Comunidades y Nueva Evangelización
Joaquín Borderías Banzo
Presbítero
Con las palabras: "ABRID LAS PUERTAS AL ESPÍRITU" se abre una nueva época para la Iglesia, epoca suscitada por una profunda renovación de la Iglesia, de sus estructuras y métodos para llevar el Mensaje de Dios a la humanidad, y acercar la humanidad a Dios.
Después de más de 25 años de estos hechos y al comienzo del nuevo milenio se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, por boca de su Santidad Juan Pablo II resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a "remar mar adentro" para pescar: "Duc in altum" (Lc 5,4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes. "Y habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces" (Lc 5,6)
Con esta invitación tenemos que mirar hacia adelante, confiando en la palabra de Cristo: las experiencias vividas deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas. Jesús mismo nos lo advierte: " Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no sirve para el Reino de Dios " (Lc 9,62).
El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia, sino que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta a las múltiples exigencias de la historia de la Iglesia; por eso me atrevo a decir que la realidad de las Comunidades nacidas al amparo de la "Corriente Gracia" llamada Renovación Carismática Católica son dones que el Espíritu va suscitando para enriquecer a la Iglesia de Dios
Estas comunidades sean grandes o pequeñas, son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
El Concilio Vaticano II escribe: "Para el ejercicio de este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, otorga también a los fieles dones particulares (cf. 1 Co 12, 7), "distribuyendo a cada uno según quiere" (cf. 1 Co 12, 11), para que "poniendo cada uno la gracia recibida al servicio de los demás", contribuyan también ellos "como buenos dispensadores de la multiforme gracia recibida de Dios" (1 P 4, 10), a la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4,16)".
Los grupos de la RCC y sus comunidades no nace a partir de una especie de fragmentación de la RCC, ni la IRCC se constituye con la simple agregación de las grupos y Comuidades; sino que hay un vínculo vivo, esencial y constante que las une entre si, que las hace necesitarse, cuidarse y amarse en Cristo Jesús, como espresión de la presencia viva del Espíritu en la Iglesia y su tarea en el mundo.
Ciertamente es inmensa la tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días; y para llevarla a cabo no basta la parroquia sola. Por ésto, el Código de Derecho Canónico prevé formas de colaboración entre parroquias en el ámbito del territorio y recomienda al Obispo el cuidado pastoral de todas las categorías de fieles, también de aquéllas a las que no llega la cura pastoral ordinaria. En efecto, son necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy.
Los Padres sinodales han considerado atentamente la situación actual de muchas parroquias, solicitando una decidida renovación de las mismas: un punto importante a tener en cuenta son las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas, donde los fieles pueden comunicarse mutuamente la Palabra de Dios y manifestarse en el recíproco servicio y en el amor; estas comunidades son verdaderas expresiones de la comunión eclesial y centros de evangelización, en comunión con sus Pastores"
Estas comunidades a pesar de tener grandes diferencias en su configuración externa tienen una profunda convergencia en la finalidad que las anima a participar responsablemente en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el Evangelio de Cristo como manantial de esperanza para el hombre y de renovación para la sociedad.
Más allá de estos motivos, la razón profunda que justifica y exige la asociación de los fieles laicos como en Civitas Dei, es de orden teológico, es una razón eclesiológica, en total comunión con el Concilio Vaticano II, que ve en el apostolado asociado un "signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo".
Ante todo debe
reconocerse la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia. Tal
libertad es un verdadero y propio derecho que no proviene de una especie de
"concesión" de la autoridad sino que deriva del Bautismo, en cuanto sacramento
que llama a todos los fieles laicos a participar activamente en la comunión y
misión de la Iglesia. El Concilio es del todo claro a este respecto: "Guardada
la debida relación con la autoridad eclesiástica, los laicos tienen el derecho
de fundar y dirigir asociaciones y de inscribirse en aquellas fundadas"
Por eso no depende del gusto del cura de turno, ni siquiera del obispo, el
derecho nos lo da el ser bautizados
Criterios de eclesialidad para las asociaciones laicales
La necesidad de unos criterios claros y precisos de discernimiento y reconocimiento de las asociaciones laicales, también llamados "criterios de eclesialidad", es algo que se comprende siempre en la perspectiva de la comunión y misión de la Iglesia, y no, por tanto, en contraste con la libertad de asociación.
1º- El primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad, y que se manifiesta "en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles"(109) como crecimiento hacia la plenitud de la vida cristiana y a la perfección en la caridad.(110)
2º- La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia, que la interpreta auténticamente. Por esta razón, cada Comunidad de Civitas Dei debe ser un lugar en el que se anuncia y se propone la fe, y en el que se educa para practicarla en todo su contenido.
3º- El testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con el Papa, centro perpetuo y visible de unidad en la Iglesia universal, y con el Obispo "principio y fundamento visible de unidad" en la Iglesia particular, y en la "mutua estima entre todas las formas de apostolado en la Iglesia".
La comunión con el Papa y con el Obispo está llamada a expresarse en la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones pastorales.
4º- La conformidad y la participación en el "fin apostólico de la Iglesia", que es "la evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes".
Desde este punto de vista, Civitas Dei, pone todo su empeño en un decidido ímpetu misionero que le lleve a ser, cada vez más, sujetos de una nueva evangelización.
5º-El comprometerse en una presencia en la sociedad humana, que, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad integral del hombre.
Los criterios fundamentales que han sido enumerados, se comprueban en los frutos concretos que acompañan la vida y las obras de las diversas comunidades; como son el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida litúrgica y sacramental; el estímulo para que florezcan vocaciones al matrimonio cristiano, al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada; la disponibilidad a participar en los programas y actividades de la Iglesia sea a nivel local, sea a nivel nacional o internacional; el empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos; el impulsar a una presencia cristiana en los diversos ambientes de la vida social, y el crear y animar obras caritativas, culturales y espirituales; el espíritu de desprendimiento y de pobreza evangélica que lleva a desarrollar una generosa caridad para con todos; la conversión a la vida cristiana y el retorno a la comunión de los bautizados "alejados".
CONCLUYENDO
Sin embargo, es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios,
esté fundado en la contemplación y en la oración. El nuestro es un tiempo de
continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil
del " hacer por hacer ". Tenemos que resistir a esta tentación, buscando " ser "
antes que " hacer ". Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: "
Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria
" (Lc 10,41-42). Con este espíritu, antes de someter a vuestra consideración
unas líneas de acción, deseo haceros partícipes de algunos puntos de meditación
sobre el misterio de Cristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción
pastoral.
CAMINAR DESDE CRISTO
No nos satisface
ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los
grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve,
pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!
No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el
de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en
definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir
en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su
perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.
En las COMUNIDADES es donde se pueden establecer aquellas indicaciones
programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y
valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios- que permiten
que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida
profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y
en la cultura.
OBJETIVOS DE LAS COMUNIDADES
La santidad
En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el
camino pastoral es el de la santidad.
La oración
Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga
ante todo en el arte de la oración. Sabemos bien que rezar tampoco es algo que
pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo
este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos:
" Señor, enséñanos a orar " (Lc 11,1) Civitas Dei debe ser ESCUELA DE ORACIÓN
alla donde se encuentre, instrumento en manos del Maestro.
Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a
la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la
oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y
fuente de la vida eclesial, pero también de la experiencia personal, se detecte
una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta
precisamente en una renovada necesidad de orar
La Eucaristía
dominical
El mayor empeño se ha de poner, pues, en la liturgia, " cumbre a la cual tiende
la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su
fuerza ". Es preciso insistir en este sentido, dando un realce particular a la
Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido como día especial de la fe, día
del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera Pascua de la semana.
El sacramento de la Reconciliación y corrección fraterna Civitas Dei debe ser lugar de amar en familia y como tal no puede perder la presepecrtiva de la Corrección Fraterna, en todas sus formas, ni debe olvidar el encuentro personal del hijo pródigo con el Padre desde el Sacramento de la Reconciliación, primer paso para una corrección fraterna fructífera.
Escucha de la
Palabra
No cabe duda de que la primacía de la santidad y de la oración sólo se puede
concebir a partir de una renovada escucha de la palabra de Dios.
Hace falta, queridos hermanos y hermanas, consolidar y profundizar esta
orientación, incluso a través de la difusión de la Biblia en las familias.
Anuncio de la
Palabra
Las Comunidades de Civitas Dei han de caracterizarse por ser " servidores de la
Palabra" en el compromiso de la evangelización, es indudablemente una prioridad
para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.
La " llamada " a la nueva evangelización, sobre todo para indicar que hace falta
reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el
ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en
nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: " ¡ay de mí si no
predicara el Evangelio! " (1 Co 9,16).
Nos hemos de dirigir sin esconder nunca las exigencias más radicales del mensaje
evangélico, atendiendo a las exigencias de cada uno, por lo que se refiere a la
sensibilidad y al lenguaje, según el ejemplo de Pablo cuando decía: " Me he
hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos " (1 Co 9,22).
La Comunión
Otro aspecto importante en que será necesario poner un decidido empeño es el de
la comunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esencia misma del misterio
de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que,
surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del
Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros " un solo
corazón y una sola alma " (Hch 4,32).
En resumen:
Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío
que tiene CIVITAS DEI en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al
designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.