¿Cómo transformar el enojo en energía positiva?

por Roberto Federico Ré
Médico especialista en Psiquiatría

 

Es necesario aprender a controlar el enojo y la ira, transformándolos en emociones saludables, lo cual le permitirá a la persona alcanzar un equilibrio en sus seis dimensiones: física, mental, emocional, social, valórica y espiritual.  

Las emociones conmueven y mueven a la persona, son universales, pero se manifiestan, de un modo único e irrepetible en cada ser humano, a través del carácter, el temperamento, la personalidad, la cultura, o bien, por el contexto social en que se desenvuelve. Constituyen el elemento básico de la afectividad, el motor que moviliza al hombre, a quien le otorga características propias.

Por otra parte, las ciencias de la conducta la definen como cualquier movimiento o agitación de la mente, en relación con el sentimiento y la pasión. Se vinculan al par contradictorio: agrado-desagrado, estimulan la acción si es agradable, o bien, la inhiben o la alejan, si es desagradable.

Una de las emociones básicas del hombre es el enojo, el cual, generalmente, es una reacción: respuesta a una frustración que puede destruir o resolver.  Las personas, con frecuencia, lo niegan o lo suprimen y no están haciendo otra cosa más que taparlo, convirtiéndolo en algo muy poderoso. En estos casos, experimentarán un aumento de presión dentro de sí, que les producirá una explosión emocional, una furia ciega, dejando de lado sus sentimientos, su mundo interior; se pondrán rígidas, y la conciencia quedará desbordada y ocupada por el enojo.

Si bien el enojo, bajo ciertos límites, es una reacción –respuesta esperable de la condición humana y no significa necesariamente estar fuera de sí–, lo importante es aprender a controlarlo. Para ello, desde la Red Sanar, proponemos la psicoeducación que nos permite aprender a gerenciar nuestras emociones. El primer paso es el reconocimiento de aquello que nos pasa en nuestra dimensión emocional para poder expresarlo sinceramente y transformarlo en energía positiva. Cuando este trabajo no se realiza se puede llegar al descontrol emocional, lo cual podría provocar la desestabilización de la psiquis de la persona, con innumerables consecuencias para su vida.

La manifestación consciente del enojo es esencial en cualquier vínculo sano, lo saludable es expresarlo, sin reproches, sin agredir, sin agraviar, ya que negarlo o suprimirlo puede generar resentimientos, odios, deseos de castigar, de hacer sufrir al otro.  La clave está en aprender a enojarnos, a reutilizar aquella energía para resolver el problema y no para agravarlo.

Entonces, para transformar el enojo en energía positiva, será necesario confrontar la situación, hablar con un amigo, un confesor, un familiar, alguien que sea significativo para nosotros.  En un principio, este diálogo podría entablarse en nuestro interior, admitiendo que estamos enojados por lo que otros hicieron o dijeron y formularnos las siguientes preguntas: ¿Qué efecto tiene en mi vida el comentario o la acción de la persona con quien me enojé? ¿Cuán importante será este hecho dentro de un año? Esto permitirá dimensionar la situación en su justa medida. Luego, en frío, y si el vínculo es importante para nosotros, podemos dialogar con la persona, confesándole aquello que sentimos, en términos de: “yo siento” y no de “lo que el otro es”.  Por ejemplo: “me sentí rechazada” y no: “eres un desconsiderado y grosero”.  Si se construye una relación a partir del diálogo sincero, se podrá generar un vínculo más fuerte y profundo.

Si expresamos de un modo impulsivo todo lo que sentimos o descargamos emociones porque nos incomoda contenerlas, esto terminará por abrumar al otro y cerrará la comunicación. Es necesario aprender a reconocer nuestras emociones, a trabajar con ellas, para poder trasmitirlas con claridad y transformarlas en energía positiva.