Catequesis sobre la Eucaristía
Autor: Arquidiócesis de Guadalajara
Fuente: Catholic.net
 

 

TEMA 10

La Eucaristía, anticipación de la gloria celestial



 

OBJETIVO

Darnos cuenta que la Eucaristía es una anticipación de la gloria del cielo, teniendo presentes algunos pasajes de la oración que hacemos en ella, para celebrarla de una manera más consciente, piadosa y activa.

NOTAS PEDAGOGICAS

Seguramente todos nosotros hemos ido muchas veces a Misa, y tal vez no nos hemos fijado en algunos pasajes de las oraciones que hace el sacerdote. En este tema trataremos de poner atención en aquellos pasajes que se refieren a la Eucaristía como anticipación de la gloria celestial.

Para la oración final nos servirán algunos signos eucarísticos que, como en otros temas, vamos a tener a la vista durante la reunión.

VEAMOS

En este momento se trata de motivar a los participantes al diálogo, partiendo de las siguientes situaciones o experiencias humanas:

- El trabajo que cada uno realiza y la manera como recibe su salario, subrayando de la experiencia de cada uno el hecho de que lo reciben hasta el momento que han terminado un período o que han terminado el trabajo. El trabajador sabe que el patrón tiene la solvencia económica para darle su salario completo, y ha visto ya la riqueza de su patrón, pero no la posee todavía, porque le falta hacer su labor. Ha recibido sólo un anticipo.

- En muchos establecimientos que prestan servicios de diferentes tipos, cuando se les encarga un trabajo, piden al cliente un anticipo. Este anticipo asegura a la empresa el compromiso del cliente de volver por su trabajo, y el cliente se sabe obligado a pagar lo que le falta.

- Se trata de fijar la atención sobre el anticipo y lo que esto significa: un compromiso mutuo, la consumación posterior de un contrato, la realización de un proyecto...

- Es como ver los cortos de una película. No hemos visto toda la película, pero ya nos damos una idea de lo que el film tratará, y nos dan más ganas de verla completa.

PENSEMOS

Los que toman parte en la celebración eucarística viven ya, anticipadamente y en esperanza, la realidad plena de una salvación que ahora se ofrece bajo el velo de los signos y con las limitaciones de todos los actos humanos.

Comulgar con Aquél que ha pasado de este mundo al Padre significa recibir un anticipo de la vida eterna. Cristo hace nuestra personalidad conforme a sí mismo, preparando la transformación completa de la gloriosa resurrección: “Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6, 48-49.54).

El banquete pascual anticipa al “banquete de bodas del Cordero” (Ap 19, 9) y enciende el deseo de su retorno. “Cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga” (1Co 11, 26).

Se refuerza la esperanza. Se hace más intensa la unión con la asamblea celestial: “con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos...” “Oh, Sagrado Banquete, en que Cristo se recibe como alimento, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria”.

Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados “de gracia y bendición”, la Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial.

En la Ultima Cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: “Y les digo que desde ahora no volveré a beber del zumo de cepas, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre” (Mt 26, 29).

Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia “el que viene” (ver Ap 1,4). En su oración, implora su venida: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 20).

La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía “mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo”, pidiendo entrar “en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro”.

De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia, no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio “se efectúa la obra de nuestra redención” (LG 3) y partimos un mismo pan que es remedio de inmortalidad, antídoto no tanto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre.

ACTUEMOS


Jesús quiere que empecemos a gozar hoy de su propia vida. Confía a la Iglesia la continuidad de su obra haciéndolo presente entre nosotros en la Eucaristía.

Después de haber reflexionado juntos este tema, hagamos un compromiso preguntándonos:


- ¿Qué podemos hacer para gozar del Don de Jesús en la Eucaristía?
- ¿Cómo vamos a vivir la Eucaristía de manera que nos haga más conscientes de la vida plena que con anticipación empezamos a gozar?
- ¿Qué podemos hacer para que se manifieste en nuestras actitudes la vida que Cristo nos comunica?

Concretizamos un compromiso y buscamos un signo que lo exprese.

CELEBREMOS

Se toman los signos eucarísticos que hemos preparado (pan, vino...) y se colocan al centro del lugar de la reunión.

Estando todos alrededor de estos signos se hace una oración de acción de gracias en la que participen todos los asistentes.