¿Cómo evangelizar en tierras de «fuerte inmigración»? Benedicto XVI responde
«Anuncio y diálogo», propone,
viviendo el mandamiento del amor
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 26 julio 2007 (ZENIT.org).-
En las sociedades del mundo globalizado, en las que la inmigración promueve la
convivencia entre personas de diferentes religiones, Benedicto XVI considera que
el desafío de la evangelización tiene dos palabras decisivas: «anuncio y
diálogo».
Se trata, explicó, de vivir «en primera línea el amor al prójimo como expresión
de nuestra fe».
Así lo explicó el 24 de julio en la sesión de preguntas y respuestas ofrecida a
400 sacerdotes en la iglesia de Santa Justina Mártir de Auronzo, localidad de
los Dolomitas.
Uno de los presbíteros había explicado al Papa que el norte de Italia se ha
convertido en los últimos años en tierra de «fuerte inmigración» y, por tanto,
de «diálogo respetuoso con las demás religiones», y se preguntaba si es posible
evangelizar en este contexto.
El pontífice respondió explicando que se trata de un desafío que le plantean en
los diferentes encuentros los obispos asiáticos, africanos, latinoamericanos y
europeos, pues «ya no existe un mundo uniforme».
«Vivimos un encuentro permanente que quizá nos asemeja a la Iglesia antigua, que
vivía la misma situación. Los cristianos eran una ínfima minoría, un grano de
mostaza que comenzaba a crecer, rodeado de diferentes religiones y condiciones
de vida», consideró.
«Por tanto, tenemos que volver a aprender lo que vivieron los cristianos de las
primeras generaciones --propuso--. San Pedro, en su primera carta, en el tercer
capítulo, dijo: «siempre debéis estar dispuestos a dar respuesta a todo el que
os pida razón de vuestra esperanza»».
«De este modo formuló para el hombre común de aquella época, para el cristiano
común, la necesidad de armonizar anuncio y diálogo», explicó.
«No dijo formalmente: «Anunciad a cada quien el Evangelio». Dijo: «Debéis ser
capaces, estar dispuestos a dar respuesta a cada uno de vuestra esperanza»».
«Me parece que esta es la síntesis necesaria entre diálogo y anuncio --subraya
Benedicto XVI--. El primer punto es que en nosotros tiene que estar siempre
presente la razón de nuestra esperanza. Tenemos que ser personas que viven la fe
y que razonan la fe, que la conocen interiormente».
«De este modo, en nuestro interior, la fe se convierte en razón, se hace
razonable».
Después, al convivir con los demás, tenemos que reconocer «en ellos al prójimo,
nuestro prójimo. Vivir, por tanto, en primera línea el amor al prójimo como
expresión de nuestra fe».
Los demás, deben ver que este «amor por el prójimo es por mí».
«Así --subrayó--, podemos presentar más fácilmente la fuente de nuestro
comportamiento, es decir, que el amor al prójimo es expresión de nuestra fe».
«En el diálogo, no se puede pasar inmediatamente a los grandes misterios de la
fe», reconoció. «Algo práctico, necesario, es buscar sobre todo el entendimiento
sobre los valores que hay que vivir», «expresados en los Diez Mandamientos,
resumidos en el amor al prójimo y en el amor a Dios».
La clave, concluyó, es un «anuncio humilde, paciente, que sabe esperar, pero que
vive concretamente según la conciencia iluminada por Dios».