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Jasna Gora ¿milagros de resurrección?

Hoy en día es considerado uno de los santuarios más llenos de gracias y
milagros de todo el mundo

El Papa Pío XI, quien fuera Nuncio Apostólico en Polonia, consiguió una
hermosa copia de la imagen de Nuestra Señora de Czestochowa y la hizo
colocar en la capilla del Vaticano en memoria de su estadía en ese país.

Durante la segunda guerra, pilotos polacos junto a la Real Fuerza Aérea
Británica pusieron una imagen de la misma Señora de Czestochowa, Patrona
de su tierra natal, en un santuario dentro del angar del escuadrón de
bombarderos.

El rostro de la Virgen es oscuro, y por eso la pintura es conocida como
"La Virgen Negra". Tiene dos cicatrices: una que data de 1430, cuando un
sacrílego espadachín husita rasgó la pintura original. Hay, también, otra
cicatriz producida por una flecha de los tártaros en una invasión al
castillo de Belz.

Durante el reinado de Jagiello, un artista retocó estas lesiones del
cuadro, pero tales marcas siempre volvían a aparecer, a pesar de todos
los intentos de los expertos por eliminarlas.

Aparentemente, Nuestra Señora quería que los hombres recordaran Su dolor
y, también, que Ella es la Madre que comprende los dolores y sufrimientos
de todos.

Así, pues, el Santuario Nacional de Polonia en Jasna Gora (Colina
Brillante) es mucho más antiguo que Fátima, Lourdes, e incluso Guadalupe.

El origen de la pintura se atribuye a San Lucas, quien la hizo sobre la
cubierta de una mesa fabricada por San José, para dejar esta preciosa
reliquia a la humanidad. No se sabe con seguridad que así fuera, aunque
la tradición de la Iglesia así lo dice, y la madera se ha corroborado que
tiene tal antigüedad. Y fue después el príncipe San Ladislao quien la
colocó en su actual ubicación – La Iglesia de la Asunción – el 26 de
agosto de 1382, el miércoles posterior a la fiesta de San Bartolomé. Ese
día él firmó un documento oficial ordenando se edificara un convento,
claustro e iglesia en Jasna Gora. San Ladislao trajo más tarde a los
Padres Paulinos de blancas túnicas a hac erse cargo del Santuario y éstos
así lo hicieron desde entonces.

La imagen milagrosa fue reconocida oficialmente por el Papa Clemente XI
en el año 1717. La corona dada por el Papa fue utilizada durante la
primera coronación oficial de la imagen, pero este símbolo del reinado de
Nuestra Señora fue robado en el año 1909. La corona fue reemplazada por
una de oro incrustada con joyas, regalada por el Papa San Pío X.

Los milagros atribuidos a la intercesión de Nuestra Señora de Czestochowa
son numerosos y espectaculares. Como en todos los santuarios marianos, en
ocasiones -aparte de los millones de milagros morales, de refuerzo de la
fe o reencuentro con ella- se produce también el milagro físico. «Ve, tu
fe te ha curado», parece repetir Dios por medio de María en todos estos
lugares que el Papa Pablo VI llamó «clínicas del espíritu».

Los ex votos y relatos conservados, son la expresión de la religiosidad
popular, dando testimonio de una tradición que se r emonta en los siglos
y en los últimos decenios ha experimentado un importante impulso, y aun
cuando la Iglesia no se pronuncie oficialmente respecto a la gran mayoría
de los milagros que se le atribuyen, éstos son considerados como una
fuente importante de renovación de la fe.


La historia de milagros que sigue fue extraída de relatos de maravillas
realizadas por la intercesión de Nuestra Señora de Czestochowa, tal como
han sido conservadas por los Padres Paulinos de Jasna Gora

Este famoso Santuario mariano está en la arquidiócesis de Cracovia, la
ciudad sede del Papa Juan Pablo II cuando era allí Arzobispo Cardenal.
Cuando el Papa visitó Polonia en 1979, los polacos se volcaron a Jasna
Gora, así como lo hicieron muchos otros peregrinos de lugares más
lejanos. El Santuario está íntimamente ligado a la fe del pueblo polaco y
a su lealtad, a la nación, una nación católica a pesar de sus líderes
comunistas.

Pero pasemos a los relatos:



* En 1517, murió un niño polaco llamado Samual, hijo de Estanislao y
Ana Wadzic, del pueblo de Husiatyn, en el condado de Kamienicki. El
cuerpo del niño había quedado retorcido por los atormentadores dolores
que había padecido. Murió un sábado, día dedicado de María, y entonces la
madre cayó de rodillas llena de lágrimas, ofreciendo el cadáver a la
Virgen María, haciéndole una solemne promesa de realizar una
peregrinación a Jasna Gora.

Tras la noche de velatorio, Estanislao fue a la iglesia el domingo a la
mañana, para hacer los arreglos correspondientes para el funeral,
mientras Ana seguía orando.

Cuando el padre regresó a su casa, vio que la palidez del cuerpo del niño
fallecido ya no estaba, el rigor mortis tampoco, dejando así el cuerpo
laxo. El niño abrió entonces los ojos sonriendo y sacó los brazos del
cajón; y así, Estanislao contempló a su hijo sano en los brazos de su
madre.

Al día siguiente, en acción de gracias, la familia feliz hizo la
peregrinación a Jasna Gora, llevando dos cirios del tamaño del hijo
resucitado, para encender ante la imagen milagrosa de la Señora de
Czestochowa.



* En el año de 1564, un grupo de jovencitos en la tranquila villa de
Zborrow en el condado de Kalis realizaron una imitación teatral de un
juicio. El supuesto villano, Valentín Zeroniski, hijo del abogado del
pueblo, debía ser justamente condenado y, con la ayuda de sus amigos,
colgado de un árbol. Ante esta acción, todos lo consideraron un buen
actor, porque agitaba sus piernas como si realmente estuviera colgado.
Pero esta satisfacción se volvió terror cuando vieron palidecer su rostro
y luego tornarse morado. Atemorizados, tardaron en soltarlo, mas sus
esfuerzos fueron insuficientes. Huyeron del lugar donde se estuvo
desarrollando la escena teatral y, abrumados por el miedo al castigo, no
contaron esto a nadie. El cuerpo se mecía levemente, colgando de la rama
del árbol.

Cuando a las seis de la tarde sonó la campana del Ángelus y oscureció, y
Valentino seguía sin regresar a casa, sus padres salieron a llamarlo y
buscarlo. Tarde a la noche, con luces de antorchas, encontraron al hijo
muerto colgado. Cuando bajaron el cuerpo, trataron de reanimarlo
inútilmente. Entonces los padres cayeron de rodillas rogando misericordia
para su hijo a la Virgen de Jasna Gora. Esa madre compasiva, que había
bajado a su Hijo muerto y lo había tenido sobre sus propias rodillas,
respondió a este ruego. Valentino abrió grandes los ojos, miró a su
alrededor, y se levantó en perfecto estado. Un fresco en el cielorraso de
la capilla de Jasna Gora evoca este milagro.



* En 1598 tuvo lugar un incidente con una niña de dos años, llamada
Ema, hija de Maciej y Jadwiga Klimczak, residentes de Kazimierow. Un día
en que los padres de la niña salieron dejándola al cuidado de una niñera,
ésta colocó a la niña sobre el alféizar de una alta ventana abierta desde
donde Ema podía ver gozosamente el paisaje, a la perspectiva del parque.
Mas, en un momento de descuido, la niñera se alejó de la niña, que perdió
el equilibrio y cayó. Cuando la aterrada niñera bajó por ella, Ema estaba
muerta. Cuando regresaron los padres se debatieron entre el dolor y la
indignación, pero debían encarar la realidad y preparar a Ema para el
funeral con el ropaje apropiado y una corona de hojas en la cabeza de la
niña, y colocaron una estampa con la imagen de Nuestra Señora de
Czestochowa en la pequeña mano.

Y así, con esta pena en el corazón, el padre y la madre iniciaron el
velatorio, con los ojos centrados en la imagen que la niña tenía entre
las manos . De pronto, una chispa de inspiración les hizo exclamar al
unísono: ¡La Señora de Czestochowa, que en su bondad, ha hecho retornar a
tantos a la vida, nos ayudará!

El padre y la madre colocaron el pequeño ataúd sobre el carro y salieron
para Jasna Gora, y así brilló el sol sobre ellos en el día y la luna en
la noche, pero los antes brillantes ojos de Ema seguían cerrados. En los
tres días que tardaron en llegar los padres iban generalmente
silenciosos, como el cuerpo de la niña, y sólo se oía el murmullo de las
oraciones. El cuarto día llegó y sólo habían cubierto la mitad del camino
al santuario, y seguían con las riendas guiando delante del carro,
firmemente, con los ojos casi cerrados de tantas lágrimas y noches sin
dormir.

De pronto, el cuerpo de Ema se empezó a mover, sus ojos se abrieron, y se
levantó completamente sana. Sobrepasados por la alegría, los padres
siguieron camino al santuario para dar las gracias a la Virgen Bendita de
Jasna Gora. No se pue d o menos que admirar tal fe y su recompensa.
¿Cuánta fe como ésa se hallaría hoy en Occidente?



* En 1625 un prolongado juicio en Varsovia terminó con la condena a
morir ahogada de Ana, hija del campesino Bartlomiej y de su mujer
Jadwiga. Ana había sido enviada a la ciudad a trabajar, para poder así
ayudar con los gastos a sus padres. Era una buena chica y también pudo
ser una buena servidora en la ciudad. Pero lamentablemente se enamoró de
un hombre al que creyó sincero y cayó en pecado, quedando embarazada de
un hombre que no pensaba siquiera en casarse con ella. Con un bebé nacido
de madre soltera y llena de vergüenza, miedo y desesperación, Ana arrojó
a la pobre criatura por una ventana al barranco al borde de un río
cercano. Fue así juzgada y sentenciada a muerte.

Cuando los jueces enviaron al sacerdote a prepararla para la ejecución,
éste la encontró sinceramente arrepentida y apenada, y le recomendó que
se pusiera bajo la protección de Nuestra Señora de Czestochowa.

El día fijado para la ejecución, una curiosa multitud seguía a Ana al
puente sobre el Vistula, y vieron al verdugo atar una gran piedra a la
pierna de Ana para asegurarse de que quedaría sumergida en la profundidad
del río.

Y ahí estaba ella, que cayó de rodillas ante la multitud, con los ojos
llenos de lágrimas amargas y manifestando ante todos su dolor por el
crimen cometido. Pidió perdón a Dios y solicitó la ayuda de Nuestra
Señora de Czestochowa, prometiendo a cambio reformar su vida. Mas el
verdugo tenía que cumplir su deber, a pesar de la simpatía que ahora
manifestaba la multitud, y entonces arrojó a Ana al río. Se escuchó su
grito al golpear el cuerpo contra el agua, y la multitud vio en silencio
cómo el cuerpo era tragado por las aguas, tras lo cual la corriente
siguió fluyendo mansamente como siempre.

Algunos testigos se quedaron ahí cerca de media hora mirando el fluir del
Vistula hacia el mar. Parecían fascinados por la corriente de agua,
sabiendo que allí debajo estaba la joven amarrada a la piedra. De repente
hubo un rumor, y luego un grito. A lo lejos, los espectadores vieron
abrirse la superficie del río con la forma de la muchacha emergiendo de
la profundidad. Ella nadó hacia la costa fácilmente y subió a la orilla.
¡Había sobrevivido!

Ana explicó a los atónitos testigos que corrieron hacia ella, que cuando
yacía ya en el fondo del río Nuestra Señora de Czestochowa se le había
aparecido, y había sacado la piedra que ataba su pierna, indicándole que
nadara hacia la costa.

Los jueces y todos los presentes cayeron de rodillas en oración y
gratitud a María por el milagro. Más adelante Ana, su madre, y muchos de
los testigos del milagro fueron a Jasna Gora e hicieron allí una solemne
ofrenda, tras lo cual regresaron a sus hogares para llevar una vida
ejemplar.



* En 1643, dos mineros: Jan Wieliczko y su hijo, Wawrzyn, portando
sus herramientas comenzaron a bajar por un túnel de 60 pies a una pequeña
mina donde trabajaban. Pero una rotura de la soga con que descendían hizo
que cayeran al profundo fondo rocoso. Los montañeses de la zona, tras
muchas dificultades consiguieron sacar los cuerpos estrellados y
magullados. Aunque parecía no haber ayuda humana posible para ellos, la
gente no se desesperó. Apelaron a la simple fe de los polacos y se
arrodillaron para implorar a Nuestra Señora de Czestochowa su
misericordia.

De pronto, los dos hombres se levantaron sanos y salvos. Todos elevaron
después sus cánticos y oraciones a la Virgen María.



* En 1680, la población de Nowograd escuchó las campanadas de la
iglesia local por el funeral del juez Mikilaj Grocholski, que había
fallecido esta mañana tras una larga y dolorosa enfermedad. Era una
persona querida y, de acuerdo a la costumbre polaca en estos casos, su
tumba era decorada y se servía una comida a los concurrentes y a los
deudos. Pero en el momento en que alzaron el ataúd para llevárselo, ¡el
juez se sentó en el cajón! En un primer momento, todos huyeron de miedo,
pero al ver que no era un fantasma sino la persona de carne y hueso,
regresaron para hablar con él y hacerle preguntas. Su excelencia explicó:
"Cuando estaba agonizando sin poder confesar mis pecados pues había
perdido la capacidad de hablar, aunque estaba consciente aún, elevé mi
corazón a Dios y supliqué a la Virgen de Czestochowa que me devolviera la
vida y la salud, haciendo la promesa de visitar Jasna Gora. Tengo que
volver con Su ayuda para poder confesar mis pecados y hacer las respe
ctivas penitencias". Todos quedaron enormemente impresionados, y el
funeral se convirtió en un gozoso banquete.

Pero el juez postergó el cumplimiento de la promesa de ir a Jasna Gora, y
cayó nuevamente enfermo de gravedad. Cuando el momento final parecía
haber llegado, nuevamente recurrió a María con el ruego de que se le
diera otra oportunidad. Esa noche recibió una inspiración que le indicaba
que no debía demorarse. A la mañana siguiente se levantó sano otra vez, e
inmediatamente salió a cumplir sus votos al santuario de la Virgen.



* Poco después de esto, una amigo suyo, un caballero, Juan Kozlowski,
participando en unas maniobras militares, fue arrojado de su carro a gran
velocidad al volcar, por lo que se rompió el cuello, y murió. Cuando el
juez se enteró de la tragedia, viajó durante seis horas para llegar al
sitio donde este caballero se había accidentado. Allí, cayendo de
rodillas, y con los ojos fijos en el lugar del desastre, oró a su
Celestial Benefactora: "Oh, Señora de Jasna Gora, así como hiciste
regresar de la muerte para servirte, te ruego que le sea de vuelta la
vida a él también para él se benefició como yo". Todos los presentes lo
acompañaban en el ruego a la Virgen.

Ante los ojos de todos, Kozlowski, se levantó y como caballero que era,
siguió a caballo su camino dirigiéndose a manifestar su gratitud a Jasna
Gora.



* Szymon Wruszewski, un ciudadano de la Rusia Blanca, cayó
mortalmente enfermo en cuaresma del año 1628 y falleció el Jueves Santo
por la mañana. Su familia quería rendirle un funeral solemne, y así lo
pospusieron para después de las celebraciones pascuales. Con el tema de
la Resurrección en sus mentes, la familia oró para que así como el Señor
había resucitado después del Viernes Santo, permitiera que eso sucediese
a Simón, por la intercesión de la Virgen, su Santa Madre.

El sábado, después de las campanadas de gloria y cuando el sol se ocultó,
Szymon se levantó de su ataúd. Todos cantaron loas a Dios y a María, los
aleluyas de Pascua de Resurrección nunca habían sido cantados con tal
espontáneo entusiasmo como entonces.



* En 1674, Stefan, un hijo de Malgorzata Zloczewka se enfermó
gravemente. Su madre prometió donar un recuerdo de oro que ella tenía al
Santuario de Jasna Gora si Nuestra Señora le devolvía la salud. Pero
Stefan murió. Sin embargo, la madre no se desalentó ante el hecho sino
que lo tomó como una prueba que le era puesta de fe en María Santísima, y
así continuó rogando.

De pronto escuchó las voces de excitación que daba la enfermera que
estaba velando el cuerpo. La misma exclamaba que los ojos de Stefan se
habían movido, los colores le volvieron y estaba retornando a la vida.



* El 8 de febrero de 1720. un sacerdote, Michael Pruszynski, canónigo
de Kijow, pastor de Toporow en el Decanato de Bielski y en la Diócesis de
Luch, partió de este mundo. A esto siguieron llamativos sucesos. Más
tarde ese año (el 14 de junio de 1720), habiendo vuelto a la vida, hizo
una declaración bajo juramento ante testigos relacionados con lo que
había sucedido cuatro meses antes.

El sacerdote habló de su dedicación a María, y cómo él había enfermado
más en los últimos años, hasta quedar paralítico, sordo y ciego. Sabiendo
que su fin estaba próximo, expresó su última voluntad. Como fuera
declarado después por los tres sacerdotes testigos, murió posteriormente,
el 8 de febrero de 1720.

Lo colocaron en el ataúd que se había preparado y lo vistieron
simplemente con sus vestimentas sacerdotales blancas. En el ataúd cerrado
fue llevado a una habitación oscura y fría, donde normalmente uno se
congelaría (¡Polonia en febrero!). Al Padre Michael, m ientras yacía en
el ataúd, se le apareció el venerable Patriarca de los Padres Paulistas,
San Pablo Ermitaño, le tocó la mano derecha y le dijo: "Levántate y ve a
presentar tus votos a la Virgen de Czestochowa, pues es por Su gracia e
intercesión que tu has sido resucitado".

Al desaparecer San Pablo con las palabras "Jesús y María de Czestochowa",
el Padre Michael dentro del ataúd comenzó a gritar pidiendo auxilio. Se
produjeron tumultos, algunos huyeron, mientras otros trataban de abrir el
ataúd. Cuando esto fue posible, el Padre Michael lo primero que hizo fue
buscar a San Pablo, pero éste se había ido; entonces, comprendió que
había pasado el día en este lugar helado con su delgado hábito. Su cuerpo
estaba tibio y normal.

Pese a que no quisieron permitírselo tan pronto, el Padre Michael
enseguida partió hacia Jasna Gora, que quedaba a unas 70 millas de
distancia.

A su regreso trajo una hermosa imagen de Nuestra Señora de Czestochowa,
que fue coloca da en la iglesia, donde muchos parroquianos recibieron
gracias y bendiciones solo por entrar en contacto con esta imagen que la
representaba.



* En 1747, una pequeña llamada Jozefa Magdalena, de unos pocos meses
de edad, hija de Antoni y Anna Karwat de Salicia, enfermó y murió. Toda
la noche la madre lloró ante el cuerpito sin vida, rogando a Nuestra
Señora de Czestochowa que le devolviera a su hijita. Amigos y parientes
la amonestaron así:

"Esperas que la Madre Bendita reviva a tu criatura, pero tú no eres digna
de eso, deja ya de lamentarte y deja librado a la tierra lo que le
pertenece".

La madre, sin prestar atención a eso, parecía tener una inspiración.
Encartó a todos los que estaban en el velatorio: "¡Ustedes no comprenden!
Si mi hija no resucita aquí, la llevaré a Jasna Gora y allí, seguro que
la Virgen Santa le devolverá la vida y la salud".

Así la madre alzó sobre el carro el pequeño ataúd, con la pequeña ya
rígida dentro, comenzó a rezar en voz alta, pero la Virgen no se hizo
esperar, y allí mismo devolvió la vida a la criatura, mientras todos los
testigos gritaba n: ¡milagro! ¡milagro!



* En 1748, una niñera tenía a su cargo llevar a la pequeña Anna
Gorniakorona de dos años a dar un paseo por los alrededores del pueblo de
Landuc, una hermosa mañana de primavera. Anna correteaba por ahí y
descubrió una cueva. En un momento de distracción de la niñera, se metió
jugando alegremente dentro de la gruta. Sin previo aviso, la tierra se
movió, y las arenosas paredes de la gruta se cerraron sobre Anna,
sepultándola completamente.

Desesperada, la niñera corrió en busca de ayuda. Los que acudieron a
hacerlo estuvieron más de dos horas trabajando para poder rescatar el
cuerpo de la niña, y lo hallaron aplastado, frío, amoratado... muerto.

La angustiada madre, con muchísima fe, tomó el cuerpito y lo llevó a la
iglesia de los Padres Dominicos. Amigos y familiares trataban de
detenerla: "¿Qué estás haciendo?, la niña ya murió, al menos colócala en
algún tipo de ataúd".

"Déjenme ir", replicaba con firmeza, "porque estoy segura de qu e la
Virgen de Jasna Gora me la devolverá con vida". Corrió así a la iglesia,
y puso la niña bajo la protección de María, prometiéndole visitar Jasna
Gora en homenaje a Ella, y en prueba de su gratitud. Anna abrió los ojos
y sonrió. La madre acudió inmediatamente al Santuario de Czestochowa.



* En 1749, en las vecindades de Kleczur, Ewa Wozniacka, una niñera
profesional, llevó al pequeño Janek al borde del río. Se distrajo por un
momento, y el niño al resbalar cayó al río y se fue al fondo, donde lo
arrastró la corriente. Al oír la zambullida, Ewa corrió al lugar, pero
todo cuanto pudo ver fue al pequeño desapareciendo bajo las turbulentas
aguas.

Temiendo ser castigada, Ewa huyó.

Una mujer que pasaba cerca vio toda esta tragedia y se precipitó a dar
aviso a la madre, quien corrió con otros al lugar del accidente. Buscaron
en vano una y otra vez hasta que, finalmente, tras un largo período de
dragado y de inmersiones, lograron llevar a la orilla el helado cuerpo
del niño ahogado.

La madre lloraba sobre el cuerpito de su hijo, rezando a Nuestra Señora
de Czestochowa. La Madre Celestial se apiadó de ella. Janek abrió los
ojos, sonrió, y luego se acurrucó en el pecho de su madre.



* En la historia de la Iglesia ha habido muchos milagros relacionados
con resurrecciones, aún de tres o más personas al mismo tiempo. Pero rara
vez se ha contado uno de éstos que empezara en gran tragedia y terminara
tan gozosamente como el siguiente milagro de Nuestra Señora de
Czestochowa.

En 1540, un resonante suceso dejó un recuerdo perdurable en la memoria de
los habitantes de Lubli, un pueblo cercano a Jasna Gora. Marcin Lanio,
peón de una gran carnicería, fue al pueblo de compras. Su mujer,
Malgorzata, dejó momentáneamente la cocina para pedir prestado a unos
vecinos un poco de levadura para hornear en un gran horno.

Malgorzata dejó en su casa a dos niños. Poitrus, de cuatro años, que
había visto a menudo a los carniceros matando animales, no tuvo mejor
idea en su mente infantil que imitarlos y tomar como víctima de
sacrificio a su hermano Casio, de dos años, que dormía pacíficamente en
un jergón.

Poitrus agarró un afilado cuch illo y tajeó la garganta de su pequeño
hermano. Viendo cómo brotaba sangre a borbotones, Poitrus se dio cuenta
de que algo malo había sucedido, y abrumado por el miedo se escondió
dentro del gran horno que su madre dejó abierto.

Al poco rato regresó la madre, que no sospechaba nada de todo esto y, al
no escucharlos, pensó que ambos estarían durmiendo.

Terminó la preparación que estaba batiendo y comenzó a encender el horno
a leña donde Poitrus yacía escondido. El pobre chico, dándose cuenta de
repente de lo terrible que estaba pasando empezó a gritar de agonía. A la
pobre madre se le heló la sangre al ver que era el niño y lo sacó a
tirones, pero éste, sofocado ya en el horno humeante, yacía sin vida en
sus brazos. Miró alrededor, paralizada por esta súbita tragedia y sus
ojos fueron a posarse sobre el otro hijo que yacía en su cama. Este doble
impacto ya era demasiado para la pobre mujer. Empezó a golpearse la
cabeza contra la pared, tirándose de los cabellos, rasgando sus ropas,
como una verdadera loca. Cuando entró el esposo, que nada imaginaba, se
encontró con todo este cuadro espantoso y vio la forma en que estaba su
esposa entre los dos cadáveres de sus hijos. No pudo tomarse un tiempo
para entender y, bajo el alto impacto emocional, creyendo que ella había
matado a los niños, agarró un hacha que había cerca y le dio un hachazo
en la cara a su mujer.

Tras unos momentos, la mente de Marcin empezó a aclararse y se dio cuenta
de lo que había hecho, aterrado y lleno de remordimientos. Entre tanto,
amigos y vecinos se le fueron uniendo, entre exclamaciones mezcladas de
conmoción y consejos piadosos.

Marcin pareció tener una inspiración celestial y cambió de la
desesperación a la esperanza puesta en Nuestra Señora de Czestochowa, de
quien siempre había sido devoto. A todo esto, ya todos los vecinos habían
llegado y permanecían ahí atónitos y espantados al ver la triple
tragedia.

El asombro creció cuando vier on a Marcin, silencioso pero decidido,
alzar los tres cuerpos en un carro, hacer la señal de la cruz, y dirigir
los caballos hacia Jasna Gora, lo cual fue contemplado con temor por
algunos, y con lágrimas por otros.

Siguió el viaje silencioso de Marcin hacia Jasna Gora, con la gente
agolpada a lo largo del camino viendo y oyendo esta extraña vista de un
hombre llevando al parecer a su propia esposa e hijos muertos en un carro
abierto.

Cuando Marcin llegó al Santuario, algunas buenas personas habían
improvisado tres ataúdes y así los llevaron a la capilla. Pero Marcin
permanecía en la puerta, postrado, suplicando con toda su fe a María por
su familia. Quizá él se sentía demasiado culpable para atreverse a
entrar.

En la capilla, el Beato Stanislaw Oporowski, un devoto sacerdote, estaba
consagrando el Santísimo Sacramento. El cuadro de la Virgen negra, alto
sobre el altar principal, pareció brillar con un esplendor celestial. El
Beato Stainslaw y toda la congregación se unieron a rogar por el pobre
marido y su familia. Las tres personas muertas estaban delante de todos,
la madre y los dos niños; toda la congregación cantó el Magníficat. Una
sensación sobrenatural invadió la capilla. Ante las palabras "Porque Él
que es Poderoso ha hecho grandes cosas por mi, y Santo es Su Nombre", se
produjo una conmoción en la congregación: los tres cuerpos regresaron a
la vida.

Por un momento hubo un silencio que parecía eterno, tras lo cual
siguieron explosiones de alegría y gratitud, e himnos a la Virgen. El
marido, la mujer y los hijos, configuraban un grupo maravilloso.

Pronto la fama de este espectacular milagro se irradió por todo el mundo.
El emperador quiso una copia del cuadro milagroso de Nuestra Señora de
Czestochowa para ser colocado en la Catedral de Viena. Otras copias
fueron puestas en santuarios hogareños y en sitios públicos. Así como los
polacos aman a Nuestra Señora de Jasna Gora, deberían amarla todos. Y la
fe de ellos tendría que ser imitada por todos. Así seguramente habría
muchos más milagros como esos que dieron esplendor a Jasna Gora, el Monte
Luminoso, Santuario de Nuestra Señora de Czestochowa.

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