Carta de Mons. Juan José Omella Omella a los niños que recibirán la Primera Comunión

Escrito por + Juan José Omella Omella - Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño  

miércoles, 23 de marzo de 2011

Queridos niños y niñas:

Recibid mi saludo de obispo, un saludo grande y feliz, porque Jesús os quiere mucho a vosotros, a todos los niños, a todos los pequeños. Os felicito porque pronto recibiréis la Primera Comunión, es decir, recibiréis a Jesús, el Hijo de Dios, que está presente en ese trocito de pan de la Eucaristía. Sí, aunque parece increíble e imposible, ahí está el Señor:

 

Tomad y comed que esto es mi Cuerpo, dijo Jesús el día de Jueves Santo en la Cena Pascual que celebró con los apóstoles. Y siempre que el sacerdote pronuncia estas palabras, cuando celebra la Eucaristía, ahí está el Señor. ¡Qué gran misterio! ¿verdad? Realmente Jesús hace cosas maravillosas, asombrosas y admirables: cura a un enfermo, convierte el agua en vino, resucita a un muerto y se hace presente en el pan de la Eucaristía…

 

 

 No sé si conocéis lo que sucedió en Roma, hace muchos años, mientras el Papa San Gregorio Magno celebraba la Eucaristía. Una mujer se acercó a comulgar y comenzó a reírse, porque dudaba de la presencia real de Cristo en el pan y en el vino consagrados. Entonces el Papa, turbado. le reprendió y le preguntó el motivo de tal actitud. La mujer se justificó diciendo que no llegaba a entender cómo podía ser que aquel pan, que ella misma había preparado con sus manos, y aquella copa de vino ahora, gracias a las palabras de la consagración, se convirtieran en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El Papa se puso en oración y pidió a Dios que la iluminase. Cuando terminó su oración, vio que el pan se convertía en el Cuerpo del Señor. La mujer, con gran arrepentimiento, se arrodilló y comenzó a llorar. Estoy seguro de que en su corazón diría aquellas preciosas palabras que pronunció el apóstol Santo Tomás, cuando vio al Resucitado y tocó sus llagas, él que también dudaba de que Cristo hubiese resucitado: ¡Señor mío y Dios mío!

 Ojalá que también vosotros, queridos niños y niñas que recibís por primera vez a Jesús, pronunciéis esas mismas palabras, esa breve oración, ¡Señor mío y Dios mío!, cuando asistáis a Misa y adoréis al Señor, después de la consagración, y cuando le recibáis en la comunión.

 ¡Qué suerte, qué alegría tan enorme, poder tener tan cerca al mismo Dios hecho pan, y poderlo recibir dentro de vosotros!

 

 

 

 ¿Verdad que, cuando vuestros padres esperan una visita, tratan de limpiar y ordenar la casa? Procurad también vosotros limpiar bien vuestro corazón para poder recibir al Señor. Ya sabéis que el corazón está limpio cuando hay mucho amor a Jesús, cuando rezamos, cuando hacemos lo que le agrada y cuando estamos sin pecados. Por eso os pido que no dejéis de rezar, de hacer lo que le agrada al Señor y de confesaros frecuentemente y siempre que hayáis cometido pecados. El Sacramento de la Confesión es el abrazo de Dios, un abrazo lleno de amor y de misericordia por cada uno de nosotros. Qué bien lo expresaba Jesús cuando decía: Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia. ¡Qué gozada es saber y vivir que Jesús nos perdona los pecados! Ya sabéis que eso sucede cuando el sacerdote, que representa a Cristo, nos dice: Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

Vuestros catequistas, que os quieren de verdad, os han enseñado muchas oraciones. No dejéis de rezarlas. Procurad rezar todos los días. Rezad al comienzo del día, cuando os levantáis; por la noche antes de ir a dormir; y rezad también antes de las comidas. Rezar es dar gracias a Dios por todo lo que tenemos y recibimos, es pedirle fuerzas para ser mejores, es pedir que nos dé un corazón bueno para poder hacer siempre el bien.

Poned en vuestra habitación una imagen de Jesús o de la Virgen y rezad ante esa imagen. Contadle lo que os pasa, como se lo contáis a vuestros padres o a los amigos. Mirad, Dios siempre nos escucha y nos concede lo que necesitamos, digo bien lo que necesitamos, porque una cosa es lo que pedimos y otra lo que nos conviene o necesitamos. Recuerda a menudo estas palabras de Jesús: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.

 

 

 

Seguro que vuestros padres, que tanto os quieren (os han dado la vida y cuidan de vosotros), piensan preparar algo de fiesta para el día de vuestra Primera Comunión. Decidles que la fiesta sea bonita pero sencilla. No es necesario hacer grandes gastos. Lo importante es que ese día haya mucho amor en el corazón de todos y una gran fe en Dios que se acerca a vosotros, a vuestras familias. Decidles también que no es necesario recibir montonadas de regalos, que os basta con alguna cosilla sencilla. Vuestra ilusión se verá colmada con algún detalle. Sabéis que hay muchos niños que no tienen tantas cosas como vosotros. Por eso os hago una propuesta: ¿queréis hacer felices a niños como vosotros, que no tienen casi nada para vivir? Este año podríais cada uno de vosotros entregar un donativo, de los muchos que vais a recibir, a los niños de África, en Kenya, país donde trabaja un misionero de La Rioja, natural de Autol, que se llama Padre Tomás Herreros, y pertenece a la Congregación de misioneros Combonianos. Lleva muchos años trabajando en África. Seguro que os encantará apoyar su labor con los niños kenyatas, de vuestra edad, como vosotros. Pide que le ayudéis a comprar el mobiliario (sillas, pupitres, pizarras…) y las camas literas para la escuela secundaria de la Parroquia de Chelopoy. Seguro que seréis muy generosos.

Y dejadme que os haga una pregunta: ¿no os gustaría ser misioneros? ¿no te gustaría a ti poder marchar a misiones, cuando seas mayor, para que otros puedan conocer y amar a Jesús y recibirle como tú en la Comunión? No dejes de rezarle a Jesús por los misioneros. Son maravillosos, lo han dejado todo, han aprendido a hablar otras lenguas y comparten la vida con los más pobres de la tierra. Ellos cumplen maravillosamente el encargo de Jesús: Id al mundo entero y predicad el Evangelio. Rezad a menudo a Jesús para que no falten misioneros, para que muchos jóvenes respondan con generosidad a la llamada del Señor.

No quiero despedirme de vosotros, sin antes deciros que sigáis queriendo mucho a vuestros padres, hermanos y abuelos. Sed obedientes y colaborad con ellos en todo, para que seáis, con la ayuda de Dios, una familia unida y feliz.

Si alguno de vosotros se anima a responderme a esta carta, para contarme algo sobre Jesús, o sobre vuestra amistad con Él, no dudéis en escribirme. El obispo sacará tiempo para contestaros personalmente a cada uno.

 

 

 Os quiere y os bendice 

 

 + Juan José Omella Omella - Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño 

 

Palabras para los padres

Queridos padres: Vivid con ilusión, con gran gozo, este precioso momento de la vida y el crecimiento de vuestros hijos: el tiempo de la Primera Comunión, el tiempo de su inmediata preparación. Ellos lo viven con gran interés; claro que piensan en los regalos y los trajes, pero no les distraigáis con estas cosas; ayudadles a vivir que lo primero es lo primero: comulgar, recibir a Jesús, preparar un corazón limpio, un corazón de buena gente. Y hacedles saber que la fiesta que preparáis es por eso, porque Dios se acerca vuestra familia a través de ellos ¡y estáis muy alegres! Ayudadles a crecer en la fe, en la amistad con Dios. Os digo lo mismo que decía el Papa Benedicto XVI a los padres de un grupo de niños que recibieron la Primera Comunión,  el día 10 de mayo de 2009 en Amán (Jordania):

Que cada familia cristiana crezca en la fidelidad a esta noble vocación de ser una verdadera escuela de oración, en la que los niños aprendan el amor sincero de Dios, maduren en la autodisciplina y en la atención a las necesidades de los demás, y en la que, modelados por la sabiduría que proviene de la fe, contribuyan a construir una sociedad cada vez más justa y fraterna. Las sólidas familias cristianas de estas tierras son una gran herencia recibida de las generaciones precedentes. Que las familias de hoy sean fieles a esta gran herencia y que nunca falte el apoyo material y moral que necesitan para desempeñar su papel insustituible al servicio de la sociedad.

Sed verdaderos ejemplos de fe, de amor y de trabajo por la convivencia de todos, sin orillar a nadie, y por la paz. Que vuestros hijos aprendan de vosotros a permanecer firmes en la fe cristiana y en el buen hacer, en una vida honrada, laboriosa y abierta a la fraternidad, a la ayuda mutua.

Que Dios guarde a vuestras familias y os colme siempre de bendiciones.