Con valores que distan de lo tradicional, la juventud atraviesa la era del “todo vale”. Padres que temen imponer normas y roles que están invertidos. Una adultez “adolescentizada”.
Si se
lo siente, se lo hace. Si brinda felicidad, hay que ir hacia adelante. Si da
placer, está bien. Si es para divertirse, mucho mejor... La juventud está sumida
en la era del “todo bien” y del “todo vale”, en la que los límites parecen
haberse esfumado y las normas de vida y de convivencia, extinguido. La
diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo sano y lo perjudicial y entre lo
violento y lo pacífico va perdiendo sentido para un sector que -valga la
obviedad- constituirá el futuro de la sociedad. Hay un dicho popular que reza:
“la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer”. En el caso de la
juventud, quienes le dan de comer no son sólo sus padres, sino sus amigos, sus
parientes y todos aquellos que conforman su marco de referencia social. Por eso,
hablar de la falta de límites en los jóvenes merece un macro análisis, que va
más allá de lo meramente aprendido en el seno de un hogar.
Desde la Sociología, sostienen que estamos atravesando un cambio radical en
cuanto a los valores imperantes y que la incapacidad de los padres para fijar
normas se va perdiendo por el hecho de que los roles de papás e hijos se están
invirtiendo. Mientras, desde el ámbito de la Psicología aluden a una adultez “adolescentizada”,
en la que los adultos se ponen en el mismo nivel que los jóvenes y de esa manera
no son capaces de imponer ciertas reglas. EL SIGLO consultó a dos especialistas
para tratar de entender las razones por las cuales los límites aparecen cada vez
más como una simple palabra, que dista muchísimo de ser plasmada en la realidad.
¿Papás-hijos, hijos-papás?
Daniel Salazar Romero, sociólogo y psicólogo especialista en psicología de
masas, fue contundente al sostener que vamos rumbo a una sociedad que es
irreversible y que una característica de ella es la dificultad de los padres
para limitar a los jóvenes. ¿La razón? Según el especialista, en la medida en
que madre y padre no impongan valores firmes, no tendrán liderazgo en el hogar.
“Antes era el papá quien llevaba la buena nueva a la casa, enseñaba y los hijos
lo escuchaban con atención. Hoy hay un rol invertido y es el hijo quien enseña
al padre”, sentenció Romero al tiempo que añadió que la era virtual en la que
estamos ayuda a que así sea, dado que los jóvenes son quienes poseen ese tipo
de saber. Por eso, el profesional puso énfasis en la necesidad de tenacidad a la
hora de imponer reglas. “Otro problema es que los papás sienten miedo a estar
desactualizados. Y deben comprender que lo que cambia es lo instrumental pero no
los valores éticos”, acotó.
A eso hay que agregarle, conforme destacó el sociólogo, que ni siquiera los
padres están seguros de los valores que propulsan, lo que hace que el joven o
adolescente no encuentre seguridad en lo que escucha.
¡Bendita TV!
¿Qué joven se sorprende al encender la tele y oír que una famosa vedette se hizo
más famosa aún por pasar la noche con un cantante? Quizá la jornada frente a la
“caja boba” se interrumpa en ese momento con algunas risas o comentarios con
tono bromista, pero nada más. Nadie dirá que se trata de una barbaridad o de un
acto poco ético. Porque la “masa” se acostumbra y “está bien”. Y “todo vale”...
Salazar Romero manifestó que los valores considerados como tradicionales pasaron
a ser obsoletos para la juventud, que a la hora de abandonar el hogar y salir a
las calles, debe “adaptarse” a las nuevas normas que impone la sociedad. “Es
justamente esa falta de referencia la que padece el joven. Los padres y los
docentes le sueltan la mano, él se siente solo y ya no tiene una columna
vertebral donde apoyarse. Es como dijo Sarmiento: si no se educa por
solidaridad, hay que hacerlo por miedo...”, ejemplificó Salazar Romero a EL
SIGLO.
El pasado fue diferente
Suele escucharse con frecuencia que todo tiempo pasado fue mejor. Uno tiende a
pensar que antes las cosas no estaban tan corrompidas por la falta de valores y
de ética.
Sin embargo, en lo que respecta a los jóvenes, más que mejores, las épocas
fueron diferentes. Para la psicóloga Vanina Vaisblat, la juventud atraviesa una
falta de límites que proviene de una adultez “adolescentizada” (sic). “Habría
que pensar si en otro tiempo la obediencia al límite tenía que ver más con el
temor al castigo. Es indudable el cambio que hubo pero hemos pasado de padres
autoritarios a papás amigos de sus hijos, que no ponen límites”, sentenció la
especialista.
Los papás adolescentes
El hecho de que padre e hijo se comporten de manera similar lleva a que los
límites no se impartan y por ende, no se cumplan.
Vaisblat sostuvo que hay un ausencia de roles en el proceso de socialización que
tiene que ver con valores y normas que están ligados a los límites. “Quienes
llevan a cabo esto son los padres, y no hay padres adultos sino papás
adolescentes. ¿Cómo un hijo puede tener un limite si su padre sale a la misma
hora que él?”, ejemplificó.
Servicio militar obligatorio
Hay quienes creen que cuando regía el servicio militar obligatorio, los jóvenes tenían un marco de referencia y orden que les servía para acatar reglas. Tanto el sociólogo Daniel Salazar Romero como la psicóloga Vanina Vaisblat coincidieron en que volver a una metodología como esa no ayudaría en nada. “En su momento, sirvió para socializar e igualar pero hoy no sería conveniente porque los valores son otros; no sería socializador”, recalcó Romero. Vaisblat, por su parte, añadió: “Los padres son los principales responsables de poner límites. A los 18 años el chico ya debe tener las normas incorporadas. La vía del autoritarismo o del castigo no ayuda en nada”.
Por Lourdes Casanova