Milagros al margen de la Iglesia católica
Es este un tema complicado y delicado. Al papa Juan XXIII, en uno de sus cumpleaños siendo ya papa, una persona con ánimo de elogiarle le dijo: Que su Santidad llegue a cumplir los cien años, a lo que Juan XXIII respondió: ¿Y porqué le vamos a poner limitaciones a la Providencia? Quizás por que somos unas criaturas limitadas, nuestra tendencia humana es poner siempre límites a todo. Y en esto de los milagros, muchos piensan que como el único y verdadero camino para llegar a Dios es la Iglesia católica, es ella la que tiene la patente internacional de los milagros en el mundo. En otras palabras se le pone límites a la intervención divina en la vida de los hombres, cuando es sabido que esta es total. Acaso lo que piensan algunos, ¿es que si Dios realiza o permite que se realicen milagros al margen de la Iglesia católica, se está deslegitimando esta?
            Cierto es que el Señor, al pie de la 
Cueva de Banias, le dijo a San Pedro: “Y yo te digo a ti que tú eres 
Pedro, y sobre esta piedra edificare yo mi iglesia, y las puertas del infierno 
no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y 
cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la 
tierra será desatado en los cielos”. (Mt 16,18-19). Un milagro, ni 
veinte milagros diarios, pueden echar abajo estas palabras de Señor, aunque 
ocurran milagros al margen de la Iglesia, esta sigue siendo y lo será siempre la 
que conduce al camino de la Verdad.
 
Si ahondamos en este tema de los milagros, 
llegaremos un momento en que veremos que la Iglesia católica no tiene un 
monopolio exclusivo de los milagros. Fuera de nuestra Iglesia, y al 
margen de ella, también se originan milagros. Esto es un algo, que como ya hemos 
dicho antes, puede sorprender e incluso escandalizar algunos, ya que dentro de 
sus profundas convicciones, no se encuadra la idea de que Dios pueda permitir 
estas situaciones. Y sin embargo Dios las ha permitido, ya antes del nacimiento 
de Nuestro Señor. Y tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento 
se nos previene frente a este tipo de milagros. 
 
El poder de hacer milagros no es esencialmente 
sobrenatural, como lo es la gracia santificante, sino solamente preternatural; 
podría Dios concederlo a un pecador la posibilidad de hacer un milagro, como de 
hecho lo ha hecho, porque ello no supone necesariamente unión íntima con Dios, 
ya que es una simple delegación de Su poder; mientras que la gracia es una 
participación en la vida misma de Dios, ese bien supremo, Él, no lo concede más 
que a sus amigos. La facultad de realizar milagros, puede Dios delegarla en 
personas que no vivan en su gracia, e inclusive puede autorizar al propio el 
demonio, para que realice determinado milagro. Los milagros pues, no 
caracterizan exclusivamente al catolicismo. En otras partes, como puede ser en 
el mundo de los hermanos ortodoxos, y en el resto de confesiones cristianas 
orientales, se originan milagros e inclusive en el protestantismo herético. En 
el Evangelio de San Mateo, puede leerse: “No todo el que dice: ¡Señor, 
Señor!, entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi 
Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no 
profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojábamos los demonios, y en tu 
nombre hicimos muchos milagros? Yo entonces les diré: nunca os conocí; apartaos 
de mi, obradores de iniquidad. Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone 
por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca”.
(Mt 7,21-24). 
 
El hecho de profetizar correctamente el futuro y 
lógicamente no me estoy refiriendo a profesionales embaucadores que echan las 
cartas, es siempre una demostración de una situación milagrosa, porque nadie 
puede conocer el futuro salvo Dios. Y en referencia a los profetas, también San 
Mateo, nos dice: “Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que 
harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los 
mismos elegidos”. (Mt 7,24-24). También San Pablo acepta la idea, 
de que sin caridad, que es tanto como decir: sin amar a Dios y por lo tanto sin 
vivir en su gracia, se puedan realizar milagros. “Aunque tuviera el don de 
profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera 
plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy”. 
(1Co 13,2). 
 
Es indudable, que Dios autoriza la comisión de 
milagros y faculta para ello, a personas que no viven en su gracia, pero siempre 
con una importante limitación,  planteada por los teólogos y derivada de la 
misma esencia divina en la cual la Verdad es elemento constitutivo, comenzando 
por el mismo Santo Tomás que dice: “A los dioses no católicos –a dioses no 
cristianos- se les puede conceder la realización de milagros, pero Dios no podrá 
permitir que los hagan para demostrar que sus doctrinas, si son falsas, son 
verdaderas”. 
 
Este tema de los milagros permitidos por el Señor, 
nos lleva a considerar el tema de los falsos profetas en surgirán en el final de 
los tiempos. Así San Mateo escribe en su evangelio: “Si alguien les dice 
entonces: El Mesías está aquí o está allí», no lo crean. Porque aparecerán 
falsos mesías y falsos profetas que harán milagros y prodigios asombrosos, 
capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. Por eso los 
prevengo. Si les dicen: "El Mesías está en el desierto", no vayan; o bien: "Está 
escondido en tal lugar", no lo crean”. (Mt 24,23-26). 
 
San Pablo en su epístola a los Tesalonicenses nos 
dice: “La venida del impío estará señalada por el influjo de Satanás, con 
toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos y todo tipo de maldades que 
seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la 
verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les 
hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en 
la verdad y prefirieron la iniquidad”. (2Tes 2,9-12). 
 
La prevención que se aconseja frente a los falsos 
profetas que realizan milagros y prodigios, ya viene desde antiguo, así en el 
Antiguo Testamento, concretamente en el Deuteronomio podemos leer: 
“Practiquen cuidadosamente todo lo que yo les ordeno, sin añadir ni quitar nada. 
Si surge en medio de ustedes un profeta o un intérprete de sueños, que te 
propone un signo o un prodigio, y te dice: «Vamos detrás de otros dioses –que tú 
no conoces– para rendirles culto», aunque se cumplan el signo o el prodigio, no 
hagas caso de las palabras de ese profeta o de los sueños de ese visionario. 
Porque el Señor, su Dios, los pone a prueba para ver si ustedes lo aman 
realmente con todo su corazón y con toda su alma. Sigan al Señor, su Dios. 
Témanlo y observen sus mandamientos, escuchen su voz, sírvanlo y sean fiel es a 
él”. (Dt 13,1-5). 
 
El valor de los milagros, es un tanto relativo en relación con la fe. El milagro puede reforzar la fe pero no la fundamenta, Es la fe lo que importa a los ojos de Dios. Para el que de verdad ama a Dios, no le es necesario confirmar su fe, con milagros materiales, su fe nace de su amor. Lo que si puede el milagro hacer para él, es reforzar su fe o aumentarla.