EL JOVEN DESTINATARIO DE LA
CATEQUESIS
En toda acción evangelizadora hay que tener en cuenta el sujeto que se va a evangelizar y el contexto social en que vive. Ofrecemos algunos rasgos que pueden ayudamos en esta tarea.
1. Un mundo en cambio constante
Los jóvenes son parte de la sociedad y portadores de la capacidad que ésta tiene para renovarse y apostar por los cambios necesarios para que surja una cultura más humana.
La sociedad actual, en la que viven los jóvenes, se
caracteriza por cambios continuos y acelerados, como decía ya el Concilio
Vaticano II. Parece como si, por la conjunción de una serie de factores,
el hombre, en su línea ascendente de progreso histórico, da un salto
cualitativo de tal magnitud que surge una nueva forma de vida y de
pensamiento, que parece apuntar incluso hacia una nueva civilización.
Presenta como rasgos más destacados los siguientes:
- Ruptura del viejo orden mundial y su división en bloques, tras la
desmembración de la URSS.
- Fin de la guerra fría y de la carrera de armamentos. - Reaparición de las antiguas repúblicas europeas.
- Dificultades en el diálogo Norte-Sur, con el progresivo empobrecimiento de los países en vías de desarrollo, incapaces de saldar su deuda externa.
- Aparición del fenómeno del racismo y de la xenofobia en países desarrollados.
- Exageración de la violencia por los fenómenos terroristas mundiales; tanto por los gobiernos como por los grupos armados y las mafias.
- Progresivo interés por los problemas ecológicos, como consecuencia del deterioro manifiesto del me dio ambiente.
- Progresivo interés por los problemas ecológicos, como consecuencia del deterioro manifiesto del me dio ambiente.
- Toma de conciencia del ser europeos. Se amplían horizontes.
- Aumento persistente del paro y de la dificultad para
los jóvenes de acceder al mundo laboral, tanto para encontrar el primer
empleo como para buscar una estabilidad en el trabajo.
- Crisis del sistema educativo, por la falta de relación entre lo que se
aprende en las aulas y la realidad de la sociedad y sus necesidades.
- Paso de una mentalidad rural a otra urbana y técnica:
del misterio al dominio, de la autoridad a la razón, de la obediencia a la
crítica, de la comunidad al individualismo. Este paso ha producido:
. desarraigo: el hombre ha perdido su mundo de relaciones más profundas:
Dios, los hombres y el mundo;
. inestabilidad: en este mundo de cambios el hoy es
breve y no tiene nada que ver con el ayer ni con el mañana, que es
imprevisible. Todo cambia, lo que lleva a un gran relativismo;
. desencanto: como consecuencia de la constatación de la impotencia del
hombre para solucionar los grandes problemas que se derivan de esta nueva
sociedad.
2. Una sociedad española distinta
El Centro de Estudios Sociológicos la define como una sociedad «descoyuntada, compleja, plural y permisiva». Podemos destacar:
- Consolidación de la democracia e incorporación a la
Unión Europea.
- Sociedad del «tissue»: del «usar» y «tirar», actitud que, propiciada por
el creciente consumismo materialista, se va extendiendo a otro tipo de
relaciones, por ejemplo, con las personas, los servicios, el medio
ambiente, etc.
- Ética y estética posmodernas que, incapaces de realizar la síntesis para
la solución de los grandes planteamientos y problemas, y ante la crisis de
utopías, se fija, por el contrario, en lo débil, lo particular, lo «light»,
lo corporativo, lo familiar, lo inmediato, lo insolidario, lo
descomprometido, tanto en el plano social (los trabajadores reivindican
para si mejoras laborales, pero no se solidarizan con los parados, por
ejemplo) como en el plano político (donde nadie asume como propios sus
errores, mientras proliferan casos de corrupción).
- Creciente secularización y relativismo moral. Con dismil1ución de la
conciencia de pecado, aun persistiendo la creencia en Dios. Cambios
sociales más profundos en la forma que en el fondo. Continuidad de un
cierto conservadurismo agnóstico y hedonista. No se plantea el sentido de
la vida ni del mundo.
- Injusticia y desigualdad. Como sucede a escala mundial, en nuestro país aumenta la distancia entre ricos y pobres en los mismos porcentajes. También surgen «nuevos ricos», que aprovechan las coyunturas, y «nuevos pobres», como resultado de ellas: marginados, ancianos, jóvenes sin empleo, drogadictos, etc.
- Permisivismo (en lo familiar) y tolerancia (en lo
social). Debido a la crisis económica, se prolonga cada vez más la
estancia en el domicilio de los padres. Aunque no se produzcan excesivos
enfrentamientos, tampoco se da la comunicación necesaria.
La separación de los procesos biofísicos de la sexualidad humana del resto
de la persona, junto con la permisividad moral y la inestabilidad de
muchos matrimonios, dificulta la maduración psicoafectiva de
los jóvenes/'
- Consumismo y hedonismo como forma de vivir la propia existencia, sin una
clara referencia a la situación de los demás.
-Ausencia de asociacionismo. El egocentrismo lleva al
escaso interés por lo asociativo, lo que permite un aumento de la
presencia del Estado en la vida de los individuos, que puede llegar a ser
preocupante por la desprotección en que puede quedar el individuo.
- Exaltación de la libertad personal que se eleva a valor absoluto, sin
referencia a la verdad y a los valores objetivos. Las antropologías
dominantes han polarizado la atención en esta libertad sin
responsabilidad.
3. Consecuencias
- Un modo peculiar de pensar, configurado por la eficacia práctica y un exceso de informaciones sin jerarquizar ni sintetizar. Perciben cantidad de opiniones divergentes y pocas verdades estables, lo que produce falta de formación del corazón y de la voluntad y vacío de ideales y creencias que les muevan a actuar.
- Un modo de amar y relacionarse, caracterizado por
pobreza de relaciones enriquecedoras y de contactos humanos profundos,
comenzando por sus propias familias, en las que no pueden comunicar sus
problemas ni encuentran el afecto que su desarrollo necesita. No
encuentran fácilmente cauces para desarrollar adecuadamente su capacidad
de amar.
- Un modo de concebir la libertad y la conciencia moral como liberación de
ataduras, que se traduce en miedo a decisiones permanentes e irrevocables,
sobre todo si afectan al campo de la fe.
- Un sentido religioso y de la vida muy vinculado a su
seguridad o inseguridad ante el porvenir. Situaciones como el paro, la
inestabilidad afectiva de la pareja, la pobreza, la guerra, etc., plantean
a los jóvenes el interrogante de si merece la pena comprometerse a fondo,
aunque Sea temporalmente, en la construcción de un mundo más justo, o
preguntarse en serio por el sentido de la vida.
- Falta de salidas a sus proyectos. Los que se deciden a una acción y un
compromiso se encuentran normalmente sin cauces, sin iluminación y
clarificación que les permitan llevarlas a cabo.
4. .La adolescencia
Aunque hay diversas opiniones, los autores la sitúan
entre los trece y los veinte años, más o menos. Es una etapa de
transición, en la que no se es un niño, pero tampoco se tiene un status de
adulto.
Se hace coincidir su comienzo con el de la pubertad, en la que empiezan
los cambios fisiológicos (crecimiento físico, maduración funcional del
sexo), el descubrimiento de sí mismo y la evolución intelectua1.
El cambio es un rasgo muy destacado y la base de una crisis de identidad.
Cae el mundo infantil, que ya conocen, y comienza un proceso difícil, en
el que no saben a qué atenerse. Tienen que buscar una nueva identidad,
mediante una serie de crisis. El cambio les revela un elemento inherente
al destino humano: el hombre y la mujer son seres que, dentro de una
identidad que les mantiene idénticos a sí mismos, están de paso y
sometidos a una serie de cambios en un camino que les lleva a alcanzar su
meta, su fin.
Suele ser una etapa de escolarización, de aprendizaje
profesional o de búsqueda de empleo estable.
Se da una dependencia de la familia, con la que viven normalmente.
Paulatinamente se va dando un proceso de transición al grupo y a la
pareja.
Pertenecen a una cultura que tiene modas, hábitos,
estilo de vida y valores propios.
En nuestras civilizaciones occidentales se da una prolongación de la
adolescencia. En otras culturas, la incorporación al mundo adulto se da en
edades mucho más tempranas. En algunas existe una serie de ritos de
incorporación al mundo adulto, asociados a los cambios físicos de la
pubertad.
4.1. Evolución física
El papel directivo de la transformación física lo lleva
el hipotálamo del cerebro, que estimula a la hipófisis, la cual produce
las hormonas gonadotrópicas, que causan la maduración de las glándulas
genitales. Se aprecia por:
- el crecimiento de la talla (estirón);
- la maduración funcional del sexo, que adquiere plena capacidad reproductora; el desarrollo de los órganos genitales, que comporta:
- aumento de tamaño;
- maduración de las gónadas;
- cambio de voz;
- eyaculación en los chicos y menstruación en las chicas;
- la aparición de los caracteres sexuales secundarios:
- vello pubiano y axilar; |
Ante estos cambios se sienten tensos y desconcertados.
Les preocupa su desarrollo. Sienten curiosidad y, al mismo tiempo,
ansiedad, temor, angustia, culpabilidad y vergüenza.
A eso se añade la dificultad de integrar de forma constructiva y acorde
los planteamientos de la Iglesia con sus energías sexuales, en una
sociedad que exalta la dimensión del placer de una manera desorbitada.
Existen, además, unos estereotipos de belleza, respecto
a los cuales se va a valorar a los adolescentes, que se sentirán tanto más
confortables con su propio cuerpo cuanto más se acerquen a ellos, y tanto
más incómodos cuanto más se alejen.
Igualmente, muchos de los padres de estos adolescentes están, a su vez,
ellos mismos atravesando las crisis de la mitad de la vida, y están
haciendo frente a conflictos emocionales, a redefinición de su identidad
personal, etc., lo que puede repercutir en la forma de relacionarse con
sus hijos y de darles o no la ayuda adecuada.
Los estudios que cursan son mal definidos, poco
motivantes y sin una clara utilidad para sus intereses. Padres y
profesores les acusan muchas veces de que no saben lo que quieren, pero es
que tampoco éstos saben qué ofrecerles.
A pesar de todo esto, la mayoría de ellos realiza una adaptación
razonablemente buena, logrando superar satisfactoriamente la etapa. Los
estudios que se realizan indican que no tienen más crisis personales que
un niño de más edad o un adulto. Simplemente es una crisis de índole
diversa.
4.2. Evolución intelectual
A esta edad se desarrolla mucho la capacidad de
razonamiento abstracto. Así como en las etapas anteriores la realidad
estaba por encima de los razonamientos, ahora va a suceder lo contrario.
Es la época de la definición de los ideales. Basándose en ellos, suelen
teorizar sin compromisos y realizar bellos proyectos alejados de la
realidad.
Nace el deseo de la experimentación y de la
vivificación, sobre todo a raíz de los choques de sus pensamientos y
teorías con las de los demás. La tendencia a discutir y a reafirmar sus
propias ideas es buena para que vayan formando y matizando sus opiniones y
perfilando la propia personalidad.
Es bueno ayudarles a descubrir la necesidad de que las teorías se apliquen
a la realidad y puedan ser útiles para transformarla y mejorarla.
4.3. Evolución afectiva
Tienen una gran riqueza afectiva que todavía no saben
controlar. El paso de la familia al grupo, a la pareja, a la sociedad
laboral, a la política, etc., supone un aprendizaje.
La adecuación entre sus proyectos y la realidad, a la que nos referíamos
en el apartado anterior, origina también sus tensiones afectivas. Las
encontramos, igualmente, entre sus necesidades sexuales y biológicas y la
normativa de la sociedad, que no da una salida oficial a este conflicto.
A veces pueden encontrar una sublimación y una salida
en la religión, el arte, el deporte o en otras actividades, pero no
siempre estos circuitos reguladores de la energía están bien orientados y
organizados. Con frecuencia fracasan y se originan entonces los
desbordamientos afectivos, tan conocidos en estas edades.
En muchas ocasiones se sienten desconcertados por las exigencias de los
mayores: unas veces les piden que se comporten como un adulto y otras que
se sometan como un niño. Esto es una fuente más de contradicciones y
frustraciones.
4.3.1. Fenómenos relacionados con la afectividad
- Afirmación de sí. Es importante en esta edad. Trata de apoyar esta capacidad en su posibilidad de razonar. Intenta ser original. Tiene tendencia a oponerse a los adultos y a colocarse en pie de igualdad con ellos. Adopta multitud de comportamientos tendentes a llamar la atención y destacar (formas de hablar, de vestirse, de divertirse, etc.)
- Búsqueda de identidad. Trata de descubrir el rasgo
central de su personalidad, lo que permite que se le reconozca como un
individuo distinto de cualquier otro. Esto lo va consiguiendo mediante las
relaciones con los demás y la introspección. Busca modelos de referencia:
adultos que llenen sus aspiraciones.
Una excesiva introspección puede llevar a un narcisismo, si se complace
excesivamente en su propia contemplación, o a conflictos, si no se gusta
ni acepta tal como es.
- Objetos libidinales. Se da un cambio en los objetos a
que se dirige su tendencia al placer. Va a pasar de la fijación a la
figura de la madre o del padre, a la relación con individuos de otro sexo,
que será el objeto definitivo, mediante el proceso de la amistad.
Esto le supone cortar con ataduras muy ancladas en la estructura de la
personalidad. Necesita a sus padres, pero también necesita independizarse.
Como consecuencia, se vuelve agresivo con ellos y busca otras personas que
conserven ciertas características parecidas a las de los padres, pero que,
al mismo tiempo, muestren la diferencia.
4.4. Evolución social
Como ya sabemos, la evolución de la sociabilidad
comienza desde los primeros años de la vida. A partir de ahí se va dando
un proceso de evolución, que desemboca en su plena integración en la
sociedad.
En la adolescencia se experimenta la necesidad de comunicarse, de
descubrir sus propias posibilidades de encuentro y relación.
Se siente desarraigado ante los adultos. No sabe qué
hacer ni cómo comportarse ante ellos. Los necesita y a la vez los rechaza.
Por eso desea liberarse de su autoridad. La familia va a tardar en
reconocerle este derecho, máxime cuando tiene una dependencia económica
total de ella.
Hay que ayudar a los padres a que eviten un comportamiento excesivamente
autoritario y proteccionista, así como presuponer en los jóvenes una
madurez y una responsabilidad que todavía no existen. A que busquen una
actitud que permita un tipo de relaciones adecuadas entre ellos y sus
hijos. Esto no es fácil, pero hemos de trabajar por dar pasos para
conseguirlo.
Al tratar de liberarse de la autoridad de los adultos, encuentra en sus relaciones con los amigos y las amigas el reforzamiento de sus puntos de vista y de sus convicciones. Por eso da tanta importancia a la amistad y al grupo, que le ayudan a robustecer el sentimiento de solidaridad, seguridad y protección; desarrollan su status personal de forma activa; le preparan para la entrada en la vida social; le ayudan a una emancipación serena de la autoridad de los padres y rompen la tendencia al narcisismo.
4.5. Evolución moral
En esta edad se da el paso de la sumisión y la
dependencia a la autonomía y la libertad, lo que se refleja en una
disminución de la heteronomía y un aumento de la autonomía moral.
Este proceso va vinculado a la actitud de rebeldía que, como ya hemos
comentado, le lleva a su autoafimación personal.
Va comprendiendo paulatinamente el sentido de las reglas morales. Busca progresivamente los valores en la realidad, y no en la autoridad.
Experimenta un deseo de perfección que, si bien supone una cierta dosis de narcisismo, supone también una apertura al idealismo, a la generosidad, al deseo de bien. Habrá que fomentar el realismo sin matar los valores del idealismo.
4.6. Evolución religiosa
Se ha llegado a afirmar que ésta es la edad de la
«conversión», dadas las disposiciones que se tienen para captar y afirmar
lo absoluto y trascendente. Por tanto, es una etapa adecuada para
purificar la vivencia religiosa y distinguirla de toda otra vivencia. Si
esto se realiza bien, supone una gran ayuda al desarrollo armónico de la
personalidad, y le permite ante las fuerzas divergentes que le violentan,
encontrar un principio de unidad y de razón de ser en Dios y su proyecto,
al mismo tiempo que a satisfacer una inmensa necesidad de explicar el
porqué de las cosas y su deseo de perfección.
Al comienzo, en la etapa de la lógica y la raciónalización, se da una
disminución de la práctica religiosa y del contacto con la Iglesia como
institución. Es una etapa de gran importancia y trascendencia, y es
preciso ofrecerle un adecuado acompañamiento, del que va a depender que
evolucione hacia la madurez o hacia la indiferencia y el rechazo de lo
religioso.
También es importante el conflicto religioso provocado
por la intensidad de sus emociones eróticas. Experimenta la normativa
moral y religiosa como un impedimento a la expansión de sus energías
vitales. Por otra parte, busca en la religión el apoyo para conseguir
evitar el tipo de comportamiento que le culpabiliza, y, al fracasar,
siente que la religión es inútil para resolver este problema, que tiene
para él significación vital. La resolución de esta crisis depende mucho de
que cuente con unos educadores y catequistas adecuados, que sepan estar a
su lado, acompañarle, y sean conscientes que los procesos de maduración
requieren tiempo.
Apenas confía en los padres ni en los adultos, tampoco en sí mismo, y
necesita luchar contra la autoridad para conseguir su autonomía. No
encuentra la evidencia de las verdades religiosas. Esta situación
desemboca con facilidad en falta de esperanza en Dios.
Critica las formas de religión nacidas del temor, de la necesidad de garantizar el más allá, de la justificación, del tradicionalismo.
4.6.1. Rasgos negativos
- Subjetivismo: tiende a construir su propia religión.
- Conflicto entre ciencia y fe: tiende a confiar en los
dictados de la ciencia y a mostrar recelo ante la religión.
- Relativismo: piensa que la religión es sólo una de las muchas formas que
hay para explicar los problemas de la existencia, lo que le hace
relativizar la religión y las exigencias que se derivan de su pertenencia
a ella.
4.6.2. Rasgos positivos
- Mejor capacidad para comprender situaciones,
interiorizar valores y elaborar ideales.
- Preocupación por el sentido de la vida y las profundas demandas del
espíritu del hombre. Esto puede llevarle a vincular su opción religiosa
vivencialmente a su existencia.
-Autonomía del pensamiento, que hace que quiera buscar la validez de las propias convicciones por medio de la comprobación personal, y no sólo por la obediencia a una autoridad.
4.6.3. Aspectos fundamentales de su religiosidad
-Dios. El concepto de Dios va perdiendo representación antropomórfica y se va espiritualizando e interiorizando. Lo va reelaborando a partir de sus tendencias y necesidades. Hay que ayudarle a complementar los aspectos específicos de la revelación cristiana.
En este concepto influyen mucho las necesidades que se sienten a esta edad. A veces convierte a Dios en la utopía del propio yo.
De la concepción que tienen de él, se infiere en el
orden moral una invitación al propio perfeccionamiento. Es necesario
descubrir la llamada a la conversión que le propone la revelación
cristiana.
- Jesucristo. A estas edades, la relación con la persona de Jesús puede
responder a las necesidades afectivas que siente especialmente: amistad,
salvación, modelo de identificación...
- La Iglesia. A estas edades es rechazada por su proceso de búsqueda de autonomía y porque, en muchas ocasiones, no les ofrece lo que necesitan.
Unos se sienten miembros de la Iglesia porque sus padres los incorporaron. Al romper con ellos, tienden a romper también con la Iglesia. Otros proceden de familias desvinculadas de la Iglesia, y nunca han tenido apenas raíces religiosas.
Además, su tendencia al idealismo les hace intransigentes con las deficiencias que descubren en obras y personas de la institución, muchas veces magnificadas por los medios de comunicación que, por el contrario, silencian casi todo lo positivo.
Conclusiones
Estar atentos a los informes que, periódicamente, publican diversas instituciones.
Hay que ayudar a los jóvenes a comprender que, desde la debilidad de sus fuerzas, es posible y necesario transformar la vida y la realidad. Para ello, partiendo del conocimiento suficiente de ellos mismos y de la realidad, cultivar el ideal y la utopía, que no es lo irrealizable, sino lo que todavía no se ha realizado. Cuando la mayoría se adhiere a la utopía, ésta se convierte en historia, pasando de la posibilidad a la realidad.
Para conseguido es necesario educar para la paciencia, porque sólo a partir de ella pueden resolverse correctamente ciertas urgencias. Junto a la paciencia hay que cultivar también la ascesis, el autodominio, el control de los propios impulsos, estando por encima de los condicionamientos exteriores, de las necesidades inducidas.
Basándonos en su capacidad de introspección,
desarrollar la capacidad de vida interior, en donde (y no sólo donde) se
descubren la futilidad de lo superfluo y la necesidad de la solidaridad.
Fomentar el grupo y la comunidad, que permitan vivir la coherencia de un
compromiso profundo, a la vez interior y exterior. No es fácil conseguido
sin un adecuado ambiente familiar.
Ofrecerles cauces para mejorar su formación y reforzar
su fe, entendida y vivida como opción personal, integrada en la vida,
dentro de la comunidad.
Presentarles medios para asumir compromisos transformadores, desde la
perspectiva de la opción preferencial por los más necesitados.
Recordarles la actitud de los profetas, con su denuncia
y su afrontamiento de la realidad, con su profundo dolor esperanzado ante
la cósmica belleza de un todo que comienza a nacer, pese a las
dificultades.
Poner ante ellos modelos referenciales atrayentes, que hagan creíble el
mensaje evangélico, comenzando por una Iglesia-comunidad, donde se vive la
comunión y la corresponsabilidad y donde se muestra la solidaridad con los
más pobres y con los problemas de los hombres.
Recopilación de varios libros de catequesis para jóvenes.