Autor: Gustavo Daniel
D´Acipe
Fuente: Ediciones Dialogando
EL Día Final
El Juicio Final, el Fin del Mundo, la Parusía.
Es también lo que se llama
“el fin del mundo” o el “Juicio Final”, que lejos de ser catastrófico, será un
día de dicha sin fin, en que los muertos resucitarán incorruptibles (I Tes. 4,
16b), los vivos serán transformados siendo transfigurados e inmortalizados en
sus propios cuerpos (I Tes. 4, 17), y el universo será transformado también
desde dentro(Rom. 8, 21), gozándonos en la contemplación de Dios y en la
compañía de unos con otros en un mundo renovado y repleto de luz, donde no
existirá ya el llanto ni el dolor, y donde no habrá ninguna maldición (Ap. 21,
4. 22, 3).
No existirá la noche, ni habrá necesidad de la luz de
las lámparas, porque el Señor Dios será la Luz Eterna (Ap. 22, 5) y Él será su
resplandor.
Los cielos nuevos y la tierra nueva son descriptos en
el Apocalipsis, en los 2 últimos capítulos de la Biblia (Ap. 21- 22), donde se
narran los “Cielos nuevos y la tierra nueva”: El mundo creado bueno en un p
rincipio (Génesis 1, 4), no está destinado al fracaso, ni a la corrupción, ni
a la destrucción, sino a ser inmortalizado desde dentro, y renovado con una
claridad superior e incorruptible.
La Última Venida de Jesucristo es lo que los
cristianos denominamos “la Segunda Venida Gloriosa del Mesías”, mientras que
nuestros padres en la fe esperan la Primera. Es un factor de unidad al fin
entre ambos (Cat. Igl. Cat. Nº 840).
Jesús aparecerá glorioso así como ahora está,
resucitado con su propio cuerpo y lleno de “Poder y Majestad”, en su postrera
y definitiva manifestación, llamada también “Parusía”, es decir, Venida Final.
Se llama Juicio Final porque todos comparecerán ante
Jesús como Juez, y allí cada uno recibirá la recompensa (Juan 14, 1-3), y los
demás se enterarán del justo juicio de Dios. Es un Juicio Público, distinto
del Juicio Particular, que se produce en el momento de la muerte, cuando el
alma, desprendida de su cuerpo, comparece solitaria ante Dios.
En el Juicio Final todos se enterarán de la sentencia.
Además, no será solamente con el alma, sino que volveremos a ser personas, con
alma y cuerpo ya inmortales, y, por supuesto, este Juicio no se produce en el
día de la muerte, sino en el Día Final.
La justicia y la misericordia de Dios se harán
presentes al fin.
Justicia que manifiesta su misericordia, y
misericordia que manifiesta su justicia.
No solamente nos queda encomendarnos a ellas, sino ya
desde acá realizar las cosas para obtener un juicio favorable, de salvación, y
no ser condenados por unas pocas cosas, unos pocos días, en que nos hayamos
alejado de Dios en esta tierra.
Al fin y al cabo, una vida, compuesta por los años que
sean, ¿no son unos pocos días ante la eternidad inconmensurable que se abrirá
paso en el TiempoFinal?
Tiempo en el que ya no habrá más tiempo (el tiempo es
la medida del movimiento), sino una prolongación indefinida y siempre nueva de
un estado de vida de paz, de dicha y de felicidad, o de condenación,
desesperación y maldad.
Gustavo Daniel D´Apice
Profesor Universitario y Bachiller en Teología