Homilía para la celebración de las exequias: Mt 11, 25-30

 

Por Domingo Martín-Gil, sacerdote

en la Parroquias de Arenas de San Juan y Puerto Lápice (Ciudad Real)

 

Aquí estamos hermanos reunidos con esta familia que ha tenido el desenlace, la separación de un ser tan querido como es la N. Nosotros queremos, junto con ellos, rezar a Dios, Padre de todos y que va llamando de este mundo a sus hijos, para que se vaya llenando las moradas del cielo, pues nos dice Jesus: "En la casa de mi Padre hay muchas estancias y me voy a prepararos sitío. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo para que donde yo estoy, estéis también vosotros" (Juan 14, 3‑4).

 

Nosotros compredemos vuestra sítuación de sufrimiento y de tristeza que tenéis; y por ello, todos los que estamos aquí os ofreceamos nuestra oración por el alma de N para que sintais el consuelo que el Apóstol San Pablo recomienda diciendo: “Consolaos mutuamente con estas palabras" (1ª Tesalonicenses 4.17).

 

    Pero también Jesus dice:" Venid a Mi todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré” (Mt.11, 29).

 

Recibid este alivio que ofrece Jesus, pues en verdad, que estáis cansados por los sufrimientos quer conlleva la muerte de un ser querido.

 

También recibid este alivio de Jesús, porque conoce que somos frágiles, para aguantar tanto trabajo y tantos problemas que nos da la vida, tanta amargura que nos ofrece este valle de lágrimas, y que necesitamos una liberación de todo ello.

 

Buscadme y “aprended de Mí y encontraréis vuestro descanso”, nos dice en el mismo texto evagélico.

 

El descanso en el Señor es poseer la vida eterna, a la que todos estamos invitados. Una invitacíón que da "derecho" a contemplar, gozar de un Sehor, al que se le ha servido fielmente en la vida.

 

Es el premio que Jesús promete tantas veces a los que le han seguido.

 

Para alcanzar este premio Jesús espera de nosotros un corazón sencillo, porque a éstos, los sencillos y los humildes,  Dios Padre les revela "sus cosas". ¿Cuáles son "esas cosas del Padre”?. Pues el plan de Dios sobre la salvación de los hombres; su amor a todos; su Palabra, que es su Hijo, para salvarnos de la esclavitud del pecado.

 

Jesús mismo así lo confiesa en Mt.11, 25‑26: “Gracías, Padre, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a la gente sencilla”.

 

Tanta importancia da Jesús a la sencillez de corazón que la compara a la de un niñoo y así dice: “Si no os hacéis como niños no podéis entrar en el Reino de los cielos".

 

Hermanos esperamos que, la bondad de nuestro Dios, vea en nuestro/a hermano/a fallecido/a un corazón sencillo, para darle la vida eterna; que nosotros también vivamos con sencillez, sin doblez, tan limpio como el corazón de un niño, para que la oración presentada a Dios pueda con misericordia divina otorgarle la visión "cara a cara" del mismo Padre celestial, en quien creyó. Asi sea.

 

Domingo Martín-Gil