LA DEFINICIÓN DE SECTA
Manuel Guerra Gómez
Una secta es un grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal, expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo (de la humanidad), ya individual (o del «hombre» en una especie de «superhombre»).
La secta es un grupo: Evidentemente, una o dos personas no forman una secta: se requiere un grupo. Pero, aunque a veces se dice lo contrario, el numero reducido de miembros no es una nota definitoria. Un principio filosófico, especialmente escolástico, afirma: Quantitas non mutat speciem = «La cantidad/ el número no cambia la condición/calidad» de las cosas y seres. Por muchas violetas que recojamos, siempre serán eso: violetas, nunca claveles ni estriadas columnas jónicas. Además, los adeptos de las sectas viven de ordinario sometidos a la «dinámica grupal», que aísla del mundo exterior, ajeno al grupo mismo, y contribuye eficazmente a la convergencia de todas las fuerzas en la misma dirección, a saber, la transmutación de la forma propia y anterior de pensar, el cambio de personalidad. El número reducido de adeptos tiene su importancia, pues facilita la acogida más cálida, el saberse querido, la pertenencia más personalizada y comprometida, etc.
1. Autónomo, o sea, independiente, no integrado de manera vinculante en una realidad o institución más amplia, cuyas decisiones deba acatar. Si se diera ese encuadramiento, el grupo es secta, si lo es la institución en la cual está integrado. La autonomía se extiende a todas las vertientes de la vida de sus adeptos: doctrina, normas ético-morales, organización. La autonomía explica la autoridad o menos despótica del líder, los cambios de doctrina en materias importantes o el relativismo (jehovismo, mormonismo, etc.). el riesgo de ser un grupo cerrado en sí mismo, por no decir cerril, las degradaciones morales, la transformación de una secta normal hasta cierta fecha en peligrosa, si el líder pierde la cabeza, etc.
2. No cristiano: El cristianismo abarca a los católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes. Una secta es un grupo no cristiano: a) porque no admite el mínimo dogmático requerido para ser cristiano protestante; b) también porque las sectas de origen e impronta cristiana creen que la Revelación divina está abierta no solo hasta la muerte del último Apóstol (como los cristianos), sino al menos hasta la muerte de su fundador y no pocas (jehovismo, mormonismo, etc.) hasta su director actual, o sea, indefinidamente; c) en fin, las sectas o marginan la Biblia, que queda convertida en uno de tantos libros de índole religiosa, o en las de origen cristiano, aunque tenga un valor o autoridad especial, es más nominal y hacia fuera que real, en cualquier caso inferior al de los libros del fundador/a de la secta.
3. Fanáticamente proselitista: El proselitismo se refiere a algo accesorio, a saber, al modo de transmitir las propias creencias. etc. Siempre es más importante «el qué» -lo transmitido- que «el cómo» se transmite, el agua que la tubería. No obstante, si se preguntara en una encuesta cuál es la característica del «sectario» y de las «sectas», no pocos contestarían que el proselitismo. Pero éste está exigido por la dimensión social, por la misma naturaleza de la verdad y del bien, que son difusivos de sí mismos, y por la constitución psicosomática del hombre, por la cual lo interior (creencias, etc.), si no es obstruido, sale hacia fuera, hacia los demás e irradia en su entorno, ya por transpiración, ya por desbordamiento. Además, para los cristianos, es un mandato de Jesucristo (Mt 28.19-20; 1 Cor 9,16, etc.). Pero, como casi todas las realidades, el proselitismo puede ser bueno o malo, fanático. Éste se da cuando alguien no se limita a «proponer, exponer» sus propias creencias, etc., a los demás, sino que trata de «imponerlas» mediante una insistencia pertinaz, un camaleonismo táctico o de estrategia proselitista, mediante la violencia manifiesta o sutilmente camuflada (mensajes subliminales, etc.), mediante medios moralmente reprobables, etc.
4. Exaltador del esfuerzo personal: En las sectas todo es obra del esfuerzo de los adeptos con la ayuda del grupo, pero sin la gracia divina. Prescindo de las excepciones (Soka Gakkai, iglesia cristiana palmariana, etc.) confirmatorias de la ley general, o sea, de las sectas en las que se cuenta con la ayuda divina, con la oración, etc.
5. Expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo , ya individual: Las sectas dan por supuesto que la humanidad de nuestro tiempo se halla en un período de decadencia, especie de Edad de Hierro de las mitologías de los pueblos indoeuropeos. El inminente cambio colectivo puede ser de naturaleza: a) apocalíptica: fin del mundo (Testigos de Jehová, Misión Rama, iglesia universal y triunfante, iglesia universal de Dios, etc.), catastrófica aunque sin fin del mundo (final de cada ciclo cósmico: harekrisnitas, etc., y demás sectas de origen hindú, también las budistas, etc.; guerra nuclear: mormonismo, etc.): b) utópica, bucólica o advenimiento de una nueva era, al modo de la mitológica Edad de Oro: Era Acuario (Nueva Era, Escuela arcana, Buena voluntad mundial, etc.), Nuevo Orden (masonería, etc.); el paso a un paraíso extraterrestre (sectas ufónicas: Misión Rama, Puerta del Cielo, etc.).
El cambio maravilloso individual suele consistir en la transformación del «hombre» en una especie de «superhombre». Es, de ordinario, la aspiración de las sectas «desacralizadas, esotéricas, etc.», así como de los métodos llamados del potencial humano: Dianética (vinculada a la iglesia de la cienciología), Meditación transcendental, Método Silva del control mental, Instituto Arica, I AM/YO SOY (Nueva Era), yoga (hinduismo y sus sectas), zen (budismo), etcétera. Lo peligroso de esta transformación psicológica radica en que cada uno debe actuar según su conciencia, aunque sea errónea. Y lógicamente el que se cree «superhombre» no puede no mirar con conmiseración a los simples «hombres», a los cuales forzará a aceptar de grado o por fuerza sus deseos de superdotado.
La categoría «secta», como cualquier «especie», abarca muchos «individuos», dotados de sus rasgos individuales o individuantes, respecto de los restantes individuos de la misma especie. Cada secta tiene sus rasgos individuantes o diferenciadores de las demás sectas y, además, los específicos o comunes a todos los individuos de la misma especie, a todas las sectas. Conviene recordar que la condición específica o definitoria de un rasgo no quiere decir que se da necesariamente en todos los individuos de la misma especie; por ejemplo, la racionalidad y el habla son rasgos definitorios del hombre, a pesar de haber hombres locos y mentecatos, mudos y tartamudos. Aunque de hecho carezcan de ellas, la racionalidad y el habla les pertenecen exigitivamente.
Por tanto, puede haber y hay sectas que de hecho no tienen alguno de los rasgos específicos y especificados en la definición. A su vez, la «especificidad» de un rasgo o nota no quiere decir que sea exclusivo de las sectas, como la animalidad caracteriza a la especie humana aunque sea común también a los animales irracionales. Algunos de los rasgos «sectarios» pueden aparecer en los miembros e instituciones de las religiones e iglesias sin que, por ello, éstas sean sectas.
Manuel Guerra Gómez ha publicado más de 70 artículos sobre temas filológicos-teológicos y de historiografía religiosa, y 20 libros entre los que cabe destacar por su cercanía con el tema de las sectas: "Los Nuevos Movimientos Religiosos (Rasgos comunes y diferenciadores)", "Diccionario enciclopédico de las sectas" e "Historia de las religiones (3 volúmenes). Este texto está tomado de su libro "Historia de las religiones", Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1999).