Revista de Pastoral Juvenil, Nº 410, mayo de 2004

 

CUANDO LAS COSAS NO VAN BIEN...

Crisis y rupturas en comunidades de seglares

 

JOSÉ LUIS GRAUS PIÑA
Parroquia de San Ambrosio

MADRID


Declaración de intenciones

RPJ, 05/04.- No me toca a mí hablar precisamente de las bondades de la vida comunitaria de las y los seglares. Me toca abordar una cuestión difícil y compleja: las crisis y las rupturas. No es mi intención dar respuestas, ni tan siquiera criterios o pautas ante estas situaciones. Tan sólo pretendo compartir con vosotras y vosotros algunas ideas y experiencias al respecto con el ánimo de irnos enriqueciendo en el proceso.

Introducción

El primer aspecto que podríamos contemplar es la pluralidad y heterogeneidad a la hora de concretar la vida comunitaria de las y los seglares. No estamos ante una cuestión cerrada, ante una imagen monolítica, es más bien una experiencia en devenir, que se va configurando en función de múltiples variables: experiencia de cada una de las personas que componen la comunidad, lugar concreto de vida, relación con la Iglesia local... Por tanto es complejo hacer un análisis único ante el tema de la crisis y la ruptura.

El segundo aspecto a considerar es la juventud de este tipo de experiencias. Que los seglares decidan concretar el seguimiento de Jesús en comunidad de un modo cuantitativo y cualitativo importante, se remonta como mucho a los años posteriores al Concilio Vaticano II. Por tanto el recorrido histórico donde encontrar referencias no es muy grande.

El tercer aspecto es la tentación de comparar estas experiencias comunitarias con otras ya consolidadas en nuestra Iglesia, como la vida religiosa. Cada vocación es específica y por tanto la forma de concreción también lo es; creo que no ayudaría nada en el proceso de crecimiento pedirle a la vida comunitaria seglar que se asemejara a la vida comunitaria religiosa, ni a la inversa tampoco. Es necesario un camino común entre las vocaciones, pero no tanto un camino de imitación entre ellas.

El último aspecto que quiero reseñar es que en el momento actual, en el ámbito social y en el ámbito eclesial, no se invita a vivir el seguimiento de Jesús en comunidad. Está mucho más potenciado todo lo que tiene que ver con la persona, con el individuo. Esto hace que la cuestión de los seglares y la comunidad esté cogida entre alfileres en muchas ocasiones.

La crisis

Pienso que lo que denominamos como crisis es un elemento intrínseco a la persona, y que se reproduce en los espacios de los que las personas formamos parte. Inicialmente la crisis es un elemento dinamizador, es más, me atrevo a afirmar que la crisis es necesaria; ahora bien, instalarse en ella puede ser destructivo para personas y comunidades.

Todas las personas en determinados momentos de nuestra vida y, cómo no, todos los grupos, debemos pasar por periodos de crisis. Además de necesaria, como decía antes, considero que la crisis es natural a nuestro crecimiento y desarrollo. Es más, habría que poner bajo cierta sospecha cualquier experiencia exenta de crisis.

Por eso, tan importante como la crisis en sí es el modo en el que ésta se aborda. Pues en ocasiones la vía de resolución proviene del abordaje que se ha hecho de la cuestión.

Entonces acerquémonos al fenómeno de la crisis como algo necesario, como algo natural, pero sobre todo como algo positivo, como algo que posibilita, como un momento y un tiempo de oportunidad, para crecer como personas y también para crecer como comunidades.

    IDENTIFICACIÓN

Considero que cuando una situación de crisis se presenta en una comunidad seglar[1], es muy importante saber nombrar el motivo de ésta.

Saber si lo que sucede es cuestión de todo el grupo o de alguno de sus miembros. Es decir, si lo que está pasando es una cuestión que está viviendo todo el grupo o es de alguna de las personas que lo componen. Si es una cuestión personal es importante poder ver cómo afecta eso al resto del grupo tanto cuantitativa como cualitativamente: si la persona está proyectando en el grupo cuestiones personales que bloquean la dinámica común; si la comunidad acoge la situación personal y trata de apoyar a la persona con los medios que tiene a su alcance.

Saber si lo que sucede afecta a lo nuclear de la vida en común o a la periferia. Considero que es una cuestión fundamental valorar la magnitud de la cuestión. Si lo que está produciendo la crisis es una cuestión de importancia relativa o en cambio afecta a aspectos medulares de la vida común. Esto que a simple vista es obvio, una vez en medio del problema a veces es complejo dar a cada situación la importancia que tiene y se puede cometer el error de irse a polos opuestos: o darle mucha importancia a algo que no la tiene tanto, o ignorar aspectos y cuestiones trascendentales para el desarrollo de la vida personal y común.

Saber si los elementos que la provocan nacen de dentro de la comunidad o en cambio está producida por elementos externos. Entendemos que no es lo mismo que una crisis esté provocada por algo que nace de la dinámica interna del grupo a que esté producida por cuestiones en las que el grupo, al menos de un modo inicial, no esté directamente implicado.

Hacer este ejercicio de identificación ayuda a situar la cuestión y, por tanto, ayuda a poder trazar un proceso de resolución que nadie, eso sí, puede garantizar cómo terminará.

Esto que acabo de describir en tres líneas escasas puede llevar un proceso de tiempo incontable e irresoluble. Pero sin embargo es de vital importancia que todos puedan nombrar la cuestión del mismo modo o al menos de manera similar. Éste sería un buen principio para comenzar a hablar.

    LO QUE SE NOS PIDE

Llegar a este punto supone, más aún, creo que exige de todas las personas una serie de elementos, de los que por desgracia no siempre se disponen:

·         Un nivel de comunicación profundo, sincero y tranquilo. Esto es muy necesario pues independientemente de que exista acuerdo en el análisis o en la reflexión que se hace, todos deberían poder nombrar la situación del mismo modo, todos podrían hablar de lo mismo, insisto, independientemente de los planteamientos y posicionamientos. En esto puede ayudar hacer un esfuerzo por confiar en la otra persona, por encima de lo que dice o piensa, pues todos buscamos hacer presente, en medio de la realidad, el sueño de Dios, su Reinado.

·         Flexibilidad en los planteamientos y en las posturas. Tratar de ver las cosas desde diferentes ángulos puede ayudar a hacer valoraciones de conjunto, generalmente más aproximadas a lo que está sucediendo; eso implica que uno debe permanecer en tensión para no cerrarse. No hay que olvidar que la línea que divide firmeza en las convicciones profundas y rigidez en los planteamientos, a veces es muy delgada y difícil de distinguir.

·         Un grado de madurez considerable en cada una de las personas. Este sustrato alimentará el resto de aspectos mencionados anteriormente; en este caso la madurez va a contribuir necesariamente a que a pesar de todo y con todo, no perdamos de vista nuestros horizontes.

·         Y sobre todo, “permitidme el romanticismo”, saberse muy amado por Dios y amar mucho a los que se tiene delante. Porque la vida fraterna tiene su origen en el Amor recibido y su sentido en la entrega de ese Amor. Por eso viene bien ante una situación crítica recolocar las cosas desde ahí, por muy imposible que en ocasiones pueda parecer. Ojo, sin que esto suponga que nadie se arrogue, la gracia o el derecho de haber recibido más amor y ser más amante. Es una llamada exigente a la humildad confiada.

Lógicamente todas estas cuestiones están muy vinculadas entre sí y es la conjunción de todas ellas la que puede arrojar luz a una situación que inicialmente parece no tenerla

Cuando todo esto no se da, abordar la situación es bastante complicado y el dolor que podemos producirnos a nosotros mismos y a los demás es importante.

Aunque por otro lado no podemos negar que en la mayor parte de las ocasiones la crisis se suele manifestar de un modo conflictivo. Palabras como serenidad, paz, tranquilidad, sosiego resuenan en nuestros oídos como de otra galaxia y no encontramos su semilla en nuestro corazón.

    ELEMENTOS NECESARIOS

Hay varios elementos que pueden ayudarnos a situar este momento inicial:

·         Por un lado no estaría de mas poner la cuestión que ocupa y preocupa en manos de Dios, intentar hacer de esto oración, no una vez, sino todas las que sea necesario. Y no sólo oración personal sino también comunitaria. Aunque generalmente es costoso ponerse con actitud orante y no dejarse arrastrar por los enfados y las incomprensiones propias de la situación es una tarea fundamental. Enriquece mucho la situación intentar ver las cosas como Dios las está viendo, percibirlas como Dios las está percibiendo, valorarlas como Dios las está valorando y después tratar de abordar la realidad una y otra vez.

·         Por otro, también puede ayudar hacer presente los orígenes de la comunidad; lo que  unió en un primer momento, el deseo de los corazones en aquel momento. Sin duda, en el origen de todo proyecto comunitario nos encontramos el seguimiento a Jesús de Nazaret y esa opción inicial es la que hay que refrescar y actualizar, aun en tiempos difíciles. Como ya he dicho antes, esto puede ayudar no a solucionar la situación sino a recolocar las piezas de tal modo que aparezcan caminos de trabajo y la solución se adivine en el horizonte.

·         Otro elemento puede ser vivir la situación con la confianza, a pesar de todo, de que si esto es de Dios seguirá adelante y si no es de Dios, ya sabemos. La Gracia es un elemento intangible pero fundamental, pues es verdad que sólo nuestro esfuerzo, por titánico que sea, no va a ser suficiente, aunque sí necesario, para poder avanzar desde la crisis. Sin duda el Espíritu de Dios vendrá en nuestro auxilio siempre que lo invoquemos con fe.

·         Hay un elemento que puede parecer poco relevante pero a mi entender tiene su importancia, y es valorar la crisis dentro del contexto social y eclesial que se está produciendo. Es decir, puede que para la comunidad el momento sea muy crítico, pero no por ello podemos dejar de preguntarnos qué está sucediendo en ese momento en nuestro mundo, qué está sucediendo en nuestra Iglesia. De este modo la crisis puede quedar enmarcada, contextualizada y quizás relativizada o al menos con una importancia más aproximada a la realidad. Preguntarnos por lo que nos está pasando, sin preguntarse qué le está pasando al resto de las personas, puede hacer caer en cierto egocentrismo, que no aportará mucho a las vías de solución. Hacerlo así será señal de que la comunidad no es ajena a la realidad sino que está implicada con lo que acontece y no sólo eso, sino que lo que acontece puede dar luz para afrontar la crisis. De este modo se garantiza que hay un elemento de contraste con la realidad que puede suponer mayor verdad en lo que se está viviendo.

    LOS TIEMPOS

Hay otra cuestión importante en esto de las crisis y es saber si cuando ésta da la cara es cuando se acaba de producir o en cambio ya lleva un tiempo latente. Esto lo comento porque creo que hay un riesgo importante de enquistar situaciones o relaciones nada favorables a la hora de abordar estas cuestiones. Creo que cuanto más tiempo pase antes de abordar una crisis, más importante es el riesgo de deterioro y más dificultades hay para solucionarla.

Desandar un camino de dolor es bastante complicado, por eso abordar la situación a los primeros síntomas ayuda bastante a tender puentes, cuando la distancia es corta. En cambio, si no se ha tenido la capacidad de afrontarlo en su momento, aunque, en efecto, la cosa esté más complicada, nadie podría decir que imposible, hay que ser conscientes de que el trecho a desandar para poder comenzar a andar es mayor.

Otro aspecto que influye en la cuestión de los tiempos es la capacidad de cada una de las personas de la comunidad para abordar el tema del conflicto que pueda generarse desde la crisis. Hay personas que tienen más facilidad, pero otras en situaciones de conflicto manifiestan bloqueos difíciles de superar y por tanto el proceso de abordaje se ve ralentizado.[2]

En cualquier caso, cada crisis precisa de unos tiempos de gestión que hay que saber captar y valorar. Igual que no ayuda el permitir que las situaciones se enquisten, tampoco lo hace el que los procesos se aceleren y se corra el riesgo de quemar etapas o cerrar en falso. Hay un tiempo para cada cosa y una cosa para cada tiempo.

    LOS AGENTES EXTERNOS

Uno de los medios que puede ayudar a viabilizar una crisis lo podemos encontrar sin duda en los elementos externos. Es decir el/la acompañante, si es que la comunidad lo tiene y si es que está lo suficiente al margen de la situación como para poder ayudar a objetivar. Hay ocasiones en que las comunidades no tienen una persona que les acompañe de forma habitual y puede ayudar buscar a alguien que pueda hacer esa tarea de objetivar, de ver las cosas desde otra perspectiva y, por tanto, se diseñe un camino de avance.

Ahora bien, creo que no se debe olvidar que es muy importante que todo el mundo reconozca a esa persona una autoridad moral importante, que se le dé un voto de confianza, que se lean sus aportaciones como una posibilidad importante de avanzar y de crecer. Pues si todas las personas no le dan ese voto de confianza es complejo que se sitúen en una dinámica de avance y de superación.

Aunque parezca obvio, me parece importante reseñar que no todas las personas tienen las condiciones necesarias para acompañar este tipo de procesos. Además de la buena voluntad es muy importante que el/la acompañante disponga de habilidades y herramientas que favorezcan y promuevan la gestión favorable de la crisis.

La verdad es una tarea delicada la que le toca a esta persona. Pues acompañar siempre es complejo, cuánto más en situaciones de crisis. Puede ver clara la cuestión pero su trabajo es ayudar a que los demás la vean. Puede ver claros lo medios pero debe promover que los demás se percaten de que están allí, a su alcance. En ocasiones se le pedirá paciencia para que la comunidad vaya llegando al sitio en el que él/ella lleva ya tiempo. En otras, que provoque la reacción de las personas, en otras que denuncie su inoperancia. No es una misión grata; además hay que ser consciente de que no está exento/a de que le puedan salpicar consecuencias de la crisis. Pero en cualquier caso es una labor fundamental, sin la cual avanzar es muy complejo.

Otro agente externo puede ser el contraste con otras comunidades o personas que con experiencia comunitaria han vivido situaciones de crisis. Poder contrastar esto no soluciona nada, pero de repente pueden surgir pautas, referencias, líneas de trabajo que de otro modo no hubieran aparecido.

    Y SI NOS LOS HAY...

Aunque no deja de ser menos cierto que en ocasiones la comunidad no tiene nadie de quien poder echar mano en estos momentos. Es una realidad que en nuestra Iglesia faltan personas preparadas para acompañar procesos comunitarios, y más si estos procesos se dan en comunidades de seglares.

Surge entonces la pregunta ¿qué hacer?. La verdad es que la respuesta es bien compleja. A mi entender, las personas que componen la comunidad deberían plantease con sinceridad cuán grande es su deseo de avanzar en comunidad, de seguir a Jesús desde un proyecto fraterno. Creo que si hubiera una respuesta colectiva favorable, con mucha prudencia se podría comenzar a caminar para salir de la crisis.

Entiendo que si se avanza por este camino habría una serie de elementos que favorecerían una resolución favorable:

·         Entrar en el proceso con una actitud de disponibilidad, de apertura y de escucha grandes. Y si por las circunstancias alguna o algunas personas no pueden, deberían exponerlo con toda serenidad. Esto ayudaría a centrar el polo de atención, no tanto en lo que a uno le parece importante, sino en lo que los demás opinan.

·         Tratar de no prestarle mucha atención a los roles que habitualmente se suelen ocupar en la dinámica cotidiana de la comunidad; por ejemplo, más que apostar por un líder, habría que promover que todos lideraran. Es decir, habría que facilitar que todos pudieran expresarse con libertad, sin juicios previos.

·         Como lo anterior es casi del orden de lo idílico, habría al menos que tratar de reconocer y poner nombre a los límites, a las debilidades, a las fragilidades de las personas y de la comunidad.

Hay una cuestión que también puede ser de ayuda. Si la comunidad no es la primera crisis que vive, sería muy importante que hiciera presente lo que ha sucedido en otros momentos, ver si hay puntos en común, recordar cómo en otros momentos se ha dado respuesta a cuestiones críticas.

    RESOLUCIÓN

Evidentemente este proceso debe tener un fin, se debe llegar a algún lugar después de haber trabajado con más o menos acierto lo que se considera la causa de la crisis.

Uno de los peligros más importantes es cerrar en falso el proceso. Bien porque se piense que la cuestión está solucionada cuando en realidad no es así, con lo cual pasado un tiempo y por la cuestión más insospechada puede hacerse presente la crisis y el tema es que este “rebrote” se produce con más fuerza y virulencia que la anterior si cabe. También ha podido suceder que por cansancio o agotamiento de las personas que componen la comunidad poco a poco se deje de hablar del tema como si no hubiera pasado nada, cuando sin duda la herida ha quedado y con posterioridad pasará la debida factura.

Otra posibilidad es que después de un proceso de trabajo se logre dar por finalizada la crisis y todas las personas que componen la comunidad tengan en el fondo una experiencia liberadora y, sobre todo, que después de este proceso sientan que su seguimiento a la propuesta de Jesús como personas y como comunidad se ha visto fortalecido. Ahora tienen más herramientas para hacer presente y real la tarea de construir reino.

Por último, está la posibilidad más temida y más dura, pero no la menos probable. Me refiero a la ruptura. Es innegable que después de un proceso de crisis generalmente complejo y hasta doloroso, la ruptura puede aparecer como la única posibilidad válida. En ese instante, creo que habría que tener el valor y la lucidez de ver por qué aparece la ruptura como la única solución posible.

    LA RUPTURA

Cuando se han puesto los medios que todos tenían a su alcance, cuando todas las personas han intentado de todas las formas imaginables poner remedio a la situación y a pesar de eso no ha sido posible, la ruptura aparece en el horizonte como una concreción válida a la hora de cerrar la crisis.

Generalmente suele haber mucha dificultad a la hora de verbalizar la ruptura como solución y es muy lógico. Cuando alguien se embarca en un proyecto comunitario lo último que se le puede pasar por la cabeza es que dicho proyecto puede hacer aguas de tal manera, que hasta se hunde. Por otro lado hay una llamada, que vibra con fuerza en el interior de los corazones, a la unidad.

Y es en ese momento cuando puede aparecer la tentación de moralizar la ruptura. Creo que no es cuestión de valorar la ruptura como buena o como mala, opino que eso sólo llevaría a agravar las cosas más de lo que ya pueden estar. Puede potenciar en algunos miembros de la comunidad sentimientos de culpa, complejos de inferioridad. En última instancia puede provocar unas consecuencias en el orden de lo personal francamente preocupantes.

Una vez más, dentro de este proceso tan intenso parece fundamental volver el corazón a Dios sin olvidar que es todo Amor y Ternura para nosotras y nosotros y abandonarnos en Él. Pues Él nos sondea y nos conoce... [3]

Si la ruptura se hace realidad puede que de forma espontánea tratemos de buscar culpables o responsables a esta situación. Y si no, como poco, tratamos de buscar los por qué del tema. Pero pienso que en el momento en el que se ejecuta la ruptura no es posible hallar ninguna respuesta de este tipo. Hay que darle a la ruptura un tiempo y con un poquito de distancia tratar de hacer valoraciones globales, pero sobre todo con la intención de extraer enseñanzas

En función de la vivencia que se haya producido entre las personas que constituyen la comunidad hay que contemplar seriamente la posibilidad de que algunos miembros, si no todos, de un modo u otro, pueden atravesar una situación de duelo. A mi entender esto es muy importante, pues querámoslo o no, después de un proceso que desemboca en ruptura hay herida y es muy importante vivirlo con la mayor salud posible. En cierto modo la ruptura viene acompañada de una situación de pérdida importante y ésta es la que provoca la situación de duelo, por la que hay que pasar y tras la cual puede favorecer que las diferentes personas que han compuesto el proyecto fraterno sigan en pie tras las huellas que Jesús nos ha dejado.

    ASPECTOS IMPORTANTES

Cuando se consuma un proceso de ruptura comunitaria hay una serie de aspectos que pueden ayudar a ubicar a las personas dentro de la nueva etapa que se abre ante ellos:

·         La vida continúa. Puede parecer que no doy importancia a lo que ha sucedido, no es mi intención, no quiero quitar ni un gramo de importancia, ni de gravedad a lo que estos procesos suponen. Pero teniendo en cuenta todo, no podemos dejar de reconocer que el fin del mundo todavía no ha llegado y que la propuesta de Dios sigue ahí frente a nosotros, esperando respuesta.

·         No perder de vista la referencia eclesial amplia. Ser comunidad es una forma concreta y específica de hacer Iglesia en el ámbito cotidiano. Pero eso no agota las concreciones de la Iglesia y por tanto habrá que buscar nuevas referencias dentro de ese marco.

·         Tratar de no hacer criterios generales de situaciones concretas. Es decir, si el proyecto comunitario concreto donde uno andaba enfrascado se ha truncado, eso no debería poner en cuestión la opción por seguir a Jesús, ni la opción de hacer ese seguimiento en comunidad. No ayudaría, a mi entender, juzgar el todo por alguna de sus partes.

·         Otra tentación que puede aparecer en una situación de este tipo es intentar hacer “borrón y cuenta nueva”, en la medida que pretende ignorar lo que ha sucedido. No hay que negar el pasado, hay que aprender de él y, sobre todo, hay que rastrearlo una y otra vez hasta que encontremos las huellas de Dios en él, de este modo podremos aprender y crecer.

En esta dirección creo que habría que dar un paso de madurez y, si bien el proyecto comunitario ha finalizado, contemplo como necesario que las personas que lo han compuesto tengan la oportunidad de reencontrarse en algún momento, bien en común, bien por partes y tratar de reconciliarse consigo, con los demás y cómo no, también con Dios. De ese modo lo que aparentaba muerte, amenaza de resurrección. Y si ciertamente ha fallado un proyecto concreto la apuesta de Dios por la fraternidad y la respuesta que las personas dan permanecerá intacta y seguirá siendo posible un mundo de hermanas y hermanos.

Por tanto, en esta nueva etapa el Perdón es una palabra que cobra especial intensidad y es un tema a trabajar con mucho interés. Saberse perdonado por Dios, saber que Él ama a pesar de nuestros límites y de nuestro pecado, posibilitará que podamos perdonarnos a nosotros mismos y que así podamos perdonar y ser perdonados por los demás.

Por otro lado hay un trabajo que hacer en torno al valor de la unidad[4], que tras la ruptura puede parecer resquebrajado o debilitado. Es muy importante poder tomar conciencia de la situación y ver que la unidad que Jesús propone no reside en que todos vivamos de la misma manera y bajo las mismas concreciones, sino que todos estemos en comunión. Que todos bebamos el cáliz de Jesús y bebiendo ese cáliz todos asumamos como nuestro el destino de Jesús.

Recuperar la unidad desde esta perspectiva puede ayudar a plantearse una nueva etapa de seguimiento.

    Y DESPUÉS...

Cuando una ruptura se ha consumado, bastantes pocas cosas se pueden decir. Aunque sería importante que cada una de las personas de la comunidad pudiera hacer una lectura creyente de lo que ha sucedido y en un periodo de tiempo no excesivamente largo, pudieran reencontrarse para celebrar que el Amor de Dios llega a todos los lugares, a todas las personas y lo perdona todo.

Puesto que no ha quedado más remedio que romper[5], es una necesidad vital cerrar las etapas con salud y, en un caso así, creo que lo único que puede aportar salud es hacer presente el Amor de Dios, desde la necesidad de perdón y de reconciliación.

Es muy importante, a pesar de todo el dolor y del sufrimiento que se genera en situaciones de este tipo, no perder de vista la apuesta que Dios hace por todas y cada una de las personas; por tanto no deberemos ser nosotros los que cerremos las puertas a las nuevas propuestas de Dios.

Por otro lado, y reitero algo de lo ya dicho, creo que en ningún momento el fracaso de un proyecto comunitario concreto debería hacer temblar nuestra opción por hacer vivo el seguimiento de Jesús en nuestros días.

 

ORAR EN TIEMPOS DE CRISIS[6]

 

Aquí nos tienes, Padre,

Cansados y confundidos.

Aquí nos tienes, Jesús, Hermano,

Perdidos y orgullosos en ocasiones.

Aquí nos tienes, Espíritu, Animador,

Sin luz y con poca esperanza.

 

Ponemos en tus manos,

Nuestro proyecto fraterno,

Con el deseo y la esperanza

De que también sea el Tuyo.

 

Aquí nos tienes,

Tú sabes mejor que nosotros,

Cómo estamos, cómo andamos,

Qué nos ocupa y nos preocupa.

 

Aquí nos tienes,

Tú sabes mejor que nosotros,

Qué necesitamos.

 

En este momento de crisis,

Nuestra mente está ofuscada,

Nuestro corazón embotado,

Nuestra palabra torpe,

Nuestra mirada corta,

Nuestros oídos cerrados.

 

Líbranos de la tentación

De no cuidar de nuestros hermanos y hermanas.

Líbranos de la tentación

De creernos mejor, de creernos más.

Líbranos de la tentación

De utilizar tu Nombre en vano.

 

Ayúdanos Tú,

Si no lo haces,

¿Quién lo hará?

 

Manifiesta tu misericordia,

Una vez más.

Que tu luz nos guíe,

Una vez más.

Que tu esperanza nos sostenga,

Una vez más.

 

Si Tú no lo haces,

¿Quién lo hará?

 

Aquí estamos.

Aquí nos tienes.


 


[1] Aunque lo que voy a decir no es exclusivo de las comunidades seglares; es extensible a personas, grupos, movimientos...

[2] No quiero moralizar este hecho, no es en sí ni bueno, ni malo, pero hay que contar con que eso se puede producir.

[3] Cfr. Salmo 139

[4] Quizás no sea necesario hacer esta matización, pero me parece importante. No confundir nunca con uniformidad. No se trata de que todos seamos idénticos. Podemos experimentar lo mismo, pero de formas muy diversas. Podemos tener el mismo sueño, pero con concreciones muy diversas. Por tanto, la unidad además de ser un valor tiene un componente de don, de gracia fundamental.

[5] En el caso de que la crisis acabe en ruptura, por supuesto.

[6] Por si puede ayudar, esta sencilla oración para tiempos difíciles.

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