TEMA 1

LA ANIMACIÓN.

UNA OPCIÓN PEDAGÓGiCA

VALENTIN DE PABLO
 

La relación educativa puede ser ejercida de formas muy diferentes. Hasta hace pocos años, las modalidades se extendían dentro de la alternativa rígida entre pedagogía autoritaria, sin tener demasiado en cuenta la libertad e iniciativa del educando, y pedagogía permisiva, apoyada en la sola espontaneidad y creatividad. Hoy, el concepto de animación ha roto ese cerco, introduciendo la posibilidad de creer en el individuo y en su capacidad de autorregeneración, sin renunciar a las exigencias de una relación educativa, autorizada y propositiva.

La sensibilidad educativa actual tiende a considerar a la persona como sujeto y protagonista en su propio crecimiento, y encuentra en la animación su mejor traducción pedagógica. Existe la convicción de que la persona se mueve desde dentro, en base a sus propias fuerzas de superación, y no tanto por imposiciones externas.

Hablar de animación es hacer referencia a una opción antropológica y metodológica, que tiene como fin el crecimiento de la persona, haciéndola progresivamente responsable de la propia maduración. Educar en el estilo de la animación significa crear relaciones educativas que potencian a la persona y a sus capacidades, y la hacen sujeto activo, consciente y responsable de los procesos que influyen en su propio crecimiento. La animación representa una modalidad educativa que valora y tiene en cuenta tanto los dinamismos interiores de la persona, como las adecuadas intervenciones educativas que contribuyen a suscitarlos.  
 

1. EL SIGNIFICADO DE LA ANIMACION

Para comprender mejor la función educativa de la animación, es bueno precisar antes qué entendemos cuando hablamos de animación.   
 
 

1.1. Diversos usos sociales

El uso común y espontáneo de la palabra animación hace pensar en una actividad útil para ayudar a la gente a superar el aburrimiento y la angustia del tiempo libre. Así, por ejemplo, se anima una velada, una discusión, etc.

Otra concepción sitúa la animación entre las actividades a través de las cuales se estimula la capacidad creativa de las personas. Surgen, entonces, talleres de animación para enseñar pintura, cerámica, teatro, etc.

Otra variante es la aplicación de este concepto a la zona o territorio ambiental. Animar, en este caso, supone una intervención directa sobre la zona para garantizar las condiciones que favorecen la realización de las personas. Éste es el caso del animador de calle y de los monitores de diversas actividades.

Una visión más madura de animación proviene de los estudios psicosociales sobre los grupos humanos. Se trata aqui de adaptar a los diversos tipos de grupos, las técnicas y dinámicas que favorecen procesos de aprendizaje, relación y maduración de sus miembros. Según esto, la animación tiende a coincidir con la dinámica y terapia de grupo.

Esta variedad y amplitud de significados (M. POLLO 1986,7) da a entender la complejidad de la palabra y los diversos niveles de comprensión que incluye. Pero podemos reconocer que la variedad de usos se apoya en un significado fundamental que se mantiene: se trata de despertar e implicar la parte más consciente y libre de la persona en los procesos que la afectan, ya sean personales, culturales o sociales.    
 
 
 

1.2. Las raices lingüísticas

El mismo término animación, en su significado originario, según el Diccionario de la Real Academia, indica "la acción de infundir ánimo, valor o energia". La expresión se enriquece, si consultamos la palabra animar, verbo del que se deriva y al que hace referencia. El Diccionario presenta diversos significados, entre ellos, "vivificar el alma al cuerpo", "infundir energia moral a uno", "tratándose de cosas inanimadas, comunicarles mayor vigor, intensidad y movimiento". De esas acepciones se puede deducir que animar significa tanto dar vida a los vivientes, como a las cosas inanimadas. Asi, por ejemplo, un instrumento musical puede ser animado por quien lo usa, como también una persona puede transmitir a otro los propios sentimientos e ideas o estimularle a la acción (M. POLLO 1984,54).

Por las raices linguisticas, la palabra animación se enlaza con el significado de alma, o sea, de un principio interior de vida, e indica la actividad mediante la cual la vida es infundida en el hombre y en las cosas.

El denominador común es la vida y desde dentro, todo lo contrario al sentido de imposición desde fuera, de manipulación o represión.

2. EL USO EDUCATIVO DE LA ANIMACION

Otro uso de la animación es el que hace referencia al ámbito formalmente educativo: la animación como estilo de educación (M. L. MONERA 1985,34). La animación se entiende entonces como un original estilo educativo, que tiene la finalidad de ayudar a madurar a las personas y a los grupos, activando un proceso de crecimiento y promoción liberadora. Un concepto de animación, que recurre a los resortes interiores de la persona, implica su responsabilidad y la hace sujeto activo, critico y creativo de los procesos culturales y sociales en los que vive y por los que se siente afectada.

2.1. Una necesidad cultural y social

El tema de la animación y sus implicaciones educativas se hace urgente, sobre todo hoy, cuando la persona, envuelta con frecuencia en los rápidos cambios socioculturales, se arriesga a quedarse sin raices, sin referencias históricas y culturales, y expuesta más fácilmente a la alienación.

En una sociedad, en la que se hace cada vez más frecuente el riesgo de la masificación, emerge, casi como por contraste, una nueva conciencia de la dignidad de la persona y de su protagonismo social frente a las estructuras y a las instituciones.

Algunos fenómenos de la crisis actual hacen ver la importancia de asumir la metodologia de la animación en los procesos educativos de la persona (M. POLLO 1986,27). La crisis de identidad cultural y la deficiencia de los cauces de transmisión de la cultura (familia, escuela, iglesia) hacen que el hombre se encuentre indefenso y con dificultad para alcanzar un sentido de pertenencia a un patrimonio cultural común. La crisis de la relación social aumenta la distancia entre el individuo y las instituciones sociales, provocando la tendencia de las personas a encerrarse en el propio ámbito privado y en la búsqueda de sus propios intereses. La crisis de puntos de referencia normativos en torno a una jerarquia de valores ha instaurado un proceso de relativización, que ha desembocado en la pérdida de ideales y en un pragmatismo eficientista en el vivir diario.

Utilizar la metodologia de la animacion es empeñarse en hacer a la persona protagonista de su propio crecimiento y capaz de participar en la construcción de la cultura y de la historia, mediante la inserción critica y constructiva en el propio ambiente.

2.2. La relacion con los procesos lormativos

La persona nace en un contexto cultural y crece y se desarrolla en una constante interacción con los valores y las formas de vivir caracteristicas del grupo humano en el que vive, y que constituye la cultura. El hombre es modelado por la cultura en la que crece, pero es también creador de cultura y capaz de ser protagonista de su propio proceso de asimilación de la cultura, mediante el cual se realiza plenamente como persona.

Son diversos los procesos de transmisión de la cultura en una generación a otra (G, GROPPO/1986,114).

· En relación con la realidad social, existe el proceso de socialización, que se entiende como una acción orientada a insertar a las personas en determinadas estructuras sociales y a hacer interiorizar la cultura correspondiente a ellas.

· En relación con la cultura ambiental, se da el proceso de inculturación, que se puede describir como el proceso mediante el cual se adquiere y se interioriza la cultura del grupo humano al que se pertenece, en contacto con el propio ambiente social.

· En relación con el crecimiento y maduración de la persona, se habla del proceso de educación que, a diferencia de los procesos anteriores que a menudo se producen de forma automática e inconsciente, es una intervención intencional. Consiste en la relación libre y deseada que un adulto, al que la sociedad atribuye el papel de educador, establece con un joven para ayudarle a adquirir, consciente y criticamente, el patrimonio de valores, normas y comportamientos que constituyen la cultura y la trama organizativa de la sociedad en la que vive.

La función de la animación hace referencia a esos procesos a través de los cuales el individuo crece como persona y se inserta creativa y responsablemente en la vida social. Los procesos culturales que afectan a las personas pueden desarrollarse muchas veces en contradicción o dificultando el crecimiento de los individuos; de ahi que la función de la animación sea el favorecer la convergencia unitaria y armónica de esos tres procesos en un proceso de maduración y liberación de los individuos que viven en una determinada sociedad y cultura.

La animación hace posible que esos procesos liberen al máximo la capacidad creativa de la persona, favorezcan su participación, desarrollen su capacidad critica y hagan crecer su autonomia y su sentido ético. La animación impide que esos procesos se limiten a una aceptación pasiva de contenidos o normas y que generen conformismo, pasividad y dependencia.

2.3. El sentido educativo de la animación

Hay una serie de elementos, que ayudan a precisar mejor el significado y el sentido educativo de la animación:

La animación no es un contenido o un proceso más de transmisión de la cultura, sino una cualidad, un modo de dar forma y de organizar los procesos de inculturación, socialización y educación. No es una acción concreta, sino un estilo de hacer, propio de toda actividad relacionada con el crecimiento o el desarrollo de cuanto posee gérmenes de vida.

· En un sentido más estricto, hablamos de animación como de una actividad intencional y metódica, que procede por pasos ordenados y lógicos, y pretende una finalidad muy concreta; capacitar a las personas y a los grupos como sujetos conscientes y activos de los procesos sociales y culturales en los que están implicados y que configuran su vida diaria.

· Lo específico del método de la animación consiste en dos particularidades: Un tipo de relación, que se establece entre las personas, que se define como contactual, democrática, de intercambio, y no por autoridad e imposición; y un modo de concebir el proceso de animación, en el que se privilegia el protagonismo del sujeto, la personalización del ritmo, la globalidad, la participación y elaboración comunitaria, etc.

El concepto educativo de animación, por tanto, quiere expresar la movilización de todas las energias de un ambiente, de un grupo o de una persona. Y el animadores aquél que ayuda a entablar relaciones, despierta las energías de creatividad latentes, of rece elementos de juicio, hace tomar conciencia de las situaciones y no deja que los procesos formativos se detengan. El adjetivo que se agrega a la animación indica los recursos que se pretende mover; y por eso se habla de animación cultural, social, deportiva, espiritual, etc.; la caracteristica de todas ellas es hacer al sujeto responsable principal de los procesos que lo atañen.

3. LA ANIMACION COMO MODELO EDUCATIVO

La animación representa la modalidad más tipica de la educación. La animación es el estilo con que se educa y abarca todos sus contenidos, proceso y metodologia. Educar desde la animación supone entender que el verdadero cambio brota del interior de la persona, según ella se oriente en libertad hacia un proyecto de vida. El educador puede incidir en el ambiente, proponer un modelo de vida y un cuadro de valores, pero es el joven, sujeto y protagonista de su desarrollo, quien ha de interiorizarlo. El estilo y el método de la animación lo hacen posible.

3.1. La opción por la animacion

La animación, pues, no se reduce a una técnica, a una metodologia, a una actividad o a un momento determinado, sino que es una mentalidad con la que actúa el educador (PASTORAL JUVENIL 1985,41). Esa mentalidad se fundamenta en:

· Una antropología, una manera de entender a la persona, sus dinamismos y procesos, en los que entra en juego su maduración. Gracias a sus recursos interiores, la persona es capaz de hacerse cargo de los procesos que la afectan.

· Un método, que sabe escoger los recursos y los momentos educativos y que los organiza de modo que tiendan a liberar y promocionar, y no a restringir y controlar.

· Un estilo de caminar con los jóvenes, de sugerir, de ayudar a crecer y de saber captar los estimulos que de ellos proceden y descubrir sus posibilidades reales y sus aspiraciones.

· Un objetivo y finalidad última de devolver a cada persona la alegria de vivir plenamente y el valor de esperar y proyectar con ilusión y creatividad.

· Una función, que asume el rostro concreto de una persona, el animador, que acompaña y discierne la validez del proceso formativo.

· Una estrategia educativa unitaria, que prefiere la calidad de las actuaciones educativas a la cantidad, y ordena, por tanto, los tiempos, lugares y agentes diversos en torno a procesos convergentes y unificados.

3.2. Algunas intuiciones profundas

La animación parte del convencimiento de que las personas se mueven desde dentro, en base a sus propias fuerzas de superación, y no por imposiciones externas que, aunque puedan parecer eficaces, lo son siempre a corto plazo. El camino de la maduración de las personas pasa por la aceptación, la confianza y la motivación. La animación es un método de acción, que brota de dentro y se dirige al interior de la persona (DNSPJ 1988,27). Por eso, es necesario que el educador sepa situarse desde una actitud y mentalidad educativa adecuada, asumiendo algunas convicciones de fondo:

· La confianza en ía persona, en sus fuerzas de bien, sea cual sea la situación en la que se encuentra. Todo camino educativo parte de la valorización de aquello que la persona lleva dentro de sí y que el educador ha de saber descubrir con inteligencia, paciencia y bondad.

· El valor liberador de la relación personal, hecha de confianza y amistad. La confianza genera la respuesta de la persona, que se siente acogida y valorada tal como ella es.

· La vida diaria, como lugar de diálogo educativo. La credibilidad de cualquier propuesta se juega en el terreno propio de la persona, su vida de cada día, en la que debe descubrir un sentido y dar una respuesta personal.

· El crecimiento desde lo positivo, promoviendo experiencias que orientan hacia el bien. Eso previene comportamientos deformantes y desarrolla en las personas actitudes, que les permiten superar otras situaciones difíciles.

· Los recursos sobre los que apoyarse. La persona crece desde dentro; y, en la relación educativa, es necesario apoyarse en las fuerzas interiores más profundas, que la persona lleva dentro de sí misma: La razón, el afecto y el deseo de Dios.

· La fuerza educativa de un ambiente, como atmósfera que se respira. El ambiente que se crea es el resultado de un conjunto de factores en juego, y ha de ser cuidado y enriquecido positivamente, pues se convierte en condición, vehiculo y propuesta de valores.

3.3. Algunos criterios metodológicos

La animación, por tanto, no se reduce a una técnica, a una metodología, a una actividad o a un momento, sino que es una mentalidad con la que actúa el animador. Una mentalidad que se rige en su aplicación práctica por algunos criterios:

· El análisis de la realidad, como punto de partida. Para poder responder de una manera adecuada, es necesario conocer la realidad concreta de las personas, sus expectativas e interés, así como las posibilidades y condicionamientos del contexto ambiental en que viven.

· La adecuación y concreción de las propuestas educativas, a la luz de la situación en que se encuentra la persona y del valor ideal al que se tiende.

· La diferenciación. La acogida y aceptación de todo tipo de personas requiere el ofrecer itinerarios educativos diversificados, en los que encuentren lugar los menos dotados y pobres en valores, y también aquéllos que son capaces de un mayor compromiso.

· La racionalidad. Las propuestas han de apoyarse en motivaciones válidas y comprensibles para las personas. La racionalidad supone la claridad de ideas y objetivos, acompañada de la flexibilidad ante las circunstancias y de la capacidad de adaptación a las personas.

· La gradualidad y continuidad. El camino educativo propone, de manera progresiva, experiencias que interpelan la libertad y la capacidad de compromiso de las personas, según su ritmo de crecimiento. El animador acompaña todo el proceso, garantizando su continuidad.

· La participación y responsabilidad de las personas en sus procesos formativos. Educar a la persona significa capacitarla para que sea el agente principal de su propio proceso, abriéndola a interrogantes y horizontes que no sería capaz de plantearse por si misma.

· La convergencia de las intervenciones educativas. Si el protagonista y punto de referencia de la acción educativa es la persona, resulta necesaria la convergencia de intervenciones de los educadores y de la comunidad educativa.

4. IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA ANIMACION

Veamos ahora las repercusiones que la puesta en práctica del concepto de animación produce en tres áreas de educación (J. VECCHI 1984): La relación educativa, el proceso educativo y la comunidad educativa.

4.1. En la relacion educativa

En la transmisión de la cultura y en el proceso de maduración de la persona, la relación educativa es un elemento clave: si no se llega a la persona, a su núcleo íntimo, la educación fracasa. Nos encontramos hoy con dos posturas contrapuestas en la manera de concebir y vivir la relación educativa con los jóvenes. Por un lado, la pedagogia moderna ha rescatado el valor de la relación personal, de la confianza en el educando, de su protagonismo, animando al educador a adaptarse a las personas y a favorecer su dinamismo personal. Pero también hay experiencias, que parecen dar la razón a los que siguen defendiendo la necesidad de cierta exigencia y del uso de la autoridad; el espontaneismo, la ley del minimo esfuerzo, la pasividad, se adueñan de los jóvenes y hacen estériles todos los esfuerzos de seria formación.

Surge aquí el problema práctico de la adecuada coexistencia entre la necesaria orientación y propuesta de contenidos por parte del educador, y el obligado respeto al joven y a su ritmo de crecimiento. La dificultad de establecer una relación que sea, a la vez, espontánea y orientadora se deja sentir en todos los campos; ante la imposibilidad de entablar una relación valedera, algunos adultos optan por la distancia formal y respetuosa de un dejar hacer.

El camino que haga posible una adecuada relación educativa nos lo ofrece la animación. La finalidad de todo el proceso educativo es el desarrollo integral y armónico de la persona; y eso sólo se logra mediante una relación de confianza y amor, que genera una colaboración espontánea y afectuosa entre educador y educando. El amor desinteresado desencadena en el joven los dinamismos de crecimiento hacia la madurez. El amor y la confianza dada es, en quien los recibe, fuente de confianza en sí mismo, estimulo para la autorrealización y revelador de su propio valor y originalidad.

La relación educativa, vivida con sentido de animación, supone tener presentes algunas indicaciones como tareas a realizar (CISPJ 1986, lll, 56):

· Personalizar las relaciones. Frente a la masificación y la simple prestación de servicios, hay que llegar a la vida y a la persona concreta del joven, reconociendo su valor y dignidad.

· Eliminar las caretas funcionales y las barreras institucionales, aceptando las exigencias de la democratización. El joven quiere una relación de tú a tú, un trato franco y auténtico, en el que el adulto no repita la norma y se escude tras su propio cargo, sino que presente su experiencia y se ponga con sinceridad ante los hechos, sin temor a la verdad.

· Una actitud comprensiva y una aceptación paciente del camino del otro, a la vez que exigencia y autoridad moral para hacer propuestas. Se trata de descubrir lo positivo y apoyarse en ello, percibir la interpretación que los jóvenes hacen de la realidad y de si mismo, y aceptar la lentitud de los procesos, según el ritmo de crecimiento de cada persona.

· Pensar en el joven, no como mero usuario, sino como protagonista, al que se le pide y se le of rece una parte activa a la hora de dar y de recibir. Ser capaces de descubrir lo positivo y ayudar a desarrollarlo adecuadamente, moviendo al joven a colaborar en su propia formación, haciéndole sentirse agente principal y protagonista de la misma.

· El testimonio del educador, que sepa manifestar con sus palabras y con su actitud los valores que ha encarnado en su vida. El educador ha de saber acompañar al joven en la interiorización de unos valores y convicciones, sirviéndole de paciente interlocutor.

4.2. En el proceso educativo

Cualquier proceso --técnico, cientifico o politico-- responde a un proyecto previo. Concretar objetivos, metas, itinerarios, opciones a tomar, contribuye a facilitar y coordinar los trabajos en cualquier campo de la vida, también en el proyecto educativo; no se puede andar con improvisaciones.

Hablamos de proceso educativo, entendiendo en él la organización pedagógica de contenidos y experiencias para llevar a una persona, mediante fases progresivas, de un estado de inmadurez a metas eduativas más avanzadas (J. VECCHI 1986,20). Inherentes a la idea de proceso son la ordenación, la progresividad, el tiempo, los objetivos intermedios y el estado final.

En el centro del proceso educativo se sitúa la persona del joven, considerada en la pluralidad de sus dimensiones y en la unidad de su dinamismo existencial. Todo lo demás, organización y estructuras, medios y procesos, ha de orientarse en orden al crecimiento de la persona del joven. Esa perspectiva unitaria requiere pensar en profundidad cada elemento del proceso, conscientes de que tras lo didáctico está lo educativo; dentro de lo educativo está la orientación de la vida; dentro de la vida está la búsqueda de sentido. El educador no puede quedarse solamente en lo puntual e inmediato.

El proceso educativo asume los principios de la animación, cuando tiene en cuenta algunos elementos:

· La consideración y el interés por toda la persona del joven, en una concepción integral de maduración humana y cristiana. Eso se traduce pedagógicamente en un camino concreto de crecimiento personal, que asume todos los recursos, valores y riquezas de la persona y los unifica en un proyecto unitario.

· El colocar en recíproca profundización y comunicación los intereses e interrogantes vitales de los jóvenes y las propuestas y experiencias de valores educativos. Se trata de profundizar esas experiencias juveniles según el valor educativo de las mismas, abriéndolas a interrogantes más profundos de sentido y de vida, y llegando a un anuncio explicito que responda y amplie esa búsqueda.

· El prestar más atención al desarrollo de las actitudes, cualidades y dinamismo de la persona, que el insistir en la asimilación de productos elaborados, de comportamientos establecidos, de conductas trazadas.

· Considerar al joven más como sujeto del proceso educativo, que como objetivo de una acción del educador, segun las finalidades de éste último. Se le debe entregar al joven progresivamente la responsabilidad de las propias metas y del propio camino. Desde el punto de vista pedagógico, hay que tener en cuenta el criterio de la gradualidad, pero no hay que olvidar que la meta de la educación es la autonomia: conseguir que el sujeto no tenga necesidad del educador al discernir y asumir lo que le conviene.

La creación de un ambiente que sintetice y exprese comunitariamente la actuación de la propuesta educativa. El testimonio individual es hoy insuficiente. La coherencia individual del educador se consolida y refuerza en una comunidad educativa y en un ambiente, que hagan perceptible esa propuesta. Un ambiente favorable resulta un desencadenante positivo de todos los procesos y facilita, por ósmosis, la asimilación de los objetivos educativos propuestos.

4.3. En la comunidad educativa

La comunidad educativa es quizás el ámbito en el que la obra de animación se hace más visible. El proceso educativo se ha tornado complejo y supera la acción de un único educador. La misma necesaria sintonia en las intenciones, criterios e intervenciones educativas postula la necesidad de una comunidad como lugar indispensable para la acción educativa. O se trabaja de forma convergente o, por el contrario, se favorece la fragmentariedad y se dificulta la educación (CISPJ 1986, Il, 100).

Una comunidad educativa que es sujeto y objeto de los procesos de crecimiento; si ella no es capaz de asumirlos, tampoco podrá proponerlos eficazmente. En la concepción tradicional, los adultos formaban y los jóvenes eran educados por aquéllos. En la concepción actual de la comunidad educativa, todos están implicados en los procesos como educadores y educandos, a la vez. En esta comunidad, el criterio participativo se ha impuesto y se traduce en niveles de decisión y en estructuras de participación.

Aplicar la animación a la comunidad educativa significa no limitarse a enunciar principios, sino que ha de llevar a transformar la realidad; y desde sus resultados prácticos ha de ser juzgada y corregida su acción educativa.

Aqui hacemos referencia a tres elementos importantes en la animación de una comunidad educativa:

Los objetivos de la animación. Es importante saber dónde apuntar para animar una comunidad, pues los objetivos señalan la orientación en el empleo de las fuerzas. Si los objetivos son demasiado sectoriales, no sirven; si son externos a la persona y no la afectan e implican internamente, los efectos desaparecerán enseguida; si son demasiado teóricos o abstractos y no conectan con la realidad, se creará una ruptura con la vida diaria, etc. Es interesante, pues, saber a qué hay que aplicar la energia, el tiempo y los esfuerzos de animación, y concretar los objetivos que hay que alcanzar. Fundamentalmente, habria que cuidar estos objetivos:

- Ayudar a las personas a profundizar la identidad vocacional en todos los aspectos que la caracterizan, y de acuerdo con las ideas que la definen. Es inútil proponer iniciativas a personas de estructura interna frágil, que no se sienten a gusto con la propia identidad y vocación. Es la energia interior la que hay que despertar y cargar, y no tanto los mecanismos externos. La continuidad e incidencia de la acción educativa no pueden estar sostenidas desde fuera.

- Es necesario desarrollar y apoyar la capacidad operativa. Es fundamental reflexionar sobre la acción que realizamos, aprender a elaborar un cuadro de referencia teórico, que ilumine; pero eso no deberia ser una sustitución del compromiso práctico. Es importante desarrollar, junto a las ideas ofrecidas, las capacidades operativas correspondientes. Si enunciásemos ideas o provocásemos entusiasmo, sin preocuparnos de que tengan una traducción operativa, dariamos la impresión de que hay dos niveles separados: el de las ideas, que no sirven para lo cotidiano, y el de larealidad, que nunca es asumida en las directrices.

Además de los objetivos y de la posibilidad de actuar, en la animación de una comunidad, influyen mucho las decisiones de gobierno. Ante todo, es importante ver sobre qué se toman decisiones y sobre qué se piensa que no es necesario tomarlas. No pocas veces lo urgente toma la supremacia sobre lo importante. Es necesario encontrar espacios para discernir y revisar con una cierta sistematicidad las propias lineas educativas y las intervenciones consiguientes, sobre todo ante las nuevas demandas. De ello dependen la oportunidad de nuestras respuestas y el óptimo uso de la energias limitadas de que disponemos. Otro aspecto de las decisiones es la forma de llegar a ellas y las motivaciones que se dan. Si a las personas interesadas se las hace participes, compartiendo los motivos, no sólo se resuelve una cuestión práctica, sino que crece la implicación, la pertenencia y la participación de las personas en la vida del conjunto.

Un tercer elemento para la animación es la comunicación. Puesto que la educación es una acción comunitaria, con fines e intervenciones compar

tidas y no sólo la suma de actos individuales, requiere un sistema de comunicación. Lo que se elabora a un determinado nivel debe circular entre todos los interesados, debe alcanzar el nivel de la actuación práctica y volver revisado y corregido al punto de partida. A veces, en las comunidades educativas hay almacenes de ideas y de propuestas, pero falta una forma de entrega y canales ágiles de comunicación entre los que elaboran las ideas y los que han de encarnarlas. Surgen problemas de lenguaje, de referencias concretas, de claridad de atribuciones. Es necesaria una atención a la forma y a los canales de comunicación.

5. LA PERSONA DEL ANIMADOR

Todo lo que venimos diciendo sobre la animación adquiere un rostro concreto que lo hace posible: el animador. El concepto de animador, con toda la riqueza que implica, va ganando terreno en el campo de la educación.

"La noción de educador tiende a ser reemplazada por la de animador, más dinámica y viva.Mientras que en otro tiempo el educador era a menudo considerado como el que sabia y detentaba un potencial de valores, que dispensaba de un modo paternalista a aquéllos de quienes se ocupaba, actualmente se tiende a sustituir esa imagen por un perfil muy diferente. Se trata de un personaje real y desmitificado, más próximo a los jóvenes, cuyo papel esencial consiste, no ya exclusivamente en enseñar, sino en hacer descubrir" (E. LIMBOS 1975,19).

Sin embargo, hay una cierta dificultad, que proviene quizás de la inseguridad del educador acerca de su propio papel. Para algunos educadores, es el momento de volver a una forma más directiva, mientras que otros consideran que hay que abrir espacios de libertad. ¿Hasta qué punto se puede dejar eso o aquello a la autodeterminación de los jóvenes? ¿En qué medida comprometo el fin de la educación y las metas educativas, si confio esto o aquello sólo a las fuerzas de la motivación? De ahi la importancia de descubrir y cultivar la identidad propia del educador, su vocación personal y su función social.

5.1. Un nuevo tipo de educador

Cuando se descubre la importancia y responsabilidad de la función educativa --suscitar personas--, se entiende mejor que no puede quedar reducida a una tarea técnica, y que ha de ser vivida como una vocación, que envuelve a toda la persona y da sentido una vida. El auténtico educador cree que vale la pena gastar la vida para educar a los jóvenes y, por eso, está dispuesto a una continua conversión pedagógica (CISPJ 1986, II, 67). La reflexión pedagógica y la praxis educativa contemporánea subrayan determinados rasgos, que se ofrecen como ideales hacia los que han de tender los educadores que aspiren a serlo desde una perspectiva animadora.

· Del educador autoritario, al educador con autoridad. El educador autoritario concibe la educación como transmisión indiscutible de nociones y normas y ve al educando como cera blanda a plasmar o recipiente a llenar, y basa su autoridad en el puesto, la función y las posibilidades de control sobre el educando. Por el contrario, el educador con autoridad concibe la educación como proceso de ayuda al crecimiento del educando: acompaña y orienta al educando proponiéndole valores, pero no suple su respuesta. Basa su influencia en el ser de su personalidad, su profesionalidad, y el testimonio coherente de su vida ante el educando. Con todo, no renuncia a su papel y a su función; sabe que el educando está en un proceso de crecimiento y maduración y se manifiesta con capacidad de intervenir de modo adecuado. Se muestra tan distante de un comportamiento rigido y dictatorial, propio de una pedagogia autoritaria, como de una actitud laxista y permisiva, caracteristica de una pedagogia anárquica y libertaria, que todo lo juzga bueno y que abandona al educando a sus propios instintos. La autoridad del animador radica en su personalidad: en preceder con coherencia al educando por el camino que le propone.

· Del educador individual, al educador en comunidad educativa. El espacio educacional no es privativo de un solo educador, sino que hace referencia a un equipo de educadores. Nadie se puede ofrecer como modelo exclusivo e ideal pleno al educando. La formación integral exige una pluralidad de modelos, un proyecto elaborado por la comunidad educativa en su conjunto. El educador, inserto en ella, se siente correponsable con los demás educadores; no trabaja solo o con independencia absoluta, sino que se abre a la participación, a la comunicación y al trabajo en equipo, aportando su función especifica en convergencia unitaria con otras intervenciones.

· Del agente de integración social, al mediador crítico de la cultura. El objetivo último de la educación es la maduración personal del individuo, que va siempre acompañada de la inserción en una determinada cultura --inculturación--y en las estructuras y formas de vida de una sociedad --socialización--; el perfeccionamiento de la persona incluye, a la vez, su integración social y cultural. Sin embargo, el educador no es un mero factor de continuismo, como transmisor de la cultura heredada, o como agente de integración en una soiedad determinada. Se siente mediador entre la sociedad y el educando al transmitir el acervo cultural de las generaciones anteriores; pero estimula, a la vez, su capacidad critica frente al mismo y sus posibilidades creativas de cambio y renovación.

5.2. La identidad del educador

Para desarrollar los cometidos enumerados, es más importante la cualidad de la persona del animador, que el dominio de una técnica o metodologia. Por eso, el educador necesita cultivar algunas áreas de su personalidad (V. de PABLO 1982,15), que destacamos a continuación:

· La conciencia gozosa del valor e importancia de la misión que tiene encomendada en la sociedad: suscitar personas. El educador ha de sdr el primero en tomar conciencia y valorar el trabajn que tiene entre manos; antes que una profesión supone una vocación, que afecta a su ser y no sólo a su quehacer. Guiado por una vocación --opción de valores y pasión por el hombre--, el educador es aquél que dedica su existencia al perfeccionamiento de las personas, tanto en su aspecto intelectual, como en las otras dimensiones del desarrollo individual y social, según un proceso de evolución, al que el sujeto está potencialmente abierto. El educador es un experto en el desarrollo de la persona y un apasionado por el florecer de su humanidad. Sirve al educando como guia, como punto pasajero de identificación, como ayuda en la toma de conciencia de si, como instancia critica.

· El testimonio personal. El educador influye más con el ejemplo de su vida, que con sus palabras. El ser testigo de lo que propone significa que está personalmente convencido de los valores que propone, y deseoso de difundirlos. No es, por tanto, una persona diferente, fria, alejada del sentido y de la calidad de vida para la quehanima. El educador-animador no es una persona neutra en el proceso educativo, sino que es un militante, alguien que siente y vive profundamente lo que propone y lo que quiere comunicar. Lo importante es que el animador llegue a ser un testigo auténtico, sin doblez, capaz de transparentar la alegria y la libertad de quien vive con sentido su vida; su testimonio será un signo que suscite interrogantes en aquéllos con quienes convive.

· La profesionalidad, esto es, el cuidadoso desarrollo de la propia función, no sólo como un hecho añadido, externo, sino como actitud interna de seriedad en el servicio que se presta. El animador, para realizar con un minimo de eficacia su función, ha de ser competente y profesional en el mejor sentido de la palabra, evitando caer en la improvisación y en el espontaneismo. Esto quiere decir que ha de poseer aquel bagaje de conocimientos técnico-cientificos, de aptitudes y de experiencia práctica que le capaciten para realizar su misión. Todo lo que el animador hace, su persona y su manera de relacionarse, influye positiva o negativamente, bien sea favoreciendo el crecimiento y maduración de los destinatarios o, por el contrario, originando regresiones y deformación. Se necesita, por tanto, en el aninnador una cierta conciencia de profesionalidaden su tarea que, además, le sirva de estimulo para una formación permanente.

· El ser un educador. El animador, en su relación con los jóvenes, es en todo momento un educador, que asume sus responsabilidades. Las necesidades y aspiraciones juveniles exigen ser educadas, es decir, ayudadas a configurarse, desde una lectura critica, capaz de corregirlas y purificarlas. Educar los interrogantes juveniles significa partir de sus exigencias espontáneas, ayudándoles, sin embargo, a formular interrogantes y deseos cada vez más serios y comprometidos. El ser un animador exige del educador estar en medio de los jóvenes como quien comparte, ayuda, anima y orienta, pero sin renunciar a su papel de educador. Existe el peligro de que, al querer ser uno más entre los jóvenes, abandone su tarea, pensando que asi será mejor aceptado. Sin embargo, el animador ha de asumir su responsabilidad, consciente de que tiene algo que decir y que aportar a una juventud que, contra toda apariencia, busca en quien apoyarse para caminar.

· La relación dialogal. Es esencial a la función animadora la actitud dialogal. El animador ha de ser capaz de entablar un diálogo educativo con los jóvenes, aceptando una fecundación reciproca, en un dar y recibir. No se ha de considerar a la juventud como algo negativo, que no tiene nada que decir. Los jóvenes no son sólo los destinatarios del proceso educativo, sino que son, al mismo tiempo, los sujetos activos de su realización. Esa capacidad de comunicación personal es en pocos casos una cualidad natural; en la mayoria de los animadores supondrá una actitud cultivada, y requerirá ejercicio, esfuerzo de aclaración, de saber acercarse a los jóvenes con transparencia. La comunicación tiene siempre un doble sentido: Quien no es capaz de recibir tampoco es capaz de llegar al interlocutor, aunque emita señales. El ejercicio comprende también saber escuchar y entender a las personas, aun cuando sus expresiones sean imperfectas.

· El sentido de equipo. La acción educativa es tarea que envuelve a toda la comunidad. El animador ha de sentirse integrado y participando de los mismos objetivos y opciones de la comunidad educativa. El testimonio individual es hoy insuficiente, y la coherencia personal se ha de encontrar reforzada por un trabajo asociado y de equipo. El animador ha de tener conciencia de que es un colaborador en una empresa que lo desborda y en la que no es él el único protagonista. El animador no es una persona llamada a realizar sus propios planes, sino que está invitado a ser mediador entre los diversos miembros de la comunidad, entre los diversos proyectos, entre las instancias ideales y las situaciones concretas.

· La capacidad de siembra y de espera. En educación, al tratar con personas es importante tener el sentido del tiempo, que no funciona por plazos fijos, pues está supeditado al ritmo de evolución de cada persona. El animador ha de tener presente que la difusión de una idea, desde el momento en que es concebida hasta el momento en que se hace patrimonio común de una comunidad, exige tiempos largos. Si además se trata de actuarla con resultados reales y visibles, se ha de prolongar la espera. En educación, el modelo de referencia es el grano que se siembra; tiene su tiempo de germinación, que no se puede reducir artificialmente. Podemos sentir la tentación del modelo de la producción en serie, en la que a un tiempo determinado debe corresponder una determinada cantidad de producto. El animador ha de tener claro que, en el testimonio y propuesta de valores, de ordinario, está echando semillas cuyos frutos no recogerá él, y que sólo el tiempo hará madurar.

5.3. La formacion permanente

El educador educa, cuando se educa. Y la comunidad educativa desencadena procesos de crecimiento en los jóvenes, cuando ella misma es capaz de crecer. Por ello, forma parte de la definición misma del animador su disposición y capacidad de avanzar hacia niveles más altos de competencia y experiencia humana; es decir, cuando es capaz de aprender de forma continua y permanente y, por tanto, de infundir en los demás disposiciones, aptitudes y hábitos de aprendizaje constante.

El animador ha de cuidar una constante formación en las siguientes áreas o niveles, que se implican mutuamente (A. ELLENA 1986,354):

-- La identidad personal: su dominio y madurez como persona, el sentido de su vocación, etc.

-- La competencia profesional: el dominio teórico y práctico del sector que debe animar; contenidos, metodologia, etc.

- La capacidad de comunicación: el saber transmitir y comunicar lo que él es y lleva dentro, logrando implicar y mover a los oyentes.

El lugar natural del crecimiento y formación permanente es la comunidad educativa. Participando en los problemas que en ella surgen y en las soluciones que ella propone, crece la competencia de los miembros y su calidad educativa. La comunidad, además, puede proporcionar espacios y tiempos particulares de profundización, intercambio y sintesis en cada una de esas áreas o niveles antes enunciados.

Entre el autoritarismo y la permisividad podemos educar en la lógica de la animación. Un estilo educativo, que se apoya más en los recursos interiores de la persona, que en imposiciones y normas, que vienen de fuera; pero todo ello sin renunciar a ser educación, es decir, propuesta de valores y acompañamiento personal.

Educar en el estilo de la animación es tomar en serio la dignidad de la persona, sus posibilidades, su vocación a ser libre y responsable. Optar por la animación significa acoger al joven en la situación concreta de libertad y maduración en que se encuentra, despertar sus capacidades, abriendo su vida a nuevas propuestas, interesar su responsabilidad y ayudarlo a crecer, siendo educador de si mismo.