La
lectura eclesial del Antiguo Testamento
por el Dr. Ignacio Carbajosa
Escrito por Ecclesia Digital
martes, 08 de febrero de 2011
Facultad de Teología “San
Dámaso” (Madrid)
1. “Jesús es el Mesías”:
el nombre de los cristianos
En el libro de los Hechos
de los Apóstoles encontramos la noticia,
referida como de pasada, de que fue en
Antioquía “donde, por primera vez, los
discípulos recibieron el nombre de
‘cristianos’” (Hch 11,26). Detengámonos
por un instante a reflexionar sobre el
valor de este nombre con el que, desde
entonces, y hasta nuestros días, serán
reconocidos los seguidores de Jesús de
Nazaret. ¿Por qué empezaron a ser
llamados así? ¿No habría sido más lógico
que los llamaran “jesuanos”, por su
referencia a Jesús, o “separados”, por
su situación dentro del judaísmo, o
“galileos”, por su procedencia
geográfica?
El nombre griego
χριστιανοι (cristianos) hace referencia,
obviamente, al término
“Entonces llamaron a los
apóstoles; y, después de haberlos
azotado, les intimaron que no hablasen
en nombre de Jesús. Y los dejaron
libres. Ellos marcharon de la presencia
del Sanedrín contentos por haber sido
considerados dignos de sufrir ultrajes
por el Nombre. Y además ni un solo día
cesaban de enseñar en el Templo y por
las casas y de anunciar
Así pues
En tiempos de Jesús, en
los que la expectativa mesiánica era
especialmente fuerte2, la promesa que
sostenía la vida de Israel había
encontrado, ya desde hacía
1 Cf. 2 Cor 1,20.
2 Cf. J.A. FITZMYER,
The One who is to come
(Grand Rapids 2007).
Acerca de la expectativa mesiánica de la
comunidad de Qumrán (activa en tiempos
de Jesús), tal y como es expresada en
sus textos, cf. R.S. HESS – M.D. CARROLL
(eds.),
Israel’s Messiah in the
Bible and the Dead Sea Scrolls
(Grand Rapids 2003); M.
BECKER, “4Q521 und die Gesalbten”,
RevQ
18/69 (1997) 73-96; R.
BERGMEIER, “Beobachtungen zu 4Q521 f 2,
ii 1-13”,
ZDMG
145 (1995) 38-48 J.J.
COLLINS,
The Scepter and the Star:
The Messiahs of the Dead Sea Scrolls and
other Ancient Literature
(New York 1995); J.A.
FITZMYER, “4QTestimonia and the New
Testament”,
Essays on the Semitic
Background of the New Testament
(ed. FITZMYER, J.A.) (
tiempo, un depósito
fidedigno:
Este dato esencial de la
primera predicación cristiana, el
cumplimiento en Cristo de la expectativa
mesiánica, testimoniada en las
Escrituras, encontrará su expresión en
la incipiente literatura cristiana: los
evangelios y las cartas de Pablo. Los
escritos del Nuevo Testamento (NT) hacen
continua referencia a las Escrituras, es
decir, a ese corpus textual que ha
producido Israel. Y lo hacen para
sorprender un inaudito cumplimiento.
Estribillos como “esto sucedió para que
se cumpliese la palabra de…” (referido a
un texto del AT) se repiten en los
evangelios con mucha frecuencia,
especialmente en el evangelio según san
Mateo3. Es más, el
kerygma
central de la fe
cristiana, Cristo muerto y resucitado,
se acompaña de la afirmación “según las
Escrituras”, es decir, ha sucedido de
acuerdo con lo predicho por ellas (cf. 1
Cor 15,3-4).
No podemos detenernos
aquí para explicar el proceso por el
cual esta primera literatura cristiana
se convierte en Escritura santa a la
altura de
Por otro lado, la
disposición de libros en el
Codex Vaticanus,
que coloca a los profetas al final del
AT como pórtico a los evangelios, que
siguen a continuación (frente al orden
que seguirán los masoretas judíos,
colocando los libros sapienciales tras
los profetas), expresa a las claras la
idea de cumplimiento: el AT se lee
linealmente y alcanza su clímax en la
profecía, que se ve cumplida con la
llegada del Mesías testimoniada en los
evangelios. El libro del Apocalipsis,
tejido con los hilos del AT teniendo ya
ante los ojos su cumplimiento en Cristo,
se presenta como un gran epílogo a toda
la obra, no sólo al NT.
2. La tentación de
eliminar el AT
Pero volvamos atrás en el
tiempo hacia un hecho anómalo que hizo
temblar los cimientos de
3 Cf. Mt 1,22; 2,15.23;
4,14; 8,17; 12,17; 13,35; 21,4; 26,56;
27,9.
4 Para una sintética
presentación de la herejía marcionita,
cf. P. NAVASCUÉS, “Pablo y Marción”,
Pablo y el Antiguo
Testamento
(ed. I. CARBAJOSA)
(Reseña Bíblica 63; Estella 2009) pp.
39-49. 2
Salvador es el Dios Padre
de Jesucristo. De ahí el desprecio de
Marción hacia la creación y hacia la
dignidad de los bienes de la creación.
Los apóstoles de Jesús,
según Marción, no fueron capaces de
asimilar toda la novedad de su maestro y
acabaron cediendo a lo viejo, de ahí que
en los evangelios encontremos
referencias positivas hacia
No es de extrañar, por
tanto, que el canon de
Curiosamente, la crisis
marcionita puso en evidencia la profunda
unidad entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, dado que la eliminación del
primero supuso necesariamente la
mutilación del segundo. Ésta es una
lección que es importante aprender: no
se puede eliminar el AT sin mutilar el
NT.
Sin embargo la vieja
tentación de eliminar o relativizar el
AT en la vida de
Su división de la
historia parte del esquema clásico
tripartito: reino del Padre, reino del
Hijo y reino del Espíritu. En este
esquema clásico, basado en la teología
paulina, el reino del Padre corresponde
a
5 Cf. I. CARBAJOSA, “La
recuperación del Antiguo Testamento para
la vida de
La concepción de Joaquín
de Fiore, sin embargo, modifica los
períodos clásicos ofreciendo una nueva
comprensión del curso de la humanidad.
En efecto, la primera etapa, o etapa del
Padre, se extiende hasta antes de la
encarnación de Cristo, por lo que
encierra todo el AT. La segunda etapa, o
edad del Hijo, cubriría desde
De este modo AT y NT
quedan separados en dos etapas
diferentes. El primero queda bajo la
edad del Padre y el segundo bajo el
tiempo del Hijo, por lo que
implícitamente se deduce una superación
del primero por medio del segundo.
Además este último está llamado a ser
superado en la tercera etapa, la de la
comprensión espiritual.
La hermenéutica
joaquinita conocerá una gran posteridad,
encarnándose en la teología, en la
filosofía y en el pensamiento político
de grandes e influyentes personajes de
los últimos siglos6. Y, como veremos,
será en detrimento de los libros del AT
y del pueblo judío que los escribió.
Antes de seguir con los
momentos sobresalientes de la posteridad
joaquinita, debemos referirnos a otro
acontecimiento, que no puede
considerarse deudor de Joaquín de Fiore,
y que tuvo como consecuencia una pérdida
de peso de
El principio
Sola Scriptura
se presentaba, a los ojos
de la teología católica, como
manifiestamente errado, especialmente
teniendo en cuenta el papel de
El siguiente momento
sobresaliente en el proceso de
misnusvaloración del AT lo constituye el
complejo periodo histórico conocido como
Ilustración. Se trata de un momento que
marca un hito en la historia de las
ideas y que ejercerá un influjo en la
forma mentis
de Occidente que llega
hasta nuestros días. La razón,
artificial y violentamente separada de
la realidad, se constituye en el nuevo
principio y medida de todas las cosas.
¿Qué relación existe entre este cambio y
el mayor o menor uso del AT en la vida
de
6 Para entender el
influjo que Joaquín de Fiore ejerció
sobre el pensamiento de Occidente es
imprescindible la obra de H. DE LUBAC,
La posteridad espiritual
de Joaquín de Fiore
(Madrid 1989) 2
volúmenes.
Lessing concibe las
etapas de la revelación (representadas
por el Antiguo y el Nuevo Testamento)
como parte de una pedagogía de educación
de la humanidad que la razón está
llamada a sustituir (superándola). La
época que vive Lessing ha sido testigo
del desarrollo de una razón que ya puede
prescindir, de hecho, del AT, y que, con
el pasar del tiempo, aspira a poder
prescindir también del NT. El AT, según
Lessing, es “un libro elemental tanto
para niños como para un pueblo infantil.
Pero todo libro elemental sirve sólo
para una cierta edad. Entretener al niño
con el libro elemental más tiempo del
que se tenía pensado, le resulta
perjudicial (…). Lo que hace falta es
que venga un pedagogo mejor y que le
quite de las manos al niño ese libro
elemental ya exhausto. –Y vino Cristo”7.
Así como en el AT se presentaban como
reveladas verdades meramente racionales
“para su más rápida difusión y sólida
fundamentación”8, y, por ello, el libro
dejó de ser útil cuando las verdades se
alcanzaron por la razón, del mismo modo
sucederá con el NT, el libro elemental
de la adolescencia, en el que Cristo
introdujo nuevas verdades reveladas. Un
claro ejemplo lo representan las
doctrinas de la unidad de Dios y de la
inmortalidad del alma:
“Así como con relación a
la doctrina de la unidad de Dios
ya podemos prescindir del
Antiguo Testamento9;
así como, poco a poco, con relación a la
doctrina de la inmortalidad del alma
empezamos a poder
prescindir también del Nuevo Testamento,
¿no cabría la posibilidad de que en éste
se simularan aún otras verdades del tipo
de ésas que hemos de considerar con
asombro como reveladas hasta que la
razón aprenda a deducirlas de sus otras
verdades ya digeridas, y a relacionarlas
con ellas?”10.
Una vez más salta a la
vista que la minusvaloración del AT
lleva pareja una minusvaloración del NT.
Sin embargo, en el siglo XVIII, de
hecho, ya se podía prescindir del AT y
todavía no del NT. Doctrinas como la de
“Llegará ese tiempo de
cierto, el tiempo de
un nuevo Evangelio
eterno, que se nos
promete a nosotros en los libros
elementales del Nuevo Testamento.
Algunos fanáticos de los siglos XIII y
XIV tal vez captaron una ráfaga de ese
nuevo Evangelio eterno y se equivocaron
solamente al anunciar tan próxima su
irrupción. Quizá no fuera una ocurrencia
vana su
tercera edad del mundo,
y ciertamente no tenían ningún mal
propósito cuando enseñaban que
Un siglo más tarde, a
caballo entre finales del XIX y
principios del XX, A. von Harnack,
teólogo e historiador protestante,
escribiría otra de las páginas decisivas
en el proceso de erosión del AT. Para el
autor de
La esencia del
cristianismo,
Jesús
7 G.E. LESSING, “La
educación del género humano”, en
Escritos filosóficos y
teológicos
(ed. A. ANDREU)
(Barcelona 21990) 627-647 (§51.53).
8 Idem, §70.
9 Las cursivas en este
texto son mías.
10 LESSING, “La educación
del género humano”, §72.
11 Idem, §86-88
representa la máxima y
más depurada expresión de la conciencia
religiosa del hombre, que llega a
concebir a Dios como padre. Esta idea,
deudora de F. Schleiermacher, lleva
implícita una imagen de evolución en la
historia del género humano muy similar a
la de Lessing y, en última instancia, a
la de Joaquín de Fiore. Jesús representa
una cima en el espíritu universal y, por
ello, todo el “envoltorio” judío con el
que nos ha llegado (y en él se incluyen
los sagrados libros de los judíos), está
destinado a desaparecer como una etapa
necesaria (el espíritu debe encarnarse
por fuerza en unas determinadas
coordenadas espacio-temporales) pero
contingente.
“Pablo sacó la religión
cristiana de entre los jirones del
judaísmo (…). Aseguró Pablo que la nueva
fórmula religiosa atañe al individuo, es
decir, a todos los hombres. Persuadido
de esto, y con plena conciencia de sus
actos, predicó el Evangelio entre las
gentes, lo arrancó del materno solar
judío y lo trasplantó al mundo
greco-romano. No hay en el Evangelio una
fórmula conciliatoria entre griegos y
judíos, porque pasó ya el tiempo del
judaísmo”12.
Esta imagen de lo judío
como “contingente” desemboca
necesariamente en una “superación” del
AT. Harnack se muestra extremadamente
coherente en este punto:
“Rechazar el Antiguo
Testamento en el siglo segundo [en
referencia a Marción] fue un error que
Nos hallamos en los
prolegómenos del dramático fenómeno del
antisemitismo nazi. Siendo éste un
fenómeno esencialmente no cristiano, no
cabe duda de que algunos pasos del
espíritu y de las ideas elaborados en
campo cristiano (fundamentalmente
protestante) colaboraron a sostener un
discurso ideológico antisemita. Mientras
lo judío permanecía como un factor
integrante de lo cristiano, el
antisemitismo (a pesar de las
injusticias que
Que el nexo entre el
régimen nazi y la minusvaloración del AT
no es algo forzado lo muestra la
encíclica
Mit brennender Sorge
del Papa Pío XI, dirigida
al pueblo alemán en 1937 para salir al
paso de la ideología del Tercer Reich.
En esta
12 A. VON HARNACK,
La esencia del
cristianismo
(Barcelona 1904) II, 30.
13 A. VON HARNACK,
Marcion: Das Evangelium
vom fremden Gott
(Leipzig 1920;
reeditado en
Darmstad 1985) XII y 217.
En ámbito protestante la postura de
Harnack encontró eco en otros autores
aún después de
encíclica, ante el avance
de una ideología antisemita, el Papa
siente la necesidad de remarcar que “los
libros santos del Antiguo Testamento son
palabra de Dios y parte orgánica de su
revelación” (nº 16). El nº 17 representa
una enérgica repulsa de la idea de
considerar el AT una rémora de la que
desembarazarse:
“Solamente la ceguera y
la terquedad pueden cerrar los ojos ante
los tesoros de saludables enseñanzas
escondidas en el Antiguo Testamento. Por
tanto el que pretende que se expulsen de
Esta carta se adelanta a
la posición que adoptará
“Dios amantísimo,
buscando y preparando solícitamente la
salvación de todo el género humano, con
singular favor se eligió un pueblo, a
quien confiar sus promesas. Establecido,
pues, el pacto con Abraham (cf. Gn
15,18) y con el pueblo de Israel por
medio de Moisés (cf. Ex 24,8), de tal
forma se reveló con palabras y con obras
como el único Dios verdadero y vivo al
pueblo adquirido para sí, que Israel
experimentara cuáles eran los caminos de
Dios con los hombres, y, hablando el
mismo Dios por los Profetas, los
entendiera más hondamente y con más
claridad de día en día, y los
manifestara más ampliamente entre las
gentes (cf. Sal 21,28-29; 95,1-3; Is
2,1-4; Jr 3,17).
La economía, pues, de la
salvación preanunciada, narrada y
explicada por los autores sagrados, se
encuentra como verdadera palabra de Dios
en los libros del Antiguo Testamento;
por lo cual estos libros inspirados por
Dios conservan un valor perenne: «Pues
todo cuanto está escrito, para nuestra
enseñanza fue escrito, a fin de que por
la paciencia y por la consolación de las
Escrituras tengamos esperanza» (Rm
15,4)” (DV 14)14.
Pero no pensemos, ni
mucho menos, que la tentación marcionita
de eliminar o relativizar el AT ha
desaparecido en nuestra Iglesia después
del Concilio Vaticano II. Ciertamente se
reviste de nuevas formas. Dos posturas
muy habituales “resucitan”, ciertamente
de manera inconsciente, la vieja
herejía.
Por un lado se cae en
esta desviación cuando se insiste en la
novedad del NT sin fundarla en el AT. En
este caso, el NT no sería el testimonio
de un acontecimiento pacientemente
esperado, deseado y prometido en ese
espejo de toda la historia de la
14 En su reciente
exhortación apostólica postsinodal
Verbum Domini,
Benedicto XVI ha vuelto a recordar la
posición de la doctrina católica frente
al marcionismo “recurrente”: “(…) en el
Antiguo y Nuevo Testamento se encuentra
la raíz del cristianismo y el
cristianismo se nutre siempre de ella.
Por tanto, la sana doctrina cristiana ha
rechazado siempre cualquier forma de
marcionismo recurrente, que tiende de
diversos modos a contraponer el Antiguo
con el Nuevo Testamento” (VD 40).
humanidad que es el AT.
Necesariamente esta posición conlleva un
empobrecimiento de la novedad del NT15.
¡Con qué facilidad se reduce hoy la
novedad del NT a una moral de valores,
más o menos asumidos por todos en
nuestra cultura y políticamente
correctos! ¡Qué difícil es escuchar una
homilía en la eucaristía dominical que
parta realmente de la lectura del AT
(que
En este sentido, me llama
poderosamente la atención que el bien
que supuso el Concilio Vaticano II, la
proliferación de versiones en lenguas
vernáculas, la “explosión” de
publicaciones sobre el AT o de cursos de
formación no se ha traducido en un mayor
conocimiento de la historia sagrada que
precede a Cristo. Hace un mes mantenía
una conversación improvisada en torno al
AT con un grupo de universitarios, cuya
fe ha nacido y se ha alimentado en sus
familias. Me sorprendió sobremanera el
desconocimiento de los personajes y las
narraciones claves del AT. Y me hizo
pensar. Durante mucho tiempo el acceso
al AT en lengua vernácula ha estado
vetado o al menos dificultado en nuestra
Iglesia. Sin embargo en la escuela, o en
la catequesis parroquial, se enseñaba
Historia Sagrada. Desde pequeños, los
cristianos se han familiarizado con los
grandes relatos de
“Lo que resulta ahora es
que, como nosotros dábamos tanta
Historia Sagrada en la escuela, los que
entonces éramos muchachos nos sabíamos
muchos nombres e historias que ahora ya
los jóvenes de ahora ni se los pasa por
la imaginación. Y los días de escuela
que más nos gustaban eran precisamente
los miércoles, porque era el día que
dábamos Historia Sagrada casi toda la
mañana; y era lo más bonito, cuando la
historia de Esaú y Jacob, por ejemplo
(…). Y lo de la hija del Faraón que iba
a bañarse al río y se encontró a Moisés
en una canasta de la ropa que le habían
puesto pez para que no entrase el agua.
¡Cuidado que era bonito! (…).
Todas estas historias
decía
Y dijo Ignacio: «Pues
estas cosas son las que don Abdón lee en
la iglesia, sólo que en latín». «¡Hala!,
decíamos nosotros. Eso sí que no puede
ser. ¿Cómo va a leer eso?». Porque era
la palabra de Dios
15 “Sin el Antiguo
Testamento, el Nuevo sería un libro
indescifrable, una planta privada de sus
raíces y destinada a secarse”
(PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA,
El pueblo judío y sus
Escrituras Sagradas en
la catequesis. ¿Y
entonces? No sabíamos lo que pensar,
pero que, de todas maneras, nos teníamos
que confesar por haber leído
En nuestros días
Ni qué decir tiene que
cierta exégesis del AT, que a sí misma
se llama “científica”, tiene parte de
responsabilidad en la creación de una
nueva “barrera” de acceso a los libros y
a los relatos de
En estrecha relación con
lo anterior, se cae también en la
tentación marcionita, dentro de
No hace falta decir que
quien mantiene una postura así debe
introducir en el AT varios niveles de
lectura, de modo que quede a salvo la
interpretación que de él hace el NT. El
problema es que el nivel que podríamos
llamar cristiano (¿alegórico,
espiritual?) se considera un salto en el
vacío con poco fundamento
in re.
Pero esto arroja una sospecha demasiado
pesada sobre el NT y, lo que es peor,
sobre el acontecimiento cristiano del
que éste da testimonio.
No es infrecuente entre
exegetas cristianos, incluidos
católicos, o por lo menos no lo ha sido
en los últimos decenios, un tipo de
posición que, bajo capa de
neutralidad
16 J. JIMÉNEZ LOZANO, “
u
objetividad,
prescinde del NT, y, más genéricamente,
del acontecimiento de Cristo, en la
interpretación y presentación del AT. La
interpretación cristiana del AT sería
concebida como un momento ulterior del
método, de modo que en el análisis
objetivo inicial deberíamos ser capaces
de coincidir con la interpretación
judía. Dejando al margen esta última
ingenuidad (considerar a la judía la
interpretación
natural
del AT), la posición
descrita implica una última deslealtad
ante la pretensión que el acontecimiento
cristiano y el mismo NT vehiculan.
Cristo se presenta
todavía hoy como un acontecimiento que
comporta una cierta lectura del AT ante
la que uno
debe
posicionarse. Y debe
hacerlo porque supone una mayor
inteligencia del AT. Interpretar el AT
al margen de Cristo supone ya una
decisión que
relativiza
el alcance revelador de
la novedad cristiana. La de Cristo sería
entonces
una
interpretación entre
otras, con sus derechos. Sin embargo, el
acontecimiento de Cristo se dirige a la
persona del exegeta como una novedad
radical capaz de dilatar la razón,
arrojando luz nueva sobre toda la
realidad. Es imposible separar esta
experiencia personal de la tarea
exegética (la separación delata, de
hecho, una debilidad de dicha
experiencia).
A la vez, podríamos
hablar de una segunda deslealtad del
exegeta católico que interpreta el AT al
margen de Cristo. Es la deslealtad
frente al testimonio del NT. Son
realmente numerosos los pasajes en los
que el mismo Jesús o los hagiógrafos
hablan del testimonio que el AT da de
Cristo. Una vez más, leer estos pasajes
(canónicos e inspirados), y no conformar
nuestra interpretación del AT a la luz
de ellos, implica una debilidad de la
experiencia cristiana, una concepción
dualista de la fe (que tiene como
resultado la separación drástica de
exégesis –científica– y teología
–creyente–)
¿Por qué tildamos de
marcionita esta última posición? Porque
promoviendo una lectura no cristológica
del AT a la larga hace prescindible este
corpus
dentro de la catequesis y
la predicación cristiana.
3. Cristo, intérprete de
Hemos insistido,
analizando las distintas versiones que
la tentación marcionita ha asumido en la
historia, que la eliminación o
relativización del AT trae consigo una
necesaria mutilación del NT. ¿Cuál es la
razón última de esta paradoja, visto que
lo que pretendían Marción y sus
seguidores (de todos los tiempos) era
subrayar la novedad del NT? La razón es
sencilla: la novedad del NT consiste en
proclamar el inaudito cumplimiento de la
promesa testimoniada en el AT. Así la
lectura eclesial, lejos de superar o
minusvalorar los libros de
Detengámonos ahora en
algunos textos paradigmáticos del NT que
nos ayudarán a entender cuál es la
verdadera lectura eclesial del AT y en
qué condiciones se nos desvelan todos
los tesoros de ese enorme
corpus,
de modo que podamos vernos libres de la
tentación marcionita. Elegiremos un
texto del inicio del evangelio de Juan,
otro del final de Lucas, un pasaje de
los Hechos de los Apóstoles y por último
un texto de una carta de Pablo.
En el primer capítulo del
evangelio de Juan encontramos la
descripción del primer encuentro entre
Jesús y sus discípulos. Después del
diálogo inicial de Jesús con Andrés y,
presumiblemente, Juan, dos discípulos
del Bautista, se produce lo que
podríamos llamar una cascada de
encuentros. Andrés se encuentra con su
hermano Simón y le lleva a Jesús. Al día
siguiente Jesús se encuentra a Felipe y
más tarde éste se encuentra con Natanael,
a quien le dice:
“«Aquel de quien
escribieron Moisés en la ley y los
profetas, lo hemos encontrado: Jesús,
hijo de José, de Nazaret». Natanael le
replicó: «¿De Nazaret puede salir algo
bueno?» Felipe le contestó: «Ven y
verás». Vio Jesús que se acercaba
Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un
israelita de verdad, en quien no hay
engaño». Natanael le contesta: «¿De qué
me conoces?» Jesús le responde: «Antes
de que Felipe te llamara, cuando estabas
debajo de la higuera, te vi». Natanael
respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de
Dios, tú eres el Rey de Israel»” (Jn
1,45-49).
Felipe, para describir a
Jesús, acude a
El segundo pasaje, en
contexto pascual, cierra el evangelio de
Lucas. Se trata del episodio de los
discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). La
decepción profunda de los dos discípulos
se muestra en el diálogo que mantienen:
ellos pensaban que Jesús iba a ser el
libertador de Israel, es decir el Mesías
esperado. Pero los acontecimientos de la
pasión y muerte de Jesús han terminado
con aquellas esperanzas. Será la
presencia de Cristo Resucitado y no
Y cuando Jesús empieza a
“leerles” en
A continuación, el
evangelio de Lucas narra la aparición
del Resucitado a los once, en cuyo
contexto Jesús, de nuevo, les “abrió sus
inteligencias para que comprendieran las
Escrituras” (Lc 24,45). Fue entonces
cuando los discípulos entendieron, y con
ello creció su fe, que Jesús no era
Mesías a pesar de su pasión y muerte
sino que estos hechos, con su
Resurrección, formaban parte del
designio trazado
Un tercer episodio
verdaderamente iluminador se encuentra
narrado en el libro de los Hechos de los
Apóstoles, situado por tanto en el
período (que, en cierto modo, es ya el
nuestro) en el que Jesús resucitado
asciende definitivamente a los cielos y
deja de aparecerse a los discípulos. Es
el tiempo de
“Felipe se acercó
corriendo, le oyó leer el profeta
Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo
que estás leyendo?» Contestó: «¿Y cómo
voy a entenderlo si nadie me guía?». E
invitó a Felipe a subir y a sentarse con
él. El pasaje de
En este caso nos
encontramos ante un episodio de lectura
directa de las Escrituras de Israel. Que
toda escritura debe ser interpretada se
ve por la pregunta que el eunuco dirige
a Felipe sobre la identidad del
misterioso siervo. El pasaje no le
resulta transparente. Lo que hace que el
ministro de la reina Candace llegue a
entender
En este ejemplo, la
comprensión de
El último texto que
quiero traer a colación está sacado de
la segunda carta del apóstol San Pablo a
los Corintios:
“Pues hasta el día de hoy
permanece aquel velo en la lectura del
Antiguo Testamento, sin quitarse, porque
se elimina en Cristo. Y hasta hoy, cada
vez que se lee a Moisés, cae un velo
sobre sus corazones;
pero cuando se convierta
al Señor, se quitará el velo”
(2 Cor 3,14-16).
El velo que llevaba
Moisés sobre el rostro para que el
pueblo no viera su rostro radiante es
aprovechado por San Pablo para referirse
al velo que los israelitas tenían en la
lectura del AT. Una vez más, se afirma
que el AT da testimonio de Cristo. Pero
los judíos no consiguen leer
El mismo San Pablo resume
a la perfección esta paradoja en su
carta a los Romanos, cuando, en el
contexto de una discusión centrada en el
pueblo judío y su ley, afirma: “Pero
ahora, al margen de
En este camino que hemos
realizado por algunos pasajes del NT,
resulta evidente que la comprensión
adecuada del AT, como profecía del
cumplimiento de Cristo, se realiza
únicamente gracias al encuentro real, en
la historia, con el mismo acontecimiento
de Cristo18, en su misma persona
(pensemos en Natanael) o a través del
testimonio vivo de su Iglesia (pensemos
en el eunuco). Precisamente por ello, es
importante subrayar que el encuentro con
Cristo, que abre el entendimiento a
17 Para la interpretación
de este pasaje, cf. F. BELLI,
"'Testimoniada por la ley y los
profetas'. Rom 3,21: Pablo y las
Escrituras",
RevAg
43 (2002) 413-426.
18 Cf. F. BELLI - I.
CARBAJOSA - C. JÓDAR ESTRELLA - L.
SÁNCHEZ NAVARRO,
Vetus in Novo. El recurso
a
el Espíritu sigue
haciendo presente hoy, de modo que se
verifica la promesa del Resucitado: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo” (Mt 28,20).
El documento de
“La fe cristiana reconoce
el cumplimiento en Cristo de las
Escrituras y las esperanzas de Israel,
pero no entiende el cumplimiento como la
simple realización de lo que estaba
escrito. Tal concepción sería reductora.
En realidad, en el misterio de Cristo
crucificado y resucitado, el
cumplimiento se realiza de modo
imprevisible. Comporta una superación.
Jesús no se limita a interpretar un
papel ya escrito, el papel de Mesías,
sino que confiere a las nociones de
Mesías y de salvación una plenitud que
no se podía imaginar por adelantado: los
llena de un contenido nuevo. Se puede
incluso hablar a este respecto de una
‘nueva creación’ (2 Cor 5,17; Ga 6,15).
Sería en efecto equivocado considerar
las profecías del Antiguo Testamento
como una especie de fotografías
anticipadas de acontecimientos
futuros”19.
Un ejemplo práctico de
esta dinámica es la función hermenéutica
que el acontecimiento de Cristo ejerce
respecto a las figuras
veterotestamentarias del
Mesías,
del
siervo de Yahvé
(Deuteroisaías) y del
Hijo de hombre
(Dn 7,13-14). Todas ellas
están claramente en tensión hacia el
futuro, buscando su cumplimiento. Sin
embargo es muy difícil relacionar entre
sí las tres figuras o fundirlas en una
sola, sin salir del AT. En efecto, la
figura del mesías es una figura real, un
hijo de David triunfante, mientras que
el siervo de Yahvé se caracteriza por su
discreción y su sufrimiento redentor. El
Hijo del hombre del libro de Daniel es
una figura celeste que viene de junto al
trono de Dios para juzgar a todas las
naciones. Jesucristo, de un modo
sorprendente, ha unido en su persona,
dando cumplimiento, a las tres figuras.
Él es el Mesías, el Hijo de David, que
ha sido sometido a sufrimiento y muerte
ignominiosa por nosotros como siervo de
Yahvé. Él es el que ha resucitado y está
sentado a la derecha del padre como juez
poderoso.
Pero quizá la formulación
más adecuada de esta dinámica es la que
utilizó
4. Algunas indicaciones
para nuestra lectura del AT
Después de lo dicho
podemos presentar algunas indicaciones
para nuestra lectura del AT. En primer
lugar podemos entender por qué nuestra
lectura del AT debe ser, necesariamente,
eclesial, y qué es lo que ello implica.
Hemos visto que lo que desvela el AT,
dilatando nuestra razón, es el
acontecimiento siempre contemporáneo de
Jesucristo, no la mera lectura
descontextualizada del NT. Este
acontecimiento llega a
19 PONTIFICIA COMISIÓN
BÍBLICA,
El pueblo judío y sus
Escrituras,
§ 21.
20 PONTIFICIA COMISIÓN
BÍBLICA,
La interpretación de
nosotros, con la misma
energía de hace dos mil años, a través
de
Se entiende así que el
contexto propio y principal de la
proclamación y escucha de
La misma ordenación de la
liturgia de la palabra en la celebración
dominical muestra, de modo pedagógico,
la dinámica de la que venimos
hablando21: el AT (primera lectura) se
lee a partir de la inteligencia que
proporciona el NT (evangelio),
acompañado por la interpretación viva y
autorizada del magisterio (homilía). El
célebre axioma de San Agustín,
Novum in Vetere latet et
in Novo Vetus patet
(el Nuevo está latente en
el Antiguo y el Antiguo se hace patente
en el Nuevo)22 encuentra en la liturgia
eucarística un lugar sin igual para
desplegarse en toda su potencia. Resulta
evidente entonces la grave
responsabilidad de los pastores en este
gesto de
abrir las Escrituras
que llamamo
Es este mismo principio
insuperable en la lectura del AT, es
decir, la contemporaneidad con
Jesucristo a través de
Con frecuencia, incluso
entre los exegetas católicos, se oye
decir que un principio así introduce una
lectura subjetiva (o al menos no
objetiva) del AT. Sin embargo es
necesario notar que quien no participa
de la mente de Cristo no permanece en
una posición neutral: participa de otra
tradición, que con frecuencia no es sino
la
21 “En efecto,
22 San Agustín,
Quaest. in Hept.
2, 73.
Benedicto XVI ha
subrayado recientemente la importancia
de esta fórmula agustiniana: “«El Nuevo
Testamento está escondido en el Antiguo
y el Antiguo es manifiesto en el nuevo».
Así, con aguda sabiduría, se expresaba
san Agustín sobre este tema. Es
importante, pues, que tanto en la
pastoral como en el ámbito académico se
ponga bien de manifiesto la relación
íntima entre los dos Testamentos,
recordando con san Gregorio Magno que
todo lo que «el Antiguo Testamento ha
prometido, el Nuevo Testamento lo ha
cumplido; lo que aquél anunciaba de
manera oculta, éste lo proclama
abiertamente como presente. Por eso, el
Antiguo Testamento es profecía del Nuevo
Testamento; y el mejor comentario al
Antiguo Testamento es el Nuevo
Testamento»” (VD 41).
23 PONTIFICIA COMISIÓN
BÍBLICA,
La interpretación de
mente o el espíritu de su
propio tiempo, como la historia de la
exégesis en estos dos últimos siglos ha
mostrado de forma elocuente.
Sale entonces a la luz
toda la responsabilidad moral de la
tarea del intérprete de
“La historia del Antiguo
Testamento nos coloca, en último
término, ante una pregunta decisiva. Esa
pregunta es: «¿Quién decís vosotros que
soy Yo?». Es una pregunta a la que
solamente se puede responder con una
afirmación de fe. Pero todos los que
leen la historia de Israel están
enfrentados con ella, la conozcan o no,
y dan una respuesta (aunque sólo sea
rehusando darla) en uno de los dos
sentidos. Por supuesto, el cristiano
debe replicar: «Tú eres el Cristo
(Mesías), el hijo de Dios vivo». Después
de haberlo dicho (si sabe lo que ha
dicho) la historia del Antiguo
Testamento adquiere para él un nuevo
significado, como parte del drama
redentor que continúa hasta su
consumación en Cristo. En Cristo, y por
Cristo, ve el cristiano su historia, que
es la «historia de la salvación» (Heilsgeschichte),
ciertamente una historia de desilusión y
fracaso, pero convertida finalmente, y
realmente, en
Heilsgeschichte”
24.
No sería justo dejar al
margen de estas indicaciones de lectura
una palabra sobre las páginas “oscuras”
o difíciles del AT, sobre las que
Benedicto XVI, en su reciente
exhortación apostólica
Verbum Domini
nos ha llamado la
atención25. Para una mejor comprensión
de las mismas es importante subrayar,
como lo hace el Papa, que “la revelación
bíblica está arraigada profundamente en
la historia”26, y lo está dentro de un
designio de salvación que avanza
progresivamente por etapas hasta
alcanzar su cumplimiento. Este progreso
se realiza con frecuencia a pesar de la
resistencia de los hombres. No es de
extrañar, por tanto, que entre la
plenitud del cumplimiento testimoniada
por el NT y los libros del AT se
establezca una triple relación: de
continuidad, de discontinuidad y de
progreso27.
Por un lado resulta
evidente que el NT se presenta en
continuidad con el AT, en un único
designio salvador en dos etapas. Por
otro no se puede negar que el paso de un
testamento a otro comporta rupturas con
aspectos de
Sólo una lectura canónica
de los textos del AT, es decir, en la
perspectiva del progreso de la
revelación bíblica, inserto en la
historia y testimoniado en el conjunto
de
24 J. BRIGHT,
La historia de Israel
(Bilbao 32003) 595.
25 Cf. VD 42.
26 VD 42.
27 Cf. PONTIFICIA
COMISIÓN BÍBLICA,
El pueblo judío y sus
Escrituras,
§ 64.
Alianza en su justo
contexto, sin necesidad de esconderlos o
de darles una interpretación forzada.
La unidad entre ambos
testamentos que
Así Cristo se convierte
en muchas ocasiones, dentro de nuestra
catequesis, en un mero nombre, sin
incidencia en la vida de las personas,
porque es presentado como respuesta a
una pregunta no planteada. Por eso no es
infrecuente ver cómo muchos niños y
jóvenes que han poblado nuestras
catequesis abandonan la fe como quien
abandona un abrigo viejo, sin ningún
drama. Seguimos ofreciendo respuestas a
una generación que corre el riesgo de no
hacerse preguntas. Dicho de otro modo,
la dimensión religiosa, natural, del ser
humano, debe ser avivada, despertada,
educada, especialmente en un ambiente
cultural como el nuestro en el que todo
conspira para acallar la pregunta sobre
el significado.
En este sentido,
recuperar el papel del AT en el camino
educativo de la fe puede resultar
decisivo a la hora de despertar la
religiosidad de nuestro pueblo. El
designio divino ha querido elegir un
pueblo al que ha educado, a lo largo de
los siglos, en la espera, en el deseo,
dentro de una tensión entre promesa y
cumplimiento que sostiene de nuevo la
espera. Las dificultades del camino, la
propia testarudez y el pecado, la
opresión sufrida por parte de las
potencias de su entorno, el ansia de ver
el rostro de Dios, han hecho que Israel,
como lo testimonia el AT, llegara a los
tiempos de Jesús con una espera y con un
deseo abiertos de par en par. María, “la
«Virgen oyente» que acoge con fe la
palabra de Dios”30, es el fruto más
maduro de este pueblo que espera ansioso
el cumplimiento de las promesas
El tiempo litúrgico del
Adviento es paradigmático en este
sentido. El gran acontecimiento de
28 R. NIEBUHR,
The Nature and Destiny of
29 J. RATZINGER,
Palabra en
30 PABLO VI,
Marialis Cultus
17.
31 Cf. la predicación de
Benedicto XVI en el
Angelus
del Primer Domingo de
Adviento (28 de noviembre de 2010) sobre
la dinámica de la espera: “La espera, el
esperar, es una dimensión que atraviesa
toda nuestra existencia personal,
familiar y social. La espera está
presente en mil situaciones, desde las
más pequeñas y banales hasta las más
importantes, que nos implican totalmente
y en lo profundo. Pensemos, entre estas,
en la espera de un hijo por parte de dos
esposos; en la de un pariente o de un
amigo que viene a visitarnos de lejos;
pensemos, para un joven, en la espera
del resultado de un examen decisivo, o
de una entrevista de trabajo; en las
relaciones afectivas, en la espera del
encuentro con la persona amada, de la
respuesta a una carta, o de la
aceptación de un perdón... Se podría
decir que el hombre está vivo mientras
espera, mientras en su corazón está viva
la esperanza. Y al hombre se lo reconoce
por sus esperas: nuestra «estatura»
moral y espiritual se puede medir por lo
que esperamos, por aquello en lo que
esperamos. Cada 17
siempre sorprendente de
uno de nosotros, por
tanto, especialmente en este tiempo que
nos prepara a