CATEQUESIS IMPORTANTE SOBRE LA EXPLICACIÓN DE LA SANTA MISA



Con licencia eclesiástica
ISBN:84-7693-083-6 8~7693-083-6
Depósito legal: B-34826-l990
Printed in Spain
Impreso en España por G.M.S. IBERICA, S.A.


INDICE

 Presentación 

 Catequesis importante sobre la Santa Misa ... 

Misterio de fe

La Santa Misa 

Las lecturas bíblicas 

Liturgia de la Eucaristía 

Plegaria eucarística 

Transición 

Consagración

¿Por qué se sacrificó Jesucristo en el Calvario muriendo en una cruz?

¿Por qué decimos que el sacrificio de la misa es el mismo del Calvario? 

Fines de la Misa 

La Misa y el sacrificio del Calvario 

Miremos a la hostia Santa 

Después de la Consagración 

Rito de Comunión o sagrado banquete 

El "Padre Nuestro" 

Rito de la paz 

Fracción del pan 

Comunión 

Invitación a los fieles

 

PRESENTACIÓN

La razón por la que me muevo a dar una explicación sobre la Misa es por creer que es mucha la ignorancia que tiene el pueblo cristiano, y mi intento es contribuir a que todos la conozcan, la estimen y la viva.

El deseo de la Iglesia manifestado en el Conc. Vaticano II y ya antes en otros documentos, especialmente en la Encíclica "Mediator Dei" de Pío XII es que se instruya sin cesar a los fieles acerca de lo que es la Misa, su obligación, sus fines y su participación en el sacrificio eucarístico "en cuya comparación nada puede ser tan honroso y agradable a Dios".

Dios dice en sus mandamientos: No mates, no robes... y también añade: Santifica las fiestas y éstas se santifican especialmente oyendo el sacrificio de la Misa. La Iglesia da a la Misa mucha importancia. El Papa Juan XXIII dijo que "el cristiano no debe estimar nada por encima del Santo sacrificio de la Misa", y es porque su valor es grande, pues, como dice San Juan Crisóstomo, "la celebración de la Misa, en cierta manera, vale tanto cuanto vale la muerte de Cristo en la cruz... Y ¿cuál es el precio de la sangre de Cristo derramada en la cruz? Es el precio de nuestra redención.

Para entender mejor estos términos de rescate y redención, recordaremos que antiguamente los cristianos que eran esclavos de los musulmanes o estaban en sus cárceles, eran rescatados o librados de ellas mediante un precio o cierta cantidad de dinero.

Ahora también existen muchos hombres esclavos o como atados con las cadenas del pecado, del demonio y de la muerte eterna. Y ¿sabéis lo que ha hecho Jesucristo para librarnos de esta triple cadena y rescatamos de nuestros enemigos? Jesucristo, como leemos en la Biblia nos ha rescatado "no con plata y oro corruptible, sino con su sangre preciosa, como cordero sin defecto ni mancha" (1 Ped. 1,18-19; Ef. 1, 7).

El gran sacrificio que Cristo, como Sumo Sacerdote, ofreció por la humanidad en el Calvario (y que fue anticipado por Él en la última Cena con sus apóstoles), se renueva o actualiza ante nosotros y se hace presente en cada Misa en el altar, es decir: La Misa es el mismo sacrificio que hizo Jesucristo de su propia vida en el Calvario, pendiente de la cruz, para satisfacer a Dios por nuestros pecados (como luego explicaremos).

Si a alguno "no le dice nada la Misa" y llega a decir que "una Misa más o menos poco importa", es sencillamente porque "no la vive", y no la vive porque no la conoce, y porque no conoce su valor infinito, no la ama, cumpliéndose así el adagio filosófico: "Nada se quiere o se ama hasta que no se conoce".

He escrito ya dos libros para explicar la Santa Misa, pero en este pequeño trabajo pretendo hacer un resumen y' exponer lo mejor posible al alcance de todos lo más esencial de ella para que como ya he dicho, la conozcan, la estimen y la vivan.

Benjamín MARTIN SANCHEZ Zamora, 1 mayo 1989.

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CATEQUESIS IMPORTANTE sobre LA SANTA MISA

¿Qué es la Misa?

La Misa es d mismo sacrificio del Calvario, el que Jesucristo ofreció en la cruz para la salvación de todos los hombres.

En el Credo dcl Pueblo de Dios, decimos:
"Creemos que la Misa celebrada por el sacerdote, representante de la persona de Cristo..., es el sacrificio del Calvario, hecho presente sacramentalmente en nuestros altares".

¿Hay alguna diferencia entre el sacrificio del Calvario y el de la Misa? Entre el sacrificio de Cristo en la Cruz1 en el monte Calvario, y el de la Misa no hay diferencia alguna más que en el modo de ofrecerse.

- El sacrificio de la cruz fue "sangriento" y no se ofreció más que una vez para nuestra redención, o sea, por todos los pecados del mundo.

- El sacrificio de la Misa es un sacrificio "incruento", o sea, sin derramamiento de sangre que se renueva infinitas veces y fue instituido por el mismo Jesucristo para "aplicarnos" los méritos de la redención, esto es, los frutos o gracias del 'sacrificio del Calvario.

Nosotros, al asistir a Misa, nos ponemos en contacto con Jesucristo y participamos del cúmulo de gracias que nos "mereció" en la cruz, especialmente por medio de la Eucaristía... De los frutos o gracias de la Misa participan todos, pero más especialmente los que asisten a ella...


Misterio de fe

Tenemos que tener presente que la Misa es "Misterio de fe", porque es algo oculto y misterioso, porque no cae su contenido bajo la acción de nuestros sentidos. Mas nuestra fe estriba en la palabra de Dios.

En la Misa vemos al sacerdote, y él, sea santo o pecador, en el momento de la consagración representa a Cristo, y mejor dicho, el que entonces actúa es el mismo Cristo, que dice: ESTO ES MI CUERPO... ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE..., pues en ese momento es el mismo Cristo quien habla y se ofrece al Padre por el ministerio del sacerdote.

El sacerdote consagra primero el pan y luego el vino separadamente para representar mejor a Cristo como Víctima en el sacrificio. Sabemos por la fe que en el momento de la consagración desaparece el pan y el vino y en su lugar aparece Jesucristo bajo los accidentes del pan y del vino. Nosotros1 sin embargo, seguimos viendo esos accidentes, sin ver a Jesucristo. Y ¿por qué no le podemos ver? Porque Jesucristo quiere que se le crea y nos fiemos de El, aunque no lo comprendamos.

Fijémonos en estas palabras de Jesucristo:

"Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo. Quien come de este pan vivirá eternamente y yo le resucitaré en el último día; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del inundo... En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre no tendréis vida en vosotros... (Jn. 6,5 1-56).

Y esto que prometió lo cumplió en la última Cena, cuando tomó pan en sus manos y bendiciéndolo dijo a sus discípulos: "Tomad y comed: ESTO ES MI CUERPO que será entregado por vosotros... " (Mt. 26,26; Lc. 22,19)...
Jesucristo es Dios y es el que nos ha dicho que El es el pan de vida, y que ese pan es su misma carne... y por eso lo creemos.

Todo esto lo iremos explicando, especialmente al hablar de la consagración. Vamos a explicar la Santa Misa desde su comienzo.

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LA SANTA MISA

Explicación introductoria


En general diremos que la Misa tiene dos partes fundamentales, que son:

1. La Liturgia de la Palabra, en la que Dios nos habla por medio de las lecturas bíblicas: La Epístola y el Evangelio.

2 La Liturgia de la Eucaristía que es la principal, porque Cristo se hace presente sobre el altar por las palabras de la consagración, y como complemento de esta parte tenemos la Comunión.

Explicación de algunas ceremonias:

El sacerdote, revestido de ornamentos sagrados, sale de la sacristía y se dirige al altar.

Los ornamentos sagrados son su traje especial de embajador nuestro ante Dios, y ante Él habla en nombre de todos.

- El altar representa el Calvario o Gólgota donde Cristo fue crucificado y donde ahora se actualiza aquel sacrificio de su Pasión y Muerte... y también representa al mismo Cristo. El sacerdote al llegar al altar lo besa en señal de amor al mismo Cristo y lo hace también en nombre de los fieles...

- El sacerdote tiene una doble función: unas veces representa a Cristo. Mediador entre Dios y los hombres, y otra en nombre de Cristo, o mejor dicho, "en la persona de Cristo", vg. cuando dice en la consagración: Esto es mi cuerpo, es Cristo el que actúa a través del sacerdote celebrante, y lo mismo que decimos al hablar de los sacramentos debemos decir de la Misa... Cuando el sacerdote absuelve, diciendo: Yo te absuelvo, es Cristo el que absuelve; y cuando el sacerdote bautiza, es Cristo el que bautiza..., y por lo mismo cuando él pronuncia: Esto es mi cuerpo, es Cristo quien lo dice, son sus palabras.
Otras veces el sacerdote representa al pueblo vg. cuando ora en favor de todos...


Comienzo de la Misa

- La señal de la cruz. "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Juntamente con el sacerdote deberán hacerla los fieles con fe y devoción, pues Cristo murió en la cruz por redimirnos.

- Saludo al pueblo. El sacerdote puede saludar a los fieles con una de estas fórmulas:

"La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo este con vosotros", o bien diciendo: "El Señor esté con vosotros".

El pueblo responderá: "Y con tu espíritu".

- Acto penitencial. El sacerdote celebrante invita al pueblo a reconocer sus pecados y a pedir perdón, y tanto él como la comunidad que asiste a la Misa se declaran pecadores, haciendo una confesión genérica para obtener el perdón de sus faltas veniales (para el perdón de los pecados mortales hay que hacer confesión sacramental).

- Kyrie: Señor, ten piedad, forma parte del acto penitencial. Es una bella oración de reconciliación con Dios. El que tenga un pasado lleno de pecados, recuerde la del publicano:

"Señor, ten piedad de mi que soy un hombre pecador"

- Gloria. En las fiestas y domingos que no sean de adviento o de Cuaresma, se dice el "Gloria", cántico de alabanza, el de los ángeles en la Navidad del Señor. El Gloria tiene tres partes: Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

- Colecta. Sigue una oración, llamada "colecta=Súplica de la Iglesia reunida". Al decir el sacerdote: Oremus, es una invitación que nos hace para que oremos todos, pues es una oración de la Iglesia, y el sacerdote la hace en nombre del pueblo.

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1º Parte de la Misa

LAS LECTURAS BIBLICAS

Hemos expuesto brevemente lo que podemos llamar introducción a la Misa, en la que hemos rezado. Ahora Dios nos habla por medio de las lecturas bíblicas: la Epístola o cartas de los apóstoles y el Evangelio. La Sagrada Escritura de la que están tomadas las lecturas, es la palabra de Dios escrita, y por eso al terminar la lectura de la Epístola, se dice: "Palabra de Dios", y el pueblo responde: "Te alabamos, Señor".

Antes de leer el Evangelio, el sacerdote se inclina ante el altar y dice en secreto esta oración: "Purifica mi corazón y mis labios, Dios omnipotente, de manera que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio", y a continuación dice: El Señor esté con vosotros, y es como una advertencia que hace a todos para que se dispongan a oír el Evangelio. En el Evangelio nos ponemos de pie para indicar que estamos dispuestos a oír la palabra de Dios y cumplirla.

Terminada la lectura del Evangelio, el sacerdote dice: "Palabra del Señor", y el pueblo contesta: "Gloria a Ti, Señor Jesús", y besa el Evangelio, y en las misas solemnes lo inciensa. Este libro merece el máximo honor por contener y ser palabra de Dios.

- La homilía. Esta suele ser una explanación más desarrollada y viva de las lecturas de la Sagrada Escritura.

- El Credo o Profesión de fe se recita los domingos y ciertos días de fiesta, tomando parte sacerdotes y fieles, pues todos profesamos la misma fe.

- Oración de los fieles. Con esta oración termina la "Liturgia de la Palabra". En ella se elevan súplicas por la Santa Iglesia, por los gobernantes, por los oprimidos de varias necesidades, y a veces por intenciones particulares y por todos los hombres.

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2 a Parte de la Misa

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

Hasta aquí hemos explicado lo que podemos llamar la Antemisa, y ahora empieza la parte principal de la Misa, que comprende otras tres partes: 1) Presentación de los dones, o sea, del pan y del vino, que se llevan al altar, y se ponen sobre los corporales, y que luego se convertirán en el cuerpo y sangre de Cristo. 2) La consagración, y 3) la Comunión.


1. Presentación de los dones

Ahora el pan y el vino no tienen un sentido directo de ofertorio, sino el de una simple presentación, pues a Dios no le ofrecemos pan y vino, sino que le bendecimos o alabamos por el pan y el vino en el momento de presentarlos, los que después mediante la oración consecratoria, serán "pan de vida" y "bebida de salvación", y entonces es cuando le ofrecemos a Dios el cuerpo y la sangre de Cristo.

- Presentación del pan. El celebrante toma el pan sobre la patena y dice: "Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan, fruto de la tierra, etc...". Y el pueblo responde: "Bendito seas por siempre, Señor".

Este texto tiene un nuevo sentido. La palabra "bendito seas" equivale a "alabado seas", pues no pedimos la bendición de Dios sobre el pan. El pan que recibimos de la generosidad de Dios es una bendición suya, bendición que parte de El y nos comunica fuerza, vida y energía.

Nosotros le devolvemos a Él, alabándole al reconocer su procedencia divina. "Bendecir a Dios" es hablar bien de Dios, alabarle, ensalzarle.

- Presentación del vino. Después de echar un poco de vino en el cáliz, echa también unas gotitas de agua, y pronuncia en silencio esta oración:

"Concédenos por el misterio de este agua y vino, que participemos de la divinidad de aquel que se dignó participar de nuestra humanidad".

Luego, elevando un poco el cáliz sobre el altar, hace la presentación del vino, diciendo:

"Bendito seas, Señor, Dios del universo por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, etc. El pueblo responde: "Bendito seas por siempre, Señor".

- Después de la presentación del pan y del Vino. El sacerdote se inclina sobre el altar y dice en secreto:

"Con espíritu de humildad y corazón contrito seamos recibidos por Ti, Señor, y de tal manera sea ofrecido hoy nuestro sacrificio en tu presencia, que te sea agradable, ¡Señor Dios!" (Un corazón contrito y humillado, Dios no lo desprecia: Sal. 51,19).

- Lava luego las manos diciendo: "Lava, Señor, mi iniquidad y purifica mi pecado". Este es un rito con el que se expresa el deseo de interior purificación.

- Orad hermanos... El sacerdote, vuelto al pueblo extendiendo y uniendo las manos, dice: "Orad hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro, sea agradable a Dios Padre Todopoderoso"

Esta es una invitación solemne que hace el sacerdote a la asamblea, para que todos oren juntamente con él, a fin de que el sacrificio "mío y vuestro" (pues no hay más que un solo y mismo sacrificio, una sola y misma Misa) sea aceptable al Señor: mas notemos que dice el sacerdote ministerial "mío" porque es el que consagra "en persona de Cristo", el que lo representa, y luego añade y "nuestro", porque Cristo dejó a su Iglesia un sacrificio visible, y todos deben unirse al celebrante como "cooferentes"

Los fieles recogiendo esta invitación, inmediatamente responden: "El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia".

- La oración de las ofrendas. Con esta oración, llamada antes "secreta", en la que el sacerdote ruega a Dios no desprecie las ofrendas del pueblo, termina la primera parte de la liturgia de la Eucaristía.

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PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Hay cuatro "plegarias eucarísticas" ordinarias. Fijémonos en la II la más oportuna para los días ordinarios entre semana. Esta es una oración de acción de gracias y de santificación. Empieza con el Prefacio, que significa "Prólogo". Es un cántico de alabanzas y de acción de gracias.

Prefacio

Después de decir el celebrante con las manos extendidas: "El Señor esté con vosotros"... invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios y darle gracias, y así dice: "Levantemos el corazón" de la tierra hacia Dios... y "demos gracias al Señor, nuestro Dios"... Estas palabras tienen un significado bien específico, equivalen a decir: "Consagremos la Eucaristía"..., pongámonos a celebrar el santo sacrificio, que es la "acción de gracias", y esto significa "Eucaristía"...

- El Sanctus. Al prefacio sigue el trisagio: "Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios del universo, llenos están en los cielos y la tierra de tu gloria"...

Este es el canto de los ángeles, el que ellos cantan continuamente en el cielo (Is. 6), y con ellos, presentes en el sacrificio de nuestros altares, debemos entonar a la Majestad de Dios.

- El Benedictus. Sigue el canto de los apóstoles o del pueblo, que entonaron en la entrada de Jesús en Jerusalén el domingo de Ramos:

"Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en el cielo". Fijémonos bien en estas palabras: "Bendito el que viene" pues el que viene ahora es Cristo al altar, recordándonos su sacrificio cruento del Calvario.

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Transición

El celebrante, reconociendo que Dios es el autor de toda santidad (y que con razón deben alabarle todas sus criaturas), dice: Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad.

Poniendo luego las manos sobre la ofrenda, implora el poder divino, para que el pan y el vino queden consagrados, es decir, se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo, y para que la Hostia inmaculada que se recibirá luego en la comunión sea para la salvación de quienes la reciban.

El sacerdote extiende a continuación las manos sobre el Cáliz y la Hostia, indicándonos que está próximo la Consagración, la inmolación de la Víctima divina, y todos (si no están impedidos) deben caer de rodillas para disponerse a adorarla.

(Los sacerdotes de la Antigua Ley solían extender sus manos sobre los animales que iban a ofrecer en sacrificio, como queriendo hacer pasar sus pecados sobre la víctima que se inmolaba.) (Véase Levítico 4,24). Era una ceremonia que tenía este significado: la satisfacción del pecado por sustitución.

Ahora la liturgia quiere darnos a entender que, sobre la Víctima que va a sacrificarse en el altar, sobre Jesucristo recae la deuda abrumadora de nuestros pecados y los del mundo.

La inmolación de Cristo en la Cruz vuelve a reproducirse en el sacrificio de la Misa de un modo real, aunque incruento y sacramental.

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2. CONSAGRACIÓN DEL PAN Y DEL VINO

Esta es la parte principal y más esencial de la santa Misa. La virtud de la consagración aparecerá sobre el altar el cuerpo y la sangre del sacrificio de Cristo.

En este momento el sacerdote celebrante identificado con Cristo, hace lo que El hizo: toma el pan como Él en sus manos... y dice su fórmula consecratoria, o sea, sus mismas palabras omnipotentes y creadoras que realizan 10 que significan, esto es, la misma maravillosa con versión total o transubstanciación, que obraron en la última Cena, al decir: " Tomad y comed: ESTO ES MI CUERPO que será entregado por vosotros"

Terminada la consagración del pan, el sacerdote levanta la sagrada Hostia consagrada, es decir, muestra al pueblo el Santísimo Sacramento para que le adore, humildemente oculto bajo los accidentes del pan. Después lo coloca sobre la patena, puesta sobre los corporales, y se arrodilla él también para adorarle...

- Consagración del vino. Prosigue el relato de la Consagración del vino, en la que el sacerdote celebrante pronuncia las mismas palabras que Cristo pronunció sobre el cáliz: "Tomad y bebed todos de él porque ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA".

El sacerdote celebrante levanta a continuación el cáliz para que el pueblo lo vea y pueda adorar la sangre de Jesucristo, la Víctima divina, y luego lo pone sobre los corporales, y se arrodilla él también para adorarla.

Todos debemos mirar con gran veneración y fe la Hostia Santa, al igual que en otro tiempo los judíos miraban en el desierto aquella misteriosa serpiente, figura de Cristo en la cruz y que Dios mandó hacer a Moisés, para que cuantos la mirasen, arrepentidos de sus pecados, quedaran sanos.

Advertencia

Notemos que en la consagración se consagra primero el cuerpo de Cristo y luego separadamente la sangre, para representar mejor a Cristo como Víctima en el sacrificio, pues la Misa es el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Jesucristo que se ofrece a Dios por ministerio del sacerdote en memoria y renovación del sacrificio de la cruz.

Como dice Juan Pablo II en la Carta Dominicae Cenae, "en virtud de la consagración, las especies del pan y del vino, representan (hacen presente), de modo sacramental e incruento, el sacrificio cruento propiciatorio ofrecido por Él en la cruz al Padre para la salvación del mundo."

- Terminada la consagración, el sacerdote dice: Este es el sacramento de nuestra fe. Y el pueblo contesta; "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!".

Para entender mejor este misterio de fe, vamos a responder a estas dos preguntas:

1 ¿Por qué se sacrificó Cristo en el Calvario, muriendo en una cruz?

2 ¿Por qué decimos que el sacrificio de la Misa es el mismo que el del Calvario?

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Algo de historia

¿ Por qué se sacrificó Jesucristo en el Calvario muriendo en una cruz?

Para entender el por qué del sacrificio de Jesucristo en la cruz (y así saber apreciar el valor de la Santa Misa), tenemos que remontarnos al principio de la creación Dios creó a nuestros primeros padres para que fueran felices, y sometidos a una prueba, pecaron. Aquel pecado llamado "original", porque de ellos trae "origen", y luego nuestros pecados personales, son una gran ofensa hecha a Dios, y como tal ofensa necesitaba una reparación.
 

* * *

El hombre salido puro y hermoso de manos de Dios Creador, al reconocerse hechura de Dios, y como ser dependiente de El, le ofrecía el sacrificio de adoración como a Dueño y Ser Supremo de su vida, y también el sacrificio de acción de gracias por los bienes recibidos de Él; mas desde que el pecado entró en el mundo, el sacrificio a Dios era con el fin de expiar o reparar la ofensa del pecado y reconciliarse con El.

* * *

Por la Biblia sabemos que, desde los primeros hombres creados por Dios, hubo sacrificios de frutos y animales ofrecidos a El como Creador. Abel, pastor, sacrificaba a Dios lo mejor de su rebaño, y Caín, labrador, hacía ofrendas de sus cosechas..., y en el decurso de los siglos, como vemos en el libro del Levítico, el pueblo de Israel, ofrecía a Dios sacrificios u ofrendas de corderos, bueyes y otros animales... en reconocimiento de su supremo dominio y como en sustitución de sí mismo por el pecado.

* * *

Los sacrificios de la Antigua Ley tenían su valor y agradaban a Dios en cuanto que eran figura del sacrificio de la cruz; pero en sí eran imperfectos, y como imperfectos Dios los desechó, y a estos los vino a sustituir el sacrificio del Calvario, o sea, el de Jesucristo que se ofreció en la cruz como víctima por el pecado. Y por eso dice San Pablo: Es imposible que la sangre de toros y de machos cabrios borre los pecados. Y luego añade, poniendo en labios de Jesucristo estas palabras: Tu no has querido sacrificios ni ofrendas; materiales: pero me has dado a Mi un cuerpo -para que lo ofrezca en sacrificio-... (Heb. 10,4-7).

Dios, al hacerse hombre, tomó un cuerpo mortal y pasible, y como hombre pudo sufrir y como Dios pudo dar a sus sufrimientos un valor infinito, capaz de pagar con exceso toda deuda, o sea, todas nuestras maldades y ofensas y las del género humano.

* * *

Hemos de reconocer que la reparación por el pecado no podía sustituirla cl hombre por el sacrificio u ofrenda de animales..., ni él podía satisfacer a Dios por sus pecados, porque la ofensa se mide por la dignidad de la persona ofendida, y crece en relación a tal dignidad. Un soldado vg. da una bofetada a otro soldado, compañero suyo, y no reviste tanta gravedad como si se la diera a un capitán o un general. Pues bien, al ser Dios el ofendido, nuestro pecado o culpa como ofensa hecha a Dios, es casi infinita, esto es, reviste una gravedad infinita por razón del término o persona divina a la que hemos ofendido, y exige, por tanto, una satisfacción o reparación de valor infinito, y ésta no la podía hacer el hombre, y de aquí que sólo el Hombre-Dios, Jesucristo, persona de valor infinito pudiera redimirnos del pecado con su sangre.

* * *

El célebre monte del Calvario (que está hoy en el centro de la ciudad de Jerusalén) es el lugar donde Jesucristo quiso ser sacrificado por la redención del mundo, siendo su único sacrificio el de valor infinito. Allí, como nos dice la Sagrada Escritura, "Cristo se dio a sí mismo en precio del rescate por todos" (1 Tim. 2,6), y el efecto del sacrificio de su muerte fue nuestra redención (Ef. 1,7; 1 Ped. 1,18), "siendo propiciación por nuestros pecados y los de todo el mundo" (1 Jn. 2,2).

Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores (1 Tim. 1,15) y "fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rom. 5,10), como leemos en la Escritura Santa.

* * *

¿Por qué quiso Dios que fuéramos así redimidos con la pasión de Jesucristo, con su muerte en la cruz? No hallamos otra explicación que ésta: Porque nos amó hasta el exceso. "Tanto amó Dios al mundo que le dio su Unigénito Hijo, para que el que crea en Él no perezca..., sino que sea salvo por Él (Jn. 3, 16 -17). Y Jesucristo al querer ser entregado a la muerte por nosotros, dijo: "No hay mayor prueba de amor que dar la vida por sus amigos" (Jn. 15,13), y luego dirán los apóstoles:

"Me amó y se entregó a la muerte por mi" (Gál. 2,20). "En esto hemos conocido el amor de Dios en que Él dio su vida por nosotros" (1 Jn. 3,16).

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¿Por qué decimos que el sacrificio de la Misa es el mismo del Calvario?

Lo decimos por varias razones: Primera, porque el profeta Malaquías, cinco siglos antes anunció el sacrificio de la Misa, siendo éste el que había de sustituir a todos los antiguos sacrificios. Malaquías reprende a los sacerdotes de su tiempo, porque los sacrificios que ofrecían a Dios no tenían valor; verdadero y en ellos no podía complacerse El, pues no ofrecían los animales sin mancha, ordenados por la ley, sino lo peor de los ganados, "lo mutilado, lo cojo, lo enfermo" y por eso el Señor les dice por el profeta:

No me son gratas vuestras ofrendas, porque desde que nace el sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio, una oblación pura; porque grande es mi nombre entre las naciones (Mal. 1,11).

Según esta profecía, vendría un día en que en todo lugar se ofrecería al Señor una hostia pura, un sacrificio renovado en toda la redondez de la tierra. Tal sacrificio no es otro que el de la Misa, renovación perpetua del sacrificio de la cruz, que vino a sustituir a todos los sacrificios de la ley mosaica.

* * *

La profecía de Malaquías es evidente que se refiere a la Misa como único y verdadero sacrificio de la Nueva Ley, pues sólo en ella tiene su cumplimiento porque en ella se ofrece una Hostia pura en todo lugar. Más de trescientas mil misas se celebran todos los días en la tierra, y no hay instante del día y de la noche en que no se ofrezca este sacrificio. Cuando acaba en Europa empieza en América. San Agustín dirá a este propósito:

"Abrid los ojos por fin, y ved cómo de Levante a Poniente, no en un solo lugar... sino en todos, se ofrece el sacrificio de los cristianos; no a un Dios cualquiera, sino al que predijo esto, al Dios de Israel".

* * *

Segunda razón, por la que decimos que la Misa es el mismo sacrificio del Calvario es ésta: Porque Jesucristo dijo a sus apóstoles

"Yo soy el pan vivo bajado del cielo... y el pan que Yo daré (en comida) es mi carne... (Jn. 6,22s). Esta fue la promesa que hizo Jesús de dar carne en comida (de un modo sacramental, pero real) y la cumplió al instituir en la última Cena el Santísimo Sacramento. Víspera de su muerte y después de la cena legal, Jesús dijo a sus apóstoles: Tomad y comed: ESTO ES MI CUERPO, que será entregado por vosotros... ESTA ES MI SANGRE que será derramada por nosotros (Mt. 26,26).

Notemos que Jesús dijo: Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros..., y como no fue entregado por nosotros en la cruz, ni derramada otra sangre que la de Jesús, síguese necesariamente que Cristo verdadero Dios y verdadero hombre está en la Eucaristía.

* * *

Notemos también que entonces pronunció Jesús estas significativas palabras: HACED ESTO EN CONMEMORAClÓN MÍA. Es decir: HACED ESTO, lo que Yo mismo he hecho y como lo he hecho. Hacedlo en memoria de mis padecimientos y de mi muerte, que renovaréis cuantas veces hagáis esto, hacedlo en memoria de la nueva alianza que he hecho con los hombres, ofreciendo mi sangre en sacrificio...

El sacerdote ahora "en persona de Cristo", al decir: ESTO ES MI CUERPO, hace presente a Cristo sobre el altar. De este modo la santa Misa es un recuerdo vivo del Señor, una conmemoración llena de vida, porque en el momento que celebramos este recuerdo, el Señor se presenta realmente en medio de nosotros, aunque bajo las especies de pan y vino, esto es, en el momento de la consagración, sobre el altar está aquel cuerpo que murió por nosotros en la cruz, aquella sangre que fue derramada en la cruz hasta la última gota por nosotros.

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Fines de la Misa

Son los mismos que tuvo Jesucristo en la cruz: Adorar, dar gloria a Dios Padre, reparar por los pecados de los hombres y pedir gracias y favores...

Bien podemos decir que la Misa es Jesucristo presente en el altar, que se ofrece por nosotros, así como se ofreció en la cruz, y se sacrifica también por nosotros.

Por eso decimos que la Misa es el mismo sacrificio de la cruz renovado y actualizado de modo incruento sobre el altar.

* * *

Los deberes fundamentales que todo hombre tiene para con Dios son: La adoración ("Adorarás al Señor tu Dios", pues somos seres dependientes de Él), la acción de gracias ("¿Qué tienes que no hayas recibido?"); la expiación o reparación de las ofensas..., y la petición de sus beneficios, mas para poder cumplir estos deberes de una manera perfecta e infinita, cual Dios se lo merece, sólo por medio de Jesucristo lo podemos hacer. Y esto lo realiza Él en la Misa.
Jesucristo, pues, en la Misa adora, alaba y glorifica a Dios Padre, y se ofrece en holocausto de propiciación por nuestros pecados, y da gracias por nosotros, sus hijos ingratos y colmados de beneficios, y conociendo nuestras necesidades e indigencia, impenetra una lluvia de bendiciones y de gracias que El y sólo Él puede obtenemos... Su adoración, su expiación, su acción de gracias y su impetración, son divinas, son de un valor infinito.

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La Misa y el sacrificio del Calvario

El sacrificio de Cristo en la cruz se reproduce, como tenemos dicho, ahora diariamente en la santa Misa; más conviene advertir que entre el sacrificio del Calvario y el de la Misa no existe diferencia alguna, a no ser accidental o en el modo de ofrecerse.

- En el Calvario Jesucristo (Sacerdote y Víctima) se ofreció por Sí mismo, y en la Misa se ofrece por el ministerio de los sacerdotes. Notemos que en el Calvario hubo un solo Sacerdote que fue Jesucristo, y en la Misa hay dos; uno invisible y principal Jesucristo, y otro invisible, secundario e instrumental el sacerdote celebrante.

- En la Cruz Jesucristo padeeú5 y murió y en ella se sacrificó ofreciéndose en forma cruenta, o sea, con derramamiento de sangre y sufriendo terribles dolores, mas en la Misa se ofrece reproduciendo su muerte en forma cruenta, esto es, sin derramamiento de sangre y sin padecer ni morir.

- En la Cruz Jesucristo "mereció" por nosotros todas las gracias; en la Misa "aplica, distribuye" el tesoro de las gracias.

Hemos de reconocer que el sacrificio de la Cruz bastó para redimimos por ser de valor infinito, y reparó potencialmente nuestras ofensas, y si ahora se renueva y actualiza en el sacrificio de la Misa, no es para añadir eficacia a aquél, sino para "aplicamos" los frutos o gracias del sacrificio del Calvario.

Cristo nos obtuvo la redención, pero para que nos aproveche a cada uno en persona, puso algunas condiciones, como son, por ejemplo: la fe, la detestación del pecado, el uso de los sacramentos, la guarda de los mandamientos, etc., sin lo cual no se nos aplican los méritos y satisfacciones de Cristo.

Esto lo aclararemos con un ejemplo:

Si un padre gana en abundancia pan para sus hijos, y estos no lo comen y mueren de hambre, ¿quién, sino ellos son los culpables? Pues esto ocurre en la Misa: en ella se halla inmolado Jesucristo, océano y cúmulo inmenso de todas las gracias necesarias para salvamos, ya que El las ganó para todos, y si ahora no nos acercamos y nos ponemos en contacto con El y no participamos de ese cúmulo de gracias que nos "mereció" en la Cruz, por medio de la Eucaristía y demás sacramentos..., no nos salvaremos y moriríamos en nuestro pecado...

- En la última Cena se ofrecía una Víctima que iba a ser inmolada; en la Cruz la Víctima quedó inmolada en aquel mismo acto; en la Misa se ofrece una Víctima que ya fue inmolada.

El Concilio de Trento nos dice:

"El único sacrificio que Cristo ofreció de manera cruenta en la Cruz, se renueva y prolonga de manera incruenta en el altar y nos aplica los frutos de la redención."
En consecuencia: La Misa es esencialmente el mismo sacrificio del Calvario, es la representación o actualización de aquel sacrificio de Jesucristo en la cruz, pues ha querido por medio de sus sacerdotes y en virtud de las palabras de la consagración aparecer sobre el altar inmolado como Víctima bajo las especies de pan y vino.

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Miremos a la Hostia Santa...

Cuando el sacerdote celebrante eleva la Hostia Santa en la que Jesucristo está real y verdaderamente presente, por ser pecadores y haber ofendido a Dios, todos debemos dirigir a El (que se ofrece a sí mismo como Víctima a su eterno Padre por manos del sacerdote), una oración parecida a la que un día le dirigió un capitán de navío, llamado, Alfonso Albuquerque.

Este capitán, al ver que la nave se iba a pique y que los pasajeros gritaban por tenerse por perdidos ante la gran tempestad levantada en el mar, tomó un niño pequeñito de los brazos de su madre, y levantándolo al cielo, hizo esta oración:
"¡Gran Dios, Dios justo, terrible y omnipotente! Nosotros todos somos pecadores y merecemos mil veces la muerte; pero este niño es inocente. ¡Oh Dios de caridad y misericordia! Por amor de este niño, perdonadnos a todos y salvadnos de la borrasca y de la muerte!".

Tanto agradó a Dios este acto de fe viva, y esta sencilla y fervorosa oración, que pronto cesó el viento, serenóse el cielo, se calmaron las ondas y todos se salvaron.

También nosotros, cada uno en particular en el momento de la elevación puede decir:

"¡Padre eterno, por amor a tu Hijo Jesucristo, Víctima inocente, que cargó con nuestros pecados, perdónanos y llénanos de su gracia!"...

Reconociendo que la Misa es la actualización del sacrificio del Calvario en el que Jesús se ofrece al Padre para la salvación del mundo, nuestro deber debiera ser asistir a ella y, a poder ser, diariamente, para unir nuestras súplicas, con las de las almas santas, a la gran súplica que Jesús eleva al Padre en favor nuestro.
San Leonardo de Puerto Mauricio dijo un día: "Si no fuera por la Misa, a estas horas el mundo se habría hundido ya para siempre bajo el peso de sus crímenes".

* * *

¿Por qué no caen más castigos sobre nosotros? ¿Quién podrá detener el golpe de la justicia divina sobre el mundo pecador? Miremos a Cristo sobre el altar santo. El es el que se interpone entre el cielo y la tierra, esto es, entre Dios Padre y los pecadores.

Un día Jesucristo en el Calvario, elevado entre el cielo y la tierra, ofreciendo su vida, sus dolores y su sangre a la justicia divina, dijo en favor nuestro: "Padre, perdónales.

La Santa Misa es el Calvario renovado, el sacrificio de Cristo en la cruz actualizado, la misma Víctima es elevada en nuestros altares..., y en el momento que el sacerdote la eleva entre el cielo y la tierra, para ser vista y adorada de los fieles, Jesús repite al Padre:

"Padre, perdónales... ".

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Después de la consagración

- Oblación de la Víctima. El celebrante dice luego con las manos extendidas:
Así; pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

La Misa es ante todo memorial del Calvario, que culmina en la resurrección, como causa final de todo. Ahora es cuando la iglesia aquí reunida, ofrece al Padre la Hostia inmaculada: "el pan de vida y el cáliz de salvación". Cristo presente en el altar es el "Pan vivo bajado del cielo, el que da vida al mundo...". Al ofrecer la Hostia inmaculada, debemos aprender a ofrecernos a nosotros mismos...

- Intercesiones Los cristianos hemos de vivir unidos por la participación en la Eucaristía, y formando una grande y santa unión: la Iglesia peregrinante, la Iglesia purgante y la Iglesia celeste o triunfante, y por eso en las intercesiones u oraciones siguientes pedimos por la Iglesia extendida por toda la tierra, por el Papa, por nuestro obispo, por nuestros difuntos, e imploramos la intercesión de la Virgen, los apóstoles y los santos.

- Conclusión de la plegaria eucarística. El sacerdote eleva la patena con la hostia y el cáliz, y con deseo de glorificar a Dios, dice él solo:

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios, Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

El pueblo responde: Amén.

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Rito de Comunión o sagrado banquete

Después de la consagración que es la parte más importante de la Misa, sigue la comunión como parte integrante de la misma.

La Misa es ante todo un sacrificio; pero es sacrificio con comunión de la Víctima sacrificada. Normalmente se da la comunión en la Misa, o sea a continuación del sacrificio.

Hay almas de buena voluntad, pero sin suficiente instrucción, que dicen que van a Misa por comulgar, y separan el sacrificio del sacramento. Tienen buena fe, pero le falta verdadera fe.

Breve instrucción. Todos deben saber que la Misa es sacrificio y sacramento. Prácticamente son inseparables el sacrificio de la Misa y el sacramento del altar; pero se distinguen.

El sacrificio es como la fuente inagotable de vida divina, y el sacramento es como la corriente o torrente que mana de la fuente. En virtud de las palabras de la consagración Jesucristo se hace presente en la Hostia santa, y se ofrece al Padre en satisfacción por nosotros, y en el sacramento se da a los fieles.

Esto equivale a decir que primero es el sacrificio de la Misa, que hace presente a Jesucristo en el altar, y sin este sacrificio no habría tampoco comunión sacramental, ni Santa Reserva, ni exposición ni bendición con el Santísimo.

Primero, pues, en la Misa está la consagración de ambas especies, que constituyen el centro y la esencia del sacrificio, y sigue la sagrada Comunión, que es su suplemento en forma de banquete eucarístico.

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El "Padre Nuestro"

El "Padre Nuestro" recitado o cantado por toda la asamblea, se ordena a la Comunión. Es la mejor oración y la más excelente porque nos la enseñó Jesucristo.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

El sacerdote invita a los fieles a rezar esta oración del "Padre Nuestro", por ser "la oración de la mesa", preparación para el banquete eucarístico.

En esta oración 1) pedimos para Dios su gloria, que el nombre de Dios sea santificado o glorificado y que venga a nosotros su reino..., 2) pedimos para nosotros el pan de cada día, no sólo el pan material, sino también y principalmente el espiritual, que pronto vamos a recibir..., y a su vez el perdón de los pecados, que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal...

- A continuación del "Padre Nuestro" sólo el sacerdote prosigue diciendo:

"Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados de tu misericordia vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo".

La asamblea concluye con esta aclamación:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor.

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Rito de la paz

Después el sacerdote dice: "Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: La paz os dejo, mi paz os doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos:
Amén".

El sacerdote invita a todos a darse la paz:

Daos fraternalmente la paz.

Es el signo del amor cristiano, totalmente contrario a cualquier enemistad o rencor:

Debe hacerse discretamente y no de modo llamativo, y puede hacerse, bien dándose las manos, o simplemente con una pequeña inclinación de cabeza unos a otros.

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Fracción del pan

Esta "fracción" pertenece a las prácticas más antiguas de la Liturgia, y es la que dio nombre a la Eucaristía (Hech. 2,42; 20,7 y 11), y podemos decir que la "fracción del pan" fue el primer nombre de la santa Misa.

El sacerdote fracciona la Hostia sobre la patena y echa una panícula en el cáliz diciendo:

Esta mezcla y consagración del cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo nos sirva al recibirla para la vida eterna.

Mientras tanto el pueblo dice tres veces:

"Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros". En la última vez, en vez de decir: "Ten piedad de nosotros", dice: Danos la paz.

Los fieles con estas invocaciones piden a Jesucristo, el Cordero inmolado por nuestros pecados, que los purifique, para hallarse más dignos de recibirle en la comunión.

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Comunión

"El sacerdote se prepara con una oración en silencio para recibir con fruto el cuerpo y la sangre de Cristo: los fieles hacen lo mismo orando en silencio".

Los fieles que asisten a Misa debieran acercarse a comulgar, porque es la manera de unir-se a la Víctima sagrada, y de participar en el sacrificio; pero no deberán hacerlo los que estén en pecado mortal, pues como dice San Pablo:

"Prepárense a recibir este pan, porque el que indignamente lo recibe (sin las debidas disposiciones) es reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor. 11,25-27).

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Invitación a los fieles

Con la Hostia elevada sobre la patena el sacerdote Se dirige a los fieles:

Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a la cena del Señor

Todos los asistentes se unen al sacerdote
diciendo:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para salvarme.

(A continuación comulga el sacerdote).

Luego se acerca a los fieles que van a comulgar, diciéndoles al presentarles la Hostia:

El cuerpo de Cristo.

El que va a comulgar, responde: AMEN.

Advertencia: Este "Amén" no significa como en el Padrenuestro u otras oraciones: Así sea, sino "ASí ES", es decir, como si dijera:

Tengo por verdadero lo que acabo de recibir, sí, es ciertamente el cuerpo de Cristo".

Después de guardar el sacerdote unos momentos de silencio, sigue la "oración de la comunión", y a continuación bendice a los asistentes:

- El Señor esté con vosotros (Responden: Y con tu espíritu.).

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. (Responden: Amén.).

Podéis ir en paz. (Responden: Demos gracias a Dios.).


CONCLUSION

Amemos la Misa. Amarla no es estar solamente presente, sin más, sino estar con fe, con devoción tomando parte en ella, contestando a las oraciones y contenido de la Misa, es decir, rezando con el sacerdote, con la Iglesia con Jesucristo, no entreteniéndose con otras lecturas ajenas a la Misa. Como dijo San Pío X: "No recéis en la Misa, sino rezad la Misa", y así estableced contacto con el altar, y no ser meros espectadores.

La Misa tiene un valor infinito, porque la Víctima que se ofrece, Jesucristo, es de valor infinito, aunque lo que se nos aplique depende de nuestras disposiciones.

Una sola Misa glorifica más a Dios que le glorificarán en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y los santos, incluyendo a la Virgen María. La razón es porque la glorificación que las criaturas ofrecerán a Dios será todo lo grande que se quiera, pero no es infinita, mientras que la Misa glorifica infinitamente a Dios... y por ello la Misa debe anteponerse a todas las devociones particulares...

La Misa tiene, pues, un gran valor. Vale para adorar y alabar a Dios, para darle gracias por tantos beneficios recibidos, para reparar al Dios ofendido por nuestros pecados, para impetrar gracias...

Los frutos de la Misa son los que parten de la Redención de Cristo, y son especialmente frutos de salvación, gracias espirituales, bien para pedir la conversión de los pecadores, bien para vencer una tentación, para enmendarse... y también gracias de alivio o redención para las almas del Purgatorio... Del fruto de la Misa participan todos, pero más especialmente los que asisten a ella...


Avivemos la fe en la Eucaristía

El templo, nuestra Iglesia, es la casa de Dios, porque El viene a ella todos los días. Y ¿cuándo viene? Viene sobre el altar por la consagración, y por eso podemos decir que la Eucaristía es la Hostia consagrada, la que eleva el sacerdote en la santa Misa para ser adorada de los fieles, ya que en ella bajo los accidentes del pan, está oculta la divina Majestad, y es la Hostia que se encierra en el Sagrario y se nos da en alimento...

La Eucaristía es presencia real de Jesucristo entre nosotros, y por tanto no es una imagen material como las que veneramos en nuestros altares, ni es una reliquia inerte, ni un mero símbolo o recuerdo muerto de cosa que ya pasó, sino "algo vivo, real y permanente y siempre actual entre nosotros". Es el mismo Jesucristo que ha querido morar en nuestros templos y sagrarios, donde "nos espera para compadecerse de nosotros" (Is. 30,18).

Deber nuestro es visitarle. Veamos lo que nos dicen los Papas:

- Pablo VI en la encíclica "Misterium fidei" nos dice: "Durante el día los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo Sacramento... La visita es prueba de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo nuestro Señor, allí presente".

- Pío XII en el "Mediator Dei": "Procurad... que los templos edificados por la fe y por la piedad de las generaciones cristianas en el transcurso de los siglos como un perenne himno de gloria a Dios, y como digna morada de nuestro Redentor, oculto bajo las especies eucarísticas, estén abiertos lo más posible a los fieles, cada vez más numerosos, a fin de que, reunidos a los pies de su Salvador, escuchen su dulcísima invitación: "Venid a Mi todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que Yo os aliviaré"...

- Juan Pablo II dice: "Jesús nos espera en este sacramento de amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo, en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración".

"El Dios de nuestra fe no es un Dios lejano, sino un Dios muy próximo, cuya delicia es estar con los hijos de los hombres (Prov. 8,13)...

"Dios está aquí. ¡Venid, adoradores. Adoremos a Cristo Redentor!".

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