Félix Leseur: de esposo ateo a sacerdote católico
No hay amor más
grande en una mujer que cuando ésta abandona la vida por su esposo
Autor: Jorge Enrique Mújica, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org
Médico
de profesión, periodista político y militante anticlerical, la historia de
Félix Leuser está íntimamente ligada a la de Elisabeth Leseur, con quien se
casó en julio de 1889.
Francés de nacimiento (1861-1940), fue prontamente conocido en el ambiente
parisino de la época como editor de un periódico anticlerical y ateo. Había
perdido la fe durante el periodo de sus estudios de medicina.
Isabel nació en París y desde muy joven se distinguió por su vida devota. A
los 21 años se casó con Félix con la condición de que éste aceptara respetar
su fe católica. Y Félix cumplió por algún tiempo pues pronto comenzó a
ridiculizar las creencias de su esposa y a dotar la biblioteca de casa con
colecciones de libros que justificaban el ateísmo. A la campaña de corte
intelectual-literario la acompañó también un ambiente frívolo de viajes y
reuniones. Después de siete años, Elisabeth perdería también la fe.
Paradójicamente, la vuelta y refortalecimiento de Elisabeth en su fe vino por
el camino menos pensado: Félix le regaló el libro Historia de los orígenes
del cristianismo (de Ernest Renán, un autor que profesaba aversión al
catolicismo) para rematar la obra de renuncia a la fe por parte de su esposa.
Elisabeth poseía una noble inteligencia, lo que la llevó a descubrir las
falacias de los argumentos e indigencia de su fondo. La enorme cantidad de
disparates y contradicciones de la obra la llevaron a desear conocer mejor su
fe. Y así comenzó la reconstrucción religiosa de su vida: leyó a los Santos
Padres, a autores místicos y, sobre todo, la Sagrada Escritura.
Desde entonces la fuerza de su amor a Dios y su confianza en Él fue la mayor
convicción y la piedra de impulso para ir adelante. Pronto vio la necesidad de
convertir a su marido pero todo esfuerzo y razonamiento era inútil. A partir
de entonces sus armas serían la oración y el sacrificio.
Después de una experiencia mística en 1903, durante un viaje a Roma, Elisabeth
comenzaría a repetir esa unión mística con Dios cada vez que recibía el Cuerpo
de Cristo. En no pocas ocasiones tuvo que privarse de recibir la Eucaristía
por las objeciones de su marido. De este periodo son las numerosas cartas que
Elisabeth escribió así como su diario espiritual.
Es en ese diario donde Isabel reflejaría el sufrimiento experimentado durante
ese periodo, el cual fue redimensionado por la fe: «el sufrimiento es la forma
más elevada de acción, la más alta expresión de la maravillosa comunión de los
santos; en el sufrimiento será útil para los demás y para las grandes causas
que uno anhela servir».
Elisabeth enfermó de cáncer de mama y murió en 1914, con sólo 48 años de edad.
En el diario escrito en 1905, Elisabeth predijo la conversión de su marido.
Sobre este periodo diría luego el mismo Félix: «Me llamó la atención ver cómo
tenía un gran dominio sobre su alma y su cuerpo... soportó con ecuanimidad la
enfermedad».
Tras la muerte de su esposa, Félix decidió escribir un libro contra los
milagros de Lourdes. Nunca llevó a cabo el despropósito pues visitando Lourdes
tendría la primer experiencia que le haría considerar seriamente su postura
ateísta. En una nota dirigida a él, Félix leyó las siguientes palabras de su
esposa el mismo año 1914: «En 1905 le pedí a Dios todopoderoso que me envíe
sufrimientos para comprar tu alma. El día que me muera, el precio habrá sido
pagado. No hay amor más grande en una mujer que cuando ésta abandona la vida
por su esposo». Primero calificó el escrito como el de una mujer fantasiosa.
Tres años después, Félix volvía al seno de la Iglesia en la que había sido
bautizado. En 1919 se hacía religioso dominico y, en 1923, era ordenado
sacerdote.
«Después de la muerte de Elisabeth -refiere el padre Félix Leseur en el
prólogo al Testamento espiritual de su esposa-, cuando todo pareció
derrumbarse a mi alrededor, me encontré con el Testamento Espiritual que había
escrito para mí, y también con su Diario. Leí y releí y una revolución se
llevó a cabo en todo mi ser. Allí descubrí que Elisabeth había hecho con Dios
una especie de pacto, comprometiéndose a cambiar su vida por mi regreso a la
fe. Me acordé de que un día ella me había dicho con absoluta seguridad: “Me
moriré antes. Y cuando yo me muera, te convertirás; y cuando te conviertas, te
convertirás en una religioso”».
Y añade: «Y así, de su Diario percibí con claridad el significado interno
de la existencia de Elisabeth, tan grande en su humildad. Llegué a apreciar el
esplendor de la fe de la cual yo había visto los efectos maravillosos. Los
ojos de mi alma se abrieron. Me volví hacia Dios, que me llamó. Le confesé mis
faltas a un sacerdote y me reconcilié con la Iglesia».
Cristo dice en el Evangelio dice que «no hay amor más grande que el de aquel
que da la vida por sus amigos». Y en buena medida, el amor esponsal es una
amistad sublimada por el amor más grande. El ejemplo de Elisabeth y los frutos
en la vida de Félix ponen de manifiesto la belleza y actualidad del mensaje
cristiano.