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4. ¿Hay
condenados en el infierno? |
El infierno "vacío"
Hoy día algunos pretenden que el infierno está deshabitado. Piensan
que no hay condenados de hecho. Los textos que hablan del infierno no
serían más que amenazas que nunca se realizarán. Orígenes admitía
condenados temporales, ahora se niega la existencia misma de
condenados.
En el Concilio Vaticano II un Padre pidió que se declarase que había,
de hecho, condenados en el infierno, porque si no, el infierno sería
una mera hipótesis (67). La Comisión teológica juzgó que no era
necesario introducir esa declaración porque los textos
neotestamentarios citados en el documento conciliar tienen forma
gramatical futura (68); no son verbos en forma hipotética o
condicional, sino en forma futura. “Irán” supone, como cae de maduro,
que alguien irá (69).
Las explicaciones de la Comisión teológica son el presupuesto de las
votaciones y constituyen la interpretación oficial del texto. Si algún
Padre no hubiese estado de acuerdo con la interpretación hubiese
votado “non placet”. De modo tal que estamos frente a la
interpretación oficial de cómo entiende el Concilio Vaticano II esos
pasajes bíblicos y lo entiende en el sentido de que hay y habrá
condenados de hecho, excluyendo la interpretación meramente hipotética
del infierno.
Una vez más comprobamos que algunos que se creen los adalides del
Concilio Vaticano II son los que más ignoran sus textos y la
interpretación correcta de los mismos.
La fe católica afirma sin ambages que hay condenados en el infierno y
que no fue destruido por Jesucristo. Como dice el Catecismo de la
Iglesia Católica, citando enseñanzas anteriores del Magisterio de la
Iglesia: “Jesús no bajó a los infiernos para liberar de allí a los
condenados (70) ni para destruir el infierno de la condenación (71),
sino para liberar a los justos que le habían precedido” (72). Por eso
enseña Mons. José Capmany Casamitjana, Obispo Director Nacional de las
Obras Pontificias Misionales de España: “Lo cierto es que el infierno
existe y que allí hay y habrá condenados” (73),y los que tienen un
mínimo de sentido común deducen: “Y yo puedo ser uno de ellos. Pondré
todos los medios para evitarlo”.
Ciertamente que la Iglesia no tiene poder para declarar quienes son
los que se han condenado. No existe una suerte de canonización al
revés. Más aún, la incapacidad que tiene la Iglesia para señalar quien
está en el infierno, es salvífica. En la Iglesia, nadie tiene poder
para destruir, sino sólo para construir: “...conforme al poder que me
dio el Señor para edificación nuestra y no para destruir” (cf. 2 Cor.
13,10).
Se cuenta de San Vicente Pallotti que un día el santo sacerdote
acompañaba al suplicio a un asesino del peor género, que rehusaba
obstinadamente arrepentirse, se mofaba de Dios y blasfemaba hasta en
el cadalso. El P. Palotti había agotado ya todos lo medios de
conversión: estaba en el tablado al lado de aquel miserable; bañado de
lágrimas el rostro, se había echado a sus pies, suplicándole que
aceptase el perdón de sus crímenes, mostrándole el anchuroso abismo en
que iba a caer. A todo esto, el criminal había respondido con un
insulto y una blasfemia, y su cabeza acababa de caer al golpe de la
fatal cuchilla. En la exaltación de su fe, de su dolor e indignación,
y también para que aquel horrible escándalo se trocase para la
muchedumbre de los asistentes en saludable lección, el piadoso
eclesiástico se levanta, toma por los cabellos la ensangrentada cabeza
del ajusticiado y presentándola a la multitud: “¡Mirad!, exclamó con
voz atronadora; ¡mirad bien!; ¡he aquí la cara de un condenado!” Se
dice que este sólo hecho basto para retardar el proceso de
beatificación. ¡Hasta tal punto la Iglesia es misericordiosa! (74).
Del Santo Cura de Ars solamente se cita un caso en el cual pareció
temer por la suerte eterna de un difunto. “Una persona recién llegada
de París o de sus alrededores -refiere Hipólito Pagés- le preguntó
donde estaba el alma de uno de sus parientes recientemente fallecido.
Recibió esta respuesta, sin comentario alguno: ‘No quiso confesarse a
la hora de la muerte’. Desgraciadamente, era muy cierto: el moribundo
había rechazado al sacerdote. El Cura de Ars no podía saberlo de
antemano” (75).
Ni del mismo Judas se puede afirmar con seguridad, a pesar de que hay
varios textos bíblicos que parecieran abonar la hipótesis de su
condenación. De hecho, San Vicente Ferrer afirmaba que se había
salvado (76).
En nombre de la misericordia divina
Hacia el 420 San Agustín (77) indica distintas teorías sobre el
infierno, actuales en aquel entonces:
1- Algunos creían que todos los pecados eran expiados en vida o
después de morir;
2- Otros sostenían que Dios no condenaría a nadie por la intercesión
de los santos;
3- Otros sostenían que ningún bautizado, ni aún los herejes, se
condenarían;
4- Había quienes limitaban la salvación a todos los bautizados en la
Iglesia católica, que aunque cayesen en idolatría y ateísmo no se
condenarían para siempre;
5- Otros decían que los que perseveraran en la fe, aunque cayesen en
pecados graves, se salvarían;
6- Algunos afirmaban que sólo se condenarían los despiadados.
Ideas todas que fueron defendidas en nombre de la misericordia divina,
como pasa ahora también. Todos los hombres y mujeres estarían
confirmados en gracia.
San Agustín refutó todas esas teorías: “Después del juicio final unos
no querrán y otros no podrán pecar... Los unos viven en la vida eterna
una vida verdaderamente feliz, los otros seguirán siendo desventurados
en la muerte eterna, sin poder morir: ni unos ni otros tendrán fin...
La muerte eterna de los condenados no tendrá fin y el castigo común a
todos consistirá en que no podrán pensar ni en el fin, ni en la
tregua, ni en la disminución de sus penas” (78).
Ya hemos visto cómo en nombre de la misericordia divina Schillebeeckx
niega el infierno. Pero hay otros teólogos católicos, no
“infernalistas” como dice uno de ellos, que pareciera que, de hecho,
creen que el infierno está vacío, como Teilhard de Chardin, Rahner y
von Balthasar (79), que consideran el infierno como una posibilidad
real de desastre final pero, al mismo tiempo, insisten en el deber de
“esperar para todos”, según R. Gibelli (80). A primera vista pareciera
que la postura de Schillebeeckx es más grave, sin embargo, este último
es más peligroso engaño.
Una eternidad sin nadie que, de hecho, se haya condenado ni se vaya a
condenar, es una eternidad frívola, no seria, es un infierno “light”.
No vale la pena luchar por evitarlo, si de hecho se evita; por tanto
tampoco vale la pena esforzarse por ganar la otra eternidad, que nos
es dada sin esfuerzo. La propuesta del infierno progresista es una
propuesta autoritaria y demagógica. Autoritaria, porque todos, aunque
no quieran, se salvan; demagógica, porque como los políticos actuales
hacen promesas fáciles de eterna salvación, que luego no cumplirán,
muchos se enterarán cuando ya sea tarde, y ¿a quién reclamarán?
Un infierno vacío no es un infierno salvífico; por el contrario, un
infierno habitado, sí, es salvífico. Por eso está revelado:
“...irán...”, y como toda revelación sobrenatural, es una revelación
salvífica.
Negar el infierno -en alguno o en todos sus elementos- es una forma de
univocar el ser, de homogeneizarlo, lo cual es típico de todo sistema
gnóstico. El infierno “light” es, en el fondo, un infierno hegeliano,
es decir, una idea del infierno, no un infierno real, concreto, de
hecho; es un “flatus vocis”, no un acontecimiento. Digamos que a la
pastoral del “flatus vocis”, corresponde un infierno que es un “flatus
vocis”. Los que afirman que no hay condenados en el infierno, se
inscriben en la misma línea ideológica de los que niegan la
transmisión por generación del pecado original, o niegan la
Encarnación verdadera y real de nuestro Señor, o su resurrección
corporal (81), o la integridad biológica de la Virgen María, o la
presencia física de Cristo en la Eucaristía. Algunos no niegan
descaradamente el infierno, ni el pecado original, ni la Encarnación
del Verbo, ni la resurrección, ni la virginidad de María, ni la
Eucaristía; pero sí niegan aquello que verifica, sustenta, a modo de
preambula fidei la realidad del infierno, del pecado original, de la
Encarnación, de la resurrección, de la virginidad, de la presencia
real en la Eucaristía. Es decir, imitan la actitud inconsciente de
quien serrucha la rama donde está sentado. Este infierno de ficción es
una pamplinada más del progresismo. Es un infierno vano y nimio, como
repulgo de empanada.
¡Qué diferencia! Antes se decía que había un cartel en la entrada del
infierno: “Los que entráis aquí abandonad toda esperanza”; ahora
cambiaron la leyenda del cartel por: “Prohibido entrar”. Antes: “Aquí
no hay salvación”; ahora: “Se alquila. Desocupado”. Antes los malos
iban al infierno; ahora si hay infierno Dios es malo.
Mucho tiempo atrás ya advertía San Alfonso María de Ligorio, Doctor de
la Iglesia, sobre los misericordiosistas: “Pero ¡Dios es tan
misericordioso! Sí; es misericordioso, pero no es tan estúpido que
vaya a obrar irracionalmente; ser misericordioso con quienes quieren
continuar ofendiéndole no sería bondad, sino estupidez de Dios. Dice
el Señor: ¿Ha de ser malo tu ojo porque yo soy bueno? (Mt 20,15) Y
porque yo soy bueno, ¿tú quieres ser malo? Dios es bueno, pero también
es justo, y, por tanto, nos exhorta a observar su santa ley si
queremos salvarnos: Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos (Mt 19,17). Si Dios fuera misericordioso con todos los
hombres, buenos y malos; si concediera a todos la gracia de
convertirse antes de morir, sería ocasión de pecado hasta para los
buenos; pero no, que cuando llega el término de sus misericordias
castiga y no perdona más. Y mis ojos no se compadecerán de ti ni me
apiadaré (Ez 7,4); por lo que nos avisa: Rogad que vuestra fuga no sea
en invierno ni en sábado (Mt 14,20). En el invierno no se puede actuar
por el frío ni en el sábado por la ley; lo que significa que para los
pecadores impenitentes vendrá tiempo en que quisieran darse a Dios y
se verán impedidos de hacerlo por sus malos hábitos” (82).
Sabias palabras que hay que sopesar atentamente:
- Dios es misericordioso, pero no estúpido;
- Dios es misericordioso, pero su misericordia es regulada por su
sabiduría (83);
- Dios es Amor, pero no obra irracionalmente;
- Dios es bueno, pero no para que nosotros seamos malos; si Dios fuese
bueno para que nosotros seamos malos, Dios no sería bueno;
- Dios es bueno, pero es justo (84);
- Si Dios salvase a todos, si quisiese con voluntad eficaz la
salvación de todos los hombres, sean buenos o sean malos, Dios sería
ocasión de pecado aún para los buenos, o sea, que si no castigase a
los malos induciría a los buenos a que se hiciesen malos, ya que sería
lo mismo. Ese absurdo, que en Dios no se da, sí se da en predicadores,
catequistas o formadores que niegan el infierno por el motivo que
fuese -niegan la pena de daño, o la de sentido, o la eternidad, o lo
vacían-: ellos sí, de hecho, son ocasión de pecado aún para los
buenos. Dios quiere con voluntad antecedente la salvación de todos los
hombres, pero con voluntad consecuente, luego del pecado no
retractado, quiere castigar a algunos. Sugiero que en nuestras
Congregaciones religiosas se invite, tempestivamente, a quienes
nieguen cualquier aspecto del infierno, a que salgan de nuestra
familia religiosa. Que no nos pase, lo que ha pasado con tantos otros.
Tápense los oídos cuando alguien hable negando la terrible realidad
del infierno, esos son retoños del Maligno que trabajan para él. Son
lobos con piel de oveja.
Si Dios quisiese con voluntad eficaz la salvación de todos los
hombres, ¿para qué la Encarnación de su Hijo?, ¿para qué la muerte en
cruz?, ¿para qué la Iglesia?, ¿para qué el Papa, los obispos, los
sacerdotes y diáconos?, ¿para qué la nueva evangelización?, ¿para qué
las Conferencias Episcopales, las Curias, el CELAM y todos los demás
organismos?, ¿para qué los sacramentos?, ¿para qué la liturgia?, ¿para
qué la Palabra de Dios, la Biblia?, ¿para que la predicación?, ¿para
qué evangelizar la cultura?, ¿para qué la misión ad gentes?, ¿para qué
tratar “sobre la Iglesia en el mundo actual”?, ¿para qué el diálogo,
con los otros cristianos, con los que creen en Dios, con los que no
creen en nada?, ¿para qué trabajar en el areópago de los medios de
comunicación?, ¿para qué...?
El infierno se puebla más con la “misericordia” que con la justicia.
El progresismo es antifrástico -como al gordo que le dicen flaco-:
quieren un infierno vacío y lo único que logran es poblarlo más. Son
los colonizadores del infierno. Un infierno deshabitado es un infierno
fatal para los hombres.
Es también San Alfonso el que enseña: “Cierto autor indicaba que el
infierno se puebla más por la misericordia que no por la justicia
divina; y así es, porque, contando temerariamente con la misericordia,
prosiguen pecando y se condenan. Dios es misericordioso. ¿Pero, quién
lo niega? Y, a pesar de ello, ¡a cuántos manda hoy día la misericordia
al infierno! Dios es misericordioso, pero también justo, y por eso
está obligado a castigar a quien lo ofende. Él usa de misericordia con
los pecadores, pero sólo con quienes luego de ofenderle lo lamentan y
temen ofenderlo otra vez: Su misericordia por generaciones y
generaciones para con aquellos que le temen (85), cantó la Madre de
Dios. Con los que abusan de su misericordia para despreciarlo, usa de
justicia. El Señor perdona los pecados, pero no puede perdonar la
voluntad de pecar. Escribe San Agustín que quien peca con esperanza de
arrepentirse después de pecar, no es penitente, sino que se burla de
Dios (86). El Apóstol nos advierte que de Dios no se burla uno en
vano: De Dios nadie se burla (87). Sería burlarse de Dios ofenderlo
como y cuanto uno quiere y después ir al cielo” (88).
Leí un artículo muy ambiguo: “Díme cómo es tu infierno y te diré quién
es tu Dios” (89), lo cual vale también para saber cómo es la persona
que opina sobre el infierno. Si tu infierno está vacío, tu dios es
estúpido y vos lo mismo. Si tu infierno es “light”, tu dios es “light”,
y vos sos un hombre “light”.
Los infernovacantistas lo único que han dejado vacíos son los
conventos, los seminarios y los noviciados. Muchos se quejan de que no
tienen vocaciones, pero si no creen en la eternidad, ¿cómo podrán
convencer a los jóvenes que vale la pena entregarlo todo por Cristo?
En toda decisión vocacional a la vida consagrada está presente la
dimensión escatológica. Cuando ésta falta, falta la motivación para
hacer algo que valga la pena. Sin eternidad es imposible que haya
vocaciones a la vida consagrada: “...es constante la doctrina que la
presenta como anticipación del Reino futuro. El Concilio Vaticano II
vuelve a proponer esta enseñanza cuando afirma que la consagración
‘anuncia ya la resurrección futura y la gloria del reino de los
cielos’ (90). Esto lo realiza sobre todo la opción por la virginidad,
entendida siempre por la tradición como una anticipación del mundo
definitivo, que ya desde ahora actúa y transforma al hombre en su
totalidad” (91).
Los infernovacantistas disminuyen la grandeza del misterio pascual y
transforman la necesidad y urgencia de la nueva evangelización en una
suerte de nuevo proselitismo. Son los agoreros de “los cielos nuevos y
la tierra nueva” profetizados y prometidos (Is 65, 17 y cf. 66, 22;
2Pe 3, 13).
Notas:
67 “Unus Pater vult aliquam sententiam introduci ex que appareat
reprobos de facto haberi (ne damnatio ut mera hypotesis maneat”.
Schema Constitutionis dogmaticae de Ecclesia, Modi VI, cap. 7, nº 40,
p. 10.
68 “Ceterum in n. 48 Schematis citantur verba evangélica quibus
Dominus ipse in forma grammaticaliter futura de reprobis loquitur” (ibid.,
nota anterior).
69 Prescindimos en este trabajo de la cuestión si son muchos o pocos
los que se salvan. No entra dentro de nuestro intento ocuparnos de esa
cuestión.
70 Cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587: “...Clemens, qui per suam
stultitiam sanctorum Patrum statuta [scripta] respuit vel omnia
synodalia acta [parvipendit], /.../ insuper et dominum Iesum Christum
descendentem ad inferos omnes [!] pios et impios exinde praedicat [simul
inde] abstraxisse...” (“...Clemente, quien por su estulticia rechazó
los escritos de los Santos Padres o (tuvo en poco) las actas
sinodales, /.../ dijo también que el Señor Jesucristo descendiendo a
los infiernos extrajo a todos los píos y a los ímpios”).
71 Cf. Benedicto XII, libelo Cum dudum: DS, 1011: (“ ...sed dicunt,
quod Christus propter salutem hominum est incarnatus et passus, quia
per suam passionem filii Adam, qui dictam passionem praecesserunt,
fuerunt liberati ab inferno, in quo erant non ratione originalis
peccati quod in eis esset, sed ratione gravitatis peccati personalis
primerum parentum. Credunt etiam, quod Christus propter salutem
puerorum qui nati fuerunt post eius passionem, incarnatus fuit et
passus, quia per suam passionem destruxit totaliter infernum...”.
(“Pero ([los armenios] dicen que Cristo se encarnó y padeció por la
salvación de los hombres, porque por su pasión los hijos de Adán que a
dicha pasión precedieron fueron liberados del infierno, en el cual
estaban no en razón del pecado original que en ellos había sino en
razón de la gravedad del pecado personal de los primeros padres. Creen
también que Cristo se encarnó y padeció por la salud de los niños que
nacieron después de su pasión, porque por su pasión destruyó
totalmente el infierno”.); Clemente VI, c. Super quibusdam: DS, 1077:
“Quod Christus non destruxit descendendo ad inferos inferiorem
infernum” (“Cristo descendiendo a los infiernos no destruyó el
infierno inferior”).
72 Nº 633.
73 Gran Enciclopedia Rialp (GER), t. 12, p. 710.
74 Cf. Mons. de Segur, El Infierno, Iction, Buenos Aires, 1980, pp.
150-151
75 La declaración consta en el Proceso del Ordinario, p. 449.
76 Cf. Henri Gheón, Vicente Ferrer y su tiempo.
77 La Ciudad de Dios, cap. 21, sec. 17, 22.
78 Enchiridion, cap. 29, sec. 111 y 113.
79 Por ejemplo, afirma: “Il Crocifisso non soffre semplicemente
l’inferno meritato dai peccatori; egli soffre qualcosa che é al di lá
e al di sotto de essi: un abbandono da parte di Dio in pura obbedienza
de amore, cui egli soltanto é capace in quanto é il Figlio, e che
abbraccia da sotto qualitativamente ogni possibile inferno. Ció
elimina in un modo ancora piú radicale la simmetria giudiziaria
veterotestamentaria” (TeoDrammatica. L’Ultimo Atto, V. 5, ed. Jaca
Book, 1986, p. 237 ).
“Previamente si deve avvertire che tutte le parole del Signore
indicanti la possibilitá di una eterna dannazione sono prepasquali” (idem,
p.238).
“Il Signore non é morto soltanto per i buoni che subito si aprono a
lui, ma anche por i cattivi e gli si negano. Egli ha tempo di
aspettare fino a che anche i dispersi figli de Dio siano raggiunti
dalla sua luce. Giacché anche il cattivo non é fuori dalla zona del
suo potere, e la dispersione del Signore abbraccia e supera anche la
dispersione dei peccatori” (idem, p. 239).
“Nella passione egli deve soffrire per tutti coloro che senza di lui
avrebbero meritato l’inferno. Cosí la tenebra dei peccati rimane
recinta dalla tenebra dell’ amore, come la patisce il Figlio nell’abbandono
di Dio” (idem, p. 241).
“Nell’inferno rimarrebbe, come realtá dannata difinitiva il peccato
staccato dal peccatore mediante l’opera della croce, una realtá non
assolutamente nulla a causa della forza in essa investita dall’uomo. I
peccati vengono rimessi, divisi da noi, da noi distolti. Vengono
rinciati lá dove é tutto ció che Dio non vuole a che condanna: nell’inferno.
Questo é il loro luogo. Che un luogo simile ci sia é, nella storia che
va dal peccato originale alla redenzione, molto piú importante che se
non ci fosse, perché é la permanente testimonianza della remissione
dei peccati. In questo censo l’inferno é addirittura un regalo della
grazia divina” (idem, p.269).
80 La teología de XX secolo, Queriniana, Brescia 1992, p. 368: “...lo
stesso Von Balthasar, che prospettano l’inferno come una reale
possibilita del fallimento finale, ma insieme insistono sul dovere di
‘sperare per tutti’”.
81 Cf. mi artículo La resurrección, ¿mito o realidad?, Mikael, año 2,
nº 6.
82 Obras Ascéticas, Sermón 34, De la impenitencia, t. II, B.A.C.,
1954, p. 749.
83 Cf. S. Th., Suppl., 99, 2, ad 1.
84 Que Dios sea bueno nos da esperanza, que evita la desesperación;
que Dios sea justo nos infunde temor, que evita la presunción (cf.
SantoTomás, Ad Rom. 11, 22).
85 Lc 1, 50.
86 “Irrisor est, non poenitens” (Ad. Fr. in er., s. ), cit. en San
Alfonso, ver nota 87.
87 Gal 6, 7.
88 Sermón 32, Ilusiones del pecador, op. cit., pp. 731-732.
89 Boletín salesiano, agosto 1993, nº 510, p.10 y ss.
90 Constitución dogmática Lumen gentium, 42.
91 Exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata, nº 26.
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