Eucaristía, amor de Cristo hasta el extremo

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo
los amó hasta el extremo.
Los suyos entonces eran los que le veían:
Juan y Pedro y los demás compañeros.
Hoy los suyos somos tú y yo,
todos nosotros; por lo tanto:
"Habiendo amado a los suyos,
- es decir, a los que hoy están en el mundo -
los ama hasta el extremo."

Esto es la Eucaristía:
el amor de Cristo hasta el extremo,
para ti, para mí, durante toda la vida.
Porque la Eucaristía es poner a tú disposición
toda la omnipotencia, bondad,
amor y misericordia de Dios,
todos los días y todas las horas de tu vida.
En cada sagrario del mundo
Cristo está para ti todos los días de tu vida.
Según sus mismas palabras:
"Yo estaré con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo".
Al decir con ustedes, es decir contigo, conmigo.

El sol no te alumbra o calienta menos a ti
cuando alumbra o calienta a muchos.
Si tú solo disfrutas del sol,
o hay millones de gentes bajo sus rayos,
el sol te calienta lo mismo...
te calienta con toda su fuerza.

Así, Cristo se ha quedado
sólo para ti en la Eucaristía,
como si tú sólo lo visitaras,
tú sólo comulgaras,
tú sólo asistieras a la misa.
Allí está, pues, Cristo, medicina de tus males;
pero pide como el leproso:
"Señor, si quieres, puedes curarme".
Pide como Bartimeo:
"Hijo de David, ten compasión de mí".
Pide como el ladrón:
"Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino".
Allí está a todas horas, sólo para ti,
el único bien verdadero,
el único bien perdurable,
el único amigo sincero,
el único amigo fiel;
el único que nos tiende la mano
y nos ayuda y nos ama, en la juventud,
en la edad madura, en la vejez,
en la tumba y en la eternidad.
Cada uno tiene sus problemas,
fallos, miedos, soberbia...
tráelos aquí; verás cómo se solucionan.
Cristo tiene soluciones.

¿Quieres, necesitas consuelo, fortaleza,
santidad, alguna gracia en especial?
Sólo pídela con fe,
y no tengas miedo de pedir milagros,
porque todo es posible para el que cree.

Jesús ha querido quedarse en el Sagrario
para darnos una ayuda permanente.

(Padre Mariano de Blas, L.C.)