Autor: P. José Antonio 
Caballero 
 
Las imágenes sagradas
¿Por qué en la Iglesia católica se tienen imágenes si el Antiguo Testamento parece prohibirlas?
  ¿Por qué en la Iglesia católica se tienen 
  imágenes si el Antiguo Testamento parece prohibirlas (Ex 20,4-5; Dt 4,15-16; 
  7,25-26; 2Re 8,14 Sl 135,15-18)?
  
  La raíz hebraica para “adorar” es "hawah" esta raíz en hebreo significa 
  “adorar”, mientras que en arameo designa “relatar”, “informar”. En griego se 
  traduce siempre con προσκυν€ˆ (prskyneo). 
  
  Adorar a Dios: Gn 22,5; 24,48; 37,10; Ex 4,31; 33,10; Dt 26,10; 1Sam 1,3.19; 
  15,25.30; 2Sam 15,32; 2Re 17,36; 18,22; 32,12; 2Cron 7,3.22; 20,18; 
  29,28.29.30; Is 2,10; 27,13; 36,7; 49,7.23; 66,23; Jer 1,16; 7,2; 26,2; 22,9; 
  Ez 46,2.3.9; Zac 14,16.17; Sl 5,8; 22,27.29;29,2; 66,4; 86,9; 95,6; 96,9; Ne 
  8,6; 9,3.6.
  
  Adorar a Absalón: 1Sam 2,36.
  
  Adorar a Dios y al rey: 1Cr 29,20.
  
  Adorar a los ídolos, al sol u otros dioses: Ex 32,8; Lev 26,1; 1Re 9,6.9; 
  11,33 (sin correspondencia griega); 2Re 5,18; 17,16.35; 19,37; Jue 2,12.13 (en 
  es te caso el griego emplea Ï·ÙÚ‡ˆ = latreuo). 17; Is 2,20; 37,38; 46,6 Ez 
  8,16; Jer 25,6; 2Cr 7,19; Is 2,20.
  
  La raíz aramea para adorar es "segid" esta raíz también existe en hebreo con 
  el mismo significado y figura traducida en griego por proskyneo: Is 
  44,15.17.19; 46,6 (adorar ídolos).
  
  Adorar a Dios; rehusar la adoración de otros dioses o ídolos: Dn 3,12.15; se 
  traduce por latreuo; Adorar ídolos: Dn 3,5.6.7.10.11. 14.18 se traduce al 
  griego por proskyneo.
  
  En otros pasajes figuran juntas las dos raíces de "segid y hawah" Is 44,15, 
  donde a hawa equivale proskyneo, mientras que segid no parece tener 
  equivalente; Is 44,17: segid es traducido por proskyneo; mientras que a hawa 
  corresponde el verbo proseuchomai.
  
  Como se habrá observado por las diversas citas antes aducidas, en unas tres 
  ocasiones los verbos hebreo y arameo segir y hawah se traducen por latreuo.
  
  Hay otros verbos que sorprenden por sus diversos contextos. La gloria es u n 
  atributo divino (doxa) y encontramos el verbo doxazo con el sentido de honrar 
  al hombre en Ester 6,6.7.9.11. El verbo sébomai aparece en LXX Is 29,13; Jos 
  4,24; 24,33 con el contexto de “venerar a Dios” ; el libro de la Sabiduría lo 
  usa para los ídolos en 15,18.
  
  Un estudio atento al empleo que se hacen de las diversas raíces, muestra que 
  no hay una clara distinción en los escritos antiguos entre adorar y venerar.
  
  
  La forma de culto de Cristo y de los santos en los cementerios es de las 
  devociones más antiguas; pero no sólo, en las catacumbas de Roma es frecuente 
  encontrar representaciones de Cristo como “Buen Pastor” y como “pez”, también 
  en Galilea hay mosaicos antiguos que representan el milagro de la 
  multiplicación de los panes y de los peces. Este culto se universalizó hacia 
  tiempos de Constantino. 
  
  Con todo, en el S. IV el concilio regional de Elvira prohibía la decoración de 
  las iglesias con pinturas, pero no se universalizó; la causa se debía al 
  contraste entre los misterios de la fe y las débiles creaciones humanas. 
  Eusebio de Cesarea consideraba también imposible la representación de la 
  humanidad gloriosa de Cristo. Asimismo los monofisitas eran enemigos de tales 
  representaciones. 
  
  En el 599 Severo de Marsella encabezó el primer caso de destrucción de las 
  imágenes en su diócesis, lo que acarreó la reacción de Sn Gregorio Magno. Esta 
  polémica se acrecentó en el 727 cuando el emperador León III hizo derribar una 
  figura de Cristo en los palacios imperiales. El pueblo reaccionó y dio muerte 
  a varios oficiales. 
  
  A ello siguieron varias represiones imperiales bajo León III y Constantino 
  Coprónimo. La tranquilidad llegó cuando ocupó el trono la emperatriz Irene. El 
  II concilio de Nicea confirmó la legitimidad del culto en la sesión VII. 
  
  El IV concilio de Constantinopla parece emplear una misma raíz de “proskyneo” 
  para la adoración de la imagen de Cristo Salvador, de la Virgen, Madre de 
  Dios, de los ángeles y de los santos. 
  
  Así que más que un intento fallido de la teología, es mérito de ésta el haber 
  ido comprendiendo mejor el dato a fin de aclarar los términos; y más que de la 
  teología, el mérito se debe al magisterio eclesiástico. 
  
  No se olvide que el concilio de Elvira no tuvo valor universal respecto de las 
  imágenes. En dicho concilio el verbo griego que se empleaba para “adorar” es 
  el mismo que para “venerar”: “proskyneo” (προσκυν€ˆ). 
  
  El diccionario de la lengua griega Montanari que es uno de los más completos 
  que se han publicado recientemente, elenca las siguientes acepciones para este 
  verbo: (1) saludar con afecto, abrazar; (2) adorar, venerar; (3) postrarse, 
  considerar con respeto o veneracón; (4) conjurar, tratar de aplacar 
  suplicando; etc... 
  
  Con ello queda claro que un mismo verbo griego –que es el que usó 
  Constantinopla IV- se emplea para adorar y para venerar.
  
  En cuan to al NT hay cuatro acepciones:
· Con ese verbo se indica el culto debido a Dios (Mt 4,10; Lc 4,8; Jn 4,21; 1Cor 14,25; Ap 4,10; Hebreos 11,21...
· Adorar a Cristo, profeta, mesías y Dios (Mt 2,2; 8,1Lc 24,52; Hebreos 1,6...).
· Venerar a alguien con un acto de humilde postración (Hechos 10,25; Ap 19,10; 22,8).
  · 
  Adorar al diablo, a la bestia, al dragón y a sus 
  representaciones (Mt 4,9; Lc 4,7; Ap 9,20; 13,4.8).
  
  El IV concilio de Constantinopla, a pesar de echar 
  mano de proskyneo para la adoración de la imagen Cristo y de la Virgen y de 
  los ángeles y santos, establece una clara y sutil distinción entre los cuatro.
  
  
  En el caso de Cristo se dice que esa adoración es 
  similar a la adoración de los evangelios y eso no se dice de la Virgen, de los 
  ángeles ni de los santos; por otro lado, en el caso de Cristo se emplea el 
  verbo porskyneo, “venerar” de modo fuerte, absoluto. 
  
  En los otros tres casos se echa mano de dos verbos y 
  no solamente de “adorar”, sino que se dice: “honramos y adoramos”; es lo que 
  se llama una “hendíadis”: a este honrar y adorar se le llama hoy “venerar”.
  
  
  La gradación de estos cuatro grupos tampoco es casual: 
  el culto reservado a María es privilegiado respecto de los otros dos; por ello 
  figura antes que ellos y el concilio da el motivo: es Madre de Dios, cosa que 
  no encarnan los ángeles ni los santos.
  
  Para el año 869-870 no había una terminología clara o 
  neta para designar el culto reservado a la Virgen y a los santos (alguna 
  distinción había establecido el II concilio de Nicea, pero no se había 
  comprendido bien, por contar con una mala traducción, a la que se sumaban 
  rivalidades entre los dos imperios romanos de oriente y occidente); por eso es 
  que el verbo “venerar” no figura. Venerar en griego se decía también “proskyneo”, 
  como ha señalado el diccionario de Montanari. 
  
  La Iglesia a lo largo de los siglos ha ido precisando 
  esta terminología, de manera que hoy el catecismo establece una clara 
  distinción entre adorar y venerar. Algo semejante ocurrió con el término 
  “persona”. Antes de Calcedonia, no había una clara distinción entre “persona” 
  y “naturaleza”. Fue mérito de Calcedonia precisar el concepto de persona.
  
  Ahora pasamos a las citas veterotestamentarias que 
  nuestros he rmanos separados nos aducen para decirnos que los católicos 
  cometemos actos de idolatría cuando veneramos las imágenes sagradas. 
  
  
  A menudo parece que con dicho método de citar el 
  Antiguo Testamento se descuida que el Nuevo Testamento ayuda a comprender el 
  Antiguo (cf 2Cor 2,14) y que el Antiguo da una base al Nuevo, como si no 
  hubiera distinción entre los dos. En realidad, en el Antiguo Testamento 
  encontramos una especie de bosquejo del plan de salvación. 
  
  La revelación ha tenido un carácter progresivo hasta 
  el cumplimiento definitivo en Cristo (Heb 1,1-2). A esta luz, no parece ser un 
  buen método el hacer que la Biblia diga lo que yo quiero como sostén de mis 
  gustos personales, parapetados tras el nombre de “libre examen”. Más bien se 
  ha de leer a la luz del Espíritu con que ha sido escrita. 
  
  El motivo de que no se diera lugar a imágenes en el AT 
  se debía al peligro que tenía el pueblo de caer en la idolatría. El hecho es 
  que los profetas nunca cesab an de fustigar esta costumbre, que consistía 
  sobre todo en representaciones de Dios tomadas del reino animal. Esta 
  inclinación se debía a que Israel vivía en torno a naciones idólatras. 
  
  
  El primer mandamiento del Decálogo prohibía que se 
  hiciera imagen tallada de cualquier figura (Ex 20,3), lo cual debe entenderse 
  no en sentido absoluto, sino en su contexto de no rendir culto a las falsas 
  divinidades que los judíos pudieron ver en Egipto. 
  
  La representación de Dios en una imagen equivalía para 
  la mentalidad de aquel entonces a atribuir a Dios una forma arbitraria según 
  el gusto del hombre –una cosa o ser animado-, descuidando su dimensión 
  trascendente (Dt 14,15-16.28). En tiempo de los macabeos volvió a aplicarse el 
  Decálogo al pie de la letra. 
  
  Flavio Josefo cuenta cómo reaccionó el pueblo ante la 
  colocación de una águila de oro en la entrada principal del templo, de la 
  indignación que sintieron los judíos cuando vieron que en los estandartes del 
  ejé rcito romano en Jerusalén había imágenes del César.
  
  Más aún, el nombre de Dios no podía pronunciarse; el 
  hombre no podía mirar a Dios, ni siquiera Moisés pudo hacerlo (logró ver sólo 
  su dorso como enseña Éxodo 33,18-20, texto que corrige a Éxodo 24,9-11 y a 
  Deuteronomio 34,10, y que confirma Jn 1,18). 
  
  Si es verdad que Cristo nos revela el rostro de Dios (Jn 
  6,46), con Él se inaugura una nueva era, porque nos ha enseñado a llamarle 
  "Padre" a Dios con todo derecho. 
  
  Con toda razón dirá san Juan en su primera carta: “Lo 
  que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros 
  ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos en lo tocante al 
  Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y 
  testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y 
  se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que 
  también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión ve 
  rdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os 
  escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1Jn 1,1-4). 
  
  Juan habla de tocar, ver, contemplar, palpar... en 
  relación con el Verbo de vida, Cristo Jesús. Por eso es lícita la 
  representación de su rostro, de su cruz, de sus padecimientos: Dios, que era 
  invisible en su naturaleza, se ha hecho visible, hasta el punto que dejó 
  contemplarse, tocarse, palparse. La encarnación ha inaugurado una nueva 
  "economía de las imágenes"(NC 1159). 
  
  El libro del Apocalipsis muestra un aborrecimiento 
  visceral de toda forma de paganismo: magia (Ap 9,21; 18,23; 21,8; 22,15), 
  nicolaitismo (Ap 2,6.15), blasfemias contra Dios (Ap 2,9; 13,6); adoración de 
  los ángeles (Ap 19,10; 22,9); de los ídolos (21,8; 22,15); del demonio (Ap 
  13,4-6).
  
  ¿Parece contradecirse cuando recurre a las 
  comparaciones con las piedras preciosas para describir al que se sienta sobre 
  el trono (Ap 4,3), cuando ofrece diversas repre sentaciones -teriomorfas o no- 
  de Cristo (León de la tribu de Judá, raíz de David, cordero de pie como 
  degollado, Ap 5,6); cuando nos presenta a María trascendente en Ap 12,1-2; 
  cuando presenta a los cuatro "animales" y a los 24 presbíteros, los cuales 
  contienen copas que son las oraciones de los santos ante el trono de Dios? El 
  culto de la iglesia a las imágenes va en esta línea.
  
  Si abundan representaciones antiguas de dioses paganos 
  en muchas ciudades, no se debe a que hoy se realicen actos de idolatría, sino 
  que son obras de arte. Y la obras de arte tienen un alcance universal tanto 
  para los hombres que nos han precedido como para los de hoy y los que habrán 
  de venir mañana. Una vez más, si los términos no son claros en la Escritura, 
  es mérito de la Iglesia el haber establecido la distinción entre adorar y 
  venerar.
  
  En los siglos I - II del cristianismo se tienen las 
  siguientes representaciones religiosas:
  
  a. Misterios de la fe cristiana, vir tudes, 
  representaciones de Cristo: el cordero, la paloma, el pez, el ancla.
  b. Parábolas o alegorías: viña, Buen Pastor, 
  vírgenes sabias y necias.
  c. Personajes del AT: Noé, Daniel, Jonás, 
  Moisés.
  d. Imágenes de Cristo, de la Virgen y de los 
  santos.
  
  En los siglos III-IV :
  a. Aparecen pinturas de estuco en las paredes o 
  como fondo de vasos y medallas.
  b. Escenas de la vida de Cristo y de la 
  historia de la Iglesia.
  c. Escenas de la vida de Cristo en cementerios, 
  Moisés que golpea la roca, el pescador que extrae el pez del agua, el Bautismo 
  de Cristo en el Jordán, el sacrificio eucarístico, la llamada de los 12.
  
  Algunos padres y escritores eclesiásticos testimonian 
  algunas de dichas representaciones: Ireneo (Adv Haer, I, 25) Lampridio (Alex 
  Sev, 29), Tertuliano (De pudicitia, VII, 10). 
  
  Con la paz de Constantino cobra nuevo realce la 
  veneración a la cruz como estandarte cristiano o “ labarum”. De este período 
  son los mosaicos en Roma y Rávena que representan a Cristo, a la Virgen y a 
  los santos, como puede constatarse en el mausoleo de santa Constanza de Roma 
  (edificio más antiguo del S. IV), el ábside de Santa Prudentina que representa 
  a Cristo, Pedro y Pablo, así como el gran arco de Sta. María la Mayor de 
  mediados del S. V., que representa a Jesús, llevado por su Madre al lado de 
  Ana y Simeón. 
  
  Del mismo período hay una prefiguración en Sta. Sabina 
  de la “Ecclesia ex circumcisione” y de la “Ecclesia ex gentibus”. En Rávena 
  Sta. Ágata contiene un mosaico de Cristo con dos ángeles, en el mausoleo de 
  Galla Placidia (año 424), donde figuran el Buen Pastor, san Lorenzo y los 
  apóstoles.
  
  Las catacumbas son una evolución de hipogeos romanos a 
  los que se añadieron corredores. En un inicio eran privados, pero se 
  difundieron con la práctica de la inhumación entre paganos, judíos y 
  cristianos. Ello explica que al lado de prefiguraciones paganas se en cuentren 
  temas cristianos. 
  
  Los complejos son llamados “colombari” y luego se 
  transformaron en lugares de inhumación. Estos lugares sirvieron de cementerio 
  hasta el S. VI, y luego se transformaron lugares de devoción. A partir del S. 
  III se comenzaron a celebrar allí las diversas conmemoraciones de los fieles 
  difuntos. 
  
  A partir del S. IV se adosaron escaleras y altares y 
  se llevaron allí más reliquias de santos. Hacia el S. VIII las catacumbas 
  cayeron en el olvido.
  
  De las 67 catacumbas hoy conocidas, De Rossi descubrió 
  unas 26 en 1849, aunque en el siglo XVI Antonio Bosio había dado inicio a los 
  descubrimientos arqueológicos. Las más famosas son las de Comodila, Priscila, 
  Calixto y Sebastián. Se trata de más vastos complejos funerarios. 
  
  El sector más antiguo de Sn Calixto es el de las 
  criptas de Lucina en la vía Apia y que se remonta al S. II. Aquí han sido 
  sepultados al menos 4 de los 14 papas: Ponciano, Antero, Fabiano, Eutiquiano. 
  De R ossi reconoció las figuras de Cristo, de Sta. Cecilia y del Papa Urbano 
  en los frescos bizantinos de la cripta de Sta. Cecilia. Hay un nicho ahí con 
  una copia de la estatua de Sta. Cecilia y que es obra de Maderno (el original 
  está en el Trastévere). 
  
  No muy lejos figuran cinco cámaras sepulcrales con 
  representaciones de la resurrección, de los sacramentos del bautismo, de la 
  Eucaristía. Son decoraciones del S. III.
  
  Las prefiguraciones cristianas más comunes allí son: 
  el Buen Pastor, las primeras dos letras de la palabra Cristo, un hombre en 
  oración, el pez, el ciervo que lucha con la serpiente como símbolo del 
  catecúmeno, las palabras iniciales de “mártir”.
  
  
  En la ciudad de Roma hay tres columnas famosas: la 
  columna de Trajano, cuya estatua Sixto V reemplazó con otra de san Pedro, obra 
  de Giacomo della Porta: esto ocurrió el 4 de diciembre de 1587. Dos años 
  después el mismo Papa mandó que se colocara una estatua de san Pablo sobre la 
  columna de Marco Aurelio en Piazza Colonna: en la edad media desapareció la 
  estatua de este emperador, esculpida entre el 180 y 193 para conmemorar sus 
  victorias sobre marcomanos, cuados y sarmatos. 
  
  Nadie realiza ante dichas columnas actos idolátricos. 
  En la plaza de España de Roma hay también una antigua columna con una estatua 
  de bronce de la Inmaculada; a sus pies hay efigies de Moisés, Isaías, Ezequiel 
  y David. Esta obra fue erigida por Luigi Poletti dos años después de la 
  proclamación del dogma (1854) por parte de Pío IX. Cada año el 8 de diciembre 
  el Papa se dirige a este lugar, deja a los pies de la imagen de la Madre de 
  Dios un ramo de flores y dirige un discurso a los presentes.
  
  San Gregorio Nacianceno habla de una imagen de san 
  Polemón, que convierte a una pecadora (Carm I,1; sec II v. 800); se duda aún 
  de si es de san Basilio o Efrén el discurso con que se exhorta a los pintores 
  a ser buenos maestros en su arte cristiano (PG xxxi, col 489). 
  
  San Greg orio de Nisa, siguiendo las huellas de las 
  descripciones de san Efrén, describe las pinturas religiosas que ha visto en 
  el oratorio de santa Eufemia, en Calcedonia (PG xI, col 333-337); él mismo 
  habla de haber visto representaciones del sacrificio de Isaac, de mosaicos con 
  diversos temas religiosos (PG xlvi col 737). 
  
  San Nilo reprocha a Olimpiódoro el haber querido 
  pintar en una basílica escenas de caza y pesca y le exhorta a elegir para su 
  decoración temas bíblicos que instruyan a los fieles (PG lxxix, col 577).
  
  San Jerónimo habla de imágenes de los apóstoles 
  pintadas en vasos sagrados (In Ion IV,6). 
  
  San Agustín indica la costumbre de representar en 
  muchos lugares a san pedro y a san Pablo al lado de Nuestro Señor ( PL, xxxiv, 
  col 1049); también habla de la pintura que ha visto de San Esteban mientras 
  muere lapidado, al tiempo que san Pablo cuida las vestiduras de los que le 
  apedrean ( PL xxxviii, col 1434). 
  
  En el “Contra Faustum” habla de una pintura que 
  representa el sacrificio de Abraham (PL xlii col 446). En cuanto a la 
  advertencia que Ud. recoge de san Agustín: primero, quizá no convenga decir 
  que corrige a Tomás de Aquino, ya que es muy posterior a él. Por otro lado, 
  sus palabras han de ponderarse dentro de su propio contexto: advierte contra 
  la adoración de falsas divinidades. De ahí que insista en su valor 
  representativo. En ese sentido está dentro de lo que siempre ha dicho la 
  Iglesia.
  
  Prudencio habla de las pinturas que representan el 
  martirio de san Casiano (PL lx, cpl 433-435).
  San Paulino de Nola y Suplicio Severo decoran de 
  imágenes religiosas las basílicas construidas por ellos; se trata de escenas 
  veterotestamentarias (PL lxi, col 660).
  
  El culto reservado a las imágenes no es de adoración, 
  sino de veneración: nunca la Iglesia ha pensado que las imágenes o 
  representaciones de los santos sean dioses. 
  
  Al mismo tiempo, en la Biblia, figuran diversas 
  representacione s: el mismo Moisés por orden de Dios hace colocar dos 
  querubines de oro sobre el arca de la alianza (Ex 25,18), izó una serpiente de 
  bronce como signo de salvación para los que padecieran picaduras de las 
  víboras como castigo del pueblo por murmurar (Nm 21,3): más tarde, Exequias 
  hizo destruir la serpiente de bronce, porque los judíos se ponían a quemar 
  incienso ante ella (2Re 18,4); no se ha de olvidar tampoco la imagen de madera 
  cubierta de metal, y que representaba a Dios: la mandó hacer la madre de 
  Miqueas (Jue 17,4-5). 
  
  De ella se apropiaron los danitas, hicieron un 
  santuario y le rindieron culto (Jue 18,30-31); asimismo, el templo de Salomón 
  constaba de diversas decoraciones de querubines, toros, bueyes, leones, 
  palmeras, botones de flores (1Re 6,23-35; 7,25-51); tampoco ha de olvidarse 
  que los judíos tenían candelabros (Zac 4,2). Zacarías que en su visión del cap 
  4, da con dos olivos que Dios dice ser los dos ungidos que recorren toda la 
  tierra (Zac 4,14). 
  
  Repito, es mérito de la Iglesia el haber aclarado la 
  terminología al respecto. No es una veneración a la materialidad de las cosas 
  sino a lo que representan. Con ello se aclara que en la Iglesia católica no 
  hay idolatría –otra cosa es que algunas personas distingan eso y caigan en 
  desviaciones a menudo por ignorancia-. Tampoco se adora a los ángeles ni a los 
  santos. 
  
  Consideramos los diversos objetos dignos de respeto, 
  pero no les tributamos dotes o poderes especiales. Otro aspecto del culto a la 
  Virgen y a los santos son los nombres: un gran número de personas, creyentes o 
  no, tiene nombres de santos, de la Virgen, de Jesús y no por eso creemos que 
  se cae en la idolatría. Este es un aspecto de dicha veneración. 
  
  Las imágenes son recuerdo de las personas, no las 
  personas mismas. Si yo contemplo la foto de mi abuela que ya ha muerto, no 
  significa que amo un trozo de papel a colores, sino que ese trozo de papel me 
  la recuerda. Sé que no es la abuela, y sin emba rgo, me hace recordar su 
  rostro, su modo de ser y hablar. Si esto puedo hacerlo con un ser querido, 
  ¡con mayor razón lo debiera hacer con lo que nos recuerda a Dios! 
  
  Algo similar hacemos con la bandera, con otros 
  símbolos patrios, como monumentos a los héroes, etc. En el caso de los 
  Evangelios: ¿Por qué los besamos? ¿Por qué los cuidamos? Porque son también 
  imagen de Dios, su palabra escrita. 
  
  No es que idolatremos un amasijo de papeles, sino que 
  contienen lo que Dios nos ha querido transmitir; por otro lado, la imagen y la 
  palabra se esclarecen mutuamente (Nuevo Catecismo 1160). Con la representación 
  de los santos Cristo es glorificado en ellos (Nuevo Catecismo 1161).
  
  Cabe hacer aquí algún comentario de interés sobre la 
  reforma protestante. Sorprende que varios hermanos separados no se reconozcan 
  luteranos mas hayan hecho propias muchas ideas de Lutero, de modo consciente o 
  inconsciente. 
  
  Un ejemplo claro son los principios de la “sola fe ” y 
  de la “sola Escritura”. Pero no sólo. Lo que está en el fondo del pensamiento 
  de Lutero contra María y los Santos es su rechazo del concepto de 
  “sacramento”, ya que a su entender ello llevaba confundir lo divino con lo 
  humano (en contra de lo que dice la misma Escritura en Jn 10,34). En el fondo 
  para Lutero ningún ser humano ni la Virgen ni los santos puede considerarse 
  elevado a la vida de gracia.
  
  En 1521 Lutero reconocía aún en María y en los santos 
  el título de intercesores, pero fue cambiando de parecer hasta negarlo (en 
  1521 cuando escribe su comentario al Magníficat no da a María el título de 
  “abogada”; en 1522, con ocasión del sermón sobre la Navidad, se lo niega de 
  manera explícita). El último paso que dio fue la omisión de la segunda parte 
  del avemaría, a instancias de Zwinglio, ya que consiste en una intercesión o 
  súplica.
  
  Concluyendo, no sólo es bueno llevar una cruz al 
  pecho, besar los evangelios, tener imágenes de Cristo, de la Virgen, de los sa 
  ntos, sino que es una tradición antigua de la Iglesia. Son también un estímulo 
  para nuestra oración. 
  
  Desde la antigüedad la Virgen y 
  los santos han sido invocados como intercesores antes Dios: el culto que la 
  Iglesia les tributa está dirigido a Dios mismo. Por eso se nos proponen como 
  modelos seguros de vida cristiana. Entre ellos María desempeña un puesto 
  privilegiado como Madre de Dios, cooperadora en la obra de la redención y 
  figura de la Iglesia.