Copas por una Biblia

La Razón / Juan Pablo Ledesma

 

Una chica joven, guapa. Sucedió apenas hace unos días. En lugar de la copa, tomó el micrófono entre sus manos y, sin respetos humanos, proclamó por una populosa y céntrica calle de Madrid: «Yo antes salía todos los fines de semana hasta las tantas de la noche y volvía siempre borracha a casa. Pero, en realidad, me sentía vacía por dentro, hasta que un día descubrí que Jesucristo me amaba tal y como soy. Ahora llevo una vida totalmente distinta dentro de la Iglesia y me siento por primera vez feliz y plena».


Palabras de oro, tajantes, que cortan el hielo de cualquier alma y el frío de un viernes de enero, a las 11 de la noche. Alrededor de la niña, miradas ingenuas, atónitas, algunas incrédulas o compasivas de otros chicos y chicas antes de ir a la fiesta como cualquier otro fin de semana. Una voz que parece gritar en el desierto. ¿Una gota en medio de un océano?
 

¡No! Porque no es la única. Ella y muchos otros jóvenes de Madrid se atreven a testimoniar a los cuatro vientos todos los fines de semana. En vez de emborracharse, de tomar sustancias estupefacientes o de herir el verdadero amor, misionan, convencen, arrastran. Se mueven en zonas de fiesta y discotecas. Lo llaman «Misión Joven». Y es sólo una de las diversas iniciativas que organiza el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, para «anunciar y proponer a Jesucristo a todos los jóvenes de la diócesis».
 

No es fácil. Cuesta. Es la lucha entre el bien y el mal, la Verdad y el error; la droga, el alcohol y la virtud. Colegios, institutos y universidades han secundado esta iniciativa a favor de la juventud, del amor y aprecio por la vida. Estos valientes necesitan apoyo. Este próximo 23 de febrero tendrá lugar otra misión nocturna en la concurrida plaza de Callao.
 

Llegará el día en que de nuevo parezca normal que, a la vuelta de la esquina, un grupo de jóvenes sustituya unas copas por una Biblia.