TEMA 37

Espiritualidad del animador
 

3. ELEMENTOS DE REFLEXIÓN

3.1. La vida del cristiano

La espiritualidad tiene su fuente en Dios, presente en nuestras vidas. Nos damos cuenta que <<en El vivimos, nos movemos y existimos,>> (Hch. 17,18) y que somos objeto de su amor. Al acoger su presencia en nosotros, se establece un diálogo permanente con Dios y nuestra vida se convierte en lugar de encuentro con Dios. Se produce un doble movimiento: nos sentimos acogidos y queridos por Dios y, a la vez, impulsados a amar con ese mismo amor a los demás .

La presencia de Dios en nosotros se manifiesta en actitudes, en maneras de pensar, en maneras de amar y en formas de actuar. Es lo que se llama fe, esperanza y caridad. La capacidad de esperar, de creer y de amar pone de relieve la santidad de una persona. La esperanza, como entusiasmo de vida, se manifiesta en una vida entendida como proyecto, como vocación. La fe como gusto por la verdad, se manifiesta en la capacidad de entender y discernir todo a la luz de Cristo, verdad que salva al hombre. El amor, como servicio al hombre, es la capacidad de amar como ha amado Jesucristo, hasta entrega la vida por el bien de la humanidad. La esperanza, la fe y la caridad son Dios en nosotros y en ellas se condensa la espiritualidad del cristiano.

3.2. Una espiritualidad juvenil

En el proceso de educación en la fe, el joven aprende a expresar un modo nuevo de ser creyente en el mundo, y organiza la vida en torno a algunas percepciones de fe, opciones de valores y actitudes evangélicas: vive una espiritualidad .

Al hablar de espiritualidad hoy, se quiere afirmar el significado profundo y la dirección de una vida que, como opción fundamental unifique los diversos comportamientos de la persona humana. La espiritualidad de un cristiano viene a ser su identidad más profunda, su sentido global de la vida, en la dirección del modelo existencial, que es Jesucristo. La espiritualidad de una persona es su proyecto de vida cristiana.

Al hablar de juvenil, se quiere afirmar que esa espiritualidad viene pensada y realizada desde el interior mismo de la experiencia del joven, y no como una posibilidad que se realizará después de la juventud. Se trata de realizar un proyecto de joven cristiano, válido para ser vivido hoy.

Una espiritualidad juvenil, al alcance de todos los jóvenes. Partiendo de un proyecto cristiano elemental, ha de posibilitar a cada joven encontrarse con Cristo y avanzar progresivamente en un camino de maduración cristiana.

3.3. Algunos núcleos fundamentales

Como contenido de esta espiritualidad juvenil, podemos describir algunos núcleos que se enriquecen mutuamente y que han de ser entendidos a la luz de todo el conjunto. Son puntos de referencia para reflexionar y para vivir unitariamente la vida cristiana.

ESPIRITUALIDAD DE LO COTIDIANO

La vida diaria está hecha de deberes, compañerismo, diversión, tensión de crecimiento, vida de familia, perspectivas de grupo, ganas de actuar en la sociedad. Este es el material que hay que asumir, profundizar y vivir a la luz de Dios.

Se trata de asumir lo cotidiano, de aceptar los retos y los interrogantes, las tensiones propias de quien está creciendo. Se trata de superar las ambigüedades que descubrimos en nosotros mediante el esfuerzo de corrección y mejora; se trata de buscar la unidad de todo en una vivencia cristiana.

En la base de la valoración positiva de la vida cotidiana, se halla el descubrimiento continuo del hecho de la Encarnación. La condición humana de Jesucristo revela que Dios está presente en la vida; nos enseña que el lugar para encontrar a Dios es la realidad humana: la nuestra y la ajena, la actual y la histórica. La vida se convierte de este modo en lugar de encuentro con Dios, y no es necesario alejarse de la vida ordinaria para buscar al Señor.

Para ello es muy importante saber profundizar en la propia vida, descubrir los valores que se dan en las pequeñas realidades de cada día, asumir con coherencia lo ordinario de la existencia, fijarse en lo positivo y en su dinamismo en medio de los defectos; superar la ley del mínimo esfuerzo, romper con la pasividad y el ir tirando, fermentar con el amor cualquier opción: tal es el paso obligado para descubrir y amar lo cotidiano como realidad nueva donde Dios sale al encuentro de cada persona.

ESPIRITUALIDAD DE LA ALEGRÍA Y DEL OPTIMISMO

Lo maravilloso de una espiritualidad cristiana es la posibilidad de experimentar la vida como fiesta, y la fe como felicidad. La alegría resulta expresión sensible de una actitud interior de felicidad y se convierte en ocasión para construir amistad y desarrollar cuanto hay de positivo en la persona.

El cristianismo es la religión de la salvación y de la alegría que brota de ella. Por vocación, la fe cristiana es un anuncio de felicidad radical, promesa y comunicación de vida eterna, sin límites ni de espacio ni de tiempo, y, mucho menos, en las aspiraciones. Dios nos ama y nos lo ha dicho en Cristo: <<¡Felices vosotros!>>. El descubrimiento del Reino y el encuentro con Cristo constituyen la felicidad del hombre. La vida tiene un sentido y se proyecta hacia un horizonte de plenitud. Jesús ha resucitado y esta victoria de la vida sobre la muerte ilumina toda la existencia del cristiano y toda la historia del mundo.

Cuando un joven toma en serio su vida y la contrasta con la existencia de Cristo, conformándola y enraizándola en ella, entonces la vida adquiere plenitud, sentido y es fuente de alegría. El cristiano vive desde una actitud básica de alegría y confianza, porque se sabe amado por Dios y esto le lleva a asumir, con responsabilidad, su tarea histórica de construir un mundo más humano y justo.

ESPIRITUALIDAD DE LA AMISTAD CON JESUCRISTO, EL SEÑOR

No hay espiritualidad cristiana sin referencia al puesto central, explícito y permanente de la persona y del misterio de Cristo. Esto no hay que darlo por descontado, como si fuera una afirmación de principios, que ya no es necesario repetir.

Para los jóvenes que ahora están madurando su identidad cristiana, hay tres factores de gran importancia para contemplar a Cristo como punto de referencia explícito en su camino:

× En un mercado en el que se enfrentan, se entremezclan y se funden, de modo espontáneo, concepciones del hombre distintas, Cristo ofrece el tipo según el cual han de crecer como hombres nuevos.

× La espiritualidad juvenil debe ser crítica: la maduración en la fe no puede sustraerse al diálogo sobre los valores que hoy circulan. Sin una aproximación constante al Evangelio, siempre existirá el riesgo de asumir como cristiano lo que es, simplemente, mundano.

× La espiritualidad tiene que contar también con la historia, con sus dinamismos y con sus luchas; debe ser un impulso y no un freno para actuar mirando al hombre y al Reino: Cristo y su misterio pascual nos indican una praxis histórica en la que inspirarnos.

Sólo se trata de presentar a Cristo y hablar de él, sino de ayudar a los jóvenes a verse en él, a volver a encontrar en él la dimensión más adecuada de su propia vida.

ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN ECLE-SIAL

En la relación joven-Cristo la referencia a la Iglesia es fundamental. Ella es la mediación y el lugar donde Cristo se ofrece, vive hoy misteriosamente en una comunidad, puede ser encontrado en forma auténtica y llegar a ser vivencia personal.

Por eso, en el camino espiritual del joven, el vivir en la Iglesia, asumir su misterio, amarla como comunidad histórica, participar en su misión, es una condición indispensable y un punto de particular atención.

La experiencia más directa de la Iglesia la hace el joven en la familia, en la comunidad cristiana local, en la comunidad educativa cristiana y en el grupo. Cada una de estas instituciones cultiva en sus miembros una imagen de Iglesia y una actitud hacia ella, dando lugar a sentimientos de pertenencia profunda o superficial, de distanciamiento y hasta de oposición.

Una verdadera espiritualidad deberá educar en un auténtico sentido de Iglesia, haciendo inseparable el amor a Cristo y a su Iglesia, Pueblo de Dios, centro de unidad y de comunión de todas las fuerzas que trabajan por el Reino.

El encuentro y la relación con Cristo resucitado se viven de manera particular en la celebración de los Sacramentos. Podemos también reconocer en ellos su valor educativo en el crecimiento cristiano de los jóvenes, sobre todo, en los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.

La espiritualidad cristiana da un puesto de privilegio, también, a la persona de María, la Madre de Jesús, que de forma admirable supo colaborar en la Historia de la Salvación. Para el cristiano significa un modelo de creyente y la presencia de una Madre que infunde esperanza.

ESPIRITUALIDAD DE SERVICIO RESPON-SABLE

La vida, asumida como encuentro con Dios, hace brotar y madurar una convicción: la vida encierra una vocación; la vida es un proyecto que hemos de descubrir y realizar. La toma de conciencia de las capacidades y de los límites de la propia personalidad ayuda a captar y a entender el proyecto que el Señor nos propone.

La vocación, voz e iniciativa de Dios, exige escucha y capacidad de respuesta. Se convierte en diálogo, en comunión de vida con el Señor, en participación consciente en su obra. Como desarrollo de la propia persona, requiere un proceso gradual de maduración y unas opciones progresivas y coherentes; como servicio a los demás, pide un movimiento de entrega total, de desapego de todo cuanto nos impide dar una respuesta generosa. La capacidad de servicio y de entrega miden el camino de la espiritualidad cristiana.

Orientar la vida con responsabilidad supone hoy, para un joven, tomar conciencia de los problemas que viven a diario sus compañeros; promover la dignidad de la persona y sus derechos en todos los contextos; favorecer la solidaridad, especialmente para con los más pobres; realizar el propio trabajo con honradez y competencia profesional; abrirse a nuevos campos de servicio como el voluntariado y la animación educativa y cultural en el barrio. La espiritualidad cristiana ha de llevar al joven a jugarse la vida por algo válido y conscientemente elegido.