Corazón sencillo
Fuente: reina del cielo
Autor: www.reinadelcielo.org
Siempre llamó mi atención aquella gente con un corazón sencillo, aquellos que
hacen de lo complejo, de lo sofisticado, algo cotidiano, entendible por todos.
Gente que quizás habla de cosas importantes, pero tiene en su forma de
expresarse una capacidad de llegar al fondo de su mensaje de inmediato. Sea cual
fuere el tema del que esas personas hablan, llegan al corazón, el alma se siente
atraída. Gente muy sencilla, que quizás sólo nos sirve o ayuda en determinado
punto de nuestras vidas. Rostros sonrientes, dispuestos a ayudarnos, adaptarse y
comprender.
¡Dan ganas de sentarse a hablar con esa gente, a saber de su vida!. Ellos no
buscan complejidades, no desconfían más de la cuenta, hablan de modo abierto y
claro, tienden a creer y a confiar, ven en la gente lo bueno. La simpleza de
corazón se opone a esa otra postura, la de buscar siempre los motivos para no
creer, la de dudar de todo, la de complicar las cosas, la de plantear siempre
obstáculos y objeciones, la de esperar que finalmente algo nos de la excusa para
descalificar.
Esta actitud frente a la vida, la de hacer lo complejo algo sencillo, la de
creer, confiar, de poner una sonrisa y un deseo de hacerse entender y querer por
el prójimo, es una parte importante del amor. Porque el amor es simple y Dios es
simple, El hace las cosas de Su Reino sencillas para nosotros. Pero también pone
un velo entre Sus misterios y nuestro entendimiento. Es por este motivo que es
tan importante no querer ver o saber más allá de lo que Dios quiera que veamos.
¡Sólo creer en El!.
Esta actitud, la de creer, proviene de un corazón sencillo. Creer, con un alma
abierta a las cosas del Reino, más allá de que la mente, nuestro intelecto, no
alcance a comprender lo que percibe. Es muy difícil tener fe en Dios si queremos
procesar todo a través de nuestra razón. La soberbia, origen de todo pecado
porque proviene de quien quiso ser como Dios en los inicios de los tiempos, nos
arrastra a querer ver donde no debemos, a querer comprender donde no podemos, y
finalmente a creer sólo si nuestra razón comprende. ¡Sólo Dios puede comprender
Sus cosas!.
Cuando veo tanta gente sencilla en los lugares donde se expresa la fe en Jesús y
en María, Santos y Angeles, en el Reino de la Santísima Trinidad en pleno, no
puedo dejar de admirarme de la sencillez de esos corazones que creen, no
preguntan, no se hacen planteos más allá de la fe o las enseñanzas que Jesús nos
dejó a través de Su Palabra. ¡Benditos esos corazones plenos de sencillez y fe,
bienaventurados los sencillos y humildes de Corazón!.
Y que difícil es la prueba cuando Dios da la gracia de tener una mente
desarrollada, una educación elevada. El propio don que Dios da se puede
transformar en el motor de nuestra soberbia: vaya, si somos gente inteligente,
¿como podemos creer en estos tiempos en estas cosas, inexplicables para la
ciencia del hombre?. Cuanta soberbia se esconde en esta pregunta, pero cuan a
menudo se la escucha, o se la piensa. El mundo moderno ha desarrollado tal
soberbia, que ha dejado poco espacio para las cosas del Señor, que son por
supuesto inexplicables, porque pertenecen a un nivel de pensamiento, el
Pensamiento Divino, al que el hombre jamás podrá llegar.
Es por este motivo que da gran alegría ver gente con dones intelectuales y buena
educación, que también tiene un corazón sencillo, y cree en las cosas de Dios
sin preguntarse. Esos hermanos han pasado una prueba importante, han llegado a
rozar la verdadera sabiduría, la de hacerse pequeños y aceptar la Omnipotencia
Divina sin preguntar ni por qué, ni cómo, ni cuando, ni donde. Sólo aceptar,
orar, adorar al Señor, y disfrutar de los pequeños detalles que El nos permite
ver, de Su maravilloso Reino.