13. ¿Quiénes fueron los
evangelistas?
Vicente Balaguer
Lo importante de los evangelios es
que nos transmiten la predicación de los Apóstoles, y que los
evangelistas fueron Apóstoles o varones apostólicos (cfr Dei
Verbum, n. 19). Con esto se hace justicia a lo recibido por
la tradición: los autores de los evangelios son Mateo, Juan,
Lucas y Marcos. De estos, los dos primeros figuran en las listas
de los doce Apóstoles (Mt 10,2-4 y paralelos) y los otros dos
figuran como discípulos de San Pablo y San Pedro,
respectivamente. La investigación moderna, al analizar
críticamente esta tradición, no ve grandes inconvenientes en la
atribución a Marcos y a Lucas de sus respectivos evangelios; en
cambio, analiza con ojos más críticos la autoría de Mateo y de
Juan. Se suele afirmar que esta atribución lo que pone de
manifiesto es la tradición apostólica de la que provienen los
escritos, no que ellos mismos fueran los que escribieron el
texto.
Lo importante, por tanto, no es la persona concreta que
escribiera el evangelio sino la autoridad apostólica que estaba
detrás de cada uno de ellos. A mediados del siglo II, San
Justino habla de las “memorias de los apóstoles o evangelios”
(Apología, 1,66, 3) que se leían en la reunión litúrgica. Con
esto, se dan a entender dos cosas: el origen apostólico de esos
escritos y que se coleccionaban para ser leídos públicamente. Un
poco después, en el mismo siglo II, otros escritores ya nos
dicen que los evangelios apostólicos eran cuatro y solo cuatro.
Así, Orígenes: “La Iglesia tiene cuatro evangelios, los herejes
muchísimos, entre ellos uno que se ha escrito según los
egipcios, otro según los doce apóstoles. Basílides se atrevió a
escribir un evangelio y ponerlo bajo su nombre (...). Conozco
cierto evangelio que se llama según Tomás y según Matías; y
leemos otros muchos” (Hom. I in Luc., PG 13,1802).
Expresiones semejantes se encuentran en San Ireneo que, además,
añade en cierto lugar: “El Verbo artesano del Universo, que está
sentado sobre los querubines y que todo lo mantiene, una vez
manifestado a los hombres, nos ha dado el evangelio
cuadriforme, evangelio que está mantenido, no obstante, por
un sólo Espíritu” (Contra las herejías, 3,2,8-9). Con
esta expresión —evangelio cuadriforme—, pone de manifiesto una
cosa muy importante: El evangelio es uno, pero la forma
cuádruple. La misma idea se expresa en los títulos de los
evangelios: sus autores no vienen indicados, como otros escritos
de la época, con el genitivo de origen («evangelio de…») sino
con la expresión kata («evangelio según…»). De esta
forma, se señala que el evangelio es uno, el de
Jesucristo,
pero testimoniado de cuatro formas que vienen de los apóstoles y
los discípulos de los apóstoles. Se señala así también la
pluralidad en la unidad.
Bibliografía: G. Segalla, Panoramas del Nuevo Testamento,
Verbo Divino, Estella 2004; P. Grelot, Los evangelios,
Verbo Divino, Estella 1984; R. Brown, Introducción al Nuevo
Testamento, Trotta, Madrid 2002; V. Balaguer (ed),
Comprender los evangelios, Eunsa, Pamplona 2005; M. Hengel,
The four Gospels and the one Gospel of Jesus Chris : an
investigation of the collection and origin of the Canonical
Gospels, Trinity Press International, Harrisburg 2000.