ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La segunda gran tradición oriental es la conocida como antioquena o siro-occidental, que comparten también la Iglesia católica y la ortodoxa. Dentro de la Iglesia católica, son tres las agrupaciones dentro de este rito: la Iglesia siro-católica, la Iglesia maronita y la Iglesia siro-malankar.
Esta tradición venerable procede de Antioquía, ciudad que tiene un lugar muy importante en la historia del cristianismo, como narran ya los Hechos de los Apóstoles. Fue fundada, según la tradición, por el propio san Pedro. Allí los seguidores de Cristo recibiron por primera vez el nombre de cristianos.
Antioquía, llamada la “Reina de Oriente”, fue una de las sedes de los cuatro patriarcados originales, junto con Jerusalén, Alejandría y Roma. Fue también un gran centro teológico, monástico, cultural y litúrgico en la Iglesia antigua.
La Iglesia siria se separó de la comunión con el resto de la Iglesia, rechazando el Concilio de Calcedonia (451) y adoptando el monofisismo, herejía que afirma que en Cristo hay una sola naturaleza, la divina.
Posteriormente, en el siglo VI, un obispo monofisita, Jacobo Baradai, enviado secretamente por la emperatriz Teodora, organizó y estructuró a la Iglesia Siria ortodoxa, que desde entonces es conocida también como Iglesia jacobita o siro-occidental.
Los cristianos sirios que no abrazaron el monofisismo son los melquitas, de los que hablaremos en el capítulo sobre la Iglesia bizantina, ya que abandonaron el rito siriaco. Otros cristianos que conservaron el rito siriaco pero permanecieron católicos son los maronitas, de los que trataremos más adelante.
Según explica el experto Juan Nadal Cañellas, el monofisismo de la Iglesia siria fue más bien una cuestión política, para complacer a los persas frente al imperio bizantino. Sin embargo, nunca desembocó en proclamaciones heterodoxas, sino que nunca hubo un cisma real en el contenido de la fe.
De hecho, afirma, no fue difícil llegar a una declaración común, en 1984, entre el patriaca ortodoxo sirio Ignace Zakka Ivas y Juan Pablo II, en la que ambos afirman que los “malentendidos y los cismas que siguieron al concilio de Nicea... no tocan el contenido de la fe”.
A lo largo de los siglos, la Iglesia siria sufrió muchas persecuciones, a manos de los bizantinos, de los árabes, de los mongoles y finalmente, del imperio otomano. Esto, y la emigración, es el motivo por el que el numero de fieles sirios es muy pequeño.
La liturgia antioquena es muy antigua, aunque tiene mucha influencia bizantina. Entre otros rasgos, se proclaman seis lecturas, tres del Antiguo y tres del Nuevo Testamento; el beso de la paz se coloca antes de la consagración; la liturgia eucarística está llena de gestos simbólicos; el bautismo es por inmersión.
Iglesia católica siria
Durante la época de las Cruzadas, los cristianos jacobitas o sirios occidentales mantuvieron buenas relaciones con los católicos romanos, e incluso en el Concilio de Florencia (1442) se planteó una vuelta a la comunión con Roma, pero sin éxito.
En 1656 se consiguió crear la primera jerarquía reconocida por Roma, al ser elegido como patriarca el jacobita convertido al catolicismo Abdul Ahijan. Sin embargo, la línea jerárquica unida a Roma se interrumpió en varias ocasiones.
En 1782 el Santo Sínodo Ortodoxo Sirio eligió al metropolitano Miguel Jarweh como Patriarca, quien se declaró católico y tuvo que refugiarse en el Líbano huyendo de los ortodoxos, que eligieron a otro Patriarca. Con Jarweh, explica el experto del sínodo Pier Giorgio Gianazza, se restableció hasta hoy la jerarquía siro-occidental católica.
El Patriarca de Antioquía de los Sirios es actualmente Ignace Youssef III Younan, y los fieles son alrededor de 120.000. La sede está en Beirut, y su liturgia es prácticamente igual, excepto pequeños detalles, que la de los sirios ortodoxos.
Iglesia maronita
En medio de las disputas cristológicas de Calcedonia, en el siglo V, hubo un monje sirio con fama de santidad, Marón, que permaneció unido a Roma. Sus seguidores, debido a las persecuciones de los monofisitas, tuvieron que retirarse a las montañas del Líbano.
Esta Iglesia permaneció oculta hasta la llegada de los cruzados en el siglo XII, según explica Nadal Cañellas. La Iglesia de Roma la reconoció sin problemas, y sus representantes ya participaron en el Concilio Lateranense IV.
Se trata, por tanto, de la única Iglesia oriental que ha permanecido desde siempre fiel a Roma. A causa de esto, lamenta Nadal, su rito está muy latinizado.
Cuenta con unos 3,5 millones de fieles, según los datos de la última edición del Anuario Pontificio de la Iglesia.
Su cabeza actual es Pedro Sfeir de Reyfoun, con el nombre de Patriarca de Antioquía de los Maronitas, y tiene su sede en Bkerke, Líbano. Debido a la emigración, tienen importantes comunidades en Estados Unidos, México, Brasil, Canadá, Australia y Argentina.
Iglesia siro-malankar católica
Como vimos en el apartado anterior de la Iglesia caldea, los siro-orientales evangelizaron durante los siglos VII al XIII gran parte de Asia Central. De aquella gesta evangelizadora surgió la Iglesia siro-malabar, que siglos más tarde, con la llegada de los portugueses, pasó a depender de Roma.
Sin embargo, según explica Nadal, en 1665, aprovechando un cierto vacío de poder dejado por los portugueses, y con el deseo de preservar su propio rito, el archidiácono Tomás Parambil y muchos seguidores rompieron con Roma y pasó a la obediencia del patriarca ortodoxo siro-occidental.
Se creó así la Iglesia malankar ortodoxa. Sin embargo, en 1930, una parte de la Iglesia siro-malankar ortodoxa volvió otra vez bajo la obediencia a Roma.
Esta Iglesia malankar católica está presidida por el archieparca mayor de Trivandrum, llamado de manera informal Catolicós, Baselios Cleemis Thottunkal. La sede está en Trivandrum (o Thiruvananthapuram), en el estado indio de Kerala. Son unos 340.000 fieles.
[Por Inma Álvarez]