San Mateo dice de manera
explícita que Jesús nació en «Belén de Judá en tiempos del rey Herodes» (Mt 2,1;
cfr 2,5.6.8.16) y lo mismo San Lucas (Lc 2,4.15). El cuarto evangelio lo
menciona de una manera indirecta. Se produjo una discusión a propósito de la
identidad de Jesús y “unos decían: Éste es verdaderamente el profeta. Otros:
Éste es el Cristo. En cambio, otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de
Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia
de David y de Belén, la aldea de donde era David?” (Jn 7,40-42). El
cuarto evangelista se sirve aquí de una ironía: él y el lector cristiano saben
que Jesús es el Mesías y que nació en Belén. Algunos oponentes a Jesús quieren
demostrar que no es el Mesías diciendo que, de serlo, hubiera nacido en Belén y
en cambio ellos saben (creen saber) que nació en Nazaret. El procedimiento es
habitual en el cuarto evangelio (Jn 3,12; 6,42; 9,40-1). Por ejemplo, pregunta
la mujer samaritana: “¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob?” (Jn
4,12). Los oyentes de Juan saben que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, superior
a Jacob, de modo que la pregunta de la mujer era en una afirmación de esa
superioridad. Por tanto, el evangelista prueba que Jesús es el Mesías incluso
con las afirmaciones de sus oponentes.
Éste ha sido el consenso común entre creyentes e investigadores durante más de
1900 años. Sien embargo, en el siglo pasado, algunos investigadores afirmaron
que Jesús es tenido en todo el Nuevo Testamento por “el nazareno” (el que es, o
el que proviene, de Nazaret) y que la mención de Belén como lugar de nacimiento
obedece a una invención de los dos primeros evangelistas que revisten a Jesús
con una de las características que en aquel momento se atribuían al futuro
mesías: ser descendiente de David y nacer en Belén. Lo cierto es que una
argumentación como ésta no prueba nada. En el siglo I, se decían bastantes cosas
del futuro mesías que no se cumplen en Jesús y, por lo que sabemos —a pesar de
lo que pueda parecer (Mt 2,5; Jn 7,42)—, no parece que la del nacimiento en
Belén fuera una de las que se invocaran más a menudo como prueba. Hay que pensar
más bien en la dirección contraria: porque Jesús, que era de Nazaret (es decir
que estaba criado allí), había nacido en Belén es por lo que los evangelistas
descubren en los textos del Antiguo Testamento que se cumple en él esa cualidad
mesiánica. Todos los testimonios de la tradición avalan además los datos
evangélicos. San Justino, nacido en Palestina hacia el año 100 d.C., menciona
unos cincuenta años más tarde que Jesús nació en una cueva cerca de Belén (Diálogo
78). Orígenes también da testimonio de ello (Contra Celso I, 51). Los
evangelios apócrifos atestiguan lo mismo (Pseudo-Mateo, 13;
Protevangelio de Santiago, 17ss.; Evangelio de la infancia, 2-4).
En resumen, el parecer común a los estudiosos de hoy en día es que no hay
argumentos fuertes para ir contra lo que afirman los evangelios y se ha recibido
en toda la tradición: Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.