Escuela laica o la imposible neutralidad


Diario de Navarra
Miguel Laspalas, presidente Concapa Navarra

La respuesta que Don Jesús María Osés ha dado a mi carta de hace unos días me ha sorprendido por varios motivos que intentaré explicar.En primer lugar, no podía ser menos, por los juicios que en ella se hacen sobre la religión, que no cuadran con el respeto que en su primera carta decía sentir hacia ella. Lo cierto es que cuando yo hablaba de los abusos de la escuela laica me refería a algo mucho más sencillo de lo que él ha supuesto. Pretendía subrayar que implantar la laicidad en las escuelas es un abuso porque limita la libertad de las personas para promover y recibir una enseñanza acorde con sus convicciones. Eso es lo que hicieron las izquierdas durante la Segunda República española tras aprobar la Constitución de 1931.

 

De todos modos, ya que usted ha atribuido a la religión tantos males, me permitiré recordarle que los dos mayores promotores del asesinato y la tiranía en la historia de la humanidad son dos ideologías políticas laicas, a saber y por este orden, el comunismo y el nazismo. Ambos, dicho sea de paso, persiguieron con singular entusiasmo a los judíos, y no precisamente por motivos religiosos. Me parece que después de tales experiencias, no es posible ya sostener que la causa de la intolerancia es el enfrentamiento religioso. Más bien habría que pensar que su raíz está en determinadas tendencias que forman parte de la naturaleza humana. Por lo demás, los crímenes de los católicos no disculpan ni disminuyen la gravedad de los crímenes de los laicistas, como usted parece creer. Eso sí que es cosa de niños: ¡Qué yo soy malo! ¡Pues tu más!

 

Todavía me ha sorprendido más que la única razón que el Sr. Osés aduce para proscribir la religión de la escuela son los pasados crímenes de las religiones. La verdad es que, si empezamos a eliminar de ella todo lo que ha servido alguna vez como excusa para la intolerancia, quedarían muy pocas cosas. Por ejemplo, habría que suprimir de la enseñanza todo proselitismo nacionalista, pero no creo que vayamos en esa dirección y nadie se escandaliza. Ni siquiera se podría hablar de la democracia, porque Serbia, Afganistán e Iraq han sido generosamente bombardeadas en nombre ella. Y así, mientras el Papa Juan Pablo II condenaba tales guerras, los gobiernos de países como E E UU o Francia, cuyas escuelas públicas son laicas desde hace más de un siglo, han apoyado todas o algunas de ellas, mientras la mayoría de los ciudadanos callaba. Me temo que la teoría no casa con los hechos y la sociedad sin Dios del laicismo no rinde los frutos esperados.

 

Otra cosa que me ha llamado la atención es que el Sr. Osés se arroga el derecho de decidir qué se puede y qué no se puede enseñar en las escuelas basándose en una determinada ideología. En mi opinión, eso es un acto de intolerancia, aunque lo apoye un gobierno que ha ganado las elecciones, porque tanto el derecho a recibir formación religiosa y moral, como el derecho a promover escuelas con ideario propio -sea éste religioso o moral- están reconocidos en numerosas declaraciones internacionales de derechos humanos. Por lo demás, ¿qué les aconseja a los padres recalcitrantes que no acepten una enseñanza laica?, ¿paciencia hasta que ganen la elecciones y puedan cambiar la ley? o ¿ni siquiera podrían hacer eso porque forma parte de la esencia de la democracia?

 

Con todo, lo que más me interesa mostrar en este momento es que la escuela laica que usted defiende difícilmente será neutral y siempre acabará favoreciendo a una determinada ideología. En primer lugar, no lo será porque dependerá del Estado y el partido político que lo sustente tenderá a utilizarla para inculcar su concepción del mundo. Ese peligro ya lo ilustré con dos ejemplos en mi anterior carta, pero insisto sobre la cuestión, que usted pasa por alto.

 

¿Quién determinará qué es científico y qué no lo es? Por ejemplo, ya que usted de profesor de Filosofía política, ¿quién le impondrá a usted el modo de enseñar su asignatura? ¿Una comunidad que no es capaz de ponerse de acuerdo sobre infinidad de asuntos? ¿Definirá la mayoría un especie de filosofía oficial? ¿Se optará por suprimir los puntos conflictivos, con lo que usted tendría que explicar una aséptica Historia de la Filosofía política? ¿O es que usted se consideraría exento de ese control? ¿Y quién definirá cuáles son los valores democráticos? Si lo hace el Gobierno, arrimará el ascua a su sardina. Si se hace por consenso, siempre habrá una parte de la sociedad que quedará marginada.

 

Por eso, creo que lo más respetuoso con la libertad es que sean los propios ciudadanos los que se asocien para crear escuelas que se ajusten a sus convicciones, sin más límite que el respeto de los Derechos Humanos y de las leyes justas. Todo lo demás me parece despotismo blando. Eso no impediría que se hiciera un esfuerzo de diálogo para definir una moral de mínimos común a toda la sociedad, que es lo que parece preocuparle al Sr. Osés. Claro que ese diálogo debería estar libre de prejuicios e imposiciones y el contenido de dicha moral no debería contradecir el credo de ninguna religión, salvo en aquello que es claramente delictivo.

 

Por otra parte, la misma historia de la política educativa hace también sospechar que la escuela laica no es una escuela neutral. Por ejemplo, resulta muy llamativo que los partidos de izquierda muy raramente hayan intentado crear escuelas en las que se eduque de acuerdo con sus ideales. Debe ser porque se sienten muy cómodos en la escuela laica, puesto que favorece su proyecto de eliminar la influencia religión en la vida pública e incluso en la conciencia y en la acción moral. Eso sí que es jugar con ventaja.

 

Y no se engañe. Yo no pretendo imponer nada a nadie, ni una religión, ni una moral. Lo único que pido es que el Estado me deje decir en plena libertad si mis hijos han de recibir o no una formación religiosa y moral concretas en la escuela, y cual ha de ser esa formación. Me parece que el hecho de que a usted, al Gobierno o la mayoría de la sociedad eso le parezca un disparate o les disguste no les autoriza a impedírmelo, salvo que no crean ni en la libertad ni en los Derechos Humanos.