer[24] en Betania días antes de su pasión es un gesto de amor inédito que el mismo Señor ha querido que quedara ligado al Evangelio para siempre. El evangelista Marcos no dice como se llama la mujer, tampoco el Cantar de los cantares, al que esta perícopa evoca a través del perfume de nardo y el estar el amado en el diván. Éste anonimato puede haber sido querido deliberadamente porque así se puede entender que se trata de una figura genérica: la mujer o la persona que ama y dice su amor al Señor con un gesto de generosidad único, desde lo más profundo de su corazón, aunque los demás no la entiendan e incluso la reprendan. Ella no dice nada, actúa en silencio. Será Jesús el que de la interpretación de su gesto. En realidad, no sabemos si la interpretación de Jesús es lo que ella había pensado, pero esto es lo de menos, porque él es quien escruta los corazones. Esta mujer ha manifestado amor sin medida, es el don personificado y Jesús acoge su don dándole una amplitud insospechada.

Jesús sabe apreciar el gesto de la mujer, el don que le ha hecho y da una amplitud insospechada y única en todo el Evangelio a un gesto. Nos tendría que hacer pensar, dejarnos sorprender: la obra buena de ella y la Buena Nueva están destinadas a proclamarse en el mundo entero. Una mujer que no retuvo nada para sí entró en el misterio más profundo: en el de la muerte y resurrección de Jesús. Realizó una buena obra al perfumar a Jesús en preparación para su sepultura y ella misma quedó impregnada del mismo perfume que regalaba a él. Lo que se difundirá por el mundo no será aquel perfume de nardo, sino el anuncio de la resurrección, el buen olor de  Cristo vivo y no el mal olor de un cuerpo muerto. El gesto de la mujer anticipó lo  que Jesús mismo realizó por nosotros y por eso ha quedado unido al Evangelio para siempre. Y éste está destinado a proclamarse en todo el mundo a través de cada creyente, que sigue siendo de nuevo llamado a ser también otra  «mirófora» que desprenda, allí donde esté, el buen olor de Cristo resucitado, a través de sus buenas obras realizadas con todo el amor y generosidad que le impulse su amor por Cristo, especialmente en favor de los más pobres. En aquella ocasión el más pobre era el mismo Jesus, un pobre condenado a muerte ya por las autoridades judías[25].

Juan Pablo II en la Novo Millenio Ineunte nos llama a una nueva imaginación de la caridad[26].

 

4.6.          Asumir  responsabilidades públicas.

 

María Magdalena llora amargamente la pérdida de su Maestro, replegada sobre sí misma, con sus lloros por la terrible realidad ante la que se encontraba: una tumba vacía; no veía al vivo que tenía delante. De fuera le viene la llamada, oye su nombre, dialoga con el desconocido  y reconoce a su querido Maestro. De Cristo Resucitado recibe esta mujer que había experimentado la liberación y la salvación de la llegada del Reino de Dios, que había acompañado junto con otras y otros discípulos a Jesús en su subida a Jerusalén, el mandato de anunciar a los demás hermanos[27] (Jn 20,17).

«María Magdalena, a quien le ha sido devuelto su nombre en plenitud, se pone en camino para realizar la misión de “anunciar”: ahora es ella la que desempeña el papel de los ángeles. Y al anunciar aquello que se le ha confiado, integra en su existencia el encuentro con el Resucitado: He visto

al Señor y me ha dicho esto. Entramos así en el terreno de las responsabilidades de la mujer, no sólo en el ámbito de lo privado. Las cuestiones que conciernen a las mujeres se inscriben en su contexto mundial, en la lucha por el futuro y por la construcción de un mundo en el que la calidad humana de la comunidad es prioritario»[28].

 

5. CONCLUSIÓN

 La cultura actual nos desafía. Vivir y anunciar la fe es difícil en este nuevo mundo, donde la gente se aleja gradual, a veces, silenciosamente, a veces escandalosamente de la fe, considerando a la Iglesia como una institución que no avanza al ritmo de los tiempos y que no es creíble por la distancia entre el mensaje de Jesús de Nazaret y la práctica, como es en el caso de la cuestión femenina.

 

Si de verdad estamos convencidos y convencidas de que  la mayor riqueza la constituyen  las personas antes que las cosas, la mayor riqueza del presente en la Iglesia consiste, en primer lugar, en la fuerte presencia femenina, que de energía muda, puede transformarse en realidad en la que hacer palanca, aquí y ahora, para un trascender los límites hasta ahora impuestos. «Llega la hora, ha llegado ya la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres, llenas del espíritu del evangelio, pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga»[29].

 

La adquisición de la nueva dimensión en la asociación para siempre con Cristo, que nos dará la resurrección, es la meta hacia la que caminamos todos los seres humanos sin distinción. Es algo ya comenzado por el único Bautismo que nos injerta a todas y a todos en Cristo Resucitado. María asunta al cielo es la mejor imagen de la Iglesia peregrina que alcanza su meta triunfante. Resucitada interviene en nuestra historia desde la comunión de los santos y santas, al lado del Resucitado. Su nuevo modo de estar con Cristo nos puede llevar a pensar incluso su presencia actual con Él también en la Eucaristía[30].

Si queremos que la nueva evangelización sea tomada en serio e incida en la nueva cultura debemos acoger, desarrollar y llevar a la práctica real la promoción de la igualdad de hombres y mujeres en la comunidad cristiana. Para ello:

 

Se necesitan personas que vivan con confianza y alegría la propia vida sanada, desde su ser hombre o mujer, en comprensión y diálogo, reconociendo que en Cristo han caído todas las barreras que nos separaban a unos de otras, porque la Redención  es real y no teórica, nos ha sanado y devuelto a la lógica del servicio. Esto a su vez supone una tarea de por vida para el ser humano individual y para la humanidad, porque se necesitan formar personalidades sólidas para que de verdad desarrollen todo su potencial y no jueguen a convertirse en los triunfadores o triunfadoras del momento.

 

Se necesitan personas competentes que sepan ir más allá de la educación recibida en otras épocas y crean de verdad en la evangelización como tarea fundamental de la comunidad cristiana,  que debe ser llevada por todos y todas a una, en comunión, que acojan la llamada de Dios en la historia actual y le den respuestas.

 

Se necesitan personas dispuestas a compartir los caminos por los que nos lleva la cultura y la fe, conscientes de que no se puede separar la fe de la vida. Las mujeres no podemos vivir una doble vida, en el sentido de que en el campo secular de la cultura se esté preparada, se incida, se trabaje codo a codo con los hombres, se pueda ser jefe,..  y luego en la Iglesia se vivan posturas trasnochadas[31]. Para una integración de la fe y la vida hace falta moverse por el mundo comunicándonos e intercambiando porque de la verdad forma parte la libertad, y de la libertad, una comunidad en la que nos tratamos unos a otros con confianza.

 

Se necesitan dirigentes que hayan interiorizado el valor de la reciprocidad, la participación y la corresponsabilidad y sepan crear y renovar oportunamente las formas antiguas. Desembarazar la mente y el corazón es de lo más difícil, pero el vino nuevo del Evangelio puede hacerlo.

 

Hombres y mujeres, que trabajando realmente con sentido de unidad y comunión, manifiesten una sensibilidad particular por los más pobres y se conviertan en promotores de la autentica civilización del amor de la que ya habló Pablo VI. La Iglesia, todos y todas, podemos más de lo que hasta ahora hemos realizado. Hay gestos inéditos esperando a que alguien se atreva a realizarlos por amor, aunque se corra el riesgo de ser mal interpretados.

 

Gestos en pro de que el Evangelio, la evangelización no se contabilice tanto por el alcance geográfica, hoy por otro lado no tan significativo en cuanto que vivimos en una aldea global, sino gestos que posibiliten  alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicios, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación[32].

 

 



[1] Cf. Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, 6.

[2] Cf. RUBIO M., «Radiografía moral de nuestro tiempo», Burgense 42/2 (2001) 441-470

[3] AMIGO VALLEJO, C., «La globalización y el futuro del cristianismo en España» Isidorianum 10 (2001) 28.

[4] FARINA, MARCELLA, «Femminismo quinta fase? Una profezia e un compito» Rasegna di teologia 42 (2001) 707.

[5] ORIGENES, Contra Celso, Madrid 1967, 220.

[6] cf. X. PIKAZA,  María y el Espíritu Santo, Salamanca 1989, 231-286

[7] La Didascalia siria, así como las Constituciones apostólicas, exigen que la diácono cristiana sea considerada como "imagen del Espíritu Santo".

[8] 1 Cor 9,5 "¿No tenemos derecho a llevar una esposa creyente con nosotros, tal como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Pedro?"

 

[9] Santo en la Escritura es otra forma de decir “Dios”. La palabra viene del latín sanctus, participio pasivo del verbo sancire  que significa estar separado, ser distinto. Dios-santo quiere decir el Otro, el que trasciende al hombre y al mundo (Os 11,9); define la esencia de Dios (Is 6,3). Se trata de la propia definición de Dios como Misterio, como Alteridad, como el otro lado de aquello que vemos y experimentamos empíricamente. La actitud ante el Otro es la de respeto y reverencia. Moisés ante la zarza (Ex 3,5) se descalza y se cubre el rostro porque temía ver a Dios. Mirar supone una especie de “violación”, bajar la mirada indica respeto y acatamiento. Dios-santo se comunica y hace participar de su santidad a las personas. La persona santa es sólo una criatura, pero recibe una misión divina. El Antiguo Testamento tiene el mandamiento de la santidad: “Sed santos porque yo soy santo” (Lev 11,44; 19,2; 20,26) y  el NT también lo recoge: “esta es la voluntad de Dios: vuestra propia santificación “  (1Tes 4,3), sed personas que orientan e iluminan su vida en la imitación del Dios-santo que se ha hecho visible en Jesucristo.

 

[10] RAHNER, K., María, la Madre del Señor, Barcelona 1967, 60.

[11] « Para expresar el fiat de María en la anunciación, Lucas emplea, sin sujeto, el optativo genoito, que en forma positiva, sólo se encuentra en este lugar del Nuevo Testamento. En griego, la forma optativa (del latín optare, que significa desear) expresa “un gozoso deseo de..”, y nunca un sentimiento de resignación o de obligada sumisión ante algo grave y penoso. La resonancia del fiat de María en la anunciación no es la misma que la del “fiat voluntas tua” de Jesús en Getsemaní, ni tampoco la de la fórmula correspondiente del Padrenuestro. Es esto un rasgo notable que sólo se ha observado en estos últimos años y que con frecuencia pasa todavía inadvertido. El  fiat de María no es una simple aceptación y menos todavía un resignado acatamiento. Manifiesta, por el contrario, un gozoso deseo de colaborar con lo que Dios quiere de Ella. Es la alegría del abandono total al querer de Dios. Por otra parte, la alegría de este final corresponde a la invitación a la alegría del principio». POTTERIE DE LA, I., María en el misterio de la alianza, Madrid 1993, 65-66.

[12] Pablo VI, Marialis Cultus, 28.

[13] FORTE, B., María la mujer icono del misterio, Salamanca 1993, 84.

[14] Cf. CALERO, A.M., «María: de Madre a Discípula», Estudios Marianos 64 (1998) 415-453.

[15] AMATO, A., María y la Trinidad, Salamanca 2000, 63.

[16] Const. Dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 52.

[17] RATZINGER, J., «El fin del tiempo» en Tiemo Rainer PETERS-Claus URBAN (eds.), La provocación del discurso sobre Dios, Madrid 2001, 29-31.

[18] AMATO, A., o.c., 171.

[19] CORTINA, A., Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía, Madrid 1999, 231.

[20] SCHULZ, M., «La naturaleza caída», Revista Católica Internacional Communio, año 23, julio-septiembre 2001, 304-5.

[21] Citado por DI NICOLA, G.P., Reciprocidad hombre/mujer. Igualdad y diferencia. Madrid 1991, p.208 nota 298.

[22] Cf. Lc 8,2

[23] Un ejemplo es la búsqueda de la huella de la mujer en el primer milenio de la universidad europea. «Es inútil el registro de los viejos archivos, de los legajos y de los manuscritos. No había mujeres entre los peregrinos intelectuales que en la Alta Edad Media viajaban hasta Bagdad o hasta Alejandría, ni entre los que tradujeron a Aristóteles, a Galeno, a Euclides y a Tolomeo. No queda recuerdo de mujeres en las crónicas de Abderramán II y su hijo Alhakem, cuando describen el palacio del califa de Córdoba ...» DURAN, Mª A., «La mujer en la universidad. Una ausencia de mil años», Primeras jornadas Mujer y Educación, Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, serie documentos, n.3, Madrid 1985,  43.

[24] Cf. Mc 14,1-9; Jn 12,1-8.

[25] Cf. Mc 14, 1-2.

[26] «Es la hora de una nueva “imaginación de la caridad”, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno.» (NMI, 50).

[27] «El término “hermanos” que abre los límites de aquellos que debían recibir la noticia, más allá de los discípulos del momento, hace de ella una apóstol enviada a extender la buena noticia que han vivido y ahora entiende en toda su profundidad». BERNABÉ UBIETA, C., Mª Magdalena. Tradiciones en el cristianismo primitivo, Estella 1994, 173.

[28] ALEXANDRE, D., «La mujer: ser y misión» en GALINDO, ANGEL (ed.) Dignidad de la mujer y fe cristiana. XXII Jornadas de teología, publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, 1990, 99.

[29] Mensaje del Concilio Vaticano II a las mujeres (8 de diciembre de 1965): AAS 58 (1966) 13-14

[30] “Así como en los momentos cumbres de Jesús (concepción, nacimiento según la carne, presentación en el templo, inicio de su vida pública, muerte redentora en la cruz) estuvo presente y activa María, es absolutamente lógica (por una lógica que se puede llamar teológica o de analogía de la fe), la presencia de María cada vez que se celebra el sacramento en el que se hace presente, no la gracia del sacramento, sino al mismo Autor de la gracia”. Cf. CALERO, A.M. «De la Encarnación a la Eucaristía», Isidorianum, 9 (2000) 382.

[31] Conviene recordar en este punto que transformadas y transformados por los valores del Reino hay un vocabulario básico (servicio, gratuidad, ...)  que tenemos ya aprendido, pero que luego la realidad práctica nos delata por el contraste que supone,  por ejemplo, el predicar que todas las personas hemos de ser servidoras y tratarlas sin embargo como sirvientas, etc.

[32]Cf.  Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 19.