DIOS CREADOR

I. La fe de la Iglesia

1ª    Dios creó al mundo de la nada (de fe)

La Iglesia, frente a las cosmogonías paganas panteístas, identificación de Dios y del mundo, y, dualistas, absoluta contradicción entre Dios y el mundo que lleva a considerar al mundo como otro dios, ha definido en los Símbolos de fe y Concilios que Dios ha creado el mundo de la nada. Con ello afirma en primer lugar la trascendencia de Dios, que no es el mundo; y en segundo lugar la dependencia de las criaturas de Dios. En definitiva, ha condenado el panteísmo y el dualismo.

La fe de la Iglesia dice: «creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra» (DS 19) y si «alguien no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda su sustancia, sea anatema» (DS 3025).

Las primeras palabras del Antiguo Testamento son: «En el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gén 1, 1). El verbo castellano «creó» traduce el verbo hebreo hará. El verbo hará de suyo expresa que el mundo es fruto de la Omnipotencia divina. Aparece 47 veces en la Biblia, y siempre para expresar una acción divina, una intervención fuera del orden natural. Es empleado para significar la creación de la tierra; la creación del cielo; la creación de la vida de los animales; la creación del hombre. El contexto determina que aquí el verbo hará está empleado en un sentido particular de «crear» y «crear de la nada»: en el sentido pleno de la primera creación, antes de la cual está la nada, pues la expresión «en el principio» indica algo absoluto, antes del cual no había nada. En el Antiguo Testamento encuentra su explícita expresión en las siguientes palabras: «Te ruego, hijo, que mires al cielo ya la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y también el género humano ha llegado así a la existencia» (2 Mac 7, 28).

El relato del Génesis tiene para el autor sagrado una finalidad netamente teológica y salvadora, que es fácil captar a través de la narración que está en consonancia con la imagen del mundo que tenían los antiguos pueblos orientales.

Las verdades fundamentales enseñadas en este pasaje pueden resumirse así:

1. Como principio fundamental, enseña que Dios existía antes, fuera e independiente del mundo; únicamente El no tuvo autor ni principio.

2.  Este Dios único, eterno, trascendente e infinitamente diverso, con potencia soberana, sin ayuda de ningún demiurgo o intermediario creó al principio los cielos y la tierra.

             3.  La acción creadora de Dios constituye su primera revelación a los hombres.

4. Por la creación, todas las criaturas se encuentran en estado de dependencia total, radical, completa y duradera de su Creador; y todas, sin excepción, le deben sujeción y reconocimiento.

El Nuevo Testamento ilumina las enseñanzas del Antiguo: «Todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (Ju 1,3), «porque de El y por El y para El son todas las cosas» (Rom II, 36).

Los Santos padres, frente a las cosmogonías paganas, tienen como verdad fundamental la creación del mundo de la nada.

Según la fe de la Iglesia, y también según la razón natural, la única explicación válida de la existencia del universo es la de la creación.

Hay que distinguir dos aspectos acerca de la creación. Primero, qué entendemos por creación o naturaleza de la creación. Segundo, la explicación del hecho de la creación o, sea, su existencia. Trataremos por separado cada uno de estos dos aspectos.

II. Concepto y definición de creación

Un artista, se dice, crea una obra de arte; por ejemplo, una estatua de mármol. Ahora bien, eso no es propiamente creación sino hacer, producir una estatua de mármol. El artista tiene cinco cosas o causas que utiliza para realizar su obra. 1° Causa material: el bloque de mármol. 2° Causa eficiente, su misma acción, que del bloque de mármol produce la estatua. 3° Causa instrumental, que son los instrumentos que utiliza: el escoplo, el martillo, etc. 4° Causa ejemplar, es la idea que tiene en la mente al hacer su obra artística. 5° Causa final, que es lo que pretende al terminar la estatua: el gozo artístico, cumplir con un encargo, etc.

1. La creación es algo muy distinto. Teniendo presente el punto de partida o causa material, la creación es la producción de la nada. Es decir, sin que haya materia alguna de la que se origine el nuevo ser. O sea, que no hay causa material, pues la nada no existe: Dios no ha utilizado la nada para crear.

Si se atiende al término, o punto de llegada del nuevo ser, se define: producción del ser según la totalidad de su sustancia. Es decir, todo el Universo, todos los seres, han sido creados de la nada por Dios.

Atendiendo a la relación entre el punto de partida y el de llegada, tenemos que la creación es el tránsito del no ser absoluto al ser subsistente. O sea, que de no existir ninguna cosa, por la creación, empiezan a existir.

2. Por orden a la causa eficiente, la creación es la producción de todo el ser por la causa universal, que es Dios. Sólo Dios es el que crea de la nada.

Habíamos dicho que Dios conoce todas las cosas creadas, pues Dios conoce en sí mismo las infinitas posibilidades de crear y de todas ellas su voluntad determina crear algunas. Y las crea: las hace reales; fuera de sí mismo; es el Universo. Dios, en este caso en que ha actuado su voluntad creando de la nada el Universo, es causa eficiente (lo ha hecho realidad).

3. Si tenemos en cuenta la causa instrumental sólo Dios puede crear.

En la creación se produce el ser en su totalidad, se da la existencia en cuanto tal. La existencia es un efecto universalísimo: todo el Universo existe. Como quiera que el efecto debe tener una causa proporcionada, se sigue que sólo la causa universalísima puede producirla, y esta causa universalísima es Dios. Luego sólo Dios puede crear, porque sólo El es el que existe por sí mismo.

Una criatura, por poderosa que sea, ni siquiera puede servir de causa instrumental, porque la causa instrumental actúa bajo la acción de la causa principal en cuanto que con su acción propia, dispone a la materia para el efecto de la causa principal. Ahora bien, en la creación no hay materia subsistente, luego no existe nada en lo que pueda actuar o disponer una causa instrumental. El artista hace obras de arte, pero no crea, pues ya tiene pinturas pinceles, telas, mármol, etc: tiene materia que existe antes de la obra de arte ya la que puede aplicar sus instrumentos.

Además, el producir un efecto de la nada exige una potencia infinita, pues entre la nada y el ser existe una distancia infinita. No teniendo ninguna criatura tal poder infinito, es claro que ninguna criatura puede ser creador ni como causa principal ni como instrumental.

4. La causa ejemplar de la creación sólo puede ser la infinita perfección de Dios.

Ya hemos visto, lo citamos textualmente, que Dios, al conocerse a sí mismo, conoce en sus infinitas posibilidades todas las cosas que podrían existir. Estas posibilidades aún no existen, porque aún no las ha creado: Por tanto, Dios las conoce porque El es su causa ejemplar; es decir, en El están los ejemplos o posibilidades de las futuras y posibles realidades creadas.

Por este motivo el Nuevo Testamento dice, como hemos visto, refiriéndose a Jesucristo que «todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (Ju 1,3); pues efectivamente, Jesucristo es el Verbo o Idea que Dios tiene de sí mismo al conocerse, como hemos explicado al tratar de la generación del Hijo por la procesión del entendimiento de Dios.

Jesucristo es verdaderamente causa ejemplar, modelo perfecto, de toda la creación. Por ello, San Pablo enseña explícitamente que Jesucristo «es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en El fueron creadas toda.; las cosas del cielo y de la Tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El. El es antes que todo y todo subsiste en El. (Col 1, 15-17).

5. Dios es causa final de todas las cosas.

La fe de la Iglesia es que Dios creó el mundo para su propia gloria. La Revelación enseña «porque de El y por El y para El son todas las cosas. A Ella gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Rom 11,36)

Especulativamente entendemos que siendo el mundo obra de un ser inteligente y libre debe tener una finalidad. Todo agente obra por un fin; de otro modo, no se seguiría de su acción un efecto determinado, a no ser por azar.

El fin que se propuso al crear el mundo no puede ser otro que El mismo. Si Dios en las acciones extratrinitarias actuase por algún fin último fuera de Sí, dejaría de ser Dios, ya que se subordinaría a algo. Dios se mostraría como un ser indigente e imperfecto -que le falta algo-, y dicha indigencia e imperfección se llenaría con algo fuera de Sí mismo. No puede crear movido por las criaturas, pues como hemos dicho, estas aún no existen.

Además, el fin a que tienden las criaturas siempre se les presenta como bien. La finalidad última de todos los seres y de todas las acciones es el bien sumo y total. Pero, sólo en Dios se encuentra el bien sumo y total y por tanto Dios es el fin último de todos los seres.

Refundiendo las definiciones, afirmamos que la creación es la primera producción de todo el ser, hecha de la nada por la causa universal que es Dios.

III. Dios creador del mundo

1º     «Dios creó el mundo por su libre voluntad y sin necesidad» ( de fe)

La fe de la Iglesia, frente a los errores que afirman que Dios, llevado por su bondad, debió necesariamente crear porque es mejor que haya creación a que no exista, ha enseñado siempre que Dios «con libérrimo designio... creó de la nada» (DS 3002) y que, «en el momento que quiso, creó con su bondad todas las criaturas» (DS 1333).

La Revelación es muy explícita. Así, por ejemplo, el verbo fiat, «hágase», que aparece en el relato de la creación del mundo del Génesis, indica el libre designio de Dios, puesto que es El sólo, sin estar determinado por las criaturas que aún no existen, es el que dice «hágase» y sólo después empiezan a existir las criaturas.

Los Santos Padres enseñan unánimemente la libertad de Dios al crear; por ejemplo, San Ireneo (1) escribe en Contra las herejías: Dios «no ha sido movido por otro, sino por su decisión y con libertad hizo todo».

Especulativamente la libertad de Dios se fundamenta en varias razones, que ya hemos visto. 1). No hay necesidad por parte de las criaturas: ninguna de ellas existe por sí misma y antes de ser no pudieron, como es lógico, determinar la voluntad de Dios, por ello Dios las creó cuando quiso. 2). Tampoco por parte de Dios hay ninguna necesidad, pues podría crear o no crear. Porque ni como causa eficiente, por su potencia infinita, puede estar determinado por un efecto finito; ni como causa final, puede adquirir alguna perfección, sino que es El quien comunica su bien a las criaturas. 3). Dios tiene también libertad de especificación: creó este mundo, como podía haber creado otro, porque ninguna criatura es necesaria -aún no existen- para determinar a Dios.

2° La creación es obra de Dios Uno

La Iglesia enseña como dogma de fe en el Concilio Vaticano I: «El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de la creación, sino un solo principio» (DS 1331), y el Concilio de Florencia: «Padre, Hijo y Espíritu Santo... un solo principio de todas las cosas» (DS 800).

Hemos explicado que la razón de que sea Dios Uno el creador está en que sólo las operaciones ad intra originan las Personas divinas y por ello las operaciones ad extra, como la de la creación, sólo pueden ser de la Unidad de Dios. Es decir, Dios Uno (toda la Trinidad junta, sin distinción de Padre, Hijo y Espíritu Santo) es el creador.

3° El mundo es obra de la sabiduría divina (sentencia cierta)

La fe de la Iglesia al enseñar que Dios creó de la nada con «libérrimo designio» (DS 3002) nos indica que si hay un designio es que existe una advertencia, un conocimiento, de lo que desea crear.

En la Revelación la sabiduría de Dios está constantemente presente: «Con la Sabiduría fundó Yahvé la tierra, consolidó los cielos con su inteligencia; con su ciencia se abrieron los océanos» (Prov 3, 19).

Los Santos Padres enseñan que las ideas eternas por las que Dios creó las cosas subsisten en El. San Metodio (2), en Sobre el libre arbitrio, escribe: «La Sabiduría de Dios, por la cual todo fue hecho, contienen todo, antes de que existan».

Especulativamente, al explicar la ciencia divina hemos visto que Dios conoce en su misma esencia, como causa ejemplar, y después del decreto inmutable de su voluntad, conoce en sí mismo como causa eficiente, toda la realidad creada, pasada, presente y futura. Es lógico que antes de hacer una cosa cualquier ser inteligente piensa el plan de lo que va a hacer, y Dios, además, crea este plan que ha pensado.

4° El mundo tuvo principio en el tiempo (de fe)

La Iglesia, frente a las cosmogonías paganas y al evolucionismo moderno que afirman la eternidad del mundo o, al menos, de la materia primigenia del cosmos, enseña la temporalidad del mundo.

La Revelación manifiesta «en el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Oén 1, 1), «nos eligió antes de la constitución del mundo» (Sal 101, 26) y con palabras de Jesús: «Ahora tú, Padre, glorifícame cerca de ti mismo con la gloria que tuve cerca de ti antes de que el mundo existiese» (Ju 17, 5).

La Iglesia entiende esta verdad de la temporalidad del universo en un sentido absoluto, es decir, que antes no había nada y no solamente en el sentido de que mientras hay mundo hay tiempo. Es decir, a la aparición de lo creado se opone la eternidad de Dios.

Santo Tomás afirma que esta verdad de fe no puede demostrarse por la razón, porque hipotéticamente no hay ninguna dificultad en que Dios, desde toda la eternidad hubiera creado el mundo; aunque, de hecho, lo ha creado, en un momento determinado, en el inicio del tiempo.

5° Dios creó un mundo bueno (de fe)

El Concilio de Florencia declaró: «Toda naturaleza, en cuanto es naturaleza, es buena» (DS 1333). En la Revelación se dice: «y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho» (Gén 1, 31).

La razón de la bondad del mundo está, en primer lugar, en que la bondad de Dios excluye que hubiera hecho un mundo moralmente malo y, en segundo lugar, en que todo ser, en cuanto es, ya es bueno, puesto que la bondad no es otra cosa que un aspecto del ser existente. Pero este Universo no es el necesariamente el mejor de los posibles, como pensaba Leibiniz. Dios podía haber creado otro mundo mejor: más bello, más armonioso, eterno, etc.

6° Dios no crea el mal (sentencia cierta)

Ya hemos visto que el mal es carencia de bien. Dios crea sólo el bien en el que se manifiesta como carencia el mal, pero es imposible que pueda crear el mal que no es. Recordemos que, al tratar de cómo Dios conoce el mal, explicábamos que Dios no puede conocer el mal, pues es en sí mismo incognoscible, porque es privación de acto. El mal -decíamos- no es más que carencia del bien debido, por eso no se puede decir propiamente que tenga ser o acto y, por ello, Dios no conoce ni causa el mal por sí mismo. Lo conoce en el bien creado al cual se opone. Por tanto, Dios no es causa del mal, sino del bien por el cual el mal es conocido.

7° Dios conserva en su existencia a toda5las cosas creada5 (de fe)

El Concilio Vaticano I definió: «Ahora bien, todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna» (DS 3004).

La verdad sobre conservación, providencia y gobierno del mundo está ampliamente enseñada en la Revelación.

Es El mismo Jesucristo, en el Sermón de la Montaña (3) nos pide que nos abandonemos en manos de la Providencia Divina: «Por eso os digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? y del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en toda su hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana, porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán» (Mt 6,25-34).

Es una enseñanza repetida constantemente en la Sagrada Escritura. A modo de ejemplo: «El ha hecho al pequeño y al grande e igualmente cuida de todos» (Sala 8,1). San Pablo enseña la universalidad de la providencia de Dios: «El es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas» (Hech 17, 25); «porque en El vivimos y nos conocemos y existimos, como alguno de vuestros poetas han dicho: Porque somos linaje suyo» (Hech 17,28) (4). San Pedro nos anima a confiar en Dios: «Arrojad todos vuestros cuidados en el Señor; pues El se cuida de todos» (1 Ped 5,7).

La razón ayuda a comprender esta verdad. Conforme a lo que ya hemos dicho, el ser de las cosas creadas es un ser contingente que así como pueden existir pueden dejar de existir y, por tanto, dependen de Dios no sólo en cuanto al hacerse, sino en cuanto a la misma existencia.

De tal modo, que si no fueran mantenidas en su existencia, por la causa que se la dio, dejarían de existir y volverían a la nada instantáneamente. Y si no existían, sólo Dios puede crear su existencia.

Dios podría volver a la nada a las criaturas, pero sería un acto contradictorio: en primer lugar con su sabiduría divina -sería una rectificación- y en segundo lugar con su bondad -dejaría de amar el bien creado por El-; por tanto, nada volverá a la nada en un sentido absoluto. Sería como si Dios se hubiera equivocado al crear y arrepentido deshiciera la creación. Esto no es posible, por lo que hemos dicho, Dios es la suma sabiduría y la suma bondad y no se equivoca ni se arrepiente.

Notas

( 1) San Ireneo de Lyon: 28 de junio

Nació hacia el año 130 y fue educado en Esmima; fue discípulo de San Policarpo, obispo de aquella ciudad. El año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de aquella ciudad. Escribió en defensa de la fe católica contra los errores de los gnósticos. Entre sus obras destacan Adversus haereses, y De Trinitate (Contra las herejías y Acerca de la Trinidad); que tienen una capital importancia por su declaración del Primado de la Iglesia de Roma y de su Obispo, el sucesor de San Pedro. Murió mártir, alrededor del año 202.

(2) San Metodio

Santo Padre griego de la Iglesia Católica. Escribió entre sus obras: Convivium decem virginum que es una «Exposición de la fe católica»; De libero arbitrio ( «Sobre la libertad» ); De resurrectione «<Sobre la resurrección»). Murió alrededor del año 311.

( 3) Sermón de la Montaña

      Las ocho bienaventuranzas son un resumen de la doctrina de Cristo

«Y viendo Jesús a todo este gentío, se subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos.»

Y abriendo su boca, los adoctrinaba diciendo:

 

1.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

 

2.

Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.

 

3.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.

 

4.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

 

5.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

 

6.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

 

7.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

 

8.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 1-10).


 

LAS CRIATURAS ESPIRITUALES O ANGELES

I. Existencia de los ángeles

En esta parte del tratado de Dios creador exponemos la creación de algunas criaturas: los ángeles y el hombre. Además de su creación natural, veremos su elevación al estado sobrenatural, que es como un nueva creación o recreación de las criaturas.

1°. Los ángeles existen verdaderamente. (de fe)

La Iglesia cree que: Dios «creó de la nada a una ya otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir la angélica y la mundana» (DS 3002).

En la Revelación, la presencia y la actuación de los ángeles se manifiesta constantemente (1). Ya desde los primeros capítulos del Génesis se revela la existencia de los ángeles: «Expulsó al hombre y puso delante del jardín del Edén a un querubín que blandía flameante espada para guardar el camino del árbol de la vida» (Gén 3, 24). Son sus mensajeros, esto es lo que significa la palabra ángel. Tienen nombres propios: «en el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a un ciudad de Galilea llamada Nazaret» (Lc 1, 26). Los fieles tienen «experiencia» de su existencia, como atestigua la escena en la que liberado Pedro por el auxilio de los ángeles (2): los que están rezando por él no quieren creer a Rode, que ha ido a abrir la puerta, y le dicen «será su ángel» (Hech 12, 15). Entre los judíos, sólo los saduceos (3) «niegan la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus» (Hech 23,8).

Teniendo presente que Dios ha creado sin necesidad, no encontraremos en la creación ninguna prueba demostrativa de la existencia de los ángeles, aunque sí podemos comprender que era muy conveniente que Dios los creara. Sin las luces de la Revelación y de la fe, la existencia de los ángeles no la podríamos conocer. Sería sólo una genial bella sospecha. Los ángeles, como último ornamento del mundo, son el suplemento que cubre el vacío que se interpone entre las criaturas visibles y Dios. Hay como una gradación progresiva: Dios,

Espíritu puro, que es su propia existencia; los ángeles, que son espirituales pero compuestos de esencia y existencia; los hombres, que tienen cuerpo y espíritu o alma; y, las criaturas que son sólo materiales.

II. Naturaleza de los ángeles

Puesto que los ángeles han sido creados por Dios, son también criaturas y por ello tendrán una naturaleza propia de criaturas.

1°. Los ángeles han sido creados de la nada (de fe)

Los ángeles, como todos los seres creados, deben ser compuestos. La composición es lo propio de la creación. Los ángeles están compuestos por su esencia y existencia; no existen por sí mismos. No necesitan materia, como los otros seres creados, para ser compuestos.

2°. Los ángeles son espíritus (de fe). Y son espíritus puros (sentencia cierta)

San Pablo escribe: «Para que podáis resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires» (Ef 6, 11-12).

Algunos Santos Padres, teniendo en cuenta precisamente el carácter de criaturas de los ángeles y, por tanto, de su composición -no existen por sí mismos-, pensaron que tenían cuerpo material muy sutil o aéreo.

Ya hemos dicho que, la composición de los ángeles se explica porque tienen esencia y existencia realmente distintas. No son su propia existencia y, por tanto, son formas subsistentes. Por eso se les llama espíritus puros, para indicar que no tienen materia. Pero el que sean espíritus no significa que sean absolutamente simples, porque, como hemos dicho, están compuestos de esencia y existencia. Las apariciones de los ángeles no contradicen su naturaleza espiritual, porque el cuerpo con el cual se aparecen es sólo aparente.

3°. Los ángeles han sido creados en el tiempo (de fe)

Las definiciones de la Iglesia así lo enseñan: «En el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, la angélica y mundana» (DS 800).

En cuanto al tiempo de su creación, la opinión más probable es que los ángeles fueron creados simultáneamente con las criaturas corpóreas.

Ahora bien, aunque los ángeles comenzaron a ser en el tiempo como todas las otras criaturas, por ser inmutables no tienen propiamente tiempo entendido en el sentido humano. A este modo especial de duración o tiempo de los ángeles se le llama evieternidad, que significa tiempo-eterno.

4°. Los ángeles son incorruptibles (sentencia común)

La corrupción sólo se produce por la separación de la forma de la materia, pero como los ángeles son puramente espirituales y no hay en ellos composición de materia y forma, son incorruptibles.

5°. Los ángeles son inmortales (próximo a la fe)

La inmortalidad de los ángeles es un don natural debido a su inmaterialidad o espiritualidad. La razón de ello está en que los ángeles, como son incorruptibles, son inmutables y en consecuencia son inmortales,

En los ángeles sólo es posible algún cambio accidental por sus operaciones del entendimiento y de la voluntad.

También Dios podría aniquilarlos, como a cualquier otra criatura, si sustrayera su acción conservadora, pero esto sería contradictorio, como ya hemos dicho, con la sabiduría y bondad del mismo Dios.

6°. Los ángeles no están circunscriptivamente en un lugar, sino definitivamente (sentencia cierta)

Como los ángeles no tienen cuerpo, no pueden estar en el espacio, como están los seres materiales, ocupando un lugar, Santo Tomás explica que los ángeles están en cualquier lugar corpóreo por aplicación de su virtud, fuerza u operación a este lugar; y, a este modo de estar en un lugar se llama definitivo. Es algo semejante, sólo semejante, a lo que sucede con el alma humana, que ocupa todo el cuerpo y cada una de sus partes o con la inteligencia humana que al pensar en algo, de alguna manera, está allí en lo que se piensa.

Una consecuencia de la ocupación definitiva de los ángeles es que no pueden estar en dos lugares diferentes a la vez, como tampoco se puede pensar en dos cosas simultáneamente.

7°.  Los ángeles no son iguales entre sí (sentencia cierta)

La Sagrada Escritura, al llamar con nombres diversos a los ángeles, como, por ejemplo, Miguel, (quien como Dios); Rafael, (compañía de Dios) y Gabriel, (enviado de Dios), enseña las diferencias de los ángeles.

Los nombres de los ángeles, según se cree, indican la misión o función que tienen. Así, Gabriel, el enviado de Dios, aparece siempre como enviado por Dios para anunciar algo a los hombres. Mas aún, la misma naturaleza o personalidad de los ángeles es precisamente su función, que refleja su nombre.

Los Santos Padres afirman que los nombres de los ángeles indican estas diferencias personales.

Los teólogos, especialmente San Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, enseña que los ángeles son esencialmente distintos y cada uno de ellos agota totalmente su especie porque no tienen composición de materia. Para comprender lo que eso quiere decir pongamos un ejemplo. Un solo ángel es -por decirlo de algún modo, no es humano- toda la «humanidad». En nosotros, los verdaderamente humanos, la especie humanidad está diversificada en distintas personas, pues el cuerpo, que es el principio de individuación, hace posible que seamos muchas y diferentes personas y que el conjunto de ellas constituyan la especie humana o humanidad. También deducen que hay nueve grupos, llamados coros y órdenes de ángeles.

8°. En el principio, fueron creados un gran número de ángeles (sentencia común)

Esto es lo que se deduce de la lectura de la Sagrada Escritura, en la que se habla de los ángeles en términos de «Un río de fuego procedía de El, y le servían millares de millares y le asistían millones de millones (de ángeles)» (Dan 7, 10), «vi y oí la voz de muchos ángeles y eran su número de miríadas de miríadas y millares de millares» (Apoc. 5, 11).

III. La perfección sobrenatural de los ángeles

Después de exponer la creación de los ángeles en su estado natural, vamos a considerar su elevación al estado sobrenatural.

III. 1. Los ángeles buenos

1º.  Dios elevó a los ángeles por la gracia al orden sobrenatural (sentencia cierta)

Los ángeles gozan de la visión beatífica: «Los ángeles de los niños ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre» (Mt 12, 10).  Y si gozan de tal visión es que previamente han sido elevados por la gracia al estado sobrenatural.

Si la Revelación y la Iglesia enseñan la visión beatífica de los ángeles, y teniendo en cuenta que ninguna criatura creada puede por sólo sus fuerzas naturales contemplar la esencia divina, hemos de concluir que fueron elevados al orden sobrenatural por la gracia y probablemente -esta es la opinión más común- en el mismo instante de su creación.

2º.  Todos los ángeles debieron sufrir una prueba (conclusión teológica para los ángeles caídos y sentencia común para los ángeles buenos)

La fe de la Iglesia enseña que «el diablo y demás demonios, por Dios fueron creados buenos por naturaleza; más ellos, por sí mismos, se hicieron malos» (DS 800).  Y la Sagrada Escritura manifiesta que fueron condenados «al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25, 41).  Y por ello deducimos que debieron violar alguna ley de Dios.

Santo Tomás y la Teología católica explican la necesidad de una prueba antes de entrar en la vida eterna, porque al no ser la felicidad sobrenatural propia de la naturaleza creada, debieron los ángeles merecer con sus buenas obras este premio o, en caso contrario, el castigo.  En consecuencia, los ángeles que perseveraron en esta prueba recibieron después la felicidad eterna.

3º.  Los oficios de los ángeles buenos son adorar y alabar a Dios, a Jesucristo, servir a Dios especialmente como mensajeros transmitiendo sus decretos divinos y finalmente ayudar a la Iglesia y a los hombres

Como ministros de Dios custodian y protegen a los hombres: «Pues te encomendará a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras» (Sal 90, 11-12).  De esta Revelación y de otras, como la de Jesús que habla de los ángeles de los niños, la Iglesia enseña la existencia de un ángel custodio para cada hombre: «a cada uno de nosotros nos da ángeles» (Catecismo Romano) (4), para cada pueblo «Miguel... le he dejado allí Junto a los reyes de Persia» (Dan. 3, 13); recordemos en el Apocalipsis los siete ángeles de las siete Iglesias de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea (5).

Por tanto, la Iglesia recomienda: «honra a los preciosos ángeles» (DS 600).  La misma Sagrada Escritura enseña a honrar a los ángeles con oraciones, aunque con un culto diferente a Dios.

III.2. Los espíritus malos, su pecado y su castigo

1º. Existen espíritus malos (de fe)

Desde el principio de la Revelación, en la tentación del paraíso, se enseña claramente la existencia del diablo.  También aparecen diversos diablos con sus nombres propios: Diablo, Satanás, Asael, Belcebú.  En el Nuevo Testamento, Jesús es tentado por el demonio: «Fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1) (6) y en diversos pasajes aparecen hombres poseídos por los espíritus malignos.

La existencia del demonio es una verdad de fe, que la razón entiende como conveniente al examinar las causas del mal en el mundo.  Por tanto, el diablo es realmente una persona y no sólo -como algunos erróneamente piensan- una personificación o proyección subjetiva del mal que observamos: no es una proyección de nuestro espíritu.  Los demonios son seres subsistentes de naturaleza racional; es decir, son tan personas como cualquiera de los hombres.

2º. El pecado de los ángeles fue de soberbia (sentencia común)

La Sagrada Escritura así lo enseña: «No sea que, soberbio, vengas a incurrir en el Juicio del diablo» (1 Tim 3, 6).

En los ángeles, el pecado sólo puede ser de soberbia.  El ángel, sin duda, pecó apeteciendo ser como Dios.  Es evidente que el demonio sabía que por su naturaleza no podía ser como Dios, pero pudo desear alcanzar la felicidad eterna sobrenatural con sus solas fuerzas naturales despreciando la gracia de Dios; o pudo también despreciar esta felicidad sobrenatural y desear más su propia perfección natural.

La pena de los ángeles caídos consiste, además de la pérdida de la visión beatífica, en la pena de sentido, que no puede ser como la de los hombres, sino más bien en la privación de algunos bienes que naturalmente desean.

3º.  La condición y las acciones de los demonios antes del Juicio Final

1)    El diablo por el pecado original, de algún modo, domina a todo el género humano (de fe).

El Concilio Vaticano I definió «que el primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento de Dios... incurrió... en el cautiverio bajo el poder del ángel que tiene el imperio de la muerte, es decir, del diablo» (DS 151 l).

La Sagrada Escritura revela este dominio del demonio cuando le llama «príncipe de este mundo» (Jn 14, 30); aunque también enseña que su derrota se realiza por la Redención de Cristo, que «nos libró del poder de las tinieblas» (Col. 1, 13).

2)    El demonio, cuyo dominio destruyó Cristo, puede -permitiéndolo Dios- manifestar de diversos modos su poder sobre los hombres (sentencia cierta).

Que los demonios tientan a los hombres es manifiesto en las tentaciones de Jesús (8), en la enseñanza de los Apóstoles: «sed sobrios, y vigilad que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar» (1 Ped 5, S), y que, incluso, para realizar mejor sus propósitos «se transforma en ángel de luz» (2 Cor. 11, 14).

La razón nos indica que es posible que Dios permita a los demonios actuar indirectamente sobre nuestra voluntad para probar nuestra fidelidad, pero no directamente, porque entonces perderíamos la libertad.  Además, es comprensible que un demonio lleno de odio, envidia y desesperación quiera arrastrar a los hombres en su caída y apartarlos de Dios.

Los demonios, además de las tentaciones, pueden causar males físicos a los hombres, como se manifiesta en la Sagrada Escritura: las penalidades de Job, la ceguera de Tobías, el chico sordomudo, etc.  También pueden obsesionar las mentes de los hombres e incluso ocupar el cuerpo humano y utilizarlo; también en la Sagrada Escritura aparecen con frecuencia endemoniados.


 

Notas

(1) Los Ángeles

Según el Magisterio de la Iglesia, fundamentado en la Revelación, y explicada por Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, que así se le llama por su tratado Sobre los Ángeles, hay nuevas categorías, grupos o coros angélicos.  Cada uno de esos grupos tiene una misión específica y distinta, pues si todos fueran iguales e hicieran exactamente lo mismo, bastaría con un solo tipo de ángeles.

Es como los 7 sacramentos.  Todos tienen algo en común: dar la gracia habitual o santificante.  Y todos, tienen algo diferente: dar la gracia sacramental, que cubre todo el arco de la vida cristiana e histórica.  Bautismo, el nacimiento en Cristo; Confirmación, la fuerza para vivir en cristiano; la Confesión, para revivir de nuevo si hemos muerto por el pecado mortal; Eucaristía, para alimentar nuestra vida cristiana; Matrimonio, para tener hijos para la ciudad civil y de Dios; el Orden, para engendrar la Jerarquía; y la Unción de enfermos para preparamos en el último viaje, antes de la recepción de la definitiva Eucaristía, que es participar con Jesucristo en la eterna felicidad del Cielo.

Según Santo Tomás, que sigue en esto la unánime tradición de los Santos Padres, hay tres jerarquías de ángeles, que constituyen a su vez, nueve órdenes o coros angélicos.

1.    Arcángeles.  Son los príncipes de los ángeles enviados de Dios para misiones importantes.

2.    Virtudes.  Son cierta fuerza viril e inquebrantable.

3.    Dominaciones.  Son cierta libertad o exención de la condición servil y de la sujeción baja o que están libres de toda opresión tiránica.

4.    Potestades.  Son los que ordenan las cosas, tanto respecto a las cosas divinas como respecto a las acciones que ejercen los superiores en los inferiores, encumbrándoles.

5.    Principados.  Son los que tienen prioridad sobre los otros; son los guías sagrados.

6.    Serafines.  Son llenos de caridad; llenos de ardor; se mueven hacia Dios sin ninguna desviación.

7.    Querubines.  Son la plenitud de ciencia, nos llevan a la perfecta visión de Dios.

8.    Tronos.  Son los que sirven cerca de Dios y de Jesucristo, Rey del Universo.

9.    Ángeles.  Que son simples mensajeros de Dios.  A ellos, pertenece nuestro Amigo, el Ángel Custodio.

Resumiendo y contemplando nuestra propia autobiografía, necesitamos de un Ángel Custodio que nos guíe y proteja durante toda nuestra vida.  Hemos de acudir a las Virtudes para tener fortaleza para vivir como hijos de Dios.  Rogar a los Arcángeles que nos ayuden a resolver los asuntos importantes; pedir a las Dominaciones no tener miedo a Dios y abrir nuestras almas a Cristo y que nos libren del mal; a las Potestades para que no tengamos muchas contrariedades; a los Principados para que estén atentos y nos ayuden con los otros ángeles a superar las circunstancias ordinarias y adversas que hay en toda vida humana; a los Serafines que amemos más y más a Dios, a través de la familia, el trabajo y los bienes materiales que quiera darnos; a los Querubines para que entendamos que la verdadera ciencia está en salvar nuestra alma y la de los demás; todo lo demás, es necedad, como dice Jesucristo en el Evangelio; a los Tronos para que con nuestro trabajo, entendido en el sentido más amplio: nos sirva para santificamos y, a través, de ese trabajo fecundo, pongamos a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas, para que Él atraiga todo hacia sí.

(2)     Narración de la liberación de Pedro

«Por aquel tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos.  Dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada.  Viendo que esto era grato a los Judíos, llegó a prender a Pedro.  Era por los días de los Azimos (la misma semana de la Pascua del martirio de Santiago el Mayor, que se acaba de relatar) y apresándolo, lo metió en la cárcel, encargando su guarda a cuatro escuadras de soldados con el propósito de presentarlo al pueblo después de la Pascua.  En efecto, Pedro era custodiado en la cárcel; pero la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.  La noche anterior al día en que Herodes se proponía exhibirle al pueblo, hallándose Pedro dormido entre los soldados, sujeto con dos cadenas y guardada la puerta de la prisión por centinelas, un ángel del Señor se presentó en el calabozo ... y golpeando a Pedro en el costado, le despertó diciendo: «Levántate pronto»; y se cayeron las cadenas de sus manos...

»Atravesando la primera y segunda guardia, llegaron a la puerta que conduce a la ciudad.  La puerta se les abrió por sí misma, y salieron y avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ángel.  Entonces, Pedro, vuelto en sí, dijo: «Ahora me doy cuenta de que realmente el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes...”. Reflexionando, se fue a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban reunidos y orando.  Golpeó la puerta del vestíbulo y salió una criada llamada Rode, que, luego que conoció la voz de Pedro, fuera de sí de alegría, sin abrir la puerta, corrió a anunciar que Pedro estaba en el vestíbulo.  Ellos, le dijeron: "Estas loca".  Insistía ella en que era así; y entonces dijeron: "Será un ángel".  Pedro seguía golpeando, y cuando le abrieron y le conocieron, quedaron estupefactos.  Haciéndoles señal con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel.  Y añadió: "Contad esto a Santiago y a los hermanos.  Y salió, yéndose a otro lugar"» (Hech 12, 1-17).

(3)     Organización teocrática, político-religiosa, del Reino de Israel en tiempos de Jesucristo

Antecedentes históricos

Roma, alertada por la guerra civil Judía, entre los partidarios del último rey Asmodeo y los del padre de Herodes el Grande, y alegando Jurídicamente la carta de Judas el primer Asmodeo, intervino militarmente para pacificar Palestina.  Pompeyo el Grande tomó Jerusalén el año 63 a. J. C.

Palestina continuó semiindependiente.  Tenía un procurador romano que políticamente dependía directamente, primero de Augusto, y, luego, de Tiberio.  Militarmente, dependía del gobernador militar de la provincia de Siria.

Al final, en vista de las constantes revueltas Judías, luchando por su total independencia, Tito Flavio Vespasiano, en la primavera del año setenta conquistó Jerusalén, arrasó y sembró sal sobre la explanada del Templo (solo se conserva el «muro de las lamentaciones» que es uno de los muros de contención de la explanada) y destruyó el Reino de Israel.

Teocracia Judía en tiempos de Cristo

Israel está gobernado directamente por el Sumo Sacerdote y el Sanedrín o Consejo de 72 ancianos y maestros de la ley.

Los    Judíos están divididos en sectas o corrientes de opinión religiosa.

-     Los herodianos son prácticamente paganos y partidarios de la dinastía extranjera de Herodes y sus hijos.

III.               Los saduceos, sólo creen en los cinco primeros libros de la Biblia (Pentateuco o Thorá).  Niegan la existencia de los ángeles y la resurrección de los muertos.  De ellos, son la familia de los sumos Sacerdotes, de la familia de Aarón y tribu de Leví.

IV.              Los fariseos son celosos guardianes de las costumbres de la ley.  Divididos en varias escuelas: unos más rigoristas que otros.  Entre estos últimos se encuentran los dos grandes maestros de Israel contemporáneos del Señor: Hillell y Gamaliel.  En general, predominaban los rigoristas y de ellos procedían la mayoría de maestros de la ley y los escribas, que como su nombre indica, cuidaban de los libros sagrados.

V.                 Los esenios son un grupo Judío profundamente espiritual.  Se sabía poco de ellos, hasta los descubrimientos del Qunranm. Hombres y mujeres, célibes y casados, Juntos, en ciudades propias y en monasterios Judíos contemplaban la ley, especialmente los textos que tratan de la vida interior, pecado, gracia, redención por el Mesías, hijo del hombre (es el título que más utilizan en sus libros).  Tenían poca influencia.  Se les veía como unos ilusos y visionarios espiritualistas y, además, vivían en lugares apartados, como en el desierto del Negueb.

(4)        Catecismo Romano

Al terminar el Concilio de Trento, San Pío V publicó el «Catecismo Romano» que recogía la enseñanza de siempre de la Iglesia Católica.

Juan Pablo II ha publicado en diciembre de 1992 el «Catecismo de la Iglesia Católica», en el que se nos proponen las mismas verdades y, además, se añade la doctrina católica sobre las nuevas realidades de la vida humana aparecidas en los últimos tiempos.

(5)

San Juan enumera siete Iglesias de Asia Menor que corresponden a siete ciudades.  Curiosamente forman geográficamente un círculo: símbolo de la máxima perfección.

(6)        Tentaciones de Jesús

«Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.  Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.  Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.  Pero él respondió diciendo: Escrito está: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".  Llevóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del templo le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: "A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra".Díjole Jesús: También está escrito: "No tentarás al Señor tu Dios".  De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorares.  Díjole entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: "Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto".  Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.» (Mt 4, 1-1 l).