Caravaggio, el pintor que logró iluminar la oscuridad
Roma conmemora este año cuatro siglos de su muerte

ROMA, miércoles 24 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Célebre por los contrastes de luz y sombra , por la audacia de las representaciones, a veces revolucionarias para la época. Un claroscuro que realza la humanidad de las figuras bíblicas, despertando en su tiempo no pocas polémicas. Así son las obras de Michelangelo Mersi da Caravaggio, muerto hace 400 años.

Antes de este célebre artista, en la historia de la pintura, la luz carecía tener una dirección precisa. En la mayoría de las obras de Caravaggio este elemento llega para irrumpir e iluminar violentamente la obra.

Roma rinde homenaje al pintor nacido en Milán en 1571. Actualmente se realiza en el museo Scudiere del Quirinale una exposición dedicada al artista, que reúne varias de sus obras maestras, entre ellas la “Cena en Emaus”, “San Juan Bautista”, “la captura de Cristo en el Huerto”, entre muchas otras.

A pesar de la rica colección que muestra esta exposición, los organizadores no han querido extraer de las iglesias romanas varias obras maestras que las engalanan. Tal es el caso de la “Conversión de San Mateo”, que puede verse en la iglesia San Luis de los Franceses, o la “Conversión de San Pablo” y la “Crucifixión de Pedro”, ambas en la Iglesia Santa María del Popolo o la “Virgen de los peregrinos”, que reposa en la Iglesia de San Agustín.

Las muestra invita a así a sus espectadores a visitar estas tres importantes iglesias romanas para que puedan apreciar las obras que se encuentran allí.

Reflejo de su vida

La obra pictórica de Caravaggio puede clasificarse en tres etapas: la de la juventud que va desde 1592 hasta 1599, en la que pinta con la célebre obra del joven con la canasta de frutas, presente en esta muestra y que puede verse ordinariamente en la Galeria Borghese de Roma. La del éxito que va desde 1600 (año jubilar en el que varios cardenales le encargan pintar algunas escenas bíblicas) hasta 1606, y la de la fuga, cuando el artista tuvo que huir de Roma tras ser culpado por un homicidio. Esta tercera época duró hasta su muerte, en 1610.

“Caravaggio atrae porque su vida y su obra están estrechamente y casi necesariamente unidas”, asegura Claudio Strinati, organizador de la muestra.

“Vivió una vida trágica y desesperada, se sostenía de parte de muchos críticos y así, tal vida se reflejaba en la potencia extrema de la obra (alguno decía también que en la fealdad), llena de violencia, de tragedia, de ineluctable destino y de desesperación”, dice Srtinati.

Obras que reflejan su vida, en las que aparece su rostro, como “David y Goliat” en la que, según los críticos, el gigante vencido es representado con su autorretrato. O la “Captura de Cristo en el Huerto” donde, dentro de los mismos personajes bíblicos (Judas, Juan y los soldados que lo capturan), se encuentra un hombre con una linterna que, se cree, es él mismo representándose.

“La revolución está quizás en el hecho que el maestro habla de sí desde el inicio hasta el fin e interroga al espectador como fue posible que antes ninguno lo hubiera hecho”, asegura el organizador de esta muestra.

Pintor de cuadros al natural, Caravaggio llegó al punto de expresar con los gestos, el mismo cuerpo y la luminosidad, la humanidad de los personajes bíblicos. Tal es el caso de la obra titulada “Coronación de espinas”, que expresa el rostro sufriente de Jesús en el momento de la pasión conjugada con la aceptación íntima de este momento. O la “Adoración de los pastores” la cual, a diferencia de muchas célebres obras que narran el mismo tema bíblico, resalta, no tanto el tono alegre, sino más bien el tono recogido y silente de sus personajes.

Dos obras sobre el mismo tema dejan ver la evolución del pintor hacia una expresión cada vez más realista: ambas reciben el nombre de “Cena en Emaús”, la primera, pintada en 1601 y que normalmente reposa en la National Gallery de Londres, muestra a un Jesús sin barba, como en varios mosaicos paleocristianos. Muestra algunas frutas que no son de la estación que corresponde a la Pascua (la naciente primavera) mientras que la segunda obra con el mismo nombre (pintada en 1606 y que normalmente se encuentra en la Pinacoterca de Brera, en Milán) exhibe sobre la mesa una naturaleza muerta más sencilla, una actitud más recogida de parte de los discípulos y del mismo Jesús que se muestra bendiciendo y partiendo el pan.

Debido a su muerte temprana y a que comenzó a ser un artista conocido a los 21 años (generalmente los artistas de su época alcanzaban la fama ya en la adolescencia), Caravaggio no dejó un grandísimo número de obras. Sin embargo en los últimos años numerosos expertos e historiadores del arte han le atribuido siempre nuevas obras hasta el momento anónimas, debido a la técnica que utiliza y a algunos documentos alusivos a ellas que han sido encontrados.

Caravaggio murió solo y abandonado en el hospital María Auxiliadora de Porto Ercole, una pequeña población italiana ubicada en la costa Mediterránea y que pertenece a la provincia de Grossento. Cuenta la historia que fue sepultado a toda prisa en una fosa común. Pronto fue olvidado, contrariamente a lo que ocurre con varios artistas que comienzan a ser valorados justo después de la muerte. Su obra comenzó a ser más reconocida a principios del siglo XX. Por esta razón, actualmente hay muchos vacíos en los estudios sobre su biografía y obras.

Un pintor que supo dar “luz a la oscuridad, realizando una pintura capaz de expresar en una dimensión real el dramático desenvolverse de la representación, exaltando los valores espirituales de los contenidos con una certeza que no tiene igual”, dijo Francesco Buranelli, miembro de la Pontificia comisión para los bienes culturales.

Por Carmen Elena Villa