25. Formación
Intelectual: Capacidad y hábitos intelectuales
PREGUNTAS PARA ORIENTAR LA DISCUSIÓN EN EL FORO
Nota: no es necesario responder a todas las preguntas, cada uno es libre en
eso. Se sugiere responder sobre todo a aquellas en las que uno tenga alguna idea
o experiencia interesante que pueda enriquecer a los demás, que es de lo que se
trata. Incluso puede comentar una pregunta que corresponda a otro grupo, u otro
asunto relacionado con el tema que estemos viendo.
Sacerdotes
- Cursar los estudios eclesiásticos es un requisito para la ordenación.
¿Es proporcionado el esfuerzo y el tiempo dedicado a este campo con su
importancia y con su necesidad para el ministerio sacerdotal?
- Los jóvenes que llegan al seminario, ¿cuentan con buenos hábitos de estudio?
¿o hay que empezar a construir desde la base?
Seminaristas
- ¿Qué actitudes tienes frente a la necesidad de formarte intelectualmente?
¿Resignación: “hay que estudiar”? ¿Profunda conciencia de tu misión?
Otros participantes
- ¿En qué circunstancias se percibe y valora más la altura de la formación
intelectual de un sacerdote?
25. Formación Intelectual: Capacidad y hábitos
intelectuales
Importancia de la formación intelectual
Sin duda el rasgo más importante del sacerdote es que sea hombre de Dios. Es
también verdad que la formación humana del sacerdote resulta en muchas ocasiones
determinante -sobre todo en los primeros contactos- para el acercamiento a
Cristo y a la Iglesia de numerosos hermanos nuestros. Pero no basta. El
sacerdote católico, por su función profética, está llamado a ser "maestro". Es
el mismo Maestro quien lo envía: «Enseñad a todas las gentes» (cf. Mt 28,19).
Por eso conviene detenerse a considerar su formación intelectual como uno de los
campos fundamentales de la preparación del seminarista.
Hoy, más que en el pasado, se pedirá al sacerdote que esté siempre dispuesto a
dar respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza (cf. 1 Pe 3,15).
Dispuesto y preparado, naturalmente. Los hombres acudirán a él para pedirle la
luz de Dios sobre los problemas que los angustian. Esperarán de él respuestas
claras basadas en la fe y en el conocimiento profundo del corazón humano.
En una civilización como la nuestra, tan desarrollada en las ciencias y en la
técnica, el sacerdote afronta, dentro y fuera de la Iglesia, circunstancias muy
complejas, y ambientes frecuentemente hostiles o indiferentes. El sacerdote es
llamado hoy a ser pastor de hombres y mujeres más adultos, más críticos, más
informados; inmersos en un mundo ideológicamente pluralista donde el
cristianismo está expuesto a múltiples interpretaciones y sospechas por parte de
una cultura cada vez más extraña a la fe (cf. Congregación para la Educación
Católica, La formación teológica de los futuros sacerdotes); un mundo con
numerosos problemas morales intrincados, permeado por abundantes sectas que
ofrecen soluciones fáciles e inmediatas a las necesidades religiosas de la
persona, desconcertado por desviaciones doctrinales. Todo esto exige del
sacerdote actual una ciencia y una cultura apropiadas, que hagan posible el
contacto con los hombres de su época, y eficaz la transmisión del Evangelio.
No está de más recordar a los formadores y a los alumnos que la falta de
preparación intelectual no se suple con nada: ni con fervor, ni con un gran
corazón, ni con talento, ni con vastos planes de apostolado. De ordinario, la
gracia actúa a través de la calidad de los instrumentos y no suele hacer fecunda
la acción del apóstol que, por pereza, cobardía o irresponsabilidad ha
descuidado su preparación intelectual.
La formación intelectual no se reduce al cumplimiento de un currículum
académico. Además de adquirir ciertos conocimientos, el alumno debe potenciar y
afinar sus capacidades intelectuales, y lograr aquellas disposiciones y hábitos
que harán de él una persona intelectualmente madura. Es entonces cuando dará
todo su fruto la asimilación de un bagaje de contenidos, que debe ser lo más
amplio y profundo posible, en los campos de la filosofía, la teología y la
cultura general. Finalmente, podemos considerar también parte de esta área la
capacidad de comunicar eficazmente a los demás esos contenidos.
Formación de las capacidades y los hábitos intelectuales
En el apartado sobre la formación humana hemos tratado con cierto detenimiento
lo que atañe a la educación de las facultades interiores. Bastará por tanto aquí
recordar que los formadores deben tener en cuenta siempre esa dimensión interior
del formando cuando piensan en la formación intelectual. Al dar una clase, al
orientar al formando en su preparación académica, etc., no deben contentarse con
que el estudiante asimile unos conocimientos. Lo principal es que desarrolle su
capacidad de adquirirlos y de manejarlos eficazmente. El enfoque y estilo que se
dé a la enseñanza y al estudio pueden influir notablemente sobre la maduración
de la inteligencia, la memoria, la imaginación, etc.
Es también importante que los formadores se preocupen por ayudar al formando
para que vaya forjando ciertas disposiciones y actitudes que harán de él un
hombre intelectualmente maduro. Con cierta frecuencia llegarán al seminario
jóvenes que no saben lo que es estudiar en serio. Si no se logra que tomen una
actitud positiva y responsable ante el deber de formarse intelectualmente, su
inteligencia, memoria, imaginación, y todas sus cualidades, por muy brillantes
que sean, quedarán inútilmente sepultadas, como el talento del siervo temeroso.
Es preciso, por tanto, saber motivar, orientar, incentivar continuamente a los
estudiantes. Hay que lograr que quieran de verdad estudiar, aunque no les agrade
naturalmente el estudio. No sólo, es también necesario que a base de esfuerzo y
dedicación continua lleguen a formar buenos hábitos de vida intelectual: que
sepan concentrarse rápida y establemente en la lectura de un libro, que puedan
seguir activamente una clase o una conferencia, etc. Esos hábitos, además de
producir abundantes frutos en el aprovechamiento de los cursos del seminario,
serán la mejor garantía de que, dejado el centro de formación tras la ordenación
sacerdotal, seguirán preparándose intelectualmente, como una de las facetas de
su formación permanente.
LECTURAS RECOMENDADAS
MISA DE INAUGURACIÓN DEL AÑO ACADÉMICO
EN LAS UNIVERSIDADES ECLESIÁSTICAS PONTIFICIAS
HOMILÍA DEL CARD.
ZENON GROCHOLEWSKI
Prefecto de la CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA