TEMA 7

EL CREDO DEL ANIMADOR

MARIO POLLO--RICARDO TONELLI  
 

1. Cada hombre lleva dentro de si su propia historia. Cree en algo o no cree en nada. Esta fe condiciona intensamente su lectura de lo real y sus proyectos. Es nuestra, pero nos supera y nos convoca. Esta historia la contamos con nuestra vida, porque soñamos que otros muchos amigos encuentren en ella razones para vivir, para esperar, para comprometerse, incluso hasta la muerte. La historia es la historia de la pasión de Dios por la vida del hombre. Una historia que se llama Jesús de Nazaret, Maria, Pablo de Tarso, Francisco de Asís, don Bosco, Teresa de Calcuta, Luis, Juana, Mario, Pedro... tú, yo y tantos otros.

2. Arrastrados por esta historia creemos, ante todo, en la persona de todo hombre. Sólo la persona es nuestro gran absoluto. Sabemos que vivimos en una situación de crisis dramática y compleja. Sabemos que la persona está en el centro de una trama de relaciones politicas, económicas, culturales que la condicionan y a menudo la sofocan. Sabemos que no podemos fabricarnos un oasis feliz, en el que no resuenen los problemas estructurales. Pero la historia en que creemos y que deseamos contar nos ha convencido de un hecho: hacer feliz a un hombre, restituyéndole la alegria de vivir, es una cosa muy pequena en medio de los disgustos, las intrigas, las frustraciones y las violencias; pero es una cosa tan grande y fascinante, que vale la pena perder la propia vida por conseguirla.

3. Por esto creemos en la educación. Y estamos dispuestos a apostar por su fuerza politica y por su capacidad para regenerar al hombre y a la sociedad. Ciertamente, las razones de la crisis difusa son muchas y complejas. Precisan intervenciones múltiples y articuladas. Si la educación ayuda a vivir y restituye el futuro, frecuentemente defraudado, ella puede sacarnos de la crisis.

4. Nuestra apuesta por la educación no es una opción indiferenciada. Son demasiado importantes el hombre y su vida como para quedarse en lo genérico, fingiendo ignorar los diferentes modelos en los que se ha encarnado la educación. Para nosotros la educación es animación: animación es el estilo con que se educa. La animación no es un capitulo de la educación; es, sin duda, todo su libro.

5. La animación es una antropologia. Es decir, una manera de pensar al hombre, sus dinamismos y los procesos en los que se juega su maduración. Todo hombre ha sido hecho capaz de autoliberación. Para autoliberarse es indispensable asumir una conciencia refleja y critica de si mismo, de la propia historia, de los demás y del mundo. Esta conciencia refleja y critica está producida, sostenida y animada por la relación interpersonal y sobre todo por el modelo de relación educativa y comunitaria, representado en el trato referencial de adultos y jóvenes.

6. La animación es también un método: selecciona los recursos educativos disponibles en una institución y los organiza en un modelo de relación educativa y comunicativa, en una estrategia en la que entren tiempo, lugares, agentes, procesos e instrumentos. La alternativa antropológica es una apuesta: exige el coraje de creer, aunque sea en soledad, en determinados valores. La animación como método, en cambio, se va consiguiendo lenta y trabajosamente en las "escuelas de animación".

7. La animación tiene como objetivo último y global la gran aspiración de devolver a todos los hombres la alegria de vivir y el coraje de esperar. La historia en la que nos hemos encontrado metidos nos ha hecho descubrir en Jesús de Nazaret la razón última, decisiva e irrepetible de nuestra vida. Por ello, la animación tiende estructuralmente a lograr el encuentro con el Señor de la vida. No pretendemos instrumentalizar la animación por la evangelización, porque la animación es, como todos los procesos humanos, una experiencia que posee su propia dignidad intrínseca y su consistencia. Pero para conseguir mejor el objetivo de la animación, sentimos la necesidad de testimoniar, con hechos y con palabras, la buena noticia de que Jesús es el Señor.

8. La animación como método tiene también una gran contribución que ofrecer en el ámbito específico de la educación de la fe. Podemos educar a la fe con el estilo de la animación. Lo afirmamos porque la apuesta por el hombre típica de la animación lleva dentro los gérmenes del hombre nuevo que es el creyente en Jesucristo, y porque sus opciones metodológicas coinciden con las que caracterizan los procesos de educación de la fe exigidos por la teología de la Encarnación. Sabemos que educación y educación a la fe no son la misma cosa. Existe, por tanto, un ámbito de intervenciones especifico de la fe. En él la animación resulta muy valiosa, pero radicalmente insuficiente. Deja, por ello, un lugar al imprevisible poder de Dios, concretizado en la acción litúrgica y sacramental de la comunidad eclesial.

9. La animación es una función que toma el rostro concreto y cotidiano de una persona: el animador. El animador es la animación en acción. Animado, cuenta él su historia, para que otros como él consigan la capacidad de entregarse totalmente para que la vida se alargue más allá de los confimes de la muerte. Para lograr esto, el animador se cualifica: estudia, se prepara, experimenta y verifica. El animador es un técnico. Cree en un proyecto de vida; en su trabajo lo hace emerger continuamente. Es, por ello, un militante. La animación es el animador, técnico y militante al mismo tiempo.