¿Cómo mejorar la relación madre e hija?

 
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En muchos de los casos la relación entre madre e hija se presenta como una relación conflictiva; en ambas hay un precio, un padecimiento o si se quiere un sufrimiento. En algunos casos, para hacer su vida la hija rompe con su madre después de una pelea; en cambio en otros, inicia un proyecto en el que vuelve a la madre estableciendo un lazo indisoluble.

La madre se convierte así en alguien autoritario y amenazante con la que hay que pelear, o en un ideal inalcanzable de modelo de mujer para su hija ¿Pero qué lugar tienen las hijas? En un caso las hijas son rebeldes y sus madres las víctimas, en el otro extremo las hijas son la sombra de la madre.

Se trate del lugar o posición que ocupe cada una, lo cierto es que ahí se arma una pareja, no se da una sin la otra. Se arma un entramado en el que -cuando es conflictiva- cada una desarrolla una función. A veces las respuestas son múltiples: adolescentes que se escapan de casa, niñas que se vuelven provocativas intentando molestar a su madre y generan peleas cotidianas por cualquier motivo.

Los estilos

La lista es larga, ya que las formas toman cuerpo de acuerdo con la historia particular de cada quién.

Ahora bien, ¿qué origina esto? ¿Cómo poder entender esta relación que en algunos casos trae como resultado angustia y hasta las más de las veces, locura?

Desde el inicio está la madre; una mujer, que antes de ser madre es una mujer distinguida por un deseo; en ocasiones por el deseo de tener un hijo con un hombre, otras por tener un hijo sola y otras porque quedó embarazada sin quererlo.

Así empieza una historia. Lo cierto es que cada lugar trae consigo una consecuencia y es el lugar que la descendiente va a ocupar para esa madre. En presencia o ausencia de un padre, invariablemente la mujer queda embarazada de un hombre: ¡siempre son tres!

Siempre se pensó que la realización de una mujer es la maternidad, aunque esto se podría discutir. La pregunta sobre lo que desea una mujer, no encuentra la respuesta en la maternidad.

Es esta una pregunta que pasará por la historia de la humanidad sin contestación concreta; es un enigma, pero en algunos casos se responde desde la maternidad: niños que completan a sus madres, que le dan consistencia a ese ser; madres que ejercen su feminidad desde la maternidad, aquellas que son toda madre, sólo madre.

En todo esto, el primer acoplamiento con la madre es tan fuerte que dura y difícilmente entra allí el padre; queda una relación prescindiendo totalmente del progenitor. No se trata de cambiar un objeto por otro, primero un hombre por un niño y luego un niño por un hombre, sino de la entrada a un padre, un hombre en relación con esa mujer. Es la madre quien se queda en responsabilidad de todo, prometiendo estar siempre presente.

Y al momento de los límites, las prohibiciones se presentan como el problema, que aparece en las distintas etapas del crecimiento. Los permisos y la autonomía que se evidencian frente a la responsabilidad de su propia sexualidad.