La desilusión atea
Los críticos de la religión siguen manos a la obra
ROMA, domingo, 8
abril 2007 (ZENIT.org).
En la introducción al libro del que es coautor, McGrath admite que, como lo es actualmente Dawkins, en los años sesenta era ateo. Dawkins es un experto en biología evolutiva; de igual forma, McGrath comenzó en la ciencia, logrando un doctorado en biofísica molecular.
Pero luego cambió a la teología y, cómo él explica: «Me persuadí en consecuencia de que el cristianismo era una visión del mundo mucho más interesante e intelectualmente excitante que el ateísmo».
McGrath declara que se sintió decepcionado por el nivel de la argumentación del libro de Dawkins, que describe como «el equivalente ateo de la predicación sobre los fuegos del infierno, que sustituye el pensamiento cuidadoso y basado en la evidencia por la retórica turbo cargada y gran manipulación selectiva de los hechos». Y añade: «Las prédicas de Dawkins a sus coros de odio a Dios», se basan en especulación pseudocientífica y en sucesos agregados convenientemente.
¿Una desilusión?
McGrath dedica un capítulo a explicar porqué Dios no es una desilusión, como mantenía Dawkins. Observa que las definiciones usadas por Dawkins para describir la fe, tales como «proceso de no pensamiento», son extrañas a la definición cristiana de la fe.
Dawkins argumenta correctamente que necesitamos examinar nuestras creencias, reconoce McGrath. A este fin, es necesario que los niños reciban una instrucción verdadera y cuidadosa del cristianismo. Sería con mucho más perjudicial para ellos, afirma, llenar sus cabezas con los argumentos superficiales y erróneos que Dawkins utiliza.
La mayoría de nosotros, apunta McGrath, tenemos muchas creencias que no podemos probar que sean verdad, pero son, no obstante, razonables de sostener. Así, estas creencias son justificables, sin estar absolutamente probadas en un sentido empírico. Esta situación tiene lugar no sólo en el área de la religión, sino también en la ciencia, donde hay muchas teorías que no han alcanzado el estatus de ser probadas de modo concluyente.
McGrath también cita lo que algunos eminentes
científicos, como Stephen Jay Gould, un biólogo de Estados Unidos, y sir
Martin Rees, presidente de
Por otra parte, muchas de las grandes cuestiones sobre la vida, precisa McGrath, se pueden explicar por varias teorías y no ha una prueba científica absoluta que esté disponible. Además, hay cuestiones que van más allá del objeto del método científico, tales como decidir si hay un propósito dentro de la naturaleza.
Otro eminente científico, sir Peter Medawar, que logró el premio Nobel en medicina en 1960 por su trabajo en inmunología, se ocupó de este tema en su libro «The Limits of Science» (Los Límites de la Ciencia). McGrath explica que Medawar distinguía entre las cuestiones trascendentes, que se dejan mejor a la religión y a la metafísica, y las investigaciones sobre la organización y estructura del universo material.
Una demostración más de que Dawkins no es un representante del pensamiento científico es el hecho de que en el 2006, el año en que apareció «The God Delusion», tres científicos de investigación de primer orden publicaron libros que admitían la validez de un espacio para lo divino en el universo. Estos eran: Owen Gingerich, «God’s Universe»; Francis Collins, «The Language of God»; y Paul Davies «The Goldilocks Enigma».
«Dawkins se ve forzado», concluye McGrath, «a luchar contra el hecho altamente contradictorio de que su opinión de que las ciencias naturales son una autopista intelectual hacia el ateísmo es rechazado es rechazada por la mayoría de los científicos, independientemente de sus puntos de vista religiosos».
Ser malvado
Otro argumento utilizado por Dawkins es que
Dios y la religión son malvados, siendo responsables de toda suerte de
violencias y abusos en la historia de
McGrath, que creció en Irlanda del Norte,
tiene mucha experiencia de la violencia religiosa. Sin embargo, apunta que
es una proposición enteramente diferente sostener que la violencia es un
elemento inherente a
McGraith precisa que, claramente, la gente es
capaz tanto de la violencia como de la excelencia moral, y ambas
cualidades pueden ser provocadas por visiones del mundo diferentes,
religiosas o no. Al mismo tiempo, una sociedad que rechaza a Dios tiende
luego a tomar por absolutos otras realidades o conceptos. Así,
Otro libro, del 2006, también trataba la
cuestión de la violencia y contestaba a las críticas hechas contra
Ward admite que hay ejemplos de violencia inspirada en la religión, pero que una falta de fe puede también llevar a impulsos destructivos y al mal. Es verdad que los textos religiosos como la Biblia pueden emplearse para fines inapropiados. Pero esto sólo puede ocurrir cuando se ignoran preceptos vitales como el amor a Dios y al prójimo, y cuando los textos se sacan fuera de su contexto.
Buscar el bien
Todos los seres humanos, sostiene Ward, son susceptibles a la tentación del mal, sea religioso o no. ¿Cómo guardarse contra esto? Una de las mejores formas, sugiere, es un sistema de creencias que enseñe los principios del bien y del mal y nos motive al arrepentimiento y a buscar el bien.
En lugar de hacer acusaciones genéricas sobre «que la religión es peligrosa», debemos preguntarnos si una religión en particular en su contexto específico puede ser peligrosa, sostiene Ward. La respuesta a esta cuestión variará según las circunstancias. En general, continúa, la mayoría de la actual religión es una de las fuerzas que actúan por la estabilidad social y por el debate y la reforma moral serios.
Es cierto que la amenaza del terrorismo
islámico ha traído consigo la preocupación por la violencia inspirada en
Debemos recordar también todas las aportaciones positivas hechas por la religión, explica Ward en un capítulo. El ejemplo de caridad que nos ha dejado Jesús ha inspirado a personas durante siglos a seguir una vida de amor a los demás. El cristianismo ha inspirado también incontables hospitales, colegios y universidades, así como grades obras de arte, literatura y música.
La fe cristiana también ha animado a la investigación racional en el mundo material y dio lugar a la ciencia moderna. La creencia cristiana en la dignidad de la vida humana jugó un papel crucial en el desarrollo de los ideales de los derechos humanos. La religión, concluye Ward, puede ser una de las fuerzas más positivas para el bien en la vida humana.