Todas las mamás gritaban. El
párroco había salido a una emergencia. Pedían el cambio de la catequista de
perseverancia. Había enseñado a las niñas que el sexto mandamiento era No
cometer actos sexuales deshonestos. Como el párroco no llegaba, decidieron dejar
la protesta para otro día. Y, al quedarse solas, la catequista de primera
comunión, gruesa y con unos bigotes que no podía disimular, le dijo a su
afligida compañera:
«Yo no tengo nunca estos
problemas. Cuando explico el sexto mandamiento, digo que es ‘No fornicar’».
Pero la joven catequista le
respondió: «Comprendo que no hayas tenido problemas, porque ni las niñas ni sus
mamás entienden esas palabras. Pero yo no quiero que mis pequeñas alumnas
terminen la catequesis sin formar su castidad cristiana. Sería exponerlas por
ignorancia al engaño de algún jovencito abusivo. Y el Espíritu Santo no va a
venir a darles explicaciones de formación sexual. Esa tarea difícil nos
corresponde a nosotras, cuando no la dan las mamás».
Hay una ley fundamental en la
doctrina católica: la gracia no cambia la vida natural, sino que la mejora. Es
decir, la gracia actúa en la medida que los seres humanos le permitimos su
acción. Por eso, el catequista no da la fe a los alumnos que educa. Más aún, no
puede hacer actos de fe en lugar del alumno. ¿Qué hace, pues, un catequista? Un
catequista es un canal por el que Dios da las gracias de fe y de crecimiento
espiritual a sus alumnos. Dios podría dar esos dones sobrenaturales de otro
modo. Pero ha querido transmitirlos ordinariamente por medios humanos. La
salvación que viene de Dios, llega al hombre por medio del hombre.
Conclusión simple: el catequista
es un intermediario entre Dios y sus alumnos. El Espíritu Santo transmite sus
riquezas sobrenaturales por medio de él. El catequista no puede dar la gracia.
¿Qué puede hacer, pues? Puede poner todas sus cualidades y sus recursos humanos
para colaborar con el Espíritu. Por eso, el catequista será mejor o peor canal
de los dones de Dios según sea mejor o peor su formación humana.
La formación humana es el
resultado del cultivo de todos los talentos del ser humano. Abarca muchos
aspectos: desde el cuidado de la salud hasta la honestidad. Más adelante,
analizaremos todas sus facetas.
1. La frontera entre lo humano y lo cristiano.
«Me sentí desconcertado ayer
por la tarde. Dos familiares discutían. Uno trataba de demostrar que el hombre
es el ser supremo del universo y que Dios es un invento. Su ateísmo inculto le
llevaba a concluir que la fe empobrece y limita la felicidad del ser humano. El
otro era un cristiano convencido, lleno de fe. Trató de mostrar que ser
cristiano es lo más hermoso del mundo... Pero no pudo explicar por qué.
Todos sus razonamientos
terminaban en la vida eterna o en la grandeza de Dios. Y el familiar ateo
respondía abriendo las manos: ‘De acuerdo. Pero ¿qué hacemos mientras llegue la
vida eterna y podamos admirar la grandeza de Dios?~ Tengo el convencimiento de
que Dios nos enriquece. Pero tampoco yo me pude explicar cómo».
Si pensamos cómo es el horizonte
de la vida de un Cristiano y el de un no cristiano, observaremos que no es muy
diferente. Ambos deben recorrer los senderos de la salud y de la enfermedad, la
vida familiar y el pago de la quincena, las jornadas de fiesta o los accidentes
trágicos. Y tantas otras cosas iguales.
Pero lo que cambia en ellos es
el norte que les guía. La brújula de un cristiano se orienta por Jesucristo. La
del no cristiano por otra estrella, elegida entre tantas como puede inventar la
mente humana. Pero el verdadero problema de fondo entre la diferencia de un
cristiano y las demás personas es éste: ¿Es más rico el modelo de vida que
ofrece Cristo que los otros? Dicho de otro modo: seguir a Jesucristo nos hace
evidentemente más religiosos. Pero ¿nos hace también más humanos o no? ¿Nos hace
más exitosos?
Para responder a estas preguntas
debemos dar dos pasos:
·
Explicar cuáles son las características de un ser humano completo.
·
Ver si Jesucristo cumplió con todas estas características.
Iniciaremos por el segundo
punto: nuestra fe nos enseña que Jesucristo es el primogénito de todas las
creaturas, el primero en todo (Col.1,1 5.18). Jesucristo, pues, tiene todas las
riquezas y talentos del ser humano. Por eso, creemos que ser cristiano, ser
seguidor de Jesucristo, nos lleva a ser completamente humanos. Y, quizás, más
completamente humanos. ¿Por qué? Porque un cristiano debe probar todo y quedarse
con lo bueno <1 Ts.5,2 1). Y sabemos que un ateo carece de las cosas
sobrenaturales. También las otras religiones presentan un modelo para vivir.
Podríamos estudiarlas todas y ver sus valores y riquezas para compararlas con el
cristianismo. No lo vamos a hacer aquí.
El otro punto es estudiar el
conjunto de las características de un ser humano completo. Pero, antes de
recorrer los diversos sectores que tiene la formación de un ser humano completo,
vamos a fijar una difícil frontera: los límites que separan el mundo humano del
mundo de Dios, el-mundo natural del mundo sobrenatural. Pero ¿para qué? Para
distinguir lo que corresponde a nuestro trabajo humano y Lo que corresponde a la
acción de Dios.
Hay una ley básica: A problemas
humanos, soluciones humanas; y a problemas religiosos, soluciones religiosas.
Necesitamos fijar los límites de lo humano para lograr una buena formación
humana. Así daremos soluciones verdaderamente humanas. Y no caeremos en el error
común de quienes dan soluciones religiosas para resolver problemas humanos. Es
decir, si un catequista tiene problemas de cultura, no podemos aconsejarle que
lo resuelva frecuentando los sacramentos.
La frontera entre lo natural y
lo sobrenatural podemos fijarla aclarando estos puntos:
·
Hay acciones en las que Dios actúa directamente. Por ejemplo, en los
sacramentos, en la santificación del alma, en un milagro.
·
Hay acciones en las que Dios actúa indirectamente: en un terremoto, en el
crecimiento de las plantas, en la llegada del invierno, en el movimiento de la
sangre por nuestras venas... Estas acciones se rigen por las leyes que Dios puso
en la naturaleza desde el inicio de la Creación. Y la mayoría de los seres de
este mundo actúan según estas leyes, sin que Dios tenga que intervenir en cada
momento y directamente para que sucedan los hechos.
·
Las leyes que Dios ha puesto en la creación no excluyen su intervención
extraordinaria. Una acción excepcional de Dios sobre las leyes de la naturaleza
es un milagro.
·
Dios ha puesto en funcionamiento esta gran máquina que es el universo. Y no
interviene ordinariamente para cambiar su marcha. Pero atiende constantemente
las necesidades del alma humana. Por eso, aunque el mundo siga una cadena de
sucesos físicos y naturales, Dios llama constante a la puerta del corazón de los
hombres para pedirles santidad y darles su gracia.
La frontera, pues, entre lo
natural y lo sobrenatural está en la gracia divina. El hombre puede manejar a
los seres de la creación según las leyes puestas por Dios, y que la ciencia
humana descubre. Pero no puede manejar los dones sobrenaturales de Dios. Esta
diferencia es muy importante para cuanto digamos sobre la formación humana.
Porque, si la gracia sólo podemos obtenerla de Dios, la formación humana del
catequista es un trabajo que depende de su esfuerzo.
Dios nova a hacer más puntual a
un catequista, no le va a hacer conocer mejor la geografía de Israel, no le va a
resolver los problemas de programación en la catequesis de su parroquia o le va
a conceder especiales cualidades de trato amable con los demás. Dios le dará
fuerzas y motivos para resolver estas tareas. Pero, a fin de cuentas, las
soluciones dependen de su esfuerzo y del cultivo de sus cualidades humanas. No
así en la vida del alma: el catequista necesita de la acción directa de Dios
para crecer sobrenaturalmente en la caridad, en la santidad o en la humildad. La
formación humana, pues, es una labor prioritariamente natural.
2. Un catequista más humano.
Estaba
irritada. Era una catequista muy serena. Ese día levantó la voz más de lo
normal. Con voz firme, aunque sin perder el control, le dijo: «¡Tú quieres
convertirla catequesis en política!». Su esposo bamboleó la cabeza. «No es
política, Celia. Tú siempre has dado la catequesis buscando la salvación del
alma, la santidad de los niños, el crecimiento espiritual de su fe... ¿No es
así? Pues bien, todo eso es muy válido. Pero no basta. Jesús cuidó tanto la
salvación del alma como la del cuerpo. Vía Iglesia siempre ha buscado el bien
del hombre en esta vida yen la otra. ¿No es así?».
Celia, como mujer
inteligente, fijó su mirada en la ventana de la calle. Y, tras un silencio, dijo
a su esposo: «Ahora no hablas como o tras veces, cuando parecías defender el
programa de un partido político. Quieres hacerme ver que la catequesis no forma
buenos cristianos si no construye también buenos seres humanos. Nunca lo había
pensado. Y creo que tienes razón».
La evangelización se actúa en
tres áreas: la profética que transmite el mensaje del Evangelio; la litúrgica
que celebra los misterios de la fe; y la promoción humana que compromete la
acción del cristiano según el Evangelio. El catequista es un ministro
privilegiado del área profética, pues su misión es educar la fe. Pero logrará
una buena educación de la fe formando la vivencia de las celebraciones
litúrgicas y cultivando el esfuerzo por la promoción humana de sus catecúmenos.
Y, obviamente, su labor educativa no puede reducirse a la palabra: debe dar
testimonio de la vivencia de su fe, de su participación en la liturgia y de su
esfuerzo en promover los valores humanos.
Pero hay un detalle importante:
el catequista debe vivir y educar la promoción humana integral. Puede caer en el
fácil error de reducir la promoción humana a una sola de sus facetas: la limosna
caritativa, la alfabetización, el cuidado de la salud, la participación
política, la mejora de las condiciones sociales en su comunidad, la defensa de
los derechos humanos, etc. El catequista debe educar todos los valores humanos.
Y equilibradamente. Porque es una tentación cercana resolver las necesidades más
inmediatas de la comunidad... y desatender otras necesidades más valiosas,
aunque menos llamativas. Por ejemplo, hay catequistas sabios que buscan
soluciones de cooperativas agropecuarias para mejorar la comunidad, en vez de
emplear ese tiempo en denunciar los abusos de quienes tienen poder sobre la
tierra o los planes incumplidos de mejora en el campo. Este punto lo
profundizaremos en el capítulo III de este libro.
El catequista logrará más
promoción humana si él es más humano. Y ser más humano no sólo de labios para
fuera o de buenas intenciones. Debe conseguir valores, motivaciones, actitudes,
principios, hábitos, conocimientos, habilidades, trato social... Porque, ¿cómo
va impartir bien sus clases o a resolver los roces que tenga con otros
catequistas de su grupo, si tiene valores ridículos, actitudes de amargura,
principios equivocados o hábitos de debilidad? Por eso, el buen catequista no
debe conformarse con los talentos que tiene en estado primitivo y con el grado
en que los ha desarrollado. El catequista necesita crecer en su formación humana
para ser mejor educador en la fe. Él catequista debe ser más humano.
Un catequista más humano no es
menos religioso. Más aún, un ser humano bien formado necesita ser religioso.
Porque desarrollar sólo las cualidades humanas y olvidarse de Dios sería tanto
como comprar una inmensa biblioteca.., para alguien que no supiera leer. El
catequista educa al ser humano fijándose en Dios. El mejor hombre que ha
caminado por nuestro planeta ha sido Jesucristo. Y Él unía en sí mismo todas las
cualidades humanas y todas las divinas. Porque la encarnación del Hijo de Dios
enriqueció la naturaleza humana en un grado infinito, fusionando lo humano con
lo divino.
Cuestionario para reflexión personal:
3. Formación humana del
catequista.
1.- ¿ Cuales son los problemas principales de un catequista
y en qué forma puede ayudar este libro a superarlos?
2.- ¿Qué papel desempeña el
catequista frente a sus alumnos y qué formación necesita para ser un buen canal
de los dones de Dios?
3.- ¿Hay alguna diferencia entre el horizonte de vida de un
cristiano y el de un no cristiano?
4.- ¿Cómo podemos determinar los limites que separan el
mundo humano del mundo de Dios, el mundo natural del sobrenatural?
5.- ¿Cuál es la ley básica qué debemos aplicar? ¿Cómo
podemos fijar la frontera entre lo natural y lo sobrenatural?
6.- ¿Porqué es necesario que el catequista sea cada vez más
humano y también más religioso? ¿Podría descuidar lo uno por lo otro?