P. Anthony de Mello S.J. Gnosticismo, autoconocimiento, modernismo ¿"menudencias”?...
Autor: es.catholic.net
Anthony de Mello: no comparte el credo católico, pero vende libros a los
católicos.
El sacerdote jesuita Anthony de Mello nació en Bombay, India, en 1931 y
falleció en Nueva York en 1987. Algunos lo llaman un “clásico” de la
espiritualidad cristiana; pero en ese titulo hay un error: se le puede llamar
un clásico de la espiritualidad, pero no de la espiritualidad cristiana.
El padre Anthony de Mello es, sin dudas, uno de los escritores que más libros
de espiritualidad ha vendido en vida. ¿Quién no ha disfrutado ese modo de
escribir sencillo y fresco que respira candor, paz y bondad en cada página?
¿Quién no ha visto a una buena religiosa comprar la colección completa de sus
obras en alguna librería católica? ¿Quién no recuerda alguna de sus anécdotas
con moraleja? Hasta algunos abuelos leen a sus nietos las historias tan
graciosamente narradas por el P. De Mello?.
Por eso, decir que el padre jesuita Anthony de Mello no es un escritor
católico, seguramente sorprenderá a muchos que dirán: “¡pero, es tan bonito!”.
Sí, es bonito, pero no todo lo “bonito” es compatible con la fe de Jesucristo.
La ideología de fondo del P. Anthony de Mello, no es la de un sacerdote
católico, sino, como máximo, la de un hindú que estudia nuestra fe desde
fuera; y sus enseñanzas se van colando sin querer y sin darse cuenta en la
mente y en el corazón de los católicos que leen sus libros, desde la religiosa
más fervorosa hasta el muchacho más inquieto.
Desde las primeras obras el jesuita Anthony de Mello (Sadhana, 1978, y
Contacto con Dios, que, aunque publicado después –Sal Terrae Santander 1991-,
recoge sus antiguos apuntes inéditos para ejercicios espirituales), se
perciben ciertos puntos doctrinales alejados de los fundamentos de nuestra fe.
Vamos a ver algunos teniendo en una mano las obras del P,. De Mello y el
Catecismo de la Iglesia Católica en la otra.
a. El concepto de Dios de Anthony de Mello es panteísta.
En varias ocasiones a lo largo de las obras del P. De Mello aparece un dios
impersonal que es al mismo tiempo todas las cosas, muy distinto del Dios de
nuestro credo cristiano, que es Padre, persona, creador de todo y presente en
todo, pero no es confundible con las cosas, las cosas no son Dios.
"Cuando introduces aire en tus pulmones, estás metiendo a Dios en ellos….
Toma nota de lo que sientes cuando te das cuenta de que introduces a Dios
dentro de ti cada vez que aspiras" (Sadhana, Sal Térrea, Santander 1993, pág.
42). "Toda la creación es cuerpo de Cristo"(Autoliberación interior,
Lumen, Buenos Aires, 1988, pág. 124)
b. Jesucristo es para Anthony de Mello un profeta más, un simple iluminado
entre otros.
No le importa el Jesús de la historia; y además, no está de acuerdo en que
haya que imitarle, aunque Él nos haya dicho aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón (Mateo 11, 29). Al P. De Mello no le importa Jesucristo,
sólo le importa la “sabiduría” y esto se llama “gnosticismo”, que es una
herejía de los primeros siglos de la Iglesia.
Es a la vez Lao Tse y Sócrates, Buda y Jesús, Zaratrusta y Mahoma. Su
enseñanza abarca desde el siglo VII antes de Cristo hasta el siglo XX de
nuestra era. Su sabiduría pertenece por igual a Oriente y Occidente. Pero
¿importan realmente sus antecedentes históricos? (¿Quién puede hacer que
amanezca?, Sal Térrea, Santander 19939, pág. 6).
"No imites a nadie, ni siquiera a Jesús"(Autoliberación interior, pág. 28).
Escondida en sus páginas (no en las palabras impresas, ni siquiera en los
propios cuentos, sino en su espíritu, en su talante, en su atmósfera) hay una
sabiduría que no puede expresarse en lenguaje humano (¿Quién puede hacer que
amanezca?, pág. 6).
c. La gracia, que es presencia divina en el ser humano, participación en la
vida de Dios (Catecismo de la Iglesia Católica 1997 y 2021) y que es el mayor
don que nos dejó Jesucristo para nuestra salvación, viene sustituida por el “autoconocimiento”.
Es más, incluso el mismo Jesucristo es reemplazado por el autoconocimiento. Lo
pone por encima del culto, la Escritura y la caridad, que según San Pablo es
el mayor de los carismas (1 Corintios 12,31 y 13, 13): - Una encarnizada
persecución religiosa estalló en el país, y los tres pilares de la religión:
la escritura, el Culto y la Caridad comparecieron ante Dios para expresarle su
temor de que, si desaparecía la religión, dejarían también ellos de existir.
“No os preocupéis”, dijo el Señor. “Tengo el propósito de enviaros a
la tierra a Alguien más grande que todos vosotros” “¿Y cómo se llama ese
Alguien?” “Conocimiento de sí”, respondió Dios. “El hará cosas más grandes que
las que haya podido hacer cualquiera de vosotros” - (La oración de la rana
I, Sal Térrea, Santander 1988, pág. 37)
El propósito del padre de Mello es claro, quiere afirmar que el
autoconocimiento sustituye válidamente a la religión (es curioso que en la
tumba de Ignacio en il Gesú de Roma está representado el triunfo de la
religión junto a la victoria de la fe como la principal gloria de nuestro
fundador), al culto, a la Sagrada Escritura y a la caridad. Seguimos en el
“gnosticismo”.
d. El pertenecer o no a la iglesia no tiene importancia para de Mello,
cualquier religión es igual para él..
No importa ser ateo, musulmán o católico. "No te importe lo que la religión
o la sociedad prediquen" (Autoliberación interior, pág. 8).
Pero Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, Dios hecho hombre, sólo
fundó una Iglesia que es la misma que pervive desde hace dos mil años y la que
ha recibido y conserva la plenitud de los medios de la salvación.
Por supuesto, para de Mello es inaceptable el misterio de la mediación humana
en la fe.
Aquellas palabras de Jesucristo: El que a vosotros escucha, a mí me escucha
(Lucas 10, 16), o apacienta mis ovejas (Juan 21, 16 y 17), o lo que ates en la
tierra quedará atado en el Cielo (Mateo 16, 19), o enseñadles a guardar todo
lo que yo os he enseñado (Mateo 28, 20), o: a quienes les perdonéis los
pecados, les serán perdonados… (Juan 20, 23), Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva a toda la creación (Marcos 16, 15), etc., que indican que la
salvación y la palabra de Dios llegan a través de mediaciones humanas, no
cuentan para Anthony de Mello y esta herejia propia del siglo XIX se llama
“modernismo”.
Así lo demuestra este texto del sacerdote católico que no es escritor
católico: "Me he concentrado en saber de Ti de segunda mano, Señor. De las
Escrituras y de los santos; de Papas y predicadores. Me habría gustado
poderles decir a todos ellos: “no creo por lo que vosotros habéis dicho, sino
porque yo mismo le he escuchado a Él” (El canto del pájaro, pág. 213).
Refiriéndose a San Ignacio de Loyola dice que en el momento de su conversión
no tuvo a nadie que le guiara, lo cual no es cierto pues su conversión se
produjo gracias a los libros de espiritualidad que leyó cuando estaba
convaleciente en su casa después del bombazo de Pamplona, libros que llevó
consigo a Manresa y, además, estaba detrás la fe que aprendió en su casa de
sus padres y que a su vez ellos aprendieron de sus abuelos, porque nadie llega
a los contenidos de la fe que nos ha revelado Jesucristo por sí solo.
Por eso resulta absurdo oír al padre de Mello decir a Dios: "Yo no he
tenido la misma suerte que Ignacio, Señor. Por desgracia, ha habido demasiadas
personas a las que he podido acudir en busca de orientación. Y ellas me han
acosado con sus constantes enseñanzas, hasta que, debido al estrépito, apenas
he podido escucharte a Ti por más que me esforzara. Nunca he tenido la fortuna
de tener un conocimiento de Ti de primera mano, porque ellos solían decirme:
“nosotros somos los únicos maestros que has de tener; quien nos escucha a
nosotros a Él le escucha”.
"Pero no tengo razón para echarles la culpa o para lamentar que hayan estado
presentes en los primeros años de mi vida. Es a mí a quien debo culpar. Porque
no he tenido la suficiente firmeza para silenciar sus voces; ni el valor para
buscar por mí mismo; ni la determinación para esperar a que Tú hablaras; ni la
fe en que algún día, en algún lugar habrías de romper tu silencio y me
hablarías "(El canto del pájaro, pág. 215).
e. Para Anthony de Mello, el sacramento de la Eucaristía es sólo un símbolo...
al cual no hay que dar excesiva importancia porque realmente toda la creación
es Cuerpo de Jesucristo: "Toda la creación es Cuerpo de Cristo, y tú crees
que sólo está en la Eucaristía". La Eucaristía señala esta creación.
"El Cuerpo de Cristo está por todas partes, y tú sólo reparas en un símbolo"(Autoliberación
interior, pág. 124).
Esto contradice al Catecismo de la Iglesia Católica que en el número 1407,
recogiendo la enseñanza multisecular de la Iglesia y del Concilio Vaticano II
(Lumen Gentium II y Presbyterorum Ordinis 5). Afirma que la Eucaristía es el
corazón la cumbre de la vida de la Iglesia y en los números 1373 a 1381 expone
la doctrina de la presencia real de Jesucristo en el pan y en el vino; no es
sólo un símbolo.
f. El tema del sacramento de la confesión y del pecado personal separan
todavía mucho más a Anthony de Mello de la fe católica.
Para de Mello no hay ofensa personal a Dios en el pecado, simplemente es una
locura: El que hace el mal es un loco que no merece castigo, sino cura (Autoliberación
interior, pág. 47). Según eso, el infierno se convierte en un simple manicomio.
Por supuesto, esto no tiene nada que ver con la enseñanza de la Iglesia: morir
en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de
Dios, significa permanecer se parados de Él para siempre por nuestra propia y
libre elección.
Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los
bienaventurados s lo que se designa con la palabra infierno (Catecismo de la
Iglesia Católica nn. 1033 a 1037 y 1056 a 1057). El que hace el mal, peca.
Pero es que, además, de Mello enseña que no existe ni el bien ni el mal
objetivo, según él es sólo una cuestión subjetiva de cada uno. "Nada es
bueno ni malo, es el pensamiento el que hace que lo sea" (¿Quién puede
hacer que amanezca?, pág. 119).
Esto se llama “relativismo” y contra esa doctrina ha escrito Juan Pablo II la
encíclica Veritatis Splendor.
g. El modelo de oración que promueve Anthony de Mello no es tampoco cristiano.
No es diálogo amoroso con Dios, sino una técnica: ¿Tiene alguna importancia
que te concentres en una imagen del Salvador, en un libro, en una hoja o en
una mancha en el suelo? Un amigo jesuita interesado en todas estas cosas me
aseguraba que, diciendo constantemente “uno-dos-tres-cuatro” rítmicamente,
alcanzaba resultados místicos idénticos (¿sabrá este hombre lo que es la
“mística” cristiana?) a los que sus compañeros más religiosos afirmaban
alcanzar mediante la devota y rítmica recitación de alguna jaculatoria. Y le
creo."
Existe indudablemente un valor sacramental en el empleo de la espina
religiosa, pero, por lo que atañe a nuestra finalidad (este es el problema:
para de Mello no está clara la finalidad de la oración: buscar la voluntad de
Dios), tan buena es una espina como otra (Sadhana, págs. 38-39). La oración
del P. De Mello es egocéntrica, no busca la dependencia de Dios porque lo
necesita, sino hacerse independiente de Él: "No se puede crear una
dependencia, ni aún de Dios. Dios quiere que te libres de esos conceptos para
ayudarte a confiar en ti mismo, a liberarte" (Autoliberación interior,
pág. 124).
h. Hay otras “menudencias”
En las que el padre de Mello se come 20 siglos de tradición cristiana, se
merienda la Revelación Bíblica del Nuevo Testamento y destripa la antropología
filosófica cristiana, pero esto es ya como el perejil sobre la merluza, sólo
le da un poco más de color y sabor.
Por ejemplo, en el tema de que la fe debe ir acompañada de obras: "El
maestro insistía en que el auténtico reformador no era otro sino el que era
capaz de ver que todo está perfectamente tal como está" (¿Quién puede
hacer que amanezca?, pág. 108) o Porque esto es lo que significa la
sabiduría (es curioso que siempre toma el término “sabiduría” en sentido
gnóstico y no como don del Espíritu Santo): "cambiar sin el menor esfuerzo
por tu parte; ser transformado, lo creas o no, por el simple hecho de
despertar a la realidad, que no consiste en palabras y que está fuera del
alcance de las palabras" (¿Quién… pág. 6).
Sobre la vida eterna tiene una opinión muy particular que derriba lo que nos
reveló Jesucristo: - ¿Cómo alcanzaré la vida eterna?,- Ya es la vida
eterna, entra en el presente (¿Quién puede hacer que amanezca?, pág. 31).
De Mello enseña, contra el sentido común y la tradición de la Iglesia que:
"el sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente. Si sufres es que estás
dormido porque en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño"
(Autoliberación interior, pág. 9).
El sufrimiento redentor de Jesucristo, que tanto enamoraba a Ignacio pasó a
convertirse en sueño.
Después de este recorrido, está claro que el padre jesuita Anthony de Mello no
es un escritor católico de espiritualidad. Es, seguramente, un buen escritor
de cierto tipo de espiritualidad, pero no católico, ni cristiano.
Notificación sobre los escritos del padre Anthony de Mello, S.J.
Congregación para la Doctrina de la Fe, 6/98. 6/98. 6/98.
Autor: Joseph Card. Ratzinger, Prefecto
El padre jesuita de la India, Anthony de Mello (1931-1987), es muy conocido
debido a sus numerosas publicaciones, las cuales, traducidas a diversas
lenguas, han alcanzado una notable difusión en muchos países, aunque no
siempre se trate de textos autorizados por él.
Sus obras, que tienen casi siempre la forma de historias breves, contienen
algunos elementos válidos de la sabiduría oriental, que pueden ayudar a
alcanzar el dominio de sí mismo, romper los lazos y afectos que nos impiden
ser libres, y afrontar serenamente los diversos acontecimientos favorables y
adversos de la vida.
Particularmente en sus primeros escritos, el P. de Mello, no obstante las
influencias evidentes de las corrientes espirituales budista y taoísta, se
mantuvo dentro de las líneas de la espiritualidad cristiana. En estos libros
trata los diversos tipos de oración: de petición, intercesión y alabanza, así
como de la contemplación de los misterios de la vida de Cristo, etc.
Las religiones, incluido el Cristianismo, serían uno de los principales
obstáculos para el descubrimiento de la verdad. Esta verdad, por otra parte,
no es definida nunca por el Autor en sus contenidos precisos. Pensar que el
Dios de la propia religión sea el único, sería simplemente fanatismo. Dios es
considerado como una realidad cósmica, vaga y omnipresente. Su carácter
personal es ignorado y en práctica negado.
Pero ya en ciertos pasajes de estas primeras obras, y cada vez más en sus
publicaciones sucesivas, se advierte un alejamiento progresivo de los
contenidos esenciales de la fe cristiana. El Autor sustituye la revelación
acontecida en Cristo con una intuición de Dios sin forma ni imágenes, hasta
llegar a hablar de Dios como de un vacío puro. Para ver a Dios haría solamente
falta mirar directamente el mundo. Nada podría decirse sobre Dios; lo único
que podemos saber de El es que es incognoscible. Ponerse el problema de su
existencia sería ya un sinsentido. Este apofatismo radical lleva también a
negar que la Biblia contenga afirmaciones válidas sobre Dios. Las palabras de
la Escritura serían indicaciones que deberían servir solamente para alcanzar
el silencio. En otros pasajes el juicio sobre los libros sagrados de las
religiones en general, sin excluir la misma Biblia, es todavía más severo:
éstos impedirían que las personas sigan su sentido común, convirtiéndolas en
obtusas y crueles. Las religiones, incluido el Cristianismo, serían uno de los
principales obstáculos para el descubrimiento de la verdad. Esta verdad, por
otra parte, no es definida nunca por el Autor en sus contenidos precisos.
Pensar que el Dios de la propia religión sea el único, sería simplemente
fanatismo. Dios es considerado como una realidad cósmica, vaga y omnipresente.
Su carácter personal es ignorado y en práctica negado.
El P. de Mello muestra estima por Jesús, del cual se declara "discípulo". Pero
lo considera un maestro al lado de los demás. La única diferencia con el resto
de los hombres es que Jesús era "despierto" y plenamente libre, mientras los
otros no. Jesús no es reconocido como el Hijo de Dios, sino simplemente como
aquel que nos enseña que todos los hombres son hijos de Dios. También las
afirmaciones sobre el destino definitivo del hombre provocan perplejidad. En
cierto momento se habla de una "disolución" en el Dios impersonal, como la sal
en el agua. En diversas ocasiones se declara también irrelevante la cuestión
del destino después de la muerte. Debería interesar solamente la vida
presente. En cuanto a ésta, puesto que el mal es solamente ignorancia, no
existirían reglas objetivas de moralidad. El bien y el mal serían solamente
valoraciones mentales impuestas a la realidad.
En coherencia con lo expuesto hasta ahora, se puede comprender cómo, según el
Autor, cualquier credo o profesión de fe en Dios o en Cristo impedirían el
acceso personal a la verdad. La Iglesia, haciendo de la palabra de Dios en la
Escritura un ídolo, habría terminado por expulsar a Dios del templo. En
consecuencia, la Iglesia habría perdido la autoridad para enseñar en nombre de
Cristo.
Con la presente Notificación, esta Congregación, a fin de tutelar el bien de
los fieles, considera obligado declarar que las posiciones arriba expuestas
son incompatibles con la fe católica y pueden causar grave daño.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia concedida al
infrascrito Prefecto, ha aprobado la presente Notificación, decidida en la
Sesión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su publicación.
Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 24
de Junio de 1998, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.
+ Joseph Card. Ratzinger, PREFECTO
+ Tarcisio Bertone STB, Arzobispo Emérito de Vercelli, SECRETARIO.
NOTA ILUSTRATIVA
Las publicaciones del jesuita de la India P. Anthony de Mello (1931-1987) han
alcanzado una notable difusión en muchos países y entre personas de diferentes
condiciones. En tales escritos, con un estilo asequible y de fácil lectura, en
la mayoría de los casos en forma de breves narraciones, ha recogido algunos
elementos válidos de la sabiduría oriental que pueden ayudar a alcanzar el
dominio de sí, romper los lazos y afectos que nos impiden ser realmente
libres, evitar el egocentrismo, afrontar con serenidad las vicisitudes de la
vida sin dejarse influenciar por el mundo exterior, a la vez que percibir la
riqueza del mundo que nos rodea. Es de justicia señalar estos valores
positivos, que se pueden encontrar en muchos de los escritos del P. de Mello.
Sobre todo en las obras que datan de sus primeros años de actividad como
director de retiros, aunque influenciado por las corrientes espirituales
budistas y taoístas, se mueve en muchos aspectos en las líneas de la
espiritualidad cristiana: se refiere a la espera, en el silencio y en la
oración, de la venida del Espíritu, puro don del Padre (Incontro con Dio,
11-13). Habla muy bien de la oración de Jesús y la que él nos enseña, tomando
como base el Padre nuestro (ibid. 40-43). Habla también de la fe, del
arrepentimiento, de la contemplación de los misterios de la vida de Cristo
según el método de san Ignacio. En su obra Sàdhana. Un cammino verso Dio,
publicado por primera vez en 1978, sobre todo en su parte final (La devozione,
pp. 175-235), Jesús ocupa un lugar central: se habla de la oración de
petición, de la oración de intercesión, tal como Jesús enseña en el evangelio,
de la oración de alabanza, de la invocación del nombre de Jesús. El libro está
dedicado a la Bienaventurada Virgen María, modelo de la contemplación (p.11).
Pero ya en este volumen desarrolla su teoría de la contemplación como
autoconciencia (consapevolezza), que no aparece exenta de ambigüedad. Ya al
comienzo de la obra se equipara la noción de la revelación cristiana y la de
Lao-Tse, con una cierta preferencia por la de este último: "«El silencio es la
gran revelación», dijo Lao-Tse. Según nuestra forma común de pensar, la
Revelación se encuentra en la Sagrada Escritura. Y es así. Pero hoy quisiera
que descubrieras qué revelación puede encontrarse en el silencio" (p. 15; cfr
p. 18). En el ejercicio de la conciencia (consapevolezza) de nuestras
sensaciones corporales entramos ya en comunicación con Dios (p.44). Una
comunicación que se explica en estos términos: "Muchos místicos nos dicen que,
además de la mente y el corazón, con los cuales ordinariamente nos comunicamos
con Dios, todos nosotros estamos dotados de una mente mística y de un corazón
místico, una facultad que nos hace capaz de conocer a Dios directamente, de
acogerlo e intuirlo en su mismo ser, aunque de manera oscura" (ibid.). Pero
esta intuición, sin imágenes ni forma, es la de un vacío: "¿Qué cosa miro
cuando en silencio miro a Dios? Una realidad sin imagen, sin forma. ¡Un
vacío!" (p. 45). Para comunicar con el infinito es necesario "mirar al vacío".
Así se llega a la conclusión, "aparentemente desconcertante, de que la
concentración en nuestra respiración o en nuestras sensaciones corporales es
una óptima contemplación, en el sentido estricto de la palabra" (p. 51). En
otras obras posteriores se habla del "despertarse", de la iluminación interior
o del conocimiento: "¿Cómo despertarse? ¿Cómo saber si se duerme? Los
místicos, cuando ven lo que les rodea, descubren un gran gozo que brota del
corazón de las cosas. Unánimemente hablan de este gozo y del amor que lo
inunda todo... ¿Cómo llegar a ésto? Mediante la comprensión, liberándonos de
las ilusiones y de las ideas deformadas" (Istruzioni di volo per aquile e
polli, 77; cfr Chiamati all´amore, 178). La iluminación interior es la
verdadera revelación, mucho más importante que la que nos llega por la
Escritura: "Un gurú prometió a cierto estudioso una revelación de mayores
consecuencias que cualquier otra contenida en las escrituras... Cuando has
adquirido conocimiento, usas una antorcha para mostrar el camino. Cuando estás
iluminado, te conviertes en antorcha" (La preghiera della rana I, 126-127).
"La santidad no es una conquista, es una Gracia. Una gracia llamada
conciencia, una gracia que se llama mirar, observar, entender. Si encendieras
la luz de la conciencia y te observaras a ti y todo lo que te rodea durante el
día; si te vieras reflejado en el espejo de la conciencia de la forma en que
ves tu rostro reflejado en un espejo... sin emitir ningún juicio o condena, te
darías cuenta de las transformaciones maravillosas que ocurren en ti." (Chiamati
all´amore, 176).En estos escritos sucesivos el P. De Mello ha llegado cada vez
más a concepciones sobre Dios, la revelación, Cristo, el destino final del
hombre, etc. que no resultan armonizables con la enseñanza de la Iglesia. Dado
que muchos de sus libros no se presentan en forma doctrinal, sino como
colecciones de pequeñas historias, con frecuencia muy ingeniosas, las ideas
subyacentes pueden pasar fácilmente desapercibidas. Por ello se hace necesario
llamar la atención sobre algunos aspectos de su pensamiento que, en formas
diversas, afloran a lo largo de su obra. Nos serviremos de los textos del
Autor, que, aun con sus peculiares características, muestran con claridad el
pensamiento de fondo.
El P. De Mello en repetidas ocasiones hace afirmaciones sobre Dios que
ignoran, si no niegan explícitamente, su carácter personal y lo reducen a una
vaga realidad cósmica omnipresente. Nadie puede ayudarnos a encontrar a Dios
como nadie puede ayudar al pez a encontrar el océano (cf. Un minuto di
saggezza, 77; Messaggio per un´aquila che si crede un pollo, 115). Igualmente
Dios y nos no somos ni una sola cosa ni tampoco dos como el sol y su luz, el
océano y las olas no son ni una sola cosa ni tampoco dos (Un minuto di
saggezza, 44). Todavía con más claridad el problema de la divinidad personal
se plantea en estos términos: "Dag Hammarskjöld, ex secretario general de las
Naciones Unidas, ha dicho una frase muy bella: "Dios no muere el día en que
dejamos de creer en una divinidad personal..." (Messaggio per un´aquila...,
140; lo mismo en La iluminación es la espiritualidad, 60). "Si Dios es amor,
entonces la distancia entre Dios y tú es idéntica a la distancia entre ti y la
conciencia de ti mismo" (Shock di un minuto, 287).
Se critica e ironiza con frecuencia sobre todo todo intento de lenguaje sobre
Dios, con el fundamento de un apofatismo unilateral y exagerado, consecuente
con la concepción de la divinidad a que nos acabamos de referir. La relación
de Dios y la creación se expresa con frecuencia según la imagen hindú del
bailarín y la danza: "Veo a Jesucristo y a Judas, veo víctimas y
perseguidores, verdugos y crucificados: una melodía única con notas
contrastantes... una danza única tejida con pasos diferentes... en fin, me
pongo delante de Dios. Lo veo como el danzante y a toda esta locura,
insensatez, hilaridad, agonía espléndida que llamamos vida, como su danza..."
(Alle sorgenti, 178-179; cfr Il canto degli uccelli, 30) ¿Qué o quién es Dios
y qué son los hombres en esta "danza"? Y también: "Si quieres ver a Dios,
observa directamente la creación. No la rechaces, no reflexiones sobre ella.
Limítate a mirar" (p. 41). No se ve cómo entra aquí la mediación de Cristo
para el conocimiento del Padre. "Dios no tiene nada que ver con la idea que
tenéis de él... Lo único que podemos saber de Él es que es incognoscible (Istruzioni
di volo per aquile e polli, 11; cf. ibid. 12-13; Messaggio..., 136; Preghiera
della rana, vol 1, 351). Nada por tanto se puede decir sobre Dios: "El ateo
comete el error de negar aquello sobre lo que no se puede decir nada... y el
teísta comete el error de afirmarlo" (Shock di un minuto, 30; cf. ibid. 360).
Las escrituras, incluida claramente la Biblia, no nos dan a conocer tampoco a
Dios, son sólo como la señal indicadora que no me dice nada sobre la ciudad a
la que me dirijo: "Llego a una señal donde está escrito Bombay... Esa señal no
es Bombay y ni siquiera se le asemeja. No es un retrato de Bombay. Es un
indicación. Esto son las escrituras: una indicación" (Istruzioni di volo...
12). Siguiendo la metáfora, diríamos que la indicación resulta inútil cuando
se ha llegado al punto de destino. Y esto es lo que parece afirmar A. De
Mello: "La escritura es una parte excelente, el dedo apuntado que indica la
luz. Usamos sus palabras para ir más allá y alcanzar el silencio" (ibid. 15).
Paradójicamente, la revelación de Dios no se expresa en su palabra, sino en su
silencio (cf. también Un minuto di saggezza, 129; 167; 201, etc.; Messaggio
per un´aquila che si crede un pollo, 112-113). "En la Biblia se nos señala
solamente el camino, como ocurre con las escrituras musulmanas, budistas,
etc." (La iluminación es la espiritualidad, 64).
Se proclama por tanto un Dios impersonal que está por encima de todas las
religiones, a la vez que se ataca el anuncio cristiano acerca del Dios amor,
que seía incompatible con la necesidad de la Iglesia para la salvación: "Mi
amigo y yo vamos a la feria. La feria internacional de las religiones... En el
pabellón judío nos dieron unos volantes que decían que Dios era compasivo y
que los judíos eran su pueblo elegido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan
elegido como el pueblo judío. En el pabellón musulmán aprendimos que Dios era
misericordioso y que Mahoma era su único profeta. La salvación viene
escuchando al único profeta de Dios. En el pabellón cristiano descubrimos que
Dios es amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia.
Entra en la Iglesia o te arriesgas a condenarte eternamente. Mientras nos
alejábamos pregunté a mi amigo: ¿qué piensas de Dios? Él respondió: es un
santurrón, fanático y cruel. Una vez llegado a casa le dije a Dios: ¿Cómo
soportas este género de cosas, Señor? ¿No ves que desde hace siglos te están
dando mala fama? Dios respondió: yo no he organizado esta feria. Me
avergonzaría incluso de visitarla" (Il canto degli uccelli, p. 186s., historia
La fiera internazionale delle religioni; cf. también pp. 190-191; p. 194). La
enseñanza de la Iglesia sobre la voluntad salvífica universal de Dios y la
salvación de los no cristianos no está expuesta en modo correcto. Y también
sobre el mensaje cristiano del Dios amor: "Dios es amor. Y nos ama, y nos
recompensa siempre si observamos sus mandamientos. ¿Sí?, dijo el maestro.
Entonces la noticia no es tan buena, ¿no?" (Shock di un minuto, 218; cf. ibid.
227). Toda religión concreta es un impedimento para llegar a la verdad. De la
religión en general se dice lo que veíamos afirmado de las Escrituras: "Todos
los fanáticos querían agarrarse a su Dios y hacerlo el único" (La iluminación
es la espiritualidad, 65; cfr ibid. 28; 30). La verdad es lo que importa,
venga de Buda o de Mahoma, ya que "lo importante es descubrir la verdad en
donde todas las verdades coinciden, porque la verdad es una" (ibid. 65). "La
mayor parte de las personas, desgraciadamente, tiene suficiente religión para
odiar pero no para amar" (La preghiera della rana, vol 1, 146; cf. ibid.
56-57; 133).
Cuando se enumeran los obstáculos que impiden ver la realidad, la religión
ocupa el primer lugar: "Primero, tu fe religiosa. Si tú tomas la vida como
comunista o como capitalista, como musulmán o como judío, estás experimentando
la vida con prejuicios y de modo tendencioso: he aquí una barrera, un estrato
de grasa entre la Realidad y tu espíritu, que no llega a ver ni a tocar
directamente la Realidad" (Chiamati all´amore, 62). "Si todos los seres
humanos estuvieran dotados de un corazón así, ninguno se etiquetaría como comu-
nista o capitalista, cristiano, musulmán o budista. La luz y la claridad de su
visión les revelarían que todos los pensamientos, todos los prejuicios, todas
las creencias, son candiles cargados de tinieblas, nada más que signos de su
propia ignorancia" (ibid. 172; cfr también Un minuto di saggezza, 169; 227,
sobre los peligros de la religión). Lo que se afirma de la religión, se dice
también en concreto de las Escrituras (cfr Il canto degli uccelli, 186s; Shock
di un minuto, 28).La filiación divina de Jesús se diluye en la filiación
divina de los hombres: "A lo que Dios replicó: Un día de fiesta es sagrado
porque demuestra que todos los días del año son sagrados. Y un santuario es
santo porque demuestra que todos los lugares están santificados. Así, Cristo
ha nacido para demostrar que todos los hombres son hijos de Dios" (Il canto
degli uccelli, 188).
De Mello muestra ciertamente una adhesión personal a Cristo, del cual se
declara discípulo (Alle sorgenti, 13.99), en el cual cree (p. 108) y con el
que se encuentra personalmente (p. 109ss; 117ss). Su presencia transfigura (cf.
p. 90s). Pero otras afirmaciones resultan desconcertantes: Jesús es mencionado
como un maestro entre tantos: "Lao Tze y Sócrates, Buda y Jesús, Zaratustra y
Mahoma" (Un minuto di saggezza, 13). Jesús en la cruz aparece como el que se
ha liberado perfectamente de todo: "Veo al crucificado despojado de todo:
privado de su dignidad.... privado de su reputación... privado de todo
apoyo... privado de su Dios... mientras miro a ese cuerpo sin vida, entiendo
poco a poco que estoy mirando el símbolo de la liberación suprema y total.
Precisamente porque está clavado en la cruz, Jesús llega a estar vivo y
libre... Así, ahora contemplo la majestad del hombre que se ha liberado de
todo lo que nos hace esclavos y destruye nuestra felicidad..." (Alle sorgenti,
92-93).. Jesús en la cruz es el hombre libre de todos los lazos, se convierte
por tanto en el símbolo de la liberación interior de todo aquello a lo que
estamos apegados ¿Es algo más que el hombre libre? ¿Es Jesús mi salvador o me
remite a una reali- dad misteriosa que le ha salvado a él?: "¿Podré alguna vez
entrar en contacto, Señor, con la fuente de la cual brotan tus palabras, tu
sabiduría?... ¿Podré encontrar las fuentes de tu valentía?" (ibid. 116). "Lo
más bonito de Jesús es que se encontraba a gusto con los pecadores, porque
entendía que no era en nada mejor que ellos... la única diferencia entre Jesús
y los pecadores era que él estaba despierto y ellos no" (Messaggio per
un´aquila che si crede un pollo, 37; también La iluminación es la
espiritualidad, 30; 62).
La presencia de Cristo en la eucaristía no es más que un símbolo que apunta a
una realidad más profunda, la presencia de Cristo en la creación: "Toda la
creación es Cuerpo de Cristo, y tú crees que sólo está en la Eucaristía. La
Eucaristía señala esa creación. El Cuerpo de Cristo está por todas partes, y
tú sólo reparas en su símbolo que te está apuntando lo esencial que es la
vida" (La iluminación es la espiritualidad, 61).
El ser del hombre parece llamado a una disolución, como la de la sal en el
agua: "Antes de que aquel último pedazo se disolviera, la muñeca de sal
exclamó sorprendida: ¡ahora se quién soy!" (Il canto degli uccelli, 134). En
otros momentos se declara irrelevante la cuestión de la vida más allá de la
muerte: "¿Hay vida después de la muerte?... ¡esa es la cuestión!, respondió el
maestro enigmáticamente" (Un minuto di saggezza, 93; cf. ibid. 37). "Un buen
síntoma del hecho de que estáis despiertos es que no os importa nada de lo que
sucederá en la próxima vida. El pensamiento no os molesta; no os importa. No
os interesa, punto y basta" (Messaggio per un´aquila che si crede un pollo,
50-51; también Messaggio..., 166). Tal vez todavía con más claridad: "¿Porqué
preocuparse del mañana? ¿Hay una vida después de la muerte? ¿Sobreviviré
después de la muerte? ¿Por qué preocuparse del mañana? Entrad en el presente"
(Messaggio..., 126). "La idea que la gente tiene de la eternidad es estúpida.
Piensa que dura para siempre porque está fuera del tiempo. La vida eterna es
ahora, está aquí" (La iluminación es la espiritualidad, 42).
En diferentes lugares de la vasta obra se critica de manera indiferenciada a
las instituciones eclesiásticas: "Los profesionales han asumido completamente
el control de la vida religiosa..." (Il canto degli uccelli, 74s). La función
del credo o la profesión de fe es juzgada negativamente, como lo que impide el
acceso personal a la verdad y a la iluminación. Así con matices diversos en
ibid. p. 50; 59; 62s; 212. "Cuando ya no te haga falta el agarrarte a las
palabras de la Biblia, entonces es cuando ésta se convertirá para ti en algo
muy bello y revelador de la vida y su mensaje. Lo triste es que la Iglesia
oficial se ha dedicado a enmarcar el ídolo, encerrarlo, defenderlo,
cosificándolo sin saber mirar lo que realmente significa" (La iluminación es
la espiritualidad, 66). Ideas semejantes se exponen en La preghiera della
rana, vol 1, 21; 133, 135; 139: "Un pecador público fue excomulgado y se le
prohibió entrar en la Iglesia. Fue a lamentarse con Dios: No me dejan entrar,
Señor, porque soy un pecador. ¿De qué te lamentas? - dijo Dios-, tampoco me
dejan entrar a mí" (ibid. 148).
El mal no es más que ignorancia, falta de la iluminación: "Cuando Jesús ve el
mal lo llama con su nombre y lo condena sin titubear. Sólo que donde yo veo la
maldad él ve la ignorancia... Padre, perdónalos... (Lc 23,34)" (Alle sorgenti,
191). Ciertamente este texto no refleja toda la enseñanza de Jesús sobre el
mal del mundo y el pecado; Jesús ha acogido a los pecadores con profunda
misericordia, pero no ha negado su pecado, más bien ha llamado a la
conversión. En otros lugares hallamos todavía afirmaciones más radicales: "No
hay nada bueno ni malo, sino que el pensamiento lo hace tal" (Un minuto di
saggezza, 115). "En realidad no existe ni el bien ni el mal en los hombres o
en la naturaleza. Existe solamente una valoración mental impuesta a ésta o a
aquella realidad" (Istruzioni di volo per aquile e polli, 100; ibid.
104-105).. No hay razón para el arrepentimiento de los pecados, ya que de lo
único de que se trata es de despertarse al conocimiento de la realidad: "No
lloréis por vuestros pecados. ¿Por qué llorar por los pecados que habéis
cometido durante el sueño?" (Messaggio per un´aquila che si crede un pollo,
33; ibid. 51; 166). La causa del mal es la ignorancia (Shock di un minuto,
260). El pecado existe, pero es un acto de locura (La iluminación es la
espiritualidad, 63). El arrepentimiento es así volver a la realidad (cf. ibid.
48). "El arrepentimiento es un cambio de la mente, una visión radicalmente
diversa de la realidad" (Shock di un minuto, 262).
Entre estas diversas afirmaciones se da ciertamente una conexión interna: si
se cuestiona la existencia de un Dios personal, no tiene sentido que se haya
dirigido a nosotros en su palabra. La Escritura no posee por tanto un valor
definitivo. Jesús es un maestro como los demás; sólo en las primeras obras
aparece como el Hijo de Dios. Tendría poco sentido esta afirmación a partir de
la concepción de Dios a que acabamos de referirnos. Consiguientemente no se
puede atribuir valor a la enseñanza de la Iglesia. Nuestra supervivencia
personal más allá de la muerte es problemática si Dios no es persona. Es claro
que tales concepciones acerca de Dios, de Cristo y del hombre no son
compatibles con la fe cristiana.
No podía por tanto faltar una intervención clarificadora de parte de quien
tiene la responsabilidad de tutelar la doctrina de la fe, para poner en
guardia a los fieles acerca de los peligros presentes en los escritos del
Padre de Mello o de cualquier modo a él atribuidos.