LA CATEQUESIS EN EL MARCO DE LA
EVANGELIZACIÓN
Publicado Por Diócesis Ciudad Juárez
- Septiembre - 29 – 2010
1. Encuentro con Jesucristo
Dado que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética, -porque se
quiere ser bueno- sino por el encuentro con una Persona que da un nuevo
horizonte a la vida. (Ap 243), por un encuentro de fe (Ap. 244), sostenemos que
la naturaleza misma del cristianismo consiste, en reconocer la presencia de
Jesucristo y seguirlo, como Juan y Andrés.
Como el error a la hora de evangelizar ha sido la ausencia de un encuentro con
Jesucristo vivo, conviene promover dicho encuentro mediante el conocimiento
profundo y vivencial de la Palabra de Dios, realizado y vivido en la fe recibida
y vivida en la Iglesia. (Ap. 246 – 247). Pues, “O educamos en la fe, poniendo
realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no
cumpliremos nuestra misión e vangelizadora”. De ahí que, “se impone la tarea
irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana” (Ap.
287), aspecto al que le dedicaremos un punto entero, más adelante.
El encuentro con Jesucristo debe renovarse constantemente por el testimonio
personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El
kerygma es el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del
discípulo de Jesucristo. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una
iniciación cristiana verdadera. Ap. 278.
Es toda una tarea para nosotros los responsables, crear caminos para renovar
constantemente el encuentro con Jesucristo, de manera que no nos reduzcamos a
una sola forma, en un solo momento, en un solo estilo de anunciar el kerygma o
de ‘misionar’. Conviene ofrecer varias sesiones sobre la iniciación cristiana,
no tanto como curso, cuanto como experiencia de fe en unos retiros espirituales.
2. La conversión:
Es la respuesta inicial del que escucha al Señor con admiración, cree en él por
la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él cambiando su
forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz. En el Bautismo y en la
Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de Cristo.
3. El discipulado:
Jesús, el Maestro es el que llama a sus discípulos para que “estuvieran con Él y
enviarlos a predicar” (Mc 3, 14), para que lo siguieran con la finalidad de “ser
de Él” y formar parte “de los suyos”. Se trata de una vinculación, no como la
de los siervos, sino como amigos, como hermanos. El amigo escucha a Jesús,
conoce al Padre y hace fluir su Vida en la propia existencia (Jn 15, 15). El
hermano, participa de la vida del Resucitado, por lo que Jesús y su discípulo
comparten la misma vida que viene del Padre, aunque Jesús por naturaleza y el
discípulo por participación. Ap. 132.
La persona madura en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús, profundiza en
el misterio de su persona mediante la catequesis permanente y la vida
sacramental.
4. La comunión:
Jesús elige a los 12 para vivir en comunión con Él y les reúne constantemente
para explicarles el misterio del Reino (Mc 4, 11). Hoy también es indispensable
el encuentro de los discípulos con Jesús en la intimidad de la comunidad, para
alimentar su vida comunitaria y la actividad misionera. Jesús procede así
porque Él mismo &n bsp;vive en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo.
Su vida en Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la
Iglesia; de ahí que no puede haber vida cristiana sino en comunidad.
Cada Iglesia particular en todas sus comunidades y estructuras está llamada a
vivir la comunión eclesial, mediante una acción pastoral orgánica, renovada y
vigorosa, de manera que la variedad de carismas y ministerios se orienten para
comunicar la vida. Ap. 169.
La parroquia, en una de sus definiciones es, comunidad de comunidades, el lugar
privilegiado en el que los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de
la comunión eclesial y, las pequeñas comunidades o, comunidades eclesiales de
base, son el lugar de formación de verdaderos cristianos comprometidos con su
fe, discípulos que recogen la experiencia de las primitivas comunidades, y que
en torno a la Palabra de Dios, van involucrándose en diversos servicios,
carismas y ministerios, transformando su entorno social. Ap. 178 – 180.
5. La misión:
Jesús elige a los doce para “enviarlos a predicar”, porque él mismo es el
‘enviado del Padre’. Antes de su Ascensión, les pedirá: vayan por todo el mundo,
anuncien el evangelio, bauticen en el nombre del Padre…
Mt. 28, 16 – 20. La experiencia de la Iglesia ha sido que, el discípulo a medida
que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su
alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y
resucitado, invitándoles a su vez, a ser discípulos misioneros.
Esta misión la compartimos los sacerdotes obispos, presbíteros y diáconos, los
consagrados y los laicos, en particular las familias, las comunidades, grupos y
movimientos apostólicos.
El proyecto de Jesús al instaurar el Reino de su Padre es que “todos en Él,
tengan vida”. Una vida que se aprecia cuando se entrega: “ quien aprecie su vida
terrena la p erderá…” Jn 12, 25. Y por ello invita a sus discípulos: vayan y
proclamen que está llegando el Reino de los cielos Mt 10, 7.
Todos los catequistas, como discípulos misioneros, hemos de asumir, con la
Iglesia Latinoamericana y caribeña, el compromiso de la gran misión continental,
profundizando y enriqueciendo todas las razones y
motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero.
Ap 362. Se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con
valentía y confianza (parresía) a la misión de toda la Iglesia. Ap. 363.
CRITERIOS GENERALES DE LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS
Formación integral, kerygmática y permanente
La formación del catequista discípulo misionero
obedece a un proceso integral que comprende diversas dimensiones armonizadas
entre sí. La primera y fundamental es la fuerza del anuncio kerigmático,
fundamentado en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado, factor
imprescindible en el proceso de formación del discípulo misionero. El encuentro
con Cristo no puede ser una sola vez, sino hemos de buscar que sea habitual,
siguiendo siempre un proceso integral que abarque todas las dimensiones Ap 279.
La formación abarca diversas dimensiones: humana, comunitaria, espiritual,
intelectual, pastoral y misionera. 280
1. Humana: Acompañar procesos de formación que capaciten para asumir y
sanar la propia historia. Anunciar la entera verdad sobre el hombre, hace rato
que se nos está urgiendo, pues no podemos excluirla por hablar de Cristo.
2. Espiritual: acompañar la formación del ser cristiano basándola en la
experiencia de Dios y en la docilidad al Espíritu, según los carismas propios.
Por enésima vez nos recuerda lo importante de la experiencia de Dios en Cristo.
3. Intelectual: Además de potenciar la razón para que se abra al
‘misterio’, capacita para el discernimiento crítico, el diálogo sobre la
realidad y la cultura. Asegura el conocimiento bíblico y de las ciencias humanas
para adquirir la necesaria competencia para sus servicios.
4. Pastoral y Misionera: Habilita para proponer proyectos y estilos de vida
cristiana atrayentes, con la colaboración fraterna con todos los miembros de la
comunidad. Incentiva la responsabilidad de los laicos en el mundo para
construir el Reino de Dios, de preferencia en equipos eclesiales.
Una formación respetuosa de los procesos
Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo es un camino largo que requiere
itinerarios diversificados respetuo sos de los procesos personales y de los
ritmos comunitarios, continuos y graduales. La Diócesis deberá tener un
proyecto orgánico, que ofrezca la visión de conjunto y la convergencia de las
diversas iniciativas. Requieren equipos de formación, con presencia y
contribución de laicos y laicas. Ap 281
Una formación que contempla el acompañamiento de los discípulos. Cada sector del
Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado de acuerdo a su peculiar vocación y
ministerio al que ha sido llamado. Requiere capacitar a quienes puedan acompañar
espiritual y pastoralmente a otros. Ap 282
La formación debe contribuir a una actuación como discípulos misioneros en la
perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Urge una
formación específica que incida en la política, la realidad social y la
economía. 283
Una formación en la espiritualidad de la acción misionera.
Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción
misionera, considerando que, cada vocación tiene un modo concreto y distinto de
vivir la espiritualidad. 285: La vida en el espíritu no nos cierra en una
intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y creativas,
felices en el anuncio y el servicio misionero. Ap. 284.