Catequesis sobre la Eucaristía
Autor: Arquidiócesis de Guadalajara
Fuente: Catholic.net
 

 

 

TEMA 3 Jesús instituye la Eucaristía

 


OBJETIVO


Hacer consciente el regalo que Jesús dejó al instituir la Eucaristía como la mejor prueba de amor y presencia eterna entre nosotros.

NOTAS PEDAGÓGICAS

Tener en cuenta que es un tema central de la vida cristiana y que no se trata de agotarlo, sino de tomar conciencia del regalo que Dios Padre hace a la humanidad de la presencia viva y real de Jesús al instituir la Eucaristía.

Es muy importante el Magisterio de la Iglesia como una de las fuentes principales para iluminar este tema.

Preparar para la celebración una mesa con mantel, pan de barra o virote, y vino en un vaso.

Si fuera posible celebrar la Eucaristía, sería ideal; en ella se llega a un encuentro vivo y pleno con Jesús, haciéndolo presente en este signo por excelencia.

VEAMOS

La entrega es indispensable en la Eucaristía. Escuchemos un relato de un sacerdote que va de viaje:

“El avión hizo escala en el aeropuerto de Moscú. Era domingo. No me sería posible celebrar la Misa por no disponer de capilla. Mas pense: “quizá pueda arreglármelas”. En el restaurante quise comprar una botellita de vino. “¡No tenemos vino!”, me respondieron. Ya no era posible celebrar una misa real. ¿Y por qué no celebrar una eucaristía “espiritual”?. Comencé mi celebración particular. Todo transcurría a las mil maravillas. Pero mi estremecimiento fue grande cuando llegué al momento de la consagración. ¡No tenía ofrenda... ni cuerpo ni sangre que entregar! ¿Era, tal vez, el momento de entregar mi propia vida, mi propio cuerpo, mi propia sangre? Temblé. ¡Qué fácil es celebrar la entrega de los demás! Todo cambia cuando la muerte afecta a uno mismo” (J.M. Viñas).

PENSEMOS


Jesús, como buen judío, celebraba la Pascua del Antiguo Testamento.

Los evangelistas dicen que la Ultima Cena fue esa Cena de Pascua, pero en ella Jesús celebró su propia Pascua, su muerte y resurrección, o sea, su paso de este mundo al Padre.

Por haber sido fiel a su misión que le había encomendado el Padre -el amor, la entrega a los hombres-, Jesús murió en la cruz.

“Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dió a sus discípulos, diciendo: ‘Tomen y coman; esto es mi Cuerpo.’ Después tomó una copa, dio gracias y se la paso diciendo: ‘Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados”. (Mt 26, 26-28; ver Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20; 1 Co 11, 23-25).

El pan era ya el Cuerpo de Jesús, el vino era ya la Sangre de Jesús. Al día siguiente lo mataron en la cruz. Su muerte fue el fruto maduro de una vida vivida ‘en espíritu y verdad’ (Jn 4, 23). Una vida convertida en “servicio de amor”, en entrega continua, en sacrificio en bien de los demás; así también fue su muerte.

La palabra Eucaristía ha prevalecido en el uso cristiano para designar la acción instituida por Jesús la víspera de su muerte.

“Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y su Sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (CIC 1323; ver SC 47).

Jesús hizo de su vida una oblación, una entrega sin reservas. Y esa entrega no era sino el Sacramento del amor que el Padre nos tiene: “¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Unico” (Jn 3, 16). El Padre se volcó sobre la humanidad; derramó sobre ella su solicitud, su amor.

Las expresiones del amor de Jesús hacia los hombres fueron múltiples: su predicación, sus gestos simbólicos, sus acciones transformadoras, sus milagros, su estilo de vida, proclaman el amor del Padre hacia la humanidad.

Lo importante de la Ultima Cena fue el encuentro que adquirió por parte de Jesús su máxima intimidad. Aquel que vivió acercándose cada vez más al hombre, a la mujer, a la gente; aquel que hizo de su vida un proyecto de cercanía y entrega; que no fue como el sacerdote o el levita que pasan de largo, sino como el samaritano que se acerca, que toca, que cura... se hizo cercano en el Cenáculo. Encontró en el pan los símbolos de sí mismo entregándose y derramándose en su pueblo.

“Lo esencial de esta cena no es la transformación del pan y de la copa, ni el significado que se les atribuye, sino la fundación de una comunidad unida especialmente a Jesús. Esta intención engloba la acción sobre los elementos. Por el Don que el Maestro hace simbólicamente de sí mismo, el grupo de los doce entra ahora en un estrecho contacto con él: nada los separa del Jesús que se va. La nueva comunidad así creada será indestructible, aún cuando deba vivir la presencia de Jesús a lo largo del tiempo, bajo modo de ausencia” (X. León Dulfour, La fracción del pan, Cristiandad, Madrid 1983,251).

El Señor, para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, “instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección” (CIC 1337).

La Eucaristía es el “Banquete del Señor (ver 1Co 11, 20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión, y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (ver Ap 19, 9) en la Jerusalén celestial” (CIC 1329).

ACTUEMOS


La presencia de Jesús en el pan indica que Jesús es imprescindible para la vida humana, que El es el Don primordial de Dios.

- La Eucaristía, ¿es un invento de la Iglesia?
- ¿Qué hacer para que Jesús, hecho pan, sea imprescindible en mi vida?
- ¿Cómo hacer para que esta misma experiencia se viva en las personas que me rodean: familia, amigos, compañeros de trabajo, comunidad parroquial?

CELEBREMOS


Monición: Hermanos, hoy Cristo está presente entre nosotros como Hermano que con la fuerza de su Espíritu nos conduce al Padre. Cantemos con gozo al iniciar nuestra celebración.

Somos tus hijos


Somos tus hijos que en torno a tu altar
en tí queremos amarnos Señor (2)

Monición: Escuchemos lo que el Catecismo de la Iglesia católica nos dice:

“El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular... En el santísimo sacramento de la Eucaristía están ‘contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero’(Concilio de Trento: DS 1651)” (CIC 1374).

”Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio, transubstanciación (DS 1642)” (CIC 1376).

Interioricemos estas palabras que hemos escuchado.

Quien dirige la celebración pasa al centro en donde están el pan y el vino. Posteriormente parte el pan y lo entrega a cada participante; lo mismo hace con el vino que estará en una copa. Después dice lo siguiente: haciendo un acto vivo de fe, a manera de una comunión espiritual, comamos este pan y bebamos de este vino con el que recordamos el gran acontecimiento de la institución de la Eucaristía.

Mientras se come del pan se canta:

Qué bueno es el pan que tu nos das

Qué bueno es el pan que tú nos das, regalo de tu amor Jesús,
qué bueno es el pan que tú nos das, el pan sabroso que eres tú.