DE DIOS QUIERO SABER

 

Victoria Rivelli de Oddone

Magis ampliado – CVX Asunción

2005

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Este material surge de las inquietudes y exigencias, también podría decir que de las enseñanzas, de mis hijos. Intenta responder a sus preguntas y adecuar nuestro conocimiento de Dios al lenguaje y experiencia infantiles.

Por tanto es bueno que presente al lector a mis hijos, ya que ellos han tenido buena parte de acción en la gestión de este material, y he recopilado algunas de sus inquietudes de cuando eran pequeños y se iniciaban con candor y entusiasmo en "las cosas del Padre", son: Marcelo, con ahora 11 años, Mónica de 7 años y Montserrat, la pequeña de 5 años.

Quisiera además, al ordenarlas de esta manera, compartir una reflexión acerca de cómo fomentar la vivencia espiritual en la comunidad familiar. Tiene sus raíces en una espiritualidad que hemos cultivado en familia, con Sergio, mi esposo, queriendo crecer en la fe, integrándola a nuestra vida cotidiana, buscando acercarnos simple y espontáneamente a la gracia de Dios que nos llenó de esa ansia de responder con vigor a su propuesta de ser plenamente hijos suyos.

En una palabra, queremos transmitir a nuestros hijos, así como antes lo hicieron nuestros padres, una experiencia de profundo amor a Dios, de descubrirlo en la creación, de sentirlo poderoso y protector, cariñoso y cercano a la vez.

Se vio reforzado por la oración diaria, por haber "gustado" tan intensamente los Ejercicios Espirituales de San Ignacio que los realicé en la vida ordinaria., justamente bajo la dirección de José Luis Caravias, sj.

Nosotros, padres o madres, vemos con entusiasmo el desarrollo de materiales que nos orienten en la tarea de ser padres, que nos ayuden a estimular tempranamente su inteligencia y cultivar sus habilidades en todas las áreas que pudieran ser de su interés, teniéndolos en cuenta, sabiéndolos como sujetos activos y ya críticos dentro de nuestra sociedad y buscando hablarles en lenguaje lo más acorde a su capacidad de asimilar o partiendo incluso desde sus experiencias infantiles.

Creemos que de la misma manera y con el mismo afán tenemos que estimular en nuestros hijos una relación espontánea y cotidiana con Dios. Así mismo, ir descubriendo e incorporarlos a la vivencia de una rica espiritualidad como miembros que somos de la Iglesia.

Esta es una propuesta en ese sentido: dar inicio a un diálogo sobre cómo acompañar el desarrollo espiritual de nuestros hijos pequeños, de 3 a 6 años. Es bueno que cada uno formule su camino, al igual que el Dios Padre se nos presenta a cada uno en particular como hijo, este ensayo solo quiere empujarnos a ese encuentro.

Intuimos, que en cierto modo, muchos padres y madres sentimos la necesidad de afianzarnos junto a nuestros hijos pequeños, ya que creemos que la solidez de sus primeros años les dará fortaleza e integridad en su desenvolvimiento social y para esto nos ayudan los materiales que aportan a nuestra tarea educativa y por sobre todo la cercanía con nuestros hijos para compartir sus diálogos, estar atentos a sus necesidades e inquietudes.

He preparado una primera parte, breve, como guía, que nos aporta algunas pistas según los textos bíblicos, para ir delineando nuestra intervención con los niños en cuanto a Dios y Jesús. Sé, por el relacionamiento cotidiano con muchas madres amigas, que ven necesario fomentar un desarrollo espiritual en los hijos, ese interés es el que quiero reforzar animándonos a asumir este rol fundamental partiendo de un conocimiento cada vez más claro de Jesús que permita su seguimiento sin vacilaciones.

La segunda parte trae al tapete algunas de esas preguntas más inquietantes que formulan nuestros niños en esta época y algunas ideas de cómo encarar las respuestas, intentando darle seriedad al argumento.

Comparto además un relato que simboliza las múltiples posibilidades que Dios ha puesto en cada uno de nosotros y que por medio de la comunión con El se pueden poner en vigencia.

Por supuesto este pequeño "reflexionario" no agota la viva curiosidad y la riquísima imaginación de los niños. Ellos saben llevarnos a nuevos desafíos y nos dan la posibilidad de seguir creciendo como padres. No es que tengamos que saber todo, sino dejar transcurrir naturalmente esa inquietud que tienen por conocer más a Dios. De allí surge o se acrecienta el amor hacia ese Padre. Sucedería lo contrario si recibimos esas preguntas con fastidio o temor, los niños podrían interpretar que el dios está definitivamente lejos de nuestras actividades diarias y aún más de nuestro cariño.

 

 

DIOS NOS ACOMPAÑA EN EL CAMINO

Alrededor de los 4 años los niños comienzan a hacer tantas preguntas sobre Dios y "sus cosas" que muchas veces nos dejan sin aliento. Algunas logramos responder sin tanta duda, pero otras nos llevan a meditar sobre qué modelo de Dios estamos hablando.

Si queremos conocer más fielmente a Dios y lo que nos propone, hemos de aclararnos con respecto a cómo nos habla, cómo se ha ido manifestando poco a poco a lo largo de la historia, según la capacidad de entender de los pueblos y sobre todo reforzar nuestra cercanía con El.

Dios se fue revelando progresivamente y eso lo podemos analizar a través del Antiguo Testamento: se mostró firme ante los sufrimientos y necesidades de su pueblo, ellos lo sintieron nítidamente en esos momentos duros, de allí comenzó un vínculo fuerte, que constituye el núcleo de fe de ese pueblo, pero se fue actualizando según las circunstancias que se presentaban, ampliando la visión y el conocimiento de ese Dios, hasta llegar a la revelación cumbre: la encarnación de Jesús.

De aquí queremos sacar inspiración, empuje y luz para adentrarnos con nuestros hijos en su senda.

Intentemos asimilar nosotros, para luego trasmitir a los niños. Éste es un punto fundamental: de la imagen de Dios que tengamos nosotros heredarán ellos la misma. De aquí se desprende que tenemos que empezar por aclararnos nosotros padres cuál es la relación que mantenemos con Dios.

 

ALGUNAS PISTAS DE AYUDA

Los niños van conociendo de a poco, en todo lo que atañe a su entorno, así como muchas veces nos sorprendemos diciendo "no se les escapa nada", tampoco podría estar Dios ajeno a eso.

Así también Dios se ha dado a conocer a los creyentes, según las necesidades y sobre todo según la cultura de los pueblos de las sucesivas épocas, de modo que gradualmente lo pudieran conocer y asimilar mejor. Esto es lo que se llama, como nos enseñó Caravias s.j., en el curso de Cristología, la "revelación progresiva" de Dios.

De aquí podemos sacar provecho para nuestra misión, ya que es de esa forma como también tenemos que hablar de Dios a los niños, según su edad, su capacidad de entender y ser concretos al responder la pregunta que hacen, no les embarullemos, tampoco dejemos de atender a su reclamo; en edades tempranas no les interesan las teorías. A nosotros sí porque nos dan más claridad, nos ayudan a profundizar en nuestro cristianismo y conocer mejor a Jesús y al Padre Dios.

Lo que pretendemos afirmar es que para desarrollar una amistad con Dios hay que conocerlo. Así se acrecienta el interés por "copiar su modelo" y uno se afianza en el amor.

También así podremos evitar mostrar o seguir presentando a un Dios que nos sirve de excusa para no esforzarnos en nuestras tareas o que aparecerá para "levantarnos por los aires" ante un resbalón nuestro. El nos ha dado la inteligencia, la fuerza y el empuje para poder hacernos cargo de nuestra vida.

 

ANTIGUO TESTAMENTO

Gen. 1, 28: "Tengan hijos y llenen la tierra".

Al acunar a nuestros hijitos, sentimos la grandeza de ser padres y también el desafío que implica, porque desde que son pequeñitos vamos llenando "sus hojas en blanco"; de nosotros depende que sean felices. Ciertamente, nosotros cristianos, sabemos que Dios nos guía en esta tarea.

Gen 17, 7: Podemos asimilarnos al patriarca Abraham: nos ponemos a disposición de Dios para colaborar con su plan de hacer crecer un Reino de hermanos. Dios nos da una herencia de descendientes y por amor nos comprometemos a cuidar y hacer crecer a sus hijos.

Gn. 22, 1 – 19: La lectura del "sacrificio de Isaac" nos golpea, los escritores de esta parte del A.T. recogieron antiguas tradiciones para enseñar sobre el Dios – Yahvé que se mostraba a los israelitas de ese entonces, como diferente a los otros dioses. Por eso no hay que quedarse en el "pedido" que ponen en boca de Dios, sino en que condena luego tal práctica. Querían de una manera drástica marcar una diferencia con los otros dioses para quienes se hacían sacrificios, le dan un final diferente más acorde a ese proceso de inserción cultural de Dios misericordioso en la paulatina comprensión del pueblo. Dios no está de acuerdo con que se "sacrifique" a los hijos.

También me parece que intenta decir que afinemos nuestro discernimiento para aclararnos con respecto a lo que Dios nos pide. Muchas veces puede confundirnos que ciertos hábitos estén tan arraigados entre nosotros y que sea más fácil seguir la corriente que contrariarla.

Esto puede también ser de gran provecho en nuestra tarea de padres y madres: cuánto nos preocupa que los niños se dejen llevar por lo que otros dicen, hacen o tienen.

Así que podemos nutrirnos de esta fuente: tener firmeza y claridad con nuestros hijos. Dios sale al paso en forma vehemente para asegurarnos que cuida de nuestros hijos como "a la niña de sus ojos". Entonces no los descuidemos nosotros.

¡¡Qué alegría y fuerza nos da meditar sobre estas lecturas!

Muchas veces el lenguaje del Antiguo Testamento nos parece confuso. En realidad hay que hacer una lectura más detallada, conociendo un poco más de la historia de ese entonces, reconocer que fue escrito en circunstancias muy diversas a las de nuestro tiempo, aunque descubriremos que las actitudes de las personas son muy similares a las nuestras y podremos actualizar la reflexión según nuestras nuevas coordenadas y sobre todo reconoceremos la actitud de fidelidad de Dios que ha buscado desde entonces involucrarse con nuestra cotidianeidad.

Is. 43, 4: "Ustedes valen mucho a nuestros ojos". Hacer sentir a nuestros hijos que les queremos, que les respetamos, que disfrutamos con ellos. Este es el modelo que seguirán en su trato con Dios y con las demás personas, porque quieren responder con manifestaciones de cariño al amor con que se los cría.

Is.66, 13: "Como un hijo a quien consuela su madre, así yo los consolaré a Uds."

Siempre se nos muestra con bondad y misericordia. Sabe de nuestros sufrimientos, categóricamente no vienen de El, ni los quiere. Al contrario nos empuja, como a Moisés, a responsabilizarnos por los más pequeños, por aquellos que necesitan. Nos asiste en todos los proyectos de bien.

Muchas veces los padres nos desanimamos porque hay tantos estímulos externos que parecen oponerse a los valores que inculcamos dentro de la casa; sin embargo los hijos vendrán a comentar sus dilemas con nosotros si confían en que estamos para acogerlos y será el momento para reforzar nuevamente lo que de pequeños les hemos enseñado.

Prov. 13, 24: "El que ahorra el castigo a su hijo no lo quiere; el que le ama se dedica a enderezarlo".

Los hijos necesitan atención de nuestra parte, sentir nuestro amor, así tampoco podemos descuidar sus faltas, corregirlas precozmente para evitarle sufrimientos posteriores y sobre todo para que desarrollen una vida armónica en comunidad.

Pero tampoco podemos seguir leyendo, como letras sueltas lo que está escrito en la Biblia y cargar la tinta en los castigos, eso es repetir fuera del contexto en el que fue redactado, aunque no se trata acá de hacer un estudio más detallado. Nuestros hijos necesitan, es cierto, la mano firme que los guíe con entereza, saber que sus padres les sostienen, pero al igual la ternura que despierta en ellos responder de la misma forma.

Eclo 11, 7: "No reprendas antes de examinar, reflexiona primero y después reprende"

Tenemos que indagar el modelo de actuación, de respuesta a las situaciones conflictivas que tienen nuestros hijos a la vista, no sustituir el diálogo por el castigo, evaluar también el método y el momento adecuados, no como un desahogo nuestro, sino buscando sobre todo su bien. ¿No será que necesitan más presencia, más momentos para escucharles y menos palos?

Sal 127, 3: "Un regalo del Señor son los hijos".

Dios comparte con nosotros algo de lo más íntimo de su ser: su amor fecundo. Quien ha experimentado el ansia de tenerlos, de sentirlos dar brincos en el vientre o desearlos con todo el corazón, de acunarlos, alimentarlos y acariciarlos, comprenderá estas palabras del salmista y además, estoy segura, se habrá sentido colaborador de Dios en la tarea de la creación.

A través del Antiguo Testamento podemos ver el largo camino recorrido por los creyentes en su proceso de madurez, de crecimiento en la libertad y en la fe hacia un Dios que se presenta antes que nada como responsable de sus "creaturas": las rescata de padecimientos diversos, es firme, consolador, mil veces perdonador, son las actitudes de un verdadero Padre, aunque esta denominación recién nos la ofrezca Jesús y ése es el modelo que intentaremos reproducir en nuestra vida.

Podemos también asimilar otra experiencia para aplicarla con nuestros hijos: a Dios se le va conociendo de a poco, según la edad del niño, según su desarrollo evolutivo. Primero los niños se afirman con su propio yo, entonces sus preguntas giran mucho en torno a lo que Dios es y siente hacia ellos, hacia el "mundo físico" de Dios, también sus oraciones son expresiones de su mundo y de sus necesidades, lentamente van incorporando a los demás a su mundo, es decir también a sus oraciones, en la medida que entablan relaciones afectivas más significativas y nuevas experiencias. Lo que cuenta es que los niños busquen acercarse a Dios y se vaya impregnando su vida de fe.

También es bastante frecuente que nos desanimemos porque aún no vemos los frutos esperados, pero ésta es una tarea para enriquecer nuestras vidas y eso no tiene un tiempo limitado de acción.

 

DE LA MANO DE JESÚS

El Padre se nos da a conocer a través del Hijo (Mt. 11, 27).

Tenemos que confrontar nuestra experiencia diaria con el estilo de ser padre (o madre) de Dios, origen de nuestra maternidad o paternidad. Es el modelo que los padres cristianos queremos seguir, para tener firmeza, para que superemos los errores y tomemos aliento para construir cada día a "su manera".

Los niños tienen una facilidad para sintonizar con Dios, son como la "gente sencilla" a quienes El se presenta (Mt. 11, 25 b).

 

Nuevo Testamento

JESÚS en una familia concreta:

Se habla poco de su familia, quizás porque era una familia sencilla, sin nada que llamase la atención, "si no era más que el carpintero" (Mc 6, 3), pero lo más probable es que haya sido importante el clima familiar para desarrollar posteriormente su misión: "el niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría" (Lc 2, 40).

Era gente de fe: "Yo soy la servidora del Señor" dijo María al ángel (Lc. 1, 38). "Cuando José se despertó hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado" (Mt. 1, 24). Se abrían y disponían a la acción de Dios en sus vidas.

Una familia que tuvo problemas graves: las dudas de José con respecto a María, incluso "pensó despedirla" (Mt. 1, 19). Sufrió con todas las dificultades que habrán rodeado al nacimiento pobre, "lo acostó en un pesebre" (Lc 2, 7); ellos tuvieron que soportar "la huida a Egipto" (Mt. 2, 13) como muchas personas que hasta hoy tienen que migrar por diversos motivos y con toda la angustia que eso genera.

Consciente de la realidad social: María dice en su himno que "Dios deshace los planes de los soberbios, levanta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos" Lc. 1, 51 – 53. Conoce los problemas de su entorno y alaba que la acción liberadora de Dios se haya iniciado.

Una familia solidaria: "María va junto a Isabel" Lc 1, 39.

Una familia que manifiesta su esperanza en Dios: "mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador" dice María en otro versículo, Lc 1, 47.

Respeta la vocación del hijo, aunque no lo entiendan: "Su madre le dijo: ¿Hijo por qué nos has hecho esto? El les contestó: ¿No saben que debo estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron esta respuesta". Lc. 2, 48 – 50.

Le dieron esa experiencia de amor, fundamental para que luego El expresara su maravillosa parábola del hijo pródigo (Lc. 15). Por el amor del Padre, por el amor que experimentó con su familia de Nazaret, sabe con certeza, que los padres están siempre pendientes de sus hijos, aunque éstos los rechacen, los padres están anhelando la reconciliación y festejan el retorno.

Superar las dificultades que podemos entrever en la familia de Jesús, supone mucho amor: diálogo, comprensión, mucha oración. Por consiguiente, la familia ideal no es aquella en la que están ausentes los conflictos, sino la que busca acoger a todos sus miembros según las necesidades especiales de cada uno, enfrentar las dificultades sin por ello perder la alegría, crecer en el respeto y la tolerancia mutuas, fortalecerse en la fe y el amor a Dios, es aquélla que escucha el Evangelio, que lo acoge y lo vive, aun a costa de tener que soportar situaciones problemáticas.

Todas esas vivencias son posteriormente apoyo para la vida pública de Jesús, "feliz la que te dio a luz y te crió" Lc. 11, 27.

Esto nos dice que Jesús comprende, desde su realidad, la situación de la mayoría de las familias. Por esto su ayuda puede ser eficaz para nosotros.

Cada uno va imaginando a Dios según el vínculo afectivo con su entorno, las más significativas son aquellas primeras personas con las que el niño entra en contacto: las de su ámbito familiar.

Jesús nos habla del PADRE:

El Padre es modelo del actuar de sus hijos y con amor los guía. "El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino solo lo que ve hacer al Padre", Jn 5, 19 – 20.

El Padre por amor a sus hijos, pone a disposición de ellos todo lo que tiene: una forma de convivencia basada en la compenetración mutua. En realidad se entrega a los hijos día a día, de diferentes formas. "Hijo tu estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo", Lc 15, 31.

El Padre perdona con alegría. "Había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado", Lc. 15, 32.

Ser buenos al estilo de Dios Padre, "Sean Uds. buenos del todo como es bueno su Padre del cielo" (Mt. 5, 48). Se trata de comprender que lo único que verdaderamente educa a los hijos es la bondad de los padres hacia ellos, en el trato diario, en la atención que se les brinda, en cómo se les escucha, en cómo se valora la palabra de ellos, en cómo se les ayuda para superar sus errores y en cómo se aplauden sus logros.

 

Jesús sabe que el hecho de la familia es decisivo en la experiencia y en la vida de los hombres. Por eso, habla frecuentemente de las relaciones familiares como modelo para explicar lo que es Dios o el reinado de Dios en el mundo.

Dar vida es también cuidarlos, jugar, ver sus dibujitos preferidos en la TV, hacer las tareas, leerles cuentos, mirar con ellos una tarde de cielo despejado, es despertar en ellos la fe, hacerles sentir que Dios los ama y que están hechos para ser felices.

La familia es fuente de vida, es un espacio privilegiado para cultivar el amor, la alegría, la generosidad, la responsabilidad, la fe.

Es bueno reflexionar sobre nuestro actuar como padres, a la luz de la fe, ayudarnos en nuestro rol de educadores primarios y sobre todo impregnar nuestra tarea de optimismo.

La tarea de educar es principalmente de los padres. A través de ello queremos impregnar en nuestros hijos los más bellos valores, inculcar los más altos ideales.

Es importante contar con la información que nos ayude a orientar mejor a nuestros hijos, por lo tanto también podemos decir que la tarea es doble: ir educándonos nosotros junto a nuestros hijos. También estamos llamados a madurar en este camino, de ser responsables, de encarnar los valores evangélicos. Hay desafíos constantes, por eso es fundamental el diálogo permanente con la pareja, con los hijos, con quienes colaboran en su crianza, con sus educadores y si podemos apoyarnos en pequeñas comunidades de iglesia, aún mejor.

Tantas veces escuchamos decir sobre la semejanza física del hijo con uno de los padres, lo cual hace que el afortunado se quede muy satisfecho. Pasa igual con algunas habilidades, porque el padre o la madre se encargan de adiestrar en lo que saben hacer, y también sucede con las actitudes: podemos vernos reflejados en nuestros hijos. Somos los padres y las madres indiscutiblemente los modelos que ellos copiarán.

Para educar, tenemos que recordar que los medios para lograr lo que nos proponemos, en todos los casos, son:

el ejemplo

la constancia

el esfuerzo por mejorar

el optimismo

saber ir por delante

profundizar en el conocimiento de los hijos.

Tener en cuenta que es importante lo que trasmitimos con los gestos, con nuestras actitudes, no solo con las palabras. Los niños interpretan bastante bien nuestras "actuaciones".

 

 

CON SAN IGNACIO PEREGRINAR CON LOS NIÑOS

San Ignacio de Loyola, siendo laico aún y estando convaleciente por una dolencia que le impedía caminar, se dedicó a estudiar la vida de Cristo, a hacer oración y de allí surgió su creciente deseo de seguir a Cristo y entregarle su servicio. De esas lecturas, oraciones y anotaciones se originaron sus Ejercicios Espirituales, donde plasma el "valor perenne del Evangelio que inspiró su relación con el verdadero Dios de Jesús y le dio sentido a su vida".

Aclara él mismo, que estos Ejercicios, su valioso legado, que hasta hoy a muchos de nosotros sigue iluminando, ayudan a examinarse de modo a dejar de lado todas aquellas "afecciones desordenadas", en suma, limitaciones que nos impiden hallar la mejor manera de relacionarnos con el padre Dios y disfrutar de nuestra condición de hijos felices.

La pausa del día

En estos tiempos parecería que estamos obligados a correr, a ser primeros, en una tarea alocada por competir en el consumo y por hacer frente a la devaluación de nuestros ingresos, confrontados con los altos costos de la consumición básica familiar, lo cual nos lleva a cargar a su vez con el desgaste y la agresividad que a veces eso genera.

Llega un momento, en que hombres y mujeres nos sentimos agobiados, porque al hacer un balance parece que es más lo que nos saca el trabajo que lo que nos da, sobre todo en cuanto al poco tiempo que nos queda para estar con la familia, para dedicarnos a los hijos.

Después de una jornada habitual llegamos a la casa cansados, con poca paciencia y deseosos de encontrar todo en orden para poder descansar tranquilos un buen rato. De allí surgen los enfrentamientos con los niños, ya que ellos también esperan ese momento de compartir con sus padres, de jugar juntos, de revisar las tareas del día, de escuchar algún cuento, de recibir una caricia. En esas condiciones el poco tiempo que nos queda para ellos es también malo en calidad.

Nuestra responsabilidad como padres – educadores muchas veces queda un poco relegada, nosotros abrumados por la incertidumbre y la tristeza y nuestros hijos, confundidos, pueden reaccionar de diferentes maneras, desde la indiferencia hasta la rebelión.

Coinciden en nuestros años jóvenes, las ansias y posibilidades de un desarrollo profesional con la época de mayor exigencia de nuestros hijos, porque aunque a veces no saben expresar claramente, reclaman nuestra presencia y lo que es más importante: es el tiempo de sus primeros aprendizajes, donde nosotros jugamos un papel preponderante, insustituible, solo nosotros padres somos capaces de mostrarles el modelo que queremos, de trasmitirles lo que creemos serán sus herramientas para su buen desarrollo.

Además es una experiencia plena de alegrías, ir disfrutando de sus primeras conquistas y estar convencidos que es el tiempo irrepetible de cimentar las bases de su personalidad.

San Ignacio, buen conocedor de los desasosiegos en que estamos a veces sumergidos, propone formarse en el hábito de tomar una pausa para evaluar cómo ha andado nuestro día con relación a los compromisos que hemos asumido dentro del plan de Dios, si nuestros pasos nos han acercado o alejado más de ellos, y ser perseverantes en lo que él llama "examen de conciencia".

Es conveniente que uno se tome una pausa, para evaluar las opciones, así se descubre qué es lo que en cada etapa requiere mayor cuidado, a qué o quien se dedican los mejores empeños, de qué manera se expresa el amor a los hijos.

Puede a veces suceder que uno se llene de actividades justamente para acallar esa inquietud que teme enfrentar.

Ciertamente es a veces difícil hacer frente a la presión social que impone el modelo de ser exitoso fuera de la casa, de hacer como los demás, también porque implica convicción para no dejarse envolver por las "necesidades" que nos crea la sociedad consumista, porque la decisión de acompañar más de cerca el proceso de los hijos supone muchas situaciones nuevas que asumir, muchas cosas por descubrir en ese aprendizaje de ir "creciendo juntos" y eso requiere disponibilidad de tiempo que puede significar renuncia a otros compromisos de parte de uno de los padres.

Muchas veces decimos, "si yo pudiera cambiar tal situación..." y con nuestros hijos pasa eso, podemos, nos debemos mucho. Es como tener ahora un tesoro grande en las manos. ¿Por qué dejarlo escapar? Con una mayor y sobre todo mejor atención de madres y padres, podrán nuestros hijos desarrollarse en un clima de apoyo, de cariño, de estímulo. Lo mismo, si nosotros sentimos la necesidad de comunicarnos con Dios como con un padre amoroso, también ellos lo sentirán así.

San Ignacio propone, con mucha claridad, afianzarse cada vez más, para ello la pausa y examen de conciencia son necesarios y además nos sigue insistiendo:

Para llevar a cabo nuestra tarea con más eficiencia, es necesario, conocer el equipaje que traemos, conocernos más a nosotros mismos porque así podemos tener claro lo que nos ayudará o lo que nos perturbará: "liberarse de afecciones desordenadas", y eso nos permite acercarnos con delicadeza a Jesús, para luego ser más honestos en la relación con nuestros hijos.

"No el mucho saber harta y satisface el alma sino el sentir las cosas internamente" (San Ignacio). No es lo mucho que le podamos enseñar a nuestros hijos lo que los hará más felices sino cuanto le demostremos nuestro amor

 

EL APORTE DE CVX: LA COMUNIDAD FAMILIAR

La familia es la primera escuela de fe y eso lo entiende muy bien la Comunidad de Vida Cristiana.

Nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación (PG 4).

Por eso estamos acá, muchas cosas nos sonarán ya conocidas, otras parecerán nuevas, pero sobre todo nos anima el esfuerzo constante por mejorar y sentirnos apoyados en la comunidad que elegimos: familiar, de amigos, de iglesia, espacios donde compartir la vida.

Lo que queremos es reflexionar sobre algunas actitudes que podemos potenciar en nuestros hogares para estimular y encauzar la vivencia espiritual de nuestros hijos.

En los documentos CVX encontramos respaldo:

En una comunidad que, como la CVX, se caracteriza como lugar de educación a las opciones, es importante señalar la realidad de la vida familiar como "vocación".

Conscientes de esto, los documentos de CVX nos invitan a comprometemos a:

Vivir la familia como un gimnasio para un cotidiano ejercicio de la gratuidad, alejando de nosotros todo lo que puede dividir el corazón.

Vivir un estilo de relaciones familiares fundamentado en el diálogo, en el respeto recíproco y en el perdón, un estilo que ofrezca el espacio necesario para que cada uno pueda expresarse en aquello por lo cual se sienta valorizado en su diversidad.

Estar disponibles al diálogo y al confrontarse con otras parejas, para compartir las propias experiencias, crecer juntos y sostenerse recíprocamente en los compromisos de servicio al Evangelio.

Vivir un estilo de acogida, de apertura a los otros, de sensibilidad a los cambios de la realidad local.

Ampliar el ámbito de la familia, ofreciendo a quien tiene necesidad incluso hospitalidad.

Construir redes familiares de solidaridad y de testimonianzas comunitarias, para favorecer una cultura de la vida que permita un compartir siempre mayor de lo que se es y de lo que se tiene.

Para terminar citamos a otros autores: "El reconocimiento es el aspecto más importante en la educación de los hijos, a tal punto que la falta de reconocimiento puede ser considerada como la causa esencial de la mala conducta. Cada niño necesita estímulo, como cada planta necesita agua.

La habilidad del reconocimiento parte del amor y comunica amor y se enfatiza en la familia.

Se convierte en una caricia, en un regalo, en un alimento de vida. Cuando nos sentimos reconocidos sabemos que existimos junto a los demás y nuestra vida y nuestro esfuerzo tienen sentido. Es una expresión de amor que invita a seguir creciendo"

 

 

BUSCAR EL ARCO IRIS

Tesoro heredado

Seguro recordamos, cuando de niños, después de una lluvia, era tan entusiasmante buscar el arco iris, escuchar las leyendas contadas por padres o abuelos del tesoro escondido en su extremo y contemplarlo tan maravilloso desparramando sus múltiples colores.

Ya siendo grandes, para muchos, esa misma emoción nos acompaña cuando el arco iris se instala plácidamente en el horizonte después de una tarde de lluvia.

Eso que nos da tanto regocijo lo hemos trasmitido a nuestros hijos. Quién no recuerda esas tardes muy lluviosas de verano, entre aburrimiento e inventos, cuando esperábamos que acabe para mostrar a los niños, con gran alboroto, el arco iris.

Para ellos, así como lo fue para nosotros en nuestra infancia, de alguna forma ha sido heredar el tesoro escondido en su fascinante abanico colorido.

La alianza

Tiene además un simbolismo muy importante, ya que desde la manifestación bíblica, el arco iris representa la alianza que estableció Dios con sus hijos a través del tiempo. Entonces es fidelidad y alegría, esperanza de tiempos mejores después de la tormenta, saber que el amor perdura y todo lo renueva.

Puede haber tormentas, noches de pesadilla, temores, pero hay siempre una mañana con sol, una luz que da vigor, una mano amiga que anima, un abrazo reconfortante.

El arco iris puede parecernos lejano, pero hay que descifrar sus colores, el tesoro no está oculto en el valle perdido, está en cada uno de nosotros: en quien se alegra porque irrumpe, en quien disfruta de su belleza, en quien lo contempla alborozado, en quien recuerda la alianza, en quien renueva su fe. Dios, por tanto, no está allá arriba (se caería de las nubes como dicen los niños pequeños), lejano, sino próximo, cercano, inmerso en nuestras vidas, para quienes creen más allá de lo que ven.

A través de la palabra

Medio indiscutible de esta herencia ha sido la palabra. En tardes lluviosas se encontraron madre o abuela o padre con hijos, charlando animados, encontrando consuelo, rememorando infancia, acrecentando lazos. Así como también Dios se da a conocer, "instala su carpa en medio de nosotros" (Jn. 1, 14), nos busca, nos mueve a encontrarlo. Se hace pequeño también, escudriña nuestros balbuceos y clarifica nuestros rudimentarios códigos. Siente nuestro caminar cansino, nuestros pies quejumbrosos arrastrándose y pone énfasis en la cercanía, el consuelo, la esperanza.

Al abrigo del amor

¿La historia sobre el arco iris, su descubrimiento y su símbolo, solo pretendía aquietar nuestras tardes de infancia, o era información que pudiese motivar nuestra curiosidad? Iba más allá. Era compartir los recuerdos, alegrarse juntos, invitar a la esperanza a enseñorearse en nuestra vida cotidiana.

Va más allá, sólo al abrigo de los brazos maternos esta historia tiene sabor, conmueve y apasiona. Sólo cobijados por los brazos paternos, este relato tiene verdad y fuerza.

Es la presencia amorosa de la madre la que tranquiliza en tardes de truenos, es un tibio chocolate ofrecido por la abuela que reconforta y saca el frío, es la voz del padre que ahuyenta los fantasmas de las tinieblas.

Sólo el amor hace a un Dios empequeñecer, nacer en un humilde pesebre, recorrer los caminos hecho hombre, abrir los brazos desde el madero de la cruz, en señal de entrega amplia y eterna.

Por eso cuenta más la vida que construimos con nuestros hijos, el Dios de nuestro hogar, que lo que podamos ofrecer en cuanto a la "historia de Jesús".

 

 

HABLAR DE DIOS CON LOS NIÑOS PEQUEÑOS

Se trata de explicar algunos puntos fundamentales de nuestra fe cristiana, en base a lo que preguntan, y sobre todo simplificando, adecuando el mensaje de Jesús a su entendimiento, no se trata de inventar nada, claro que sí podemos recurrir a la imaginación, por ejemplo cuando decimos que Jesús jugaba de niño con los vecinitos, es lógico pensar que así ocurrió, como cualquier niño del mundo en cualquier época.

Cada familia tendrá su manera de expresar la fe, lo que sí se puede afirmar es que desde pequeños y en el hogar se inicia esa amistad con Dios, ese sentirlo Padre protector, ese asomarse al misterio de la Trinidad.

 

 

LA CREACIÓN

Marcelo, 3 años: ¿Quién nació primero en el mundo?

¿Cómo se formó la primera persona?

Dios creó el mundo, El hizo que todas las personas, los animales y las plantas estuvieran en este lugar. Esta es nuestra casa, por eso tenemos que cuidarnos unos a otros y todas las otras cosas buenas del mundo, para disfrutar de lo que nos regaló Dios Padre.

Explicar que El nos da la posibilidad de tener las cosas que sean útiles para nosotros.

Hay que tratar de explicarle lo más claro posible, el niño tiene que identificar lo que se puede atribuir directamente a Dios de lo que crea el hombre, poco a poco esta versión se irá ampliando y corrigiendo según su edad de comprensión.

No hacen falta, a esta edad, teorías sobre la creación del mundo, pero tampoco sostener a un Dios de magia e inventar historias fantásticas como los personajes de dibujos animados que tanta fascinación ejercen sobre los pequeñines.

A esta edad es fundamental que sepan que Dios hizo todas las cosas del mundo, se puede leer con ellos el Génesis (1, 1 – 26).

Este es el paso inicial.

Si les decimos que Dios dio el empuje inicial y la inteligencia, el resto se lo irá explicando la ciencia cuando ellos así lo precisen.

 

EL MISTERIO DE DIOS

Marcelo, 5 años, preguntaba: ¿Cómo nació Dios? Porque tiene que haber una mujer para "hacerle nacer".

"Dejar a Dios ser Dios". El es tan grande que nosotros no podemos entender muchas cosas.

Muchas veces he querido recurrir a sacerdotes muy instruidos para que respondan a algunas preguntas más complejas. Por un lado me siento maravillada, que tengan los niños la inteligencia de plantear esas cuestiones filosóficas y de investigación teológica y por otro, me encanta ver el interés que muestran por tener a Dios más presente, más concreto en sus vidas, aunque sea a veces como un cosquilleo extraño.

Y he encontrado, que muchas de esas preguntas no tienen una respuesta muy clara o fácil de entender; otras simplemente no la tienen, entonces los niños escuchan lo que le podamos decir como una información más, es algo que les interesa pero no preocupa, pero resulta necesario compartir con ellos un momento de charla "intimista" sobre Dios, con mamá o papá y eso da más beneficios que agotar recursos por conocer el lugar exacto de su casa o como nació El mismo, porque en esencia para los niños se irá grabando que Dios nos reúne en torno suyo, nos hace más familia.

Tenemos también que ser prudentes, que las cosas de Dios no las sienta como un peso aplastante, simplemente que ese misterio sea para él garantía de seguridad en un ser superior.

 

¿DÓNDE VIVE DIOS?

1 Cor. 2, 9: "Ningún ojo vio, ningún oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman".

 

¿ME ESCUCHA DIOS?

Apurado por hablarle de sus necesidades, José Mateo (3 años) dice: "Ángel de la guarda, dulce cumpleaños...

Cierto que los niños pedirán cosas materiales (cuántos adultos también lo hacen), expresando sus deseos más que necesidades, pero lo que más les interesa es saberse acogidos, tener la certeza de que Dios está presente aunque no lo vean y les protege para así sentirse seguros como con mamá y papá.

Hay que enseñarles a hablar a Dios, a hacer sus oraciones. Sirve la noche, momento más tranquilo, acostados juntos, invitar al niño a que vaya diciendo lo que quiere, a ese Dios que le escucha con agrado. Esto es lo bueno, no que repitan fórmulas prestadas, sino que "cuenten su día a Dios", así como lo hacen con nosotros o aun con más detalles, qué les gustó, por qué se enojaron, de esa manera también van aprendiendo a hacer introspección, a revisar lo que hicieron y el modo de portarse. De grandes sabrán así confrontar su vida con su compromiso cristiano, sabiendo que obran de una manera determinada no porque hay amenazas o premios, sino porque así se construye "una comunidad fraterna".

Así aprenderán a creer en Dios, a hablar directamente con Él y a querer escucharle, a pedirle, a esperar que Él les proteja, les guíe, les dé fuerza para apartar las cosas malas de la vida. Aprenderán a quererlo, a confiar en El, a sentirlo en sus vidas.

Esta edad es la etapa propicia para introducirlos a la oración, ésa que sale de nuestro corazón, animarlos en ese camino, sin atosigar, dejarlos obrar lenta y espontáneamente, de lo contrario parecería que Dios es un detective o espía que se mete en todos nuestros huecos aunque no queramos. Hay veces en que los niños no quieren hablar de sus cosas y Dios más que nosotros padres respeta la libertad de cada uno de sus hijos. Es bueno tener en cuenta que educar a los hijos es tarea para largo rato, no nos apresuremos, pero tampoco dejemos pasar el tiempo estérilmente.

No nos preocupemos a edades tempranas de los rezos clásicos, bien vale que aprendan el Padrenuestro pero más aún que se familiaricen con Dios, que se sientan en confianza e intimidad con El, que aprendan a conversar con El, a comunicarse y eso es oración.

También enseñemos a nuestros pequeñines traviesos a saber hacer y estar en silencio, a aprender a "sacarle el jugo", a comprender que ésta es también una forma de comunicarse con Dios.

Yo creo que el niño que vive en ese ambiente, de esa mística de su niñez pasará a participar con entusiasmo de las demás propuestas, a buscar nuevas formas de relacionarse con el padre Dios, a través también de los ritos de la Iglesia.

 

¿DIOS ME CUIDA EN TODO MOMENTO?

Esta edad a la que nos estamos refiriendo, es pródiga en mimos, es la que reclama nuestra presencia, es la que a veces limita nuestro trabajo, porque les gusta que estemos con ellos, les gusta cobijarse con nosotros. Así también es necesario insistir para internalizar la idea de Dios que está siempre atento a nuestras necesidades, aclarar muy bien qué se le puede pedir o mejor dicho qué es lo que prometió que nos concedería: el Espíritu Santo, ciertamente esos dones: paz, alegría, fortaleza, entendimiento, son los pilares de nuestro trabajo, de nuestros logros, de nuestra vida diaria, a partir de ellos podemos conseguir lo que necesitamos.

 

¿DIOS ES HUMANO?

"Si no es humano es extraterrestre, o mejor, Dios es cielorrestre".

En cuanto al rostro y aspecto físico de Jesús hay que dejar claro que la Biblia no lo dice, resaltar que fueron sus palabras y gestos los que nos trasmitieron los que escribieron, porque eso marcaba la diferencia, eso es lo importante, de modo que lo valioso para nosotros es tratar bien a la gente, con respeto, con amabilidad, sin tener en cuenta cómo está vestida la persona o sin importar sus rasgos físicos.

 

¿DIOS EXISTE?

¿Dónde está, que no se le ve?

Jn. 8, 42: Jesús dijo: "Yo he salido de Dios para venir aquí".

Hablémosle de Jesús, el Dios que se hizo hombre, que tiene un rostro y un cuerpo concretos, leer lo que dijo, que está en la Biblia, así les damos certeza de su existencia y eso les deja más tranquilos, ya que constantemente están buscando entender un poco más de "ese alguien" que tiene una presencia tan fuerte en su casa pero que no lo ven.

Además es importante que desde pequeños reconozcan que Jesús nos muestra el camino hacia el Padre.

Generalmente no hace falta dar largas explicaciones, porque con poco y ajustado a su entender dan por terminado el asunto. Necesitan respuestas breves y claras. Cada niño, en realidad responde y se interesa de manera diferente.

Hay preguntas más complejas que otras, para esos momentos en que no sabemos qué responder, recordar que Jesús mismo nos prometió la ayuda del Espíritu Santo ("hablaban en lenguas diversas" Hch. 2, 4), lo cual supone mediante nuestra oración constante, entendimiento o facilidad de acercarse al misterio de Dios, no pretendamos de ninguna manera abarcarlo todo, sino más bien conducir serenamente a nuestros hijos, de la mano y con respeto, hacia esa experiencia profunda de amor con Dios, el resto vendrá por la misma gracia de Dios que fue también el primero en darnos esa chispa, esa inquietud por responder a su llamada.

Querer verlo es una de las inquietudes más frecuentes que plantean los niños y que no podemos complacer.

A mí no se me había ocurrido, pero mi niña, después de una de nuestras pequeñas charlas, tomando el crucifijo de un rosario para dormirse, dijo: "Sé que Jesús está dentro mío pero así puedo verle".

 

 

¿DIOS TIENE FUERZA?

Lo que interesa es saber para qué queremos usar la fuerza. Por sobre todas las cosas lo más importante es que nos tratemos con cariño, escuchando y hablando tranquilos, sin abusar de nuestra fuerza o de nuestra inteligencia, porque a todos Dios nos dio un poco de su poder para amar.

 

A IMAGEN Y SEMEJANZA

- Papi, Dios tiene cabello blanco? ¿El no se pone nervioso?

En esto se evidencia un poco eso de que los niños "imaginan" a Dios según lo viven en su casa, por tanto experimentan el amor de Dios a través del de sus padres y hasta fantasean que podría parecerse a su papá.

Cuántas veces habremos repetido lo de que "nos sacan canas" con tantas pruebas de fuego a nuestra, muchas veces, escuálida paciencia. Bien vale recordarles el texto bíblico: "lento para la ira, rápido para perdonar".

Esta es también, la forma más práctica y efectiva de familiarizarse con la Biblia, cuando se hace presente en nuestra conversación y sus mensajes dan vigor y credibilidad a nuestra explicación.

 

EL CIELO

Karen, 5 años: Si el cielo está arriba cómo Dios no se cae?

Estábamos recolectando víveres para San Pedro, y Marcelo (5 años) preguntó: ¿Jesús tiene comida en el cielo? ¡Porque si no, allí nos vamos a morir de hambre!

Oh! resurrección!.

¿En el cielo se come?, preguntó un pequeño goloso, Marcelo.

Porque si no, yo voy a guardar un chocolate en mi bolsillo cuando me vaya.

El banquete prometido!!

¿En qué país queda el cielo? preguntó Mónica (5 años) queriendo ampliar sus conocimientos de geografía.

El "país del cielo", es una frase tan bonita como ingeniosa, sin embargo hay que intentar por lo menos, aclarar que el cielo abarca a todo el universo, el cielo es lo que vemos donde están el sol, la luna y las estrellas y encima de todo eso está Dios. Con esta idea básica tratamos de darle a entender dos conceptos: que Dios no está en un lugar definido y por otro el de la grandeza de ese Padre.

JESÚS

¿Qué jugaba Jesús?

Jesús cuando niño, lo más probable es que se portase como los otros niños de su pueblo. Seguramente jugaba mucho con otros niños, corriendo, a las escondidas, con juegos que inventaban porque en esa época no había juguetes como los de ahora, es probable que le gustase jugar con la pelota. También es seguro que le enseñaban a leer y escribir, a sumar y restar. Ayudaba a su mamá con algunas tareas de la casa y aprendía las cosas que su papá hacía en la carpintería.

Y además algo muy importante: rezaban juntos y le enseñaban a hablar con Dios.

Describir esta situación cotidiana de Jesús niño, favorece a nuestros hijos en cuanto a su relación más cariñosa y espontánea con El.

A los niños les entusiasma la idea que se hacen de un Jesús niño igual que ellos, capaz de entender un poco de sus travesuras y también de animarlos al esfuerzo diario de ser obedientes y aplicados en sus labores.

¿Le quiere Jesús a los niños?

Esto sí que está escrito en la Biblia, pidió que los niños vayan hacia él, los bendecía (Mc. 10, 14 – 16). Varias veces Jesús mostró su cariño hacia ellos, aun cuando alguna vez los mismos apóstoles querían impedir que los niños se le acercaran.

Del mismo modo, nosotros padres favorezcamos ese encuentro de nuestros hijos con Jesús y no los impidamos, con evasivas o indiferencia. Si para nosotros es motivo de alegría, hagamos conocer a los niños.

Le dije a mi hija Montserrat (4 años) que coma su almuerzo porque Jesús nos da la comida.

Preguntó ¿dónde está Jesús? y planteó esconderse debajo de la mesa para que no la viera.

¿Cómo cura Jesús? (Mónica, 4 años) Es otra interesante pregunta que plantea esta pequeña exploradora.

 

EL PESEBRE y LOS REYES MAGOS

Armar el pesebre con los niños es la ocasión más agradable de sentir ese relato evangélico en nuestra familia, hacerse pequeños y disfrutar juntos es la mejor manera de prepararse para la Navidad. Mientras, ir ayudando a que se imaginen la escena, no tenía Jesús un lugar tan lindo para nacer, ni tantas ropitas ni mucho menos fotos, pero estaban allí los tres juntos y muy felices. En verdad, con muy poquito Dios hace maravillas.

Decimos que es tan estimulante para el niño dejarlo preparar el pesebre, mientras ir narrando lo que dice la Biblia al respecto. Recalcar la generosidad de Dios, fueron los pastores, la gente sencilla del campo la que le dio lugar y por lo tanto quienes reciben primero a este niño Dios.

Con el relato de los Reyes Magos es bueno no quedarse solo en los regalos que llevaron y por lo tanto se sigue recreando ese evento a los niños, sino ir un poco más y nuestros hijos lo pueden entender: hay que reconocer que Jesús vino para estar con pobres (pastores) y ricos (Reyes magos) o sea se hace uno en medio de todos los que quieren recibirlo, los que viven cerca o los que vienen de lejos. Basta buscarlo para estar con él.

¡Los Reyes Magos si tienen magia le han de traer regalo a todos los niños!

Con el avance de los medios de comunicación y el marketing, puedo comprobar que desde mi infancia hasta la de mis hijos, el pesebre se ha ido opacando detrás del Papá Noel que se lo ve agigantado ahora.

Sin embargo, de nosotros depende resaltar el valor central del "pesebre" o lo que simboliza, en las fiestas navideñas. Es cierto, es época de alegría, momentos de encuentro con la familia grande, con amigos, quizás vemos o visitamos a quienes hacía mucho no les dedicábamos tiempo. Y eso tiene mucho sentido para nuestros hijos, resulta muy difícil apartarse de la parafernalia montada para tirarnos al consumismo irreflexivo, pero si podemos manejar la situación con inteligencia, el niño aprende lo que vive en su casa, si entre todos participamos de la preparación del pesebre, centramos nuestra idea en el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios que vino para ser un niño como ellos, y porque eso nos alegra, repetimos el darles regalos (aunque Papá Noel sea el "intermediario").

También por ese motivo, buscamos darle un poco de nuestro tiempo a amigos o tíos que no vemos con frecuencia, o junto con los niños preparamos regalitos para los abuelos o para quienes trabajan en nuestras casas, o para enviárselas a niños internados en un hospital, entonces estaremos haciendo vivir la alegría de ese Jesús, que nació como un bebé igual a ellos, que luego creció y siempre mostró lo que quiere Dios y estaremos reforzando el compartir en comunidad.

En realidad, cada mamá y papá que buscan los mejores recursos para sus hijos, sabrán conducirlos de la fantasía de los Reyes Magos a la realidad, sin que eso signifique confusión en los niños, y eso se da así de fácil, cuando hemos resaltado en toda circunstancia, el papel único e irreemplazable de Jesús y las demás figuras "mágicas" han sido solo mediadores así como podemos serlo nosotros o como lo hacen muchos grupos recogiendo y entregando regalos a los niños para que a nadie falte. A través de cada uno de nosotros actúa el amor de Jesús. Esa experiencia marcará profundamente la actitud de nuestros hijos en la Navidad.

 

LA MUERTE

¿Por qué se muere alguien?

Hay que enfrentar este desafío con los hijos, aun pequeños, si es la muerte de una persona muy cercana, hay que junto a ellos dar lugar al proceso y tiempo del duelo, manifestar el dolor que uno tiene, que tienen los niños y buscar los medios para hacerles sentir seguros, de modo que aun al experimentar el miedo al abandono, no se dejen arrasar por ese temor y sobre todo reconfortarlos con la esperanza de Dios, que creemos en la resurrección, el triunfo del amor sobre toda forma de abandono, sobre toda tristeza o dolor.

Pero intentemos evitar frases que acusen a Dios del hecho, tal como "Dios se lo llevó", ya que por un lado hay que buscar una explicación que puedan comprender: una enfermedad, un accidente y por otro lado que sepan que Dios sufre con el dolor de sus hijos y nos reconforta, no es El causante de los males del mundo.

¿Dónde se va el que muere?

2 Cor 5, 1: "Dios nos tiene reservado un edificio no levantado por mano de hombres, una casa para siempre en los cielos".

Si bien no lo sabe nadie, a los niños puede asustarles un Dios que ofrece algo desconocido, entonces nada mejor que darles la certeza de que nos dará algo muy bueno, mucho más de lo que nosotros podemos conocer. Con ello que los chicos se darán por satisfechos… al menos por un tiempo.

 

PASCUA

Lo mismo que para otros hechos significativos de nuestro cristianismo, puede decirse también de Semana Santa. Con los niños conviene analizar la pasión de Jesús y reforzar la idea de la resurrección, aunque no la comprendan, pero dejar en claro que revivimos algo de lo más poderoso que hizo Dios, y que es el momento de estar en familia, de aprender a rezar juntos, de pensar como portarnos cada día para que nuestro hogar sea feliz, y así, aunque el huevo de pascua haga su estruendosa irrupción, vayan los niños abriéndose al misterio de ese Jesús, hombre y Dios, y que por su Pascua de resurrección en El creemos.

En cierto modo, creo que algo se puede rescatar de este cambio de comportamiento con respecto a la Semana Santa y es que cuando muchos de nosotros éramos chicos, no debíamos hacer ruido ni correr en viernes santo, eso nos quedó grabado y de ese modo crecimos con el acento puesto en ese pobre Jesús muerto, al que no debíamos molestar en su dolor y que con tanto lamento del Vía Crucis nos atemorizaba y creo que pasaba más desapercibida la resurrección. Por eso ahora con nuestros hijos podemos aprovechar la algarabía de los chocolates para enfatizar la fiesta del triunfo definitivo de Jesús, lo cual marcará también otro acento en el desarrollo de la espiritualidad de nuestros niños.

 

EL ESPÍRITU SANTO

Ya sé quien es el Espíritu Santo, el que me lleva a mi cama a la noche, cuando duermo en la de mis papás. (Marcelo, 4 años)

Es un poco así, con esa ingenuidad ha interpretado de manera espléndida: una fuerza que ayuda y sostiene, que reconocemos que está, aunque no podamos verlo.

Es la fuerza que nos va "moviendo" hacia Dios padre.

 

PRESENCIA CONCRETA DE JESUS EN LA REALIDAD INFANTIL

¿Jesús tiene hijos? ¿Por qué no se casó? Es una pregunta que se hace Mónica, como es habitual en las niñas, pensar en la maternidad y con más razón al respecto de una persona que se hace sentir y querer en nuestra familia.

Cuando Montserrat le estiraba el pelo, Mónica (3 a) lamentó: Jesús ¿por qué me diste pelo largo?

Fui a ver por qué Montserrat (3 a) lloraba a moco tendido y me dice que era porque su hermana la dejó solita. Aparece Mónica (5 a) y con cara de "arreglar las cosas" dice: ¡pero no se quedó solita, está con Jesús!

Mirando un pesebre, ya algo destartalado, Marcelo (5 a) resaltó: Encima que Jesús se murió, ahora se le rompió el pie.

Este comentario vale, para recordar que más importante que venerar o dar besitos a las imágenes, es creer firmemente que Dios está en cada uno de nosotros y por tanto, de grandes, se traducirá en las actitudes de nuestros hijos.

Mónica me pedía prestado los anteojos, le expliqué que yo los necesitaba porque mis ojos ven poco.

Como insistía en querer usarlos, pensé que sería bueno que agradezca a Dios su buena vista y le dije:

Mónica, Dios te dio unos ojos preciosos que ven muy bien.

Sin pensarlo siquiera preguntó: ¿Y por qué a vos te dio unos ojos que no ven bien?.

Por el momento callé para reflexionar sobre la forma de encarar el asunto con una niña tan lista. Tenemos que cuidar nuestras explicaciones, leer algunos buenos libros, meditar, porque si persistimos con la versión equivocada, cometemos un error, ya que de allí viene la tentación de presentar a un dios extraño, que a unos da buenas cosas y a otros no.

A veces nos dejan sin respuesta porque no sabemos dar cabida a todas sus preguntas, es porque mueven mucho dentro de nuestras estructuras y Dios habla a través de los niños, nos invita a descubrirlo, a re-conocerlo.

No limitemos la relación con Dios a algunos rezos, unos ritos y otras cuantas misas, lo primero es acercarse a El, sentir que nuestra fe "está prendiendo" en nuestros hijos y después vendrán los símbolos y significados.

Para quien quiere seguir de verdad a Jesús, lo que cuenta es el día a día, nuestras opciones, nuestro compromiso con los valores evangélicos y no nos abrumemos porque en la sociedad eso parece perderse en una nebulosa. Entreguemos confiados a los hijos nuestra herencia: nuestro ejemplo diario de vida, donde nuestra fe ha marcado el rumbo y nos da la fortaleza para contrariar muchas veces el torrente mundano que incita a "aligerar" los propósitos.

Si nos sentimos satisfechos de nuestro trabajo honesto, de nuestro servicio a los necesitados, de nuestro aporte al bien común, hagamos hincapié para que nuestros hijos crezcan robustecidos por esa su historia familiar centrada en Dios.

 

LA UNIÓN FAMILIAR

Si Dios está con nosotros, no puede haber peleas. Afirmaron en una ocasión mis hijos. Parece tan simple y fácil esa catequesis, pero nos cuesta bastante en la práctica.

No aumentemos las culpas cuando tenemos conflictos familiares, ni de nuevo carguemos a Dios el bastón mágico para resolverlas. Las situaciones de discordia, de enfrentamiento son bastante frecuentes, aún en familias que procuran madurar en su fe.

Si pensamos como la frase del título, o porque nuestros hijos más de una vez nos lo han planteado, podemos dejarnos llevar por la tentación de abandonar nuestro empeño por el diálogo y la reconciliación, sin embargo Dios nos muestra y orienta hacia un camino de apertura al otro, nos invita a dejar nuestra terquedad y buscar superar esas rencillas.

Cierto, que de Dios vienen la paz, el gozo, la alegría y debemos profundizar nuestra oración, nuestra comunicación con El para aclarar así nuestro rumbo.

Entonces no nos detengamos ante una pelea, sino vayamos al abrazo del otro. Lo que nuestros niños más valoran es ver a los padres reconciliados y cariñosos entre sí, porque saben que eso vuelve hacia ellos y asegura su familia.

Esto les ayudará a crecer con la certeza que mediante la oración, que es armonía con Dios, a pesar de las peleas es posible buscar y dar el perdón.

 

LA VOZ DE NUESTROS PEQUEÑOS

"Yo te bendigo, Padre,

porque has ocultado estas cosas

a los sabios e inteligentes

y se las has mostrado a los pequeños.

Si, Padre, así te pareció bien." Lc 10, 21 – 22.

Cuánta riqueza podemos tener cuando con humildad nos disponemos a escuchar la voz de los "pequeños" del reino con quienes estamos a diario. En esta ocasión me refiero a los niños, que nos ayudan a entender las palabras de Jesús.

La primera fue una "ayuda" maravillosa, cuando mi hija Mónica estaba por nacer, debido a que tuve que hacer un mes de reposo absoluto, me regaló la posibilidad de disfrutar de mucho tiempo para la oración, de aprender a regocijarme con el silencio, cuando mi temperamento me llevaba anteriormente a estar en constante actividad.

La segunda experiencia a la que me referiré, ocurrió con mi hijo, cuando tenía 4 años, que ya se había acostumbrado a rezar antes de dormir, y estando una noche acostada con él, mientras yo intentaba convencerlo de que también diga las gracias por el día, recitó su formula: "Jesús que no sueñe cosas feas" y sin más vueltas se durmió.

En ese momento me sentí conmovida y pude imaginar que a Dios no le bastaría más que escuchar eso de Marcelo, en ese momento ese hijo suyo le demostraba una total confianza, al poner su miedo en las manos del Padre él ya se sentía aliviado para dormir. Imaginaba al Padre contento de sentir "cómo los niños se le acercan".

A partir de esa situación cotidiana con mi hijo, pude asimilar más claramente lo que significa "ser como niños", abandonarse en las manos de Dios, esa seguridad que uno siente cuando se sabe acogido con amor, cuando se sabe protegido, cuando confía en que Dios, papá y mamá le cuidan. Así yo también podría caminar hacia donde El me dirija, sabiendo, al "hacerme como niña", que El guía mis pasos con amor y entera fidelidad.

Dios Padre tiene un lenguaje que solo puede entenderse desde el amor que uno también vive y así mis hijos me ayudan enormemente. Hay que dejarse enseñar por los niños.

Las palabras de Jesús resonaron fuerte en mi corazón: "Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos" (Mc. 10, 14).

 

ALGUIEN ME HABLÓ DE VOS

Dios, alguien me dijo que te hable con confianza,

como si fuera a charlar con una amiga muy querida.

Que no tenga miedo de hacerte preguntas,

que si me hiciese silencio te podría oír bien fuerte.

Quiero conocerte o por lo menos escucharte,

me dijeron que solo me proponga,

que es fácil encontrarte, que tu charla es siempre fecunda.

Quiero quererte mucho más y como si fuera niña dejarte tomarme la mano,

necesito que aligeres mi carga como lo habías prometido alguna vez.

No sé si podré callar porque se me agolpan las ideas

y es más fácil hablarte en voz alta.

Es cierto, estoy sentada en el jardín,

perseverando en mi búsqueda esta semana,

a pesar de no entender para qué,

hoy voy sintiendo que la calma se va apoderando de mi persona.

Hoy ya disfruto el estar aquí, se disipan la impaciencia y la angustia.

Ahora comprendo lo que es hacer silencio.

Creo que estás por aquí cerca,

siento los latidos que agitan mi corazón.

¿O será así tu voz, de trueno?

Creo que te escucho.

Para hacer sintonía con Dios hay que aquietar un poco la marcha.

Para disfrutar con nuestros hijos, hay que prestarles un poco de atención, estar con ellos.

Para hacer que nuestros hijos sean amigos de Dios hay que hacerlo presente.

LECTURAS SUGERIDAS:

Corominas, Fernando. EDUCAR HOY. Ediciones Palabra, Madrid, 9ª ed., 1994.

Roy, Raymond; Juvinel De Egea, Edy. LOS ESPACIOS Y LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL.

Caravias, José Luis. MATRIMONIO Y FAMILIA A LA LUZ DE LA BIBLIA. Colección CEPAG 13, Asunción, 1994.

Caravias, José Luis. DIOS ES BUENO. Colección "Oñondivepa" 4, Asunción, 1973.

Duarte, Luis Miguel. YO CREO EN LA FAMILIA. Ed. San Pablo, Bogota, 1994.

De Sivatte, Rafael. DIOS CAMINA CON SU PUEBLO. Colección CEPAG 4, Asunción, 1990.

Vallés, Carlos. CRECÍA EN SABIDURÍA. Ed. San Pablo, Bogota, 1999.

Silva de Sánchez, María Teresa. CÓMO HABLAR DE DIOS A LOS HIJOS. Indoamerican Press Service, Bogotá, 2ª ed., 2001.

Law Nolte, Dorothy; Harris, Rachel. CÓMO INCULCAR VALORES A SUS HIJOS. Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1999.

Autobiografía de SAN IGNACIO de LOYOLA y EJERCICIOS ESPIRITUALES.

Risopatrón, María Teresa. DIOS SOÑO CONMIGO. Edic. Paulinas, Santiago, 1994.

Cánepa, Marta. CÓMO HABLAR DE DIOS A LOS MAS PEQUEÑOS. Edic. Paulinas, Buenos Aires, 1ª reimpresión, 1997.

Benavides, Luis. TEMAS DIFÍCILES CON LOS NIÑOS. Ed. Bonum, Buenos Aires, 2001.

Benavides, Luis. LA INICIACIÓN AL SILENCIO Y A LA ORACIÓN EN LOS NIÑOS. Ed. Bonum, Buenos Aires, 2001.

Valli, Aldo. PAPA, ¿CÓMO ES DIOS?. Edic. Paulinas, Madrid, 2000.