Autor: Monseñor José
Ignacio Munilla Aguirre
Fuente:
www.enticonfio.org
Cinco pistas para la Comunión
Transcripción de la homilía de Mons. Munilla en la Misa de Clausura del Fórum de Pastoral con Jóvenes (10-noviembre de 2008)
Queridos jóvenes:
Os podéis imaginar que, un “servidor”, quisiera ahora
acertar. Voy a decir que me he confesado hace un rato, y que le he pedido luz
al Espíritu Santo para dirigirme a todos vosotros. Os hablo, no en nombre
propio, sino en nombre de todos mis hermanos obispos, que con mucho gozo hemos
compartido esta asamblea, y que queremos también deciros una palabra de
aliento, de ánimo que ilumine vuestro camino.
Aquí ha habido una palabra que se ha repetido mucho.
Yo creo que ha sido posiblemente la más repetida. Es de la que quisiera
hablaros…. es la palabra “Comunión”. Sí…, precisamente, forma parte del
ministerio episcopal ser “garante” de esa comunión, ser “animador” de esa
comunión. Por eso, quisiera que esta homilía tuviera el siguiente título:
“Cinco pistas para la comunión”. Es lo que yo os quisiera indicar. En este
tono litúrgico, os pediría que no hubiera aplausos. Vamos a reservarlos para
la homilía del Papa, en el 2011. Además, por otra parte, aunque no os
parezca…. soy tímido. Todavía recuerdo cómo a mis catorce o quince años,
cuando sonaba el teléfono en casa, yo me escapaba a otra habitación por no
cogerlo, pues me daba corte hablar con alguien sin verle la cara. Mi madre me
echaba la bronca: “¡Qué va a ser de ti el día de mañana, tienes que dar la
cara…! ¡Coge el teléfono!”. A veces, cuando me acuerdo de esa anécdota de mi
vida, pienso: “¡Hay que ver cómo el Señor te pega un empujón y te lanza a la
piscina en muchas cosas!”. Pero no penséis que se deja de ser tímido, aunque
se vaya aprendiendo a dar la cara…
En este tono de familia en el que estamos, os presento
cinco pistas para la comunión en la Iglesia.
Primera pista: Acabamos de terminar,
providencialmente, el Sínodo de la Palabra. Nos resultará de gran ayuda una
lectura
“íntegra” y “profunda” de la Sagrada Escritura… No una lectura parcial o
sesgada; sino una lectura íntegra y profunda.
Hay dos métodos para leer la Biblia. El primero suele
ser buscar en ella los textos en los que uno se ve más identificado (“Esta
parte del Evangelio me dice mucho…ésta otra no me dice nada… ésta la dejo…,
paso la página…”). Es decir, en lo que me siento identificado me paro, lo
reflexiono, lo comento….
El otro método es: leo la Biblia y me fijo en lo que
me conmueve, pero también me paro y me fijo en esas otras partes de la
Escritura que no me dicen nada; o incluso que parece que son un poco
“chirriantes” para mi sensibilidad. Posiblemente, si llego a leer la Escritura
de esta manera, caeré en la cuenta de que tengo carencias que debo de
completar. Y la Revelación viene en auxilio de mi visión parcial de Dios.
Si uno lee la Escritura únicamente con el primer
método, tiene el peligro de “retroalimentarse”, tiene el peligro de pensar que
la Revelación de Dios ha venido a apoyar su sensibilidad, “a reafirmarme en lo
mío”. Es decir, tiene así el peligro de hacers e un dios a su medida.
Sin embargo, si leemos la Escritura con el segundo
método, fijándonos en aquello que me cuesta más entender y hacerlo mío, porque
es Revelación de Dios, Palabra de Dios…entonces seguro que alcanzaremos la
“comunión” en el Dios Revelado, comunión en el Dios que me hizo a mí, y no en
el dios que yo me he hecho.
Segunda Pista: En el Sínodo de la Palabra –lo habréis
escuchado por los medios de comunicación- se ha insistido en que, a diferencia
del mundo protestante, los católicos no creemos en la libre interpretación de
la Sagrada Escritura; sino que la Iglesia católica afirma que la Escritura es
leída en el interior de la Iglesia, en la Tradición de la Iglesia, en el seno
de la Iglesia... Por lo tanto, la segunda pista que os quiero proponer para la
Comunión es ésta: La fidelidad al Magisterio, la fidelidad a la Tradición de
la Iglesia. Sin ella no encontraremos esa Comunión.
El “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Igle sia” es básico, y no tenemos que avergonzarnos nunca de él. O dicho de
otra manera: sin la “comunión con Pedro” no puede haber “comunión entre
nosotros”. A lo sumo, tendremos coincidencia de sensibilidades o de ideologías
y parecerá que estamos en comunión, pero eso… es otra cosa.
Sin Pedro no hay comunión. Esto es básico, porque de
lo contrario, estamos condenados a acercarnos al misterio de la Iglesia con
criterios que son ajenos a nosotros, que son extraños a nosotros. Fijaos…, nos
han querido colar…. nos quieren colar (no hablo sólo del pasado), lecturas de
la realidad de la Iglesia con criterios extraños al Evangelio: Que si
“derechas, izquierdas y centro”, que si “los carcas y los progres”, que si
“Iglesia jerárquica o la Iglesia popular”, que si “Iglesia magisterial o la
Iglesia caritativa”. TODO ESTO ES UN TIMO, ES UNA CARICATURA. No podemos caer
en ese error. No podemos permitir que nos metan ese gol y mucho menos meterlo
nosotros en propia puerta.
Hay un icono, que a mí siempre me ha impactado y que
seguro que también vosotros lo habéis visto: aquella fotografía en la que
aparecen Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta, en la que la Madre Teresa
agarraba al Papa de la mano, y bajaban los dos la escalera, con cuidado de no
tropezarse. Es la imagen de la iglesia “petrina” y de la iglesia “mariana”,
que caminan de la mano. No podemos permitir que nos metan ese gol. Es básico
esto. No hacen falta muchos ejemplos. Estamos hoy en día sufriendo bombardeos
contra la comunión: blogs de internet que parece que se dedican a darse
patadas en el tobillo uno contra otro…etc. ¡CREEMOS EN LA COMUNIÓN, EN LA
VERDAD REVELADA, EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA!
En tercer lugar: La tercera pista nos recuerda que la
Iglesia no es sólo “apostólica”, también es “carismática”: Es apostólica y
carismática al mismo tiempo. (Ya lo he explicado un poco antes, con el icono
de Juan Pablo II y la Madre Teresa). Por lo tanto, es importantísimo para
nuestra comunión, que valoremos todos los carismas que suscita el Espíritu
Santo, que tengamos prontitud para gozar lo que el Espíritu Santo suscita.
¡Qué gozada que el Señor suscite este carisma o el
otro! ¡Y hasta voy a tener santa curiosidad de conocerlos!.... Vencer la
mezquindad de quien sólo entiende lo suyo y lo demás lo mira con sospecha:
“¡Éstos no han entendido el Concilio, éstos otros no han entendido no se
qué…!”
En la teoría, estamos todos de acuerdo, pero luego
ocurre como lo del chiste de Cantinflas. Dicen que fue Cantinflas a un
auditorio y pregunta: “¿De qué están hablando?” y le contestan: “están
hablando de la mujer en general”. Y entonces Cantinflas respondió: “Sí, pero…
¿la mujer de cuál general?”.
Esto nos pasa con los carismas, estamos abiertos a
todos los carismas, hasta que nos ponen uno con rostro concreto, y ya me
resulta antipático. ¡Hombre! Entonces… ¿de cuál general….? No, no ¡¡en
general…no de cuál general!!
T enemos que amar todos los carismas de la Iglesia,
todos los carismas que ha acogido la Iglesia en su seno, porque en todos ellos
está la presencia del Espíritu Santo.
La cuarta Pista: La Iglesia es carismática y
apostólica, como decíamos, pero antes de ser carismática y apostólica, la
Iglesia se compone de personas, de “personas concretas”… Por eso, la comunión
no se hace sólo en la Palabra de Dios y en el Magisterio. La Comunión se hace
también en el Amor, en el cariño real y concreto a las otras personas, en la
estima, en el querer a las otras personas con nombre y apellido…
Porque nos puede pasar en el seno de la Iglesia que
estemos muy motivados para salir, con la parábola del Samaritano, al encuentro
del alejado, y tal vez, somos un tanto antipáticos con el que tengo a mi
derecha y a mi izquierda.
Es como aquél que en la calle es “superenrollado”,
pero luego su mujer tiene que decir: “¡Sí, sí!…¡si usted le conociese en
casa…! ¡no hay quien le ag uante!”. También puede pasar esto en el seno de la
Iglesia: que seamos muy “enrollados” repartiendo con los alejados… y luego en
casa…. pego patadas a la izquierda y a la derecha. ¡Ojo con eso!
Tenemos que amar con cariño a quien Dios ha puesto a
nuestro lado en la Iglesia: A ése que pertenece a ese determinado movimiento,
a ese catequista…sin celotipias, sin bobadas. LA CARIDAD ES UN PRESUPUESTO
INDISPENSABLE DE LA COMUNIÓN.
La quinta pista para la comunión: La comunión requiere
de una Madre. SIN LA MADRE HAY DESMADRE, como ello mismo indica. Sabéis que en
las familias suele ocurrir que cuando muere la madre, ya es muy difícil reunir
a los hermanos. Ha fallecido la madre y los hijos ya no se ven…Antes se
juntaban todos en su casa…Fallece la madre y nos desmembramos entre nosotros.
No hay comunión sin Maria. ¡¡Y no se trata de buscar la belleza estética para
acabar la homilía!! ¡NO HAY COMUNIÓN SIN MARIA!
La madre tiene la capacidad de conocer a sus hijos en
su singularidad. Por ejemplo, cuando tú le dices a una madre: “¡Cuánto se
parecen tus hijos!”. Te dice ella: “¿Que se parecen...?, pero… ¡Si son
distintísimos!”. No hay madre que diga que sus hijos son iguales. Ella tiene
la capacidad de distinguirlos subrayando la singularidad a tope. Pero al mismo
tiempo, la madre ve a sus hijos como una piña. Muy distintos, pero como una
piña. Y no se le puede dar un disgusto mayor a una madre que mostrarle a sus
hijos enfrentados entre ellos. Eso lleva a la tumba a una madre. Por eso no
hay Comunión sin María.
Me vais a permitir que os muestre este rosario, que
tiene cada misterio de un color y que esta mañana he sacado del interior de mi
maleta. Este rosario es signo de que la Madre nos quiere “en red”. Nos quiere
unidos en red. Cada una de estas bolas somos nosotros, cada una de estas
cuentas… Ella nos quiere unidos en red. Cuando hablamos de “estar en red”,
enseguida pensamos en internet, que está bien… pero yo creo que cua ndo
hablamos de “estar en red” debemos pensar también en que María nos quiere
unidos entorno a la oración mariana.
Me estoy acordando de que hace unos catorce años, un
domingo por la tarde, me sonó el móvil y me llamaban porque había habido un
atentado en una cafetería. (Sabéis que yo soy del País Vasco, y aquél era uno
de los peores momentos del terrorismo…). Le habían disparado a un hombre por
la nuca. Debía ser un guardia civil que estaba fuera de servicio. Me acerqué
rápidamente y me impresionó tremendamente una cosa, fijaos... Me impresionó
que aquel hombre, al que le di la absolución -aunque no sé si estaría vivo-
momentos antes de morir, había tenido tiempo, yo no sé cómo, de meterse la
mano al bolsillo. Al sacársela, vi que la tenía agarrada a su rosario. Aquello
me impactó tremendamente. Cada vez que rezo el rosario me acuerdo de aquella
escena, de unos dedos agarrados levemente a un rosario.
¿Qué quiero decir con esto?... ¡que también la oración
a Marí a es la comunión en el dolor! En ella el pueblo cristiano y los jóvenes
compartimos nuestros sufrimientos. María hace una “red” de comunión entre
nosotros. Una red de comunión, porque comparte nuestro sufrimiento y tú lo
compartes con el que está a tu lado, y tú llevas la cruz del de al lado. SE
HACE COMUNIÓN COMPARTIENDO SUFRIMIENTO. Cuando tú has compartido un
sufrimiento con alguien, estás unido con él para siempre. Eso une más que
muchos discursos. Compartir la situación de dolor… , esta es la comunión que
María nos quiere dar. Por eso hay tanta gente que se une a María, porque le
reza en sus momentos de máxima intensidad de cruz.
ESTO ES LO QUE OS QUIERO TRANSMITIR EN NOMBRE DE MIS
HERMANOS OBISPOS: estas pistas de comunión. Seguro que habrá más pistas, pero
pienso ante el Señor que, sin éstas, difícilmente podremos alcanzar ese don,
que en este Fórum tantas veces se ha mencionado.
Además, hay un lugar en el que se “hace” Comunión -no
sólo se “invoca”- que es la Eucaristía. La Eucaristía, todos somos
conscientes… -dicen los santos padres…San Ignacio de Antioquia de “que todos
los granos de trigo se funden en un solo pan, transformado en el Cuerpo de
Cristo”.
Si todos nosotros nos uniésemos a Jesucristo, SI
FUÉSEMOS UN SOLO CORAZÓN CON Él, no habría ningún problema de comunión. ES
NUESTRO PECADO EL QUE DIFICULTA LA COMUNIÓN. Por tanto, vamos a hacer
Comunión, vamos a hacer que la Eucaristía la realice. Que la haga fáctica, que
la haga no sólo utopía, sino realidad. Que la Virgen María nos conceda la
gracia, cuando hoy comulguemos, de SER UNA SOLA COSA EN CRISTO: “Ya no soy yo
quien vive, es Cristo quien vive en mí”.